39.5 Volver a empezar

Acariciaba su cara y volvía a grabar con mis dedos el retrato de su rostro aunque lo sabía de memoria.

Estaba toda la familia esperándonos en uno de los salones, El abuelo de Gonzalo permaneció sentado en su silla y el resto se puso de pié para saludarme, fui a estrechar la mano del abuelo, me recibió como siempre, campechano y alegre y con una mirada inquisitiva, curiosa,  queriendo averiguar algo. Yo era para él como una prolongación de mi padre, la persona que le había servido siempre fielmente para levantar su imperio.

A la dulce abuela la abracé, María me comía a besos y Raúl me saludó con un fuerte abrazo de amigos, Borja se quedó distante, fui yo quien seguidamente le abrazó sin hablarnos, su respuesta fue la correcta y esperada, respondiendo a mi abrazo. La abuela  era la que más preguntaba, de dónde venía y qué hacía en Inglaterra, hacía un mes había tanta tristeza en esta casa que, en contraste, ahora parecía una fiesta.

Borja ayudó a levantarse de la silla al abuelo, me di cuenta entonces de lo anciano que estaba, tenía que rondar los noventa años, la abuela estaba mejor, se movía con bastante agilidad y ahora con el cuerpo más delgado.

María se sentó a mi lado derecho y a la izquierda de Borja quedando entre los dos, cogió mi mano y me miró, le brillaba la mirada, la misma que tenía su hermano cuando exultaba de alegría,  me enseñó la mano que sujetaba la mía.

Tuvimos que levantarnos para abrazarnos contento de verla alegre.

-¡Felicidades! ¿Y ahora ya en serio?  -María ríe cantarina mirando a Raúl.

-Lo nuestro siempre ha sido serio.  –parece que mi sorpresa ha hecho reír a todos.

-Es una sortija preciosa, pero menos que su dueña. -Observé curioso la hermosa esmeralda, rodeada de brillantes engarzados en oro blanco, lanzando destellos embelleciendo su blanca mano. -¿Y la boda cuándo será?  -mira a Raúl que se encoge de hombros.

-El año que viene.  –me parece que María acaba de señalar una fecha sin decirla expresamente,  dentro del año próximo.

La cena transcurre entretenida, y salvo Raúl y Borja, el resto come muy poco, el abuelo nada aunque discretamente sentía que me observaba. Me encontraba a gusto entre ellos, recordando viejos y más felices tiempos, hablando mucho con María pero más lo hacía ella queriendo verme relajado, también con Raúl y Gonzalo que los tenía enfrente, y algo menos con Borja y los abuelos que me quedan más lejanos.

Gonzalo está sacando lo mejor de él y atendiendo la conversación de todos, hablando animadamente, llevando con desgana la comida a la boca. Pero lo importante ahora es que María y Raúl se casarán y la vida seguirá adelante, como debe ser, los seres queridos, que nos dejaron, permanecerán en el recuerdo de todos pero hay que seguir caminando.

Después de la cena nos trasladamos a otra sala más pequeña, al salir del comedor el abuelo de Gonzalo se despide y su esposa va con  él, el mayordomo encarga las bebidas a un sirviente, y yo que he comido poco pido un té.

En algún momento hablan sobre lo que María y Raúl van a llevarse de su hermano, y Gonzalo les entrega un pequeño inventario que se saca del bolsillo. Entiendo que algún día de la semana próxima Gonzalo les llevará a España de vuelta.

Necesito ir al baño y le pregunto a María por los aseos, esta es una casa desconocida para mi, en la que he estado en contadas ocasiones.

-Ya te acompaño.  –nos levantamos y como se quedan mirándonos María les dice que en un momento volvemos.

-¡Gracias por venir a pasar un rato con nosotros!   -me coge de la mano y llevo la suya a mi labios.

-Había quedado con Gonzalo y tengo que marchar mañana.  –entramos en lo aseos y me espera en la zona de lavabos.

Me estoy lavando las manos y ella se apoya en el mármol de la repisa, me mira silenciosa, quiere decirme algo y no se atreve, tengo que ser yo el que hable…

-Ál me pidió que le cuidara…, y no sé cómo hacerlo.  –tengo que darle una respuesta a su muda pregunta.

-Viniendo a su encuentro ya lo has hecho.  –nos abrazamos.

-¿Qué vas a hacer ahora?  -sé que mi respuesta no será lo que quiere escuchar.

