4. Conexiones – Traiciones.

Revelando la primera traición de Arturo Duarte.

Año 2007...

Ya era finales de julio.

Era plena mañana y mi celular no dejaba de sonar mientras me estaba colocando una camisa azul oscuro, viéndome al espejo, estaba un tanto serio y con ojeras, pero ya era un tanto normal en mí debido a las pesadillas recurrentes que tenía en la noches. El celular volvió a sonar y di un suspiro de frustración, lo tomé para darme cuenta que tenía 20 mensajes de Arturo, pidiendo que no olvidara que hoy era la graduación, que no llegara tarde y me vistiera bonito. Yo volví a suspirar leyendo esos mensajes y lancé el teléfono a la cama.

-   Idiota... – insulté a la nada.

Volví a mi trabajo terminando de abrochar todos los botones de la camisa y cubriendo las leves marcas que estaban en mi pecho. Ahora tenía que buscar una corbata que combinara con el jean negro y los zapatos deportivos blancos que llevaba. Después de un par de minutos escogiendo encontré una corbata de color plateada y volví al espejo. Fue un rotundo fracaso al tratar de hacerle el nudo a la corbata, simplemente no lograba que quedara bien, di un grito de frustración y me la quité molesto lanzándola al piso. Me vi nuevamente en el espejo dándome una mirada completa, no estaba ni tan bien, ni tan mal, a pesar de haberme bañado me seguía viendo cansado y algo sucio.

-   Necesito dormir una semana entera... – me hablé al espejo.

Seguía algo despeinado así que me pase la mano por el cabello tratando de aplacarlo sin éxito y me coloqué un poco de colonia. Antes de salir vi el bastón dudando en si llevarlo o no, ya no lo necesitaba realmente, solamente lo llevaba los días en que me esforzaba mucho, pero hoy solamente iría a una graduación y almorzaría con Arturo, así que negué con la cabeza tomando en cambio mi celular que había dejado en la cama.

Estaba solo en el apartamento de Mathew, mis padres se habían ido de viaje con Tony a Miami, con la excusa de distraer a mi hermano y premiarlo por haber pasado todas sus materias. Mis padres me pidieron que fuera con ellos para no estar solo en casa, pero yo había decidido quedarme con Mathew, que en ese momento estaba trabajando en el Clínico Universitario y las veces que no se quedaba de guardia pasaba todo el día junto a él.

A pesar de todo y con mucho esfuerzo, también había pasado mis materias, el próximo año sería el último en la secundaria con el clan, lo cual me alegraba ya que finalmente saldría del colegio e iría a alguna universidad.

Arturo tenía en claro que estudiaría en la Universidad Santa María, Comunicación Social como su hermano, aunque en las últimas semanas le estaba rondando por su cabeza que él y yo teníamos que hacer un viaje por toda Europa. Yo en realidad no tenía en claro que haría con mi vida después de salir del colegio, había escuchado a Carlo decir que estudiaría medicina sí o sí, Guille que deseaba estudiar ingeniería, pero yo, nada... Mi hermano la noche anterior me había preguntado lo mismo, me pidió que lo pensara, que el tiempo pasaba muy rápido.

- ... Sé que no quieres pensar con eso.

- Si lo sabes, entonces dejemos de hablarlo – sentencié.

Tampoco es que lo había pensado mucho, solamente que no deseaba pensar en eso ahora.

- ... Tus amigos ya tienen en claro qué van a estudiar.

- ¿Seguimos hablando de esto?

- Claro – respondió con una sonrisa –... Y tus otros amigos se gradúan mañana.

- Ya lo sé.

- ¿Irás? – yo suspiré ignorándolo.

Había volteado los ojos a tu pregunta.

Era obvio que sabía que mis amigos se graduaban y estuve en duda si iría o no hasta prácticamente esa misma noche anterior. Yo no quería ir realmente, porque sabía que me sentiría incomodo, pero ante la insistencia de Mathew, Richard y los del clan acepté, era un evento ver a Arturo graduarse.

Esperé unos 15 minutos y vi mi celular de nuevo, la madre de Guille ya estaba llegando así que decidí bajar a la planta baja. Después de haber perdido a Jonathan a principios de año, mis padres habían decidido no contratar a otro chofer, ahora nosotros teníamos que buscar trasporte para trasladarnos de un sitio a otro si estábamos solos o si mi madre no quería conducir y para ésta ocasión, la madre de uno de mis amigos era la indicada.

Al montarme en el carro, Carlo y Guille me saludaron alegres y yo solo asentí con la cabeza.

-   Alégrate, Andrew, el otro año nos toca a nosotros – mencionó Carlo.

-   Sí... ya sé – dije.

-   No te ves muy alegre.

-   Lo estoy, Guille.

Pero en realidad no lo estaba, no era algo que celebrar, era mi antigua promoción, pase con ellos muchos momentos de mi vida, exceptuando el último año escolar. Que ellos se graduaran sin mí, me partía el alma.

Cuando llegamos la graduación ya iba a empezar, todos los familiares estaban entrando y nosotros íbamos a hacer lo mismo, pero las chicas de protocolo al ver que no éramos familiares directos de los graduandos nos dirigieron a las gradas, así que caminamos un poco y ya el resto del clan nos estaba esperando.

Richard llegó minutos después y se sentó a mi lado sorprendiéndome, iba vestido con una chaqueta de cuero oscura, camisa negra, unos pantalones caqui y unos converse negros, los pendientes que siempre llevaba brillaban por las luces del auditorio con cada movimiento de cabeza que hacía.

-   ... ¿Quién lo diría? El imbécil de Arturo se gradúa.

-   ¿Cómo llamaste a Arturo? – expresó Jhonny molesto.

-   Tranquilo... es amigo nuestro.

-   Jajaja... Andrew ¿Ellos son los fanáticos que me comentaste? – me preguntó en voz baja.

-   Sí... no hagas movimientos bruscos.

Ambos reímos mientras los del clan lo miraban de forma recelosa.

El teatro estaba lleno de personas sumado a los cientos de flashes, pude notar como mis antiguos amigos estaban muy bien vestidos, se colocaban las togas, birretes azul rey y una estola dorada con el logo del colegio y promoción. Los del clan no dejaban de decir que el próximo año estarían allí, que sería el mejor de sus vidas, pero yo no estaba prestándoles atención, estaba en silencio y sin pensar en nada realmente. Fue cuando sentí una presión en mi mano, era Richie que me sonreía dándome algo de apoyo.

-   Tranquilo, no es la gran cosa graduarse, solo subes, recibes el diploma, te aplauden, te tomas la foto y bajas... Entrar y salir.

-   Sí... tu graduación fue más rápida.

-   Y menos lujosa, pero aquí es diferente, este es el colegio de los millonarios... – seguido de una risa que acompañé.

Desde donde estaba pude ver a Carlos y Henrique tomándose fotos con el fotógrafo, no había compartido mucho con ellos éste año, pero si tuve un par de charlas en los recesos, también estaba Selena hablando con sus padres, mi relación con ella había sido cortada completamente, me seguía mirando con odio cada vez que podía y si era posible, borrar la sonrisa que tuviera en ese momento. Y al que no pude ver entre la promoción fue a Manuel, el cual por los rumores que escuché, se había ido a Portugal el último día de clases.

En los 10 minutos que estuve sentado, se esparció el rumor que yo estaba en las gradas, algunos me saludaron desde lejos y yo les correspondía por puro protocolo.

- Muy bien, les pido a la promoción, familiares e invitados que busquen su asiento – se escuchó una voz en altavoces.

-   Ya va a empezar... – dijo Carlo algo emocionado.

-   ¿Y Arturo? – preguntó Guille.

-   Sí ¿Dónde está? – secundó Sebastián.

-   No lo sé, se supone que llegaría primero que nosotros – les respondí viendo a todos lados.

Ya cuando todos estaban sentados y en silencio, la puerta principal se abrió de repente y mi novio había llegado corriendo, estaba muy elegante con un traje, corbata, zapatos negros y camisa blanca.

