39.3 El pasado doloroso

Siempre le había visto, en las duchas o cuando se vestía sin pudor alguno delante de mi, con la polla en reposo, o un poco hinchada, y aquello que sentía presionando sobre mi vientre y mi pene no se parecía en nada a lo que yo conocía.

Retrospectivo: Algunos años antes.

Desde que Gonzalo comenzó a vivir en la residencia de sus abuelos, dejando la casa de los tíos de Ál, las cosas entre ellos no marchaban como antes, iban sorteando tempestades, y tuvieron una gran recaída después del viaje de fin de curso, cuando terminamos el bachillerato, a los dieciocho años cumplidos para alguno, y teníamos que comenzar en la Universidad.

Aunque algunos días se quedaba a dormir en la casa de los tíos de Ál, sobre todo los fines de semana, las cosas no funcionaban bien entre ellos aunque lo aparentaban de cara al exterior.

Esa situación se fue agravando a medida que avanzamos en nuestros estudios de primero de carrera. Había muchas fiestas que organizaban los abuelos de Gonzalo, o le animaban a él a que las hiciera, Ál no acudía a todas ellas. Se había buscado nuevos amigos y Carlos me confesó en una ocasión que salía con una chica.

Esa situación me hizo concebir falsas esperanzas sobre mi amistad con Gonzalo, deseando que volviera a ser lo que fue. Ya teníamos el carnet de conducir, y para mí era más fácil desplazarme hasta su casa. Nuestra antigua amistad, o lazos de personal cariño, interrumpido hacía seis años, comenzaba a reconstruirse. Mi presencia en su casa se hizo cotidiana, estaba allí con frecuencia, pasando todo el tiempo que podía a su lado. Cuando tenía un momento libre cogía el coche de mi madre y me desplazaba en un momento.

Jugábamos al tenis, baloncesto, croquet, golf, o bien nadábamos, Borja y sus hermanos estaban con nosotros como unos amigos más, sobre todo Borja, porque el abuelo de Gonzalo sentía pasión desbordada hacia él, se llevaban muy bien entre ellos. Era un hombre que quería a su personal de servicio y sobre todo a los niños, hijos de sus empleados, y sobre los demás, sin explicarme la causa, Borja era su preferido.

Comenzó a invitar a antiguos amigos del liceo, a los amigos de Ál no hacía falta invitarles, la puerta siempre estaba abierta para ellos. También salíamos algunas veces a las playas del litoral o permanecíamos en su casa donde había de todo para pasar el tiempo haciendo deporte o jugando.

Toda esa situación y circunstancias hacían que, lentamente al principio, volviéramos a nuestra antigua unión de amigos muy cercanos, yo lo veía así aunque deseaba algo más también. Todo ese castillo de arena, construido con tanto cuidado por mí, se desmoronaba como un armazón de naipes sacudido por la brisa más ligera, y ese viento que lo erosionaba y luego derruía era Ál cuando decidía intempestivamente volver a su lado.

Estábamos en cuarto de carrera,  terminados los exámenes que resultaron sorprendentemente satisfactorios y obtuve unas notas estupendas para la media de mi carrera. Mis padres me lo permitían todo, nada era suficiente para un hijo tan responsable, para celebrarlo fuimos algunos amigos a la casa de verano de mis padres, Gonzalo y yo nos quedaríamos más tiempo esperándoles  y nuestros amigos estarían el fin de semana por las fiestas patronales que se celebraban.

Y se produjo la magia en aquellos días que resultaron de ensueño. Llegábamos a casa de madrugada después de divertirnos como nunca, ya se habían acabado los viajes de verano al extranjero y comenzaba a disfrutar de la vida y sobre todo de Gonzalo, de tenerlo cerca de mi, sin esperar que todo saliera como yo deseaba, pero queriéndolo con toda mi alma.

Yo sentía, desde siempre, que habíamos nacido el uno para el otro, y en algunos momentos creía que sus sentimientos eran idénticos a los míos, mi madre se dio cuenta y seguramente muchos más por la forma tan tonta que tenía de comportarme con él, adorándole en todo momento y amándole. Él me quería, lo presentía, pero me trataba como si fuera un hermano. Era un chico enamorado desde siempre y ya tenía 21 años para cumplir 22.

