4 Un poco de Sexting.

¿Como te enteraste de la infidelidad de tu pareja? Relatos basados en hechos reales que fueron contados por sus propios protagonistas y tienen un denominador común: cómo se enteraron que su pareja les estaba siendo infiel.

Un poco de Sexting.

Jorge se fue a la cama temprano.

Había sido un día muy largo. Estaban haciendo un montaje de una instalación eléctrica en una nave industrial, un trabajo agotador e intenso, en uno de los días más fríos que recordaba de ese invierno. Y mañana tocaba más de lo mismo, así que debía descansar todo lo que pudiera.

Sin embargo, al meterse en la cama, se acordó de su novia, Sonia. Le sucedía cada vez que pasaban el día sin verse. El último pensamiento, entonces, antes de cerrar los ojos, era siempre para ella.

Sonia se encontraba en ese momento en Cuenca, ayudando a montar una tienda de la franquicia para la que trabajaba. Serían un par de días lejos de Madrid. Lejos de él. Por lo que habían podido hablar esa tarde, ella tampoco se lo estaba pasando demasiado bien. Una jornada dura. Más que por agotamiento físico, como era su caso, por el tema de trabajar contrarreloj para que todo estuviera listo para la inauguración. Le había comentado que se iría al hotel pronto, apenas cenara…

  • ¿No te quedas con las compañeras a tomar algo? , le preguntó Jorge.

  • No, esta vez he venido sola. La tienda es muy pequeña y mi jefa ha decidido que conmigo era suficiente. Además, la gente de aquí son muy simpáticos, pero esta noche, todos se han ido a su casa. Mañana nos espera otro día de locos.

Jorge sintió un cosquilleo en la entrepierna. Se dio cuenta que era una erección. Simplemente ponerse a pensar en su novia, y ya se había empalmado. Bueno, puesto que no podían estar juntos, tendría que conformarse con una buena paja pensando en ella. De repente, una idea cruzó por su cabeza.

Jorge miró la hora. Las 10 de la noche. Casi seguro que ya estaba en la habitación y con un poco de suerte, aún despierta. Estaría aburrida, tumbada en la cama, tratando de ver algo de televisión antes de dormirse. Decidió que no la llamaría, no fuera a pillarla durmiendo, pero le envió un mensaje a ver si contestaba:

- Hola

Pasaron un par de minutos. Cuando Jorge se debatía entre insistir o dejarlo estar, Sonia contestó:

- Hola ¿qué haces amor?

- Pues aquí, acordándome mucho de ti.

  • Yo también, tonto.

  • Fíjate si me estoy acordando, que me he puesto así de tenso…

Jorge destapó la cama y se sacó la verga erecta. Luego, le hizo una foto y la envió.

- ¡Hala! ¡Qué pervertido!... rio Sonia, poniendo una serie de caritas de asombro en el chat.

  • Es que te echo mucho de menos…

  • Si, yo también.

  • Pues demuéstramelo: mándame tú algo.

Pasaron un par de minutos más, mientras Jorge esperaba impaciente. Parecía que Sonia se lo estuviera pensando.

- ¿Qué pasa? ¿No quieres?

  • Sí, sí… espérate un momento que me ponga sexy para ti.

  • Ah, vale.

No era la primera vez que hacían aquello. En otro viaje habían hecho también sexting, mandándose fotos desnudos. La experiencia le había gustado a ambos, así que a Jorge le pareció que quizá, la había pillado algo cansada y sin ganas en esta ocasión.

- Si no te apetece lo dejamos estar, cari...

La respuesta llegó en forma de foto. Un primer plano de las tetas de Sonia. Jorge sonrió satisfecho. Las reconocería en cualquier imagen que viera. Su chica tenía un buen par de pechos. Algo grandes quizás, y por eso, las tenía un poco caídas. Pero a él le encantaban. Era capaz de pasarse una hora entera sin cansarse, apretándolas con sus manos, besándolas, recorriendo sus aureolas con la lengua, haciendo que sus pezones, generalmente planos y un poco escondidos, brotaran erectos, igual que estaban ahora en la imagen que le acababa de llegar.

Luego llegó otra, dónde se la veía con las piernas cruzadas y sentada en la cama. Se había hecho el selfie sin que apareciera la cabeza, pero de cuello para abajo, estaba totalmente desnuda.