-   Allí está. Siendo el centro de atención – dije.

-   Clásico de Arturo – corroboró Richard.

-   ¿Ese es su hermano? – preguntó Sebastián sorprendido.

-   ¡Increíble! – alabó Jhonny.

-   ¡Maldita sea! – exclamó Marcello viendo al techo.

-   Es un dios... – suspiró Guille.

-   Es Arturo con esteroides – terminó por decir Carlo.

-   Ya basta muchachos... supérenlo – les callé apenado de que otros los escucharan.

-   Vaya... era cierto lo del club de fans – exclamó Richie con burla.

Y era cierto, Richard estaba sorprendido de cómo adulaban a los hermanos Duarte, no solo teníamos que soportar la adulación del clan hacia Arturo, ahora también debíamos escucharlos hablar de Aquiles. Su hermano iba igual de elegante, su traje se ceñía al cuerpo de gimnasio que se gastaba, hubo murmullos a su alrededor y un par de flashes se vieron entre el público a su dirección como si el fuese una celebridad. En realidad no había hablado con él en mucho tiempo, pero según mi novio estaba comportándose bastante bien. Las voces se estaban elevando un poco de nuevo y la vice directora comenzó a tranquilizar a la gente de nuevo después de la llegada de los hermanos.

- Muy bien, les pido silencio por favor. En este momento entrarán las autoridades a la sala. De pié por favor...

Fue un acto muy protocolar, entró el director Linares junto a algunos profesores que estaban en los departamentos principales del colegio, hasta entraron los padrinos de la promoción y un chico que estudiaba con nosotros que supuestamente era el presidente del centro de estudiantes.

A partir de allí fueron discursos tras discursos, bastante tediosos que ni puedo recordar, hasta que llegó el momento que todos esperábamos, la entrega de títulos.

Ya entendía el por qué todos deseaban que yo estuviese allí, sentir esa emoción por la otra persona que estaba recibiendo el fruto de tantos años justo en ese momento, era muy satisfactoria. Gracias a Dios y Arturo se apellidaba Duarte, no tuvimos que esperar mucho para verlo subir al escenario acompañado de nuestros aplausos. Sentí mucha empatía por él en ese momento, su nerviosismo fusionado con la alegría que demostraba en su sonrisa al estrechar la mano del director, luego mostrarnos su título, al clan, Richard y a mí que celebrábamos desde las gradas y Aquiles que aplaudía igual de emocionado desde los asientos. Fue cuando escuchamos un grito demasiado sobrexcitado incluso para nosotros.

-   ¡¡¡SIII!!!... ¡¡¡ARTURO!!!... ¡¡¡ TE AMOOO!!! – gritó una chica desde las gradas.

Era una chica trigueña, algo mayor, bien maquillada con el cabello oscuro y suelto hasta la cadera. Con una vestimenta oscura, escarchada y reducida, mostrando sus piernas y un gran escote enseñando lo que para mí eran unas tetas operadas. Se movía emocionada aplaudiendo, casi se caía por perder el equilibrio debido a los tacones, pero fue ayudada por tres hombres que la miraban como si se la fuesen a coger allí mismo y ella agradeció su ayuda sentándose en un lugar cercano apenada.

Tomé a Richie del hombro y lo acerqué tanto que ninguno del clan pudo escuchar lo que hablábamos.

-   ¿Quién es ella? – pregunté.

-   No lo sé... pero esta buenísima – dijo Richard babeándose.

-   Oye... Richie, no la conozco, ¿Verdad? – estaba dudoso.

-   No vale...

-   Es que al parecer vino solo por Arturo.

-   Tal vez sea invitada de Aquiles, su novia, no lo sé – resolvió.

En cambio los del clan estaban agitados mirándola y hablando como si solamente existieran ellos en el auditorio.

-   ¿Será lo novia de Arturo? – preguntó Sebastián a los otros.

-   Sí, debe serlo, tiene cara – respondió Jhonny.

-   Le vieron esas tetas…

-   ¡Uyyy!... ¡Sí! Así me gustan, grandes y duritas.

-   Coño, está demasiado bella.

-   ¿Cómo se verá desnuda?

-   Ya sé a quién le voy a dedicar mis pajas…

Seguido de la risa de todos por ese último comentario lanzado al aire por el clan.

-   ... No es su novia – dije algo serio y cortante.

-   Jajaja... ¿Qué pasó Andrew?... ¿Celoso? – preguntó Marcello por lo bajo y lo ignoré.

Ya al terminar la entrega de títulos, fue otra sesión de discursos y llegó el momento de que los padrinos hablara. Uno de ellos no lo conocía ya que daba clases solo a los de 5to año, en cambio el otro profesor era el de física, un tipo blanco, alto y algo obeso para su edad, con una barba y voz muy profunda. Nos daba clases a todos los cursos, él era un maestro para las fórmulas y resolver cualquier ejercicio.

Se acercó al estrado tomando el micrófono y comenzó a hablar sobre lo bueno y malo que era el curso en general a modo reflexivo. Sobre el futuro, para después hablar de algunos graduandos en especial, agradeciéndoles su presencia y de las cosas que hasta él mismo había aprendido de ellos haciendo llorar a algunos. Y fue cuando su discurso se desvió a algo que nadie se esperaba.

-   ... Y también quiero recordar, que éste día una de sus compañeras nos acompaña en espíritu, fue una chica que tenía un futuro grande y que le fue arrebatado sin que ninguno se lo esperara. Pero, ella está aquí con nosotros, celebrando por ustedes en este momento. Yo les aseguro, que las cosas pasan por una razón, son señales que uno debe de interpretarlas de la mejor manera.

Hizo una pausa y miró hacia las gradas, específicamente hacia mí.

-   También está usted, joven Andrew, que a pesar de todo, sigue vivo. Usted es la clara prueba de que quién quiere, puede hacerlo. Lo felicito a usted también por saber entender las señales y seguir adelante. Sé que no está sentado con sus compañeros, pero lo hará pronto... Nos veremos el próximo año.

Yo solo pude asentir con la cabeza mientras se me arrugaba el corazón y los ojos se me volvían rojos. Mi amigo Richard me abrazó por el hombro y el profesor continuó con su discurso haciendo terminar de llorar a la mayoría de los presentes, incluso a él mismo.

Al terminar el acto y salir del auditorio, nos acercamos a Arturo que estaba hablando con su hermano. En ese momento iba a felicitarlo, pero fue él quien me abrazo primero dándome un beso en la mejilla, los demás chicos del clan se reunieron alrededor de nosotros para gritar muy alto, logrando dar un abrazo grupal y terminar con la felicitación. Ya después de eso los chicos se separaron, me di cuenta que ahora veían a Aquiles de la misma manera en la que veían a Arturo, aunque esta vez se quedaron intimidados por él y prácticamente se despidieron sin decir nada, dejándonos a Richard y a mí con los hermanos Duarte.

-   ¿Qué pasó mariquita? – saludó refiriéndose a mí.

-   No me gusta que me digas así, Aquiles.

-   Pero lo eres, con mi hermanito – explicó y soltó una carcajada.

-   Ya vale...

-   A pesar de todo, sigues siendo el mismo, me alegra.

-   Gracias – agradecí luego de que me diera un leve abrazo.

-   ... ¿Y tú qué malandro? – ahora se refería a Richard.

-   ¿Qué es vale?... Que te saco el hierro – le respondió provocándolo.

-   Te la das machito ahorita, ¿Verdad?

-   Yo sí. Mira que andas vestido así todo bonito, para robarte...

-   ¿Robarme un beso? – le interrumpió.

-   Asco, puto. Deja las homosexualidades para ellos – terminó señalándonos a nosotros.

-   Tienes razón, malandrito. Nosotros si somos machos.

Yo estaba ahora abrazado a Arturo, miraba todo bastante tranquilo y con una sonrisa. Acepté que sí necesitaba de esto en ese momento, contagiarme de la alegría de los demás. Richard y Aquiles estaban haciendo una actuación de que iban a pelear y Arturo llamó su atención.

