40.2 Amor y cariño

-¿Puedo Daniel?, será la última vez, déjame que te tome y te la meta. –eran susurros entrecortados y llenos de pasión que me herían, ¡la última vez!, ¿por qué?

Habíamos terminado cansados pero satisfechos, con toda la tensión de nuestros cuerpos canalizada. Ahora me sentía tranquilo, nuestros cuerpos se había unido y nuestras almas descansado.

Nos duchamos entre bromas, del culito de Lorian salía cantidad del semen que le habíamos inyectado y también del mío, lo sentía resbalando por mis piernas, cuando nos secamos Lorian propuso ir a terminar las bebidas que habíamos dejado en la sala, le seguimos. No se podían beber por estar calientes y preparó unas nuevas.

Los pensamientos debían ser muy gratos, se podían ver las sonrisas que afloraban en nuestras bocas, embobados aún por la experiencia sexual que terminábamos de vivir los tres juntos.

-Tenías que venir más a menudo por aquí y pasárnoslo tan genial.  –Lorian terminaba de beber y llevó uno de mis dedos de la mano a su boca para chuparlo, se lo retiré entre risas porque al contacto con su boca mi pene estaba comenzando a reaccionar otra vez.

Estábamos cansados, pero cuando terminamos nuestras bebidas y al estar desnudos, nuestros penes erectados volvían a sentir ganas unos de otros y volvimos a la cama.

En esta ocasión mamé sus vergas mucho tiempo alternándolas mientras ellos se besaban, se acariciaban y pasaban sus manos por mi piel y la cabeza acariciándome y tirando de él para pedir que cambiara de verga,  me hicieron el amor,  Nico me penetraba arrebatado de furia, como si así me quisiera castigar por dejarle, y Lorian arrodillado hacía que le mamara su dulce y delicado pene.

Me follaron y se corrieron los dos en mi culo y en la cara, llenándome de su cariño y su semen, de verdad que me sentí un ser especialmente querido y mimado por los dos, yo eyaculé sin necesidad de tocarme.


Como si fuera un reloj y anoche no hubiera pasado nada, a las nueve de la mañana Lorian nos despertaba con un beso, saltó de la cama y se encaminó a la puerta advirtiendo.

-En un cuarto de hora os espero preparados en la puerta. Me voy a poner la ropa de correr.  –salió caminando muy rápido.

Al parecer continuaba usado su antiguo cuarto de baño aunque durmieran en la misma cama, el chico era pura energía, un bello torbellino de vida que para Nico tenía que resultar beneficioso.

Estábamos lavándonos la boca, cepillándolas con energía, cuando volvió y se paró en la puerta del baño.

-Hace frío poneros algo de abrigo.  –llevaba colocada una sudadera de color rojo con capucha. Me pareció una idea estupenda pero yo no había traído.

-En el vestidor tienes alguna mía, y aunque te cuelgue por grande no importa.  –Nico me empujaba para llevarme hasta el armario.

Escogí una verde con bolsillos, me la probé y sobraba tela por todas partes. Lorian me miraba jugando con unas llaves en su mano.

-Esta misma te sirve, además te sienta muy bien, al ser tan grande pareces un niño envuelto en una manta. Alan ha salido ya y hemos quedado en la entrada del parque.

-¿No me está muy grande?, parece que estoy metido en un saco.  –me miró con cara rara.

  • Daniel estás para comerte, los diseñadores quieren que la ropa sobre a veces, para resaltar ciertos aspectos de las personas y contigo esta prenda lo logra, y recuerda que vamos a correr.

Trotábamos entre los árboles de la Av Foch hasta llegar a Dauphine, justo en la esquina nos esperaba Alan sin dejar de moverse, saltando sobre un pie pasando el peso del cuerpo al otro, fue un abrazo rápido el que nos dimos y continuamos nuestro camino.