Sonia era una chica hermosa, de caderas anchas y con buenas curvas. Así sentada, se le hacía un poco de barriguita, pero a Jorge no le importaba lo más mínimo. Al revés: le gustaba, prefería las chicas un poquito rollizas antes que delgadas.

Recordó las veces que había eyaculado encima de ese vientre ligeramente prominente. La primera ocasión, fue un día que se les fue la mano y acabaron follando a pelo. Tuvo el tiempo justo de sacarla, para no correrse dentro, y se derramó sobre ella. Sonia tuvo que acabar llegando masturbándose, cosa que no le supuso ningún problema porque estaba extremadamente caliente. Luego, se quedaron los dos rendidos, juntos, uno al lado del otro. A Jorge le resultó hipnotizante ver esa barriguita con toda su corrida esparcida, desde el ombligo, hasta el mismo coño de su novia.

No sabía por qué, pero esa imagen lo ponía cardíaco. De hecho, uno de sus fetiches desde entonces, era llenarle su ombligo hasta arriba de semen y restregárselo por el vientre.

- ¡Joder! a la mayoría de los tíos les gusta correrse en la cara y en las tetas de sus novias y, mira por donde, a ti te ha dado por la barriga… le decía Sonia entre risas, cada vez que lo hacía.

Jorge se fijó en el triángulo que formaba su pubis, enmarcado en los dos muslos cruzados. Un sexo abultado y sin apenas vello. A su novia le gustaba depilárselo completamente.

- Una más cariño: enséñame tu coñito.

  • Vaya, qué pesadito estás hoy ¿no?

  • Es que mira como me tienes…

Y entonces, le mandó otro primer plano de su polla. Tenía el glande hinchado, por la aportación de sangre de la erección, y muy colorado. Una gotita transparente de líquido preseminal, brillaba en la punta.

- ¡Qué rica amor!...

A Jorge le rondaba una idea en la cabeza: ir un pasito más allá.

- Oye: ¿te llamo y nos masturbamos juntos?

  • Uf no sé. Estoy un poco cansada y... bueno, este hotel no está muy bien aislado. ¿Y si me oye alguien?

Jorge detectó enseguida que ella no parecía estar por la labor. Esta vez, se ve que la había cogido en frío. No quiso presionarla. Sería suficiente con el intercambio de fotos y dejaría la tele paja para otra ocasión más propicia.

- Bueno, no te preocupes cariño… le contesto añadiendo una carita sonriente.

- Mira, te mando otra foto.

Jorge esperó impaciente. Ella se tomaba su tiempo.

Al poco, le entró la imagen. Sonia, echada en la cama hacia atrás, con las piernas bien abiertas. Se había hecho una foto desde arriba, alargando el brazo todo lo que pudo y buscando el ángulo adecuado, para que apareciera su sexo bien expuesto.

Jorge babeó de gusto. Esos dos muslos macizos, que tan bien conocía, y en el medio, el sexo de su novia. Dos labios mayores, gruesos como un dedo, cerrando la línea de una raja que en esa posición, parecía mucho más larga de lo que realmente era.

Un señor coño del que se sentía muy orgulloso.

- Uff… le contestó a su novia... Me acabas de matar. Ojalá te tuviera aquí ahora mismo.

- Cariño, hazte una buena paja a mi salud, que yo voy a hacer lo mismo contigo. Ponme otro whatsapp cuando te vayas a dormir y me cuentas.

Jorge, estaba tan caliente que no se molestó ni en contestar. Tenía que cascársela inmediatamente. Una idea surgió en su mente y lo puso aún más cachondo. Cuando acabara le mandaría una foto de su corrida. Comenzó a masturbarse con la vista fija en su novia. Notaba el falo duro como una piedra. Casi lo sentía palpitar de lo hinchado que estaba. Sus ojos pasaban de los pechos de Sonia a su rajita, y se la imaginaba en esa misma postura debajo suya. Casi podía sentir como la penetraba, su humedad pegajosa, el calor envolviendo su verga al entrar en ella, el latido de su vagina...

Cerró levemente los ojos y luego los abrió, para fijarse en un punto intermedio entre sus pechos y su pubis. El ombliguito de Sonia. Su fetiche.

