3.Jake y Dyane en la casa del balneario (hermanos)
Su lengua bajó por entre mis húmedos labios y los escalofríos me consumieron. Entonces llevó un dedo a mi entrada y me penetró lentamente.
(Jake)
La fiesta en casa de Matt fue aburrida. Mi hermana se había marchado a una discoteca con su mejor amiga del Balneario y yo había preferido no acompañarla para no estar tentado de nada. Además, sabía que ella bailaría con otros idiotas y se rozarían y quizá cuantas otras cosas. Dyane no era la chica más inocente. Su primer novio fue a los trece años y después de un año juntos ella comenzó a llevar pastillas anticonceptivas en su bolso de cosméticos.
Ahora yo estaba cabreado porque no podía quitármela de la cabeza. Era mi hermana, pero era hermosa y caliente. Y ella me había dejado tocarla la noche anterior. Ella me había dejado correrme encima suyo. Ella era la mejor hermana y al parecer estaba igual de tentada que yo.
Llegué a casa a las dos de la madrugada, demasiado temprano para el gusto de mis amigos, pero yo no tenía ánimos. Su hubiera sabido a que discoteca había ido Dy, la habría ido a buscar. Podría haberla llamado y preguntado, pero no quería parecer un maldito obsesivo.
En casa no había nadie. Al parecer mis padres también habían salido a divertirse y habían olvidado por completo su pelea. Me senté en el sofá y me puse a tomar una cerveza. Me quedé dormido ahí, sentado, medio borracho y cerca de las cinco de la madrugada escuché que la puerta de entrada se abría. Dyane entró tropezando.
—Mierda —juró en voz baja y luego lanzó una risita— ¿Desde cuando tenemos un gato?
No era un gato, por supuesto, sino la alfombrilla para limpiarse los pies que se había arrugado en un roñoso bulto negro a sus pies. Ella lo pateó lejos y supe que realmente no creía que era un gato, pues ella amaba a los animales.
—¿Jake? ¿Eres tú? —me miró confundida mientras cerraba la puerta— Joder, te ves caliente con ese pelo revuelto. ¿Trajiste a alguien? Me voy a poner celosa.
Me atraganté con saliva al escuchar sus palabras. Ella estaba tan borracha. Reí por lo bajo y ella avanzó hacia mi con paso lerdo. Se dejó caer en el sofá a mi lado y me tendió los pies con sus zapatos de taco aguja.
—Mis pies están que revientan. Quítame los zapatos, por favor.
Yo no estaba en condiciones de protestar. Ella me miraba con una lujuria que había hecho que mi polla despertase en dos tiempos. Comencé a desabrochar la hebilla de su zapato y los lancé al suelo sin ningún cuidado. Ella me miraba quieta apoyada contra el reposa brazos del otro extremo. Me miraba y no se movía. Debía estar pensando muchas cosas calientes en ese momento al igual que yo.
Desde la posición en la que me encontraba, podía ver su braga por debajo de esa mini falda de infarto. ¿Cómo había salido así? ¿Alguien la habría tocado?
Comencé a masajear sus pies y como recompensa obtuve un gemido proveniente de sus labios.
—Estoy borracha —dijo ella en un tono tan borracho que no había necesidad de explicar que estaba borracha— Puedes hacerme lo que quieras y me parece que yo te voy a dejar.
—Yo también estoy borracho —era cierto, pero no tanto como ella y aun me daba vueltas en la cabeza el hecho de que esto era incesto. Maldita palabra. Si no existiera, esto que hacíamos no sonaría tan mal.
Sin previo aviso, el pie izquierdo de Dyane comenzó a palpar el bulto de mi entrepierna. Gemí ante el contacto y pude verla sonreír lujuriosa por el rabillo del ojo. Su pie comenzó a trazar círculos y el placer me hizo olvidar la moral. Era mi hermana, pero también era la mujer más caliente que hubiera conocido en la vida y sentía un cariño inmenso por ella.
