33 horas
Con este relato pongo fin a una serie de escritos cuyo común denominador es el tiempo. Cinco relatos que nada tienen que ver unos con otros excepto las situaciones que en diversos momentos de nuestra vida nos pueden suceder. Cinco relatos en los que trato temas como Primera vez, Confesiones, Infidelidad, No consentido y Amor filial. Gracias a todos los que han leído estos relatos.
33 HORAS
-Cuéntame todo. No tengas temor. Es lo mejor. Lo que ha pasado ya no tiene remedio. Será mejor hablarlo. Sin mentiras, con sinceridad. Con la sinceridad con la que siempre nos hemos guiado.
-Pero no me hagas preguntas. Déjame que te lo explique a mi manera.
-Tranquila. Cuéntame desde el principio. Con orden cronológico. Dije apoyando mis pies sobre la mesa y adoptando una postura corporal de suma tranquilidad a la vez que sostenía el teléfono móvil en la mano.
-¿Y ese móvil? ¿De donde ha salido? No es el tuyo. Preguntó Ana.
-No. No lo es. Lo encontré en la calle esta mañana. Salí a por cigarrillos y lo encontré en la barra del bar. No he parado de fumar y he agotado mis reservas.
-¿Y porqué no se lo has devuelto al camarero? Quien lo haya dejado olvidado habrá vuelto a recuperarlo. ¡Y lo tienes tú!
-No hay problema. Mañana mismo lo dejaré en manos de su dueño. Lo devolveré.
Este fue el inicio de aquella revelación que Ana me tenía que hacer. Aquél sábado inusual, ella había acudido a la oficina donde trabajaba. Un contrato escandalosamente beneficioso para su compañía, requería su presencia y la de otros compañeros en el centro de trabajo para rematar los documentos de la firma. Listos para el lunes en la mañana. Sin falta. Su jefe tendría que firmarlos.
-Como sabes, llegué a la oficina a las 9 de la mañana de ayer. Enseguida nos pusimos manos a la obra, a redactar los documentos de la firma y preparar los contratos, objetivizando cláusula por cláusula para no cometer errores que nos hicieran nuestro trabajo baldío. También sabes que fuimos Rosa, Manoli, Susana, Alberto y yo. Nosotros cinco éramos los encargados de redactar el contrato. Nos pusimos manos a la obra de inmediato, y afortunadamente, gracias a Susana, todo fue rodado
-Tan rodado que terminasteis pronto. Dije visiblemente nervioso.
-Así fue. A mediodía ya estaba listo. Sólo quedaba dar un último vistazo y comprobar las cláusulas una a una. Eso lo hicimos después de comer, como ya te dije cuando te telefoneé. A eso de las 5 de la tarde ya habíamos terminado con la revisión, pues no hubo que corregir nada. Nos fuimos a una cafetería cercana a la oficina para celebrar nuestra obra. Es la cafetería nueva de la que te hablé en alguna ocasión.
-¿Todos? Pregunté aún nervioso.
-Si. Los cinco.
-¿Pero luego no estuvisteis los cinco? Pregunté maliciosamente.
-No. Rosa y Manoli se marcharon a sus casas al poco rato. Nos quedamos Susana, Alberto y yo. Alberto estaba muy ufano con el contrato, ya que suya había sido una parte muy importante de la redacción. Nos invitó a una última copa.
-¿Dónde? Pregunté más tranquilo al comprobar que Ana no me mentía.
-En la zona de Manuel Becerra. Quiso invitarnos a un bingo pero declinamos su oferta. Recordarás que te llamé y te comenté que estaba con ellos tomando algo y que enseguida vendría a casa.
-Así fue. Dije afirmando con un gesto de asentimiento con mi cabeza a la vez que encendía el cigarrillo 1756 de aquél fin de semana.
-Luego Susana se marchó y nos quedamos Alberto y yo. El no paraba de hablar de lo bien que habíamos dejado el contrato y que el lunes cuando lo leyera D. Pedro Roncales, nos felicitaría. Estaba animoso, contento y hasta diría que muy eufórico. No parecía querer quedarse sólo. Por eso me mantuve con el allí, oyendo una y otra vez lo bien que lo habíamos hecho.
-¿Supongo que para que Alberto no se quedara sólo había que sacrificar a tu marido? Me pregunté con cierta ironía.
-No es eso Juan. Es sólo que me daba
-¿Pena? ¿Corte de irte y dejarle allí cantando sus alabanzas a su obra maestra? ¿O es que realmente te apetecía estar allí chupando gin-tonics uno tras otro?
-Todo Juan. Yo también estaba contenta con nuestro trabajo. Yo también quería celebrarlo .
-¿Al igual que Rosi, Manoli y Susana? Pregunté disimulando mi enfado.
-No. No sé. Yo quería .yo estaba a gusto con Alberto allí. ¿Qué podía pasar?
-Dímelo tú. En eso estamos ¿no? Observé desde el fondo del vaso con wisky.
-¡Es marica Juan! Alberto es gay. No estaba ligando conmigo, sólo estaba satisfecho con nuestro trabajo y lo estábamos celebrando.