-Trabajar, cumplir mi programa.  ¡No lo sé María, no lo sé!  Estoy confundido, asustado y ahora tengo compromisos, no será tan fácil ordenar mi vida. -ella no insiste, su discreción no le permite avanzar más, solamente me abraza en silencio.

Volvemos donde están los demás, María no ha obtenido la respuesta que esperaba y me mira preocupada. Se me hace tarde y tengo que volver al hotel, le digo a Gonzalo que ordene que me pidan un taxi.

Estoy confundido y asustado como le he dicho a María, todos esperan de mi, sin decirlo, una vuelta al pasado y aunque yo mismo lo deseara no va a resultar tan fácil. Reconstruir lo perdido y arrasado puede suponer dolor para algunos. Ahora todo está cubierto por los escombros y el lodo que va dejando el tiempo a su paso, como el agua que arrastra el barro en la riada dejándola como un manto cubriéndolo todo.

-Voy contigo, te acompaño, tenemos que seguir hablando.  –ahora parece más decidido y hasta entusiasmado. Nos despedimos de todos y su abuela me pide que vuelva a comer el domingo. Es Gonzalo el que me disculpa y les dice que no me queda tiempo.

Han llamado a un taxi como le pedí y permanecemos todo el trayecto sin hablar, nerviosos y procurando no mirarnos. Cuando llegamos al hotel y al entrar en el hall habla las primeras palabras.

-Podemos hablar en la cafetería o en tu habitación, prefiero subir y hablar en privado si no te importa.

Al cerrar la puerta de la habitación no me permite avanzar  y me sujeta de los hombros para que me gire hacia él, al instante noto en su ojos lo que va a suceder, se inclina para unir sus labios a los míos con brusquedad, no respondo a su beso quedándome atónito, paralizado y helado por la sorpresa, no esperaba esta espontaneidad en él. Va suavizando el beso y se va alargando hasta que muevo los míos para acariciárselos.

-Perdóname Daniel, te amo, siempre te he amado y he sido un tonto como para no decírtelo hasta perderte, no volverá a pasar, no permitiré que me dejes.  –hablaba atropelladamente y su voz sonaba como un grito desgarrado.

Era tan diferente a aquella noche en la terraza de la casa de mis padres, ponía ahora tanta pasión apretándome contra su pecho, y con la cara encendida hablándome cerca de la boca, haciéndome sentir su aliento cálido y violento estrellándose en mi boca. ¿Sabía mi estado de ánimo y se aprovechaba de él? Dudaba, pero no, le sentía sincero.

-Tú también me amas, no lo has dejado nunca de hacer, no puedes negarlo.

Me había llevado despacio hasta el borde de la cama y caímos sobre ella. No cesaba de besarme en la boca, recorriendo con los labios la piel de mi cara, y sus manos acariciaban posesivas mi cuerpo, comenzó a quitarme la ropa tirando de ella, sin atinar para sacar los botones. Viendo que aceptaba sus caricias se atrevía a ir más lejos, sin dejarme pensar y sin atender mi pequeña resistencia a que siguiera.

-Para, detente Gonzalo, tenemos que hablar, por favor, déjame que piense. -le sujete las manos cuando quiso sacarme la camisa aprisionada por el pantalón.

-¿Qué tenemos que pensar?, nos amamos y eso es lo importante, déjate llevar por tus sentimientos. –volvió a abrazarme y besarme con ternura, se volvía delicado y en otros momentos con arrebatos de deseo, de necesidad y yo lo hacía también sin darme cuenta.

-Gonzalo, ya no somos unos adolescentes ni unos jóvenes sin experiencia, ¡yo no soy igual!, ha habido otros hombres en mi vida. -quería serle sincero y que lo supiera, nunca había sido un santo y ahora menos que nunca.

-Ya hablaremos de todo eso en su momento. Yo tampoco soy igual de tonto, pero tú me amas a mí, por lo menos más que a otro y esto es lo que importa. Tenía que habértelo dicho el día que dejé el liceo, ¿recuerdas, aquella vez en el pinar del colegio?, no lo hice, y siempre me arrepentiré.

Me venció en aquel momento y comencé a besarle desesperadamente, a darle los besos que había dejado de entregarle durante tanto tiempo, a acariciar su amado rostro, los labios que habían sido el motivo de mis sueños.

