(4) Soy pobre, pero muy rica.
Mi novio desaparece de manera misteriosa. El padre Rufino me viola... y por fin descubro los placeres del sexo con otro monje.
(4) Soy pobre, pero muy rica.
El monje Pancracio nos pegó una gritada terrible, mientras nosotros acomodábamos nuestras ropas, me dijo que conmigo hablaría después, a Julián lo tomó de la oreja y se lo llevó al monacato, salí corriendo, desesperada, hasta mi cuarto, pero la puerta estaba cerrada, solo pude escuchar lo que Mario y Clara decían:
MARIO: No sea malita, Clara, déjeme meterle la verga por el culito.
CLARA: Ya le dije que no, Mario, no sea necio, la tiene muy gruesa y no me va a entrar.
MARIO: Probemos un poquito, si le duele, se la saco.
CLARA: No, Mario, nunca le he dado el culo a nadie.
Esa conversación me exasperó y toqué, somaté la puerta como loca enajenada, Mario me abrió la puerta, desnudo, y Clara estaba igual acostada boca abajo, le pedí a Mario que se fuera, cuando nos quedamos solas me puse a llorar, mi amiga trataba de consolarme preguntándome qué me pasaba, pero yo no podía, ni quería hablarle, me metí al baño y me duché por mucho tiempo hasta que sentí que mi respiración y mi alma se tranquilizaban, cuando salí Clara estaba dormida, lo preferí de esa manera, yo también me acosté y pensé en todo mi futuro, pensaba si empacaba mis cosas o no, pensé en que castigo recibiría Julián, pensé lo peor, me costó mucho dormirme castigada por la culpa, hasta que un pequeño rayo de luz que entraba por la ventana, se apagó dentro de mí.
Tuve espantosas pesadillas, primero vi al Abad desnudo en su celda y todos, también desnudos, iban pasando hincados a chuparle su cosa al Abad, vi a Julián resistirse y Pancracio le azotaba la espalda con un lazo lleno de clavos, hasta que tuvo que hacerlo… me desperté en un impulso bañada en sudor, me costó mucho volver a conciliar el sueño… luego vi como en el altar de la capilla, los monjes penetraban a los postulantes y Julián lloraba en silencio… luego los monjes se penetraban en tríos mientras los postulantes se las chupaban… quería despertarme pero no podía… después vi que el morenito chaparrito, los masturbaba a todos y depositaban el semen sobre un cáliz y luego el Abad les daba la ostia bañada en semen y terminaban cantando el himno a San Benito…
Cuando desperté estaba sola, me bañé y salí de prisa para ver si averiguaba algo, lo extraño es que no se oía nada, la capilla estaba vacía, merodeé por el monacato y tampoco se oía nada, llegué hasta la puerta y estaba entre abierta, yo sabía que tenía prohibido entrar, pero algo extraño estaba pasando, tímidamente empujé la puerta y entré, solo se oía el silencio, entré y había un jardín lleno de flores hermosas, en el primer nivel pude ver una cocina inmensa, igual el comedor, estaba visto que era el espacio de convivencia de los monjes, subí al segundo nivel con mucha precaución, ahí estaba la hilera de celdas, ahora comprendía por qué les llamaban así, era una fila de pequeños cuartos como cárceles, todas muy pequeñas pero muy limpias, subí al tercer nivel pero la puerta estaba con llave.
RUFINO: ¡¿Qué haces aquí?! ¡Sabes que tienes prohibido entrar al monacato!
YO: Perdón, padre Rufino, pero no hay nadie ¿Usted sabe dónde están?
RUFINO: Se fueron a un retiro espiritual.
YO: ¿Y usted que hace aquí?
RUFINO: Vengo a pagarte tu sueldo y ¿con qué me encuentro? con que violas las sagradas órdenes que se te dieron.
YO: Perdón, padre, no volverá a ocurrir… ¿Usted sabe por qué esta puerta la mantienen con llave?
RUFINO: Son cosas que a ti no te importan, vamos para abajo.
Y me tomó del brazo de manera brusca, cuando llegamos al área del jardín me apretujó las nalgas, yo sin pensarlo le di una bofetada, mejor no lo hubiera hecho… se me quedó viendo en silencio, sobándose la mejilla, tenía saliva en las comisuras de los labios y una mirada diabólica, me tiró al suelo y me puso el pie en la garganta, yo me sentía asfixiar, traté de quitármelo de encima, la vista se me nublaba, cuando me quitó el pie, estaba desnudo, me arrancó de un tirón el vestido y me quitó la ropa interior a rasgones, yo trataba de defenderme, pero era más fuerte que yo.
