3 no son multitud
Una historia real de una locura a la que me deje arrastrar sin oponer demasida resistencia y que pagamos cara.
Patricia y yo nos conocíamos desde hacía apenas un mes, habíamos coincidido en un curso de formación y desde un principio congeniamos sin problemas; ella era morena, de estatura normal, tenía una figura apetecible, con unos pechos que llamaban la atención sobre todo porque gustaba de usar camisetas ajustadas que los resaltasen. A mi desde un principio me llamó la atención y conseguí sentarme junto a ella en el curso y poder comenzar mi "acoso y derribo".
Así comenzamos a salir juntos, yo vivo solo en un pequeño apartamento, y ella comparte piso con un estudiante, un brasileño llamado Joao, que está terminando la carrera, creo que una ingeniería. Por este motivo los encuentros íntimos que habíamos tenido habían ocurrido en mi casa.
Aquel viernes, no fue así, esa tarde habíamos estado de compras por el centro y como su casa quedaba cerca nos fuimos hacia allá a picar algo con la intención de salir luego a tomar algo por ahí.
Cuando llegamos a la casa no había nadie así es que nos pusimos "cómodos" en el sofá que había en el comedor, en poco tiempo yo tenía sus pechos en mis manos y ella tras abrirme la camisa jugueteaba con sus manos sobre mi entrepierna, con todo el movimiento su minifalda comenzaba a perder su sitio dejando al descubierto un tanga negro que aumentaba mi erección cada vez que lo veía.
En esos momentos sonó la puerta que se cerraba.
-Será Joao- comentó Patricia, sin dejar de manosearme y aprovechando mi distracción para quitarse la camiseta y el sujetador. Todo esto empezó a ponerme un poco nervioso, pero el profundo y húmedo beso que me propinó Patricia, dejé de pensar en nada más que en satisfacer la necesidad de follármela allí mismo.
Me concentré chupando sus erectos pezones, mordisqueándolos y dándoles pequeños tirones con los que ella empezaba a gemir intensamente, sus pezones parecían querer explotar y mi polla reventaba dentro de mis calzoncillos, ante la negativa de Patricia de sacarla de una vez y empezar a pajearme que era en ese momento lo que más me apetecía. De repente se abrió la puerta del comedor y entró Joao, un mulato de unos 24 años de complexión fuerte, medio vestido con un pantalón corto de deporte, y unas sandalias. Nos miró y se quedó parado en medio de la sala; ante mi sorpresa Patricia, que estaba sentada a horcajadas sobre mi rabo, que seguía preso de mis slips; se incorporó y sonriendo pícaramente me dijo:
-Tengo una sorpresa para ti- y se acercó a Joao y le propinó un beso de esos que yo creía que solo yo podía conseguir, y fue bajando por su torso hasta quedarse en cuclillas delante de él y, por los movimientos de su cabeza, supuse que le estaba haciendo una mamada. Yo me había puesto de pie, y estaba allí quieto, casi apoyada la espalda en la pared viendo como mi chica se la mamaba a otro tío delante de mí, la situación me dio cierto morbo, aunque no sabía si coger mis cosas y salir de allí corriendo, cerrando la puerta tras de mi para siempre, pero el caso es que seguí allí quieto, hasta que Patricia se levantó, y se acercó hacia mí, en ese momento pude ver el tamaño que se gastaba Joao, era una tranca de más de 20 cms de largo y de un grosor también espectacular. Patricia me besó, note en su saliva restos del sabor de la polla del otro.
-Tranquilo, relájate y goza- me dijo sonriéndome y se apartó de mí, comprobando que
Joao se encontraba justo detrás de ella, quedando ahora delante de mí. En ese momento él hizo algo que me sorprendió profundamente, me cogió de los pezones y con un tirón suave y firme me hizo ir agachándome delante de él hasta que mi boca quedó a la altura de su miembro, en ese momento apretó fuerte mis pezones, lo que me hizo quejarme de dolor ante lo cual aprovechó para meterme de un golpe su tremendo rabo en la boca.
Esto no entraba en mis planes, en mi vida nunca había tenido una relación homosexual, y ahora me encontraba delante de mi chica, que se masturbaba tirada en el sillón, y chupándole la polla a un negro. Por un momento pensé en darle un bocado a aquel tipo y salir corriendo de aquella situación, aunque una gran carga de morbo me retenía en aquella posición, pero en ese momento ocurrieron dos cosas con las que definitivamente comprendí que me quedaría hasta el final, pasase lo que pasase. Por un lado Joao me cogió la cabeza con ambas manos para acompasar mi cabeza al movimiento de sus caderas; y por otro lado Patricia se tumbó en el suelo, entre las piernas de Joao, hasta alcanzar mi paquete, liberar mi rabo, comenzando una mamada que me empezó a transportar a otro mundo.
