41.2 Gonzalo en Lille

-Te adoro, te quiero tanto. –y besa, y vuelve a besar sin detenerse mi pecho, mi abdomen y lame lujuriosamente de nuevo las tetitas para volver a mis labios.

Rafael y Evans necesitan estar a solas, desconozco el para qué, pero presiento que sobro. Los dejé para intentar encontrar a mi pareja de baile, antes paso por los aseos  y desde la zona de acceso, donde en esos momentos no hay público, puedo llamar a Gonzalo.

-Mi amor, esperaba tu llamada.  –tras de su voz podía escuchar el sonido de otras voces.

-Estoy en una cena, espera que me levante y me alejo.  –le escuchaba hablar con alguien próximo pero sin entender lo que se decían.

-Ya estoy contigo, ¿cómo te ha ido en el trabajo, estás ya más tranquilo?  -me salía la risa a escucharle preocupado.

-¿Tranquilo?, estoy totalmente relajado, he venido a bailar con un amigo y te hablo desde los aseos.

-Entonces lo dejaremos para mañana, seguramente me quedaré en España hasta el viernes, Carlos me tiene organizado un extenso programa de trabajo y ahora escúchame…   -dejó de hablar y espero para oírle lo que parece ser importante.

-Esta mañana he estado con tu madre, acudió al cementerio y pude hablar unas palabras con ella.  –seguí esperando a que continuara.

-Creo que no confía plenamente en mí, pero no te preocupes, me atendió muy bien y de todas formas no puedo exigir nada de ellos.  –parecía un poco herido y no tiene razones para sentirse de esa forma, estoy seguro de que ellos volverán a quererle como antes.

-No te preocupes Gonzalo, te siguen queriendo, igual que siempre, también necesitan un tiempo, ellos no podrán olvidar lo que han querido al defensor de su hijo, el amor que te tienen no ha menguado, sienten miedo por los dos, por ti y por mí, que volvamos a hacernos daño, pero no te alarmes, la cercanía hará el resto.

No escuchaba más que lejanos ruidos, y risas que venían de la mesa al otro lado y tuve que continuar.

-Borja me ha llamado para decirme lo de la reserva de tu hotel, está cerca del centro y de mi casa.  –parece suspirar aliviado.

-Te amo Daniel,  espero que el viernes llegue pronto, ahora baila y diviértete.

Nos despedimos pero no terminaba de cerrar la llamada y yo tampoco, pero Gonzalo tiene que volver a la mesa y yo a bailar un rato antes de marchar y terminé la llamada.

Como siempre es un delicioso delirio el bailar con Paul,  movemos nuestro cuerpo más de una hora hasta que le reclaman para atender a un cliente y vamos a sus lavabos particulares, tiene que arreglarse para el encuentro, en su caso se da una rápida ducha mientras le observo y hablamos, yo solamente me refresco la cara aprovechando sus aseos, pienso que tengo que retirarme y voy a buscar a Rafael para decirle que me marcho.

Cuando vamos hacía la mesa donde le espera su cliente, me coge del brazo y me habla al oído para hacerse escuchar, elevando la voz, sobre el tremendo ruido.

-En la barra tienes a tu amigo con Evans y a mí me esperan dos clientes a quien atender, me hubiera gustado haber tenido más tiempo para estar y bailar contigo.  –toca mi cadera como único  gesto de despedida y se encamina a una mesa cercana donde están dos hombres bebiendo, son algo mayores y toma asiento sonriéndoles, como si fuera un encuentro con viejos amigos y deseado por todos. Su trabajo había comenzado.

-Voy a marchar, estoy algo cansado.  –Rafael me miró con cierta desilusión.

-Tú puedes quedarte, es pronto para ti, cogeré un taxi, no tienes que preocuparte.

Hablé un momento con ellos y creo que en este momento volvía a ser un estorbo.  Cuando llegué al estudio me di una ducha rápida para estar preparado y no tener que hacerlo a la mañana y me metí en la cama, no tenía muchas horas para dormir.