RUFINO: Ya veras, Minga, las cosas que les pasan a las putas como tú por desobedecer las sagradas órdenes.
YO: ¡No, padre, por favor, no me haga daño! No lo volveré a hacer.
RUFINO: Eso lo hubieras pensado antes de transgredir mis órdenes. El señor te castigará a través mío.
YO: Dios no puede querer el mal para una virgen como yo.
RUFINO: Abre las piernas, virgencita, que pronto dejarás de serlo.
Me abrió las piernas con sus rodillas, me estranguló la garganta y cuando sentía que iba a desmayarme me penetró tan violentamente que grité a todo pulmón, mientras se movía sobre mí, me abofeteó varias veces con todas sus fuerzas, yo lloraba y suplicaba, pero mientras más lo hacía, más despertaba su sadismo malsano, me golpeó varias veces la cabeza contra el piso, yo me sentía atontada y con un inmenso dolor entre las piernas, sentí que sangraba de la cabeza y en medio de mis piernas, un pequeño charco rojo se empezó a formar alrededor de mi cuerpo mientras no dejaba de penetrarme y sus babas me caían en la cara, de pronto me dio vuelta y sentí como su pene intentaba violarme por atrás, yo me movía hacia los lados para impedírselo, cuando sentí un tremendo golpe en la espalda, me tomo de los cabellos y empezó a golpear mi cabeza contra el piso, en ese momento sentí como profanaba mi ano, el dolor fue tan grande que me desmayé.
No sé cuánto tiempo habré permanecido sin conciencia, pero al abrir los ojos el padre Rufino estaba a mi lado dándome agua, con voz cavernosa me dijo que no dijera nada porque de lo contrario me podía ir peor, yo lo oía pero no entendía, luego lo vi limpiando la sangre que había vertido en el piso, seguía desnudo y con su cosa bien parada, cuando lo vi alejarse con los implementos de limpieza, me levanté como pude y salí corriendo fuera del monacato, pero a mitad de la granja me alcanzó y me tiró al suelo, me agarró de los cabellos y me hinco:
RUFINO: Aún no he terminado contigo, hija de satanás, mámame la verga, o este será tu último aliento de vida.
Me puso su cosa en los labios, pero yo permanecí con la boca cerrada, entonces me volvió a abofetear, fueron tantas que sentí desmayarme de nuevo, grité con todas mis fuerzas pidiendo clemencia, de pronto vi cómo me tiraba a la cara unos billetes que volaron por el viento… una sombra pasó sobre mí, era Firulais que tiró al padre con sus patas delanteras, una maraña de polvo me inundó los ojos, escuché gritos del padre y ladridos de Firulais, me puse de pie para alejarme de aquella batalla, el padre corrió en círculos, pero Firulais más veloz, lo alcanzó en medio de las piernas y le mordió el pene y los testículos, el padre gritaba de dolor, jalando a Firulais de las orejas, era tan feroz la lucha que vi caer al padre convulsionándose, mientras Firulais escupía las partes no tan nobles del padre Rufino.
Corrí hacia mi cuarto y Firulais vino detrás de mí aullando, eché llave y me metí al baño, traté de limpiar mi cuerpo, porque mi alma ya había sido mancillada, al salir vi a Firulais echado a la par de mi cama quejándose del dolor, al revisarlo me di cuenta que tenía una oreja rasgada y sangre por todos lados, principalmente en el hocico, me vestí y con mucho cuidado abrí la puerta, me di cuenta que la camioneta del padre Rufino ya no estaba, señal de que se había ido, llevé a Firulais al río, lo bañé y le limpie las heridas, como en mi pueblo no hay hospitales, aprendí a curar con yerbas, así que le apliqué el ungüento natural y luego lo hice conmigo.
Otra cosa que me pareció muy extraña fue que Clara no apareciera… pero rápidamente entendí, ella me había dicho que me traía la comida como pretexto para ver a Mario, seguramente Clara sí sabía del retiro y por eso no vino, comencé a recoger los billetes tirados por toda la granja, al final solo pude recuperar Q1200.00 en billetes de a cien, el resto se los llevó el viento, estaba muerta de hambre, así que entré al monacato e hice comida para mí y para Firulais, dejé todo como estaba y me sentía tan sucia que me puse a llorar mientras Firulais daba vueltas a mi alrededor moviendo la cola.
