4 manos para Sofía

Sofía comienza a trabajar en una empresa con un director muy misterioso. Se siente atraída por él. Ella por su parte es bastante tímida. Pero el juego le llevara a experimentar sus limites como nunca imagino

4 MANOS PARA SOFIA

Sofía retorcía sus manos nerviosa.

-Un currículum impresionante en cuanto a su formación… lástima que su experiencia no esté a la par.

No pudo Sofía replicar la respuesta que tenía preparada cuando su interlocutora continuó

-No tiene que excusarse. Nuestro director, el señor Roberto, la ha escogido personalmente, y él nunca se equivoca. Yo solo reviso la documentación. No obstante, antes de poder firmar el contrato, el director la entrevistará personalmente. Por favor espero unos minutos.

Sofía trataba de relajarse. Tenía 33 años. Era alta, con un metro ochenta. Tenía una figura estilizada, aunque en los últimos tiempos se había quedado demasiado delgada. No era una mujer de demasiadas curvas, con un pecho moderado de la talla 85. Su cabello rubio platino estaba recogido en una cola. Su piel era blanca como mármol y sus ojos de un reflejo verde. No  pocas veces le habían dicho que parecía una mujer de rasgos nórdicos. Vestía de manera pudorosa, con unos pantalones elegantes, marrones y una camisa blanca abotonada.

Se encontraba en Nuevo Horizonte, una misteriosa empresa surgida de la nada hacía pocos años, y que se había posicionado como un referente del mundo empresarial. Un conglomerado de abogados, comerciales y representantes que realizaban asesoramiento y operaciones personales por todo el mundo. El enorme éxito del grupo recaía sobre los hombros de su fundador y director, aunque era un hombre misterioso del que poco se conocía.

Sofía había sido una estudiante de éxito. Con una carrera brillante en comercio y política exterior, 3 idiomas y algún otro con bastante nivel, siempre había soñado con grandes metas. Pero el amor llamó a su puerta y olvidó sus aspiraciones. Se veía ya casada tras mas de 10 años de noviazgo cuando su pareja la dejo por otra mujer, según él, porque su relación era demasiado monótona y aburrida. Entró en una depresión de la que logró salir tras conocer a otro chico pero acabar con el mismo desenlace.  Sofía tenía una hija de cinco años, fruto de su última relación. Estando ella sola, ahora se desvivía por su hija. Se había obligado a aceptar trabajos de menor categoría, desde repartir publicidad, a trabajar de camarera en un restaurante de comida rápida. Por fin había conseguido un trabajo estable, no era gran cosa, como recepcionista en un motel, pero le permitía llevar un sueldo a casa. Hacía 3 dias sonó su teléfono para citarla en Nuevo Horizonte en una entrevista de trabajo, no recordaba haber echado nunca un CV en tal lugar, y aunque era asombroso que la llamaran, no podía ahora dejar su trabajo por una quimera. Tenía un discurso ensayado para agradecer la invitación pero renunciar. Lo repetía en su mente cuando por fin la invitaron a entrar en el despacho del director.

Sofía se había imaginado el clásico despacho con moquetas, muebles de caoba y atestado de libros viejos. Un tipo mayor, de aspecto osco y chapado a la antigua. Pero su sorpresa fue entrar en una amplia sala luminosa, moderna y minimalista. Tenía como decoración un peculiar cuadro con una escena de una pareja haciendo el amor. Un enorme escritorio acristalado predecía al director, que sin levantar la vista de su portátil, le indicó a Sofía que tomase asiento.

Mientras el tal Roberto seguía enfrascado en su ordenador, Sofía no dejó de observarlo. Era mas joven de lo que había pensado, alrededor de 40 años. Fornido y muy alto, casi de dos metros. Con espaldas anchas y unos brazos robustos, parecía un cuerpo de luchador o boxeador, envuelto en un carísimo traje plateado de seda y una camisa negra. Su rostro estaba cubierto por una barba de tonos rojizos que se fundían con una espesa cabellera, que le daban un aspecto de un león. Un mentón ancho y fuerte. Por fin Roberto cerró de golpe el portátil y clavó sus ojos en Sofía. La mujer dio un respingo al ver los ojos de un azul eléctrico de Roberto, una mirada que la penetró como una sacudida. Se quedó casi hipnotizada, mientras aquellos ojos la estudiaban, por momentos Sofía sentía como si los botones de su camisa se desprendieran uno a uno, su sostén se soltara y se quedara totalmente expuesta a ese hombre. Se sintió incomoda e involuntariamente se llevó los brazos a sus pechos. Por fin Roberto, sonrió, y retiró su mirada.

