(3) ¡soy enfermera, no puta!

Mi paciente, a través de su abogado, me ofrece dinero para que lo masturbe

(3) ¡SOY ENFERMERA, NO PUTA!

Al llegar a casa me cambié y mi esposo me invitó a cenar, me contó que lo habían ascendido en su trabajo y que ahora ganaba más, era el momento justo de enganchar nuestra casita, yo feliz lo llené de besos, al llegar a casa tenía esa mirada que una sabe que va a haber sexo, sumisa, me desnudé y me puse en posición de cucharita, me penetró por atrás, me dolió tanto como la primera vez, caían lágrimas de mis mejillas, yo sabía que era el castigo merecido por haberle tocado la verga a mi paciente, por fin terminó la tortura y me llenó los intestinos de leche.

Doña Laura me recibió como siempre, me ofreció un café y me contó que una mañana que su marido había salido a trabajar ella llamó por teléfono a otra pareja que tenía en secreto, con tan mala suerte que su marido regresó por unos papeles que había olvidado y la sorprendió siendo infiel, el marido salió enajenado, tomó su auto y a los pocos minutos los bomberos le comunicaron su accidente, luego de salir del hospital empezó el pleito legal, Don Rolo llamó a su abogado pidiendo el divorcio, ella llamó al suyo alegando trastornos mentales, estaba visto que el pleito apenas empezaba, ellos no se hablaban pero ella siempre estaba pendiente de él, me pidió que le guardara el secreto.

La nueva enfermera me estaba esperando para que la relevara de su turno y me dijo que renunciaba porque Don Rolo le había pedido dormir desnudo con una enorme erección y que ella no estaba dispuesta a aguantar semejantes tratos, se lo comuniqué a la señora para que consiguiera una sustituta, al llegar a la habitación Don Rolo estaba molestísimo, mientras le hacía su terapia me dijo que todas las enfermeras eran unas idiotas, que solo yo lo comprendía, que él era un hombre muy sexual, que no podía evitar sus erecciones y que eso ofendía a esas estúpidas, yo lo tranquilicé diciéndole que esta profesión era muy difícil y que debería evitar estar desnudo, se puso peor, agitó todo su cuerpo y se golpeó contra le mesita de noche.

Le tuve que curar la herida que se hizo en la frente y lo llevé al baño, me decía que cuando esas taradas lo bañaban no le limpiaban el ano y los genitales, en cambio yo no me asombraba de verle su erección (si supiera), le limpié la cabeza de su pene, su ano y sus testículos, yo tragaba saliva evitando babear por ver esa hermosura, le dije que por mí no se preocupara, que estaba acostumbrada a bañar a infinidad de pacientes, pero que nunca me había tocado hacerlo con uno como él, me preguntó que a qué me refería y aunque traté de evadir su respuesta terminé diciéndole la verdad: que nunca había bañado a un paciente que estuviera tan bien dotado.

Eso desató una charla impropia entre paciente y enfermera, me preguntó textualmente:

DON ROLO: ¿Nunca habías visto una verga tan grande como la mía?

YO: La verdad, no, Don Rolo.

DON ROLO: Si no te molesta, cuéntame ¿Cómo es la de tu marido?

YO: Esas son cosas privadas de las cuales preferiría no hablar.

DON ROLO: No te lo pregunto por morbo.

YO:… pues… es la mitad de la suya en largo y grosor.

DON ROLO: ¿Y que sientes cuando me limpias esa zona?

YO: … pues… nada… es mi trabajo.

DON ROLO: No me mientas, algo debes de sentir.

YO:… pues… curiosidad… ¿qué quiere que le diga?

DON ROLO: ¿Pero te excita?

YO: Bueno… una no es de piedra… pero solo con usted me ha pasado eso.

DON ROLO: ¿Qué sentiste ayer en el Yacusi, tenía la impresión que si no hubieras tenido traje de baño, algo más hubiera ocurrido?

YO: Nunca, Don Rolo, yo soy una mujer casada y fiel.

DON ROLO: Si no te estoy preponiendo nada, como iba a pensar que una chica tan linda como tú, ibas a desear a un pobre viejo parapléjico como yo.

Yo sentía rojas las mejías por el bochorno que me causaban sus palabras, si supiera que me había masturbado fantaseando con su verga… si supiera que en el yacusi me moría porque me diera una buena cogida, si supiera que me metía bajo las sábanas para lamerla la cabeza de su verga… ¡SI SUPIERA!... lo llevé a darse su baño de sol y lo llegó a visitar su abogado, les di privacidad y me dediqué a prepararle el almuerzo, al despedirse el abogado me llamó y me dijo algo que me dejó con la boca abierta:

ABOGADO: Vea, señorita enfermera, usted sabe que mi cliente está pasando por la peor etapa de su vida y el ingeniero está dispuesto a recompensar muy bien sus servicios si usted le ayuda en un asunto muy penoso.

