3 días (1)

Primera incursión en la dominación en un relato propio. Mi mujer acepta ser mi esclava durante 3 días como regalo de cumpleaños.

Quien lleve unos años casado o en pareja, me entenderá rápidamente. La pasión, se muere. Ya sé por uno u otro miembro, al final la relación no es como al principio.

Cuando la cosa empieza, los dos están todo el día calientes. Aprovechan cualquier ocasión para echar un buen polvo. Basta que uno de los dos toquetee a la otra persona para que acaben revolcándose.

Pero el tiempo pasa. Aparece la rutina. Uno de los dos empieza a estar menos excitado. Ya no es como antes. Cuesta más convencerlo para irse a la cama. A la cama o a donde sea.

En mi caso, fue mi mujer la que cambió de ritmo. Empezaron las excusas. Empezaron los "estás todo el día caliente. Sólo me tocas para follarme". Empezaron los dolores de cabeza.

Yo no sé si será normal o no, pero a mí me sigue apeteciendo un polvito diario. A ella, no. Ni diario, ni semanal. Me tengo que conformar con una paja o una mamada a la semana, y después de mucho rogar. A veces, ni eso.

Y también cambian otras cosas. Al principio, se tragaba mi semen sin problemas. Un buen día dijo 'No' y ya no lo ha vuelo a hacer.

Pero la quiero. Qué le vamos a hacer. Y se lo perdono.

¿Cuernos? Algunos dirán que tengo derecho, pero no podría. Como digo, la quiero, la amo,  y la deseo. Así que me las arreglo sólo. Como decía el chiste, lavando la ropa a mano. Y cuando ella accede a mamármela o a hacerme una buena paja, pues aprovechar el momento,

Y claro, lo quiero aprovechar tanto que encima, a veces, se enfada. Si le pido una posturita un poco especial, ya se queja que le duele el cuello, que se cansa. Que deje de ver porno en Internet, que me da malas ideas.

Pero la quiero. Y se lo perdono.

A veces me pregunto cómo sería todo si ella fuera como al principio, como cuando me pidió que me corriera en su café y se lo tomó sonriendo. Como cuando me hacía correr en su boca y me la enseñaba llena antes de tragárselo todo. Sería un hombre más feliz.

Por mi cumpleaños siempre me pregunta que qué quiero. Siempre le digo que no necesito nada. Que la quiero a ella. Casi siempre consigo una mamada. Algunos años, ni eso.

Pero la quiero. Y se lo perdono.

Pero todo tiene un límite. Hasta yo. La víspera de mi 40 cumpleaños, la senté y le hablé clarito. Le dije que necesitaba más sexo del que ella me daba. Que no quería buscarlo fuera, que lo quería de ella, pero que estaba harto de sus negativas, de sus excusas.

Lloró un poquito. Pero más había llorado yo muchos años. Le dije que para mi 40 cumpleaños la quería a ella. Quería que fuera mi esclava 3 días.

-¿Esclava?

-Sí. Haré contigo todo lo que quiera, cuando quiera. Y no podrás negarte a nada.

-¿Estás loco?

-No. Estoy harto de matarme a pajas teniendo a una mujer con la que compartir mi placer. Pero como parece que tú no necesitas ese placer, buscaré el mío.

-¿Pero qué te has creído que soy? - dijo, enfadada

-Mi mujer. Mi esposa. Mi compañera. Y en esos 3 días, mi esclava.

-No lo haré. No soy ninguna puta.

-Pues yo deseo que seas una puta para mi. En todos estos años jamás te he sido infiel. Jamás. Pero ya estoy harto. Si no me das lo que necesito, me buscaré a quien me lo dé.

-¿Y por qué no me pediste lo que necesitabas?

-¿Queeeeeeeeeeeeee? ¿Qué no te lo pedí? ¿Cuantas veces has rechazado mis caricias, apartándote de mi? ¿Cuántas veces me urgías a que me corriera porque te estabas cansando? ¿Cuántas veces te pedí una simple pajita y me dijiste que hoy no?

Se echó a llorar. Y me rompió el corazón verla así. Pero estaba decidido. Sólo le pedía 3 días. Si ni eso podía darme, lo buscaría fuera.

La dejé y me fui a dar una vuelta. Tenía mucho que pensar. Y ella.

Cuando volví a casa pasadas un par de horas, ella estaba en el salón.

