3 trucos para escribir historias originales

¿Quieres hacer algo más que escribir la biblia del aburrimiento? Bienvenido a algo mejor. Sin problemas, estás invitado/a.

3 trucos para escribir historias originales

Esto de escribir relatos es cada vez algo más inerte y plomizo de lo que uno podría imaginar. ¿A quién no le ha ocurrido que, tras empezar a leer uno de esos relatos que parecían grandiosos, luego se ha tornado en el aburrimiento supremo? Paso, tío, te repites. A otra cosa, mariposa.

La gracia, al igual que todo en esta puta vida, está en los detalles.

Y son los detalles los que marcan el truco 1º :

Dos personas tienen sexo. O más personas, muchas personas, una tras otra, o todas juntas, en una mezcolanza de carnes, sudores, fluidos y jadeos. Al final puede que todo se reduzca a eso (o quizás no, “insinuar antes que mostrar”, dice el sabio).

Pero lo que marca una escena o un personaje o un diálogo o cualquier otra cosa son los detalles. Fijémonos, por ejemplo, en cualquier cuadro. Cualquiera podría (con paciencia y arte, claro) ponerse a pintar una reproducción bastante aproximada de un famoso cuadro. No quedará exacta, claro. ¿Por qué? Sí, lo has adivinado.

Por los detalles.

¿Quieres aprender a bailar como los maestros? Puedes, por supuesto. Llegarás hasta un límite, digamos un 70 u 80% de exquisitez. Cualquiera diría que eres un virtuoso del baile. ¿Pero un maestro? No, no, claro que no. Para eso hacen falta, además de los varios años que has tardado en llegar a ese 70 u 80%, muchos más. ¿Y qué queda hasta el 100%? Detalles, por supuesto.

Intenta recordar a un amigo o amiga. Cierra los ojos y visualiza su cara. Su sonrisa, su manera de hablar, su forma de reír. Ahora compáralos con otra persona. ¿Son parecidos? Quizá no, quizá sí. ¿En qué se diferencian? En detalles, sí, muy bien.

¿Sabes cuál es la diferencia entre la sonrisa de una modelo profesional y una mujer normal y corriente? Menos de 1 o 2 milímetros. Y esa distancia tan corta, tan precisa, de alzar un carrillo, de estirar un labio, de algodonar una mirada, de enarcar una ceja, es la diferencia entre lo mundano y lo supremo (respectivamente), de lo artificioso y lo habitual, de lo inerte y lo vivo.

2 milímetros. Ni siquiera un grano de arroz hervido. Así de pequeño es el asunto.

No creo que hagan falta más ejemplos.

Bueno, sí, uno más. Supongamos que describimos a una mujer sensacional. Es joven, atractiva y destila erotismo y sensualidad por cada poro. Podríamos describirla así:

“Era una joven de metro ochenta, pechos fabulosos (100 de talla), respingones, de pezones turgentes. Labios comibles y mirada hechizante. Cintura estrecha, piernas largas. Pero, por encima de todo, destacaba ese aroma a zorrilla por todo su cuerpo de hembra”.

Vale, sí. Has dejado claro que la chiquilla es guapa. Y que está bien dotada. Y que tú sólo piensas en una cosa. Bien. Pero no tan bien como podría ser.

Vamos a ver cómo, aplicando un poco de detalle (no mucho porque con los detalles, así como con el buen perfume, unas gotas son suficientes), la cosa cambia:

“Ella era preciosa. Ojos enormes, brillantes; nariz respingona y labios carnosos. Miraba con deseo, con auténtico deseo, de ese que te hace atragantarte al tragar saliva, de ese que te hace sentir unos calores incómodos. ¿Qué pensaría a su edad, qué deseos tendría para la noche? No lo sé, tampoco me importaba, me contentaba con admirarla. Cabello ondulado, elástico; sus bucles atrapaban cada pedazo de luz y lo reflejaba decenas, centenas de veces. No sería raro que me viese bizquear. O, peor aún, achinar los ojos. Pero, por nada del mundo, me los vería cerrados”.

¿Hemos descrito su cuerpo, sus tetas, la abertura de su coño, el olor de su sexo? No, para nada. Ni siquiera hemos descrito, ni por asomo, una sola curva más allá de su barbilla. Entonces, ¿por qué (usando esta segunda descripción) nos hemos imaginado a una despampanante belleza juvenil? Simplemente hemos detallado algún esbozo de su mirada, de su cabello. También la reacción que nos causa.

Son esos detalles (mirada, cabello, reacciones) los que realmente embellecen a la joven. No sus tetas, ni su coño, ni su olor a hembra descocada. Gran parte de todo eso lo dejamos a la imaginación del lector. Nosotros sólo nos encargamos de darle un “empujoncito” en la dirección correcta, la nuestra, la que queremos que siga. Pero sin que lo sepa.