En aquella posición estuvimos un buen rato, Patricia chupándomela y jugueteando con mis huevos; y yo chupando una polla que aunque pueda parecer increíble crecía aún más dentro de mi boca, teniendo la sensación de que en cualquiera de aquellos empujones que metía me iba a ahogar. Hasta que Joao se crispó, tenso sus manos en mi cabeza y embistió con una gran fuerza, descargando en mi garganta toda la leche que había acumulado durante la mamada, como siguió sujetando mi cabeza no tuve más remedio que tragarme todo lo que quiso salir de aquella inmensa polla. Yo por mi parte notaba como Patricia me acercaba al orgasmo, y en un momento dado descargue en su boca mi carga se semen. En ese momento se deshizo el número, Joao se recostó en el sillón, Patricia se relamía tumbada en el suelo y yo, de rodillas, con el sabor amargo de la corrida en la boca, de la que me goteaban los últimos restos, pensaba que podría pasar ahora, no sabía si moverme o dejar pasar el tiempo, me decidí por lo segundo, y no tuve que esperar mucho para ver como Joao se levantaba, comenzaba a masturbarse hasta ponérsela bien dura y se tumbaba encima de Patricia, pude ver en el gesto de ella el momento en que se la clavaba, y como comenzaba un movimiento que poco a poco iba adquiriendo una mayor velocidad con lo que los gritos de ambos resonaban en toda la casa. Antes de correrse, Joao sacó su rabo del coño de Patricia y se acercó a mí que seguía allí de rodillas, su polla espléndida de nuevo me apuntaba desafiante, pero esta vez se arrodilló enfrente de mí y comenzó a acariciarme, se detuvo un rato en mis pezones, los cogió, los pellizcó, y yo notaba como mi polla iba poniéndose nuevamente en forma, cuando una de sus manos me la agarró y empezó a masturbarme muy despacio, se nos unió Patricia que puesta de pie, acercó mi cabeza a su coño; la agarré por las cadera y la di la vuelta, de manera que quedó su culo a la altura de mi boca, le separé las nalgas y comencé a chuparle el ojete introduciéndole un dedo para dilatárselo. Joao por su parte se agachó sobre mi polla y la comenzó a mamar de una forma muy dulce, una de sus manos se deslizó por debajo de mis huevos hasta tocar mi culo y empezó a presionar ligeramente sobre mi agujero con su dedo, hasta que finalmente lo introdujo, yo me contraje, pues noté un cierto dolor aunque el placer lo superaba con creces. Poco a poco los dedos entraban y salían de los respectivos agujeros con mayor facilidad, lo que daba prueba de la dilatación que estaban sufriendo. Me levanté y me tumbé en el sillón esperando que Patricia se sentase sobre mi, lo hizo literalmente y mi tranca se fue introduciendo en su culo, hasta que me oprimió los cojones, comenzó a subir y bajar ante el delirio de mi interior que notaba como se iba cargando en la esperanza de correrme dentro de aquella cueva maravillosa,. Entonces se recostó hacia a tras y dejó al descubierto su coño, ante eso Joao se puso en marcha y la penetró sentado sobre mi. Nosotros dos permanecíamos prácticamente quietos y era Patricia quien se movía, quien ponía el ritmo, quien llevaba las riendas de este desbocado galope. No sé si fue la casualidad, o la fortuna, o el qué, pero cuando ella empezó a acelerar su ritmo y llegó el momento del orgasmo fuimos los tres a la vez los que lo alcanzamos, creo que nunca tres personas han estado tan unidas como en ese momento estuvimos Patricia, Joao y yo.
Después de eso nos quedamos un rato tumbados, sin decir palabra, hasta que Patricia comentó que tenía hambre, preparamos algo de cenar, y nos echamos en el sillón a ver una peli, a ninguno nos apetecía salir ya, a sí es que dejamos pasar el tiempo tirados desnudos ante la caja tonta. No recuerdo ni cuando ni como sucedió, pero al cabo de un rato Joao, que estaba sentado en suelo, apoyado contra el sillón en el que estábamos tumbados Patricia y yo, cada uno para un lado con los pies entrelazados; se incorporó, y empezó a chuparme la polla mientras con sus manos acariciaba el coño y el culo de Patricia, ante lo inesperado de su reacción mi polla respondió irguiéndose rápidamente, oía gemir a mi chica, y eso contribuía a mi erección. Joao decidió pasar a la acción total, se subió al sillón, a horcajadas sobre mí y se fue introduciendo mi nabo en su culo, así, sin dilatación ni lubricación, bueno mi polla estaba empapada por su saliva y mis jugos. Noté como rompí la débil resistencia de su esfínter, y se fue metiendo cm a cm en su culo, cuando estuvo completamente dentro empezó a botar, de manera que su polla golpeaba en mi estómago a cada bajada. Patricia se acerco a mi cabeza y se montó también a horcajadas sobre ella, con lo que pude hacerle una de las mejores comidas que recuerdo. Poco a poco fueron incrementándose los ritmos y con ellos los gemidos, esta vez fui yo el primero en correrse, descargué con fuerza dentro del culo de Joao, a la vez que hinqué con todas mis fuerzas la lengua en el coño de ella, que se dio por satisfecha pues se incorporó y se dejó caer en el suelo. Joao, sin embargo, no había terminado, con su tranca completamente tiesa, avanzo sobre mi cuerpo hasta clavármela nuevamente en la boca, esta vez tomé parte activa en la mamada, cogiendo aquel falo con ambas manos y relamiendo su glande, estaba absorto en este quehacer cuando oí a Patricia decirme:
-Voy a prepararte el culo, como comprenderás Joao también tiene ganas de rompértelo, y como eres primerizo, hay que hacerte un tratamiento especial para que todo eso quepa en tu culo.