Acaricié sus largas piernas con una de mis manos mientras me dejaba hacer. Llegué a su muslo y quise ir más allá, pero sus piernas eran más largas que mis brazos y yo no alcancé. Entonces ella abandonó la caricia en mi entrepierna y gateó en mi dirección hasta sentarse a horcajadas sobre mí.
—Tócame —me pidió.
—Uh-huh —tomó mis manos y las llevó a su cintura.
Yo no podía dejar de mirar su escote. Subí mis manos por su cintura y acuné sus pechos en mis palmas. Solté un profundo suspiro. Ella se contoneó sobre mi bulto mientras yo acariciaba sus pechos. Benditos pechos. Redondos, no muy grandes, no muy pequeños. La medida justa. Y ella no estaba usando brasier.
—Joder, Dy. Fuiste sin brasier —dije algo enfadado.
—No te pongas en modo hermano mayor —ronroneó— Ahora estamos en otra cosa.
Atrapé sus pezones escondidos debajo de una muy fina capa de tela. Su blusa ajustada dejaba notar claramente que estaba excitada, con las dos cimas completamente duras sobresaliendo. Ella gimió retorciéndose en mi regazo.
Coloqué una mano en su escote y dejé que uno de sus pechos se escapara. Me incliné hacia ella y dejé caer mi boca en su pezón. Su gemido lastimero me endureció aun más de ser posible. Mi lengua rodeó esa punta oscura y con delicadeza humedecí toda su aureola. La apreté con mis labios y con la punta de mi lengua la torturé de placer durante al menos un minuto.
Iba a ir a su otro pecho cuando las llaves abriendo la puerta de entrada me sobresaltaron. Empujé bruscamente a Dyane lejos de mí hacia el otro extremo del sillón justo en el momento en que papá y mamá entraban a casa. Ella se arregló la blusa antes de que la vieran y yo me puse un cojín en el regazo para ocultar mi erección.
—¿Aun despiertos? —preguntó papá.
—Llegamos hace poco. ¿Dónde estaban ustedes? —pregunté intentando desviar la atención de nosotros a ellos.
—Por ahí —mamá se rió tontamente— Bueno, a acostarse.
Dyane se levantó rápidamente como queriendo escapar pronto y al primer paso terminó desplomándose en el suelo. Volé a ayudarla y papá y mamá la miraron con una mueca.
—¿Está borracha? —preguntaron.
Medio sonreí.
—Un poco. No se preocupen, yo me encargo.
La alcé en brazos mientras ella escondía su rostro avergonzado en mi hombro y como si fuera un bebé la fui a acostar en su cama. Papá y mamá desaparecieron en su habitación y por las risas que oí, supe que no se dormirían pronto. Al menos estarían ocupados. Me senté en la cama al lado de Dyane y le pregunté si quería ponerse pijama.
Asintió.
—¿Te ayudo? —pregunté deseoso de verla desnuda.
Asintió nuevamente. Fui a buscar su pijama en el closet y volví. Le quité la blusa por la cabeza y admiré sus pechos perfectos. Besé su cuello, su clavícula, su hombro y ella suspiró temblorosa. Acaricié su abdomen con mi mano y con la otra moví su rostro en mi dirección. La besé en los labios largo y tendido, bebiéndome su nerviosismo y su deseo. Jadeamos el uno en la boca del otro. Mordí sus labios y saboreé su lengua. Mi mano viajó de su abdomen hacia más abajo y bajé la cremallera de su falda. Me alejé de ella y le quité la cortísima prenda por sus largas piernas.
Se recostó sobre la cama y cerró los ojos. Comencé a bajar su braga dejando a la vista su depilado coñito. Tiré la ropa al suelo y besé suavemente su monte de Venus.
Abrió las piernas para mí y estuve tentado a comerme su rosada entrepierna, pero no. No mientras estaba borracha. Si íbamos a hacer una estupidez juntos, la haríamos sobrios. Metí mi dedo índice en su vagina notando lo mojada que estaba. Yo estaba tan excitado como ella, pero nada pasaría esta noche. No más de lo que ya había pasado.
Saqué el dedo y comencé a vestirla.