Atravesamos el parque hasta Gandhi, justo enfrente del edificio de Louis Vuitton, aquí bajamos el ritmo para admirar la singular construcción, continuamos hasta Wallace, me encanta esa zona de la ciudad, sus casas tan espaciadas, llenas de vegetación y tan cercanas al Sena, y cuando llegamos al río empezamos a caminar.

Alan y yo nos sosteníamos del hombro para descansar. Entre ellos habían hablado sobre mí, seguramente Nico se había visto obligado a dar algunas explicaciones, era natural que mis amigos estuvieran interesados y que quisieran saber.

La pregunta salió de lo más natural, no hablaba frecuentemente con Evans, e imagino que cuando lo hacían no se contaban las intimidades de sus vidas privadas después de que comenzara a vivir con Tristán.

-Evans, ¿cómo esta?  -tenía mis dudas sobre si contarle algo sobre lo que conocía, muy poco es verdad, salvo el inicial atracción surgida entre Rafael y Evans.

Su interés era sincero y su cariño por nuestro amigo no se podía cuestionar, pero una cosa es la amistad y otra el amor. Él, al igual que Lorian, nunca podría olvidar que fue nuestro amigo el que les sacó de la miserable y terrible vida que llevaban, ejerciendo la prostitución en la calle y luego en las discos de Lucas.

-Creo que ha conocido un chico, mejor dicho, están comenzando a conocerse. -no quise extenderme más.

Su rostro se iluminó al escuchar mis palabras, esa cara tan adorable mostraba sus sentimientos como sabía hacer tan bien, enamorando a las cámaras.

Su vida con Tristán transcurría con tranquilidad y sosiego y parecía que él se conformaba con eso, con tener un hombre bueno a su lado aunque fuera mayor y hubiera muchas cosas que no se compartieran. Un hombre con hijos de edad parecida a la suya, ¿cómo le vería Tristán a él?, ¿cómo un hijo más?

Salimos por Maillot para dejarle más cerca de su casa, Nico y Lorian hablaban entre ellos durante el recorrido cuando sus pulmones se lo permitían.

-Vamos a comer en casa, nos gustaría que vinieras y trajeras a Tristán.  –mientras Nico le hablaba se quitaba el sudor de la frente.

-Tristán no está, además sería mejor en un restaurante y no tendríais que trabajar.  –Nicolás miraba a Lorian como si fuera él quien dirigía la casa.

-Tenemos la comida preparada, no sabes la cantidad que sobró anoche, y por el trabajo no me preocupa, me ayudaréis todos.   –para Lorian era fácil convencer sin emplear argumentos, todos sabíamos que seria en casa donde comeríamos.

En el camino compramos unos bollos para desayunar y la prensa.

Después de la ducha y desayunar me dediqué a leer las noticias del día cuando Alan apareció, traía helado para el postre con barquillos redondos y me guiño un ojo al meterlo en el congelador, hoy tendría mi helado preferido de menta y chocolate.

Volví a mi lectura en el salón, las noticias abundaban sobre la mucha preocupación en Europa por las células del terror que se descubrían en España, día sí y día también, parecía que nuestro país fuera el nido de la serpiente de donde luego se extendían por Europa, ideas simplistas sin más o interesadas muchas veces, en parte una fórmula de nuestros gobiernos para ocultar sus ineficaces sistemas de integración.

Me decidí a ayudarles y volví a la cocina, estaban los tres en una animada charla con sus copas de vino blanco en el mostrador y comiendo galletitas saladas mientras trabajaban, me recordaba tanto esa escena a las disfrutadas cuando vinieron a vivir con Nico.

Me impusieron que preparara la mesa del comedor y me pidieron que subiera el nivel de la música que estaba escuchando.

Comimos opíparamente, ¿demasiado tal vez? Seguramente fue así porque no me podía mover. Estuvimos sentados un rato hasta que Lorian comenzó a quedarse dormido con la cabeza sobre las piernas de Nico.

Alan se despidió y quedamos en vernos en la sala de fiestas, él iría directamente y nos pidió que no nos preocupáramos por recogerle, dormimos un tiempo sobre los mismos sofás.