-Bienvenida, será un gran fichaje para esta empresa

-Bueno… no tengo nada de experiencia… como verá en mi curriculum..

-No me interesan los papeles –dijo Roberto alzando la mano – Tengo miles de ellos. No me interesa. Aquí buscamos a personas especiales…

-Me alaga señor.. Pero verá.. en estos momentos… lamento las molestias… -a Sofía no le salían las palabras, intimidadas por el hombre que tenía enfrente- No puedo permitirme venir, tengo miedo de..

Roberto se levantó de la mesa y rodeó el escritorio. Sofía pudo comprobar el cuerpo atlético que gastaba, y a pesar de ello, se movía con una gracia y agilidad impropias. Se sentó sobre la esquinera del escritorio, muy próximo a Sofía.

-Veras Sofía, permíteme tutearte. Yo siempre he creído que existen 3 tipos de personas. Las que tienen miedo y sucumben a ellos. No es malo, pueden ser personas felices, pero por desgracia son conformistas y solo tratan de vivir lo mejor posible. Luego están las personas que conocen sus miedos y se enfrentan a ellos para superarlos. Personas que logran grandes metas, con grandes sacrificios.. admirables.

Roberto volvió a clavar su mirada en Sofía, y esta se volvió a sentir atrapada, como si una fuerza invisible la dejase paralizada. También volvió a sentirse expuesta, desnuda, casi violada

-Y por último están las personas que conocen sus miedos, los aceptan como algo propio y natural, lo abrazan, se funden con ellos y renacen como una persona nueva. Son esas personas las que están destinadas a hacer grandes cosas, conquistar las mayores metas.

Roberto se levantó y rodeó la silla en la que estaba Sofía hasta quedarse tras ella. Posó su mano sobre el hombro de Sofía, a ella le incomodó muchísimo tal descaro, y se habría levantado de inmediato ofendida, si no fuera porque se sentía intimidada y con miedo de irse. La mano de aquel hombre era enorme y fuerte, sus dedos casi llegaban a su pecho, y notó con pavor como la mano se deslizó súbitamente hacia abajo, casi rozando con sus dedos su seno. Sofía odiaba la gente tal descarada, pero que además ella fuese victima de ello le producía una tremenda asquedad, pero seguía casi hechizada por el halo que emanaba aquel hombre y no lograba levantarse. Roberto se agachó y su rostro quedo a escasos centímetros del de Sofía.

-Yo te he escogido personalmente porque veo el potencial que tienes. Estoy seguro que aquí, en la familia de nuevo horizonte, lo vas a despertar y vas a conquistar el mundo. Tu nos harás ganar mucho dinero… y luego yo te prometo que te recompensaré. Te hare ver el mundo como nunca lo has visto querida.

Roberto se incorporó, regresó a su silla y fue como si el encantamiento se rompiera. Sofía sintió respirar otra vez, no se había dado cuenta que estaba manteniendo la respiración. Su cabeza era un bullicio de ideas y sensaciones. Y lo que mas le molestaba, era una cálida sensación placentera que se había ido floreciendo en su intimidad, aquel hombre era capaz de proporcionarle tanto respeto como deseo.. La voz del director la devolvió a la realidad.

-Firmaras por 6 meses, con un sueldo que considero te satisfará. Tendrás los recueros de la empresa y dentro de 6 meses te evaluaremos para que puedas ser parte por siempre de esta familia. Ahora si no te importa, tengo mucho trabajo.

