4 Trabajo de campo_1
La entrada en su cuerpo, me procuró sensaciones desconocidas, y sobre todo su revelación, algo impensable hacerme una idea de esta mujer de jovencita
El beso fue lento, largo y profundo, en una corta pausa, me dijo que era lo que más valoraba del sexo, y esta vez fue al revés, ella entró en mi boca, pero la piel es sabia, esa humedad hace que el cuerpo de pistas, sus piernas se relajaron y levemente iniciaron un movimiento de separarse, algo así de asegurar una postura más cómoda, y mi cerebro detectó esas señales, sabiendo que debía esperar, la geometría de la mujer es mágicamente perfecta.
Mi mano izquierda llegó a la parte interna del muslo derecho, pero no la acerqué a la vulva, tan solo hice acto de presencia, y esperar. Respiraba profundamente sin separar sus labios de los míos, su mano abierta en mi pecho, parecía escuchar mis latidos.
- Esto es la calma que precede a la tormenta, siento tu calor como abrasa al mío, y me has hecho retroceder al pasado. Mi mente me ha recordado a una experiencia preciosa, aquel estudio sobre el sexo que me cambió la vida, me hizo más espiritual y sobre todo, descubrí al individuo que se ocultaba en ese muchacho tan astuto.
- ¿Qué tratabas de obtener? – Pregunté intrigado.
- Éramos un equipo de tres chicas, preparando una tesis sobre los inicios del sexo, basada en el hombre joven, inexperto, y con cierta cultura. Nosotras manteníamos nuestra moral limpia, éramos vírgenes físicamente, moralmente no, nuestras encuestas básicas fueron estrictamente femeninas, nuestra base de datos se fue llenando de respuestas, un abanico entre lo triste y lo espeluznante, sentimos temor de lo que nos esperaba.
- ¿Qué respuestas obteníais?
- Básicamente que somos instrumentos de placer, que debemos de hacer lo que nos pidan, y que no tenemos opciones ni opiniones al respecto.
- Sé más exacta, si puedes – Dije con cautela.
Su respuesta me la esperaba. Yo mismo.
- ¿Suponte que tienes la iniciativa?
- ¿No la tengo? - Tono dudoso.
- No y lo sabes, eres precavido y a la vez atrevido, como ahora. Tú no podías saber mi opinión del beso.
Su tono fue cálido, tranquilo, y apretó más su cuerpo con el mío, como envolviéndose con mi piel, ese ligero movimiento de los hombros, intentando hacer un hueco en mí pecho.
- Debes saber un pequeño secreto. Para mí el beso es la demostración de todo, aleja todas las dudas de esa relación.
- ¿Tan seguro estás, puede ser un arma de dos filos?
Cierto tono con fondo de cautela, con suavidad.
- Hasta ahora nunca ha fallado, mis mujeres todas son así, sin excepción. Las busco y me buscan, eso será por alguna razón.
- ¿Tus mujeres? – Cierto tonillo picaresco.
- Es una forma de expresión, ellas dicen lo mismo de mí, e incluso algunas cuando se han encontrados con amigas, me han presentado como su hombre, y con cierto tonillo de propiedad.
- ¿No te molesta?
- No.
- Escucha, te voy a contar algo maravilloso, con todo lo que escuchábamos, jamás pensé lo que el destino escribía delante de mis pasos, de mis temores.
…………..Una tarde que llegaba a su fin, entrenaban penaltis, tiros a puerta, el equipo de futbol del instituto entrenaba en una zona deportiva entre dos instituciones, una femenina, filial de un colegio de un país pegado al nuestro, manteníamos las distancias de muchas formas, nos mirábamos pero eso era todo, la distancia tampoco permitía apreciar detalles, pero esa tarde hubo cambios, ya que del instituto masculino quedó un pequeño grupo junto a una portería cercana a la línea divisoria.
Tres delanteros y tres porteros, y el entrenamiento consistían en que llegaban los tres delanteros con el balón y los dos porteros restantes hacían el papel de defensas, todas las faltas de la defensa eran penaltis y así terminaron. El portero estaba hasta arriba de tierra, ya que el campo era de tierra como la arena de la playa, aunque te cayeras no te raspabas era mejor que el césped artificial y mientras se quitaba la tierra adherida, procuré que se diera cuenta de mi proximidad, de mi presencia.
