¿42 Días sin sexO?
Por fin se acabó la veda!!!
¿42 DÍAS SIN SEXO?
Otra vez enfadados ¿y ahora qué? Pues otra vez sin sexo. Y ya van 42 días. Me voy a la ducha, a ver si se despeja mi mente. Pero, bajo la fina lluvia de la alcachofa de la ducha, lejos de olvidarme me encendía aún más. Jo que rabia.
Después de secarme, me enrollé la toalla alrededor del pecho y salí al comedor, dispuesta a pescar lo que fuera, a humillarme si hacía falta, a suplicar un poco de atención. Entré en la habitación y me acerqué al borde de la cama; a él le veía entrando y saliendo de la terraza, metiendo y sacando cosas de las cajas.
De pronto pensé cuánto me gustaría que entrase a la habitación, y por sorpresa me arrancara la toalla y me tirase bruscamente a la cama, él sobre mí, y empezase a tocar mi sexo húmedo por la excitación. Sin darme cuenta, era yo la que ya se había dejado llevar por la fantasía y estaba echada en la cama, boca abajo, con la mano derecha bajo las caderas y acariciándome el sexo, en un acto de autosatisfacción.
En uno de sus paseos a la terraza me debió ver allí estirada y entró. No me di cuenta hasta que le noté lamiendo mi coñito con su lengua libidinosa, húmeda, caliente, chupando y besando mi clítoris, mientras con su dedo me penetraba lentamente, dentro, fuera, dentro, fuera, haciendome retorcer de placer. Con su mano izquierda me acariciaba las nalgas, acercándose cada vez a ese punto intermedio entre el ano y la vagina, hasta que metió su dedo pulgar en mi culo, a la par que introducía otro dedo más en mi coño, ya empapado en una mezcla de mi flujo y su saliva. Su lengua no paraba de lamer, arriba, abajo, dentro, fuera. Me sentía arder por dentro, y sólo podía suplicar que me follase, por delante o por detrás, pero que me follase ya. Mientras yo suplicaba él no paraba de lamer y succionar mi coño ¡voy a correrme! Y entonces una explosión inundó mi sexo, con sus dedos en mis orificios y la lengua lamiendo y lamiendo toda mi corrida. ¡Pero no! Otra vez como las últimas veces, me parece un orgasmo interminable, con cada lenguetazo suyo mis espasmos eran cada vez más fuertes, hasta que sin decir nada me puso a cuatro patas y metió su polla por mi culo. ¡Cabrón! ¡Cabrón! Me vas a reventar pero no pares, sigue por favor. Notaba su polla dura entrando y saliendo de mi culo, primero la punta y después un poco más, hasta que entró toda, lentamente y entonces creí que me partía, arqueando mi espalda, pidiéndole más. ¡No tengo más, guarrilla! me decía, con la respiración entrecortada, embistiéndome cada vez más rápido. De pronto la sacó de mi culo y la metió de golpe en mi coño, todavía empapado por mi orgasmo anterior, y entonces fue alternando, metiéndola en el culo, metiéndola en el coño, una y otra vez, una y otra vez.
En un momento de lucidez se me ocurrió abrir el cajón y sacar mi estupendo consolador, sonrosado y duro, y le pedí que hiciera conmigo lo que quisiera. Lo cogió con su mano derecha mientras seguía follándome cada vez más rápido, sacó su polla de mi coño y metió el consolador para mojarlo bien, empujándolo cuatro o cinco veces para acabar metiéndomelo por el culo. Cogió su polla con su mano izquierda y empezó a masturbarse mientras me enculaba con mi dildo. Yo veía por el espejo que su verga se hacía más grande por momentos, y cuando ya no podía crecer más, la introdujo de nuevo en mi coño humeante por el vapor desprendido de tan caliente que estaba. Y así, con dos pollas a la vez y frotándome con mi mano el clítoris, como una zorra cachonda, acabé corriéndome otra vez, notando como mis muslos se empapaban en una mezcla de nuestro sudor y nuestros fluídos. Sacó su polla de mi coño y con dos meneos de su mano se corrió en mi espalda.
Por fin se acabó la veda.