Habían pasado 6 meses. El trabajo era el sueño de Sofía, y con un sueldo espectacular. Pero el echo de no lograr cerrar acuerdos ni producir ningún beneficio hicieron que los días fuesen transformando aquel sueño en un infierno. Se desesperaba y ya se veía fuera de Nuevo Horizonte cuando 3 dias antes de cumplir el plazo logró cerrar un negocio con un capital árabe bastante fructífero. Aun tenía dudas si un solo éxito en 6 meses bastaría para satisfacer la exigencia de la empresa.

Aquella mañana Roberto se paseó por la oficina, no era habitual ver al director y todo el mundo lo contemplaba fascinado. Llego hasta el despacho de Sofía y sin mediar palabra, le indicó que la siguiera, ella, sumisa, se levantó y la siguió, reprendiéndose por una actitud tan servicial. En el fondo Sofía llevaba 6 meses soñado con volver a ver a Roberto, aun recordaba aquel magnetismo tan obsceno, aquel hombre tan varonil en una perfecta mezcla de animal y caballero. Pensaba que podría tratar con él mas a menudo, pero no había vuelto a verlo desde que estuvo la primera vez en este mismo despacho. Roberto tomó asiento pero esta vez no le ofreció a Sofía sentarse, la dejó de pie unos  minutos mientras trabajaba en su ordenador.

-Un buen trabajo esta semana, un buen pellizco.

-Gra..Gracias señor… Se que no es mucho en este tiempo, pero tengo confianza en que a partir de ahora todo será mas fácil y…

Roberto se puso en pie y la miró a los ojos. Sofía enmudeció. Una vez mas se sintió muy débil, como si flotara en el aire y su cuerpo no respondiera. Aquellos ojos azules recorrían cada fibra de su ser, la desnudaban y la exponían para el goce de aquel hombre. Se sintió sucia por momentos, pero al mismo tiempo, casi excitada.

-Esta bien. Estoy seguro de que si, estamos muy contentos y vas a quedarte con nosotros.

Roberto rodeo a Sofía, ella sentía como la mirada, la evaluaba, su cuerpo, su culo, todo su cuerpo como si fuera un trofeo para él. No le gusto aquel acoso, pero no podía reprimir tampoco el deseo de que Roberto la tomara a ella.

-Esta noche te recogeré a las 8 en tu casa e iremos a cenar. Así firmaremos el nuevo contrato, tienes que celebrar tu renovación, y el cumpleaños de tu hija.

Sofía dio un respingo, jamás había mencionado a su hija, sabía que muchas empresas no toleraban a las madres solteras, ¿Cómo sabía aquel hombre que tenía una hija? Quiso protestar pero la sonrisa pícara de aquel hombre la descolocó.

-Ahora si me disculpas, tengo una videoconferencia con Alemania. A las 8 en tu casa. Se puntual

Roberto apareció en su deportivo puntual. Sofía estaba preparada. Su cabeza casi estalla a lo largo de la tarde. No era nada inusual firmar un contrato en una cena, pero una invitación tan personal de Roberto la descolocaba. Desde que lo conoció soñaba con aquel hombre, enamorada como una colegiada, pero consciente de que aquel hombre podía poseer cualquier mujer del mundo y no iba a fijarse en alguien como ella. Estaba nerviosa. Había seleccionado un conjunto de falda larga y camisa azul con una chaquetilla negra, casi tan formal como si fuese al trabajo. Solo se permitió un capricho. Su ropa interior era toda lisa, de colores apagados, pero en esta ocasión estreno un conjunto de ropa interior rojo, con transparencias muy sexy. Era el único que tenía. Se sorprendió a si misma comprándolo un día, su madre habría puesto el grito en el cielo porque le enseño de pequeña que ese tipo de conjunto era de mujeres busconas. Lo que mas se sorprendió a sí misma, es que lo compro pensando en Roberto. Jamás pensó ponérselo para ir a cenar con él.

Roberto la llevó al restaurante de un lujoso hotel VIP en el centro de la ciudad. La cena fue distendida, y Roberto demostró ser un locuaz orador llenando los minutos de anécdotas y una inteligente conversación. Tras los postres por fin Sofía firmo su contrato y ambos brindaron con un caro champan. El alcohol parecía hacerle efecto a Sofía que se envalentonó

-¿Cómo sabías que tenía una hija?