-Hola.

-Hola.

-¿Y bien?

-Lo haré. Seré tu esclava 3 días.

-De acuerdo. Pero a la primera negativa, todo habrá terminado.

-¿Me harás...daño?

Se me cayó el alma al suelo. ¿Hacerle daño? ¿Cómo me preguntaba eso? Me acerqué a ella y la abracé.

-Jamás te haría daño, mi amor.

Lloró en mi hombro. Yo la tranquilicé acariciando su cabello. Cuando se calmó, me preguntó:

-¿Cuándo quieres...empezar?

-Mañana es mi cumple. Será el día uno.

-De acuerdo. Mañana será mi primer día como tu esclava.

La besé con amor. Mi corazón latía con fuerza. Iba a poder cumplir mis fantasías.

Esa noche, en la cama, estaba muy excitado. Técnicamente ya era el día de mi cumpleaños, pues pasaban ya las doce de la noche. Pero preferí, mentalmente, preparar esos tres días.

DÍA 1

Me despertó el sonido del reloj. Era hora de irse a trabajar. Mi mujer dormía, y preferí no despertarla. Era mi esclava. Podía haber hecho lo que yo quisiese. La dejé dormir y me fui a la oficina.

Sobre las 9, me llamó.

-Hola mi amor. Feliz cumpleaños.

-Gracias, cariño.

-No...no cogiste tu regalo.

-¿Qué regalo?

-Yo.

-Bueno, tengo cinco días para disfrutar de mi regalo como yo quiera.

-Sí, pero...creí que...

-No te preocupes.

-Vale mi amor. Tú mandas.

-Eso. Yo mando.

-Hasta luego entonces.

-Besos

Yo suelo desayunar sobre las 10:30. Ese día no pensaba desayunar. Pensaba empezar a disfrutar de mi esclava. La llamé.

-¿Sí?

-Voy para casa. Espérame tras la puerta, de rodillas.

Colgué. Me levanté y salí a la calle. Cogí el coche y me fui para casa. No vivía lejos, a sólo 5 minutos. Mi polla estaba ya muy dura, con sólo pensar lo que estaba a punto de pasar.

Dejé en coche en el garaje y subí en el ascensor. Menos mal que ningún vecino subió conmigo, porque el bulto de mi polla era bien visible. Cuando estuve delante de la puerta de mi casa, me aseguré que nadie miraba. Me bajé la bragueta y me saqué la polla. Saqué mis llaves y abrí la puerta.

Y allí estaba ella. Arrodillada como le dije. Cerré tras de mi, me acerqué a ella, cogí su cabeza y la llevé hasta mi polla. Ella abrió la boca y se le metí.

-Las manos detrás. Mírame a los ojos.

Obedeció. Al fin la tenía como yo quería. Bajo mi poder. Con la mano que tenía en su cabeza la hice mover, adelante y atrás, despacito, disfrutando de la visión de mi polla entrando y saliendo de su boca

Llevé mi otra mano también a su cabeza. Con una mano a cada lado, la mantuve quieta, mientras era yo el que se movía, follándole la boca. Hacía un par de días que no me corría, así que no iba a aguantar mucho. Además, mi corrida iba a ser muy abundante.

-Ummmmm que rico...me encanta como te follo la boca. Agáchate un poco más.

Lo hizo, y tuvo que levantar la cabeza para que yo pudiese seguir follándola. No pude más. Me corrí sin avisarla, manteniendo su cabeza cogida con fuerza, para que no se moviera. Hacía mucho tiempo que no tenía un orgasmo tan fuerte y placentero como ese. Mi polla soltaba chorro tras chorro de caliente semen dentro de su boca, mientras yo gemía y la miraba.

Cuando terminé de corredme, le solté la cabeza. Ella siguió con mi polla en la boca, llena ahora de semen.

-Enséñamelo.

Sacó la polla y abrió la boca. No recordaba habérsela visto tan llena. Su lengua parecía una isla en un océano blanco.

-Trágalo todo.

Dudó unos instantes, pero cerró la boca y tragó. Tuvo que dar dos tragos para que toda mi leche acabara en su barriga. Abrió la boca para demostrarme que se lo había tomado todo.

-Vas a ser una buena esclava. Hasta el medio día.

Me guarde la polla y me fui, dejándola arrodillada en el suelo. De vuelta al trabajo iba encantado. Seguía con la polla dura y me hubiese encantado follármela, pero preferí no desperdiciar mis cartuchos.

