3. El baby, ¿cómo acabaré con él?
Seguimos con Aron y Santi, ¿qué pasará con ellos dos? Difícil de saber si no continuais leyendo. Amor y sexo mezclados, ¿saldrá bien? ¿Será el final?
-Cariño, te quiero volver a ver, te quiero mucho.
--Tranquilo, nos veremos pronto. No te preocupes nene. Yo también te quiero.
Con un fuerte abrazo y un beso suyo se fue hacia el coche y yo hacia adentro.
Subí a casa con las palabras de Aron rebotando en mi cabeza. “Nos veremos pronto”. No sabía si serían verdad, o lo habría dicho para que me tranquilizara. Llamadme posesivo si queréis, pero la semana anterior al día en que nos vimos no paraba de llamarle y decirle que le quería ver, que cuando bajaba para vernos, que cuando me venía a buscar, que cuando salía de trabajar… en fin. Tantas y tantas cosas de típico novio celoso. No eran celos, os lo prometo. En realidad me daba igual lo que hiciera. A ver, no es que me diese igual, me importaba, y mucho; lo que quiero decir es que no me hacía falta saber en todo momento lo que hacía. Entonces, ¿por qué le decía todas esas cosas? Pues porque la necesidad de tenerle conmigo, de darle un abrazo, de sentir que estaba con él, cerca, sentir que podía decirle: “Mi amor, tranquilo. Estoy contigo y te ayudaré a solucionar todos los problemas que tengas”. Eso ya era una necesidad para mí, como el comer para poder seguir con vida.
Le quería, le quería tanto y me importaba mucho y más que mucho. Era la persona con la que pensaba que estaría el resto de mis días, la persona con la que podía contar para cualquier cosa, en la que me podía desahogar. Él sentía lo mismo por mí, lo sé. Me quería muchísimo; me lo demostraba cada día. En fin, que entré en casa con la cara de no saber que me pasaba ni que pensaba en ese momento.
Pasó un rato, y ya tenía una llamada suya. “Jo, que bien, que mono” fue lo que pensé cuando vi la llamada.
--Nene, estoy muy mal, se ha muerto un amigo mío.
-Pero que dices mi amor, ¿qué ha pasado?
--Ha tenido un accidente de coche, me lo ha dicho su hermana. Me estaba llamando cuando estaba contigo y no le he hecho caso.
-Cariño, joder. Lo siento muchísimo. No sé que decir, tranquilízate. Se pasará nem.
--Luego te llamo, necesito estar solo.
Antes de que colgara pude escuchar como se desataba el llanto en él. Me jodía muchísimo, y no sabéis cuanto, el estar lejos de él en los momentos duros y difíciles como este. Eso de no poder darle un abrazo y no saber que decir… porque si hubiese estado con él cuando se lo dijeron le habría dado un abrazo y seguramente hubiese llorado con él. Pero por lo menos le habría dicho algo mejor. Incluso ya por el simple echo de estar con él le habría ayudado. Era la putada de estar solo, y aún peor: de estar enamorado a distancia. Nos separaban 50 kilómetros… pero en este tipo de cosas era un mundo.
Le llamé esa noche y pude comprobar que seguía igual. Ya os digo, la conversación fue corta. Estaba mal, había llorado, lo seguía haciendo, no había cenado y no creía poder dormir. Al despedirnos nos digimos “te quiero” y nos dimos varios besos por teléfono. Así de romántico es él.
El lunes no presté mucha atención en clase la verdad. Pensaba todo el rato en Aron. Esa tarde me dijo que al día siguiente podría venir a verme y que si me apetecía pasar tres horitas con él. Le dige que claro que quería estar con él, aunque por mi como si sólo eran 5 minutos; quería verle, volver a sentir ese amor tan fuerte de cerca y no sólo por una llamada o por escribirnos.
