3 fotografías nocturnas

La noche me regaló una mujer con esencia femenina pura, hice tres intentos de exponer su luz.

Fotografía uno.

El goteo constante del agua sobre la piedra, ritmo esencial, tu muslo izquierdo, la savia narcótica de tu voz me conforta y complementa el cielo aún azul en la limpia noche que llega, si las estrellas pudieran susurrar, si pudiera fijarte eterna en ese instante del atardecer que se transforma en noche, o mejor dicho en la noche nueva que arroja su piel dorada al vacío de ésta tierra y me envuelve reluciente en los dibujos geométricos y la curva tornasolada y húmeda de tu existir, serpiente de lengua roja, roja viva, carne.

Pero tú no eres estrella en el cielo de Van Gogh, y estás muy lejos de quedarte fija, te mueves, -ollin- te gusta oscilar, retorcer tu cuerpo perfecto, sabes de las olas y la sensualidad de tu carne de mujer, los valientes no duermen de noche, al contrario viven, giran, se mueven y se alimentan de las ideas que la gente deja flotando en el viento, cazas mi atención, y me atrevería a saberte libre a ésta hora nocturna. Tienes la magia de convertir, tus piernas entonces se vuelven serpientes constrictoras moviéndose, el músculo deslizándose sobre el músculo, carne al cuadrado, tu erotismo natural recorre y se desliza por tu naturaleza sensual; tus piernas no se rozan por casualidad, se entrelazan seguras de su pasión, aprietan copulando, con la sabiduría femenina de mujeres selectas que en éstos días escasean más que los antivirales contra la gripe, el roce que dibujan tus pies no es fortuito, ni la perspectiva que decidiste regalarme tampoco, tienes el alma de la Balsa ecuatoriana, tus piernas son las raíces largas y curvas de aquel árbol que ante la creciente oscuridad de la nueva noche, resplandecen lúbricas y húmedas entre los estanques sagrados y el agua quieta; sabes seducir, y conoces las leyes de la perspectiva orgánica para cautivar.

Tus pies se hunden en el agua eterna como la raíz de la Balsa, quiero oprimirlos, tenerlos en mis manos y palparlos como si fueran tus senos, y exprimirlos con fervor antes que fuerza, y llevar a mi boca el líquido puro que de ellos emanara. Madera sensual, madera de curvas largas que me provocan acercar mi boca y susurrarte "mujer femenina".

-Muérdeme princesa- pensé

amo tu veneno, intoxicarme de ti es una esencia alegre para mi corazón, -muérdeme serpiente-, sonrío mientras recorro tu piel y miro tu entrepierna, que es sólo un sorbo, que invita a encontrarlo con la misma curiosidad infantil que los huecos llenos de aventuras de los árboles en la selva, tu sexo se guarda seguro y exquisito en la penumbra que me obsequiaste, me regalaste todo el paisaje completo mientras me muestras sólo un poco y tu licor me ensueña, soy un aventurero en la más sensual de las selvas, soy el lente fijo de una cámara que mira la naturaleza viva en una casi noche en el trópico ecuatorial. Que delicia el brillo de tu piel, me encandila como un insecto y me atraes sin más remedio.

Fotografía dos.

Caminó justo hacia mi decidida, ligera, como si el pasillo fuese una pasarela y se postró enfrente de mi con la misma elegancia de la top model más exquisita, me miró directo a los ojos con sonrisa de triunfo, y justo cuando iba a decirle algo, giró su cabeza, al mismo tiempo su brazo se estiró y con su mano derecha tomó el respaldo de una silla que atrajo hacia ella con rapidez, no me dio tiempo de hablar, lo que estaba por decirle se fundió en el aire como si lo hubiera hechizado, desabrochó sus jeans, y los deslizó dejando sus muslos desnudos, luego se sentó y con agilidad felina se descalzó el pie derecho primero y el izquierdo después, finalmente deslizó sus pantalones hasta que desaparecieron en el estanque femenino que vive debajo de sus tobillos.

Me dijo: yo no sé. No lo había pensado

Le dije: yo tampoco sé pero lo sé. Intentando detener el suspiro

Me dijo sonriendo: … ¿y cómo es eso?

Le dije: Es algo esencial, no se construye. Algunas mujeres pueden intentar fabricarlo después de muchos años de empeño tenaz, y aún así cuando viene una chica que lo trae en la sangre, todo el teatro de tanto tiempo invertido se viene abajo, todos los empeños y las razones ególatras se vuelven cimientos de palillos.

Me dijo: ¿Y yo lo tengo contenido en mi cuerpo? Mientras sus dos manos se abrían en palmas como si exhibiera un perfume.