En ese momento comprendí que el final de fiesta no iba a ser especialmente agradable para mí, me imaginé la tranca que tenía en la boca, y que la llenaba, entrando en mi puerta trasera y se me estremecieron las entrañas, pero en fin llegados a este punto no podía poner remilgos y tan sólo pude decir:
-¿Me dolerá mucho?
- Tranquilo- contestó Joao- seré muy, muy suave, y seguro que al final me pides más- y sonrió agarrándome la polla con mucha dulzura.
Oí a Patricia, trastear en unos cajones próximos a la tele, que seguía encendida, y se acercó a nosotros, me subió las piernas, que sujetó Joao, dejando completamente descubierto el objetivo, sobre el que noté un liquido templado, supuse que un aceite o vaselina, y a continuación los dedos de ella acariciando la zona, cada vez con más fuerza hasta que uno de sus dedos se coló dentro, a partir de ahí, fue aumentando el masaje, y la cantidad de dedos hasta que creyó que estaba preparado, entonces me tumbaron en un puf, de esos de poner los pies, boca abajo, con mi culo en pompa y él se situó detrás de mi, había llegado el momento; con mucha suavidad apoyó su inmenso cipote sobre mi ano y empujó suavemente. ¡Dios, creí que me partía en dos! Notaba su polla cm a cm dentro de mi y el dolor no cesaba, hasta que dio marcha atrás, en ese momento pude relajarme un instante, hasta que muy despacio volvió a avanzar, y volvió el dolor aunque un poco más atenuado. Este juego se prolongó durante un tiempo hasta que el ritmo de Joao de hizo constante, en ese momento empecé a notar como un punto de placer inmenso se concentraba en mi culo. Entonces Patricia reclamó su derecho a gozar, a lo que Joao respondió sacando un rabo de mi culo para ponerme boca arriba, así volvió a penetrarme y ella me cabalgó. Joao cogió mi polla la apunto hacia el culo de Patricia, un leve empujón y nuevamente mi tranca se abría paso a través de su ano. Así nos dispusimos a llegar a un nuevo orgasmo, que vino en unos minutos cuando Joao perdió el control del ritmo y metió un empujón terrible para descargarse en mi recto, con este empujón creo que llegó hasta mi alma y el dolor mezclado con el placer me hizo derramar alguna que otra lágrima, pero Patricia no estaba dispuesta a dejarme relajar así es que aceleró le movimiento de sus caderas hasta que le vacié mi leche en su culo.
Tras aquello, Joao se despidió, diciendo que tenía que madrugar al día siguiente, y Patricia y yo nos quedamos en el sillón tumbados, sin decir palabra hasta dormirnos. A la mañana siguiente, cuando me desperté, leí una nota suya en la que me decía que había bajado a por el desayuno, aproveché ese momento para irme, sin decir adiós.
Recibí varias llamadas suyas, a las que no contesté, hasta que un par de días después, me armé de valor para decirle que no quería volver a verla. Aquello que había pasado esa noche en su casa se escapaba a lo que yo esperaba de una relación y no me apetecía repetirlo.
Al cabo de un par de meses, coincidí con Joao en un bar, cuando se acercó a mi parea saludarle no pude evitar recordarle entrando dentro de mi y senti algo muy extraño, pero puse buena cara, le pregunté por Patricia , me comentó que estaba bien pero que lo había pasado mal con lo nuestro, que nunca quiso incomodarme, que él había terminado sus estudios y que a final de mes se volvía a su pais, donde le esperaba su novia para casarse, que ninguno de los dos, ni ella ni Patricia, jamás sintieron nada el uno por el otro a parte de ganas de disfrutar del sexo, y que ella todavía algunas veces me recuerda.
Jamás ha vuelto a verla, ni a tener una experiencia bisexual, pero a veces me hago alguna que otra paja recordando lo que pasó aquella noche.