39.1 Robin

-Eres un chico muy guapo, demasiado bello para ser chico, ya te lo habrán dicho. –calla un momento mirándome fijamente con sus profundos ojos negros.

Esté capítulo se adelanta para conpensar el retraso anterior.

Aún no habían bajado todos los compañeros al comedor para el desayuno, pero vi a Robin que anoche no había llegado antes de que marchara a dormir. Robin es uno de los pocos chicos que cogieron en la selección de la primera convocatorio, en la que me eligieron a mí también.

En la pasada reunión estuvo jugando conmigo, logró desconcertarme al manifestar, entre bromas, cierto interés por mi persona y que no podía tomarle en serio ya que él era hetero desde el cabello a los pies.

Es inglés y de color negro, negro ceniza, es altísimo de un metro noventa, con un cuerpo impresionante y de cara no está mal aunque no es lo que se puede llamar guapo, lo que más me gusta de él es su forma de llevar los trajes, los luce con una innata elegancia como si hubiera sido modelo.

Se ha dejado crecer la barba, una perilla de chivo con no muchos pelos y a juego un bigote unido ligeramente a la barba en sus extremos, no le sienta mal y realza su impronta de hombre  viril y masculino, las chicas se le comen claramente con la vista y yo lo hago con disimulo observándole, lo que sí que lograba  la perilla era alargarle la cara dándole un carácter más serio, impresión que desaparece al sonreír y mostrar su blanquísima y fuerte dentadura.

Nos saludamos con un apretón de manos, como si nos acabáramos de conocer, no hemos hablado mucho en otras ocasiones, salvo por temas de trabajo y por teléfono, pero creí por un momento, la última vez que nos vimos, que se interesaba de alguna manera por mí.

Después pensé que quizá se burlaba de mi homosexualidad, habíamos participado en otras reuniones sin que me hiciera mucho caso, a pesar de ayudarme en los ejercicios y pruebas físicas, haciendo referencia entre risas a mi constitución débil y falta de capacidad para el ejercicio.

Está acompañado por dos de las chicas compañeras que se le comen con la mirada, las saludo con un beso y voy al encuentro de otras personas de la empresa que han llegado y están desayunando en otras mesas.

Están todos vestidos con pantalones vaqueros o casuales como les gusta decir, hoy a la mañana comenzaremos nuestras clases al air libre en esta escuela de los Hollowford Center, las actividades para hoy son tiro al arco y escalada. Con lo torpe que soy yo para estas cosas seguro que sufriré un accidente.

El hotel residencia es diferente al de la anterior ocasión donde nos reunieron, aquel era elegante y fino como una residencia campestre en aquel viejo palacio reconvertido, y éste resulta bastante más espartano y sencillo, en las habitaciones no tienen wifi, lo limitaban a las zonas comunes, sin embargo disponen de TV

No dejo de dar vueltas en mi cabeza a un recuerdo de la noche, Gonzalo me llamó al hotel, no a mi móvil. ¿Cómo sabe el teléfono del hotel donde me encuentro? Yo no se lo he comunicado a nadie y solo lo conocen en la empresa.

Subimos a la habitación después del largo desayuno, para lavarnos la boca y coger ropa de abrigo. En el grupo que subimos viene Robin, su habitación está muy cerca de la mía. El día está nublado pero no llueve. En el programa nos habían advertido que la semana iba a resultar de mucho trabajo físico y mental, querían que nos fuéramos mentalizando.

Nos reúnen para conformar los grupos de cuatro personas, dieciséis personas en total en cuatro grupos. Además de nosotros trece, se han añadido otros tres chicos más jóvenes también, que no se el por qué, la empresa les ha agrupado en nuestra promoción.

Me toca en el grupo de Robin, él me ha pedido para que esté en su grupo con dos chicas más, están bastante rollizas y creo que no haré el peor papel, nos adjuntan a un monitor para atender cada grupo. En el campo de tiro nos instruyen y no sé lo que esperan de nosotros, creo que no hay uno que logre hacer una diana, pero es divertido y se crea camaradería con nuestras risas al burlarnos los unos de los otros.