En el trabajo volvemos a la normalidad, relativa porque ahora hay que atender lo que ha quedado atrasado. El accidentado evoluciona favorablemente y eso favorecerá que la presión de la inspección se suavice.

A la vuelta del trabajo me detengo en Carrefour para comprar cervezas y fruta, y Rafael está en la puerta de acceso al pabellón de piscinas cuando llego, viene a mi encuentro cuando me ve, trae una gran sonrisa en su cara de oreja a oreja y se me cuelga del cuello para besarme en ambas mejillas y la boca.

-¿Qué te sucede hoy?, ¿qué hay de extraordinario?   -tiene ganas de hablar y no sabe por dónde comenzar.

-Se lo he pedido, ya está.  –le miro sorprendido aunque adivino de que me está hablando.

-¡Habéis follado anoche!  -me sujeta del brazo entre risas.

-Te estás volviendo más ordinario que yo, no hemos follado pero está todo aclarado, hemos hablado y me ha contado algo de su pasado, seguro que lo conoces. Después de lo que ha sucedido en su vida quiere que vayamos despacio. ¡Me desea! El también quiere que hagamos el amor pero quiere que nos conozcamos antes, no está loco por un polvo. En una palabra, que no quiere follar por follar y que para eso tiene chicos a montones.

Parecía satisfecho del resultado obtenido, esperar es lo que Evans le pide, siempre tan metódico y frío para expresar sus sentimientos, esa faceta ya la conozco de sobra.

-¿Y tú, sabrás esperar?   –le miro con desconfianza.

-Lo haré, no creo que tarde mucho en conseguir convencerle de que me interesa de verdad.  –y como no quiere hablar más, tira de mi para que me de prisa y le siga.

-Quiero salir esta noche a tomar unas cervezas por la ciudad, hay concentración de estudiantes como todos los jueves, espero que no haya problemas con los gendarmes, y luego ir donde Evans, le voy a perseguir hasta cansarle.  –se ríe estridente con sarcasmo y ganas, estoy seguro de que será así, conseguirá lo que se proponga.

Aprovecha para jugar con todo el que encuentra en los pasillos, exterioriza la alegría que le llena hoy. Cuando llegamos al estudio me ayuda a llevar mis provisiones y Ray sale para ayudar también.

No sé lo que hablarían el otro día, el jueves pasado, pero parecen viejos amigos y se sientan a tomar una cerveza y charlar, sin duda alguna vez se ven en las concentraciones que hacen, aunque de lejos festejando los jueves a la noche. Rayhan me ha cambiado las flores, recordaré contarle a mi madre el detalle que tiene y el uso que está dando a su florero, a mí me encanta el uso que le está dando, yo lo habría tenido vacío.

Estoy un rato con los dos, Rafael quiere que salga un par de horas a tomar algo y hablar con los amigos pero me niego.

-Mañana viene un amigo de España, es Gonzalo ya te he hablado alguna vez, quiero estar con él y todos los días no puedo estar de fiesta. –ante mi negativa no insisten y respetan mi decisión.

Como la vez pasada salen juntos de mi casa, antes me abrazan y les observo caminar hablando y como Rafael mueve sus manos en animada conversación, les pierdo de vista al traspasar la puerta personal hacia la calle.


Me siento inquieto y deseoso de que pasen las horas, y recibir una llamada que me diga que ha llegado. Intento concentrarme en mi trabajo, que para eso me pagan, y apartar las imágenes que llenan mi imaginación.

Con el cielo cubierto de nubes no ha sido posible presenciar el eclipse de sol anunciado para hoy, solamente hemos podido notar una mayor oscuridad y como la temperatura bajaba varios grados en unos segundos, un minuto de terrible y expectante silencio, como si el mundo hubiera muerto.

