40 y 20, las mejores enculadas
- ¿Qué quieres que te haga? Me preguntó - Métemela por el culo - ¿Cómo la quieres? - Es tu castigo, decídelo tú. Tu verga me gusta de todas las formas posibles. Cuando le respondí cerre los ojos y aprete una almohada con mis manos, sabía lo que me esperaba.
Esta vez me gustaría contarles en qué va mi “relación” con Matías, el eterno soltero amigo de mi papá. Después de acostarnos en secreto por poco más de dos años, estoy completamente enganchada a él y a su forma de cogerme. A pesar de sus 43 años se mantiene en forma, creo que es porque se nota demasiado la diferencia de edad, yo tengo 24… y quizá también lo hace porque se enteró que ocasionalmente me acuesto con mi jefe.
Pero bueno, el protagonista de este relato es Matías. Él regresó a vivir al DF y cada vez viaja menos a España, eso nos deja tiempo para tener más y mejores encuentros; pero aunque podamos pasar noches juntos, lo mejor es coger en los momentos menos oportunos. Uno de los últimos fue en el 20 Aniversario de Bodas de mis papás.
Todos los invitados vestidos de etiqueta reunidos en el salón de un hotel estabamos listos para inciar la fiesta. No quería dejar pasar la oportunidad para provocar a Matías, después de todo en público teníamos que aparentar que éramos casi familia, por la relación tan cercana que tiene con mi familia.
Terminé de bañarme, me puse una tanga blanca de encaje. Encima, un vestido verde lago, con una abertura hasta la parte alta de la pierna izquierda y la espalda totalmente descubierta, el vestido se sostenía solamente de las mangas. Mis tacones a juego, sacaban mi culito, marcando perfectamente bien los huequitos de mi espalda que se alcanzaban a ver con ese vestido. Mi pelo pelirojo completamente alaciado rozaba mis hombros, resalte mis labios con lipstick anaranjado y baje a la sala. Matías estaba esperandome, mi papá le pidió que pasara por mi porque había chocado y no tenía coche.
- Estás preciosa – dijo Matías.
- Y no haz visto todo – le respondí mientras me daba la vuelta. Me quedé quieta dándole la espalda, volteando sobre mi hombro viendo sus ojos lujuriosos.
Se acercó a mí y casi al oído pero sin rozar mi cuerpo respondió
- Que bueno que estamos aquí, sino estarías recargada en la pared y clavada en mi polla.
En ese instante me mojé. Subimos a su coche y la abertura del vestido dejó ver mi pierna izquierda, él no perdió tiempo de tocarme. Platicando iba subiendo más su mano sin llegar a mi vagina, sabía que me estaba calentando y quería hacerme sufrir; el martirio duró todo el viaje… pero casi llegando al hotel de un solo movimiento hizo a un lado mi tanga y metió un dedo. Eché mi cabeza hacia atrás y lo deje masturbarme, no terminé pero fue delicioso.
Entramos a la fiesta, saludamos, cada quien por su lado socializó. De vez en cuando sentía la mirada de algún pariente, de algún amigo cachondo. Casualmente cuando alguien se me acercaba más de la cuenta Matías aparecía, lo único que hacía era acariciar mi espalda, tomarme por la cintura, acomodar mi cabello y en lo único que yo pensaba era en recargarme en la pared y clavarme en su verga. Bebí de más y me desinhibí un poco.