Si puedes hacer eso con un personaje, también puedes hacer lo mismo con un decorado, con una escena, con cualquier cosa. Dos o tres detalles bastan. Repítelos unas cuantas veces, cada poco, con disimulo. Realzarás cualquier buen relato hasta lo supremo.

Bueno, tanto no. Pero mejorar, pues sí, lo mejorarás bastante. Recuerda: insinuar antes que mostrar. Detalles, pinceladas, gotas.

Seguro que has visto alguna buena película de aventuras. Antigua o reciente, da lo mismo. De amor, de acción, suspense, terror, de cualquier cosa (al final, si lo reducimos a lo esencial, todo viene a ser lo mismo). Son películas que te mantienen, no pegado a la silla o butaca o sofá; te mantienen en vilo, todo tu cuerpo están en tensión, agazapado, vibrante. No puedes despegar la mirada de la pantalla. Imagínate la primera vez que viste “La guerra de las galaxias”. ¿Alucinante, verdad? No podías siquiera parpadear, no fuera a ser que te perdieras cualquier detalle.

Esto viene a ser el 2º truco .

¿Sabes quién fue Vladimir Propp y sus funciones? En la Wikipedia lo llaman erudito. Fue un estudioso ruso que se dedicó a diseccionar muchísimos relatos y cuentos hasta extraer de ellos su esqueleto, aquello que cohesionaba toda una amalgama de letras, palabras y frases en relatos cautivadores.

Las funciones de Propp (o las piedras angulares en las que se divide un relato) son muchas, hasta 31. Son las siguientes (copio y pego de la Wikipedia porque soy así de vago):

01) Alejamiento. Uno de los miembros de la familia se aleja.

02) Prohibición. Recae una prohibición sobre el héroe.

03) Transgresión. La prohibición es transgredida.

04) Conocimiento. El antagonista entra en contacto con el héroe.

05) Información. El antagonista recibe información sobre la víctima.

06) Engaño. El antagonista engaña al héroe para apoderarse de él o de sus bienes.

07) Complicidad. La víctima es engañada y ayuda así a su agresor a su pesar.

08) Fechoría. El antagonista causa algún perjuicio a uno de los miembros de la familia.

09) Mediación. La fechoría es hecha pública, se le formula al héroe una petición u orden, se le permite o se le obliga a marchar.

10) Aceptación. El héroe decide partir.

11) Partida. El héroe se marcha.

12) Prueba. El donante somete al héroe a una prueba que le prepara para la recepción de una ayuda mágica.

13) Reacción del héroe. El héroe supera o falla la prueba.

14) Regalo. El héroe recibe un objeto mágico.

15) Viaje. El héroe es conducido a otro reino, donde se halla el objeto de su búsqueda.

16) Lucha. El héroe y su antagonista se enfrentan en combate directo.

17) Marca. El héroe queda marcado.

18) Victoria. El héroe derrota al antagonista.

19) Enmienda. La fechoría inicial es reparada.

20) Regreso. El héroe vuelve a casa.

21) Persecución. El héroe es perseguido.

22) Socorro. El héroe es auxiliado.

23) Regreso de incógnito. El héroe regresa, a su casa o a otro reino, sin ser reconocido.

24) Fingimiento. Un falso héroe reivindica los logros que no le corresponden.

25) Tarea difícil. Se propone al héroe una difícil misión.

26) Cumplimiento. El héroe lleva a cabo la difícil misión.

27) Reconocimiento. El héroe es reconocido

28) Desenmascaramiento. El falso queda en evidencia.

29) Transfiguración. El héroe recibe una nueva apariencia.

30) Castigo. El antagonista es castigado.

31) Boda. El héroe se casa y asciende al trono.

Elige cualquier película de aventuras. Cualquiera. Venga, vamos, te reto a que encuentres una (sólo una, incluso) que no siga las funciones de Propp.

Muchas están calcadas (digo calcadas por no decir otra cosa peor). Otras se saltan algunas funciones, las fusionan o las cambian de orden. Algunas funciones parece que son ignoradas (o eso crees tú).

¿Y cómo coño me ayuda esto a mí a escribir relatos?, te preguntarás.

Fácil. ¿Quieres escribir una buena historia? ¿De cualquier tipo? No hace falta que sean aventuras o terror. El sexo también sirve, claro. Lo bueno de todo esto es que puedes adaptar este esqueleto a cualquier relato, cualquier historia, cualquier cosa que se te ocurra. ¿Y sabes qué? Original, pues no será mucho, la verdad. Pero entretenida… no sabes tú cómo.