-   Bueno, dejen la ridiculez. Tengo hambre y quiero almorzar.

-   De pana… yo también tengo hambre y así puedo chulearme a Aquiles – Richie le hizo un gesto con el codo –... Tú pagas ¿No?

-   Claro, hoy invito yo. Mi hermanito se lo merece ¿A dónde quieres ir?

-   No lo sé, un sitio caro porque tú pagas.

Hubo una risa entre todos y nos dirigimos a la camioneta de Aquiles. En el camino al estacionamiento estuvimos comentando lo que había pasado en la graduación y de como el discurso de su padrino de promoción les había llegado a todos. Arturo explicó que se sintió muy nervioso cuando escuchó su nombre y fue subiendo lentamente al escenario a buscar su titulo, pero luego se sintió feliz al escuchar los aplausos y al vernos.

-   ... De verdad que se sintió muy bien. Todos me aplaudieron, creí que la promoción me odiaba.

-   ¿Y por qué te odiarían? – preguntó sarcástico Richie –... Ahhh sí… Por ser un cretino, ególatra, falso, jodedor, mierda y…

-   No te odian – interrumpí –. Nadie te odiaba en ese momento.

-   Todos te querían… mucho más la tetona de las gradas.

-   ¡Cierto! – exclamé recordándola.

-   ¿Quién? – preguntó Aquiles.

-   Una chica que gritó el nombre de Arturo como loca y por cierto… ¿Dónde está? – pregunté viendo a todos lados.

-   Pero ¿Quién era?

-   No lo sé, Aquiles… creí que era tu novia o algo así.

-   Sabes muy bien que yo no tengo novia.

-   ¿Cómo era? – preguntó ahora Arturo serio.

Richard le explicó con lujo y detalle cómo era la chica – exagerando el hecho de que tenía las tetas operadas y lo bella que era –, la forma en la que se emocionó cuando escucho su nombre solamente, de resto se había quedado sentada viendo su teléfono o comiendo algunos dulces que había llevado hasta que había desaparecido. Arturo solamente dijo que no la recordaba y se quedó en silencio mientras abría la puerta de la imperdible Merú color amarilla de Aquiles.

-   Suban.

-   ¿Estás bien? – preguntó Richie.

-   Aja…

-   Oye… lo que te dije fue en broma, Arturito… Bueno, no todo, pero te lo dije de cariño.

-   Claro, claro… suban – pidió quitándole importancia.

El resto del viaje Arturo no dijo mucho, Aquiles se dirigió a un restaurant que conocía, explicando que no era un sitio al que llevaba a sus amigas, éste lugar era especial, era un local que estaba en el pent-house de un edificio, ubicado en el sur este de la ciudad, la mejor zona de la capital. Le pregunté a Aquiles si Mathew podría acercase, recibiendo una respuesta monótona de su parte, así que le envié un mensaje a mi hermano para que almorzara con nosotros.

Ya en el restaurant italiano, los mozos nos recibieron al momento de salir del ascensor y nos dirigieron a la mesa. El lugar era amplio, las paredes pintadas de un tono tostado, revestida en algunos sitos en madera, con grandes ventanales y arañas que colgaban del techo. La mesa en que nos sentaron era de manteles blancos y amarillos y teníamos una vista prefecta de la ciudad. Estuve seguro que Richard se sentía un tanto fuera de lugar al ver el lugar lleno de empresarios y parejas de la clase alta, pero no dijo nada.

Después de un par de minutos recibí la respuesta de Mathew, decía que no podría almorzar con nosotros, pero si llegaría en un par de horas para el postre así que decidimos que lo podríamos esperar. Los hermanos pidieron una pizza gigante con todo lo que podían colocarle, nosotros en cambio pedimos un plato de plasta cada uno, una ensalada cesar para compartir y de tomar unas cervezas. Les puedo decir que la comida estuvo deliciosa, acompañada de anécdotas y risas de todos.

-   ... Me alegra haber venido – les dije.

-   Tenías que venir Andrew, era mi graduación.

-   Claro, pero… estaba algo desanimado.

-   Haz pasado por mucho, es claro – afirmó Aquiles –... Por eso debes salir y joder.

-   No es tan fácil – le corté.

-   ¡Claro que sí!... Nos tienes a nosotros para eso.

-   Aquiles y yo podemos distraerte todos los días – apoyó Richard.

-   Y tu novio todas las noches.

Aquiles dijo ese comentario un tanto alto que la pareja sentada cerca de nosotros nos miró curiosos, yo lo callé molestó con una patada y él comenzó a reírse de forma burlona guiñándome el ojo.

-   ¿Por qué me callas? Todos aquí sabemos que ustedes son novios.

-   Es cierto – continuó Richie –… ya lo aceptamos, no es la gran cosa.

-   Sí, pero aquí hay más gente…

-   Sí, ya cállense los dos – me apoyaba Arturo.

-   ¡Maduren, vale!… No tiene que ser un secreto, aquí no hay nadie que los conozca. Pueden ser normales.

-   Somos normales Richard, Arturo y yo somos amigos...

-   No, son novios – me interrumpió Aquiles tomando su cerveza –… bésense.

-   ¡¿Qué?! – exclamamos ambos.

El hermano de Arturo se había reclinado en su silla, nos señalaba con la botella y una sonrisa pícara esperando a que lo hiciéramos.

-   Háganlo o les voy a hacer pasar pena.

-   No vamos a besarnos – protesté.

-   Ya para, Aquiles – advirtió Arturo.

-   ¡Besa a tu novio, vale…!

-   No lo harán, Aquiles.

-   Si lo van a hacer, Richard… ¡Mozo! – llamó en alto.

El mesero llegó al momento y empezaron a tener una conversación por lo bajo, llena de risas y asentimientos de cabeza por parte del mesero.

-   ... En unos minutos le traerán lo que pidió, señor Duarte.

Luego le entregó una propina.

-   Que sea rápido… quiero incentivar a estos chicos.

-   Por supuesto, señor – hizo una reverencia y se fue.

-   ¿Qué pediste? – preguntó Arturo curioso.

-   Un regalo para ti… es una sorpresa, claro.

-   No confío en tus sorpresas.

-   Dependiendo de si hacen lo que les pedí, será una sorpresa buena o mala… ya el mozo sabe qué hacer.

Él seguía sonriendo, pero ahora fue transformada a una sonrisa un tanto siniestra. Richie estaba ansioso, miraba a todos lados viendo a los meseros pasar sin decir mucho y esperando a que alguno de nosotros dos hiciéramos algo. No pude pensar en alguna señal buena de lo que él quisiese llamar sorpresa, solo cosas malas, principalmente en la que yo seguro terminaría pasando pena frente a todas estas personas. Y Arturo estaba apretando los puños debajo de la mesa mirando a su hermano serio, ambos se miraban y yo trataba de descifrar que era lo que se decían entre ambos.

-   Bésense…

-   No.

Siguieron mirándose creando un ambiente muy tenso, después de estarnos riendo por prácticamente todo el almuerzo, ahora los cuatro estábamos en silencio mientras los demás clientes charlaban entre ellos.

-   ¿Qué piensas que haré, hermanito? – preguntó risueño.

-   Una estupidez seguramente y arruinarás mi día.

-   No haré nada malo, si ustedes hacen lo que les digo.

-   ¿Qué tan malo es? – pregunté – Si vas a hacerme pasar pena en público, puedo soportarlo.

Aquiles sólo sonrió.

-   Ya pues, bésense y terminen con esto. Que ahora yo me estoy poniendo nervioso – expresó mi amigo.

-   No te metas, Richie – dije molesto.

-   Oh… por... Dios... ¡Aquiles! – dijo su hermano –, vas a traer una puta.

Su sonrisa se volvió más amplia.

-   ¿Me crees capaz de eso?

-   De eso y de más.

-   ¿En serio vas a traer una puta? – le preguntó Richard en voz baja.

-   Jajajajaja… Por Dios, éste no es el lugar, ni la hora para esa clase de sorpresas.

-   Por lo menos eres consciente de eso – le dije.