Nunca había sentido algo semejante por otros chicos, me gustaban, sí, muchos y eran una tentación constante pues quería satisfacer mi necesidad de compañía, cariño  y amor. Yo vivía en un túnel donde solo le veía a él en la luz del final, y lo que pasaba en los laterales me importaba muy poco. Me gustaban mis amigos, Ál, Raúl, Carlos, Amadeo y muchísimos más, pero aparte de aquella mamada que me practicó Ál en Sevilla, jamás había tenía algo sexual con alguno.

Con Gonzalo no había tampoco contacto a excepción de lo natural de chicos jóvenes, algún roce al jugar o hacer deporte, casual o buscado, ver desnudos nuestros cuerpos, pero nada más, no me había vuelto a besar desde que nos despedimos a los catorce años en el liceo. Seguramente no había nada por su parte, pero yo lo soñaba y lo hacía realidad en mi cabeza.

El día anterior a que marchara para su casa, como despedida, habíamos tenido una merienda con mis amigos del pueblo y de veraneo,  y cuando llegamos a casa hacía mucho calor y nos bañamos en la piscina, a la luz de la luna y las estrellas. Me sentía muy feliz y muy triste a la vez.

Mis padres habían salido a cenar, estábamos solos en la casa y después de secarnos y ponernos un nuevo bañador, nos tumbamos en la terraza mirando al negro cielo, solamente iluminado por la luz plateada de la luna y el parpadear de las estrellas, podíamos ver las luces de algunos aeroplanos que pasaban muy alto y que Gonzalo seguía con la mirada, señalando su trayectoria con el dedo, quizá fuera el inicio de su interés por los vuelos y querer ser piloto.

Y sucedió un milagro, el que llevaba esperando tanto tiempo, no resultó muy novelesco ni soñador o romántico, visto ahora con el tiempo transcurrido. Fue una declaración que más parecía un contrato, como si fuera una cosa natural que se tenía que producir por la inercia de nuestras vidas, pero yo temblaba emocionado.

De improviso, sin mirarme, debía estar contando las estrellas por lo atento que las miraba.

-Daniel.  –se calló, creía que iba a continuar hablando, de cualquier cosa como el sonido de las ranas que se escuchaban croar en el cercano riachuelo, de las ensordecedoras chicharras de los grillos, de todo menos lo que escuché salir con timidez de su boca.

-Creo que te quiero. –al principio no me llamó la atención  salvo que me gustó lo que dijo, no lo vi connotación amorosa alguna, si no el querer de amigos que siempre nos tuvimos.

-Yo también te quiero.  –le respondí incrédulamente, y durante unos minutos no hablamos ninguno de los dos.

-Estoy muy bien a tu lado y me gustas.  –aquí se me paró el corazón. Me era muy difícil el hablar, quería creer lo que me apetecía pero no estaba muy claro lo que intentaba decirme.

-¿Quieres decir, algo como lo de Ál y tú?, ¿qué te intereso de esa forma?

Lo veía tan calamitoso y tan triste dicho así, de esa manera tan simple, sin pasión, cuando me hubiera gustado, no sé, que se pusiera de rodillas para declararme su amor, o que me hubiera abrazado y besado con locura, era tan cursi y patético que sentí vergüenza de mí. Estaba contento a pesar de todo y no me importaba que la declaración fuera tan triste y sin entusiasmo, estaba dispuesto a soportarlo todo por tenerle, realmente me parecía todo muy tierno, increíblemente bonito, por mi estado emocional.

-Sí, eso mismo, si es que yo te gusto a ti.  –resultaba todo tan frío, me levanté y tomé asiento en el borde de su tumbona, a su lado, y sujeté su mano entre las mías que temblaban y las sentía sin vida.

-No es que me gustes, es que estoy loco por ti, siempre lo he estado, pero tu estas ciego.  –se levantó como si un resorte le hubiera disparado. Me abrazó y me beso en los ojos unos segundos, aspirando las lágrimas que me brotaban, y con inmensa lentitud y dulzura llegó a los labios, yo no sabía ni besar, nunca había besado de verdad a un chico o chica en la boca. Me sentía aturdido y volando en una nube, cerré con fuerza los ojos para no despertar si es que estaba soñando.

Gonzalo me besaba con ternura y algunas veces con fuerza, empujando con la lengua para que le abriera camino, lo que tanto había ansiado se volvía realidad, ahora me gustaban sus besos y no me quería desprender de su boca, miraba a la oscura noche y me parecía de día, y las estrellas se multiplicaban en mi cabeza más rutilantes que las que veíamos colgando en el cielo.