—¿Qué? —preguntó confundida.
No dije nada mientras terminaba de vestirla.
—Nos vemos mañana, enana —la besé en la frente y me fui.
(Dyane)
Me metí a la ducha a las dos de la tarde. Papá y Jake estaban fuera en la piscina y mamá tomaba limonada en la sala mientras veía su telenovela.
Me desnudé, largué el agua y en cuanto estuve bajo el chorro, me largué a llorar. Anoche había actuado como una puta y encima, con mi hermano. Me había lanzado encima de él y le había hecho tocarme. Cuando él me había ido a acostar yo le había dejado el camino libre para que me follara. Ahora me quería morir.
¿Cómo podía estar pasando esto?
Ni siquiera pude echarme champú. Apoyé la espalda en la pared y me deslicé hacia abajo mientras los sollozos me sacudían. Incesto, incesto, incesto. Eres una enferma. Una asquerosa. Una zorra. ¿Cómo haces esto con tu hermano? Él es igual de enfermo que tú. Deberían morir. ¡Suicídate! Quítate la vida antes de que pase algo peor.
Lloré más fuerte y mamá vino corriendo a ver que pasaba.
—¡Vete! —grité cuando abrió la puerta.
Me iba a ver llorando por algo que no podía compartir con ella. Me vería la cara de zorra, de incestuosa, de culpable. Sabría que había hecho algo muy malo y se sentiría decepcionada de mí, asqueada. Me lo vería en la cara. Sabría la verdad aunque yo no se la dijera.
—Dyane —entró de todos modos.
Corrió hacia la ducha, abrió las cortinas y cortó el agua.
—Hija, hija, ¿Qué pasa? Me estás asustando. ¿Por qué estás así?
—Vete, vete, vete —repetí como un mantra.
—Ayer llegaste borracha a casa. ¿Qué sucedió? Tú no eres así. ¿Es algún chico? ¿Alguien te hizo algo? Puedes contarme. Sabes que puedes. Soy tu mamá, tu amiga.
—Vete, vete, vete, vete, vete…
Abracé mis piernas y enterré mi rostro en las rodillas mientras lloraba y me ahogaba sola. Apenas podía respirar. Ojalá me muriera ahora por asfixia. Sería un buen final.
—¿Por qué no me quieres decir? ¿Alguien te hizo algo? —ella estaba pensando en un degenerado sin rostro. No tenía idea que el que me tocaba era su propio hijo. Pero a mí nadie me había forzado a recibir sus caricias, sus besos, su todo…— ¿Quieres salir de aquí y hablamos en tu habitación?
—No. Vete. Vete, por favor. Déjame sola.
Papá y Jake llegaron entonces y se pararon a mirar en la puerta del baño con caras de inmensa preocupación. ¿Cómo se habían enterado de que algo iba mal aquí?
—Jake —dijo papá— Tu sabes lo que está pasando, ¿verdad? Ella te lo contó, por eso han estado actuando extraño estos últimos días.
Cielos. Lloré más fuerte. Papá lo veía todo. Él lo notaba, pero tenía la mente lo suficientemente limpia para no imaginarse lo que estaba realmente sucediendo. Jake no dijo nada y el baño quedó en silencio durante algunos minutos, menos por mis sollozos ininterrumpidos. Todos captaron, por su silencio, que Jake sí sabía. Claro, esto era una cosa entre él y yo.
—¿Puedo hablar con ella un momento? —preguntó tenso— ¿A solas?
Mamá lo miró como si creyera que era mala idea.
—Ella quiere que nos vayamos —le dijo a Jake con una voz nerviosa.
Pobre mamá. Ni se imaginaba.
Jake caminó hacia mí, tomó una toalla. Nadie se había preocupado de cubrir mi desnudez hasta entonces. Entró en la ducha conmigo y se arrodilló a mi lado cubriéndome con la toalla.
—Dy, ¿Podemos hablar?