Todo pasa y al final me despido de Elie, quizá es la primera vez que le digo adiós con un rápido  -hasta el lunes-. -el camino de vuelta se me hace eterno y el tráfico parece detenido en el tiempo y el espacio, cuando estoy aparcando el coche en el patio, con los nervios a flor de piel, y sin tiempo para desconectar el manos libres recibo su llamada.

-Pequeño, estoy en el hotel y no te he visto.  –es tal mi alegría que la risa salta al aire mientras abro la puerta.

-Estoy dejando el coche en el parking, me preparo y llegaré en un momento. ¿Qué tal tu viaje?  -no quiero prolongar la charla y deseo desconectar el móvil para ir a su encuentro.

-¿No sería mejor que me dijeras que me amas?  -su voz suena como la regañina a un niño que no ha hecho bien sus tareas.

-Sabes que te amo, te amo mucho, eres mi amor.  Gonzalo tengo que cerrar el coche para llegar hasta el hotel. Un beso mi amor, bienvenido a la ciudad. –no espero su contestación y cierro el móvil atropelladamente.

Dejo las cosas que llevo sin mirar el lugar y voy corriendo al baño, tomo una ducha, me limpio y preparo, quiero causarle la mejor impresión y escojo con sumo cuidado mi ropa, me miro al espejo coqueto y me echo la colonia de Nico que pienso es ideal.

Me observo una pequeña huella roja sobre el labio superior, seguramente causada por la maquinilla de afeitar, me aplico una crema y vuelvo a mirarme, es la primera vez que me veo tan preocupado por mi aspecto.

Son escasamente diez minutos, andando, el tiempo que me lleva estar ante la fachada del hotel. El Western es un moderno edificio cuya fachada había visto alguna vez al correr por las calles, de novedosa arquitectura y con unas peculiares ventanas ovaladas en vertical que le confieren un aspecto futurista.

Me indica por el móvil la planta donde se encuentra para que suba, me tienen que acompañar el personal de la recepción al tratarse de una planta exclusiva, para clientes distinguidos y hasta llegar a la puerta de su habitación, me dejan solo ante la moderna puerta de madera clara, con el número incrustado en ella de brillante acero y llamo con los nudillos.

Me abre Gonzalo, no podía ser otro, está hablando por el móvil sosteniéndolo con la mano izquierda, y con la derecha me abraza por la cintura para tirar de mí hacia el interior. Me da un rápido beso en los labios y continúa hablando. Me aprieto a su cintura y le acaricio esperando a termine de hablar.

Le escucho ligeramente impaciente, está impartiendo instrucciones al piloto, quiere que vuele de vuelta a U.K, no le apetece que pasen el fin de semana, él y su ayudante de vuelo, en Lille, y que él hará la vuelta a Londres en el Eurostar. Al final termina la conversación y lanzo mis brazos a su cuello, está en camisa y noto su calor.

-Gonzalo, mi amor.  –no puedo seguir hablando porque mi boca se ocupa con sus labios.

Después de unos minutos le permito hablar, lo ha intentado en alguna ocasión y mi boca le ha callado con mis besos al principio suaves y luego llenos de pasión.

-Daniel, mi pequeño, mi amor, estas tan guapo.  –sujeta mi rostro entre sus manos y luego besa mi frente.Vuelve a sonar su móvil y lo coge para responder.

-No tienes que preocuparte, podéis ir tranquilos, tus niños y vuestras mujeres no me perdonarían tener que pasar el fin de semana sin sus maridos, no es necesario que volváis a recogerme, ya he reservado mi billete para el domingo.  –se despide y me mira enarcando las cejas.

-Lo desconecto, de otra forma no nos dejarán tranquilos. -sus brazos me rodean con fuerza en un abrazo muy estrecho, y yo busco sus labios sin cansarme de ellos.

-Gonzalo, estos días me han parecido un año.  –aún no me he quitado mi abrigo y él me lo va retirando.