-Una celebración un poco larga ¿no? Objeté.
-Si. Lamentablemente las cosas no fueron como quería. Eso nos ha traído a esta conversación. Dijo Ana angustiando su cara. Todo se ha ido de las manos.
-Está bien, sigue. Sigue contándome, sólo así me haré una exacta composición del porqué mi mujer se marchó ayer sábado por la mañana a trabajar y vuelve hecha un guiñapo hoy domingo a las 6 de la tarde. ¡Ah y no te ahorres detalles! No lo soportaría. Dije en tono amedrentador. No soportaría más mentiras.
-Como te decía, después de dos gin-tonics, Alberto me dijo de tomar la última antes de que me viniera a casa. Le dije que no, que era tarde y que tú estabas esperándome. Pero el insistió e insistió. No quise desairarle ni cortarle, pues se le veía tan feliz y le dije que de acuerdo, que tomaría una ultima copa y luego tomaría un taxi hasta aquí.
-Cosa que no hiciste. Dije interrumpiendo su confesión.
-No. No lo hice. Y guardó un largo y agónico silencio mientras pensaba cómo continuar.
-¡Ya sabemos que no lo hiciste! Lo sabes tú, lo sabe Alberto y lo sé yo. Todos los sabemos. Pero lo que quiero escuchar, y digo escuchar, de tus labios, es porque no hiciste lo que tenías pensado.
-¿Porqué me haces esto Juan? Me preguntó a punto de echarse a llorar.
-¿Qué porqué te hago esto? ¡Oh Ana por Dios! ¡No me vengas con esas ahora! No ahora, después de que te marchaste de casa ayer por la mañana y regresas hoy domingo a las 6 de la tarde. ¡Por favor! ¡33 horas Ana! ¡33 horas fuera de tu casa! ¿Y me preguntas porqué? Hice una pausa y le pedí que continuara.
-Nos fuimos andando por la calle Doctor Esquerdo. Alberto tenía ganas de seguir celebrando nuestro trabajo. Me dijo de tomar la última copa en un lugar "especial" para él. Le pregunté que porqué era especial y me dijo que por que allí se encontraba con gays de vez en cuando. Me negué a acompañarlo, pero ante la insistencia y la cercanía de aquel local, no pude resistir y le dije que le acompañaba, pero que sólo tomaría una copa y a casa.
-¡Debieron ponerte un gin-tonics de 100 litros en vista de cuando has regresado! Dije muy irónicamente.
-Esta bien Juan. Lo cierto es que me fui con el. El local estaba muy cerca, apenas a unos doscientos metros. Ya eran las 7 de la tarde .
-Las 8. Sería cuando me llamaste por teléfono ¿no?
-Si. Eso creo.
-Pues eran las 8. ¿Estabas tan borracha que no te acuerdas de la hora que era?
-No. Serían las 8 como tú dices. Aún estoy confusa.
-¿Y?
-Pues entramos en el local. No tenía pinta de bar. Me refiero desde la calle. Era sólo una puerta. Estaba cerrada. Alberto llamó a un timbre y alguien nos abrió. Pasamos dentro y Alberto pagó 100 euros de las entradas.
-Ya veo. ¿100 euros de dos entradas? Ya sé al local donde fuiste. Dije.
-Si. Yo desconocía de qué se trababa. Pensé que sería un bar privado de gays, pero era un club de intercambios. Un club swinger.
-¡Quien lo diría, la estrecha de Ana en un lugar así!
-No sabía que estaba en un lugar así. Alberto me dijo que estuviera tranquila, que nada pasaría. Que el había ido muchas veces por allí.
-Ya, y tú te lo creíste. De modo que yo aquí preocupado por ti y tú en un club de intercambios .acompañada de un marica.
-Fui a tomar sólo una copa. Después pensaba venirme a casa en un taxi. No me encontraba muy bien. Los gin-tonics que me había tomado y lo poco que había comido.
-¡Estabas borracha! ¿No es eso?, ¿Es esa la excusa que me vas a poner?
-No. Pero en cierto modo no estaba muy bien como ahora tampoco lo estoy.
-No haber ido con el marica a un lugar al que jamás deberías haber pensado ni siquiera en acudir.
-Jamás pensé que esto acabaría así Juan. De verdad.
-Me imagino que en un principio no lo pensarías, pero después te daría igual .
-¡No Juan!
-¡Vamos Ana! 33 horas fuera de tu casa y pretendes que me crea que no ha pasado nada por mucho que hayas estado con un compañero marica. Y en un club de intercambios .
-Entramos al local y nos sentamos al lado de la barra. Rápidamente nos sirvieron las bebidas. En el local había gente. Bastante .
-Sigue. Dije muerto de impaciencia, pues estaba seguro que Ana no se atrevería a contarme todo.
-Seguimos hablando del contrato, de D. Pedro Roncales, de Susana y de él. Me confesó lo de su homosexualidad. De cómo había empezado y de cómo había ido a ese lugar por primera vez.