Asentí llorosa y dejé caer la cabeza en su hombro. Mamá y papá asintieron y se marcharon, cerrando la puerta del baño a sus espaldas. Ellos no tenían ni siquiera una idea de lo que estaba pasando, sino no nos habrían dejado solos tan fácilmente.
—Oye, no tienes que torturarte por lo que pasó —dijo besando mi pelo mojado— Te prometo que no volverá a pasar. Nos olvidaremos de esto y volveremos a ser los dos hermanos odiosos de siempre.
Sollocé y le abracé más fuerte. No ayudaba en nada que yo estuviera apenas cubierta con una toalla y él estuviera en traje de baño y tan bien definido.
—Ese no es el único problema —murmuré— Pasa que quiero que pase. Lo deseo todo el tiempo. Ahora lo estoy deseando.
Alcé la cabeza y le miré. Debía tener los ojos como los de un sapo. Hinchados y rojos. Cuando Jake me miró, no se rio de mí, sino que puso su cara de nervios y supe que se estaba conteniendo. Teníamos nuestros rostros tan cerca que ambos sabíamos lo que pasaba por la cabeza del otro. Un beso. Un beso. Sólo un beso.
—¿Es tan malo? —preguntó tal y como había hecho alguna vez antes.
—Eso creo.
—Ojalá no lo fuera, porque te quiero mucho. Lo siento.
Medio sonreí. Me quería e irónicamente eso era malo. Siempre había creído que el amor era bueno de cualquier forma, pero aquí estábamos en una situación, donde el amor que sentíamos el uno por el otro no era el que debería ser.
—Si los papás supieran… —dije y no quise terminar la frase porque no tenía idea que pasaría si nuestros papás se enteraran.
—Dy, aun no veo por qué es tan malo —dijo mirando a otro lado— El cariño que nos tenemos es el mismo de siempre, sólo que ahora… involucramos nuestros cuerpos —soltó una risita— No es que tu o yo seamos vírgenes a estas alturas. Lo que pase entre nosotros es lo mismo que podría pasar con otras personas.
—Salvo que compartimos la sangre, tenemos el mismo ADN, salimos de la misma vagina —dije un poco brusca.
Él bufó.
—No me digas que estás así por culpa de timinas y guaninas y citocinas en nuestro cuerpo —se burló tratando de aligerar el ambiente.
Cerré los ojos fuertemente y suspiré. Recombinación genética y bases nitrogenadas. ¿A eso lo reducía Jake? Maldición, no era sólo eso. Nosotros habíamos compartido el biberón. Pero él tenía un punto; si queríamos sentirnos menos culpables por esto, teníamos que buscar una escusa tonta que nos lo permitiera.
Si nadie se enteraba y nosotros fingíamos que no éramos hermanos, entonces quizá no era tan terrible. Después de todo, era como un juego. Era hacerse cariño, como cualquier hermano, pero pasándose un poco de la raya.
—Vale, Dyane —suspiró— Olvida todo. Dejemos esto hasta aquí. Vamos —hizo el ademán de ponerse de pie— tienes que vestirte y dar alguna explicación.
Lo tiré hacia abajo y se volvió a sentar a mi lado. Dejé que la toalla se deslizara completamente de mi cuerpo y me lancé a abrazarle por el cuello. Jake rodeó mi cintura desnuda con sus grandes y cálidas manos causando un escalofrío en todo mi cuerpo.
—No es lo suficientemente malo como para detenerse —murmuré acercando mis labios a los suyos, aun temblorosa, aun con las lágrimas en la garganta.
Lo bueno ganaba. Me hacía sentir tan bien estar con él. Era placentero tanto física como psicológicamente. Todo lo demás era una mierda y me hacía sentir terrible, pero no pesaba lo suficiente en la balanza. Podía arrojar la mierda al fondo de mi cabeza y sólo disfrutar. Tenía que hacerlo. Ya era tarde para volver atrás.
Nos besamos. Prendimos fuego a nuestras bocas mientras nos comíamos mutuamente. Ni siquiera me preocupé de que la puerta estuviera sin seguro.