-Lo primero de todo quiero verte, a veces me gustaría cansarme de mirarte pero no puedo, te deseo Daniel.  –me besaba hasta ahogarme y dejarme sin respiración, me iba llevando fuera del hall de entrada a una sala preludio de la habitación. No me había fijado en el lugar en que estamos, y ahora me daba real cuenta de la enorme suite en que se alojaba. Al llegar ante la inmensa cama me quité los zapatos utilizando los pies. Me sujeto a su cintura arrastrándole conmigo al dejarme caer.

Nos besamos apasionados mientras nos vamos quitando la ropa hasta quedar desnudos, entonces se aleja para mirarme con ojos lujuriosos, y a mi pesar aún me pongo rojo al sentirme observado de esa manera detallando mi cuerpo. No me deja sobreponerme cuando cae sobre mí y empieza a besarme el cuerpo, las tetillas que se me erectan al instante y el vientre donde juega lamiéndome el ombligo.

-Te adoro, te quiero tanto. –y besa, y vuelve a besar sin detenerse mi pecho, mi abdomen y lame lujuriosamente de nuevo las tetitas para volver a mis labios.

Estoy encima de la cama y tumbado cara al techo, con las piernas en sus hombros, él encima de mí me penetra a ritmo lento, ambos desnudos, disfrutando de la visión de nuestros cuerpos, entrando y saliendo de mí mientras nos sonreímos dichosos.

A mi derecha un inmenso espejo conforma las puertas del vestidor, instalado con el propósito de poder contemplar lo que sucede en la cama y que cubre la pared del suelo al techo, basta que gire la cabeza para verle como se hunde en mí y me penetra con su pene, enrome y duro como una roca, entrando sin descanso, sin detenerse, en mi culo.

Desliza el pecho sobre el mío, elevándose a veces a muy pocos centímetros, su lento entrar y salir parece un acomodar su potente virilidad a mi recto con pequeños y cortos empujones de la pelvis.

Quiere sentir mi calor envolviendo su verga, y es su roce en mi ano el que me lleva de su mano a otros mundos. Disfrutaba de su fricción en mi entrada y en mi recto, notaba cada detalle de su verga, su abultada vena superior cuando su pene, sin piedad, atravesaba mi cuerpo.

Es posible que fuera así, pero me parecía sentir que era la primera vez que mi ano se estiraba tanto para acoger una polla. La imagen que reflejaba el espejo era impresionante e impactaba mi consciencia, su gran tamaño a pesar de su delgadez, con las espaldas tan anchas y sus brazos tan potentes sobre mí que, encogidas mis piernas a sus costados, parecía un niño a pesar de tener la misma edad. Sus piernas, cuando arrodillado ante mí, se flexionaban para entrar y salir de mi cuerpo, semejaban torneados muelles donde sobresalían sus tendones como si fueran de acero.

Mis blancas manos, finas y delicadas acariciaban sus largas y varoniles pantorrillas, tirando de ellas para que entrara más en mi cuerpo, era imposible, e innecesario también, pero el instinto me guiaba.

La verga me llenaba del todo y notaba su potente empuje en el fondo de mi vientre, llenando mi cavidad y apretando aún más para traspasar la barrera que encontraba, la quería atravesar y yo quería acogerle, pero mi excitación no me permitía concentrarme y ayudarle en su deseo.

Era tal mi éxtasis al estar así con mi hombre, mi Gonzalo, que jamás había llegado a soñar momentos de tal plenitud y placer. Abrí más las piernas para él pero me favorecía a mí, notaba pequeños y continuos orgasmos en mi ano. Me sentía dominado y solo le dejaba hacer. Gemía como loco empapado en el sudor de ambos, y me miraba con lujuria mi cara ofrecida de chico pequeño y enamorado entregado a él.

Se inclinó para besarme y toco mi pecho con el suyo dejándome más sudor, me beso en los labios y deslizo su boca hasta mi oreja.