-¡Que bonito y tierno! ¡Alberto hablando a su compañera Ana de lo mariquita que es y lo sólo que se siente cuando no tiene que meterse por el culo!
-Lo lleva con dignidad. Dijo Ana en tono defensor, lo cual confirmaba mis sospechas de que lo que había ocurrido en ese local había sido con el consentimiento de ella.
-Si, si, no me cabe duda. Todos lo llevan con dignidad. Los que somos heterosexuales somos los que tenemos que tener cuidado con lo que hacemos. ¡Faltaría más!
-Alberto es amable, educado, limpio, digno y si le gusta esa variante del sexo .
-No pasa nada hija mía. A mí no me molesta, mientras no me salpique. Y mira tú por donde, de este golpe, me ha salpicado. Ha estado entretenido con mi mujer hasta hoy. Y a saber que habrá ocurrido en ese local.
-Al poco de estar allí sentados observé como Alberto no quitaba ojo a un tipo que andaba sentado por alli. El le miraba también. Nos miraba a los dos. Debido a tanto intercambio de miradas, el tipo decidió levantarse y acercarse a nosotros. Pensé que era muy atrevido, pues perfectamente hubiéramos podido pasar por una pareja .y no sé, interrumpir una conversación así
-Si, muy liberal. Dije. ¡Interrumpir una conversación donde el único protagonista es un marica!
-Pues si. Parecíamos una pareja charlando frente a una copa.
-Continúa.
-El tipo se presentó como Julio .
-¡Ah hombre qué original y qué rebuscado! Julio, y estamos en el mes de Julio. Vale, vale. ¡Casualidades de las cosas mira tú! se llama como mi Julio, el nuevo vigilante jurado de mi planta.
-Eso dijo. Que se llamaba Julio. Nos preguntó si éramos pareja y dijimos que no, que éramos compañeros de trabajo. Nos invitó a una copa .
-¿Cuántas iban ya Ana? ¿Seis, siete?
-No sé. Estaba un poco mareada.
-¿Sólo un poco?
-Si. Sabía lo que hacía y lo que decía. Pero estaba algo .ya sabes.
-Cuando me telefoneaste me lo pareció. Eso fue lo que me alarmó. Eso y tu negativa a decirme donde estabas. Hubiera ido a buscarte. ¡Claro, si no me hubieras repetido con la lengua trabada que ya venías a casa!
-¿Cómo te iba a decir que estaba en ese local? ¿Qué hubieras pensado de mí? ¿Qué hubieras dicho?
-Hubiera pensado lo que pienso y te hubiera dicho lo que te diré al final cuando sepa todo lo que pasó. Continúa por favor.
-Estuvimos charlando y poco a poco me fui dando cuenta que Alberto estaba intentando ligar con Julio. En el fondo me alegré por el. Se encontraba tan sólo .
-Pobrecito. Dije.
-En el fondo me daba pena. Me gustaba que estuviera en compañía de Julio, yo me iba a venir a casa ..le iba a dejar allí sólo. Esa era la ocasión para poder irme sin que se molestara.
-Cosa que no hiciste. Cosa que no has hecho hasta hace un rato. ¡No está mal! Has necesitado muchas horas para decidirte.
-Eso es otra historia.
-¡Pues cuéntame que te impidió venirte a casa y dejar al marica con el otro marica dándose cariño mutuo!
-En eso estoy Juan.
-Pues sigue. Ardo en deseos de saber porqué mi mujer viene en estas condiciones.
-Julio le ponía la mano sobre la rodilla mientras hablaba con nosotros y no paraba de reír y hacer gracias. Yo reía sus tonterías, quizá debido al exceso de alcohol, quizá a que por el mismo motivo, me sentía desinhibida, quizá por que estaba a gusto en ese lugar.
-¡Claro, era como tu casa! ¡Mientras no faltaran gin-tonics!
-Por favor Juan, te lo ruego. Déjame que te cuente. Ya es bastante difícil para mí.
-Adelante Anita. Cuéntame como has llenado las 33 horas que has estado lejos de esta casa. Dije jugueteando con el teléfono móvil en la mano.
-Alberto le dijo que era gay. Abiertamente. A Julio pareció gustarle esa confesión. Pensé que ambos eran gays y que se entendían.
-¿Y entonces qué papel pintabas tu allí?
-Estaba con ellos. Julio era muy amable conmigo. Dije de marcharme porque era tarde pero Julio pidió más copas y dijo que nos fuéramos a un reservado, que allí charlaríamos más íntimamente. Entonces traté de llamarte para que fueras a recogerme y Julio me quitó el móvil de la mano y no me dejó. Dijo que seguro que a ti no te importaría que estuviera con ellos. Luego me devolvió el teléfono.
-¡Como me iba a importar que mi mujer anduviera en un local de intercambio con dos maricas! ¡Faltaría más! ¡Es lo más adecuado y lo más normal para una mujer casada! ¡Sobre todo si no está en ese local con su marido!
-No pensé que estuviera haciendo nada malo. No estaba traicionando a nadie, ni estaba ligando con nadie.