El resto del día, hasta la hora de comer, me lo pasé recordando el sonido de la garganta mi mujer al tragarse mi leche. Y sus ojos mirándome.

Aún no habían dada las tres cuando salí corriendo de la oficina. Tenía ganas de llegar a casa con mi esclava. Entré en casa. No la vi.

-Ya estoy en casa. ¿Dónde estás?

-En la cocina, mi amor, preparando la comida.

Me quité la chaqueta y fue a la cocina. Me acerqué a ella y me pegué a su espalda. Le di un beso en el cuello.

-Buenas tardes, mi amor.

-Buenas tardes, esclava.

Le restregué mi polla por el culo. Ya la tenía dura.

Se disponía a poner aceite en una sartén para luego freír unos huevos. Apagué el fuego y le quité la botella de aceite de las manos. Después le remangué el vestido y le bajé las bragas hasta las rodillas.

Me eché aceite en los dedos, y los lleve a su ojete, embadurnándoselo bien. Metí dos dedos. Entraban muy bien, deslizándose con facilidad.

Me acerqué a su oreja.

-Hace mucho tiempo que no te follo el culito. Ahora  te lo voy a llenar, primero de polla y luego de leche.

Cuando el culito lo tuvo bien distendido, me bajé la bragueta y saqué mi polla. Le di golpecitos con ella en las nalgas.

-Echa el culo hacia atrás. Y ábrelo con las manos

Lo hizo sin rechistar. Lo puso hacia atrás y con sus manos separó sus nalgas. El brillante esfínter quedó a la vista.

Apoyé la punta de mi polla y empujé. Entró. Mi mujer se quejó un poco, peno no se movió. La agarré de las caderas y seguí empujando hasta lograr enterrarle toda mi polla en su culito.

El mete saca lo empecé lento. Su culito era muy apretado y me daba mucho gustito follárselo. Ella no decía nada. No gemía. Pero tenía los ojos cerrados.

-Ummm este culito está muy desatendido. Necesita que se lo follen todos los días. ¿A que sí?

No contestó. Aumenté el ritmo de la follada. Por fin note que ella empezaba a reaccionar. Su respiración se aceleró. Y empezó a gemir levemente. Pero ya era demasiado tarde para ella. Yo me iba a correr y no la iba a esperar. Ya esperé muchos años.

Arrecié mis embestidas hasta que el orgasmo me atravesó, haciéndome disparar chorro tras chorro de caliente semen dentro del culito de mi mujer.

-Aggggggg Aggggggggg Toma...Aggggg

Fue un magnífico orgasmo. Ella no pudo correrse. Le saqué la polla del culo y me la guardé.

-Ya puedes seguir haciendo la comida. La próxima vez, si quieres correrte, ponte a tono antes. No pienso esperarte más.

Me fui al salón, dejándola con las bragas en las rodillas y el traje remangado. Pero no soy  tan cabrón. Después de comer le daría un tiento.

Durante la comida todo fue como siempre, como si no hubiese pasado nada. Hablamos de cosas intrascendentes. Después, me fui al salón y ella a preparar el café. Volvió al poco con una bandejita y dos tazas. Las tomamos.

Tenía que volver dentro de poco a la oficina.

-Ven aquí, siéntate a mi lado.

Se sentó junto a mi. Cogí su pierna y la puse sobre mis muslos. Metí la mano por debajo de la falda y llegué a sus bragas. Estaban un poco mojadas, apenas.

Empecé a acariciarle el coño sobre las bragas, pasando un dedo a lo largo de su rajita. Luego metí la mano por dentro. Se estaba empezando a mojar. Vi en sus ojos que se estaba excitando.

Le hice una buena paja con mis dedos. La atraje hacia mi y la besé, metiendo mi lengua en su boca mientras mis dedos recorrían su ya babosita raja.

Antes, cuando le comía el coño no le gustaba que la besara luego. Decía que no le gustaba el sabor de su coño. Y si la follaba no me la chupaba luego si no me limpiaba la polla entes. Ahora, con mis dedos empapados de sus ya abundantes jugos, los llevé a mi nariz. Aspiré

-Ummmm siempre me ha gustado el olor de tu coño. Huele

Acerqué mis dedos a su nariz.

-Huele!