Roberto contestó como si no tuviese importancia

-Ye te dije una vez que en Nuevo Horizonte los CV no sirven de nada. Yo busco a las personas extraordinarias. Y claro, las tengo que investigar, hoy en dia es fácil.

La respuesta suscitó a Sofía nuevos interrogantes, que o fue capaz de expresar porque Roberto se inclinó sobre la mesa acercándose a ella y clavando sus misteriosos ojos en ella, atrapándola en su influjo. Dio un respingo cuando sintió las poderosas manos del hombre cerrarse sobre su propia mano

-Sofía, Sofía, Sofía. Tu has cumplido tu parte del trato y nos has hecho ganar mucho dinero. Yo hace seis meses también te prometí algo y es hora de cumplir. –La mano de Roberto subió deslizándose por el brazo de Sofía – Yo puedo hacer que rompas todas tus barreras, que renazcas como la persona que puedes y debes ser. Deja de reprimirte. Pero te lo advierto, no habrá vuelta atrás, el mundo será diferente, será el mundo que tú quieras crear. Si estas dispuesta, si quieres abrazar a tus miedos y convertirte, sígueme y déjame hacer.

Roberto pagó la cuenta y llevó a Sofía de la mano hacia un ascensor privado. El corazón le latía a mil por hora, deseaba entregarse a aquel hombre, tenía miedo de besarlo y parecer demasiado ansiosa, asi que permaneció callada y expectante. Se imaginaba a Roberto abalanzándose sobre ella en el mismo ascensor, en un arrebato de pasión, pero Roberto parecía un ser de mármol. Por fin llegaron a una lujosa suite y Roberto la condujo hasta los pies de la cama. Tomo su barbilla entre sus poderosos dedos, la acercó a su rostro y la beso. Fue un beso suave, dulce casi inocente pero que sirvió para que Sofía sintiese como se derretía por dentro, se le aflojaban las piernas y se entregaba con total pasión a aquel hombre.

Tras varios besos, Roberto se separó y recogió algo de encima de la cama. Era un antifaz aterciopelado y se lo tendió a Sofía.

-yo.. veras… a mi no me gustan los juegos raros..

Roberto colocó un dedo en los labios de Sofía callándola

-Tienes que elegir cariño. Solo tú puedes elegir.

Sofía suspiró y se coloco el antifaz, el mundo se hizo oscuro cuando se privó del sentido de la vista

En el silencio era capaz de escuchar su propio corazón bombear sangre, su respiración agitada, no era capaz de sentir a Roberto. Como un felino, silencioso, casi fantasmal, Sofía solo sintió como se desabrochaban los botones de la camisa hasta que esta se esfumo. No fue capaz de notar un solo dedo, pero si noto una cremallera y su falda caer deslizándose por sus piernas. Ahora estaba en ropa interior, con ese conjunto tan picante, expuesta al hombre de sus sueños. Un escalofrío recorrio su cuerpo, tenía miedo, tenía ganas de seguir. Sintió su sujetador desaparecer casi como por arte de magia, y por instinto sus manos fueron raudas a tapar sus pechos. Lo siguiente que recordó fue el dulce y húmedo néctar de los labios de Roberto, besando los suyos, mas profundamente que antes. Mientras la besaba, la recostó en la cama. Sofía respiraba mas agitada, tenía ganas de gritarle que la poseyera ya, que la hiciera suya, que se la follara. Pero todo dio un giro cuando noto como las manos de Roberto llevaban su brazo a un extremo del cabezal y lo ataban con una cinta. Antes de que pudiera reaccionar el otro brazo estaba también atado al otro extremo. Sofía se retorció, trato de zafarse pero era inútil y chilló algo. Un beso mas la calló y la relajó. Noto como su tanga se movia por sus piernas y quedaba desnuda. Sus piernas quedaron separadas y también atadas por otras cintas a los extremos de la cama. Ahora estaba totalmente desnuda, y expuesta para el disfrute de aquel misterioso hombre. Tenía miedo, estuvo tentada de gritar, y quizás lo hizo, también se revolvió tratando de liberarse. Y en el fondo, no podía reprimir un calor que le recorría el cuerpo, que estallaba en su mas intimidad, un calor que le abrasaba y que solo aquel hombre podía apagar.