-   Pero… si es el momento para que ustedes se besen, ya saben, como novios oficiales – terminó.

-   ¿Solo quieres eso?... ¿Un beso? – preguntó Arturo.

-   Claro.

-   ¡Bien! – aceptó resignado.

-   Pero, no un beso cualquiera… bésense como lo hacen en mi apartamento cuando creen que no los veo.

-   Coño, no vamos a hacer aquí lo que hacemos en privado... eso no se hace.

-   Es solo un beso, no quiero verlos pajearse, ni sus mamadas locas.

-   Asco – expresó Richie viéndonos.

-   Si eres exagerado, ya nos hemos pajeado juntos – le dijo Arturo.

-   ¡Coño!... ¡Que yo no los toqué esa vez!

-   ¿Ustedes…? – le preguntó Aquiles a Richie.

-   No… no… ¡No!... Nada de eso. Solo fue una paja, yo los vi desde lejos – y lo siguiente se lo dijo a Arturo directamente –... Te había dicho que no se lo dijeras a nadie.

-   Se me olvidó.

-   Olvidemos eso... Por favor.

-   Olvidemos todo, mejor – terminé diciendo.

Pero la morbosidad de Aquiles era inigualable.

-   Ya creía que cogías maricones como ellos, mi querido Richard. Aunque ellos no han hecho nada de eso últimamente.

-   No vale… con hombres no... olvida esa vaina, coño. Yo soy hombre.

-   Y yo también.

-   ¿Acaso no te ha dicho que también ha estado con hombres? – le cuestionó Arturo a Richard.

-   No jodas... Aquiles... ¿Es cierto?

-   Claro... nadie se resiste a éste cuerpo.

-   Que bolas, estoy rodeado de maricos – dijo tocándose la frente.

-   Epa... ¡Epa!... a mí me gustan las mujeres. Pero, me divierto con algún tipo de vez en cuando – dijo en voz baja.

-   Qué horror... – expresó.

-   Quizás me divierta contigo algún día, malandrito... Hace tiempo que alguien no tiene sexo entre machos en mi apartamento – le comentó muy tranquilo.

-   Creo que voy a vomitar... en serio, para con esto. Me estás matando.

-   Jajajaja... Que dramático tranquilo vale, es jodiendo.

Aquiles le tomó por el hombro dándole un apretón logrando una sonrisa de Richie, fue algo espontaneo y lleno de complicidad masculina. Y es que la conversación se nos fue escapando de las manos con cada frase, ahora hablábamos de lo que el hermano de Arturo hacía en su apartamento y de forma implícita lo que Arturo y yo hacíamos, cosa que realmente no era de su incumbencia. Estaba rojo de la pena cruzándome de brazos muy incomodo, Arturo vio cómo estaba y buscó mi mano dándome apoyo.

-   ¡Ya basta, por favor! – exclamé.

-   Es en serio, dejemos de hablar de eso… Por favor, hermano.

-   De acuerdo hermanito, pero bésense rápido que la sorpresa va a llegar – y volvió a sonreírnos.

-   ¿Seguimos con eso? – pregunté agitado.

-   Por supuesto, es más, Arturo ya había aceptado. Solo faltas tú.

Yo miré a mi novio y él solo se encogió de hombros.

-   Terminemos con esto. O se pondrá peor, Andrew.

-   Pero…

-   Es solo un beso y nos dejará tranquilos.

Me quedé mirándolo y pensando en lo que iba a hacer. Besarme con mi novio en un lugar tan público, que todos nos estuvieran mirando… no era bien visto, éramos muy jóvenes aún para estar exhibiendo nuestro amor con la gente y menos en un país tan homofóbico como Venezuela, si estuviésemos en Estados Unidos o en Europa, sería otra historia, algo más relajado.

Estaba siendo presionado por todos, Aquiles me miraba con burla, Richard estaba con los ojos abiertos como plato negando con la cabeza y Arturo que volvía a apretar mi mano llamando mi atención, él asintió con su cabeza dándome ánimos. Me resigné a lo que iba a pasar y les dije que lo haría.

Lo que íbamos a hacer fue una locura.

Me acerqué a Arturo y él hizo lo mismo. Coloque una mano en su mejilla, él en mi cuello para sentir un poco más de mí y ahora fue imposible escapar del toque del otro.

Al momento en que sentí nuestras respiraciones, imagine que estábamos solo los dos en ése restaurant. Cerré mis ojos juntando mis labios a los suyos, fue un beso tranquilo, cálido y mi corazón se agitaba con cada roce que tenía. Luego su lengua hizo contacto con mis labios invitándola a entrar, fue un choque intenso que disfruté con placer al sentir como nuestras lenguas luchaban, él dejó escapar un leve gemido logrando que una corriente en mi entrepierna despertara mi verga un poco. Un leve mordisco juguetón en mi labio inferior me hizo sobresaltar, iba a alejarme, pero su mano en mi cuello evitaba que nos separáramos. Ahora fui yo el que gimió por lo bajo, lo que nos hizo parar por un segundo, él me repartió unos pequeños besos en los labios, dijo mi nombre en voz baja un par de veces, yo iba a continuar el beso hasta que un estallido nos sorprendió y finalmente nos hizo separarnos asustados.

-   ... ¡Felicidades, Arturo!... ¡Y felicidades a la feliz pareja!

En ese momento estaba Aquiles, de pié con una botella de champagne abierta, Richie se quedó de brazos cruzados algo incomodo viendo la escena y sin saber cómo, ahora estábamos rodeados de algunos mozos sonrientes. El mozo que estuvo hablando con Aquiles en primer lugar, sostenía en ese momento una gran torta decorada con el mensaje “¡FELICIDADES POR TU GRADUACIÓN!”.

Una ronda de aplausos se escuchó lo que nos hizo sonrojar aún más, no solo por lo que estaba sucediendo, sino también por el intenso beso que acabábamos de tener. Su hermano se acercó y Arturo se levantó para terminar dándose un fuerte abrazo.

-   Viste, no todas mis sorpresas son malas.

-   Cállate.

-   Te amo, hermanito. Felicidades.

-   Gracias, Aquiles... yo también te amo.

---*---

- Su hermano parece ser una buena persona, en el fondo.

- Muy en el fondo. De resto es un cerdo.

- ¿Por qué lo dices?

- Siempre piensa en sexo.

- Todos lo…

- Él siempre lo hace – le interrumpí –, una vez entró en la habitación mientras estaba con su hermano… fue terrible.

- ¿Qué hicieron?

- Tuvo sexo con una chica frente a nosotros…

- ¿Y ustedes?

- No diré más… fue asqueroso.

---*---

Los hermanos se separaron para que ahora Aquiles me abrazara a mí también, no entendí exactamente por qué lo hizo y aunque no dije nada, mi mirada de confusión me delató. Los mozos volvieron a dar una ronda de aplausos para finalmente retirarse a cumplir con sus obligaciones, algunos clientes nos seguían viendo curiosos hasta que nos volvimos a sentar y picar la torta de Arturo. Era una torta de vainilla, con relleno de fresas, chocolate y un toque de licor. Cubierta con fondant blanco, listones azules y el típico gorro de graduación. Los cuatro estábamos disfrutando de ella y olvidando el beso que momentos antes acabábamos de tener gracias a la perversión de Aquiles.

Seguíamos conversando hasta que llegó el que faltaba, mi hermano venía muy bien vestido para venir de la clínica, con una franela a rayas blanco y negro, pantalón y saco de vestir azul rey y unos zapatos de vestir negros. También llevaba en su mano un maletín y en la otra una bolsa de regalo negra.

-   Discúlpenme por llegar tarde... – dijo agitado dando una mirada global.

-   Tranquilo, viniste, eso es lo importante.

-   No podía dejar de venir y acompañarte este día, Arturo. Felicidades.

Ambos se saludaron con un abrazo e inmediatamente después le entregó la bolsa de regalo.

-   Esto es de nuestra parte – explicó señalándome –, disfrútalos.