-Tu no Ana, quizás tu no, pero Julio tal vez si.
-Yo sólo veía que el y Alberto estaban a gusto. Nos fuimos a un reservado.
-¿Cómo era el reservado?
-Era una especie de habitación con una cama . no había puerta . la luz era rojiza. No lo sé. Dejamos las copas en el suelo y nos sentamos sobre la cama. Ellos seguían charlando muy animadamente. Algunas personas se asomaron a la habitación y al vernos allí sentados se marcharon sin decir nada. Yo estaba mareada con los gin-tonics y opté por tumbarme en la cama. Ellos seguían hablando. Con la penumbra de la habitación, la música a bajo volumen y mis gin-tonics, me adormilé un rato. Cuando abrí los ojos ellos seguían allí, con sus copas en la mano, fumando y charlando mientras reían. Me miraron los dos. Entonces fue cuando se me pasó la borrachera que tenia encima, pero fue muy efímero, enseguida me note más mareada. Traté de levantarme y casi me caigo al suelo. Julio me sujetó firmemente por la cintura y me arrastró a la cama otra vez. Sonó el teléfono. Mi teléfono .
-Y fue cuando optaste por colgar directamente y apagar el teléfono para que no te molestara más.
-Lo hice por puro instinto. No sé como se me ocurrió. Tal vez porque estaba borracha y no quería que lo notaras. Alberto aplaudió mi gesto.
-¡Cabrón! ¡Marica de mierda! Ya veo por donde iba ese hijo puta.
-Me quedé mas tranquila. No había sido necesario hablar contigo. No te darías cuenta del estado en que me encontraba.
-Me la diste con queso Ana. Lamentable. Yo preocupado por ti y tú colgándome el teléfono sin tener valor para decirme lo que estaba pasando.
-Eso parece. Dijo ella muy aturdida. Me tumbé en la cama de nuevo y me quedé dormida.
-No esta mal. Dormida al lado de dos maricones. Dije cada vez más descompuesto por lo que estaba escuchando de boca de Ana. Pero necesitaba saber hasta dónde me contaría. Tomé fuerzas y encendí el cigarrillo 1762.
-Cuando desperté no sé que hora era. Pero allí estaban ellos dos, Julio y Alberto, sentados uno frente al otro. Sus camisas habían abandonado sus cuerpos. No es que hiciera calor en ese local, aunque yo estaba sudando, supongo que por el alcohol consumido. Me incorporé sobre la cama y los miré. Y fue cuando Julio bajó su cremallera del pantalón y sacó su polla delante de mí. Me restregué los ojos para ver si era real mi visión. Si, era real. Pero lo que me sorprendió más fue cuando vi que Alberto hacía lo mismo que había hecho Julio. La escena me impactó. Yo parecía que me encontraba mejor. Se me había pasado bastante el mareo que había tenido y Julio me ofreció un cigarro que acepté gustosa y nerviosa.
-Toma, dije tendiéndole el cigarrillo que acababa de encender. Una vez en su mano encendí otro para mí. Bebí otro trago de wisky y aspiré la bocanada 276.000 del fin de semana. Sinceramente parecía una chimenea. Mi voz sonaba ronca de tanto humo.
- y busque mi vaso con gin-tonic para beber un trago. No estaba donde recordaba haberlo dejado, que no era otro sitio que en el suelo. Julio me ofreció el suyo.
-¿También tomaba gin-tonics?
-No. Cuando vino a la barra con nosotros pidió un ron con coca-cola. No sé porque tenía un gin-tonic allí.
-Lo habría pedido para ti Anita. Dije irónicamente.
-Tal vez. Lo tomé y di un sorbo mientras miraba como ellos se quitaban sus pantalones.
-Julio y Alberto, Alberto y Julio. ¿Por qué no te viniste a casa Ana?
-No lo sé Juan. No lo sé. Hubiera sido mejor. Sin duda.
-¿Qué pasó después?
-Pues nada, yo les miraba y ellos me miraban a mí. Los dos incorporaron sus culos ligeramente y se quitaron sus calzoncillos. Aquello me impactó demasiado. No entendía que estaban haciendo
-Es fácil de entender Ana. Se desnudaron porque son maricas. Tendrían ganas de sexo.
-Lo sé. Lo supe cuando vi como Julio echaba mano a la polla de Alberto y este a la de Julio. Luego .empezaron a masturbarse delante de mi. Aquello parecía excitarles más. Armada de valor pregunté que hacían. Julio me dijo que estábamos en un lugar de culto al sexo y ellos hacían sexo. Traté de levantarme de la cama para marcharme de allí, pero Julio me sujetó por el brazo provocando que volviera a caer encima de la cama. Alberto me pidió que me quedara por favor.
-¿En calidad de qué?
-Supongo que en calidad de mirona. Mirándolos como se hacían una paja. Y me quedé con ellos hasta que acabaron de masturbarse. Luego Julio se marchó y yo me fui con Alberto a su casa y como estaba borracha, me quedé a dormir allí. Y eso es todo.