Pasamos muchos tiempo besándonos, estaba aprendiendo muy rápido y él era un estupendo maestro. A la vez sentía sus manos acariciarme la cara y el pecho sin descanso. Me encantaba sentirlas, calientes y suaves frotando mi piel helada. Hubo un momento en que, por su excitación y la postura forzada que manteníamos caímos al suelo, sobre las toallas que habíamos abandonado un tiempo antes.

Después de una carcajada nerviosa se situó sobre mi y continuó con la hermosa tarea que me encantaba. Me tenía inmovilizado, y pasaba a ser algo violento mordiéndome los labios y chupándome el cuello, A veces me hacía daño, pero no me quejaba y solo sabía abrazarme a él, estaba dispuesto a hacer lo que él quisiera para darle gusto. Me abrió las piernas para colocarse entre ellas comenzando a frotarse contra mi cuerpo.

Podía notar, a través de la tela de los bañadores, el calor de su sexo, el bulto tan grande y duro que portaba en la entrepierna, el mío también estaba rígido y me dolía, tenía unas ganas locas de correrme por lo excitado que estaba al frotarse contra mí.

Siempre le había visto, en las duchas o cuando se vestía sin pudor alguno delante de mi, con la polla en reposo, o un poco hinchada, y aquello que sentía presionando sobre mi vientre y mi pene no se parecía en nada a lo que yo conocía. Estaba nervioso y no sabía qué hacer salvo sentirla resbalar sobre mi abdomen, cuando se frotaba deslizando su cuerpo sobre el mío, besándome y diciendo que me quería, hasta que de repente me clavó los dientes en el cuello, se tensaba y encogía entre espasmos, abría mucho la boca soltando el mordisco y se vació entre convulsos estertores en el bañador. Su corazón parecía una locomotora a punto de explotar aplastándome con su peso.

Me sentía genial, aunque con mi polla tiesa al punto que me dolía, pero me notaba muy a gusto abrazando su cuerpo contra el mío, me ponía nervioso y emitía risitas sin controlar como si fuera un bobito o me hubiera dado un ataque, sintiendo la humedad que traspasaba las finas telas, y el olor a semen; me pareció que hasta el aliento le olía a esperma y me gustaba. Era una sensación como nunca la había sentido, su proximidad, el poder abrazar su espalda desnuda, besarle la cara y acariciar su cabello y su cuello era suficiente para mí y así hubiera estado toda la noche, la vida entera bajo el peso de su amado cuerpo, y entonces llegaron mis padres.

No hubo problema con el semen que había manchado los bañadores, antes de que llegaran a la terraza que está al otro lado de la casa, nos los quitamos y nos envolvimos en unas toallas, luego en el cuarto de baño los lavaría para hacer desaparecer la prueba del delicioso pecado que habíamos cometido.

Mi madre se dio cuenta de que algo pasaba o había sucedido porque nos miraba con terrible intensidad y nos pusimos intensamente rojos, tiene el olfato muy desarrollado y seguro que olió el esperma de Gonzalo tan intenso, y además, vernos envueltos en las toallas y los bañadores sucios en mi mano, para ella eran suficientes pruebas de lo que imaginaba que sucedió. Lo comprendió al instante y no dijo nada, solo sonrió comprensiva, luego se lo contaría unos días más tarde, sin hacer referencia a la corrida de Gonzalo, no era necesario y no necesitaba saber los detalles, solamente sentir lo feliz que era su hijo con la declaración del muchacho al que amaba tanto.

Esa noche  lamenté tener que dormir en mi habitación de dos camas y que no hubiera una mas grande para sentirme rodeado por sus brazos, y hablé durante horas con él en susurros que respondía con monosílabos, hasta que me di cuenta de que se había dormido, rendido por el cansancio. Encendí la lámpara de la mesa central sigilosamente, y mirándole pasé casi el resto de la noche.

Al día siguiente se marchó, pero hubo un momento para estar solos en el ático y repetirme lo mucho que me amaba, o puede que fuera yo el que se lo dijera e imagine que era él quien hablaba. No quería separarme de su lado y alargaba el momento abrazado a su cuerpo reteniéndole, y él no dejaba de besarme y llegó a acariciarme las nalgas dejándome loco de deseo porque sus caricias no acabaran.