Vincent, el hermano de Tommy, había conseguido entradas para la gran fiesta, en Le Duplex, con mucha música y marchosa, de gente muy joven como era él.

Nos localizamos por el móvil y accedimos al local, era una locura por la cantidad de público que se aglomeraba, pude saludar a los dos hermanos y a un montón de gente más que no recordaba muy bien. Me entregaron una bebida de la que prometí no beber más de dos copas, entraba de maravilla y seguro que resultaría hasta alucinógena si bebías mucho.

Los pies de Lorian no podían parar quietos y la gente comenzaba a beber sin control mientras se hablaba a gritos, preparando sus cuerpos para la larga y desenfrenada noche que nos esperaba.

-Daniel, vamos a bailar.  –me sujetó de la mano y le seguí, el público saltaba y hacía cualquier cosa menos insinuar, al menos, algún pase lógico de baile, todo se resumía en divertirse y pasarlo estupendamente.

Lorian lo hacía muy bien, formó parte de su trabajo en un pasado no tan lejano, me enganchó en el juego y me dejé llevar, lo estaba pasando de locura, tanto cuando bailaba bien, como en los momentos en que simplemente saltaba.

Sujetó mi cuello pasando los brazos por detrás para besar mis labios mientras reía gozoso.

-Esto es genial.  –gritaba en mi oído para hacerse escuchar.

Estuvo increíble centrando la atención de los que estábamos a su lado a pesar del número público que nos empujaba exigiendo un lugar, e interpretó un pieza donde él era un robot, imitando los movimientos autómatas de un humanoide, le tuve que aplaudir alborozado, cogiéndole de la cintura y elevándolo en el aire donde seguía con sus movimientos, como si fuera un número preparado.

Cuando volvimos a la barra sudábamos y estábamos agotados, Nico y Alan  aparecieron al cabo de un momento a nuestro lado.

-Lo habéis hecho muy bien. Habéis dejado con la boca abierta  a todos esos jovenzuelos.

-Es cierto Lorian, eres genial.  –me miró y sonreía alegre y despreocupado.

-Es mi trabajo, nos enseñan a hacer tonterías de esas y a bailar, no se trata solamente de colocarse una ropa encima del cuerpo y ya está.

Le veía encandilado y satisfecho con lo que estaba haciendo en su trabajo.

-¿Te gusta lo que haces?  -nos habían puesto la segunda copa, para mí la última, y esperaba que me diera energía para poder seguir la noche.

-Me gusta, me gusta mucho y me esfuerzo, me encanta el diseño y la moda, estoy haciendo un curso de creación de zapatos para chicas…, y chicos si se atreven a llevar lo que tengo idea de hacer.

Le abrazo y beso con ganas, cuanto me alegra verle feliz y haciendo lo que le gusta y para lo que, indudablemente, tiene buenas facultades, Nico y Alan lo deben saber todo porque se quedan tan frescos.

Y volvemos a bailar, hay varias pistas de baile en el local y tenemos que probarlas todas. La noche resulta fantástica y divertida, pero hoy domingo, no vamos a poder salir a correr, tenemos que dormir unas horas.

No se trata de que hayan bebido mucho pero les tengo que ayudar a quitarse la ropa y meterles en la cama, yo también estoy destrozado. A la salida de la fiesta me he despedido de Alan, el domingo tiene un compromiso con Tristán y no nos veremos.

-Dale el abrazo más fuerte que puedas.  –se refiera a Evans pero antes se lo doy a él.


Cuando abro los ojos penetra una luz mortecina por la ventana. A mi derecha yacen los dos chicos, dormidos como troncos de árbol caído, derribados por la tormenta de la noche. En el centro Nico boca abajo y con un brazo pasando por la cintura de Lorian que está de espaldas a él.

Permanecen desnudos como les dejé, en ropa interior, con su bóxer granate uno, el el otro malva, permanezco un momento admirándoles y me deslizo de la cama con cuidado para no despertarles.