Me senté a horcajadas sobre sus piernas igual que la noche anterior. ¿Era una puta? Era sólo mi hermano en estos momentos. No estaba siéndole infiel a nadie. No tenía sexo desde hacía meses. Incluso antes, pues mi último novio y yo estábamos un poco desapasionados en la recta final de la relación. Todo iba mal.
Ahora era toda para Jake. Sus manos viajaron de mi cintura a mis pechos, a mis pezones, bajaron a mi culo, mis piernas. Nuestras bocas seguían juntas. Él comenzó a masajear mis nalgas, a abrirlas y a dejar que el aire se filtrara por mi vagina expuesta. Me alcé, dejando de estar sentada sobre él, pero continuando arrodillada.
Mi entrepierna quedó cerca de su rostro pero no lo suficiente. Entendiendo lo que quería, Jake comenzó a deslizarse por la ducha hacia abajo hasta quedar completamente a la altura de mis necesidades. Entonces acerqué mi vulva a su boca y él me agarró por el trasero para aplastarme contra él. Chupó el capullo que envolvía mi clítoris y lo amasó con su lengua.
Gemí locamente apoyando mi frente contra la pared. Moví mis caderas apresando su rostro entre mi coño y la pared. Su lengua bajó por entre mis húmedos labios y los escalofríos me consumieron. Entonces llevó un dedo a mi entrada y me penetró lentamente. Movió el dedo de adentro a afuera. Su boca me comió como me había comido la boca con anterioridad.
Me estremecí y temblé en su rostro. No sabía si Jake era el mejor dando sexo oral o me sentía así de enloquecida por saber que no era cualquier chico el que estaba entre mis piernas. ¿Era el morbo o era su boca?
—Joder, Jake, eres… —¿Qué era? ¿Increíble? ¿Fabuloso? ¿Enloquecedor? — Oh, Dios. Así… Sí.
Su dedo comenzó a moverse con mayor rapidez y su boca dio bocados más intensos. Temblé aun más fuertes y los escalofríos erizaron cada centímetro de mi piel. Comencé a apretar mis pezones mientras su trabajo me llevaba a la cima. Gemí más fuerte y no me importó si se escuchaba o no. Ojalá pensaran que seguía llorando. Ojalá no escucharan nada.
Me aplasté más fuerte contra él y Jake hizo esa cosa en modo vibrador que me había vuelto loca el otro día. Mis piernas casi ceden ante el placer, pero me mantuve arrodillada aguantando, reteniendo la represa de placer que estaba por romperse. Gruñí tratando de prolongarlo, pero entonces hubo una fuga y decidí soltarlo todo antes de que el orgasmo se me escapara en pequeñas cantidades.
Cedí y me vine. Su mano chapoteaba en mis flujos mientras seguía internando ahora dos dedos. Las contracciones de mi vagina fueron espasmódicas y locas. Tuve que morderme el brazo para no gritar. Jake comenzó a ser más delicado y cuando acabé de venirme, descendí nuevamente a sus piernas. Me senté en su regazo y descansé mi cabeza en su pecho.
—Increíble —susurré.
—Lo sé —dijo en un tono arrogante en broma.
Me abrazó fuertemente y nos mantuvimos quietos así durante un tiempo. Yo podía sentir su pene entre mis piernas, aun preso dentro de su pantalón. Había que hacer algo.
—Párate —le dije saliéndome de encima de él.
Se levantó y me tendió la mano creyendo que ya era tiempo de irnos, pero cuando alcé mi mano no fue para tomar la suya, sino para agarrar el elástico de su pantalón y bajarlo por sus peludas pero bonitas piernas. La polla de Jake saltó completamente parada ante mis ojos.
—Hey, niña desvergonzada —rió.
Ya era una depravada con sólo besarlo, así que, una mamada era un pelo de la cola. Cada cosa que hiciéramos de ahora en adelante no podría ensuciarnos más. Ya estábamos completamente manchados por el simple hecho de sentirnos atraídos el uno por el otro.