Giro la cabeza mirando por encima del hombro, vio a una chica uniformada. Le hago un gesto con la mano abierta y una sonrisa hermética, llevo unas gafas de enormes transparencias, pretendí pasar por una empollona.
- Habéis terminado el entrenamiento.
Mi tono era relajado, pero seguía con los zapatos juntos, como mis piernas, postura no era relajada. Respondió.
- Si, podéis utilizar la portería – Y su forma de ser hizo que metiera la pata hasta el fondo – Podéis entrenaros para cuando seáis porteras de viviendas.
Hice una mueca y mi gesto relajado se enfrió, una arruga apareció en mi frente. Respondí con firmeza.
- Gilipollas ¿Y tú para que te entrenas?
Respondí cabreada, mi instinto se había equivocado. Respondió con cierta falsa sonrisa. Tono normal.
- Nota del deporte, y es buena, aquí se puntúa mucho la intención, las iniciativas e inercias constructivas. ¿Vosotras tenéis clases de fregar suelos y cacharros de cocina?
Remató con cierto tono de sorna, resbalaba la guasa, supuse que me veía como inferior.
- ¿Qué te he hecho para que me trates de esta forma? ¡Mamón de mierda! –
Respondí rabiosa. Apreté los labios furiosa. Sonrió levemente.
- Era una broma que se me ocurrió en el último segundo, comprende que es raro veros pasar la frontera.
La zona deportiva tenía marcada una línea divisoria de color blanco, estaba en un pasillo de baldosas muy ralladas y la pintura casi había desaparecido.
Miré al suelo, mi carpeta tapaba de la vista mis pechos, pensé que sabía lo que se hacía, y quise demostrarle que no era una tonta. Guardé silencio, era su última oportunidad, si seguía igual me marcharía a otro instituto...
- ¿Qué necesitas?, la ducha me espera - Tono conciliador.
- Respuestas, necesitamos detalles del cuerpo de un tío después de hacer algún deporte violento.
- ¿Para qué? – Sonrió.
- Para una tesis, tenemos tres becas.
- ¿Y que necesitáis saber?
- El estado de tu cuerpo, humedad, fragancia, y – Hice una pausa – y como está el sexo.
- Dime un ejemplo del sexo – Preguntó con interés.
- Tengo una cinta de medir penes. Las medidas se anotan desde este mismo instante, hasta le máxima erección. Eso es el desarrollo máximo y después de la eyaculación, medir las fases de relajación muscular hasta que alcanza el nivel de aflojamiento inicial.
- ¿Y cómo controláis las diferentes fases? – No dejaba de sorprenderme sus preguntas.
- Tengo cerca el coche, te haré una prueba inicial, saldrás de dudas.
Le miré con detenimiento, sospechaba que pensaba que se trataba de una broma de sus amigos, pero percibí que desprendía algo especial.
Asintió con la cabeza y me siguió a distancia. Salimos a la calle y nos alejamos del instituto, rodeamos la zona de deportes entrando una calle de pequeños hotelitos, llena de frondosos árboles de ramas bajas, y mi coche estaba aparcado de forma premeditada, solo se veía la parte trasera, el resto estaba tapado por las ramas, entrar en el coche fue complicado.
- Quítate todo – Casi ordené.
Solo se dejó la camiseta, yo tenía en mi mano la cinta y sin más medí el pene, me giré anotando la medida, era mi turno.
- Cómo debe de crecer ¿Por automático o con ayuda?
Preguntó con cierta sonrisa desvaída. Intrigado si estaba.
- No te entiendo – Dije sin mirarle, anotaba detalles. Dejó de mirar el pene mirándome.
- La erección me debes procurar tú, con tu cuerpo, tu mano o tu boca, escoja la reina.
Le miró segundos, dudaba en soltarle una hostia. Y siguió con su tonillo.
- Me gustaría ver tus pechos, es importante.
Respondí con frialdad.
- Hueles a tigre, pero no es desagradable. Chupártele no me apetece, y no entiendo que te deje ver mis pechos.
Tono seco, distante.
- Es sencillo, mi mente absorbe los datos que le envían mis ojos, es decir, se nutre de la dureza de tus pezones, eso significa que entras en el juego. El pene responderá creciendo en tu mano, pensando cuando se adentre en tu cálida vagina, húmeda, deslizante.