Se hizo el silencio. Sofía no escuchaba nada, tampoco veía nada, solo era oscuridad. Llamó a Roberto en varias ocasiones y no obtuvo respuesta. Pasaron unos segundos muy angustiosos, luego minutos, que parecían horas. Los nervios la hicieron volver a luchar con sus ligaduras y gritar. Le pareció escuchar un “click”.

Silencio otra vez. Hasta que notó la calidez de unos labios que se posaban sobre su pecho. El beso fue exquisito, intimo, suave. Los labios dibujaban circunferencias por su pecho hasta cerrarse sobre su pezón. Unos labios que saborearon aquel pezón como una fruta sagrada. Una lengua que jugueteaba tímidamente. Mas besos sobre su pecho, delicados. Sofía respiraba agitada con cada beso, nunca la habían besado de una forma tan agradable, quería mas. Y como si sus pensamientos fueran ordenes, aquellos melosos labios subieron besando su cuerpo, su hombro, su cuello… Fue entonces cuando lo notó. Primero fue el olor afrutado. Luego el roce de una piel fina y suave. Por ultimo un pecho voluminoso rozándose con su propio pecho. Aquellos labios, aquellos besos pertenecían a una mujer y no a Roberto. Sofía se retorció y se sacudió luchando histéricamente por salir de aquella cama, chillo llamando a Roberto y pidiendo socorro hasta caer exhausta. Pasaron unos segundos y los besos regresaron a su cuello. Fueron mas profundos. Una cálida respiración se pegaba a su lóbulo, los labios atraparon su oreja y los besaron con suavidad, y volvían a bajar a su hombro. Sofía disfrutaba a cada beso, se rindió a las sensaciones que su cuerpo le mandaba en todas direcciones, aquella boca la besaba justo donde deseaba en cada beso como si supiera leer cada centímetro de su cuerpo. Noto ahora los dos pechos de la mujer sobre los suyos, era una sensación extraña, agradable en cierto sentido pero algo incomoda. Notó un aliento cálido y dulce sobre su rostro, una respiración que se unía a la suya. Seguía el silencio solo alterado por sus propios suspiros. No pasaba nada. Ella sabía que pasaba. Y abrió la boca separando ligeramente los labios, invitando a la misteriosa mujer a entrar en ella. Al acto noto los labios de la mujer. Sabían bien. Sus lenguas se encontraron, tímidamente, como si jugasen al escondite entre ambas. Fueron besos deliciosos, relajados. Uno, otro, otro mas. Cuando los labios desaparecieron Sofía se quedó con ganas de mas.

Sintió aquella juguetona boca deslizarse por sus pechos y su estomago. Unos dedos de largas uñas recorrían su silueta. Los labios llegaron a sus muslos y los dedos acariciaban cada recodo de sus piernas. Subieron. Los labios la besaron en el interior de sus piernas, besaron su monte de venus, una lengua se deslizaba por cada pliegue de sus labios vaginales. Esa misma lengua que terminó penetrando en su interior, tímidamente, pero con una dirección concreta. Sintio como acariciaba su clítoris, como lo lamía con frucción. Las manos seguían deslizándose por su cuerpo, llegaban a acariciar sus pechos y regresaban a sus caderas. Se dejó hacer atrapada por el torbellino de placer, como nunca antes había sentido. Y con cada movimiento de aquella lengua una sacudida, y otra y otra hasta que su respiración delató un profundo y sentido orgasmo que le duró minutos mientras se retorcía contra sus ligaduras.