-¿Eso es todo Ana?
-Si.
-Por eso has venido a casa a las 6 de la tarde. Porque Julio y Alberto se han estado masturbando toda la noche.
-Ellos seguían masturbándose y yo estaba con ellos . ¿Que podía hacer en las condiciones en las que me encontraba?
Ana se echó a llorar. No quise hacer mas leña del árbol caído. Encendí otro cigarro y se lo di. Ella lo tomó como hiciera la vez anterior y aspiro entre lágrimas una bocanada de humo. Fui piadoso con ella. No quise escuchar de sus labios lo que había pasado después. Opté por terminar con aquella tensión yo mismo. Poner el punto final a esa infidelidad de mi mujer. Por otra parte, ella no hubiera sido capaz de continuar con aquello.
-Bueno Ana, ellos se masturbaban y tu mirabas. ¿Y sabes lo que pasó? ¿Sabes lo que creo que pasó?, pasó algo más y yo te voy a contar como terminó la historia.
-¿Tu? ¿Acaso sabes como ha acabado esto Juan? ¡No empieces a imaginar cosas! No pasó nada más. Ya te lo he contado todo.
-¡Ana por Dios! No insultes a mi inteligencia. No me he caído del guindo ayer.
-Me emborraché más con el gin-tonic que me dio Julio y no me acuerdo de nada más. Sólo recuerdo que me fui con Alberto a su casa. Y este mediodía he despertado en su cama.
-Ya, ya, ya. Ya me lo has dicho Ana. Pero yo te diré algo que quizás tu ignores. Te contaré como creo que acabó la historia Ana. Mientras ellos se masturbaban, tú te excitabas. Te excitabas de verlos con sus pollas duras haciéndose una paja. Allí a tu lado. Uno al otro. Los mirabas con lascivia. Tal vez con envidia. ¿Qué hora era, las tres, las cuatro?....La tres de la mañana Ana. Las tres de la mañana y yo en casa preguntándome dónde andarías y que te habría sucedido. Y lo que te estaba sucediendo es que Julio, el marica de Julio, había llevado su mano hasta tus muslos y ascendía con ella por debajo de tu falda hasta tropezar con tu tanga. Y tú, muy excitada por cierto, dejaste que el husmeara en tu coño con sus dedos. Pero como aquello no era lo suficientemente excitante, optaste por facilitarle la tarea y le dejaste que te quitara el tanga para así permitir que te tocara a su antojo.
Hice una pausa y observé el cambio de cara de Ana. No era una buena cara, no. Estaba más blanca y pálida que hacía un rato, cuando ella hablaba.
-Pero seguiré contándote lo que creo que sucedió. Cuando te hubo quitado el tanga, se solazó con sus dedos en tu coño, penetrándote con ellos hasta el fondo. Pero Julio era marica, no había problemas. Alberto mientras tanto se encargaba de chupar esa polla poderosa del otro maricón. Julio se lo pasaba bien, metía sus dedos en el coño de Ana y Alberto le chupaba la polla mientras. Tu camisa fue abierta de par en par y tus pechos quedaron libres para que tú misma te los pudieras tocar mientras gozabas con los dedos de Julio. Estabais haciendo un trío un tanto extraño, dos maricones y una puta.
Hice otra pausa. Ana estaba apoyada sobre el respaldo del sillón. Sostenía el cigarro con unos centímetros de ceniza pegada. Su boca estaba abierta. Se la notaba sin fuerzas. Sorprendida por lo que estaba escuchando.
-Luego Julio optó por quitarte la falda y tú mientras te quitabas la camisa. Una vez desnuda, se dejó caer entre tus piernas y esa hermosa polla de Julio se abrió camino donde antes habían explorado sus dedos. ¿Me equivoco?
Ana no contestaba. Estaba como transpuesta ante lo que estaba escuchando de mi boca. Apagué la colilla del cigarro y encendí el 1765. Según hablaba acompañaba mis palabras con movimientos de mi mano, en la cual sostenía el móvil "encontrado" en el bar.
-No, no me equivoco. Lo sabes bien. Julio arremetía con su vigorosa polla dentro de ti. Tú estabas sudando, al igual que ellos. Le agarrabas por la cintura para acercarle más a ti. Necesitabas sentir esa polla caliente dentro. Necesitabas que te anegara de su semen. Necesitabas correrte con otro cuerpo que no era el de tu marido. Alberto se la meneaba mientras tanto. Julio te besaba y jugaba con tu lengua alcoholizada ..
-¡Basta! ¡Basta ya! ¿De donde has sacado esto que estás diciendo?
-¿Fue así como sucedió verdad? Pregunté con resignación.
-No. Te lo has inventado. No fue eso.
Lancé el móvil encima de la mesa. Lo hice con pena, con rabia, con desazón, con dolor, sobre todo con mucho dolor. Ana me había sido infiel. Ana me había engañado. Y lo que era aún peor, Ana ya no era sincera conmigo. Y eso rompió todos mis esquemas.