Por último me dio un largo beso antes de comenzar a bajar las escaleras dejándome hecho un mar de lágrimas, tanto tiempo esperando y había resultado todo tan rápido y corto.

A partir de ese momento nos hablábamos cada día. Las llamadas se espaciaron el mes que estuvo en USA con sus abuelos, pero cuando volvió a su casa reanudamos nuestras largas conversaciones, que a mi padre molestaban cuando me encontraba con el móvil en la oreja en lugar de en la piscina o tomando el sol tumbado.

Aunque no había estado con chicos en la cama no era tan inocente, veía pornografía en internet, sabía lo que se hacía entre dos chicos y deseaba experimentarlo con Gonzalo, aunque una cosa es verlo como espectador y otra practicarlo.

A veces era tierno al emplear las palabras, y otras la verdad que se pasaba consiguiendo que enrojeciera avergonzado. Conversaciones propias de novios, por cierto no me había pedido que fuera su novio, éramos jóvenes y enamorados, deseosos de tenernos y estar juntos.

Gonzalo fue sincero hasta en demasía, no solamente había estado en la cama con Ál, había compartido cama y tiempo con otros chicos y alguna muchacha, sin revelarme los nombres aunque algunos podía adivinarlos. Gonzalo era el sujeto deseado por cualquier chica, las que buscaban un pretendiente y mejor partido. Cualquiera de ellas, si lo hubiera querido, le habría acompañado, a la cama y al altar. Era el marido ambicionado en todos los sentidos, y también el amante ideal.

No se daba cuenta de que me dolían sus confidencias, dichas en el mejor sentido, pero me dejaban triste a pesar de la confianza que depositaba en mi. Llegaba a pensar si quizá yo fuera otra de sus conquistas a la que abandonaría cuando se cansara y viera conseguido o que buscaba, y luego cambiaba de pensamiento para llamarme loco. Gonzalo me amaba, siempre lo había hecho pero no se daba cuenta.

Después de hablar, la mayoría de las veces me dejaba muy caliente, insistiendo en sugerir que lo dejado pendiente aquella noche tenía que suceder, también me decía que tenía que masturbarse cuando en su pensamiento me veía desnudo con él en la cama, y terminé haciendo lo  mismo que él, masturbarme hasta terminar echando chorros de semen, así comenzamos a jugar, no siempre nos masturbábamos, también soñábamos, ¿o era yo el único soñador?

De la misma manera que él, me veía a veces en la cama acariciando su verga y lamiéndola como Ál me hizo a mí, y tenía malos pensamientos, imaginándoles a los dos haciendo el amor, sentía celos, a pesar de lo que lo quería no deseaba verles juntos nunca más.

Volvimos del pueblo a la ciudad, intenté que Gonzalo volviera a mi casa unos días antes de partir y soñaba con entregarle mi cuerpo como él deseaba, con que me hiciera suyo, en cómo sería tenerle dentro de mí, pasar una noche con él, hacer un viaje solos los dos. Todo el día pensando en él y el amor de niño, de adolescente, se transformó en un amor de hombre inmenso, como creo que jamás lo haya podido sentir alguien. No pude dar cumplimiento a mis sueños, su viaje de vuelta se retrasó arrasando mi ilusión.

Estar en este estado de frenético deseo impaciente, me proporcionaba una extraña felicidad que me hacia llorar y reír, veía a mi madre preocupada ante mi inmensa felicidad, tenía que estar contenta y alegre y no la notaba así. El reencuentro tenía que ser espectacular, cuando llegamos a casa dejé a mis padres allí, digo dejé, porque desde el momento en que me entregaron el carnet de conducir siempre me dejaban manejar el coche si es que viajábamos juntos; conduje hasta su casa, al pasar por la casa de portería saludé alegremente al padre de Borja que agitó la mano mientras abría, a distancia, las inmensas puertas de hierro.

Llevé el coche hasta la parte lateral de la enorme mansión y busqué una puerta abierta de la galería, en el ala donde están las habitaciones de Gonzalo, entré por su salón de estar hasta el pasillo y llegué a su habitación, no estaba en ella, y seguí caminando hasta el salón de las grandes recepciones, anterior al hall de la entrada, allí me encontré con el mayordomo.