Descargó en oleadas, eyaculando varias veces y salpicando la cama. Después de soltar toda la tensión acumulada en forma de orgasmo, apoyo la espalda en el cabecero de la cama y se quedó en un estado de semiinconsciencia, tratando de recuperarse, con una de sus manos llena de semen y el móvil en la otra. Relajado, volvió a mirar la foto de Sonia. Ahora sin la urgencia que le daba el deseo. Se recreó en el cuerpo de su chica. Una vez más, pensó cuánta suerte tenía. Entonces, algo le llamó la atención. Un detalle que en la euforia sexual había pasado inadvertido, pero que ahora aparecía a su vista como algo extraño, un objeto fuera de lugar.

Tras el hombro izquierdo de Sonia, que echada en la cama miraba a cámara aunque solo aparecía de barbilla para abajo. Allí, en la esquina superior derecha de la foto, había algo, una especie de pliegue blanco de la colcha o la sábana que cubría la cama. Pero tenía una forma muy rara.

Jorge se limpió la mano diestra con la misma sábana y trato de ampliar la foto en la pantalla del móvil. Era un chico observador y detallista y aquello le había llamado la atención. No era un pliegue de la sabana. Era una prenda de ropa que había pasado desapercibida porque también era blanca. Amplió la foto y el estómago le dio un vuelco.

- ¡Joder! ¡Mierda puta! Exclamó: aquello parecían unos boxer masculinos.

No, no podía ser... La calidad no era muy buena, tenían que ser unas braguitas de su novia...Pero por más que los miraba, más se parecían a unos calzoncillos.

Sintió náuseas. De nuevo, se dejó caer hacia atrás y cerró los ojos, pero el mareo le hizo volver a abrirlos.

Tranquilo, tranquilo , se dijo a sí mismo. Esto no es lo que parece. Te estás equivocando... Pero cuanto más miraba la foto, más sabía que trataba de engañarse: aquello eran unos boxer masculinos.

Se levantó desesperado, fue al cuarto de baño y se echó agua en la cara. Se le aceleró el pulso y empezó a hiperventilar. Estaba bloqueado. Cogió el móvil para llamar a su novia, pero se retuvo. Qué coño le iba a decir: ¿que si estaba con otro allí?

Abrió de nuevo los mensajes y se mandó las fotos al correo. Luego encendió el ordenador y las descargó. Jorge era aficionado a la fotografía y tenía un buen programa de edición. Lo usó para abrir las fotos y ampliarlas. Mientras trabajaba, sintió qué recobraba el control de sí mismo. Necesitaba tener la mente ocupada en algo o le daría una crisis de ansiedad. Empezó por la foto donde aparecía la prenda íntima. Recortó, amplió, y usó el programa para limpiar todo lo posible la imagen. Cuando acabó, se echó para atrás en la silla y colocó las manos detrás de la nuca, en un gesto reflejo que solía hacer cuando terminaba un trabajo en el ordenador.

En este caso, lamentó su pericia con la aplicación informática. Ahora estaba seguro prácticamente al 100%. Aquello eran unos calzoncillos masculinos. Incluso, aunque difuso, podía verse el logotipo de una conocida marca.

- ¡Mierda! exclamó de nuevo para sí.

Después, se concentró en las otras dos fotos. La de los pechos estaba limpia. Era un primer plano y solo aparecían las tetas de su novia.

En la segunda, en la que estaba con las piernas cruzadas y totalmente desnuda, encontró también algo sospechoso. No se podía ver la prenda sobre la cama, porque en ese ángulo ella la tapaba con el cuerpo, pero una sombra se proyectaba sobre las sábanas, al lado de su muslo derecho.

En este caso, no podía asegurar nada porque la imagen no era muy clara, y resultaba difícil determinar el ángulo y a qué narices pertenecía aquella sombra, pero Jorge hubiese jurado que se trataba de una cabeza. Una cabeza con poco pelo, dada su redondez.

-¡Joder, joder, joder!

Aquello cada vez le gustaba menos.

Tenía que llamar a su novia, pero se resistía a hacerlo. Si era verdad, no se lo iba a confesar por teléfono. Seguramente trataría de mentirle. Podría pedirle que hiciera videoconferencia y que mostrara, con la cámara, lo que había su alrededor, pero era una gilipollez. Habría echado a su amante de la habitación en segundos, y eso lo serviría para que ella lo negara, o incluso le echara en cara su desconfianza.

Pero tenía la prueba de la foto.

Joder, qué confuso estaba.

Sintió otra vez el ahogo que le subía por la garganta. La ansiedad que se apropiaba de su pecho. No estaba en condiciones de hablar con nadie y menos con Sonia. Le iba a dar un ataque. Durante diez minutos, paseó como un león enjaulado por su habitación y finalmente, decidió vestirse y salir a la calle.