-Sí, te amo, ¡joder!, te amo aunque no quiera.  -había luchado contra mi sentimiento  y conseguido enfriarlo, y ahora él lo volvía a despertar y encender desbastador. Gonzalo, mi amado Gonzalo, mi niño grande, mi hombre, mi príncipe.

Acariciaba su cara y volvía a grabar con mis dedos el retrato de su rostro aunque lo sabía de memoria.

-Ahora ya eres mío y no volveremos a separarnos, nadie ni nada te arrebatará de mi lado. -lamía mi oreja mientras murmuraba quedamente.

No dejábamos de besarnos y decirnos lo que nos amábamos, como si tuviéramos aquellos catorce años, como si estuviéramos amándonos en aquel bosque, envueltos en el olor a resina de los pinares de aquel cálido día de primeros de verano.

Comenzó a quitar los botones de mi camisa, pero con suavidad y antes me miró para pedirme permiso. Mi respuesta fue empezar a quitarle la suya, tardamos un montón de tiempo, porque había muchas sesiones de besos en cada parte de nuestro cuerpo que iba quedando desnudo.

Estaba tremendamente delgado, como nunca le había visto, más aún que David y no era ese el recuerdo que tenía de él. Su maravilloso culo seguía tan firme, duro y redondo como siempre, se lo besé y su olor me excitaba sobremanera. Mi polla no podía crecer más. Me abrazó para recorrer mis labios con su lengua y la introdujo con suavidad en mi boca.

Mientras nos besábamos mi mano buscaba su verga, con ganas tremendas de sentirla y también con miedo, antes de alcanzarla sentía el calor que desprendía y comencé a acariciarla, no había descapullado del todo, el abundante precum que expelía cubría mis dedos, chupé sus pezones cuando libere mi boca de sus labios.

Mi mano seguía aferrada a su pene sintiéndolo latir, y la otra acariciaba su cuello y su oreja, comenzó a suspirar, recordaba que era una zona erógena importante para él y hacía que se excitara enseguida, el único secreto que descubrí de él aquella noche.

Su boca se dirigió a mis orejas y luchamos para ver quien lamía más. Gonzalo había mejorado mucho en su experiencia como amante y besaba como los ángeles, imagino que él pensaría lo mismo de mí y lo que descubriría en unos minutos para su sorpresa.

Acariciaba mis pezones y me hacía suspirar borracho de gusto y placer, le aparté para hacerle lo mismo, No tiene tanto vello en el pecho como Nicolás pero para mi gusto suficiente, se repartía proporcionado en su pecho envolviendo sus tetillas, y bajaba por el centro del  abdomen hasta abajo del vientre donde se volvía más frondoso.

Mi mano resbalaba por el tallo de su verga, no cesaba de tirar pre semen y me llevé la mano a la boca para degustarlo, me encantó su sabor, aquí fue donde pensé que quería saborear su leche, mi lujurioso pensamiento me sonrojó.

Llegó con su boca a mi verga, la lamió y la metió en la boca, al cabo de un momento le cabía y la tragaba entera y no es precisamente pequeña, luego lamía y se metía mis testículos chupando de ellos , a veces con fuerza asustándome.

Yo continuaba masajeando su verga y acariciando sus huevos, los notaba grandes duros y calientes en mi mano, cubiertos de pelo negro, sentía la necesidad de chuparle la verga y los huevos, se me hacía irresistible.

-Gonzalo, quiero chuparte la polla, comértela, por favor déjame.

Dicho y hecho, me colocó en posición y enterré mi nariz en su pubis, olía de fábula a hombre viril y macho, a un ligero olor a sudor y un perfume que no identifiqué, aspiraba continuamente y sus pelos se me metían por la nariz.

Sus pelotas no cabían las dos en mi boca, primero las lamí y luego las fui metiendo una después de otra, para jugar con ellas llenándolas de la humedad de mi saliva, me sabían deliciosas.

Estuve un tiempo jugando con ellas y Gonzalo abría las piernas para que llegara con mi lengua al perineo, lleno de oscuros pelos, hasta alcanzar la entrada de su culo, se contrajo cuando se lo besé poniéndose tenso.

Volví a su polla que aún no había probado, es un trozo enorme de carne, muy parecida a las de Nico y Rayhan pero con alguna diferencia, el pellejo del prepucio no es tan largo y cuando erecta sale casi todo el glande, riquísimo de sabor, largo y un poco aplastado, ideal para un culo que no haya sido muy utilizado, y su piel de una suavidad exquisita.