Gonzalo había bajado a las pistas para jugar un partido de tenis con Borja. Le agradecí la información y marché antes de que empezara a formular sus preguntas sobre cómo había pasado el verano, o apareciera alguno de sus abuelos y me entretuvieran.

Salí por la puerta principal y bordeé la casa hasta llegar a la parte lateral, dejé el edificio de cocheras y casa del chofer y llegué a la piscina, estaban en ella varios muchachitos, hermanos de Borja y otros; una niña me conoció y me saludó con la mano, le devolví el saludo muy alegre, debía saber a quien buscaba porque me señaló con su manita las pistas de deporte más abajo.

Hacía crujir la piedrecilla de río, rodada y redonda, de los senderos con mí andar decidido y enérgico, quería verle cuanto antes, echarme en sus brazos y comérmelo a besos, y mi corazón galopaba con furia.

Las pistas estaban desiertas, no había jugadores de tenis, ni de baloncesto, ni en la multiusos, me quedé desilusionado, todo era visible girando la vista y solo quedaba la casita donde se recogían las redes y artículos de deporte en el invierno, alejada y cercana a la arboleda, la puerta estaba entornada, la abrí con una insufrible aprehensión, para que el mundo estallara en mi alma y diera vueltas mi cabeza.

Allí estaban los dos, Borja y Gonzalo, se me quedaría grabada la escena como si se tratara de inauditos fotogramas, a fuego como se marca a las bestias, para siempre indeleble en mi memoria. Borja estaba tumbado en el suelo, tendido cuán largo era, boca abajo sin su pantalón de deporte, abiertas las piernas y el culo empinado, dejando salir suaves gemidos, encima de él estaba Gonzalo, con el pantalón corto bajado hasta los tobillos, metiendo y sacando la verga velozmente del culo de Borja.

Giraron la cabeza al unísono cuando oyeron como se abría la puerta, para encontrase con mi mirada aterrada, llevándome la mano a la boca para ahogar mi doloroso y agónico quejido. Durante unos segundos el mundo se detuvo causando la mayor catástrofe que se pudiera producir en mi corazón, los tres con los ojos muy abiertos permanecíamos mirándonos. Algo retumbaba en mi cerebro llamándome a perder el sentido, y caí al suelo que avanzó hacia mí y lo contuve con mis manos.

Me incorporé sin dejar de mirarles, ellos continuaban quietos, Gonzalo metido aún en el cuerpo de Borja, giré sobre mis pies e inicié el camino de vuelta vacío y sin vida, sin saber lo que me hacía, comencé a correr cuando escuché el chirriar de la piedrilla detrás de mí, no giré la cabeza, por el ruido eran los dos lo que venían siguiendo mis pasos y atronando mi cabeza con el quejido de las piedrillas al ser brutalmente pisadas, y empecé a correr como un loco, cegado por las lágrimas llorando de dolor, tropecé y caí sobre la hierba dando unas vueltas, bajando la suave ladera hacia el acantilado.

-Daniel déjame que te explique, por favor perdóname Daniel.  –Gonzalo se abrazaba a mí y escondía su cabeza en mi hombro llorando, unos pasos más allá, Borja de rodillas sobre el césped lloraba también.

Así permanecimos un tiempo que no podría precisar hasta que nos fuimos calmando, Me sostuvo para ponerme en pie y llegamos a las piscinas, allí nos lavamos la cara, permanecimos un rato sentados mirando las evoluciones y juegos de los pequeños, sin hablar.

-Por favor Daniel, no digas lo que ha pasado, destrozaría a mis padres y sería terrible para ellos. –miré un instante su cara noble y varonil, ahora empañada en tristeza, siempre me había encantado y era de quien menos sospecharía que follaba con Gonzalo; mostraba una terrible consternación y arrepentimiento a punto de volver a llorar. Borja ya era un hombre que había terminado su carrera e iba a comenzar a trabajar con el abuelo de Gonzalo como su asistente personal. ¿Cómo iba a decir algo que produjera dolor a otros seres a lo que apreciaba o quería, y que no tenían culpa de nada?

-Yo soy el único culpable, Borja me obedecía simplemente, tampoco queríamos causarte daño…, ya está hecho aunque está mal, peor que mal…, y te quiero Daniel, espero que alguna vez puedas perdonarme. –también Gonzalo parecía sincero, pero había roto mi corazón y estaba descompuesto en pedazos, más dolido que cuando comenzó a salir con Ál, porque ahora había probado las mieles de sus labios, las caricias de sus manos en mi cuerpo y me había ilusionado una vez más.