-   Ya creía que nadie me regalaría nada – Aquiles se aclaró la garganta llamando nuestra atención –... Excepto el mejor almuerzo y postre del mejor hermano del mundo.

-   Yo también tengo un regalo adicional, quería esperar al llegar a casa – dijo en un tono serio –, pero ya que te los están dando ahora…

Aquiles miró a mi hermano un tanto pesado, cosa que hizo que se encogiera de hombros.

-   Lo siento.

-   No importa – le respondió –. Aquí tienes Arturo, ya que nuestros padres no están y se les olvidó comprarte algo, esto es de mi parte.

Su hermano le entrego una cajita de piel negra, Arturo dejó la bolsa de regalo que tenía a un lado tomando la cajita para abrirla y darnos cuenta de que era un anillo de oro blanco con una piedra incrustada de color azul, igual a sus ojos. Él miró el anillo asintiendo con la cabeza, por un segundo creí que comenzaría a llorar o algo por el estilo, pero simplemente lo sacó de la cajita colocándoselo en el dedo anular de la mano derecha y volvió a admirarlo un momento más antes de hablar.

-   Ehhh… Yo... gracias.

-   Entiendo – aceptó.

-   ¡Ok! – dijo cambiando el tono en su voz –... ¿Quién más?

-   Yo no te traje nada, solo mi presencia. Recuerda, soy pobre…

-   Richard, yo sé… no tienes que darme nada. Ya has hecho mucho por mí... gracias, por cierto.

-   ¡Al fin lo dices!

-   Tenía que decirlo algún día… – le respondió con una sonrisa – ¡Muy bien!... A ver que me dieron los Brown.

-   No es la gran cosa, Andrew los escogió.

-   ¿En serio?

-   Sí, pero en serio... No es la gran cosa – repetí –. No sabía que darte… ábrelo y ya.

El sacó de la bolsa dos cajas blancas y las colocó en la mesa para ver la más grande. Cuando la abrió, vio que era una billetera de cuero Lacoste con un diseño impreso que me gustó bastante, adentro Mathew le había colocado un billete de 100 dólares, ya que según había dicho él, daba buena suerte y nunca le faltaría el dinero. Mi novio miró el dinero agradecido, dándole un abrazo a mi hermano, luego fue rápido por la otra caja para abrirla un tanto desesperado y viendo que era un reloj Tommy Hilfiger azul marino, con toques en aluminio bastante elegante. Yo sonreí al verlo detallar el reloj y me miró dándome un corto beso.

-   Me encantó… gracias, Andy.

-   Por nada…

-   Oye... ¿Ahora se besan en público? – preguntó mi hermano.

-   Los hubieses visto ahorita, Aquiles les obligó a besarse – respondió Richard muy divertido.

Mi hermano le dio una mirada molesta a Aquiles, pero éste no se inmutó en lo absoluto.

-   Siempre con tus estupideces… no has cambiado – le recriminó.

-   Tú tampoco, al parecer.

-   Ya deja de proponer esa clase de juegos, ellos ya no son unos niños. Y nosotros tampoco.

-   Esos juegos a ti te encantaban.

-   Nosotros no jugábamos así.

-   Claro... no jugábamos – dijo sarcástico.

-   Ya es hora de que madures, Aquiles – le respondió molesto.

-   ¿Así como lo hiciste tú? No lo creo.

-   Por lo menos pienso las cosas antes de hacerlas. No como alguien que conozco.

-   Ya empezamos... era una amiga. Y lo nuestro...

-   Lo nuestro, nada – sentenció.

-   ¿Lo suyo? – pregunté curioso.

-   ¡Cállate! – ordenaron ambos haciéndome retroceder en mi silla.

-   ¡Hey!... ¡Hey! – llamó la atención Arturo.

Nuestros hermanos se estaban mirando como si quisieran matarse, los dos tenían los puños apretados, pero se calmaron al ver cómo se estaba volviendo el ambiente, no solo eso, los clientes y meseros se estaban acercando a nuestra mesa ya que pensaron que estaban a punto de pelear. Y no se equivocaron, al parecer ellos tenían asuntos que resolver.

-   Discúlpame, Arturo… es tu día, no quería arruinarlo – se excusó mi hermano, en cambio Aquiles no dijo nada.

-   Bien… señores, seguimos comiendo torta… y olvidemos el asunto – pidió Richie.

Mi hermano se sentó entre Richard y yo resoplando, volviendo un poco a la normalidad, estuvimos muy callados comiendo lo que quedaba de la torta de Arturo hasta que llegó el mozo con la cuenta y Aquiles dio su tarjeta de crédito para pagar el almuerzo. Hubo una conversación de miradas entre todos sin decirnos nada en realidad, todos estábamos incómodos, hasta que volvió el mozo explicando que todo estaba en orden y podíamos retirarnos. Al levantarnos, Arturo me tomó de la mano, nosotros los muchachos nos adelantamos un poco, Mathew tomo sus cosas y Aquiles llamó su atención.

-   Tenemos que hablar.

-   No tenemos nada que decirnos.

-   No te vas a ir así de fácil... Hace años que no nos vemos.

-   No seas exagerado.

-   Han pasado casi cinco años – le aclaró.

-   ... Sí, es cierto – dijo después de pensarlo un poco –, aunque nos vimos en la clínica hace poco. Y la otra vez...

-   Se sincero. No hablamos realmente – le interrumpió.

-   Tienes razón.

-   ¿Nos vamos? – preguntó Arturo.

Nos quedamos un momento esperando alguna respuesta por su parte, nuestros hermanos se vieron unos segundos y de nuevo todos pensamos que pelearían en el restaurant.

-   Hablemos, Mathew.

-   No con ellos aquí.

-   De acuerdo... ¡Arturo! Llévalos a casa – le ordenó y le lanzó las llaves de la camioneta.

-   Pero...

-   Nosotros tenemos muchas vainas que hablar – nos dijo Aquiles –, llévalos a casa.

-   Y conduce con cuidado – pidió Mathew.

-   Yo... sí, lo haré. Tranquilo, Mathew – dijo aún dudoso.

Ellos volvieron a sentarse para pedir un café mientras nosotros nos dirigíamos de nuevo al ascensor y siendo despedidos por el personal del restaurant. De camino a la camioneta de Aquiles, estuvimos comentando lo que había pasado, primero, que Mathew no pusiera objeción en que condujera la camioneta y segundo, lo que había sucedido entre ellos en el almuerzo y preguntándonos que era lo que había ocurrido.

Nosotros teníamos en claro que antes eran los mejores amigos, Aquiles venía a nuestra casa casi todos los días y de un día para otro, se distanciaron sin decir nada. Richard hizo énfasis en la forma en que ambos expresaron la frase “lo nuestro” y preguntó si en algún momento ellos habían tenido algo al igual que Arturo y yo, mi novio negó con la cabeza diciendo que era una locura, a pesar de que Aquiles haya tenido algunos deslices con hombres, no se atrevería a tener algo serio realmente y menos con Mathew.

Mi mente hizo una conexión con lo que había dicho y recordé cuando Aquiles me dijo que ellos sí habían tenido sexo, de cómo habían disfrutado darse por el culo mutuamente, pero mi hermano había cortado esa relación ya que él tenía novia y no deseaba arruinarlo con ella, aunque decidí no comentarlo.

Al llegar a la camioneta, Richard se nos quedó mirando.

-   Sabes conducir esto ¿No? – preguntó nervioso.

-   Si vale, lo hago casi todo el tiempo.

-   No lo sé, Arturo. Yo mejor me voy caminando.

-   No digas idioteces – le dije –, tu casa está muy lejos.

-   En metro no tanto.

-   No entiendo porque preguntaste eso, ya te has montado conmigo.

-   Solamente para ir al supermercado a una calle, no cruzar media ciudad.

-   Yo lo he visto, es cuidadoso – señalé.

-   Además, es la camioneta de Aquiles, si le pasa algo nos mata seguro.

-   Es cierto.

-   Tranquilo... voy a conducir con cuidado.

-   Bueno... de acuerdo – aceptó medio resignado.

-   Vamos, que te llevo a tu casa.