Agarré su pene entre mis manos y comencé a masturbarlo. El gimió por lo bajo cerrando los ojos mientras lo acariciaba. Posé la punta de su pene en mis labios y di un pequeño beso. Luego saqué la lengua y bebí el líquido pre-seminal que anunciaba lo excitado que estaba. Fui a la base de su miembro y sacando la lengua, recorrí todo su largo hasta llegar nuevamente a la punta.
Me lo metí dentro completamente y aunque grande, yo sabía aguantar las arcadas de tenerlo hasta el fondo de mi garganta.
—Oh, joder. Te lo metiste todo —jadeó entre divertido en extasiado.
Fui moviéndome de arriba abajo en su pene. Lo metí y saqué de mi boca, acunándolo con mi lengua y acariciando sus bolas con mi mano libre. Por un tiempo le torturé dándole una mamada lenta, pero pronto comenzó a protestar. Aumenté la intensidad, chupé, besé, metí y saqué. Le masturbé con la mano cuando ya no podía más con la boca. Sentí sus estremecimientos.
Su mano acariciaba mi cabeza e intuía que pronto sería más brusco y me enterraría la polla en la boca para correrse. Dejé de usar mis manos en su entrepierna y subí por sus oblicuos hacia su abdomen marcado. El agarró mis manos y acarició el dorso de ambas en un gesto que no entendí.
—Te quiero, Dy. Mucho.
¿Cómo hermana o cómo mujer? Yo tampoco sabía muy bien ya como lo quería. Pero sí sabía que lo quería, mucho. Eso era lo importante.
Seguí con mi trabajo. Cuando me soltó las manos volví a acariciarle los testículos, pero en menos de un minuto, Jake estaba dandome un toque leve en la cabeza, murmurando un "ya" entrecortado. Se iba a correr. Yo nunca había tragado la leche de nadie, pero él era mi hermano y haría una excepción. Volvió a avisarme pero yo continué. Él se retorcía y jadeaba.
—Dy, me voy a correr —roncó a duras penas— Sabes que cuando eso pasa, sale una gran cantidad de semen. Justo ahí donde tú tienes tu boca. Oye. Dy. Oh, Dy. Mierda, nunca nadie… eres una loca. Oh, ya me voy.
Entonces él explotó en mí y me tragué todo. En cuanto acabó de tirar su leche en mi garganta, me lo quité de la boca y le di un pequeño beso en la punta, así como habíamos empezado. Dejé caer su pene, lacio y flojo y me lo quedé mirando por un rato. Jake tenía un buen pene.
Se lo guardó y tomó mi toalla del suelo. Estaba goteando, toda mojada. La tiró sobre la tapa del inodoro y buscó otra toalla en el canasto. Esta era una más pequeña, pero me cubría todo lo que tenía que cubrir. La amarré bien a mí alrededor, me lavé la boca y salimos.
Papá y mamá trataron de sonsacarme el secreto que guardaba, pero no les dije nada ni inventé alguna escusa. Para la tarde, ellos ya se habían olvidado, porque de algún modo, la charla con Jake y lanzarnos al vacío me había hecho desprenderme de mis inquietudes y dejarme llevar. Había pasado el resto del día, más alegre de lo habitual.
Así que cuando papá y mamá avisaron que pasarían la noche fuera, Jake y yo no pudimos evitar lanzarnos una mirada de complicidad. Este era nuestro momento.
—¿Quieres ver una película? —me preguntó cuando quedamos solos.
Eran cerca de las diez de la noche y a pesar de que nos habían invitado a una fiesta, Jake y yo decidimos pasar la noche juntos. Aun podíamos arrepentirnos y partir con nuestros amigos; era temprano, pero definitivamente ya habíamos pasado todos los límites. No servía de nada retractarse ahora. La cosa estaba hecha.
Asentí y Jake puso la película. Nos sentamos en el sillón y nos acomodamos pegados el uno al otro. No pasó mucho cuando los protagonistas comenzaron a tener sexo explicito.
—¿Qué mierda, Jake? Esto es una película porno —le regalé un disgustado ceño fruncido.
Él rió tontamente y me lanzo una mirada lujuriosa. Se inclinó y me mordió el lóbulo de la oreja.