-Tú sabes que eso fue lo que sucedió. Dije armándome de valor para lo que la iba a decir a continuación. Lo he visto Ana.
-¿Cómo que lo has visto? ¿Has visto qué cosa Juan? ¿Qué estás diciendo?
-Chisssss ..no más preguntas. En este móvil. Aquí esta la prueba de tu engaño. Aquí hay un video grabado donde se puede apreciar como Julio te folla. ¡El muy hijo puta te grabó mientras te follaba! ¡Claro que como estabas borracha ni te darías cuenta! Y hay unas cuantas fotos. Se ven muy mal, pero en el ordenador se ven mejor. Te fías de todo el mundo. No sé si me has sido infiel en alguna otra ocasión, tal vez si, tal vez no. Tal vez sea la primera. Me da igual. Pero deberías haber elegido mejor, aunque reconozco que el tal Julio parece que tiene una buena polla. ¿Qué cómo llegó este móvil a mi poder? Fue casual. Como casi todas las cosas Ana. Casualidades del destino. Como he fumado tantísimo entre ayer y hoy, ya te dije que me quedé sin tabaco, bajé al bar esta mañana a comprar unos paquetes, y mira tú por donde me encuentro con el vigilante jurado de mi planta. De mi propia empresa. De mi puto trabajo. Como apenas lleva dos meses trabajando en nuestra empresa no tengo confianza con el. El siempre me saluda y yo le contesto y a eso se limitaba nuestra relación. Como comprenderás, al verle no tuve más remedio que saludarle, extrañándome encontrarle en ese bar, tan cerca de casa y tan lejos de nuestra Oficina. Le vi muy perjudicado, bastante resacoso. Amablemente me quiso invitar a tomar algo. Le pregunté que hacía por allí y me dijo que iba de camino nuestra empresa. Entraba de turno a las 5 de la tarde. Me explicó que había estado de juerga toda la noche y le recriminé por ello, le dije que en esas condiciones lo mejor sería hablar con el jefe de seguridad para que alguien le sustituyera en la guardia y el se fuera a su casa a dormir. Aún estaba borracho. ¿Qué clase de vigilancia iba a hacer? Respecto a qué hacía por esta zona, atinó a decirme que iba en un taxi camino de nuestra empresa y que había sentido necesidades de ir al baño y se apeó del taxi y entró en ese bar. Como andaba con la lengua suelta, me dijo que se había pasado toda la noche con una tal Ana y un maricón llamado Alberto. Casi me desmayo en el bar. Tiré de su lengua para averiguar si era una coincidencia o si se refería a vosotros, el marica de tu compañero y la puta de su acompañante. Y me contó una bonita historia. Me dijo que se había ido a un bar de intercambios a tomar unas copas y que se enrolló con una pareja que estaban en la barra de ese local. Me comentó que el hombre era marica y que ella era una compañera de trabajo del marica. Reconozco que lo emborraché más. Ante la magnitud de su declaración no me quedó más remedio que sentarme con el en una mesa y tomarme unas cervezas. Y como el estaba aún con la resaca, se emborrachó más. Así fue como me enteré, en un alarde sin precedentes por su parte, que sin ser marica o gay, se hizo pasar por tal con el sólo objetivo de follar con la mujer, pues al parecer, ella lo deseaba. Me estuvo diciendo que vio una oportunidad y no quiso desperdiciarla pese a que era muy tarde y hoy tenía que entrar de guardia en nuestra empresa. Pero esas cosas se presentan una vez en la vida, según el.
Hice una pausa. Ana lloraba, bebió de mi vaso y fumaba. Había dejado un cigarrillo encendido sobre el cenicero y encendió otro sin darse cuenta. No estaba mentalmente allí.
-¡Claro, pago un peaje! Enrollarse con el compañero de ella. El maricón. Pero no le importaba con tal de obtener lo que buscaba. Me dijo que fue fácil. Me describió la escena de forma muy clarificante. La vi. Según me lo iba contando iba viéndolo Ana. Me dijo que ella estaba un poco borracha, pero nada serio. Que al parecer estaba casada, pues su marido la llamó por teléfono. Pero que ella era una golfa que buscaba sexo, que buscaba que alguien se la follara, ya que el marica de su compañero no iba a hacerlo.
Ana dejó de llorar. Se acomodó sobre el sillón y bajo la vista hacia el cristal de la mesa. Su gesto se endureció.
-¿Y sabes lo que me contó que le sorprendió más? La facilidad de ella para dejarse follar. La predisposición a entregarse a el. Los deseos de puta que ese vigilante veía en sus ojos. No tuve dudas, erais vosotros tres. El vigilante que tenía enfrente de mí en el bar, el marica de tu compañero y tú Ana. Mi mujer. La sincera Ana. La fiel Ana. La Ana con quien he compartido mi vida los últimos 8 años ..después de contarme las cosas ..salió del bar como alma que lleva el diablo olvidándose este teléfono que tú no conoces y que ves ahora sobre la mesa. ¡Y encima tuve que pagar todas sus consumiciones!