-Me encanta tu entrega, sentirte todo mío.

En ese momento sentí que el mundo desaparecía, que perdía la razón y comencé a temblar como poseído, un tremendo orgasmo me mataba y me dejaba sin sentido, mis músculos estaban tirantes causándome calambres como si una corriente eléctrica fluyera por mi cuerpo y eyaculé llenándome de semen el abdomen y el pecho.

En mis espasmos podía sentir su venoso miembro en mi recto, lo sentía latir ancho y gordo ocupándome todo, noté su orgasmo mientras me bombeaba furioso, la lluvia de esperma en mi vientre, su grito ahogado como un bramido, y la dureza de su poderoso cuerpo que me aplastaba.

-Gonzalo, la siento, te noto dentro, mi amor, la quiero.

Sentía un calor abrasador en mi ano y él seguía eyaculando.

-Te gusta, te gusta mi amor. –era un grito que precisaba respuesta.

-Amor mío, es glorioso.  –se agitaba intentando coger aire para poder hablar y seguía vibrando dentro de mi culo, acariciaba su espalda y su cuello mientras besaba su cara intentando que llegara la calma a mi hombre.

Le sonreía dichoso mientras miraba su cara con los ojos cerrados y respirando suavemente. Acaricié con suavidad sus labios con los dedos.

-Tengo que lavarme, estoy lleno de semen y me escurre.  –abrió los ojos, le brillaban como luceros en la noche.

Bajó de la cama y me llevó en sus brazos al baño, una inmensa habitación con todos los servicios imaginables, con las paredes en mármol rosa y el suelo del mismo material en blanco y negro como un tablero de ajedrez, escogió el plato de ducha, un enorme cuadrado a nivel del suelo y me fue soltando lentamente mientras me besaba. Todo el techo del cuadrado es una ducha gigante, y cuando abrió la llave caía una lluvia muy suave, una de las paredes está cubierta de espejo en el que se reflejaban nuestros cuerpos con las gotas de agua que resbalaban por ellos hasta que el vapor del agua lo empañó.

Me entrega un albornoz blanco y unas zapatillas de la misma tela y me va secando mientras yo acaricio su alborotado pelo jugando y metiendo los dedos.

-Tengo previsto ir a Estados Unidos en Junio, los asuntos que tengo que tratar me ocuparán fuera casi un mes.  –y lo dice sin mirarme mientras detengo los dedos que peinaban su pelo, siento un golpe de congoja cuando me lo dice.

Me siento inundado de tristeza, un mes sin verle y estar sin él me va a parecer una eternidad. Pasamos a la habitación y nos vamos vistiendo en silencio, se coloca una ropa como si fuéramos a ir a la opera o un concierto, con corbata y unos zapatos que brillan como si fueran de charol.

Gonzalo se sienta en la butaca que hay entre las dos  ventanas y me mira en silencio un momento, sus labios se estiran para esbozar una sonrisa deseando distender la tirantez que sus palabras me han producido.

-Ven, ven aquí.  –me señalaba sus rodillas, me acerco y sujeta mis pantorrillas para que tome asiento sobre ellas, abraza mi espalda y me estrecha en su pecho.

-A ver pequeñín, no es un capricho, yo también trabajo, de otra manera, pero tengo obligaciones, además no he terminado de explicarte lo que pienso. Por favor no me pongas esa carita tan triste.  –me había quedado con la mejilla pegada a su camisa y coge mi barbilla para besarme la nariz.

-Tú sabes que mis abuelos tienen que viajar a U.S.A varias veces al año, una de ellas en verano, y también conoces como les acompañaba en ese viaje. Mi abuelo ya no puede ir y es mi responsabilidad. Hay rumores de acercamiento hacia Cuba, los inversores no descansan y ahora es el momento de iniciar los contactos para un futuro próximo.