—Sí. ¿Te molesta? —me besó el cuello y el hombro.
De pronto su mano viajó a mi pecho y ya me olvidé completamente de la película. Comenzó a masajearme lentamente y a pellizcar mi pezón por sobre la ropa. Mis bragas fueron mojándose a medida que continuaba con sus caricias y me dejé hacer sin corresponderle de ninguna manera.
Me levanté, dejándole con las ganas y fui a apagar la televisión. En el proceso, incliné bien mi trasero para que él pudiera ver mi ropa interior por debajo del vestido, que más bien era una de mis sudaderas gigantes.
—¿Qué haces? —gruñó excitado.
—Tengo ganas de meterme en la piscina —murmuré como quién no quiere la cosa.
Me alejé de él y atravesé el ventanal hacia el patio. Me paré al borde de la piscina y observé por sobre mi hombro que él me había seguido. Se paró a mis espaldas y me rodeó con los brazos por la cintura. Sentí sus manos en mi abdomen y lentamente fueron bajando hasta llegar al dobladillo de mi sudadera para acariciar mi coñito por sobre el calzón.
Un estremecimiento me recorrió mientras me tocaba y contoneé mi trasero para rozar su bulto que se apretaba duro contra mí. De pronto Jake se hizo pesado y caímos juntos a la piscina. El corazón se me aceleró y tuve que reaccionar rápido para tomar aliento antes de sumergirme bajo el agua. Cuando salimos a la superficie le golpeé como pude.
—¡Idiota, casi me ahogas! —gruñí pero él me atrapó en un fuerte abrazo y se puso a besarme como un loco condenado. Él se puso a reír y yo jugué intentando escaparme de él.
Cuando me vi libre, nadé hacia las escaleras y salí de la piscina. Le miré burlona desde el borde y él me siguió rápidamente. Corrí por el borde de la piscina, rodeándola, mientras Jake corría a mis espaldas. Sí, estábamos haciendo esas cosas que no se podían hacer alrededor de la piscina, pero era divertido.
Apenas habíamos dado media vuelta a la piscina cuando me atrapó. Me arrojó al suelo y rodamos por el pasto. Me aprisionó bajo su peso y comenzó a quitarme la sudadera bruscamente. Al estar mojada fue difícil quitármela y le reproché por su poca sutileza, pero de todas formas parecía excitarme más mientras más salvaje se comportaba.
Terminó por dejarme en ropa interior. Le quité su camisa y él no tardó en bajarse los shorts de playa. Pegó su miembro a mi bajo vientre y comenzó a rozarse conmigo mientras me besaba los pechos y me quitaba el sujetador.
—¿Sigues tomando pastillas? —preguntó tembloroso— Quiero hacerlo contigo, Dy.
Asentí nerviosa. ¿Hacerlo? ¿Sexo? ¿Hacer el amor? Bueno, ¿Qué me esperaba? Después de sexo oral y besuqueos y toqueteos, era esto lo único que nos quedaba y yo había estado esperando por esto durante demasiado tiempo. No podía hacerme la tonta.
Su boca se posó en mi pezón y succionó. Gemí con fuerza y un fuego se extendió hacia mi entrepierna. Atendió primero a mi pecho izquierdo y luego al derecho. Su lengua jugó con esa pequeña punta color marrón claro que me causaba tanto placer. Sus labios apretaron y sus dientes mordieron levemente. Yo gemía y gruñía moviéndome contra su pene, esperando calmar el fuego. Me estaba muriendo con sus lamidas y quería tenerlo dentro de mí pronto.
Su mano bajó a mi calzón mojado, donde ya no se distinguía la humedad de la piscina y mi propia humedad. Metió los dedos por debajo de la tela y masajeó ahí donde yo siempre lo había necesitado.
—Tan resbalosa, hermanita —murmuró contra mi oído y dio un chupón a mi cuello.
—Oh, Jake. Te necesito ahora.
—¿Aquí? —jugueteó con un dedo en mi entrada— ¿Te gusta? ¿Me quieres aquí?