Subo la ropa de cama que está por el suelo y les cubro, entonces Nico atrae con el brazo a Lorian para apresarle a su cuerpo. Seguramente no hará frío pero yo lo siento. Me dirijo al salón sin saber muy bien qué hacer, son las once treinta de la mañana, resulta un poco tarde y la pereza me mata.

Uno de los miradores del salón sobresale de la fachada colgando en el aire, miro a través del cristal de su lateral, al fondo del Bois de Boulogne, del río y los humedales, la blanca niebla se eleva sin llegar a tapar totalmente la copa de los árboles.

Siento un escalofrío y me doy la vuelta para pasar al salón de nuevo, es como si notara el frío y la humedad de la calle que me agarrara y oprimiera.

Siguen durmiendo, ahora Nico tiene una pierna sobre las de nuestro amigo y su rostro hace contacto con su hombro. Cierro la puerta del baño para que no escuchen los ruidos de la afeitadora y el agua al correr. Debía despertarles pero me causan lástima y decido dejarles seguir durmiendo, siempre podremos salir y comer en cualquier lugar cercano.

Me distraigo afeitándome, cepillándome los dientes y un largo tiempo debajo de la ducha, la calidez del agua que llueve sobre mí se siente deliciosa y relajante, mantengo los ojos cerrados para que el gel no penetre en ellos y escucho abrirse la puerta del baño, el sonido del chorro de orina golpeando en la taza del retrete, semejando el agua que cae de los canalones en los momentos de tormentosa lluvia, y el deslizar de la mampara de la ducha al golpear blandamente en su tope.

Las manos que no son mías pasan con suavidad por mi espalda hasta llegar a mis nalgas, entonces abro el grifo del agua para que se lleve la espuma del gel y sigo recibiendo las caricias de esos voraces dedos en mis carnes.

Sin hablar, todo en silencio, solo escuchando el siseo de su respiración en mi nuca, en mi cuello. Cierro el paso del agua para sentir las sensaciones que me llegan al sentir los brazos rodeándome, las manos en mi vientre llevándome hacía él, la calidez de su pene apoyado en mis nalgas, a la vez que una boca hambrienta muerde mi cuello y mi hombro, con fuerza hasta causarme dolor, dejo salir un gemido de queja.

Giro la cabeza y mi atacante me besa mordiéndome los labios, ansioso, suspirando.

-Daniel, mi Daniel, mi niño bueno al que amo.  –la voz suena angustiada perdida en el chapoteo del beso.

Siento su profundo deseo en los labios que me besan, en las manos que me oprimen, en el roce acalorado de su piel, en su sexo duro y turgente entre mis piernas. Suspiro entrecortado cuando aprieta los riñones, encorvando el cuerpo intentando penetrarme, como un macho en celo impelido por la naturaleza para montar a la hembra.

-¿Puedo Daniel?, será la última vez, déjame que te tome y te la meta.  –eran susurros entrecortados y llenos de pasión que me herían, ¡la última vez!, ¿por qué?

-Te deseo, quiero hacerte mío, ¡por favor!  –llevé mis manos hacía atrás y le sujeté de los glúteos trayéndole hacía mi.

-Nico ahora soy tuyo, no tiene porque ser la última vez si tú quieres. -hasta a mi me sonó a mentira la respuesta que le daba.

Había conseguido mi consentimiento y a partir de este momento sabía cuál era la función que debía realizar, me sujetó del cuello con fuerza para someterme e inclinarme de espaldas a él, extendí las manos y me apoyé a la pared, con la pierna abrió las mías metiéndose entre ellas, totalmente entregado colaboraba en lo que él ordenaba con los gestos.

Colocó las manos en mi cintura y apretó hacia abajo para que elevara las nalgas y que sobresalieran muy abiertas, enteramente entregadas, llevó la mano derecha a mi boca para que le mojara los dedos en mi saliva y acto seguido los llevo a la entrada de mi culo.

Me sentía estremecer cuando me acarició el ano y con lentitud fue enterrando los dedos en mi recto, simplemente moviendo los dedos era capaz de llevarme al delirio, los movía en círculos acariciando mi recto, distendiendo mis esfínteres con suavidad y paciencia hasta que gemía alocado.