En la escalada se produce un incidente digno de reseñar. Después de las instrucciones, sobre todo en temas de seguridad, comenzamos a escalar. Hay algunos que tienen conocimientos como Robin. Vamos avanzando muy lentamente bajo la supervisión del monitor, estaba sudando del esfuerzo y el no saber como se hacía nos obligaba a forzar nuestros cuerpos.

Iríamos por la mitad de la escalada que debíamos de hacer, cuando caí libre unos dos metros al no sujetar bien mi argolla, quedé colgando de la cuerda de seguridad y otra se me enredó en una pierna quedando en una postura forzaba casi boca abajo.

El susto fue tremendo y se me escapó un grito que hizo reír a los demás cuando me vieron colgado. Antes de que llegara el monitor para socorrerme, un cuerpo se interpuso en mi visión, Robin me miraba desde la posición invertida que mantenía con una sonrisa burlona en la boca. Pasó su mano por mi cintura y me elevó para retirar la cuerda que sujetaba mi pierna,  colocó con destreza la argolla de subir en una sujeción, y además del calor y sofoco que sentía creí morir de verguenza.

Comenzó a pasar sus largas y fuertes manos por mi pierna haciendo una ligera presión.

-¿Sientes dolor?  -cambió la burlona sonrisa por una mueca de preocupación, negué con la cabeza, aún no se me había ido el susto. Continuó su exploración llegando hasta donde me sujetaba el arnés, creo que en esa parte lo que hacía era acariciar.

-¿Todo bien?, ¿tampoco te duele aquí?  -le miro sorprendido notando como volvía a reírse de mí inexperiencia, y le respondo algo agresivo por su atrevimiento  en sus toques que solo notaba yo.

-No tengo ningún dolor, no me debo haber roto ninguna parte del cuerpo,  gracias Robin.  -mientras hablaba le retiré las manos que seguían apretándome.

-Hubiera sido una lástima que unas nalgas tan bonitas hubieran resultado dañadas.  –sonreía como un niño travieso y me guiñaba un ojo, consiguió que me desestabilizara emocionalmente,  jamás pensé que a Robin le fueran los chicos y nunca le había notado nada en las tres ocasiones que habíamos estado juntos, mejor dicho, algo sí, pero creía que era mi imaginación y que todo se reducía a que se divertía somprendiéndome.

A pesar del incidente no resultamos los peores y coronamos la meta antes que otros dos grupos. La clase, en la siguiente prueba,  tuvo que ser interrumpida al comenzar a nevar con fuerza.

Al terminar resulté el bufón de turno, y aprovechan para reírse de la situación que creé, son bromas amistosas que no me ofenden pero me ponen rojo.

Robin se porta bien y no vuelve a realizarme bromas sugerentes de tipo sexual si es que antes lo fueron, es más, casi no me dirige la palabra y se dedica a hablar con las dos chicas y el resto de los grupos. Nos tenemos que duchar antes ir al comedor, y la comida es un murmullo de voces distorsionadas por el volumen tan alto. Ahora ya, con  la confianza del tiempo común compartido, se animan y quieren hablar de todo.

A la tarde tenemos talleres de trabajo, primero para realizar una evaluación de lo hecho a la mañana, qué es lo que ha estado mal o bien, cómo se podía haber hecho mejor, cómo ha trabajado el equipo y cosas de ese estilo. Después tenemos que ensayar las presentaciones para hablar en público, servir de animadores para conseguir la participación de los demás en discusiones abiertas.

Tenemos que pensar y discurrir, pero resulta divertido y más o menos este será el programa de la semana, un par de tardes tendremos las visitas de algunos directivos que nos hablarán y espero que Joel aparezca por aquí en esta ocasión.

Nos dejan libres un par de horas para divertirnos en las salas de juegos de que disponen, o cada uno aprovecha el tiempo para lo que desee hacer. Hubiera llamado a Vasiliy, pero la ciudad de Leeds no está cerca precisamente,  y tampoco quiero que tenga esperanzas de que nos vayamos a ver ya que es poco probable.