-   No vale, déjenme en el metro.

-   Aquiles dijo que te lleváramos a tu casa – le recordé.

-   Estás loco, si vas a meter esa camioneta al barrio.

Estuvimos discutiendo desde que nos montamos en la camioneta, hasta salir del estacionamiento y haber pasado una estación de metro.

-   Coño, Arturo. Déjame en el metro – repitió molesto.

-   Que no vale... yo puedo llevarte a tu casa.

-   ¡Qué ladilla eres!

-   Ni que fuese de noche, si eres cobarde.

-   Coño, cobarde no. No quiero que les pase algo por mi culpa.

-   Yo sabré defenderlos si pasa algo – dijo mi novio muy seguro.

-   ¡No!... Porque si te apuntan con una pistola, no vas a saber qué hacer y... – se quedó en silencio.

Ambos se quedaron petrificados en silencio y yo me di cuenta del porqué...

-   Tranquilos, ya lo superé – les dije en voz baja.

-   Lo siento – dijo Richie.

-   Bueno... no nos pasará nada. Estamos juntos.

Seguíamos transitando por la avenida volviendo a pasar otra estación de metro y Richie suspiro desde el asiento trasero. De verdad se estaba impacientando, ambos entendíamos a que se refería, generalmente no pasábamos por esas zonas de la ciudad por la inseguridad que implicaba, a pesar de que Richie caminaba o iba en bicicleta tranquilo por donde vivía. Nos explico que en realidad de día el lugar era tranquilo, hasta se podría decir pintoresco, pero de noche la cosa cambiaba, los malandros sabían quienes vivían allí, no les gustaba mucho que transitaran vehículos extraños en su barrio y seguramente se metería en problemas si esa gente se llegaba a enterar que se relacionaba con gente de clase alta.

-   Déjame en aquella estación – pidió.

-   No – respondió de forma monótona.

-   Está bien... ¿Y qué harán por tu graduación? – preguntó Richard.

-   Bueno, mañana iremos con los muchachos a un club en la playa, hay unas piscinas, restaurant, una discoteca y nos vamos a quedar en una posada... los amigos de Andrew van también.

-   Ellos se auto invitaron – aclaré.

-   En realidad puede ir quien quiera... ¿Quieres venir? – le preguntó Arturo.

-   No lo sé. La entrada a esos sitios son caras.

-   No importa, pendejo. Yo lo pago. Ven y diviértete.

-   No ando mendingando tampoco.

-   Coño no es por eso... si yo quiero pagarlo, es porque quiero que vayas... siempre tienes que ponerte así. A veces cansas...

Desde mi accidente y en ese tiempo que estuve en coma, mis dos amigos se habían unido bastante. Estuve seguro que Richard apoyó a Arturo en muchas ocasiones evitando que cayera en depresión, me gustaba como su relación había cambiado, los dos se preocupaban el uno por el otro aunque no lo dijeran en voz alta, era esa complicidad entre amigos heterosexuales que no era necesaria explicar.

-   Bueno, si voy – aceptó –, pero tienes que pagarme lo que yo quiera.

-   Ni que fueses mi novio – y yo reí por lo bajo –, la entrada y ya.

-   Tenía que intentarlo.

-   Oye... ya que decidiste venir ¿Qué tal si vienes con nosotros de una vez? – propuse.

-   Nooo... claro que no.

-   ¿Por qué no?

-   No tengo ropa para mañana.

-   Podemos prestarte algo – dijo Arturo viéndolo por el retrovisor.

-   Tampoco... y tengo que avisarle a mi mamá. No voy a desaparecerme así como así.

-   Richard, eres un hijo de mami.

-   ¿Y qué tiene? – preguntó molesto.

-   Nada, Richie – le dije con cariño –, no te molestes.

-   Déjenme en una estación de metro, ustedes váyanse, aprovechen que están solos y hagan sus homosexualidades.

Los dos volvimos a reír para quedarnos en silencio ignorando su pedido. En realidad era un buen plan el llevarnos a Richie directo al apartamento de Aquiles e ir mañana al club, Arturo y yo ya lo dábamos por sentado, así que él cambió de ruta directo al apartamento ignorando nuevamente la protesta de Richie, estábamos seguros de que su mamá no se molestaría y quedaría encantada.

Nuestro amigo pidió nuevamente que por favor lo dejaran en el metro, siguió explicando que mañana lo buscáramos cerca del centro comercial para ir luego a la playa, pero nosotros seguíamos sin tomarlo en cuenta. Antes de entrar en la autopista, nos encontramos un poco de tráfico y nos mantuvimos detenidos unos minutos. Fue entonces que Richie se desesperó, le dio un golpe en la cabeza de Arturo y rápidamente abrió la puerta para bajarse de la camioneta.

-   ¡Sube, pendejo! – le gritó Arturo.

-   Allí está la estación... ¡Nos vemos mañana!

-   ¡Coño, Richard! – le grité desde la ventanilla.

-   ¡Usen condón, maricones! – gritó y se despidió cruzando la calle entrando a la estación.

-   Que idiota... – dijo mi novio molesto.

-   Déjalo, Arturo.

-   Mañana no lo voy a buscar.

-   ¡Claro que sí!

-   No debería... por idiota.

-   Él es así de responsable, siempre lo será.

Mi novio negó con la cabeza y avanzo para llegar al apartamento de su hermano. Al llegar, nos dimos cuenta que Richard tenía razón, teníamos el apartamento para nosotros solos, algo que no pasaba desde hacía mucho tiempo. Generalmente cuando estábamos allí, Aquiles se la pasaba con nosotros vigilándonos, por eso sabía lo que hacíamos en la habitación, él estaba claro que no éramos inocentes, cerrábamos la puerta para tener algo de privacidad y también para no escuchar cuando sus amigas estaban con él.

-   Arturo. Estamos solos.

-   Lo sé.

-   ¿Qué quieres hacer?

-   Bueno... primero, quitarme esta ropa. Ya estoy algo incómodo.

-   Yo también.

-   ¿Quieres quitarte toda la ropa? – yo reí por la pregunta.

-   No, toda no.

-   ¿Y eso por qué?...

Arturo me envolvió en sus brazos y comenzamos a besarnos. Volvimos a disfrutar de nuestros labios, esta vez estábamos solos, no sentí el pudor de hacía unas horas, tocaba su pecho, hombros, brazos y regresaba mi camino hasta su cuello para tomarlo, evitando que se alejara de mí. Arturo sonreía, sus manos bajaron hasta llegar a mis nalgas y apretarlas con fuerza haciendo que gimiera dentro del beso.

-   Artie...

-   ¡Lo siento! – dijo separandose un poco.

-   No... no... Solo no seas rudo.

-   Jajaja... Mira quien lo dice.

Se alejó quitándose el blazer, desanudo su corbata y se la quitó lanzándola. Yo me desabroché mi camisa azul quitándomela, quedándome solo con mis pantalones y volví a sus labios. Estaba excitado, desde hace días en realidad, no es que estuviese sexualmente activo, pero si necesitaba estar con mi novio. Nuestras manos acariciaban la espalda del otro y una de sus manos se coló entre nosotros para pellizcar uno de mis pezones como si fuese una chica logrando un rico cosquilleo en mí.

-   Coño...

-   ¿Te gusta? – preguntó con un corto beso.

-   Sí... quítate eso.

Arturo asintió, se quitó su camisa y volvimos al ruedo. Caminábamos lento hacia uno de los sofás de cuero, él se recostó en el y yo me senté a horcajadas encima de su entrepierna, me miraba feliz y yo tampoco podía borrar mi sonrisa. Nos volvimos a besar, abrí mi boca para sentir su lengua penetrarme nuevamente, lo hacíamos rápido luchando con nuestras propias lenguas, mis manos estaban algo descontroladas, no sabían qué hacer, si disfrutar de todo su pecho o tocar lo que estaba sintiendo debajo de mí. Las manos de mi novio tocaban mi culo con firmeza, luego las soltaba para tomar mis brazos y caminar hasta mis manos para terminar tocando mi entrepierna sorprendiéndome gratamente.