Lo hizo. Mirándome, lo hizo.

-También me ha gustado mucho su sabor.

No tuve que decirle nada. Abrió su boca y los lamió. Me miraba a los ojos. Mi polla estaba otra vez totalmente dura. Pero me reservaría para la noche.

Llevé la mano otra vez a su coño. La besé mientras la masturbaba con pasión. Cuando los dedos los tuve otra vez bien mojados, los llevé a su cara. Se la acaricié con ellos.

-Ahora tu cara olerá a coño caliente.

La besé con fuerza. Ella gemía de placer. Nuestras lenguas se entrelazaban. Metí los dedos en su vagina mientras que con el pulgar le frotaba el clítoris.

Me encantó como se corrió. Con mi boca en su boca. Gimiendo. Temblando de placer. Mojando mi manos con sus jugos, arqueando su espalda en el sofá.

Después acaricié su coño con delicadeza. Ella después de correrse queda muy sensible.

Nos besamos, ahora con amor, con cariño. Le hice quitar la pierna y me levanté. Ella miró el bulto de mi polla.

-Es para la noche. Me voy a trabajar.

Le di otro beso y me fui.

Ese primer día estaba resultando estupendo. Ella estaba cumpliendo su palabra. Y el día aún no había acabado.

A las 7:20 ya estaba en casa.

-Hola mi amor.

-Hola mi vida. ¿Qué tal en la oficina?

-Bah, deseando llegar a casa. ¿Has preparado algo de cena?

-No, aún no.

-Mejor. Iremos por ahí a cenar. Ponte guapa..Ah.! no lleves bragas.

Abrió los ojos, pero no dijo nada. Aún era temprano, así que me puse a ver la tele. Al rato oí la ducha. Se estaba arreglando. Sobre las 8:30 apareció.

-Estás preciosa.

Me levanté y me acerqué a ella. Metí la mano por debajo de su vestido. Me había obedecido. No llevaba nada debajo.

-Bien. Vámonos.

En el ascensor, mientras bajábamos hacia el garaje, le metí la mano por debajo de la falda y le acaricié el culito. En el tercero se subió un abuelete, pero no quité la mano. Ella estaba de cara hacia él y no veía mi mano. Pasé el dedo corazón la lo largo de la rajita del culo y se lo metí con cuidado en su culito.

-Parece que ya no hay tanto calor, don Anselmo - dije

-Pues no, hijo. Menos mal.

-¿Vedad María? - dije metiéndole el dedo hasta el fondo.

-Ejem...Sí cariño. Ya no hace tanto.

Don Anselmo se bajó en el bajo. Nosotros seguimos hasta el sótano. No suele haber mucha gente en el garaje, así que no saqué mi dedo de su culito, y así nos dirigimos hasta el coche. Como un caballero que soy, le abrí la puerta para que entrara en el coche. Luego entré yo en mi sitio.

Al cerrar la puerta la miré. Ella me sonrió. Llevé mi mano derecha a su cabeza y tiré de ella hacia mi polla.

-Hazme una mamada.

Sin rechistar. Me bajó la cremallera, me sacó la polla y empezó una estupenda mamada. Con mi mano en su cabeza la hacía subir y bajar a lo largo de mi polla

De repente, bajó del ascensor un vecino, que venía con su mujer y sus dos hijos. Apreté la cabeza de María hacia abajo, para que no la vieran.

-Tú sigue mamando.

Mientras yo saludaba a los vecinos con la mano, sentía la lengua de mi mujer lamer mi polla, su boca succionar. Cogieron su coche y salieron.

Cuando estaba a punto de corredme, le quité la cabeza de mi polla. Aún no era momento de descargar.

Me dejé la polla fuera y arranqué. Cogí su mano y la llevé a la polla.

-Acaríciame la polla, pero no me hagas correr.

-Vale mi amor.

Me le fue acariciando despacito, con dulzura. Yo estaba tan cachondo que de la punta de mi polla salía el transparente líquido preseminal.

Aproveché cada semáforo para cogerla por la cabeza y llevarla a mi polla. Siempre que estaba al borde del orgasmo la hacía detener. Todo esto tenía un propósito. Sabía que así mi corrida después sería muy abundante. Y quería tener una buena corrida como fin del primer día.

Cuando llegamos al restaurante que había elegido, aparqué en una calle lateral, oscura y desierta. Eché mi sillón hacia a atrás del todo y recline un poco el espaldar.