Cuando salgo de mi habitación, preparado para bajar a cenar,  Robin está en la puerta de su habitación, buscando algo en sus bolsillos que no encuentra, me pide que le espere un momento y vuelve a entrar, le sigo atendiendo una indicación de su mano.

Mientras sigue buscando me fijo en una foto que tiene en el mueble de la TV, es un niño de unos siete u ocho años con un hombre mayor, están en una playa posando para la fotografía. No pregunto pero Robin habla con una sonrisa de oreja a oreja.

-Mi hijo y mi padre. ¿A que es guapo el condenado?  -coge la foto y la besa.

-Es un chico muy lindo.  –le miro a él que luce como un pincel con su traje azul marino de alpaca y corbata burdeos de líneas blancas, la fina tela del pantalón muestra la dureza de sus piernas al moverse y el ceñido y duro culito que tiene, el niño se parece a él.

Después de cenar hablamos en corrillos y algunos juegan a las cartas y al billar, todos toman sus copas o combinaciones alcohólicas, imagino que como la vez anterior permanecerán hasta muy tarde. Pido una tónica perfumada de unas gotas de ginebra y limón. Subo a por mi ordenador para trabajar un poco en el salón y usar el wifi que aquí sí que funciona.

Era tarde y me despedí para ir a mi habitación a dormir, Robin me siguió y subimos en silencio, cuando llegamos a la puerta de su habitación se detuvo sin abrirla.

-Estaría muy bien el pasar la noche juntos, así hablamos y nos conocemos mejor, creo que los dos lo necesitamos.  –el chico era directo aunque no estaba muy seguro de mí respuesta, a su sinceridad le respondí de la misma manera.

-En otra ocasión será, ahora no tengo humor.  –pensé que me faltaba alegría y me sobraban las ganas. Abrió la puerta y agarrando mi brazo me metió detrás de él.

Empujó la puerta con el pie y abrazó mi talle con sus brazos, no me podía mover con la maleta del ordenador en la mano. Atrapó mis labios con su ardorosa boca y me obligó con la fuerza de su lengua a dejarle paso. En un momento estaba respondiendo al beso y abrazando su espalda con mi mano libre, Su barba y bigote me hacían cosquillas, pero por lo menos, al ser sus labios tan gruesos, no estaba rozándome en todo momento con los pelos.

-Robin por favor, será en otra oportunidad, ¿qué iba a decir tu hijo y tu padre si te vieran?  -se lo dije para gastarle una broma y así lo cogió él soltando una carcajada estruendosa.

-Dirían que me lo pase bien y disfrute, lo que debes hacer tú, estás envarado y sin lograr relajarte, con tu cabeza en otros lugares, por eso has tenido ese descuido en la escalada, disfruta, goza como si mañana no fuera a amanecer. -no paraba de reír mientras hablaba y no reducía la fuerza de su abrazo.

Sentía en mi cintura la dureza extrema de su verga y el calor que desprendía. Juro que me retiré porque quería llamar a Nicolás o esperar su llamada. Estaba necesitado de cariño, de algo que me hiciera olvidar mis pensamientos y me relajara, también estaba muy caliente sintiendo el calor de aquel hombre y su arrollador deseo,  y Robin, por lo que se podía apreciar, era capaz de dar placer a hombre o mujer indistintamente.

Le ofrecí mi boca que besó desesperado,  y coloqué el maletín del ordenador entre los dos cuerpos, entendió que hoy no había nada que hacer y lamiendo mis labios me dejó marchar, pero sin dejar de acariciarme el culo con sus grandes manos hasta que traspasé el umbral de la puerta.

Me lave la boca antes de que Nico me llamara. Estaba metido entre las sábanas, lamentando haberme negado a que Robin me diera placer cuando recibí la llamada.

-Daniel, amor,  ¿cómo fue tu primer día?  -no me dejó contestar su llamada y ya me estaba hablando él. Le expliqué como había ido todo resumiéndolo, menos lo de Robin de hacía un momento en su habitación, se reía encantado de mi frustración por no saber valerme en esas labores.

-¿Y tú viaje? ¿Cómo has encontrado a Lorian?  -pregunté a mi vez.