Llegó la noche y sabía que esta fecha la recordaría por el resto de mi vida, me acosté viendo la luna, así me sentía, toda llena de manchas, no quería dormir, sabía que al cerrar los ojos me asaltarían todas esas imágenes de violación que quería olvidar, pero el cansancio y el dolor me vencieron y me quedé dormida. De pronto oí que golpeaban mi puerta, tuve miedo, ¿Sería la policía, que venían por mí? Me puse una bata y abrí:
CLARA: Perdón por despertarte de madrugada, pero ¿sabes algo de mi papá?
YO: ¿Por qué me lo preguntas?
CLARA: No llegó a dormir y eso nunca pasa.
La invité a pasar y le conté todo con lujo de detalles, lloramos juntas, luego me dijo que ella sí sabía lo del retiro, que el padre se lo había dicho, que por eso no había venido, me pidió mil disculpas mientras me abrazaba con mucho cariño, ni ella se imaginaba lo reconfortante que sentí su abrazo, nos pusimos a especular sobre el paradero de su papá, pero sabíamos que todas eran suposiciones, luego me contó que los monjes volverían al medio día, a pesar de saber que era chismosa, le conté sobre la propuesta de matrimonio de Julián, sobre nuestra noche de amor, la huida y los planes de casarnos el domingo, Clara se me quedó viendo con los ojos y la boca abierta y me volvió a abrazar.
Por primera vez desde que estaba ahí, Clara me acompañó toda la mañana, esperando el regreso de nuestros hombres, después del almuerzo, vimos llegar un busito de donde bajaron todos los monjes y los postulantes, Julián no estaba entre ellos, entraron al monacato sin mirarnos y me aferré a la mano de Clara con angustia:
CLARA: No te preocupes, ya Mario nos contará más tarde que sucedió.
YO: Algo trágico me cruza por la mente.
CLARA: No seas ave de mal agüero, ya verás que hay una explicación.
YO: No, Clara, el corazón me dicta que algo malo le pasó, que nunca más lo volveré a ver.
CLARA: No te angusties, esperemos a ver que nos cuenta Mario.
Luego se fue y me dejó sola cavilando mil tragedias, estaba sentada frente a la puerta de mi cuarto esperando ver salir a alguien, hasta que cuando el sol caía, vi salir al padre Pancracio, me apresuré a preguntarle por Julián, él solo miraba mi cara de angustia y no decía nada, lo bombardeé a preguntas y su respuesta siempre era una mirada llena de silencio, hasta que por fin:
PANCRACIO: Lo mejor es que no preguntes nada, los designios del señor son un misterio, Julián abandonó el monacato, huyó del retiro espiritual y no sabemos dónde está.
YO: Pero… ¿Qué pasó anoche? ¿Qué le hizo?
PANCRACIO: Nada, hija mía, solo conversamos sobre sus pecados y traté de reorientarlo por el camino que conduce al señor, le advertí que su proceder merecía un castigo y él estuvo de acuerdo, quizás por eso huyó.
YO: No le creo, padre, algo malo le pasó, lo sé.
PANCRACIO: Mira, Minga, si no aprendes a callar y no dejas de meterte en lo que no te importa, es mejor que te vayas, ya bastantes problemas nos has causado.
Y me dejó con la palabra en la boca, por la noche regresó Clara con mi cena y sus vestidos reveladores, le dije que no eran momentos para acostarse con Mario, me dijo que lo sabía, pero era mejor estar prevenida, al rato entró Mario y le pregunté por Julián, me dijo que él venía a lo mismo porque no fue al retiro, sorprendidos, tratamos de buscar una explicación lógica al asunto, pero no pudimos resolverlo, le conté a Mario nuestros planes de huirnos y me dijo que algo extraño pasaba en este monacato, que él sentía que el único feliz era el morenito chaparrito, por fin supe que se llamaba Pablo y el rubio alto, Rafael, esa noche la pasamos llenos de angustia y tormento.
El día de mi cumpleaños la pasé sola, rodeada de mucha gente, pero sola, ¿Por qué me pasaban estas cosas? Mañana me estaría casando y disfrutando mi luna de miel, pero en cambio, había sido brutalmente violada y separada del amor de mi vida.
Así pasó el siguiente mes, como si nada hubiera pasado, lo único que había cambiado era que ante la ausencia del padre Rufino, ahora era Clara la que venía a suministrar al monacato, casi vivía conmigo, le dije que nunca más le prestaría mi cuarto para estar con Mario, eso la decepcionó, pero me entendió, de cualquier manera salía por las noches a verse con Mario, la pobre ha de haber sufrido mucho frío debido a la época lluviosa en que estábamos, pero eso no le impedía salir, regresaba toda empapada, pero feliz.