Hacía frío y con la premura iba poco abrigado, pero no le importó. Comenzó a caminar deprisa y entró en calor. Caminaba solo, con las manos en los bolsillos y los cuellos de la cazadora subidos. Sin un destino concreto. Simplemente, se alejaba de su casa, como si así también se pudiera alejar del problema. Trató de no pensar en nada, pero aquel maldito calzoncillo se le aparecía una y otra vez.

Todo estaba degenerando en un dolor de cabeza insoportable, que se unía a los brotes de ansiedad que aún seguían asaltándole. Tras un rato, fue consciente del viento helado. No iba a solucionar nada pillando una pulmonía así que decidió entrar a algún sitio caliente. Había algún bar cerca, pero no le apetecía entrar a un sitio donde alguien pudiera dirigirle la palabra. No estaba de humor, solo necesitaba desconectar. Aislarse de todo lo que le rodeaba y tratar de poner orden en su cabeza y en su corazón.

Recordó que había un centro comercial cercano y allí dirigió sus pasos. Había un multicines y tenían sesión de medianoche, así que sacó una entrada, sin fijarse siquiera para qué película era y pasó a la sala.

Había una pareja casi en la última fila y nadie más, aparte de él.  Se preguntó qué les había llevado allí un día entre semana, a esa hora. Si realmente querían ver la película, o esperaban a estar solos en la sala, para poder meterse mano. Quizás eran de aquellas parejas que le excitaba en hacerlo en lugares públicos. Les dirigió una mirada de reojo y en principio, les pareció gente de lo más normal, que parecían interesados solo en la película.

Apenas se apagó la luz y comenzó la proyección, se olvidó de ellos.

Resultó ser un film independiente, premiado en el festival de Sundance. Cine de autor y comprometido, pero Jorge no estaba para valorar, ni apreciar, la categoría de la película.

Realmente no se estaba enterando de nada: su mente seguía dándole vueltas a lo mismo. Y cuanto más lo pensaba, más clara se le aparecía la respuesta.

Era muy extraño que su novia no saliera por la noche. Normalmente, cuando iba a otra ciudad a ayudar a montar las tiendas, la gente de allí se volcaba con ella. Aunque fuera entre semana, siempre encontraba a alguien que, por lo menos, cenara con ella o la acompañara al hotel. Era simpática y abierta, y su ayuda, era siempre bien recibida, por lo cual se le hacía muy raro que nadie del equipo de Cuenca le ofreciera acompañarla, aunque solo fuera a cenar algo y que la dejan allí sola. También le extrañaba mucho que su jefa la hubiera enviado en solitario, por muy pequeña que fuera la tienda. Siempre viajaban como mínimo en parejas, generalmente con su compañera Loli.

Tampoco cuadraba eso con el carácter de su novia. Por muy cansada que estuviera, no la veía metiéndose en el hotel a las nueve de la noche, a no ser que estuviera enferma... O que hubiese quedado con alguien. No, si Sonia estaba sola, es porque ella tenía otros planes.

¿Sería alguien que había conocido allí en Cuenca o un nuevo compañero? Conocía bien al equipo de Madrid, así que no sospechaba de ninguno de los tipos de aquí. Tenía que ser alguien de allí. Faltaba por saber si lo conocía de antes, o lo había conocido ese mismo día.

Luego, analizó las conversaciones que habían mantenido.

Primero, la llamada por teléfono por la tarde, cuando ella todavía estaba trabajando en la tienda.

A pesar de que le dijo que estaba cansada y que se iría pronto al hotel, ahora que lo pensaba más detenidamente, su tono no era el de alguien especialmente agobiado o agotado. Era la Sonia de siempre. La que habitualmente, se mostraba contenta cuando se acercaba el final de la jornada y hacia planes para tomarse algo con él, para pasear juntos o para follar, sí tenían un sitio y oportunidad.

Luego, cuando intercambió mensajes en el hotel. Su novia podría tardar en responderle si estaba ocupada haciendo algo, pero una vez que entablaba una conversación, no tardaba tanto en contestar. Aquí, entre mensaje y mensaje, habían llegado a pasar hasta minutos. Muy especialmente, cuando le envió las fotos.