-Llevo en París varias horas y todo ha resultado como estaba previsto, ¿quieres hablar con él?  -escuché con mi amigo que estaba muy cariñoso, y contento de tener a Nico otra vez con él, y poder dejar de sentirse solo en aquella inmensa casa, luego me volvió a pasar con mi chico.

-¿Cómo te encuentras?, ¿has vuelto a tener noticias de Gonzalo?  -se detiene para que yo le conteste y al ver que no lo hago continua hablando.

-Te necesito, me gustaría estar contigo y tenerte entre mis brazos, y dormir a tu lado toda la noche.  –pensé en cómo le diría la intención de Gonzalo de hablar conmigo, pero fui directo.

-Gonzalo quiere que hablemos, aclararme, según él, cosas del pasado que le ha pedido Ál que me explique.  –hay un silencio ominoso que hace que se me encoja el estómago. Tengo que seguir hablando o la frialdad nos congela.

-¿No me dices algo? ¿Qué debo hacer?  -respira hondo.

-¿Qué te voy a decir? Quiero lo mejor para ti.  Ahora las cosas han cambiado y tú continúas amándole, ya no hay alguien que se interponga entre vosotros.  –tenía que haberme callado, pero me estaba poniendo nervioso.

-Sí que lo hay, y aunque no lo hubiera…  -y guardo silencio, él también, pasan los segundos sin que hablemos.

-Tienes que hablar con él, escuchar lo que te quiere decir, saber lo que pretende y ser sincero contigo, aclararte tú también sobre lo que deseas y si estás dispuesto a dar y recibir lo que es seguro te propondrá.  –su voz sonaba triste y decidida a la vez.

-Necesitaba que estuvieras cada segundo del día a mi lado.  –se ríe y me hace burla.

-¡Buuu!, pero si tu no lo deseas realmente.

-Te quiero Nico, eres lo mejor que me ha sucedido en mi vida. El día trece hará diez meses que estuvimos por primera vez juntos, ¿lo recuerdas?  -sigue riendo divertido.

-¿Cómo no voy a recordarlo?, el trece de Junio en Bristol.

Después de hablar unos minutos más de otros temas nos despedimos.


Desayunamos y para ello me coloco en otra mesa distinta a la que ocupa Robin, está ocupada por tres chicas y por él que se sabe interesante riendo con ellas. No me mira y me siento confundido y herido. Me entretengo observando. Ha llegado un nuevo grupo de otra empresa, y ahora la recepción está más animada, atendiendo y dando la bienvenida a los nuevos “estudiantes”.

Robin solo me ha mirado una vez durante el desayuno, para hacerme una mueca curiosa, como si me lanzara un beso, poniendo redondos sus gruesos labios. Desvío la mirada para hablar con mi compañero español y otras dos chicas, comentando el programa de hoy, estoy asustado, si lo de ayer fue difícil, en lo de hoy no quiero pensar, pero todos están de parecidos ánimos.

Hoy toca escalar por puentes improvisados y pasarelas que se mueven, es mareante pero asumible ya que el monitor nos acompaña. El problema surge en el último ejercicio, hay que escalar por un madero, para mi muy alto, tiene hierros para poderte sujetar con las manos y los pies, como si subieras una escalera y además vas sujeto por cuerdas de seguridad.

El monitor nos muestra como se realiza el ejercicio, una vez haber escalado el madero, en la cumbre, hay que colocarse de pie, en un espacio reducido al tamaño de los pies. Luego hay que lanzarse al vacío, hacia una especie de balancín o trapecio y quedar sujeto y colgando de él. Yo conozco ya, que no voy a ser capaz de hacerlo y empiezo a quedar de los últimos, escondiéndome detrás del grupo.

Hay chicas que se niegan a subir a pesar de la insistencia del monitor, animando con su cantinela de que no hay riesgo y las risas nerviosas del resto ya que creo que todos estamos asustados.

Una de las chicas se ha acercado y comienza a escalar los primeros peldaños, cuando ha subido media docena de ellos comienza a bajarlos de nuevo, Robin se acerca y la sujeta del culo para evitar que baje entre risas de los demás hasta que el monitor le pide que se retire.