Un rato después me marchaba, me acompañaron los dos hasta el coche, como si tuvieran miedo de que fuera a hablar de lo que habían hecho con alguien, no pude despedirme de ellos, ya no lloraba, únicamente un sordo dolor me subía por el pecho estrangulando mi garganta.

A partir de aquel momento las cosas cambiaron, si antes, cuando estaba con Ál, era difícil vivir, ahora resultaba insoportable. Dejé de ir por su casa y solo nos veíamos las veces que no quedaba más remedio, cuando tenía que acompañar a mis padres invitados por sus abuelos o en alguna fiesta donde me resultaba imposible no estar.

Mis padres y sus abuelos notaron el distanciamiento pero no intervinieron, dejaron que la vida transcurriera como si supieran que al final volveríamos a estar juntos aunque de distinta manera, solo pude hablar con mi madre cuando me tranquilicé y pasó un tiempo.

El inicio del curso me acaparó muchas horas y comencé a salir con compañeros y amigas de la escuela de ingenieros, con David no podía porque vivía en otra ciudad. A mis amigos los perdí un tiempo de vista y solo sabía sobre ellos por María y Carlos.

Lo pasé mal y necesité una pequeña asistencia médica para superar una depresión que no fue tan grave, el estudio me encantaba y me centré en él, en un año que al ser el último no era fácil precisamente, y al final preparándome para las entrevistas que nos harían los de Cranfield, para decidir si cumplíamos los requisitos que exigían a los que queríamos ir a hacer muestro máster allí.

Gonzalo me llamó muchas veces, incontables, buscando, queriendo encontrar el perdón que no podía otorgar de momento, y creo que no hice bien, que debí perdonarle y todo se hubiera curado con más facilidad, sin tanto dolor y amargura, aceptando que la vida es así de cruel y que todos somos débiles seres humanos.

Terminamos la carrera y tuvimos una gran fiesta en la casa de Gonzalo, además de las que organizaban en las distintas facultades del campus, sin más novedades  importantes, todo se resumía a disimular, menos con mis padres a los que era imposible engañar y sobre todo a mi madre, parece que con otros tampoco lo conseguía.

La relación  entre Ál y Gonzalo era una cosa del pasado, y tampoco se hablaban o lo hacían lo justo y estrictamente necesario, únicamente cubrían las apariencias de que eran amigos, la unión familiar y de todo tipo que había entre sus abuelos y la familia de Ál lo hacía imprescindible.

La chispa volvió a saltar entre ellos al ir a la misma universidad y residencia, cuando fuimos a Inglaterra para hacer los másteres que cada uno habíamos elegido, Carlos y yo junto con David, fuimos a Cranfield y Ál y Gonzalo a Londres, su abuelo y el tío de Ál querían que se prepararan para en un futuro poder dirigir sus empresas y negocios.

Alguna vez nos visitaron en Cranfield, yo creo que visitaban más bien a Carlos y aprovechaban para saludarme a mí, quizá no fuera así, pero de esta forma lo sentía. Unos meses más tarde había pasado la Navidad, no pude dejar Cranfield y mis estudios y fue el primer año, y único hasta ahora, que no he estado con mis padres en esas fechas.

Gonzalo y Ál volvieron a Cranfield  después de Navidad, a vernos y también porque Gonzalo quería informarse sobre los cursos de pilotos de aeroplanos que impartían en mi universidad, antiguo aeródromo militar en la Gran Guerra para entrenamiento de pilotos militares.

Cuando les vi me di cuenta al instante de que volvían a estar juntos y parecían ser felices y que se llevaban mejor que antes. Me alegré por ellos y me dolió, ¿por celos?, puede ser, seguía amando a Gonzalo con toda mi alma, no podía apartarle de mi pensamiento y lo mejor era estar lejos de él. Y durante dos años y medio les he visto en muy contadas ocasiones, siempre les he rehuido hasta este año cuando ya estaba con Nicolás y logró redimirme y aceptar lo que tenía.


Me sorprendí sonriéndome ante el espejo, las consecuencias de lo de anoche parecían haber pasado, el ano había dejado de picarme o escocerme aunque me dormí con él dolorido, me lo había lavado bien y vuelto a aplicar la pomada.