Se detuvo para besarme la espalda y permitió que recobrara la postura normal.

-Eres tan dulce, tan suave, tan especial, vida mía, nunca podré olvidarte.  –y no dejaba de besarme sin retirar sus dedos que mantenía metidos en mi recto.

Me decía sus palabras bonitas que sabía me encantaban, unas palabras tan lindas que me derretía como chocolate en una boca caliente y me conseguía que me estremeciera de deseo. Retiró los dedos de mi interior y se arrodilló a mis espaldas para llevar la cara, su boca, su lengua hasta mi entrada y besarla,  lamerla e intentar morder.

-Te quiero Nico, te quiero.  –las palabras salían angustiadas de mi garganta, no podía respirar del placer que me otorgaba y temblaban mis piernas, me sostuve con una sola mano sobre la pared y la derecha la llevé a su nuca para empujarle y que su boca tuviera más contacto con mi ano.

Su lengua era una culebra muy suave  que penetraba en su morada empujando con fuerza.

-¡Ayyy!!! Nico, que placer, me matas, te quiero, sí, sí, me gusta, me gusta mucho. –no podía evitar mover ligeramente mi culo aunque su lengua se saliera, mi mano seguía empujando su nuca y tirándole del pelo.

-Quieres que te la meta.  –hablaba sin separar sus labios de mi ano y más que oír, adivinaba lo que decía.

-Sí, sí, ya, ya, la quiero, te quiero dentro de mi.  –se puso en pie y volví a colocar mis manos sobre la pared, ahora con el brazo doblado y apoyada  la frente en él.

Esperando, aguardaba impaciente que tomara posesión de mí, que me penetrara y me hiciera suyo, que señoreara mi ser que se ofrecía y entregaba para él.

Puso las manos en mi cintura y la verga en la separación de mis nalgas, la dejo correr por ella jugando y excitando mi ano con su roce hasta llevarme a un límite inaguantable. Comencé a gimotear, perdido en mis sentimientos.

-Sí, sí, métela, hazme tuyo Nico.  –pero no se hacía lo yo quería, sería lo que él mandara, de mi polla salía un hilo continuo de precum y no quería tocarla.

Por fin soltó de mis caderas su mano derecha para sujetarse la verga, y la colocó en mi ano que se abría deseoso de tenerla, de que atravesara su puerta, empujó y entró toda su virilidad completa.

Sentí un estremecimiento, mi ano se cerró con fuerza para atraparle y sufrí un orgasmo de irresistible tensión que hacía temblar mi cuerpo con espasmos.

-Tranquilo, tranquilo mi amor.  –besaba y lamía mi espalda sin mover su pelvis, conformándose con estar dentro al calor de mi cuerpo y sintiendo mis contracciones aprisionando su polla.

Comenzó a moverse y aflojé el ano para que saliera hasta la mitad de la verga, y volvió a enterrarse en mi con fuerza, en esta posición no era cuando más profundo entraba en mi  y no me causaba dolor, todo era placer.

Sus entradas y salidas eran rápidas a veces, y lentas cuando la sacaba hasta el glande, entonces parecía que arrastraba con él mis entrañas, el gozo era tremendo y él bufaba en mi espalda, y a veces en la nuca cuando entraba muy profundo y me abrazaba, besaba mi cuello llenándolo de sus babas, otras se inclinaba hacia atrás proyectando la pelvis contra mis nalgas, apretando sus testículos contra los míos que flotaban.

-Me voy, me voy Daniel, te voy a llenar de leche.  -entró todo lo que la posición le permitía y comenzó a eyacular, con tanta fuerza que notaba cuando los chorros caían en el fondo de mi vientre, y comencé a sentir tiritones en una explosión inminente, tuvo que sujetarme mientras los dos temblábamos llevados por el placer del orgasmo.

Después de unos segundos, sintiendo latir su polla dentro de mi culo, depositando el último semen que tenía en la uretra, pudo hablar.