Solamente consiguen hacer el ejercicio completo dos de los chicos, el español y Robin, esté parece como si ya lo hubiera hecho otras veces, no tan perfecto como lo ha realizado el monitor, pero tenemos que aplaudir cuando logra dar el salto al vacío y queda colgando del trapecio como un mono. Se le ve un cuerpo de infarto al moreno chico enseñando el abdomen con la ropa subida por su posición forzada.

¿Y yo, qué hago? Subir como hasta la mitad y al mirar hacia abajo, agarrarme al madero como si fuera el cuerpo de una persona, un salvavidas en un mar enfurecido, rogando por no caerme del mareo que siento. Me cuesta respirar por el temblor que me agita, y con las recomendaciones del que nos instruye logro bajar al suelo. Ya es suficiente experiencia. Creo que me miran compasivos pero nadie ríe.

Vuelve otra vez a nevar pero con menos fuerza que ayer. Camino del edificio de nuestras habitaciones jugamos a tirarnos bolas de la nieve que está cuajando en las zonas verdes.

Cuando llego a mi habitación cojo decidido el teléfono, voy a seguir la recomendación de Nico, llamaré a Gonzalo y veremos lo que quiere.

-¿Gonzalo?  -le pregunto aunque sé que es él quien contesta su móvil.

-¡Por fin!, no perdía la esperanza, pero comenzaba a dudar de poder verte.

-Te escucharé lo que tengas que decirme, ¿Cuándo quieres que nos veamos?

-Termináis el curso el viernes después de comer, puedo recogerte en el aeropuerto de Manchester.

-El viernes quiero ir a Derby para ver a un amigo, podría ir el sábado a Londres, tengo que pasar unas horas con David, podría estar el sábado para comer contigo y escucharte.

-Como quieras, ¿te quedarás a dormir en la casa de mis abuelos?, estoy viviendo con ellos.  –creo que se le escucha satisfecho.

-Prefiero ir a un hotel, al mismo de la otra vez que me coge cerca de la estación.  –y en ese momento se me enciende la luz en mi cabeza.

-Gonzalo, ¿cómo sabes tú qué el viernes después de comer terminamos el curso?, ¿y cómo conocías el hotel donde estamos y el teléfono?  -se crea un incómodo silencio.

-Se ve que no soy discreto ni se disimular y enmascarar lo que digo. –calla un momento y espero que continúe.

-Tengo contactos por medio de mi abuelo, es accionista de ese grupo y puede conseguir información.  –no quiero que sea realidad lo que estoy pensando, pero debe ser todo cierto ya que le escucho confuso.

-¿No tendrás algo que ver con mi trabajo? Dime que no Gonzalo.

-Te prometo que no tengo nada que ver, solamente me intereso por saber cómo y dónde estás. No hemos intervenido para nada más.

-Pero si saben que te interesas por mi ya es intervenir, jolines Gonzalo, no debiste hacerlo.

-Si no hemos hecho nada, nosotros nos enteramos de tu trabajo cuando estuviste con Nicolás en Londres y nos lo dijiste tu mismo. Hablaremos también de esto, te prometo que lo sabrás todo, que no es para nada deshonesto, no imagines otra cosa.

-Ahora sí que soy yo el que deseo que hablemos, puedes ir preparando tu discurso.  -notó que estaba enfadado.

-Daniel, lo que menos quisiera es que te molestaras conmigo, con nosotros, habremos hecho cosas mal y causado daño, pero sabes lo que he sentido, lo que siento por ti ahora mismo y eso es lo importante y  lo que me gustaría que valores.

Hablamos durante un rato hasta que llamaron a la puerta, sin cortar la llamada fui a abrir y era Robin vestido de tarde con traje para la comida, le dejé pasar continuando mi conversación.

-Han venido a buscarme para comer, te dejo.

-Me gustaría enviarte un beso y que lo aceptaras.  –sonaban tan dulces sus palabras, más que nunca, queriendo hacerme sentir bien y que no me molestara por lo que había escuchado.