De regreso a casa, examiné su móvil y en los videos encontré este ¿Quieres verlo? ¿Quieres ver como movías el culo debajo del el? ¿Quieres ver como sus cojones te golpeaban cada vez que el apretaba contra ti? Supongo que sería tu compañero quien grababa con una mano mientras se masturbaba con la otra.
-No es necesario. Se lo que pasó. Dijo Ana con voz tranquila y grave.
-Pues cuéntamelo Ana, cuéntamelo por favor. ¡Me voy a volver loco!
-Está bien. Ya conoces parte de la historia. Si, era ese Julio. No hay duda. El vigilante de tu empresa. Como tu dices, el destino o las casualidades. ¡Para que voy a negarlo! Me dejé llevar. Los vi encima de la cama. Semidesnudos. Luego se desnudaron y empezaron a tocarse entre ellos. Les recriminé. Les dije que me iba de aquel lugar. Me dijeron que no me comportara como una boba, que ya era una mujer. Que ellos sólo querían hacer lo que la gente hacía allí, disfrutar del sexo. Que lo único que hacían era masturbarse el uno al otro. Me pidieron que los acompañara, a lo que me negué en rotundo. Supongo que el alcohol y aquella situación hicieron que yo me comportara de manera distinta a como lo hubiera hecho en otras condiciones. Ciertamente me excité al verlos. Supongo que Julio lo notó en mi cara, aunque juro que yo no dije nada de nada ni manifesté mis deseos, que no eran otros que los que puedes imaginar. No me preguntes porqué, pero sucedió así. Julio acercó su mano a mi pierna y la metió bajo mi falda. No hice nada para impedirlo. Estaba alucinada viendo como Alberto se metía aquella polla dura de Julio en su boca. El me tocó y apartó mi tanga .
La boca se me secó de golpe. Me serví más wisky. Sin hielos. Encendí un cigarro. Mis nervios se manifestaron con un temblor de mis manos.
- y me tocó. Cuando quise darme cuenta de lo que estaba pasando ya me había unido al grupo. Estaba desnuda sobre la cama y Julio se echó encima de mí. Lo demás ya lo sabes o te lo puedes imaginar. Además, ya lo has visto en el video de ese teléfono.
-¡Por Dios Ana! ¡Por Dios! ¿Cómo pudiste hacerlo? Dije con mi voz temblorosa y manifestando una tiritona en mi cuerpo cada vez más patente.
-Sucedió así Juan. Me folló y si bien es cierto que no deseaba aquello, luego fui queriendo más.
Hizo una pausa. Me miró como temblaba. Su mano se acercó a la mía y la retiré de inmediato. Apagué el cigarro al que apenas había dado dos chupadas y encendí otro más.
-Quiero que sepas algo más de lo que allí pasó. Después de follar con Julio nos fuimos en casa de Alberto. Yo estaba muy liberada. Y algo desinhibida. No quiero justificarlo con el alcohol, pero sé que sin los gin-tonics acumulados en mi mente, ayer no hubiera pasado esto. En su casa nos desnudamos los tres. Alberto pretendía hacerlo con Julio y que yo les acariciara mientras. Julio dijo que no le gustaba que le dieran por el culo. Yo me reía entre mares de alcohol y tónica. Desnudos nuevamente, Julio me llevó hasta un sillón próximo y me volvió a follar. Alberto no paraba de quejas. Una tras otra. Decía sentirse engañado por Julio. Decía que Julio no era gay. Que le había engañado y no sabía con que finalidad. Estaba claro, Julio se había acercado a nosotros para enrollarse conmigo y poder hacer lo que hizo. Se fingió un gay para estar con nosotros y que Alberto se interesase por el. Después lo tuvo fácil. Pero Alberto estaba cada vez más molesto e incluso llegó a interrumpirnos mientras lo hacíamos. Trató de separar a Julio de mí, y este a punto estuvo de golpearle para que nos dejara. Alberto no estaba bebido, al menos tanto como nosotros. El se paseaba por el salón de su casa diciendo que quería sexo con Julio. Que si Julio no quería recibir, sería el quien dejara a Julio darle por el culo. Pero Julio estaba conmigo. Tenía un agujero mejor donde meter su polla. Y francamente, no estaba por la labor de atender a las peticiones de Alberto. Yo me corría una vez más. Julio empujaba y empujaba dentro de mí haciendo que me abriera más a sus penetraciones. Llamé a Alberto. Aún sin saber porqué lo hice. Le pedí que se acercara a nosotros y me tocara las tetas. Aquello pareció confundirle en un primer momento, pero se acercó y no sólo me tocó los pechos si no que además me besó. Supuse que eso le haría pensar que tal vez cuando Julio terminase conmigo saciaría las necesidades de el. Mientras Julio me follaba me las ingenie para meterme la polla de Alberto en mi boca y hacerle una felación que no sólo se la endureció, si no que le gustó enormemente por los gestos y suspiros que daba. Al final me corrí. Me corrí por segunda vez en esa noche. Entre los brazos de ambos. Me retiré de sus cuerpos pensando que ante la dureza del pene de Alberto, había llegado el turno de ellos. Pero no fue así. Me llevaron a la cama y se sirvieron más copas mientras yo fumaba un porro que había sacado Alberto de no se qué lugar. Aquello me relajó en exceso y me remató mentalmente.