Oh, sí. Gemí. Ahí mismo. Pero ya no era capaz de hablar.
Me bajó las bragas sin cuidado y sentí un rasgón. Supe que debía haberlas descocido o algo. Tonto. Esas bragas me gustaban.
Las tiró a un lado y me abrió las piernas. Bajó dando besos por mi abdomen y enterró su boca en mi coño. Gemí tan alto que supe que los vecinos se pondrían a mirar por la pandereta para ver que cochinadas estábamos haciendo en el patio. Al menos estaba oscuro.
Su lengua recorrió cada centímetro de mi intimidad. Jugueteó con mis carnes y con aquel punto exacto del placer. Justo cuando estaba a punto de tener el orgasmo, él se alejó de mí y con una prisa que me desconcertó, enterró su pene en mi vagina.
—¡Ay, Jake! —gruñí entre un gemido de placer y de enojo.
—Ah, Dyane —se burló él con un suspiro profundo— Esto es una locura. Me encanta.
Está loco, estamos locos. A mi también me encanta.
Comenzó a mecerse en mi interior bombeando frenéticamente. El cambio brusco me había hecho olvidar el orgasmo, pero en cosa de segundos, retomé lo que había dejado en espera y una oleada de placer abrasadora me hizo temblar de pies a cabezas. Mi vagina se contrajo alrededor de Jake y él sólo pudo gemir extasiado.
—Amo eso —gruñó— empezar con un orgasmo para terminar con otro —por como lo dijo, supe que no era su primera vez con esa experiencia y me puse algo celosa.
—Idiota —gruñí buscando su boca.
Se movía bruscamente dentro de mí, como si no hubiera tenido sexo en años. Sus embestidas me causaban algo de dolor, pero el intenso placer lo compensaba. El mete y saca tomó un ritmo demoledor que me hizo vibrar de placer. No podía parar de gemir y sabía que terminaría gritando.
Su boca hambrienta buscó mis pechos, mi cuello y mi boca. Sus caderas no dejaban de golpear en mi entrepierna y mis pies se arqueaban de placer. Cuando estuve cerca del orgasmo, sentí un cosquilleo en la parte baja de mi espalda y a lo largo de mis piernas. Me arqueé hacia él y levanté mis caderas para profundizar sus embestidas.
Llevé mi mano a mi punto secreto y me acaricié ansiosa de llegar al clímax.
—Ya, Dy. Me voy a correr. Vente conmigo —jadeó enterrando su rostro en mi cuello.
Nos movimos frenéticamente hasta que una oleada de placer me hizo tensarme completa. Mis temblores internos llevaron a Jake a su propio final y terminó derramándose completamente dentro de mí. Compartimos los espasmos en la misma zona. Jadeamos mientras nuestros sexos se mantenían unidos en un baile menos rítmico y algo tosco. Abracé sus caderas con mis piernas y le apreté una última vez contra mí.
Al fin quedamos exhaustos. Jake terminó derrumbándose sobre mí y se sentía bien tener todo su peso aplastándome. Nos abrazamos durante un buen tiempo mientras recuperábamos nuestra respiración normal y mientras nuestros latidos se acompasaban.
—Te amo, hermano —le dije cerrando fuertemente lo ojos, rogando por no arrepentirme de esas palabras tan comprometedoras.
—Te amo también, hermana —me besó en la mejilla.
Estaba bien el amor entre hermanos, pero nuestro amor se había vuelto diferente. Aun así me gustaba quererlo así. Aunque fuera enfermizo y retorcido, se sentía bien. Iba a dejar de pensar en todo lo malo y me concentraría en lo bueno de esta experiencia.
El ruido del ventanal de la casa al abrirse nos sobresaltó. Escuchamos gritos de nuestros papás peleando y supimos que estábamos jodidos. Ellos habían vuelto antes de tiempo y ya estaban aquí afuera en el patio.
En el momento en que Jake rodó fuera de mí, mamá lanzó un grito ahogado. Ya nos había visto.
CONTINUARÁ...