YO: ¿Cuál?

ABOGADO: Pues él quisiera que usted lo masturbara.

YO: ¡¿Qué?!

ABOGADO: No se moleste por favor, el ingeniero me cuenta que las dos veces que lo ha hecho se ha lastimado y que estaría dispuesto a darle este sobre con dinero en efectivo a cambio de sus servicios.

YO: ¡Soy enfermera, no puta!

ABOGADO: Lo entiendo, pero usted comprenderá que no podemos traerle una prostituta para que lo atienda, el ingeniero ya no tiene ninguna clase de relación con su esposa, así que la única posibilidad que se nos ocurrió fue pedírselo a usted, claro que está en su derecho de no aceptar.

Me dio el sobre y le dije que lo hablaría con don Rolo, lo enfrenté indignada tirándole todos los billetes sobre su cama, no paraba de decirle improperios, hablaba a toda velocidad, no pensaba lo que decía, solo me salían sapos y culebras de la boca, él me miraba con paciencia, cuando terminé de gritar solo suspiró y me pidió su almuerzo, se lo di en silencio, casi ni lo limpié como lo hacía antes, pero su verga me retaba erguida como sabiendo mis secretas intenciones, no me pidió que lo llevara al yacusi porque sabía cuál sería mi respuesta, luego le di su medicamento y lo dejé dormido.

¿Cómo había llegado hasta aquí? No sabía qué hacer, en lo que menos pensaba era en el dinero, era su propuesta indecorosa, pero lo más extraño es que sentía húmeda mi vagina ¿Cómo podía excitarme ante tal ofensa?

Me metí al Yacusi sola, desnuda, necesitaba recrear la tarde anterior cuando lo tuve atrás de mí sintiendo como su verga parada se colaba dentro de mis nalgas hambrientas, me movía como si me estuviera cogiendo, necesitaba su verga dentro de mí y tenía el mejor pretexto para sentirla, pero la imagen de mi esposo apareció en mi mente y no pude masturbarme ¿Cómo podía hacerle esto a mi amado esposo? Si tan solo me diera motivos para serle infiel, pero al contrario, me trataba como a una reina y yo me comportaba en mi trabajo como una puta.

Fui al baño a vestirme, pasé desnuda por su cuerpo dormido, me hubiera encantado que despertara en ese momento, no sé qué hubiera hecho, pero me fascinaba la idea, al revisar mi maletita me di cuenta de un descuido imperdonable, había metido un hilo de color rojo que seguramente se transparentaba en mi uniforme blanco de enfermera, por eso era regla usar calzón blanco, pero fue un descuido que no podía volver a pasar.

Los minutos que pasaron previo a que despertara los sentí eternos, ¿Cómo iba a enfrentarlo después de esto? No podíamos permanecer sin hablarnos, yo estaba dispuesta a no hablarle hasta que me diera una explicación, su tos hizo que abandonara mis pensamientos confusos, me abroché la blusa hasta el último botón le di agua y me senté indignada, ofendida, destruida, me tomó de la mano y me dijo con toda la calma del mundo.

DON ROLO: Perdóname, Lola, fui un idiota al pedirle al abogado que te propusiera semejante cosa… ¿me perdonas?

YO: ¿Por qué no me lo pidió usted?

DON ROLO: ¿Hubiera habido alguna diferencia?

YO: Por supuesto que no, pero por lo menos no me hubiera expuesto a la vergüenza que pasé con su abogado.

DON ROLO: Perdóname, no me atrevía a pedírtelo por miedo a que te fueras, pero si lo quieres hacer yo lo comprenderé.

YO: ¿Usted quiere que me vaya?

DON ROLO: No, no, por supuesto que no, pero no me gusta verte enojada.

YO: Me quedo con varias condiciones.

DON ROLO: Las que me digas las acepto sin oírlas.

YO: Pues va a tener que oírlas para que le quede claro. Primero: los baños serán más cortos, segundo: nunca más me pida estar desnudo delante de mí fuera del baño y tercero: en el yacusi yo siempre lo sostendré con mis pies en su pecho.

DON ROLO: Pero sí me vas a dar privacidad cuando quiera masturbarme y luego me limpias.