Mi boca ya había comido pollas de semejante tamaño, estaba acostumbrada y en pocos instantes la tenía toda dentro de mi garganta ahogándome. Gonzalo se percató de mi proeza y sin dejar su postura mamando mi polla, a la vez follaba mi boca con su duro pene moviendo ligeramente las caderas.

Sacó parte de su verga para, estirándose, acercarse a mi ano y besarlo y le pasaba la lengua, me hacía gemir como un condenado y tenía que sacar su polla para respirar y suspirar entrecortado, no podía hacer tres cosas a la vez.

Al cabo de unos momentos metía sus dedos en mi ano y lo follaba con ellos. Era tanto el placer que dejé su verga abandonada para centrarme en las sensaciones que llegaban a mi cerebro.

-Fóllame Gonzalo, por favor, susurré sin voz, fóllame.

Su idea era otra y metió un centímetro de su lengua en mi culo dilatado como me lo tenía, ya preparado para penetrarme, la pasaba por el borde de mi ano y arañaba el anillo con sus dientes logrando que gimiera estremecido.

Abandonó mi culo para volver a mi polla y no atendía mi necesidad de estar lleno de él, quería, necesita sentirle en mi vientre.

Tiré de él para que se colocara encima de mí y le supliqué con voz de marica, porque se me quebró de angustia la voz.

-Por favor, fóllame ya.  –parece que no se atrevía, ¿para qué se creía que servía lo que tenía entre las piernas? Sujeté su pene y lo puse en la entrada de mi ano.

-Mételo ya, dame tu polla de una vez.  -ahora no suplicaba, le exigía que cumpliera su papel.

Comenzó a empujar y desde luego no era un lapicero lo que me metía, me penetraba sin parar hasta que sus pelotas quedaron pegados a la entrada de mi ano, descansó un momento, sentía sus testículos moverse en mi entrada contrayéndose, deseando vaciar su simiente.

Unos segundos después me follaba sin piedad e inmisericorde, había descansado mirándose en mis ojos empañados a punto de llorar del placer que me hacía sentir, luego comenzó moverse lentamente hasta terminar sudando y haciéndome llegar al cielo. Estaba lleno, completamente empalado en su verga, notando la gruesa vena que recorre longitudinal su verga.

Jadeábamos los dos, él por el esfuerzo y yo por el inmenso placer al que me estaba sometiendo. Iba a eyacular de un momento a otro y se lo pedí sin vergüenza.

-Córrete en mi boca, por favor, quiero probar tu leche.

Pronto le llegó el orgasmo, pero tuvo tiempo para meter el glande en mi boca y pude sentir los latigazos de su esperma que me inundaban, teniendo que tragar para no acabar ahogado.

Mi orgasmo me llegó justo cuando él se vaciaba sentado en mi pecho, estaba lleno de sensaciones maravillosas, paladeando su preciado semen mientras miraba sus ojos cuando eyaculé sin poder evitarlo, el semen salió disparado manchando su espalda y su pelo, pasó por encima de él y las últimas gotas cayeron en su culo resbalando hasta mi vientre.

Aun tenía parte de su corrida en mi boca cuando me besó, se la pasé y quedó paralizado un instante, pero lo acepto y jugaba con su lengua en mi boca buscando más.

Así estuvimos un rato besándonos sin poder parar, jadeando fatigados y sin poder detenernos.

-Te amo Daniel, te amo mi vida, eres un dulce ácido del que no me cansaré. -nos íbamos quedando fríos y le apreté abrazándole.

-Gonzalo, mi príncipe, también yo te amo, nunca he dejado de amarte, quise olvidarte y no pude, hacer mi vida sin verte pero era imposible.

Las palabras brotaban de una boca y de la otra, a veces para reprocharnos, por mi parte no haber sido más valiente y decidido, por la suya haber cedido a lo más fácil y cercano.

-Vamos a ducharnos para que puedas marchar a tu casa, van a pensar que has sufrido un accidente.  –se ríe quedo en mi oído.

-No te preocupes, le dije a María que no esperaran mi vuelta y que se lo dijera a mi abuela.

-¿Sabías que me ibas a follar? ¿qué iba a resultar tan sencillo que cediera?

-No te enfades, no lo sabía, lo deseaba y lo quería nada más.