-Móntame.

Se subió sobre mi, agarró mi polla con una mano y se sentó. Mi polla entró en su coño hasta el fondo.

-Ummmmmm

-Pero si estás empapada.

-Es que me has puesto muy cachonda.

Nos besamos. Ella empezó a rotar las caderas, frotando su coño con mi polla, para después empezar a subir y bajar.

-Aggggg que..rico.

-Si te digo que pares, para. No quiero corredme.

-¿Por qué?

-Porque no.

-Ummmmm pues yo....estoy a punto.

Empezó a cabalgarme. Su coño era un lago, caliente, mojado. Me apretó la cabeza contra sus tetas. Se iba a correr muy pronto, y si seguía así, yo también. Pero aguanté. Cuando su cuerpo empezó a temblar y ella a gemir más fuerte, la hice sacarse mi polla. Las contracciones de su coño al corredme me hubiesen hecho correr a mi.

Nos besamos mientras ella se reponía de su orgasmo.

-Ahora límpiame la polla. Me las has dejado llena de tu corrida.

Volvió a su asiento, se agachó y me la chupo. Por primera vez me la chupaba después de haberla tenido dentro de su coño.

-Así me gusta, zorrita.

No dijo nada. Siguió con la mamada unos segundos más, hasta que le levanté la cabeza.

-Vamos a cenar.

Me costó mucho guardarme la polla en el pantalón, Fuimos abrazados hasta el restaurante.

Lo había elegido a propósito. De otras veces sabía que las mesas tenían un mantel que llegaba al suelo, perfecto para mis intenciones.

No sentamos en una mesa discreta. Me descalcé. Cuando vino el camarero a hacer la nota, empecé a subir mi pie desnudo por su pierna. Ella dio un respingo.

-¿Qué desean los señores?

-Mi esposa elije.

Mi pie se adentró entre sus muslos. Ella los cerró, para que yo no siguiera, pero la obligué a abrirlos. Su mirada era de rabia

-De primero, una ensalada de la casa

-Bien.

Mis dedos llegaron a su coño. Me tenía que echar un poco hacia adelante para llegar bien, pero la postura la disimulaba.

-¿Y de segundo, señora?

Le pasé el  pulgar por la rajita. Seguía mojada. Con la amplia yema del dedo acaricié su clítoris. Vi como cerraba los puños.

-Ummm, de..segundo...

El camarero tenía que ver como sus duros pezones se marcaban bajo la tela. Pero no me importaba. Seguí masturbándola.

-De..segundo...solomillo a la pimienta. Medio hecho.

-Gracias señora.

El chico se fue y yo seguí acariciándola. Le pasaba mis dedos por la empapada raja, le metía el pulgar en la vagina, y le frotaba el clítoris con las yemas. Mi mujer se mordía el labio, y su respiración se agitaba cada vez más.

-Por...favor...ummm cuando venga el camarero...para...

-Vale.

Al poco vino el camarero a traer la bebidas. Yo por supuesto, no sólo no paré sino que aumenté el ritmo y la presión. Y lo conseguí. Conseguí que mientras el camarero le servía una copa de vino, se corriera. Lo noté porque cerró con fuerza sus piernas, los nudillos de sus dedos se quedaron blancos al cerrar la mano con fuerza. Y se quedó sin respirar unos segundos. Y todo el tiempo tratando de que el camarero no se diera cuenta.

Cuando se fue, abrió las piernas, liberando mi pie,

-¿No te da vergüenza correrte delante de un desconocido?

-Te dije que pararas..Eres..malo.

-Y tú una zorrita.

Era la segunda vez que le decía zorrita. La tercera vez fue cuando se volvió a correr cuando al final de la cena, el camarero nos traía la cuenta. Cuado le di la tarjeta de crédito y se fue, la miré los ojos.

-Eres una zorrita.

Ella sólo me sonrió.

La vuelta a casa se la pasó con mi polla en la boca. Tenía que pararla a menudo. Estaba siempre al borde de orgasmo.

En el garaje me guardé la polla, por si las moscas. Subimos en el ascensor y marqué el quinto, nuestro piso. A esas horas  casi no se usaba el ascensor. Cuando pasmos el segundo, apreté el botón de parada. El ascensor quedó entre los dos pisos.

-¿Qué haces?