-Pero puedes enviar a Borja, o a Julio, ¿cómo voy a pasar un mes sin estar a tu lado?, ahora que te he recuperado y te tengo…, pero tienes razón, si es tu obligación debes hacerlo.  –me acunaba en sus brazos y bajó la cabeza para sellar mi boca con sus labios, creía que me pondría a llorar por la congoja que me llegaba del pecho.

-De eso se trata, Borja no puede apartarse muchos días de mis abuelos, Julio tiene sus ocupaciones, su mujer y su niño…, además son contactos en los que debo estar presente, y quiero que me acompañes, que vengas conmigo, así no tendremos que separarnos.  –me ha cogido de sorpresa e intento bajarme de sus piernas, pero me retiene y, meloso como un gato, pasa los dedos por mi rostro antes de besarlo.

-¿Y mi trabajo?  -se me ha encendido una lamparita de esperanza, donde agarrarme por las dudas que me embargan.

-Tienes tus vacaciones y podrás cogerlas adelantadas, o pedir unos días de más sin que te paguen por ellos.  –para Gonzalo todo es muy fácil en lo referente a mi, y entiendo que tiene obligaciones y deberes…, y yo tengo jefes y horarios, y debo contar con ellos, pero por otro lado, desde ahora, quiero con todas mis fuerzas estar con él y a su lado. No quiero perder mi libertad, ni depender de él para nada, aunque me doy cuenta de que, de algún modo, va a resultar inevitable.

-Está bien, hablaré con André, pero por favor no intervengas, déjame a mí.

Me aprieta entre sus brazos y piernas como si fuera un bebé.

-Lo vas a tener, seguro, a ellos les dará lo mismo, tienes que coger tus vacaciones en algún momento. -me deposita en el suelo y se pone en pie.

-¿Qué quieres hacer? Podemos cenar en el hotel y volver luego a la habitación si te apetece, o pedimos que nos suban algo para cenar sin movernos de aquí.  –le miro un poco cohibido, y sorprendido por lo que sugiere.

-No he traído ropa para cambiarme, creía que…, bueno que deseabas estar solo en el hotel y que volvería a mi casa para dormir.  –en ese momento me coge del brazo haciendo que le mirara, me sujeta con cierta violencia en sus brazos.

-Pero Daniel, ¿cómo puedes pensar algo así?, quiero que estés conmigo, a mi lado. El reservar un hotel ha sido por no darte trabajo. Mi bebé, pequeño, no sabes lo que te quiero.  -me besaba con delicadeza posando las manos en mi cuello para llevar mi boca hacia él.

-Ya está bien, haremos lo que tú quieras, podemos ir a tu casa a buscar alguna ropa, tú lo  dispones todo, estamos en tu ciudad y tú eres el anfitrión.

Me acerqué a él sin responderle y le quite la corbata abriendo el cuello de la camisa para darle un aspecto más informal.

-Luego te cubres el cuello con la solapa del abrigo, si tuviera un de mis fulares para ponerte estarías delicioso, vamos a dar una vuelta para enseñarte el ambiente del centro y después iremos a mi casa a coger lo que necesito.

Salimos del hotel y vamos hacia la Gran Plaza, agarré su mano con la mía y busqué su mirada, sentía que la felicidad me hinchaba el pecho al poder pasear así por Lille, envuelto en el calor que me transmitía su mano apretada con la mía.

-Gonzalo, te amo, te amo, no sabes lo que feliz que me siento. –como respuesta abraza con ternura mi cintura y me apoyo a su costado para dejar mi cabeza en su brazo.

En el primer bar que entramos, frecuentado por los del grupo, no encuentro a ninguno de ellos, más tarde, en el de mi amigo el camarero, están Ramón con su novia, Natalia y en la barra veo a Rafael entre otros.

Les presento a Gonzalo como un amigo de España, Rafael viene de la barra y trae unos paquetes de comida en las manos, se me queda mirando cuando me ve cogido de la mano de Gonzalo.