Y el pene empezó a crecer, tenía mi mano derecha apoyada encima de la base del pene y medí de nuevo, la piel del prepucio ya se estiraba, y el diámetro aumentó.
- Si quieres que crezca más, déjame quitarte las bragas, verás que salto da, te gustará.
Dijo mirándome los pechos, aunque no veía nada de mi piel. Y la que si sintió algo fui yo, cierto desasosiego en el vientre. Él había conseguido que la tentación entrara en mi cerebro.
- ¿Piensas en follarme?
Pregunté un poco excitada y temerosa de su respuesta.
- No, tan solo es un sistema más efectivo para las medidas que necesitas, el pene se nutre de la información del cerebro, que este a su vez lo hace de la mirada y sobre todo del estado de la fémina, y tú pareces fría, hermética. Imposible un polvo como fin de fiesta.
Si su intención era calentarme los cascos, no estaba lejos, pero no estaba de acuerdo de ese fin de fiesta. Necesitaba muchos datos y sobre todo con quien follaba, si sabía que estaba limpio, la fragancia que me llegaba de su sexo era normal, y ese tufillo a sudor limpio me gustaba, mi piel se erizaba de vez en cuando.
- No seas tan antigua, y se me acaba de ocurrir una idea, y seguro que te interesará esa información para tu tesis.
- ¿Qué se te acaba de ocurrir?
Le seguí la corriente, quise ganar tiempo, ya mi mano empezó a sentir cierta vibración, como la circulación sangre en las venas.
- Que a la vez escribas cómo reacciona tu cuerpo al contacto con el mío, ese pequeño puente no es lo que parece.
Joder con el portero. No era un pedazo de carne con…
- ¿Y de que servirá?, si la tesis es sobre vuestro comportamiento.
- Sí, pero es solo físico, te olvidas del intelecto, el sexo lo tiene.
Moví ficha, me di cuenta que en el fondo tenía su punto de razón, es como la cocinera que no prueba el sabor de su plato.
- Suponte que accedo a que me quites las bragas ¿Qué sigue a ese movimiento?
De nuevo me miró, su pene reaccionó a la misma velocidad, la medida avanzaba, y él se removió levemente. Creció en grosor y en longitud creció como dos centímetros.
- Armonía, y si me dejas que abra el cierre del sujetador, el pene puede que llegué al máximo, ese dato que precisas.
Ahora el salto le estaba dando yo, ese mequetrefe sabía cómo sembrar el significado en el deseo, que yo escondía en algún lugar de mi cerebro. Prolongué el silencio, anotaba y no perdía detalles del pene, deduje que estaba en un 90% y cometí el primer error, moví mi mano haciendo retroceder el prepucio.
El soltó aire deprisa, se envaró sujetando mi muñeca, el pene parecía haber cobrado vida propia. Me miró confundido.
- ¿Qué haces? – Fue un susurro, su cuerpo estaba envarado, esperaba más.
- Ni me has quitado las bragas ni el sujetador, la erección está terminada.
El movió la cabeza de un lado a otro mirando su pene, luego movió la cabeza mirándome.
- A tu tesis, le va a faltar algo tan importante como lo que ves en mí, tu sentir, y si no lo haces, es lo mismo que si te pajearas tu misma, el sexo es de dos, el secreto está en el equilibrio, el aislamiento es una cárcel del alma y tú te niegas a ti misma ¿Qué llevas sentido?, ¿nada?
- No comprendo tus palabras – Respondí procurando desviar su atención de mí.
- Tienes el pene en su máxima erección, en tu mano, que le agarras firmemente. Casi has dejado el glande a la vista, es un signo de felación. Tu mente siente y tu naturaleza tiene que haberse despertado ¡Tu vagina estará húmeda!, te aseguro le espera.
No andaba desencaminado en un sentido, si tenía esa sensación de miedo escénico, no esperaba lo que había en mi mente, pero no pensaba dejar que me tocara. Si lo hiciera, mis datos sería diferentes y por otro lado el resultado se resentiría y no sería capaz de hacer otro ensayo.
Tenía mis datos, incluso lo que pasaba por su mente, y eso que no había empezado a excitarle de forma directa. Cierto es que el glande estaba al descubierto y que su tono cambiaba, de color carne se estaba transformando en un malva oscuro y había cierta sombra de movimiento de su cuerpo ¿embestía?