-¿Porqué me estás dando estos detalles? Pregunté tartamudeando de los nervios y los temblores que habían invadido mis palabras y mi cuerpo.
-Porque querías saber. Porque he de ser sincera contigo. Porque ya nada será igual después de esto.
Hizo otra breve pausa y prosiguió.
-En la cama, conmigo tumbada, se recostaron a mi lado los dos. Julio se agachó entre mis piernas y lamió ahí. Sucio como estaba de su semen. Sin ascos. Mi mano se fue a la polla de Alberto y comencé a masturbarle. Nuestros cuerpos estaban sudados. Olíamos a sudor. Me sentía sucia pero cada vez más relajada mentalmente y excitada sexualmente. Quizás el olor de nuestros cuerpos, con ese perfume tan característico del sexo, me excitó más. Alberto le pidió a Julio que lo hicieran y este dijo que no, que no insistiera más, que el no era marica y que de ninguna manera iba a follar o dejarse follar por el. Entonces Julio le dijo "¿necesitas un culo eh? ¿Eso es lo que necesitas marica? Pues aquí tienes un culo. El de tu compañera Ana."
-¡Noooo! ¡Por favor Ana dime que no! Imploré medio llorando.
-Si. Entre los dos me tomaron. Julio se tumbó en la cama y me subí a horcajadas encima de el y me volvió a follar. Alberto mientras tanto, se fue introduciendo por mi ano. Sentía que me desgarraba, pero fue algo único.
Otra pausa. Más larga ahora.
-Jamás había sentido algo similar Juan. Luego nos quedamos dormidos. Cuando desperté Julio se había marchado. Alberto dormía a mi lado, abrazado a mí cuerpo. Me vestí sin ducharme y salí de la casa de Alberto. Tome un taxi y vine a nuestra casa. Eso es todo lo que pasó. Sin mentiras.
El silencio invadió nuestro salón. Lamenté no hubiera entrado alguna mosca en nuestra casa. Quizás se hubiera escuchado el sonido de tan minúsculo animal. Ese silencio me martilleaba en la cabeza. Apenas levanté mis ojos y me encontré con los de Ana. Rebosaban seguridad, tranquilidad, expectación. Bebí más wisky y me di cuenta que estaba borracho. La lengua la tenía como un trapo de tanto tabaco y wisky. Nuestras mentes carburaban el movimiento futuro. Al cabo de unos minutos, no podría precisar cuantos, Ana alzó su voz. Retumbó en mis oídos.
-¿No tienes nada que decir?
La miré mientras apagaba el que ya sería 1800 cigarrillo del fin de semana, por supuesto en caso figurativo y sólo para manifestar la cantidad extremadamente exagerada de tabaco consumido por mi, y encendí el 1801. Parpadeé. Tomé el vaso de wisky y di un trago cuantioso. Luego dejé el vaso sobre el cristal de la mesa y la volví a mirar. Allí estaba ante mí, confesa privadamente y a la fuerza de su desliz. Más bella que el viernes. Más segura de si misma. Más mujer.
-Si lo que deseas es el divorcio, lo entenderé. No pondré objeciones. Es justo que pague por lo que he hecho. Pero me da pena perderte por unos gin-tonics. Me dijo con sincera tristeza.
Abrí mi boca para algo más que para meterme el cigarrillo en ella. Había pensado todo en unos instantes. Tal vez confundido por el alcohol no di más importancia a las cosas. Quise ser práctico y sacar ventaja de donde ya sabía no podía disfrutarla. Arrastrando mis palabras debido al alcohol me escuché decir:
-No me perderás. Pero quiero saber una cosa nada más ¿Repetirías lo que hiciste anoche con Julio y Alberto con quien yo quisiera?
-¿Acaso te gustaría que lo hiciera? Me preguntó aspirando más humo.
-Si no morimos de cáncer debido al tabaco, si. Quiero vivirlo.
-En ese caso, estoy a lo que digas. Dijo soltando el humo de sus pulmones y poniéndose en pie para acercarse a mi entrepierna con su boca.
Y esa fue la confesión de Ana, el trío de Ana, la infidelidad de Ana. Infidelidad que yo no olvidé aunque perdoné. Por mi interés naturalmente. De lo que empezamos a vivir desde el día siguiente, ya les contaré con el tiempo, porque aún estamos en ello. Pero una cosa es segura entre nosotros, nos hemos reforzado en confianza. Hace unos días me dijo que es muy posible que en un viaje que vamos a hacer dentro de unos días, nos acompañe Susana. La está convenciendo para que venga con nosotros. Susana es su compañera, la última que los abandonó aquel sábado después de aquel contrato. Pero Susana tiene algo especial. Es lesbiana y tiene pareja estable. Su pareja no vendrá con nosotros. El objetivo es claro. Adivínenlo.
Coronelwinston