-Pero Gonzalo, saben que íbamos a pasar la noche juntos.

-¿Que importancia tiene ahora eso?,  no debe preocuparte ni estar molesto. Todos saben lo que siento por ti, lo que ambos sentimos. María estará encantada cuando sepa que estaremos juntos, y los abuelos también, espero que tus padres me perdonen algún día.

-No, no están molestos ni enfadados contigo, ya no, tampoco serviría de nada.  ¿Qué vamos a hacer entonces?

-Pasar esta noche juntos, porque yo tengo ganas de seguir, ¿tú no?

-Sigo teniendo ganas de ti, creo que las tendré siempre, pero me refería a lo qué vayamos a hacer con nuestras vidas a partir de ahora.

-Si quieres puedo influir para que te traigan a Inglaterra, tu empresa tiene una planta de fabricación cerca de Bristol, o en sus oficinas aquí en Londres.

-No hagas eso Gonzalo, por favor, no vuelvas a interesarte por mí en el aspecto profesional, déjame que sea yo mismo el que me realice. Primero quiero terminar mi compromiso en Francia, hasta Septiembre, y después pediré como primera opción UK para el próximo año, pero deja que todo funcione sin interferir, no quieras protegerme tanto.

-Ya hablaremos de todo eso, no me preocupa demasiado de momento, yo te quiero a ti, donde estés. ¿No fue Nicolás a París por ti? Yo iré a cualquier parte del mundo y ahora no estás tan lejos.

Sentí un pinchazo doloroso en mi corazón al escucharle nombrar a Nicolás, ahora que estaba entre los brazos de Gonzalo, sentía lo mucho que quería también a Nico. Aparté mi pensamiento de él, de momento no deseaba pensar en otra cosa que estar al lado de mi amor recuperado. -él continuaba hablando y haciendo proyectos.

-Quiero vivir mi vida contigo, tenerte, amarte, cuidar siempre de ti.  –me sonríe con picardía.  –y me encanta como haces el amor y lo que me queda por descubrir de ti.  –me puse todo rojo por lo que él pudiera pensar de mi y mi forma de comportarme en la cama, pero no estaba dispuesto a volver a cohibirme y reprimir mis deseos sexuales.

-Ya te dije que no soy el mismo, ha habido otros hombres en mi vida. Tú tampoco lo haces mal, me has llegado al alma…, y me encanta tu verga, me vuelves loco todo tú y cuando cojas unos kilos más te comeré ya cebado. -soltó una carcajada cuando le hice gestos de ogro traga niños y me puse sobre él, montado a caballo sobre su peludo vientre.

Esa noche hubo tiempo para que volviéramos a hacernos el amor, con algunas variantes, pero igual de hermoso y excitante. Me confesó que llevaba meses sin tener sexo y estaba desbocado, y para eso estaba yo, para que gozara usándome lo que no había disfrutado en tanto tiempo. Gonzalo ahora era mío y yo de él, pero no me apetecía ni resultaba agradable herir a Nico, me sentía terriblemente malvado. Con Ray y Rafael, no resultaría tan difícil, necesitaba tiempo para ir dejándolo todo arreglado, con suavidad, sin causar dolor innecesario, se trataba de mis amigos y amantes que tanto habían hecho por mí cuando los necesité.

No era mi idea tener una cita semanal con cada uno de ellos, solamente quería que supieran que, por mi parte, seguíamos siendo amigos, que si me necesitaban estaría con ellos, que lo que habíamos hecho estaba bien, no me arrepentía de nada de lo ocurrido con ellos pero que todo cambiaría.

Domingo

Cuando desperté Gonzalo estaba a mi lado desnudo, mirando hacia el techo de la habitación, con las manos sobre el pecho como un faraón y su sonrisa de satisfacción cuando me miró estirarme desperezándome y abriendo la boca.

Miré la hora, era muy tarde, las once de la mañana, él se había quedado observándome sin perder la sonrisa.

-Buenos días amor, tenías que haberme despertado.

-Estabas tan bello dormidito y hace poco que me he despertado, ¡hola!, amor.  –llegó hasta mi para besarme con ternura y paso los dedos por mis cejas peinándolas.

-Gonzalo, estas muy delgado, quiero que me prometas que vas a cuidarte.  –dejé deslizar mi mano por las costillas que se le marcan haciendo tirante la piel.