La vez anterior que habían hecho sexting, fue todo mucho más dinámico. Parecía como si hubiese tenido que preparar la habitación, o sacar a alguien de su cama, para poder fotografiarse. Y todo, para al final, dejarse unos calzoncillos encima de la cama. Esto no parecía tener mucho sentido. Su novia no solía ser tan descuidada. Pero pensándolo mejor, se imaginó la precipitación, ella no se esperaría que él le pidiera una foto y debió ponerse nerviosa. El calzoncillo blanco sobre la colcha, sin duda debió pasar desapercibido, como le sucedió a él en un primer momento.

Después, los tiempos, seguramente debían corresponder a que ella pensaba muy bien lo que iba a contestar, con su amante allí al lado. Debía estar preocupada, ante la posibilidad de que él la llamara y le pidiera videoconferencia, o más fotos. Sin duda, es algo con lo que ella no contaba y qué no le suponía un plato de gusto, teniendo allí a otro tipo metido en su cama.

Y la negativa a hacer sexo telefónico tampoco le cuadraba. Su novia era bastante lanzada para estas cosas y estaba seguro, de que le diría que sí. O, al menos, si no estaba de humor, que le daría alguna alternativa o le regatearía un poco, pero esta negativa de primeras... Sin duda, era algo que no la hacía sentirse cómoda y eso solo se podía explicar, si había alguien allí con ella.

Los remordimientos, el corte... En fin.

Había pasado casi una hora desde que se habían intercambiado el último mensaje: si tan cansada estaba, ¿por qué no lo había llamado? Se supone que ya debería estar durmiendo.

¿Por qué esperó una hora, cuando habían dicho o dado a entender, que una vez terminaran de masturbarse, se desearían buenas noches?

Justamente en ese momento, sintió vibrar el móvil. Le acababa de entrar un mensaje de Sonia

- Hola amor. ¿Te lo has pasado bien con mi fotito?

Jorge se tragó la bilis y contó hasta diez, para evitar contestar impulsivamente: no tan bien como tú con el dueño del calzoncillo, cabrona…

Decidió no responder

Al poco, le llegó otro mensaje. Ahora, sí parecía que Sonia estaba más interesada en interlocutar con él.

  • Ya sé que no es como cuando estás conmigo, pero no te preocupes, que pronto estaré en Madrid y podremos resarcirnos.

Siguió sin contestar... Le empezó a doler el costado, como cuando te da flato al correr... Pero extrañamente, ya no sentía la ansiedad de antes. Solo un monumental cabreo. Como si ya hubiera asumido sus cuernos; como si ya estuviera claro el final de su relación con Sonia…pero sin el cómo.

Un último mensaje de ella, que debió suponer que él estaba dormido y por eso no contestaba:

- Bueno amor, yo también me lo he pasado muy bien con tu foto y te echo mucho de menos.

Buenas noches nos vemos muy prontito... Y a continuación varios emojis de besos.

Jorge suspiró y esta vez, sí contestó

  • No hace falta que vengas, puedes quedarte en el hotel, con tu amigo del calzoncillo.

Y a continuación, le mandó la parte recortada de la foto donde aparecía el boxer. En la aplicación de mensajería, apareció la confirmación de que ella había abierto el archivo y había leído el mensaje. Tardo 5 minutos en contestar, como si estuviera digiriendo el golpe.

Si todo era un error, si todo era un equívoco, si todo era mentira, no hubiera tardado ni un segundo en hacerle la llamada, pero espero más de cinco minutos. Sin duda, mientras decidía que hacer. Seguramente, a esas alturas, ya estaría sola en la habitación. Habría echado a su amante o él se habría ido. Ahora si tenía ganas de hablar con él, o más bien se podría decir, que ahora podía hacerlo sin el corte de tener a otro tío metido en la cama, al lado. Y sin embargo, lo que acababa de llegar, era un golpe demoledor.

Esos cinco minutos, debió darle veinte mil vueltas a lo que debía decir o hacer y, también, debió coger las fuerzas necesarias para hacer la llamada.

¿Qué es lo que le diría cuando descolgara? ¿Intentaría inventarse una historia? ¿Le pediría directamente perdón? ¿Le anunciaría que se había enamorado de otro? ¿Lo negaría todo?

El móvil no paraba de vibrar y Jorge, decidió, que no le importaba lo que ella hiciera o dijera. Ya no.

Apagó el móvil, respiró hondo y trató de entrar en la película que estaban proyectando.