El martes pasó con lentitud. ¿Por qué será que cuando quieres ver a una persona a la que aprecias mucho las horas no pasan antes de que eso ocurra? A las siete y media de la tarde me llamó y me dijo que estaba en camino. A las ocho llegó y le indiqué un camino que llevaba a un parque bastante grande. Estaríamos en el coche porque hacía bastante frío, pero no íbamos a estar en medio de la calle. Llegamos y lo primero que hicimos al pasar al asiento de atrás fue abrazarnos tan fuerte que parecía que ni respirábamos. NO habían pasado ni dos días, pero era demasiado para los dos.
--Baby, te quiero. Te he echado mucho de menos mi amor.
-Y yo cariño, te quiero mucho rey.
--A ver, ¿qué te apetece hacer?
-Bueno, en el coche poco podemos hacer.
--Bueno, hace mucho frío y tú estás calentito por lo que veo.
-Jajajaja. Eres tú, que me lo habrás pasado. Mira.
Le pasé la mano por la pierna hasta llegar a su polla. Increíblemente la tenía dura. Jodo, con tan poco tiempo y ya estaba así… ¿tan bueno me veía que estaba? ¿O tanto me quería? Me atrajo hacia él y me puse encima. Nos empezamos a besar. Poco a poco hasta llegar a lo salvaje. Eso me encantaba y sé que a él también. “Despacito sale más rico”. Esa era su frase preferida; desde que la dijo la mía también. Sus pírsins empezaron a despertarme. Ese jugueteo que provocaba con su lengua era fascinante. En cuanto acabamos de besarnos me apartó y se puso él encima. Se deshizo de mi ropa en cuestión de segundos. Sujetándome las manos por encima de la cabeza empezó a darme besos por todo el cuerpo. Se detuvo un rato a lamer mis pezones, ufffff. Empecé a gemir y él a morder. Bajó a darle atención a mi polla, la cual esperaba con gran ansia su boca y el calor que podía llegar a desprender en ella. Al poco tiempo de estar así, el mamando y yo gimiendo, de dije que me corría.
--¿tan pronto cariño?
-Es que me vuelves loco joder mi amor.
--Dámelo todo. Todo para mí.
Le cogí la cabeza con las dos manos y consiguió tragarse mis 17 centímetros a la primera. Le follé la boca varias veces y la verdad es que entre lo bruto que estaba siendo con él y los pírsins de la lengua y el labio, 4 o 5 veces cfueron las que descargué dentro de su boca. Nos besamos saboreando mi corrida. Le encantó, porque ahora le tocaba ser ahora a él el bruto. Me empezó a azotar el culo hasta hacer que bajase a comérsela. Lo hacía con mucho deseo; hacía demasiado tiempo que no saboreaba lo que tanto me gustaba. Su líquido preseminal. Eso, junto con sus gemidos era lo que me indicaba que le gustaba lo que le hacía. Me la metí entera y se le empezó a poner más gorda aún. Empezó a gemir como un loco hasta correrse dentro de mí. La misma cantidad que yo más o menos no lo recuerdo bien. Madre mia, ¿como me podía gustar tanto sus descargas? Me daba igual dónde fuera, pero me encantaba. Era algo que empezaba a obsesionarme. Lo que más me hacía disfrutar era verle gimiendo de placer, o descargando en mí tanto amor y pasión acumulados.
Nos abrazamos y besamos tumbados en los tres asientos traseros. Esa paz que tenía después de averlo hecho me encantaba. Aron me la daba a mí y yo le correspondía de la misma manera.
--Mi amor, me encantas. Te lo prometo.
-Y tú a mi Aron. Te quiero.
--Oye, ¿y si nos pillan aquí y así?
-Que les den, de alguna manera tenemos que demostrar nuestro amor.
--Bueno, más bien nuestro placer ¿no?
-Llámalo como quieras, van juntos.
--Bebé lo siento pero me tengo que ir a casa. Es tarde cariño.
-Creía que habías dicho tres horitas.
--¿Pero tú sabes qué hora es? ¡Son las 10 y media!