-Gonzalo, sabes que me encanta, mi enfado no llega a ese nivel. Besos y también para tus abuelos.  –creo que mis amables palabras, ocultando lo que sentía al mirarme Robin extrañado, no conseguían oculta mi molestia.

-Les gustará verte por aquí.

Ya me despedí, Robin me miraba curioso y aún no me había duchado ni vestido.

-Lo siento Robin, tengo que ducharme aún y vestirme, puedes bajar y entretenerte con los demás que estarán abajo.

-Prefiero quedarme y así te curioseo.  –no le hice caso y cogí un bóxer limpio que me llevé al baño. Me duché como una exhalación y me coloqué mi ropa interior.

Cuando salí a la habitación Robin estaba escuchando música de mi iPod sentado en una silla cerca de la ventana, comenzó a mirarme curioso mientras me vestía la camisa y mi traje gris oscuro.

-Listo, ya estoy preparado, podemos bajar.  -pasó a mi lado hacia la puerta.

-Qué bien hueles.  –aspiró cerca de mí un par de veces y esbocé una sonrisa, la colonia de Nico encantaba a casi todo el mundo.

Llegábamos con tiempo a pesar de mi retraso y fuimos al bar a recoger al resto y tomar algo, Robin pidió su bebida y con ella en la mano nos dirigimos al comedor, al haber más público habían dispuesto una mesa exclusiva para nuestra empresa.

Resultaba difícil entenderse entre la algarabía de tantas voces hablando al mismo tiempo, para mí lo era, seguía sin entenderles cuando hablaban comiendo o con la cabeza baja murmurando las palabras. Me concentraba en observarles sus movimientos y viendo como engullían sin parar, como si hubiéramos trabajado en las minas una jornada de doce horas.

La conversación se me hizo entretenida cuando mi compañera de al lado comenzó a preguntarme por mis trabajos en Francia y a interesarse por ellos.

Todo el resto de la tarde la pasamos encerrados, llovía de vez en cuando, y en el momento que nos dejaron libres suspiramos, teníamos unas horas para nosotros y enseguida organizaron grupos para partidas de naipes, preferí subir a la habitación y descansar un tiempo, leer y revisar mis apuntes.

Bajé para la cena y después de tomar una infusión en el bar participé en alguna charla y vi jugar al billar, como una hora más tarde me dispuse a marchar a la cama, no me apetecía pasar tres horas bebiendo cervezas o copas.

Me cambié de ropa colocándome un pantalón ligero para dormir, en el hotel hacía mucho calor en contraste con el exterior, me eché sobre la cama para escuchar música, con la idea de escribir un poco antes de dormir y llamaron a la puerta.

Era Robin y traía en su mano una bolsa de plástico, cuando me vio vestido como estaba enarcó las cejas. Se quedó en la puerta y yo me retiré hacia el interior

-Igual molestó. –pero entró cerrando tras de sí. Depositó la bolsa sobre el mueble de la TV y saco de ella unas latas de cerveza, me ofreció una y no la acepté.

Volví a tumbarme en la cama, él bebió largamente de su cerveza, le veía al tragar y como se movía su nuez de Adán, con ese sube y baja que me parece tan varonil, erótico y sensual. Se había cambiado de ropa y llevaba una camiseta de cuello en uve sin mangas y un pantalón jean negro pegado a su cuerpo que dejaba muy poco a la imaginación, un bulto como una manguera  discurría desde su entrepierna bajando por la pernera de su pantalón, estaba provocador y había salido a cazar y escogido su presa.

Fue acercándose poco a poco y me estudiaba, se sentó en el borde de la cama, cerca de mis pies, llevó una de sus manos a ellos y los acarició, había comenzado a jugar sus cartas y explotar sus dotes de seducción.

-Tienes unos pies muy finos.  –le dejé que siguiera en su juego, su mano estaba un poco fría y acariciaba mis dedos separándolos entre los suyos muy fuertes y duros, comenzaba a halagarme y me gustaba lo que me hacía, volvió a beber, era un pillo redomado, se había dado cuenta de que como le miraba tragar la bebida y me ofreció una vista de perfil de su cuello, bebiendo lentamente, quería embaucarme en su juego. Decidí jugar con él ya que así lo quería, este hermoso chico negro, pavo real que tenía sus dotes a la vista sin necesidad de mostrar más.