-Calla. Ponte de rodillas. Ya.

Se arrodilló despacio. Me bajé la cremallera y saqué mi polla. Estaba a punto de corredme. Había sido mucho tiempo de continua estimulación. Me acerqué a su cara. Con la mano izquierda la cogí por el pelo y le hice levantar la cara. Con la derecha me cogí la polla y me empecé a hacer una furiosa paja.

Las veces que me había dejado corredme en su cara siempre lo tenía que hacer con cuidado. "No me des en los ojos". "Cuidado con mi pelo". "Sólo por las mejillas". Ahora iba a ser diferente. Ahora lo iba a hacer como a mi me gusta.

-Sonríe putita, que me voy a correr en tu cara..

Cuando la sonrisa asomó en sus labios, ya no pude más. Toda la tensión acumulada estalló dentro de mí. SIn duda, fue la corrida más abundante de mi vida. Largos y espesos chorros de caliente semen salían disparado de mi polla. Cada chorro era un latigazo de placer. Cada chorro tensaba los músculos de todo mi cuerpo.

El primero le cruzó la cara, desde su pelo a su barbilla. Los siguientes los fui dirigiendo para dejarla cubierta. La frente, los párpados, las mejillas, la nariz, los labios. Fueron 8 o nueve disparos que se estrellaron contra su cara.

Cuando terminé de corredme y la mira, arrodillada en el ascensor, sonriendo, con la cara cubierta de semen, me sentí el hombre más feliz del mundo. Le quité con cuidado la leche que había caído sobre los ojos, para que no le picara.

-Abre la boca.

Le metí la polla y solté el botón de pausa. El ascensor retomó su camino al quinto piso.

La hice levantar y salimos del ascensor en dirección a la puerta de nuestra casa. Si alguno de los tres vecinos hubiese salido, la abría visto con toda la cara llena de semen y mi polla fuera del pantalón..

Entremos en casa y la llevé delante del aparador de la entrada, que tenía un gran espejo. Me puse detrás de ella.

-Estás preciosa así, con una buena corrida en la cara.

Le levanté el traje, desnudando su culo y su coño. Le pasé una mano hacia adelante, y acaricié su coñito. Seguía empapado. La otra mano acarició su culo y dos dedos escarbaron en su anito, hasta penetrarlo.

-Agggggg

-Mírate. Ahora si que pareces un buena zorra, ¿ verdad?

Se miró, pero no dijo nada. Apreté más con los dedos dentro de su culito.

-¿Verdad?

-Sí..

-¿Sí qué?

-Que..parezco una...zorra.

-Eso eso. Eres una zorra. Mi zorra.

-Aggggg sí...soy...tu...zorrita.

-Demuéstramelo.

-¿Cómo?

-Límpiate la cara. No deje ni gota de mi leche

Recogió una buena ración de semen con dos dedos y se los llevó a la boca. Los chupó y se lo tragó todo.

-Muy bien. Pero aún que más.

Mis dedos entraban y salían de su culito. Los de la otra mano frotaban su coño mientras ella, mirándose en el espejo, iba recogiendo la leche de su cara y se la llevaba a la boca, gimiendo de placer gracias a mis dedos.

Cuando terminó de limpiarse la cara, mi polla estaba dura como una piedra de nuevo. Ya no me podría correr, al menos en un buen rato, pero si que podría romperle el culito a mi mujer.

Le saqué los dedos y los sustituí por mi polla. Me agarré a sus caderas y me la follé por el culo bien duro. Ella con los ojos cerrados, gemía y meneaba el culito. No pude resistirme a darla una palmadita en el culo.

-Agggggggg

-Toma! Plas

-Agggggggg

Parecía que le gustaba, así que seguí enculándola y dándole palmadas en su culete hasta que sentí como su orgasmo se aproximaba.

-aaaaaAAAAAAAGGGGGGGG

El grito fue de menos a más hasta que estalló, haciéndola temblar y tener espasmos que apretaban mi polla. Como yo no iba a corredme, pude concentrarme en su orgasmo, intentando alargarlo lo más posible.

Fue largo, placentero. Cuando terminó la hice incorporar y me pegué a elle. Mi polla se salió de su culito. La abracé, con fuerza, con amor.

Le di la vuelta, y levanté su cara. Sus ojos me miraron.

-Te quiero, María

-Y...yo a ti...amo.

Continuará.