Fui al baño para masturbarme. Cerre los ojos y recordé una de las últimas cogidas que Matías me había dado, estabamos mojados por la lluvia, yo llevaba una playera blanca y jeans, mis pezones se marcaban en la tela. Tan rapido como cerró la puerta de su depa, me abrazó por la espalda y sentí su erección, en esa posición me quitó la playera y me volteó hacia él, me besó el cuello mientras apretaba mis nalgas, me quitó el brassiere y me chupó las tetas con violencia, mordía mis pezones y callaba mis quejidos con besos. Sin hablar me empujó a la ventana que daba a la avenida y el frío de la ventana erizó mi piel, se separó de mi y con esfuerzo me quitó el pantalón, la mezclilla mojada se aferraba a mi cuerpo pero logró quitarme los jeans con todo y calzones, me comió deliciosamente, tanto que no me importó estar desnuda en una ventana. No me di cuenta cuando se quitó los jeans, hasta que me volteo y me penetró como más me gusta, de un solo golpe y hasta el fondo. Sin besos que callaran mis gemidos, gritaba “Más fuerte, Matías”, “Que rico”,“Termina en mi boca”. En cuanto le pedí que se viniera en mi boca me la sacó y me dijo: “Como quieras perrita hermosa”, me hinqué abrí la boca y me la metió. Me cogió un rato por la boquita, “Come bien esta polla” decía, y se vino sin avisar, me trague lo que pude lo que no se escurrió por las comisuras. Con ese recuerdo y con mis dos dedos dentro de mi vagina, me vine en el sillón del baño, me quité mi tanga mojada y salí.
No me costó mucho encontrar a Matías, más bien él me encontró a mí.
¿Dónde te habías metido? Estaba buscándote- me preguntó tomandome por la cintura desde atrás.
Estaba ocupada- respondí
¿Haciéndo qué y con quién?- volvió a preguntar.
Preparándote un regalo. Con nadie- le dije mientras me daba la vuelta y buscaba la bolsa de su pantalón. Metí mi mano con toda la discreción que pude.
¡Tranquila! ¿Qué haces?- Metió su mano y descubrió mi regalo – Está… mojada- Sacó la mano de su bolsillo y la olió. –No me hagas esto, por favor. Huele a ti
Y en ese momento me fui, dejándolo con esa mirada que tanto me excitaba. Otro amigo de mi papá me invitó a bailar y acepte. Pasaba su mano de arriba a abajo de mi espalda, diciendome lo guapa que me veía, el tipo ya estaba borracho y se empezaba a poner pesado; me solté de él pero insistía en volver a bailar. Afortunadamente Matías llegó a quitarmelo de encima pero la excitación con la que lo había dejado minutos antes, se había convertido en enojo. Sin decir una palabra me tomó del brazo y me llevó a una esquina apartada, en medio de unas plantas.
- ¿Dejas que cualquier tipejo se te acerque? – Me dijo muy enojado
- No es mi culpa, no te pongas así.
- Es tu culpa porque lo haces para cabrearme. Me dejas tus bragas mojadas y ¿luego esto?
- No quería que te enojaras, pense que sería divertido. Quería provocarte- Respondí acercándome a él, con la intención de acariciar su pecho.
- Para provocarme solo tienes que pararte frente a mí- Decía mientras me agarraba por la muñeca para evitar que lo tocara. Pero él si me tocó, apretó mis nalgas y continuó diciendo –Dejarme tocarte y dejarte hacer como la putita que eres- Y me besó.
- ¡No, aquí no! - Y lo aparté de mí
- ¿Esto es lo que querías, no? – Volvió a acercarme a su cuerpo. Pasaba sus manos por el mío y la verdad es que me encantaba pero en esa situación paracía que lo hacía con enojo.
- Si, pero nos pueden ver – Insití.
- Ahora es mi turno- Replicó mientras metía su mano por la abertura del vestido. Sentir sus dedos contra mi vagina depilada me calentó más que nada, pero no se me olvidaba que podían vernos.
- Así no – Me gustaba la adrenalina, pero me asustaba su forma de hablar y de tocarme.
Simplemente me tomó del brazo y casi jalándome me sacó del salón. No le importó si alguien nos veía. Me llevó al último piso del hotel y entramos a una habitación, sin decir una palabra subimos al segundo piso donde estaba la cama, hizo que me parara al pie de la cama, el se sentó y comenzó a pasar sus manos por mi espalda y por mi cintura, estuvo así unos minutos y después se paró y bajó las mangas del vestido, saqué los brazos y el vestido cayó al piso.