-No me digas nada, seguro que él es Gonzalo.  –me pongo un poco rojo pero creo que ninguno se ha dado cuenta. Deja la comida que trae sobre la mesa y me abraza, y me besa ligeramente los labios. Gonzalo nos observa.

-Es Rafael mi compañero de piscina.  –Gonzalo va a estrecharle la mano y se la tiende, pero Rafael le abraza y besa en las mejillas.

-Vaya, o sea que tu eres el que le trae loquito al chiquillo, tengo que contarte cosas.  –le miro negando con la cabeza aunque nos hace gracia a todos el acento exageradamente andaluz que emplea.

-Rafael, por favor, no le enredes.  –le creo capaz de decir algo que no deba, por lo menos por ahora.

-¿No le puedo decir lo bien que nadas para que esté preparado? –Gonzalo se echa a reír.

-¡Oh!, no te preocupes, conozco todas sus virtudes desde que teníamos cuatro años.  –Rafael le mira asombrado y hace ver un gesto de sorpresa exagerado.

-¡Coño! Cuánto tiempo.  –el grupo se ríe de su salida de humorística.

-Bueno sentaros y vamos a comer algo que yo quiero marchar, ¿qué queréis tomar?

Hace señas al camarero y encarga cerveza para Gonzalo y agua para mí, pide algo de más de comida y nos sentamos todos para hablar y reír sus ocurrencias.

Al principio le observaba un poco rígido y cohibido, pero Gonzalo va cogiendo confianza y habla con todos como si fuera uno más, retoman la conversación en la que estaban inmersos cuando llegamos, las noticas que van llegado del atentado de Túnez y los detalles que se van conociendo, también las medidas de seguridad que se incrementan en Europa y sobre todo en Francia.

-Tienes que decirle a tu amigo Rayhan que evite meterse en líos, va a terminar metido de lleno en problemas, ayer hubo grupos que increparon a los gendarmes y estuvieron a punto de cargar contra ellos.

Le escuchaba preocupado, pensando en los temores que mostraba el padre de Ray y los recelos hacia sus amigos.

Media hora después Rafael se despedía, marchaba con Natalia y otro más a la disco, imaginé que para ver a Evans y pasar la noche en el baile. Se despidió de nosotros y en este momento estuvo más serio sin gastarnos sus ocurrencias y bromas.

Marchó él y poco después llegó Luis con su novia, nos movimos a otro bar que estuviera más tranquilo camino de la Catedral, Gonzalo repitió la cerveza y yo no tome nada en esta ocasión.

Nos despedimos de ellos, queríamos ir hasta mi casa para recoger algo de ropa y mi neceser de baño.

A Gonzalo le gustó el estudio o quizá lo dijera como cumplido, pero se sentó en la butaca y esperó pacientemente a que recogiera la ropa, llené la bolsa de los fines de semana con lo que creí que iba a necesitar y metí pantalones de deporte, y el chándal de Nico, más o menos eran de parecida estatura aunque Gonzalo ahora estaba más delgado, por si quería utilizarlos, era probable que a la mañana saliéramos a correr.

-Es bonito y alegre, y parece un poco pequeño.  -observó las flores  y la fotografía de mis padres.

-No se trata de que parezca pequeño, realmente lo es, pero también es suficiente para lo que necesito, cuando quieras podemos marchar.

Paseamos lentamente hasta llegar al hotel.  En unas de las cafeterías  de la Gran Plaza tomamos un té para seguir hablando. Insistía sobre la importancia de su viaje a U.S.A., y todas las oportunidades de negocio que representará la apertura de relaciones entre los dos países. Eran temas que no me interesaban aunque me gusta que me hable y escuchar lo que le preocupa e inquieta.

También cogía mis manos para besarlas a veces dedo a dedo.

Nos metimos en la cama después de lavarnos la boca y me apretó con fuerza contra él.

Continuara…