-   Ya la tienes dura.

-   Tu igual, no te hagas...

-   Yo no he dicho que no – dijo dándome un apretón en la verga.

-   Arturo... – gemí.

-   ¿Qué quieres hacer?

-   ¿Tú qué quieres? – le contesté con otra pregunta.

-   Que me des mi regalo...

-   ¿Otro?... – y reí para besarlo un poco más – ¿Cuál?

-   Una rica mamada.

-   Eres un malvado sexoso. Siempre quieres que yo te la mame y…

-   Te equivocas... yo quiero mamártela.

-   Ahhh... Ya entiendo, pero ¿Y yo?

-   ¿Quieres mi verga? – preguntó haciendo un movimiento de cadera.

-   Sí, la extraño.

La sonrisa de Arturo se hizo más amplia y me volvió a apretarme la verga encima del pantalón.

-   Primero yo. Dámela.

Y acepté.

Me acerqué a su boca sentandome en su pecho, bajando el cierre de mi pantalón y bajándolo junto a mi bóxer. Él miró mi verga, yo la pasé por sus labios abriéndolos para que entrara, su calor me invadió y yo di un gemido de placer. Arturo se tragaba mi verga con placer disfrutando su sabor, yo movía mis caderas mientras sentía como se estaba haciendo más grande con cada chupada y Arturo movía su cabeza encontrándose con mi pelvis. Sus manos iban a mi culo y las mías iban a su cabeza para controlar la mamada que se estaba volviendo descontrolada.

Pasaron los minutos de juego previo y yo ya estaba completamente erecto. Esa mamada estaba increíble, mi novio me miraba emocionado así que empezó a pajearme con mi glande metido en su boca, no dejaba de gemir su nombre con fuerza. Volteé mi rostro viendo como su propia verga estaba parada y se detallaba en todo el pantalón.

-   Estas durísimo – le señale.

-   Tú igual, quítate el pantalón.

-   Tu también.

Yo con poca dificultad me quité los zapatos, terminé bajándome mi pantalón y bóxer quedado desnudo para él. Mi novio solamente se bajó sus pantalones hasta los tobillos revelando su verga que estaba babeada en la punta, yo volví a mi posición de antes colocandome a horcajadas sobre él que seguía acostado, tomé su verga con mi mano, estaba caliente, pero sobretodo dura y dándome una orden comencé a pajearlo. Arturo volvió con la mamada metiendo su brazo por mis piernas y tocándome el culo, yo con mi otra mano lo tomé por la nuca para seguir con la mamada a un ritmo intenso.

Arturo abusaba de mi verga como quería, la pajeaba, chupaba mis bolas, se tragaba mi falo entero, tuve que alejarlo a la fuerza porque iba a acabar muy rápido, cosa que nadie en esa habitación quería. Lo bese con fiereza dándome cuenta del sabor de su boca, era el sabor de mi propia verga, le daba besos cortos y profundos, pero él me separó diciendo que quería tener mi verga en su boca nuevamente y yo también quería disfrutar de la suya. Así que me coloqué encima de él de forma inversa para tener una vista privilegiada de su verga, para metérmela en mi boca, chuparla y logrando un perfecto 69.

-   Qué rica se ve.

-   Mámamela, Andrew.

Me la metí en la boca sin que me lo pidiera dos veces, hacía semanas que no lo hacíamos con tanta libertad, pasaba mi lengua por toda su longitud y me comía el glande con delicia. La habitación se lleno de gemidos y sonidos de succión, sentía como mi verga entraba hasta su garganta y yo movía mis caderas penetrando su boca, Arturo dio un gemido e hizo el mismo movimiento, su verga entraba y salía casi sin poder controlarla, estaba sintiendo el sabor de su esencia en mi boca pensando que mi novio estaba cerca de acabar y yo lo estaba igual. Sus manos fueron hasta llegar a mi culo nuevamente fue indagando poco a poco, pero cuando sentí sus dedos a tocar mi ano, di un respingo y me asusté demasiado.

-   ¡No, Artie!... Aún no... Ahhh... ¡Por favor!

-   Disculpa – y la retiro rápidamente para seguir con la mamada.

Ese roce había activado algo en mí, algo negativo, no quería recordarlo, estaba algo petrificado sintiendo como me comían la verga, así que alejé de mi mente ese perverso recuerdo y volví de nuevo a pensar en la deliciosa verga de mi novio que tenía que meter en mi boca.

Fueron pocos minutos después que sentí como de mis bolas una corriente eléctrica iba hasta la punta de mi glande, todo mi cuerpo se tensó y terminé acabado en la boca de mi novio.

-   Coño… no avisaste.

-   Ahhh... dis... ahh... ¡Qué rico! – gemía tratando de disculparme.

-   Yo también voy a acabar... métetela en la boca.

Yo volví a metérmela para pajearlo nuevamente, con mayor rapidez, su falo se volvió mucho más duro y vibro con mi toque. Al final fueron un par de chorros espesos que golpearon mi paladar y me la trague de nuevo para que otro chorro terminara en mi garganta. Ese sabor a leche era demasiado para mí, me encantaba y mucho más por los gemidos de mi Arturo.

En un abrir y cerrar de ojos ya estaba acostado encima de él viéndolo, tenía la mirada un tanto cansada, en la comisura de sus labios tenía aún un poco de mi leche así que yo la recogí dándole una lamida y compartiéndola con un pequeño beso.

-   Andy... me encantas.

-   Tu igual, mi Artie.

-   Gracias por eso.

-   No... gracias a ti.

-   Estuvo genial, en serio.

Al estar completamente encima de él podía sentir su calor en mi cuerpo y más por la forma en que sus brazos me rodeaban. Sentía sus caricias en mi espalda mientras me recostaba en su pecho, el calor que emanábamos hacía sentir el sillón muy reconfortante, hasta pensaba que podría dormir allí por horas, estábamos demasiado cómodos y hasta cierto punto, era romántica la situación.

-   ... Me encanta estar así contigo.

-   ¿Cómo? – me preguntó.

-   Así… tú y yo… no sé explicarlo.

-   A mí me encanta sentir tu cuerpo encima del mío… tus bolas encima de las mías – y ambos reímos por el comentario.

-   Que romántico eres.

-   Es cierto, pues… tú también debes pensar igual – yo hice un movimiento en la pelvis acercándome a él – ¡Lo ves…!

-   Jajaja... Lo hice a propósito, idiota.

Volvimos a reírnos y nos quedamos en silencio nuevamente. Él seguía acariciándome la espalda hasta rozar ligeramente mis nalgas, yo en cambio me concentraba en acariciar su cuello y bíceps, estaba cerrando mis ojos hasta que lo sentí hablar de nuevo.

-   Discúlpame.

-   ¿Por qué?

-   Por tocarte… allí… creí que ya estarías listo.

-   Ahhh… No te preocupes, es que… siento que aún no lo estoy.

-   No quiero presionarte, pero… – y se quedó en silencio.

-   … ¿Pero? – pregunté y lo miré curioso.

-   Estoy desesperado.

-   Ya – dije solo por decir volviendo a recostarme en su pecho.

-   Oye… Mírame, Andy – y levanté el rostro nuevamente –... Discúlpame, entiendo que por lo que pasaste. Fue demasiado traumático para ti.

-   Ya te dije que lo estoy superando.

-   Lo sé, de hecho las pajas y las mamadas no me molestan. Me encantan… aunque a veces siento que me falta algo más.

-   Yo lamento no poder hacerlo, es que recuerdo lo que me hicieron y...

-   Ya, ya… lo sé, te lo juro que lo sé – me interrumpió.

-   Yo pienso que algún día debo superarlo completamente.

-   Yo sé que lo harás.

-   En serio, perdóname por no poder darte más...

-   No, no debí decirlo, yo he sido paciente, el hombre más paciente del mundo porque eres muy importante para mí.

-   Tú también eres importante para mí, Artie – expresé interrumpiéndolo.

-   Y porque te amo ...