Piensa en un trasfondo para tu relato. Elige tus protagonistas. Diseña un escenario. Unos cuantos detalles y poco más. ¿Que qué hacen a continuación? Aquí tienes el esqueleto. Ni más ni menos. Es como si, al ir a ligar, alguien te fuese susurrando el guión de tu acometida. Con la seguridad de que, si lo sigues a pies juntillas, todo saldrá bien.

¿Quieres apartarte de este esqueleto? Es muy manido y a veces hasta da grima de lo sobado que está. Sin problemas: Coge los puntos 22 al 28 y ponlos al principio. Luego sigue con el resto. ¿Quieres empezar directamente con la acción? “No problem”. Empieza por la mitad, allá por el 17 o 18 y luego sigue adelante.

Y esto, lo de ir adelante y atrás como un pato mareado, es el truco 3º .

¿Sabes latín? Yo no. Seguro que alguno o alguna sí. No importa. Hay un latinajo que resume en 3 palabras el meollo de este truco: “In media res”.

“In media res” viene a significar algo así como “en todo el puto medio”.

Imagínate un día cualquiera. Supón que eres estudiante. Suena el despertador, te levantas, te frotas una legaña, te arrascas el pandero, bostezas a lo grande y caminas zombi perdido en busca del cuarto de baño. Te aseas, te vistes, desayunas. Oyes las noticias, quizá ves la televisión. La tostada se te cae por el lado pringado, ¡qué manitas tenemos, oye! Preparas la mochila, los apuntes, los libros. Te despides de tus compañeros, familia y demás. Sales de casa, caminas hasta el colegio, facultad, universidad o lo que coño que sea eso a dónde vas a aprender. Y cuando llegas, una charla, unas miradas, sonrisas, algarabía, escuchas aventuras, lo que ocurrió ayer en el canal de televisión que no sintonizaste, el partido que te perdiste, todas esas cosas. Llega el profesor o profesora. ¡Pumba!, resuenan sus libros al caer sobre la mesa. Alza la voz. Está cabreado, esa vena de su cuello palpita a punto de explotar, quizá te salpique, incluso. ¡Examen sorpresa!, grita desaforado.

El ojete se te comprime hasta el punto que un alfiler no cabría, la saliva abandona tu boca, mascas arenilla, y la cara se te vuelve más blanca que una sábana lavada con sosa caústica.

Esto es lo bueno, lo jodidamente gracioso de todo el día. ¿Cómo se las apañará nuestro héroe o heroína para esquivar tan desgraciado trance? Y, por encima de todo, ¿por qué coño hemos tenido que tragarnos todas sus aburridas andanzas desde que ha despertado hasta lo bueno? ¿No podemos, con unas tijeras bien afiladas, cortar a partir del momento en que se le comprime el ojete igual que un agujero negro?

Pues sí, podemos. “In media res”.

Tú empieza por el ojete. Sin miedo. Ya tendrás tiempo luego, con la excusa de bajar la intensidad del relato, de pormenorizar qué ocurrió antes. A lo mejor, camino de la facultad, nuestro héroe se encontró con un amiguete, más mayor, más juerguista y, sobretodo, que recuerda a la perfección las respuestas de ese puñetero examen. Venga, llámale por teléfono o envíale un mensaje o un email en mitad del examen preguntándole cuál es la respuesta a tal o cual pregunta. ¿Y si la profesora te pilla? Joder, qué tensión.

Pues eso. Directo al meollo del asunto.

¿Por qué “in media res”? Porque el primer párrafo de cualquier relato tiene que ser capaz de cautivar al lector sin remedio, atraparle y, aunque coletee intentando desembarazarse de nuestro anzuelo, somos nosotros los únicos que podemos tirar del sedal, desplomando un grandioso golpe de efecto, o dejar suelto el hilo, pareciendo que no nos importa que todo se vuelva aburrido, soporífero, cansino… ¡para luego recoger hilo tan rápido como el mismo diablo! Una montaña rusa de emociones.

Bueno, pues esto ha sido todo por hoy.

Recuerda: Detalles, funciones y ojete.

Por cierto, por si no te has dado cuenta, cada método recurría al anterior de una u otra forma. Lo siento, ha sido una encerrona, soy muy malo. Perverso, incluso (payaso, diría yo). Pero seguro que ahora los recuerdas mejor.

Un último apunte. Estos 3 trucos son eso: trucos. Ni son guías, ni son directrices ni son lo-que-coño-quieras-que-parezcan. Tómalos o déjalos. Sin ellos puedes ser capaz de escribir excelentes relatos. Con ellos, también.

Un saludo y gracias por llegar hasta el final.

—Ginés Linares—

http://gineslinares.blogspot.com.es/