-Joder, cuando estoy contigo el tiempo vuela. Pues nada, a casa.
--Lo sé mi amor. Vamos va que te llevo.
Llegamos a mi casa y nos volvimos a despedir de la misma manera que el domingo. Esa noche soñé con él: estábamos en su casa, y me decía que no podíamos estar juntos. Me decía que las cosas eran muy complicadas, que nadie lo entendería, que sería muy difícil y que no saldría bien lo nuestro. Me desperté sobresaltado, incluso empecé a llorar. Le tuve que mandar un mensaje de “Mi amor te quiero” a las 4 y media de la mañana. Le conté en un audio el sueño. Ya me contestaría al día siguiente. Así lo hizo, tranquilizándome y diciéndome que no me preocupase. La semana pasó con rapidez, no me aburría demasiado. Tenía exámenes y bastantes deberes.
El viernes por la tarde Aron me llamó y me dijo que venía a buscarme:
--Baby, ves preparando la mochila que te vienes conmigo el finde a mi casa a estar juntitos.
-¿Lo dices enserio mi amor? ¡Te quiero bebé!
Llegó a las siete y a las ocho ya volvía a estar con él en su casa. Me encantaba esa habitación, encerraba recuerdos que jamás se nos olvidarán. Estubimos viendo una película tumbados en la cama. Cenamos pizza que había comprado.
--Nene, te tengo una sorpresa para esta noche, te vas a enterar mi amor.
Me lo dijo susurrando al oído mientras me pasaba una pierna por encima fundiéndonos en un beso lleno de lujuria acumulada durante la semana. Esta vez lo ívamos a hacer despacio de verdad, no como las veces anteriores. Esta vez estábamos decididos a disfrutarlo de verdad, el uno del otro. Nos desnudamos el uno al otro poco a poco, besándonos y acariciándonos con verdadera pasión. Me gustaba más cuando se quedaba en calcetines, justo como estaba yo en ese momento y así se lo hice saber.
--Como tú quieras baby, este finde es nuestro.
-Dime papi, ¿qué sorpresa es la que me tienes preparada?
Me tumbó boca abajo en la cama y se dedicó a ponérmela bien dura besando mi espalda. Me apretaba el culo mientras se aproximaba a él. Me lo separó y me dedicó unos enormes chupetones en él. Me lamía con gran maestría, esa lengua era el cielo para mí. Lo que podían hacer tres pírsins… enserio os lo digo. Me lamió por un gran rato. La verdad es que esa noche perdí la cuenta del tiempo que dedicamos a hacer cada cosa. Empezó a meter la lengua por mi depilado agujerito. Dios, cómo me hacía gritar de puro placer. Que ganas le ponía. Derrepente, se levantó y echando todo su peso contra mí me empezó a chupar la oreja mientras me decía: “Ni se te ocurra moverte de cómo estás. ¿Entendido?” Como no le contesté decidió darme un azote sonoro y fuerte. “?Que si me has entendido?” “sí, sí papi. Tranquilo que no me muevo” Lo dije en un gemido todo lo sensual que pude. Me restregó la punta de la polla por el culito y me dejó solo en la habitación. Le conocía lo suficiente para pensar que no debía desobedecerle. No quería fastidiarla, esa noche la quería disfrutar todo lo que pudiese.
Pasó un rato y entró por la puerta. Dejó cosas en la cama. Sujetándome las manos me dijo:
--Shshshsh. Ni se te ocurra tocar nada, yo te lo enseñaré. Levántate muy despacito y ven hacia mí.
Hice lo que me mandó. Cuando estuve de pie enfrente de él, conseguí ver lo que llevaba puesto. Chaleco, camisa, pantalones baqueros con un cinturón de cuero, botas… ¡no podía ser! Cogió una de las cosas que había dejado en la cama. Cuando lo toqué, descubrí que eran unas esposas.
-Eres… eres… ¿Es lo que creo que es?
--Levanta las manos.