-Me ha encantado tu hijo, ¿cómo se llama?  -su cara brilló en una sonrisa de fervoroso amor.

-Pensar que al principio no lo quería tener y ahora me vuelve loco. Neil, se llama como su abuelo.  –se tendió a mi lado, mirando al techo y se olvidó de que había venido a seducir y conseguir una presa que le apetecía y que le diera placer.

-Lo tuviste muy joven, si tiene siete u ocho años que le he calculado.

-Siete, acaba de cumplir siete, pero está muy crecido.  –el orgullo por su hijo le salía por los poros, giró la cabeza y me sonrió.

-¿Te gustan los niños?  -me miraba sin pestañear al preguntarme, tiene unas pestañas larguísimas que parecen abanicos cuando abre y cierra los ojos.

-Muchísimo, a ti también parece que te gustan.  –tenía sus piernas colgando por el lateral de la cama, se quitó los mocasines con los mismos pies y saltó de la cama, apuró lo último que le quedaba en la lata y fue a por otra. Volvió a beber de la misma forma, creo quecon ese sorbo  acabó con la mitad de la lata.

-No, a mi no me gustan los niños, salvo el mío.  –me miraba provocador y fue hacia la ventana, sus pasos eran elásticos como los de un felino, dejó un momento la lata para subirse los pantalones consiguiendo que se le marcara más su bulto y el culo, ahora se le insinuaba también la redondez de los testículos. Claramente se me estaba exhibiendo. Se inclinó sobre el alféizar y sacó ese culo que tiene, pequeño, redondo y breve y se puso serio mirando hacia la calle.

-Esa puta quería deshacerse de él y yo no le decía que no. –se dio la vuelta y apoyó su culo donde antes tenía los codos mirándome a mí.

-Mis padres y los suyos se opusieron a que hiciéramos esa barbaridad, renunció a él y ahora es mío.  –sonríe divertido. Mis padres lo cuidan y no parecen sus abuelos.

-Estoy contento de tenerle.  –se lleva la lata a la boca y la termina, va a por una tercera y vuelve junto a mí. La deposita sobre el dosel de la cama y de costado, mirándome, alarga su mano para pasar el blanco de la yema de su dedo por mis labios. Saco la punta de mi lengua y lamo su yema al pasar, deja quieto su dedo unos segundos y hace fuerza para entrar con él en mi boca.

Lo acojo y lo envuelvo cerrando mis labios sobre él, lo chupo aplastándolo contra mi paladar, mamo de él como si fuera un pequeño pene y cierra los ojos a la vez que se estremece.

Coloca su cabeza sobre la mía y saca el dedo de mi boca con un sonido de descorche de botella.

-Eres un chico muy guapo, demasiado bello para ser chico, ya te lo habrán dicho.  –calla un momento mirándome fijamente con sus profundos ojos negros.

-¿Podemos follar? ¡Por favor! -el cazador ha sido cazado, pide por favor si poderme follar, se ha enredado en sus redes. Le miro sujetando su rostro con mis manos.

-Pero solo follar, sin otros líos. Me gustas Robin, eres tan viril, tan…,  y muy especial. –no me deja decir más y encierra mis labios entre los suyos para morderlos como si fueran golosinas.

Devora mi boca metiendo su lengua con sabor a cerveza muy dentro de mi, hasta llegar a mi garganta, intento que vaya más lento. Movía su lengua en círculos dentro de mi boca con mucha brusquedad y luego la dejaba muerta rozando la mía esperando una respuesta de complicidad.

Saltó de la cama y sin darme lugar a recrearme con su cuerpo lo tenía desnudo ante mí, fue hasta la bolsa y recogió algo de ella, su culito era un prodigio de perfección donde se le formaban hoyuelos en sus laterales. Sin darme cuenta le tenía otra vez sobre mí, ahora desnudo y me llegaba un olor dulzón de él.

Continuará…