-Mi amor, mi amor, ¿cómo te sientes?  -pasaba los labios de un hombro al otro besándome sin detenerse.

-Bien y lleno de ti.  –le dije en plan jocoso llevando mi mano hasta mi ano y sujetándole el pene, para que viera lo que aún tenía dentro de mí. No obtenía respuesta a mi broma.

-Gozando de ti, muy a gusto, ¿pero puedo enderezarme?, no la saques aún.  –separó el pecho de mi espalda, aun me sentía montado y aferrado a él, y pude ponerme derecho, en ese momento noté la presencia de Lorian, estaba a tres pasos de nosotros masturbándose la verga, y la tenía muy roja, erecta y con el glande rojo a punto de sangre, sus ojos estaban fijos en el lugar donde nuestros cuerpo permanecían unidos por la cópula.

Extendí la mano para sujetarle del brazo y tirar de él, quería darle un dulce beso en los labios, pero comenzó a besarme salvajemente como que no era él. Metió la lengua en mi boca y se la recibí jugando con la mía y lamiéndosela.

La verga de Nico estaba saliéndose de mi culo por nuestros movimientos pero sin perder la dureza, Lorian dejó mi boca para morderme una tetilla.

-Perdona mi brusquedad Daniel, me tenéis tan excitado.  –llevé la mano a su pene, desde luego lo tenía para estallar y muy caliente.

-Disfruta, poco a poco, cálmate.  –le abrace y el pene de Nico terminó de salir de mi, sentía el reguero de su semen que caía por mis piernas, había un olor muy fuerte a sexo en el baño que incitaba a seguir acariciando lo que tenía entre mis brazos.

Solté la verga de Lorian para no seguir excitándole, y como Nico se había retirado un par de pasos de nosotros, comencé a besarle la cara y el pecho.

-Lorian, mi bebé, te habíamos abandonado.  –mis manos bajaron a las nalgas y se metieron entre sus glúteos,  moje los dedos en saliva para acariciar con ternura la entrada del culo, su excitación le había llevado a que su ano estuviera relajado y hambriento, sus esfínteres absorbían mis dedos y sus dientes mordían mis labios en un absoluto deseo de recibir amor y entregarlo.

El salvaje niño se había convertido en dulce cordero, esperando lo que se le diera y entregara. Con una mano sujeté la verga de Nico dura y muy caliente y le llevé para que se colocara a la espalda de Lorian y allí le dejé para que realizara el trabajo que sabe hacer tan bien.

Comencé a besarle la boca, a robarle la saliva con mi lengua, se inclinó ligeramente forzado por las mano de Nico en la cintura, y yo me incliné con él sin abandonarle la boca hasta que un, ¡ahhhh!, entró en mi garganta con su aliento cuando el macho tomó posesión de él penetrándolo.

Me enderecé sosteniendo su cabeza con las manos acariciando su nuca. Detrás de él Nico sonreía satisfecho, acercamos nuestras caras para besarnos, él sujetando la cintura de nuestro amigo y yo su cabeza contra mi vientre. Nuestros labios se exploraban y notaba el enardecimiento que está haciendo impacientar a Nico en sus deseos de correrse.

Dejó de besarme para tirar el pecho hacia atrás, incrustando la pelvis en las nalgas de Lorian, iba a cumplir su viril tarea, me coloqué ligeramente de costado para llegar hasta su pecho con una de mis manos, la pasaba por los pelos  de los cuadraditos de su abdomen y acariciaba sus tiesas tetillas casi ocultas por el vello,  otras veces la pasaba por la espalda de Lorian alternando las caricias.

Mi polla volvía a ponerse rígida participando en esta monta tan sensual, erótica y placentera, Lorian lo notó y la sujeto para llevársela a la boca, ahora estaba recibiendo a Nico en el culo y a mí en la boca. Acaricié mis huevos lujuriosamente y miré con lascivia a Nico que acercó la boca para volver a besarme.