-Claro que voy a cuidarme, para ti amor mío, quiero estar mucho tiempo a tu lado.  -elevé los brazos para rodearle el cuello y bajarle la cabeza besándole.

-¿Ha estado bien lo que hemos hecho?  -yo estaba satisfecho, no quería pensar en lo contrario, pero quería conocer lo que sentía él.

-¿Lo dices por Ál?  -frunció las cejas endureciendo el gesto y afirmé con la cabeza sin hablar.

-No tienes que pesar en eso. Después de Navidad nos dijeron, casi con exactitud, cuándo y cómo iba a ser el final y él lo sabía, siempre quiso conocer todo el desarrollo de su enfermedad.

-Pero…  -colocó un dedo en mi boca para que callara.

-Déjame seguir, no me interrumpas. Cuando volvimos a Londres y tuvimos el resultado definitivo, supimos que quedaban poquísimas esperanzas de que respondiera a los tratamientos…, entonces cambió de carácter, se hizo hasta agresivo consigo mismo e intentaba suicidarse, por ese motivo lo llevé a la casa de mis abuelos, para poder tenerle mejor vigilado.

-Ya no era el Ál que tú conociste, me odiaba a mí, odiaba a mis abuelos, se odiaba a si mismo y se quejaba de su suerte, ¿por qué tenía que morir él siendo tan joven, estando mis abuelos que tenían que haberse marchado antes? A veces parecía un loco con el juicio perdido y otras se serenaba admitiendo lo inevitable

-Debe de ser un proceso normal en esos momentos según nos dijeron los médicos, que no debíamos tenerlo en cuenta porque no era él quien hablaba, resultó muy penoso y creo que era él, a pesar de todo, el que peor lo pasaba.

-No sé cómo hicieron los médicos y psicólogos para que, de alguna manera, fuera aceptando su realidad cuando ya no tenía fuerzas.

-Dos semanas antes de que tú llegaras, en uno de sus escasos momentos lúcidos, estuvimos hablando, entonces tampoco era muy fácil razonar con él y estaba mucho tiempo sedado. Pensaba en ti y en que tenía que hablarte, su insistencia me sorprendía y como no le atendía se lo pidió a María. -calló un momento pasando la mirado por mi cara y luego se giró hacia la ventana.

-Quería pedirte perdón por el daño que te había causado.  –le interrumpí aunque solo formulé la pregunta.

-¿A mí? Ál nunca me ha hecho mal alguno.  –Gonzalo me miraba con tristeza.

-Sabía que yo te amaba. Cuando comenzaste en el colegio con nosotros, a los dieciséis años, y dejé de prestarle la atención a la que estaba acostumbrado, lo intuyó y luego lo confirmaría. Toda la gente que me rodeaba lo sabía menos yo que no quería verlo, y luchó con todas sus fuerzas para apartarnos. Tampoco tu ayudabas mucho con tu innata timidez y apartándote siempre dejándole libre el camino, pero no es culpa tuya.

-Luego sucedió lo de Sevilla. Estaba decidido a confesarte que te quería, que te amaba. Ál, de alguna forma lo sabía, como si fuera un adivino que leyera mi pensamiento, habíamos terminado discutiendo ese día, quería que arregláramos nuestros problemas y volver a estar juntos, no aceptaba su propia decisión de romper nuestra relación.

Desperté de mi sueño y os vi,  escuché tus gemidos placenteros al recibir su mamada, recordarás como nos habíamos marchado al hotel y Ál se quedó en la fiesta,  yo estaba molesto por lo que había pasado en la discusión y no me sentía con fuerzas para confesarte mis sentimientos.

-Te odié, a los dos os odiaba en aquel momento al sentir, más que ver, como te mamaba la polla y tu lo disfrutabas. Conseguí aguantar callado escuchando tus gemidos, tampoco tenía derecho alguno para meterme en lo que no me concernía.

-Yo no soy como tú, en el fondo de mi corazón te odiaba y seguía amándote, amor y odio, bonito contraste. Inclusive aquella noche en tu casa, cuando te dije que te quería no había terminado de perdonarte.

-Después de que marcharas no volvió a hablar con coherencia y no supe si te había llegado a pedir perdón, porque aquella noche lo que hizo fue premeditado y para apartarnos, pero ya no razonaba muy bien, cuando tenía un segundo de lucidez solo pedía que le dejáramos marchar.   –Gonzalo se detuvo y en ese momento supe que había querido a nuestro amigo. A pesar de todo, y pasando por encima de nuestro amor, le había querido y sido fiel mientras estuvieron juntos. Y no se lo podía reprochar, y menos aún a Ál por su locura de amor.