Una tarde que recogía agua para darles de beber a los animales, se acercó el padre Pancracio y me felicitó por mi conducta, me dijo que era una niña buena y que cuando tuviera ganas de confesarme que él con mucho gusto lo hacía, le agradecí el gesto y le dije que no confiaba en nadie, me dijo que él quería ser mi amigo, que seguramente Clara era mi confidente, pero que ella no practicaba la palabra de Dios como él, le pregunté, que de aceptar, dónde me confesaría, me contestó que ahí mismo, se sentó a la sombra del mismo árbol donde estuve con Julián y me pidió que me hincara.
Le conté todo lo que me había hecho el padre Rufino, en lugar de conmoverse, se tocó su cosa, no lo podía creer, estaba abriendo mi alma y él estaba excitado, para no crear más problemas me hice la desentendida, luego me dio la penitencia y me fui a cumplirla, cuando terminé, él seguía ahí, me dijo que era muy bonita y que mis hoyuelos en las mejillas me hacían verme muy atractiva:
YO: Gracias… padre ¿Le puedo hacer una pregunta indiscreta?
PANCRACIO: Tú, hazla, hija mía, yo veré si te la contesto.
YO: ¿Usted nunca se acostó con una mujer?
PANCRACIO: Muchas veces, Minga, yo era un hombre feliz, hasta que una noche sorprendí a mi mujer con mi mejor amigo y ese mismo día decidí ser monje, llevo 10 años de abstinencia total.
YO: Perdone que se lo diga, pero cuando me estaba confesando vi que se excitó.
PANCRACIO: Es normal, hija, soy hombre y tu confesión me dio tristeza, pero imaginarte desnuda me excitó, perdóname, creí que no te habías dado cuenta.
YO: ¿Usted también cree que las mujeres, solo por ser mujeres, llevamos el pecado dentro?
PANCRACIO: No, Minga, esas son tonterías, si el señor nos regaló la presencia femenina, fue para bienestar de todos.
YO: Gracias, padre, creo que por fin encontré a un buen amigo.
Las confesiones se hicieron una costumbre y las charlas posteriores también, una tarde le conté mis planes con Julián y él me confesó que, después de mucho tiempo, tuvo que masturbarse recordando mi cuerpo desnudo, me sorprendí, pero le cambié el tema, le dije que nunca había hecho con nadie lo que me vio hacer con Julián, tal parecía que ese día era de confesiones, porque me reveló que él nos había visto llegar al río y que se había escondido detrás del árbol para escucharnos, que lo había oído todo y nos había visto amarnos, cuando sintió que no podía aguantar más la excitación, salió a reprendernos.
Esa noche soñé con él, aunque siempre le pedía a Diosito por Julián, cada vez me sentía más identificada con el padre Pancracio, soñé que hacía con el padre las mismas cosas que hice con Julián, ¿Qué me pasaba? ¿Me estaba enamorando de otro amor prohibido? Desde lo ocurrido con el padre Rufino, no pensaba en sexo, pero esa vez me volví a masturbar, oyendo la voz seductora del padre Pancracio mientras me hacía el amor, me froté el clítoris con fervor hasta que terminé ahogando un grito en mi mano… me di la vuelta y abracé a Clara… esa noche, después de tantas pesadilla… por fin logré dormir sin interrupciones, amanecí muy mojada.
Ahora tenía un motivo para despertar, la ilusión me llenaba el corazón, había pasado casi medio año desde que entré a trabajar a la granja y todo me sonreía, solo el recuerdo de Julián permanecía como una sombra, pero al ver al padre Pancracio, se desvanecía, una tarde a orillas del río le conté que una vez habías visto a una pareja amarse, sin contarle que eran Clara y Mario:
PANCRACIO: ¿Por qué me cuentas eso?
YO: Porque le tengo confianza, además los buenos amigos se lo deben contar todo.
PANCRACIO: Sí, pero hay cosas que preferiría no tocar, hablar de sexo para mí, es muy peligroso, pero aun, viniendo de una niña tan linda como tú.
YO: ¿Le gusto, padre?
PANCRACIO: Tú le gustas a todo el mundo, el señor te proveyó de un cuerpo escultural y una carita preciosa.
YO: Gracias, padre, me sonroja, viniendo de un hombre como usted… ¿Cuántos años tiene?
PANCRACIO: 47… ¿Por qué me lo preguntas?
YO: Por nada…
PANCRACIO: Los buenos amigos se lo deben contar todo, según tus propias palabras.
YO: Se lo digo, pero no se vaya a enojar conmigo.
PANCRACIO: Te lo juro.
YO: Es que me da pena… bueno, se lo digo… padre… por las noches…
PANCRACIO: ¿Qué pasa por las noches?