Pasaron los minutos, Sofía parecía despertar de un letargo de placer. Solo había silencio. Y placer. Y seguía sin poder moverse, seguía abierta y expuesta. Dos manos comenzaron a masajear sus hombros. Pero no eran las manos de antes. Eran unas manos mas callosas y gruesas, de un hombre, pero no las de Roberto, estaba segura. La masajeaban con experiencia, relajando la tensión tras el orgasmo. Las manos se deslizaron a sus pechos, en esta ocasión cada mano era capaz de coger un solo pecho. Juguetearon con ellos, aprisionándolos y soltándolos. Volvieron los besos. Era una boca mas grande. Ahora mordisqueaba entre los labios los pezones y daba pequeños tirones. Cada uno de ellos era correspondido por un espasmo de Sofía que se retorcía. Su respiración se aceleró. Sin soltarle el pecho izquierdo, noto el cuerpo musculado reptarle por el cuerpo, era duro y potente y unos labios se pegaron a los suyos. El olor era varonil, pero de perfume caro y agradable. La boca del hombre se unió a la suya y su lengua exploro ávida su interior. Mordisqueaba sus labios a la par que seguía pellizcándole los pezones. Una mezcla de tortura y placer. Comenzó a besar al hombre y notó el regreso de las manos pequeñas y suaves,  deslizándose arriba y abajo por sus piernas y sus muslos.

Hubo un movimiento por instante 4 manos se deslizaban arriba y abajo por todo su cuerpo, desde las piernas a la cintura, desde los hombros hasta las muñecas. Sofía noto dos bocas, cada una de ellas en uno de sus pechos. Una mas juguetona, otra mas salvaje mientras seguían las 4 manos deslizándose en círculos por todo su cuerpo. Se retorcía, esta vez no por miedo ni para escapar, Sofía necesitaba que la poseyeran una vez mas, necesitaba saltar sobre una de aquellas personas y atraerlas dentro de ella. Una vez mas sus deseos parecían ser atendidos. Notó al hombre posar sus manos, firmes y duras en sus caderas. La levantó levemente y  colocó su pene en su vagina. Sofía iba a estallar, la quería dentro ya. Y la obtuvo, el hombre la embistió y la penetro sin mas miramientos. Notaba aquel pedazo de carne entrar y salir, ardía por soltarte, abrazarse al hombre, clavarle sus uñas y aquella impotencia de no moverse la hacía retorcerse en la cama. De súbito los labios de la mujer aparecieron para besarla por el cuello una vez mas. La mano de la mujer tomaba sus pechos con dulzura, los apretaba con amor y jugaba con ellos. Los besos en el cuello se combinaron con besos profundos en su boca. Besos mas obscenos que la primera vez. El hombre seguía cabalgándola, empujando con una fiereza animal. Su boca se derretía con la dulzura de la amazona. Las manos recorrían su cuerpo. La polla entraba una y otra vez. Y en un estallido de placer, Sofía comenzó a gemir, a convulsionar en el orgasmo mas fuerte que jamás había sentido.

No sabía cuanto tiempo había pasado. Puede que solo unos minutos, quizás horas, la noción del tiempo la había perdido desde que quedo a oscuras. En algún momento se había dormido. Quizás solo perdió la orientación unos instantes. En cualquier caso ahora estaba libre, no tenía nudos en sus manos ni en sus piernas. Se incorporó, su cuerpo aun estaba cálido, algo cansado y relamiendo todavía las últimas gotas del sexo que había tenido. Se quitó la venda y se encontró a Roberto sentado en una silla observándola desde el otro extremo del cuarto. Instintivamente se echo la sábana por encima, tapando su cuerpo y se puso en pie. También Roberto que la escrutaba con sus ojos eléctricos. ¿había participado Roberto en todo esto? Estaba convencida de que no. ¿Había estado todo este tiempo observando? No lo sabía y la respuesta la asustaba. Creía que si. De repente se sintió muy estúpida tapando su cuerpo y dejó caer la sábana al suelo, quedándose desnuda frente a su jefe. Roberto sonrió.

-Ya estás preparada. Hoy es el primer día del resto de tu nueva vida. Te veré mañana en el trabajo.

Roberto se marchó y dejó en el cuarto a Sofía. Algo había cambiado y ella lo sabía.