-   ¿Qué dijiste?

-   Que te amo… – dijo sinceramente.

A decir verdad, era la primera vez desde que éramos novios que Arturo Duarte, me decía esas palabras. Siempre hubo cariño y más allá del querernos entre nosotros, pero nunca me lo había dicho de esa forma, sabía que me quería… pero no pensé que me amaba, ya estábamos hablando de otro nivel el cuál no sabía si estábamos preparados para ello.

-   ¿No me dirás nada? – preguntó.

-   ¿Qué? – pregunté sintiendome perdido por unos momentos.

-   Es que… acabo de decirte que te amo… y bueno, yo pensaba que…

-   También lo hago, Arturo.

-   ¿En serio?

-   Pues… sí, creo que era algo obvio para todos… menos para nosotros.

-   Pero… yo creí que me lo dirías... Ya sabes.

-   Yo, lo siento… – él me miró extrañado por mis palabras – O sea, yo también lo hago… pero, no creo que pueda decirte esas palabras.

-   ¿Por qué?... No entiendo.

-   Es que… recordé que esas fueron las últimas palabras que le dije a Cintia… y luego… luego…

-   Ohhh… Ya… ya, te entiendo.

-   No quiero que te ocurra lo mismo. Sé que es tonto, pero…

-   No lo es – me dijo bastante serio.

-   Solo quería ser sincero contigo, pero que también sepas que siento lo mismo por ti.

-   Sí… ser sincero… – dijo pensativo.

-   Eso hacen los novios – le dije con una sonrisa.

-   Mmm… Yo escucha… yo creo que…– expresó dudando.

-   ¿Si?

-   Mmm... No, mejor no, olvídalo.

-   Dime…

-   No, no… te juro que no es importante.

Tuve que mirarlo unos segundos fijamente para que dijera lo que tenía que decirme.

-   ¿Seguro, Artie?

-   Sí, es en serio, Andy. No es importante, es una estupidez de las mías.

-   De las que siempre haces.

-   Exacto – aceptó con una sonrisa.

Me le quedé viendo nos segundos, detallándolo, Arturo ya no era un niño, como minutos antes había explicado, él era un hombre y tenía las necesidades de uno también. Pero, así como su aspecto era el de un hombre, también tenía la mentalidad de un adolescente, a pesar de que estos últimos meses se había vuelto mucho más maduro del chico al que yo recordaba antes mi accidente, él seguía teniendo esa misma esencia alocada e idiota que tanto me encantaba.

-   Creo que ya es hora de vestirnos... – me dijo.

-   Es cierto. No quiero que Aquiles me vea desnudo de nuevo.

-   Y yo no quiero que Mathew me vea desnudo tampoco.

Ambos nos levantamos del sillón y yo empecé a buscar mis prendas tiradas por el piso. En cambio mi novio se estaba quitando el pantalón que llevaba por los tobillos junto a los zapatos.

-   Dijiste que debíamos vestirnos.

-   Ya esto está sucio… y nosotros también.

-   ¿Nos bañamos?

-   ¿Juntos? – preguntó ilusionado.

-   No, no quiero que se repita lo de la vez pasada.

-   Él no sabía que estábamos allí – dijo refiriéndose a Aquiles.

-   Arturo, sabes tan bien como yo que él si lo sabía. Abrió la puerta de repente, llegó hasta la ducha y nos vio.

-   Sí… tienes razón, es un morboso.

-   Y nosotros unos pendejos por no cerrar con seguro.

-   Sabes que eso no funciona para él…

Fue otro de los juegos de su hermano, una de esas noches en que decidimos cerrar con seguro para poder pajearnos con tranquilidad, él había abierto la puerta con la llave sorprendiéndonos, con el pretexto de que estaba muy silencioso el apartamento y quería saber si estábamos bien. Si no era en la habitación de Arturo que entraba sin tocar, iba a molestarnos al baño, por eso es que disfrutábamos algunas tardes en las que volvíamos del colegio y yo podía estar con él, mientras Aquiles estaba trabajando.

-   Es igual, no quiero que nos sorprenda – terminé diciendo.

-   Tal vez no llegue aún, se ve que ellos tenían muchas cosas que resolver.

-   Lo sé… espero que lo hagan ¿Te imaginas que lleguen juntos?

-   ¿Y nos vean desnudos? – preguntó con gracia.

-   No, no… bueno, si… Es decir, no quiero que nos vean desnudos, pero sí que Mathew viniera. Me gustaría que estuviésemos todos juntos… solo faltaría Tony.

-   Y listo, la familia feliz – me dijo abrazándome por la espalda.

-   Tú, yo, nuestros hermanos y...

-   Y nadie más – expresó besándome en el cuello.

-   ¿Quién necesita padres?

-   Sí… quién… – expresó en voz baja.

-   Lamento que no vinieran hoy.

-   No me interesa, sabes que no.

-   Pero, era tu graduación.

-   Los únicos importantes para mí, son ustedes.

-   Lo sé.

-   ¡Vamos! – dijo cortando el tema –, nos bañamos y vemos una película.

-   De acuerdo…

Después de habernos bañado prácticamente lejos uno del otro por obvias razones, nos vestimos con ropa más relajada, un short y camiseta para ambos y volvimos a recostarnos en el sillón para ver una película. Hubo besos tontos repartidos por ambos, pero sin llegar a nada sexual hasta que cayó la noche y un tranquilo Aquiles llegó con la cena – algo de comida china y la mitad de la torta que habíamos dejado –. No se sorprendió al vernos allí en el sillón recostados, aunque sí dijo por lo bajo que Mathew y él pensaban que yo estaría en el apartamento de mi hermano y que le avisara para que no se preocupara. Yo asentí con la cabeza y le envié un mensaje rápido. Aquiles, sin esperar a llegar a su habitación se había despojado de toda su ropa quedando solo en unos ajustados bóxers rojos y se sentó a propósito entre nosotros para molestarnos la velada.

No hubo necesidad de preguntarle cómo había terminado la charla, él mismo explicó que estuvo hablando con Mathew en el restaurant hasta esa hora y mi hermano lo había traído hasta su apartamento en su moto. También nos dijo que habían hablado de ciertos temas que no nos interesaba saber quedando en buenos términos, aclarando que las cosas no iban a ser como antes porque ambos la habían cagado en algunas ocasiones y tomaría mucho tiempo para que las heridas sanaran. Pero, que si podían ser amigos, juntarse más seguido y de hecho mañana irían a una disco cercana a dónde nosotros estaríamos mañana en la noche.

Aquiles se había vuelto juguetón pasando su brazo por mis hombros dándome un incomodo abrazo, al ver que yo no hacía nada se monto completamente encima de mí haciendo la actuación como si me estuviese cogiendo, mi novio molesto se levantó como fiera y con fuerza sobre humana nos separó. Aquiles reía con gracia y al final nosotros también lo hicimos para por fin poder comenzar a cenar con tranquilidad.

Una típica noche en el apartamento de los hermanos Duarte.

---*---

- ¿En serio fue la primera vez que te dijo esas palabras?

- ¿Cuáles? – pregunté fingiendo.

- “Te amo” – expresó mirandome fijamente –... Por lo que tengo entendido, ya no las dices seguido.

- No importa.

- Claro que importa... le importa mucho a esas personas que están siempre para ti.

- Esas malditas palabras… – dije con resentimiento – ¿Para qué?... Si ya no lo siento, es obvio que no debo decirlas.

- Pero… ya no simbolizan lo que comentaste, con respecto a tu amiga, Cintia.

- No lo sé… tal vez sí. Tal vez no.

- El creer que unas palabras están malditas, es darle mucho poder.

- Puede ser…

- ¿Serias capaz de decírselas a la persona que realmente amas? – me preguntó y yo tuve que darle una profunda mirada.

- La vez que se las dije a él ocurrió una desgracia...

---*---

Conexiones forma parte de la saga de Anécdotas y sus derivados por Andrew Brown. Tiene Licencia Internacional bajoCreative Commons que abarca, Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional (CC BY-NC-ND 4.0) https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/