Estuvimos así, dándonos placer unos minutos, perdidos en las sensaciones placenteras de sentirnos, de querernos, hasta que noté como Lorian se contraía y temblaba su espalda que yo besaba, su semen resbalaba por mis piernas, donde había caído parte de él.

Paró de mamarme el miembro mientras eyaculaba salpicándome las piernas de leche. Nicolás no cesaba de entrar y salir de él y lo estaban disfrutando ambos.

Al cabo de un minuto volvía a chuparme la polla con fuerza, sujetándose a mi nalga con una mano, Nico perforaba deliciosamente su culo aguantando la corrida, dándole placer sin límites y lo podía apreciar cuando encogía el culo embistiendo, hasta que se clavo, literalmente, en el cuerpo del muchacho de cuya boca salía un, ¡síiiiiiii!, muy suave y amortiguado por mi polla llenándole la boca.

Nicolás le estaba preñando en toda la extensión de la palabra salvo en lo que resultaba imposible, tenía los ojos cerrados vertiendo su semilla en el vientre del chico, rojo y sudoroso como una deidad furiosa, desencajado el rostro por el placer y el esfuerzo, estaba hermoso.

Justo en ese momento, cuando mi deseo era estar en el lugar de Lorian, me corrí con violencia llenándole la boca de semen, lo fue tragando sin sacarse la polla de la boca.

Poco antes me había levantado de la cama y ya me había corrido dos veces en dos increíbles orgasmos, eyaculando para vaciar mis testículos completamente, pero no me sentía culpable y mi único deseo era compartir esos momentos con los dos, besándonos y rescatando parte de mi esperma que Lorian tenía en la boca, y luego el placer de acariciar nuestros cuerpos mientras nos limpiábamos unos a otros.

Creo que mis dos niños habían dejado todo su exceso de bebida de la noche en el baño, estaban contentos y felices mientras nos vestíamos entre bromas, todo iba muy bien hasta que Lorian habló.

-Sería estupendo que Daniel viviera con nosotros, ¿verdad Nico?

Se puso serio y sentí el amargo dolor en su mirada, la mía le suplicaba clemencia, y la sonrisa volvió a su rostro.

-Sí Lorian, siempre ha sido mi deseo.  –disimulaba muy bien y el muchacho al verle sonreír ya tenía suficiente para sentirse feliz a su vez.

Cuando salimos a la calle el tiempo no había mejorado, tampoco cambiado en el sentido contrario, vamos, que seguía igual a cuando me levanté de la cama, pero las niebla que se veía abrazando los arboles había desaparecido, hacía frío, demasiado para la época del año, queríamos espantar los fantasmas de nuestra mente y corrimos por la calle bromeando, camino del restaurante al que Lorian nos quería llevar.

Cogimos calor enseguida, envueltos en el agradable y cálido ambiente del local. Estaba lleno, totalmente ocupado y supuse que Lorian tenía reservada la mesa de antemano.

Nos dieron de comer, ¡estaba todo delicioso!, y sobre todo la compañía que tenía a mis dos lados en la mesa, el asiento de enfrente estaba vacío, en mis sueños se materializó Gonzalo allí, los cuatro comiendo y disfrutando, pero era mucho pedir y todo se quedó en el deseo.

Charlamos de todo y sobre todo, como si tuviéramos necesidad de comunicarnos nuestros últimos deseos, como un testamento hablado. Cuando trajeron la cuenta la recogió Lorian y dejó su tarjeta sobre la bandeja junto a la nota, Nico se la retiró y dejó la suya en su lugar.

-Nicolás, quiero invitaros, ahora gano bastante dinero.  –Nico le miraba dudando.

-Guarda tu tarjeta, no sabes si vas a seguir con la misma suerte.  –me pareció un poco brusco el comentario.

La cara de Lorian era un poema, adiviné que esta comida había sido preparada por él de antemano y era muy profunda la desilusión que traslucía.

-Me parece que debes dejar a Lorian que pague en esta ocasión.