Le dije: Si, no sé si esté contenido como el pulque antiguo en la piel de la res, o si seas pigmento vivo de óleo untado sobre el lienzo, o quizás sólo una idea mía medio dibujada y apenas trazada con carbón, pero sé que lo tienes, pulque, óleo, o una traza de carboncillo, existe real y nítida, y sé que vive en ti desde que naciste, es como el olor propio, como la sangre de tu familia que puedes adivinar con los ojos cerrados.

Recargó ambas manos en el asiento de la silla y echó su cuerpo para atrás estirando el cuello, me miró en silencio y luego levantó los brazos para que la ayudara a quitarse la blusa negra de algodón, mientras deslizaba la tela por su piel,

Me dijo: ¿y qué quieres que me ponga?

Le dije: No sé, no lo había pensado, lo único que sé es lo qué no quiero que te pongas

tus bragas.

Ella sonrió.

Y me dijo: me pondré ésta minifalda y me mostró apenas un pequeño envoltorio de tela negra con unas delgadas rayas grises que contrastaban en el fondo blanco de sus muslos juveniles… sólo esto y mis botas perversas, -dijo-

-sólo eso- le pedí.

-solo eso- respondió ella imitando mi voz y burlándose de su travesura; luego llevó sus alas hacia atrás y desabrochó el sostén mientras cubría con el brazo izquierdo sus senos.

Le dije: ¿porqué te cubres?

Me dijo: porqué… por lo mismo, ¿no dices que lo traigo en la sangre?, asentí con la cabeza y la contemple por un instante, su frescura, su cuerpo de río, el agua curva de sus caderas me extraviaron en el bosque del deseo, asentí de nuevo como si reafirmara lo que ya sabía cierto. No sé cuánto tiempo me extravié allí, ella me miró.

Me dijo entonces: observa!

Y con delicadeza separó su dedo índice de su dedo medio y así asomó la corona roja de su pezón excitado, erguido, erección de mujer.

Le dije: ¿Qué haces?

Me dijo: te estoy excitando, quiero saberte excitado cuando la tomes.

Le dije: estoy listo

Me dijo: listo y excitado.

Le dije: muéstrame tu esencia. Mientras trataba de ocultar lo obvio y le hacía creer que no pasaba nada, que todo estaba bajo control.

Ella echó los hombros hacia atrás y exhibió su pecho, me dio la espalda y con pasos firmes caminó hacia la pared apresurada, otra vez como modelo de pasarela valiente que se enfrenta al escenario con orgullo, no sin antes girar súbitamente su cabeza y encontrarme mirándole la cola; guiñó un ojo, levantó los brazos y en un gesto rápido y felino llevó sus manos a sus tobillos.

Me dijo: estoy lista!

Me acerqué a ella despacio, sin dejar de contemplarla, cuando lo notó intentó erguirse, y

Le dije: quédate así, y con mucha ternura tomé sus nalgas con mi mano por el centro y reposé mi dedo medio en su higo. Apenas tocando, solo rozando.

Me acerqué a su oreja derecha y susurrando le dije: "Tu feminidad es el mayor tesoro que he podido encontrar en ti." Y luego hundí mi dedo en ella.

Fotografía tres.

Abrí mis ojos en la noche inmensa de las dos de la mañana, justo enfrente de mi, en una habitación de piso de madera estaba naciendo Venus. Me desperté de prisa, pensando en que sería un sueño de esos que se desvanecen en la mente despierta, no quería perder detalle, primero pensé que Botticelli estaba inundando el cuarto y que el mar pronto invadiría las patas de la cama y si no me daba prisa el colchón se convertiría después en una ostra grande. Sin embargo cuando observé detenidamente, entendí que ésta Venus carecía del pudor renacentista del buen maestro Sandro, ante mi nació una mujer femenina, muy libre, sus senos y su sexo estaban descubiertos, su carne suave estaba contenida en la piel con la elegancia de Fabergé, el peso sobre una pierna, la otra guardándole el trabajo, su cadera torcida, sublime, curva de mujer, ola de mar en el océano lejano, sus brazos eran la extensión sagrada de las mismas curvas marinas, Venus erótica antes que Venus Eva, madre del mundo. Su mirada hacia abajo la volvía humana, sensible, era una mujer con la humildad en capullo, sabedora de la inmensidad de su esencia, bugambilia en invierno que espera la primavera para deslumbrarnos con sus flores. Que honor tenerla en la habitación, que alegría poseerla un momento. Esa noche tuve la certeza que William Bourgereau me envidiaba desde los cielos nocturnos.

¿a qué vienes? Le pregunté

-a llevarte- contestó Venus.

A ciencia cierta no sé que sucedió después, fue como si un velo negro me hubiera envuelto y no supe más

M.

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