Las lágrimas salían a borbotones de mis ojos.

-No llores, ya no te dejaré nunca.  –besaba mis lágrimas y él también lloraba. Estuvimos unos minutos consolándonos, dejando salir el dolor desbordado y permitiendo que se fuera.

-Solamente me pidió que cuidara de ti, no pronunció más palabras, tenía que amarte demasiado y tuvo que ser terrible para él, pobre Ál.  –permanecimos un rato largo abrazados, cada uno con sus pensamientos.

A pesar de lo que terminaba de conocer, no podía sentir rencor hacia Ál, muy al contrario, pensaba en lo que tuvo que sufrir con Gonzalo, vivir con él sin que le amara como él deseaba, aunque se bien que le quería, pero como todos los que hemos estado a su lado.

Estaba sintiendo como escurría su semen de mi interior y me sentía molesto, había sido una cantidad enorme la que había depositado en mi vientre todas las veces que se había corrido, y avergonzado intentaba cerrar con fuerza el culo para evitar que saliera, tendría que pasar un tiempo para habituarnos el uno al otro y le pedí que fuéramos al baño. Nos duchamos y Gonzalo tuvo que volver a ponerse su ropa usada, no quiso ir a su casa, deseaba estar conmigo todos los minutos que se pudiera.

Era la hora de comer y no habíamos dejado la habitación a las 12 horas como era preceptivo, luego lo ajustaría Gonzalo en recepción.

Hicimos la comida en el comedor del hotel, Gonzalo se esforzó en comer para dejarme contento, estábamos contentos pero se respiraba cierta tristeza por lo que habíamos hablado hacia un momento confesándonos.

Seguíamos hablando, teníamos muchas cosas que decirnos, hasta que me preguntó por mi situación con Nico. Le expliqué más o menos como  estábamos y como él mismo me había animado a venir a Londres para estar con él y escucharle lo que tuviera que decirme.

-Es un gran chico, me cae muy bien, y te ha cuidado. -eso era cierto y lo había constatado, siempre que se veían les encantaba hablar entre ellos, aunque uno fuera del Athletic de Bilbao y el otro del Real Madrid, y discutieran como buenos amigos.

-Sí, sí que lo es, el mejor.  –me miraba sonriendo.

-Vas a lograr que tenga celos.  -sonreí para mis adentros al reconocerle cierta razón en sus palabras. Quise dejarle tranquilo.

-Pero mi amor es solo tuyo, siempre lo ha sido y así seguirá. -era una mentira a medias ya que ni yo me entendía.

Gonzalo quería venirse conmigo a Lille y alguna locura más, y lo mismo que con Nico, en eso fui tajante, era lo que tenía que hacer en ese momento.

-Tienes que dejarme un tiempo para que vaya ordenando mi vida.  -y cedió por ahora.

Teníamos que volver a la habitación para recoger todas mis cosas e ir a la estación.

Hacía una temperatura agradable con algunas nubes que cubrían el cielo azul, lo mismo que encontraría en Lille al llegar.

Me separé de él con un montón de sensaciones encontradas pero de resultado agradable, al final salían vencedoras las buenas sobre las malas.

En unas horas mi vida había cambiado y de momento me sentía como montado en una gigantesca noria y mareado.

Llegué a Lille temprano y el trabajo me distrajo, seleccionar ropa para llevar a la lavandería, la que tenía que lavar en casa, deshacer las maletas, atender la llamada de Rafael que insistía en querer hablar para contarme algo, según él maravilloso, todo ello me hizo olvidar lo demás.

Sentirme en casa me ponía hiperactivo, mi casa, con las nuevas flores que Ray había colocado como bienvenida en el búcaro, hacer una lista de cosas pendientes, mirar la nevera, y tomar un té antes de meterme en la cama.

También llamé a Nicolás una vez metido entre las agradables sábanas, se lo debía. Aunque no tenía ganas de hablar, él insistía, quería saber más de lo que yo estaba dispuesto a contar en ese momento.

-Nico te lo relataré todo pero será cara a cara.

-Con Gonzalo estuve hablando un tiempo más largo.

Continuará…