Nico dudó un momento y al final retiro su tarjea y volvió a colocar la de Lorian para que la retirara el camarero. Quedó un poco confundió, cogí su mano apretándola con cariño, sabía que no había mala intención, al revés, todo lo contrario. Nadie podía suponer cualquiera mala intención en sus actos.

-Eres el único que consigue imponerse, tendré que aprender de ti.  –la cara de Lorian había cambiado y se le sentía contento.

-No me gusta que andes gastando tu dinero, no te sobra y puedes necesitarlo.

Le miraba y me llenaba de orgullo, todo lo hacía con la mejor intención, hasta enfadarse las pocas veces que lo hace.

-Ya sabemos que eres nuestro macho en la cama, pero déjanos que alguna vez nos revelemos.  –me estaba volviendo muy atrevido, estalló la carcajada y todo quedó resuelto.

Tomamos las bebidas en el mismo local para seguir conversando y la hora de ir a la estación se aproximaba. Volvimos a la casa y en esta ocasión Nicolás sacó su coche para llevarme. Fueron los dos a despedirme y los dejé de pie moviendo las manos en un silencioso adiós, después de besarles me di la vuelta muy rápido para que no vieran las lágrimas que empezaban a bajarme por la cara.

En el camino de vuelta, acunado por el movimiento del tren dormité en algunos momentos.

Les quería mucho, a Nico demasiado, resultaría muy difícil olvidar el reciente pasado. Sabía que a partir de ahora debía ser muy discreto para no dañar la imagen de Gonzalo si alguien llegaba a relacionarnos, que lo pasaría mal teniendo que ocultar muchas veces mis sentimientos hacia él, pero a su pesar le amaba y soportaría lo que fuera por tenerle, por gozar de su amor a su lado.

Ya veríamos como entendía él las relaciones con mis amigos, Nico y él se apreciaban, y en cierto sentido sabía que se admiraban mutuamente, Nico había renunciado a mí, pero y Gonzalo, ¿estaría dispuesto a renunciar en la parte que le tocaba?

Ahora lo primero era hacerle feliz, todo se iría resolviendo, no podía permitir que ahora algo fallara.

Llegué al estudio y me puse a trabajar, tenía que preparar algunos temas para mañana lunes, Ray había traído flores nuevas, y junto a la llave del coche estaba la nota de sus gastos, prepare el dinero para entregarle a su padre.

Llamé a Gonzalo, debía de estar con el móvil en la mano ya que respondió a la primera llamada.

-Mi amor, ¿qué tal lo has pasado?, te echo de menos, quiero verte y estar a tu lado. -le notaba alegre, quizá no lo estuviera tanto si supiera lo que había ocurrido en París.

Tendría que decirle lo mismo y no quería meterme en expresar deseos simplemente. Le relaté la fiesta del sábado, la carrera de la mañana y la comida con Alan, y otros cosas que a él podían interesarle excepto lo referente al sexo, él podría suponerse lo que quisiera pero sin certezas.

-Gonzalo, ¿quieres que vaya a Londres el próximo viernes o prefieres venir tú a aquí?  -hubo un pequeño silencio y sentí su voz emocionada.

-Estaba esperando tu permiso.  –eso me hizo daño.

-Puedes pedirme lo que quieras, se negarme y decir que no a las cosas, tenemos que conocernos mejor Gonzalo y perder nuestro miedo a hablar, iremos avanzando. -quería terminar de hablar de lo mío y le pregunté por su viaje.

Me contó algunas anécdotas de su vuelo a España para llevar a María y Raúl, no me habló de mis padres, aunque estoy seguro que vio a alguno de ellos en la casa de María. Después de lo que pasó les resultará delicado volver a tratarle como antes, y prefiero que ellos le vayan viendo según avanzamos en lo nuestro, si ellos me ven feliz el camino esta avanzado, supongo que la amistad entre mamá y su abuela ayuden también. Mis padres, aunque siempre han disculpado todo lo sucedido, no han llegado a olvidar el pasado y temen que pueda repetirse.

Continuará…