Pero mi sonrisa, mi alegría interna no era por ese motivo. Mi cabeza no podía detenerse y había empezado a elucubrar unas ideas que me hacían ver la vida de otra manera, más positiva y amable. Era algo que me pasaba cuando tenía nuevos proyectos o personas por la que preocuparme y conseguía dejar de pensar en mí.

Pensaba en lo sucedido aquella mañana entre Borja y Gonzalo, intentaba ponerme en su lugar, y aunque mi perdón se había producido hacía mucho tiempo, empezaba a comprenderlos, más a Borja que a Gonzalo.

Si yo hubiera encontrado a un amigo necesitado de afecto, de cariño, y además le quisiera, ¿no hubiera hecho lo mismo que él? ¿No le hubiera entregado todo mi amor en ese momento? ¿Y no pudo ser esto mismo lo que hubiera ocurrido en aquel instante nefasto?, las circunstancias que les rodeaban, la necesidad biológica de sus cuerpos jóvenes y en ebullición, con la testosterona a flor de piel, mi ausencia. Me doy cuenta de que por mi bien necesito justificarles como sea.

Mientras me duchaba estaba pensando en todo esto, quizá forzado por la próxima reunión con Gonzalo, y el hecho de que necesitaba tener algunas ideas claras para enfrentarlo.

El verlo desde ése enfoque me había sentado y bien, me había liberado de todos aquellos fantasmas, me sentía libre y como si mi alma volara. Mi intransigencia se evaporaba a marchas forzadas. ¿Quién era yo para juzgarles? ¿En qué parámetros basaba sus sentimientos para pensar que aquello había sido pecaminoso o perverso?

Bien, admitía que me hubiera causado daño y roto el corazón y las ilusiones, intrínsecamente tenía todas las características de que era pérfido e infame en sus efectos, pero quizá las motivaciones no lo fueran.

Pero ahora no era tan fácil cambiar el juicio habiéndoles condenado de antemano. Si yo hubiera estado en el lugar de Borja lo hubiera hecho peor, si es que había que ver algo malo en lo que hicieron.

Y muy posiblemente estuviera equivocado, pero prefería verlo como deseaba que hubiera sido, me beneficiaba ya que me encontraba más feliz y descargado de rencores, no odio porque nuca había dejado de amar a uno y sentir un gran aprecio por el otro.

En una palabra, estaba contento y alegre, escucharía lo que tuviera que decirme Gonzalo y me  dejaría llevar por las buenas sensaciones, total el domingo cogería el Eurostar, volvería a Lille y habría muchos kilómetros entre nosotros separándonos.

Esa sensación se debía reflejar en mi rostro, sería impresión mía pero veía a la gente con otra cara y sus sonrisas me parecían sinceras y preciosas. No vi a Robin desayunando en el comedor, seguramente no había bajado o ya habría subido a lavarse la boca.

Hoy nos tocaba escalada en roca y no había que salir de las instalaciones, tenían su propio roquedal de piedra redonda, con hendiduras que facilitaba la escalada y minimizaba el riesgo. Por la escasez de tiempo habían decidido hacerlo en el lugar y no salir como hubiera sido lo preceptivo y normal en otro momento, pero hoy teníamos la visita de personal importante de la empresa.

Teníamos que ducharnos y vestirnos para comer en muy poco tiempo, la mañana había transcurrido muy rápida y resultó jovial y entretenida, recordé a Nico cuando visitamos aquel parque rocoso tan bonito y como miraba y envidiaba a los escaladores que encontramos.

El lugar de la reunión y encuentro era el bar antes de pasar al comedor. Cuando traspasé la puerta vi a Joel, mi mentor, y a André, mi jefe.

Estaban con otros señores pero se les veía distendidos hablando en grupo. Joel me vio el primero y vino hacia mí con una sonrisa para saludarme y luego llegó André, éste paso su brazo por mis hombros en gesto de camaradería. Joel hablaba de la gente de Barcelona y André de los avances en la instalación de los filtros, bueno, resultó un tótum revolútum que sirvió para animar la charla. Al poco tiempo se había añadido más gente al grupo y me vi liberado, terminaron sus bebidas y pasamos al comedor.

Durante la tarde las intervenciones fueron rápidas y breves, había sido una visita de protocolo, para quedar bien, tenían que aprovechar el viernes para hacer otras cosas, mi jefe marchaba esta misma tarde a Manchester y Joel tenía que pasar por York antes de partir para Barcelona.