YO: No debería hacerlo pero como ya ha pasado otras veces… pues no me queda de otra.

DON ROLO: Perdóname esta erección terrible que tengo, pero no la puedo evitar después de haberte visto desnuda en el baño.

YO: Pues eso no volverá a ocurrir.

DON ROLO: ¿La erección?

YO: No me haga reír que estoy enojada.

DON ROLO: Mira como me tienes.

YO: ¿Y yo que culpa tengo?

DON ROLO: Pues tal vez ninguna pero eres la única mujer con la cual tengo contacto.

YO: ¿Y las enfermeras del turno de la noche?

DON ROLO: Si son unas ancianas decrépitas, que no me despiertan ni el más mínimo deseo.

YO: Tal vez debería contratar una anciana en lugar mío.

DON ROLO: ¡Que buena idea!

YO: ¡¿Quiere que renuncie?!

DON ROLO: No, solo que hagas el cambio de turno, que me atienda una anciana en el día y tú vienes de noche ¿Qué te parece?

Con tal de huir de las brutales sodomías que me pegaba mi esposo, no me pareció tan mala idea, lo platicaría con él y si estaba de acuerdo lo hablaría con la señora y le diría mi decisión al día siguiente, me pidió recoger todos los billetes que le había tirado sobre la cama, fui recogiendo uno por uno, pero el último estaba justo sobre su ingle, con mucho cuidado traté de recogerlo sin tocarle la verga, pero en lugar de eso sucedió lo que menos tenía pensado.

Le agarré la verga y empecé a masturbarlo, él babeaba de gozo, no sé por qué lo hice, tal vez porque habíamos estado hablando de su verga todo el día, subía y bajaba mi mano como si me fuera la vida en ello, me daba placer darle placer, estaba fuera de mí, era como si una fuerza externa me obligara a pajearlo, o por lo menos eso quería pensar yo, aceleré la masturbada pero don Rolo no se venía, entonces le rasqué los huevos con mis uñas largas y un enorme chorro me bañó la cara, pude sentir su sabor delicioso en el segundo que cayó justo en mi boca, con disimulo arrastré mi lengua sobre los grumos de semen al lado de mi boca, él permanecía con los ojos cerrados, yo aproveché el momento para quitarme de la cara el resto de semen que me bañaba y me chupé los dedos con delirio, luego le exprimí la verga con mis manos para sacarle hasta la última gota, lo limpié con mucho detenimiento y luego me fui a asear.

Al volver me dio el sobre y me dijo que cada vez que lo hiciera tendría la misma cantidad, yo me hice la ofendida pero tomé el sobre, no lo podía creer, si lo masturbaba a diario, en una semana ganaría lo que gano al mes como enfermera, no sabía qué hacer.

DON ROLO: Se te ve muy bonita esa tanga roja.

Me quería morir de la vergüenza, así que solo me despedí sin verlo a los ojos, ya mañana tendría tiempo de hablar del asunto, efectivamente la enfermera del turno de la noche era una viejecita que no provocaba ni al más grande de los degenerados.

Esa noche le planteé a mi esposo el cambio de turno y me dio un no definitivo, me dijo que entonces solo nos veríamos los domingos y que él no iba a soportar que su esposa se quedara a dormir en otra cama aunque fuera por trabajo y mil cosas más, a mí no me gustaba pelear con él y solo había una forma de contentarlo… le pedí que me la metiera por el culo, él feliz se desnudó y recibí sometida aquella verguita que hizo estragos en mi cerradito ano, a pesar de su tamaño era muy grande para mi canal trasero, solo pensaba como sería recibir por atrás la verga de don Rolo, en eso estaba cuando sentí bañar de semen todo mi culo, otra vez sentí una alegría culposa, era la manera como me autocastigaba por haber masturbado a mi paciente.

Esa noche soñé con don Rolo, yo llegaba desnuda a su habitación, nos tocábamos, hacíamos un 69 y yo le mamaba la verga mientras sentía como su boca torcida hacía maravillas con su lengua en mi clítoris, luego me cogía delicioso, lo hicimos en todas las poses posibles, luego me puso de perrita y me clavó su verga por mi culo, pegué un grito ensordecedor, me desperté sudando como si saliera de una pesadilla, mi esposo despertó angustiado, le dije que no se preocupara, que ya había pasado, que se volviera a dormir, pero lejos de eso se levantó y con una toallita me secaba las gotas de sudor, tanta ternura me hacía sentir peor, hubiera preferido que me abofeteara por ser la mujer infiel en que me estaba convirtiendo.

CONTINUARÁ…