Desde atrás apretó mis senos, sentía su erección. Besó mi cuello, lo chupó, lo mordió… la sutileza de los primeros momentos quedaron atrás, me giró y tomandome de los hombros me hizo arrodillarme, entendí lo que quería y me metí la punta de su verga a la boca.
- No querida. Como la puta que querías ser allá abajo- Me dijo, mientras empujó su pene hasta mi garganta.
La recibí con algo de esfuerzo, abrí mi boca lo más que pude y saque la lengua para que entrara con más facilidad. Su verga entraba y salía de mi boca, yo lo hacía lo mejor que podía, veía su cara de placer, un placer dominante que me obligaba a continuar haciéndolo.
- ¡Así amor! Que ricos labios de mamadora se te ven desde aquí-
Me puso de pie y vi su verga más gruesa que nunca.
- Metemela ya, sé que mueres de ganas.
- Si, quiero metértela hasta cansarme. Pero lo que hiciste allá abajo merece un castigo.
- Castígame entonces.
Hizo que me pusiera en 4 sobre la cama, sentí que él también se subió y me dio una nalgada. La piel me quemaba, me ardía. Grité del dolor y luego me dio otra.
- ¿Qué haces? Me lastimas- Dije mientras me levantaba. Pero sentí su lengua y sus manos en mis nalgas, calmaban el dolor.
- Quedate quieta – Respondió dejando una mano en mi espalda para evitar que me levantara. Su lengua se empezaba a meter entre mis nalgas, y yo las saqué pero él respondió con otra nalgada más y me dijo – Putita, querías lengua en ese coñito, me encantas!- Y empezó a comerme.
Estaba un poco asustada, no sabía que decir. Me gustaba que me hablara así, y me exitaban las nalgadas entre los manoseos, que me tratara con esa violencia me mojaba. El juego se había convertido en una combinación de nalgadas, jalones de cabello y sexo oral, yo estaba a punto de llegar al orgasmo entre gemidos y gritos.
- ¡Me encantas! Ahhhhhhh, no te detengas
- Sofi, estamos empezando.
Me vine estando en 4. Me quede de rodillas, recargada en mis codos recuperándome y sentí una poderosa estocada invadir mi vagina. Me hizo gritar de dolor y de placer, me tiró boca abajo y cerrando mis piernas empezó con el mete saca.
- ¡Que rico aprietas! Con nadie cojo tan rico como contigo.
- Entonces hazmelo más fuerte.
Me volteó boca arriba, puso mis piernas en sus hombros y me la volvió a clavar. No me dolió como antes, ya no gemía porque Matías me besaba con destreza. Y estando en el cielo, me metió un dedo por mi culito, no me negué.
Después me puso en 4 nuevamente.
- ¿Qué quieres que te haga? – Me preguntó
- Métemela por el culo
- ¿Cómo la quieres?
- Es tu castigo, decídelo tú. Tu verga me gusta de todas las formas posibles. – Cuando le respondí cerre los ojos y aprete una almohada con mis manos, sabía lo que me esperaba.
- Que rica. Siempre sabes qué decir- Y me besó tiernamente la espalda, me masturbó directamente en el clitorís pero no quitó sus manos de mi cintura. Me metió lo que creo que fue la mitad de su verga de un golpe.
- ¡¡¡¡Ahhhh!!!
Metió el resto de su verga y empezó a moverse. Nunca me había dolido tanto pero nunca lo había deseado tanto. Tenía su verga en mi culo, sus dedos en mi vagina, sus manos aprisionando mi cadera… y solo escuchaba lo puta que era, lo rico que lo apretaba, lo irresistible que era mi cuerpo.
- Te voy a llenar de leche este culo que me estoy follando
- ¡Llenalo!
Y sentí su leche caliente llenarme, para después escurrirse por mis piernas. En cuanto terminó caí rendida en la cama. Matías me besó ahora con más ternura y acarició todo mi cuerpo pero yo me estaba qudando dormida.