Tuvimos el tiempo justo para poder hablar con los dos, en realidad hablamos los tres y pude comprobar que cuando estaban juntos no se llevaban tan mal como aparentaban.

Después de cenar todos querían permanecer en el bar, celebrando una especie de despedida, era nuestra última noche, subí a la habitación para llamar y hablar con tranquilidad a David y confirmarle que llegaría el viernes a la tarde a Derby.

Tenía que enviar algunos mails y al no tener wifi en la habitación decidí bajar el portátil al bar o el salón, me lave la boca y baje, la mayoría estaba en el bar y unos cuantos en el salón, todos con bebidas en sus manos, pedí mi agua tónica con limón y unas gotas de gin y fui a sentarme en una mesa.

Cuando di por finalizado mi trabajo había transcurrido más de una hora, cerré el portátil y me acerqué a la barra del bar, estuve hablando un rato con todos, algún miembro del grupo que llegó más tarde se había agregado a nosotros.

Robin estaba entre ellos, había terminado mi bebida y no me apetecía una segunda, le hice una seña para que viera que marchaba y vino hasta mi.

-Quédate un rato, vamos a jugar una partida con estos.  –señalo hacia el grupo que había dejado. –No va a ser mucho tiempo.

-De acuerdo, te espero.  –se fueron al salón donde estaba la mesa de billar y continué hablando con los que estaban en el bar. Pude enterarme de que una compañera de investigación había solicitado ir a hacer sus segundos nueve meses a Francia, ella es de los que solo hacen ese tiempo reducido en cada destino y se incorporaría en Junio, o sea que la iba a tener dos o tres meses conmigo.

Era simpática y estaba muy interesada en saber y conocer cosas de Francia. Me habían pedido otra bebida y hablando tanto tiempo la terminé. Robin seguía jugando y bebiendo, decidí subir para dormir.

Me había metido en la cama  y caído en el sueño después de estar un rato pensando en que llegaría Robin, la llamada sonó cuando estaba dormido, me despertó el sonido del teléfono, tuve que levantarme e ir a la mesa donde lo había dejado.

Era Robin que me estaba buscando en el bar, su voz sonaba a que había bebido demasiada cerveza.

-Espérame, subo ahora.  –intenté convencerle que era mejor que fuera a su habitación y dormir pero no hubo forma. Esperé a que subiera para que no anduviera golpeando en la puerta, llevaba dos horas durmiendo y estaba muerto de sueño, eran las tres de la mañana, ¿qué quería hacer a esas horas?

Cuando llegó dio un pequeño golpe que me alertó, allí estaba él, con la corbata suelta y su cara sonriente. Al entrar se abrazó a mí y me besó, olía a cerveza como si hubiera bebido un tonel. Se apoyó en mi hombro y fuimos hasta la cama.

Cayó como un saco sin vida.

-Tenías que haber ido a tu habitación, ¿sabes la hora que es?  -abrió los ojos y volvió a sonreír con los dientes blanquísimos en el marco negro de sus labios.

-Tenemos que follar, es la última noche que nos queda.  –me hizo gracia su terquedad pero se le veía tan grande y tan tierno.

El sueño se me había ido y hasta le miraba risueño, me tendí a su lado, se dio la vuelta y me abrazó.

-Se te va a arrugar el traje.

-Ayúdame a quitármelo.

-Te voy a llevar a tu habitación.

-Por favor, déjame dormir aquí esta noche.  –se trababa al hablar como todo buen borrachín, me quedé pensativo y continuó.

-Te prometo que antes de que te levantes a la mañana me habré ido.

Le fui quitando la chaqueta, la camisa y el pantalón mientras seguía tumbado en la cama, me encontré con que no podía sacarle el pantalón y le quité los zapatos, le dejé con el slip y calcetines y con dificultad le tapé con la ropa de cama.

Vi como tenía la verga abultada pero era mejor que tuviera el slip puesto, apagué la luz y me tumbé a su lado. Pasaron unos minutos, comenzó a pasar la mano por mi cuerpo con suavidad y delicadamente, como si se estuviera durmiendo hasta que se detuvo con lentitud y comprobé que su respiración era acompasada aunque algo fuerte, se había quedado dormido.

Continuará…