YO: Todas las noches… me masturbo pensando en usted…
PANCRACIO: …a mí me pasa lo mismo, después de rezar pienso en tu cuerpo desnudo…
YO: ¿Usted cree que esté bien que hablemos de estos deseos?
PANCRACIO: Por supuesto que no está bien, pero somos humanos y el señor vino al mundo a expiar todos nuestros pecados. ¿Por qué me miras así?
YO: Padre… es que se le paró el pipí.
PANCRACIO: Eso me pasa al solo recordarte, al verte es inevitable.
YO: A mí también me sale agüita de mi cosita.
PANCRACIO: Eres un encanto, debes a aprender a hablar con propiedad, primero no se llama pipí, se dice pene y luego deberías decir que sientes lubricada tu vagina.
YO: Ya lo sé, disculpe, es como soy bajada de la montaña, aun no aprendo a hablar bien… pero esa pareja que le conté que vi amarse decían palabras muy feas.
PANCRACIO: Dímelas.
YO: No, padre, me da vergüenza.
PANCRACIO: Pero si me las dices en confesión debes decirme toda la verdad.
Se sentó recostado en el árbol y me hinqué a su lado, luego del rito del inicio, le dije que esa pareja eran muy vulgares, que él le decía: me encanta meterte la verga en la pusa… el padre no parecía sorprenderse, pero su pene se levantaba cada vez más debajo de su hábito… luego le dije que ella le decía: me encanta que me cojas de perrita, así siento como me entra toda tu verga… seguramente mis palabras lo estaban excitando porque vi cómo se subió el hábito y se apretaba el sexo por encima del pantalón… proseguí diciéndole que él pujaba diciéndole: Que rico chimarte por el culo… el padre no pudo más y se sacó el pene viendo hacia el frente, yo estaba extasiada viendo aquella cosa deliciosa expulsar agüita de la cabecita, él se masturbaba y yo sin querer comencé a tocarme también:
PANCRACIO: Ay, hija mía, esto que estamos haciendo es pecado y muy grande, nos va a castigar el señor.
YO: Sí, padre, mejor termine de confesarme y póngame la penitencia, que hoy con mayor gusto, la cumpliré.
PANCRACIO: Por todos los pecados cometidos, debería ponerte a rezar todo el rosario, pero se me ocurre…
YO: ¿Qué, padre? ¿Qué se le ocurre?
PANCRACIO: Se me ocurre… que puedo ponerte otra tipo de penitencia.
YO: ¿Cuál, padre? Dígame, yo estoy dispuesta a recibir el peor de los castigos.
PANCRACIO: ¿Prefieres rezar todo el rosario, o…?
YO: ¿O qué, padre… qué? No me mantenga en esta zozobra.
PANCRACIO: O preferirías… mamarme la verga.
YO: ¡Padre! ¿Qué es ese lenguaje? Estamos en plena confesión.
PANCRACIO: Ya lo sé, por eso te confieso que deseo sentir tu boca en mi verga, así como te vi mamándosela a Julián.
YO: Ay, padre, no me diga eso… si lo hago después va a querer más cosas.
PANCRACIO: ¿Y tú, no?
YO: No sé, padre, estoy confundida… creo que si Diosito me va a castigar, que sea por algo… ¿Por qué se queda callado?
PANCRACIO: Porque aún estamos a tiempo de evitar esta locura.
YO: Tiene razón, padre, pero no puedo dejar de tocarme y verlo masturbarse… se me hace agua la boca.
PANCRACIO: ¡No, Minga, basta!
Me tomó de la nuca y me llevó a su pene mojado, por instinto yo abrí la boca y se la chupé, él me bombeaba de tal manera que sentía la cabeza de su pene en mi garganta, le acaricié los testículos pasando mis uñas de arriba abajo mientras subía y bajaba mi cabeza de ese trozo de carne delicioso, él estiró su mano y me metió un dedo en la vagina, los dos nos movíamos como fieras en celo, de pronto comencé a sentir que me acalambraba toda y su cabeza en mi boca empezó a crecer:
PANCRACIO: Perdónanos, Dios mío…
YO: Que rica verga tiene, padre Pancracio.
PANCRACIO: Y tú tienes un hoyito delicioso… me vengo, Minga… Sigue… no pares…
MINGA: Que rico siento, así, padre, ya, ya, ya… ayyyyyyyyyyyyy…
Fue la mejor penitencia que haya recibido, si todas iban a ser así, me convertiría en la peor pecadora del mundo… pero el placer apenas comenzaba…
CONTINUARÁ…