2ninfo-hermanos capítulo 2

Martina, al tomar asiento lo hizo ya con las piernas bastante abiertas y separándolas con movimientos de dentro a fuera con un ritmo lento y provocador hacía que la tela fuera desapareciendo.

por Ramón Fons

De nuevo me tocaba esperar a los gemelos aquella tarde y no quise imaginar lo que sabía estaban haciendo Martina y Martín.

En el recreo le vi retando a un chico del equipo de fútbol a lanzar penaltis con la apuesta de siempre o con variaciones según viera a la afortunada víctima – Si pierdo te la chupa mi hermana y si gano se lo comes a ella -fue la apuesta en este caso porque él sabía que el futbolista era del agrado de su hermana Martina.

Tenían cola en cada hora de patio, pero eso sí, para jugar tenían que pagar diez euros. En cada patio les chupaba o le comían, según viera Martín, de seis a diez alumnos. Le dije que un trimestre se la habría chupado a medio instituto y el otro medio se lo habría comido a ella. - Ningún problema, volveremos a empezar y a final de curso tendremos doce mil euros más.

Martina insistía en que pudieran apostar también chicas – Eres un machista. Siempre dices que te gusta ver como me comen las tías pero... - No le dejaba tener sexo con las chicas del instituto. La reprimía para que tuviera más apetito lésbico en las fiestas de José Andrés y su hermana Carmen. (si no te suenan revisa los capítulos anteriores)

A menudo Carmen la requería para ella sola y se sacaba unos cientos de euros en tres horas. Y cada mes o mes y medio nos llamaban para algún evento donde teníamos que actuar e interactuar con personajes de toda índole por más o menos entre seis mil y ocho mil euros según si era a beneficio de la fundación o un evento privado.

Ya te contaré alguno de los eventos, el del cumpleaños de José Andrés con el espejo trucado es un cuento para niños. Montábamos unos números de alucine e incluso en muchos eventos nos permitíamos traer enanos, niños y niñas de color y ….. ya te contaré.

Al cumplir dieciocho años nos matriculamos en la autoescuela de un amigo de mi padre. Antolin García mantenía desde la infancia amistad con mi familia y su autoescuela tenía fama por el porcentaje de aprobados. Él era el profesor de teórica y su hijo Antonio de prácticas. Hacía unos meses que la mujer de Antonio también ejercía de profesora de prácticas.

Mi padre me advirtió de lo recta que es la familia García – Gente de misa y con valores de antes – observó para que no hiciéramos trastadas y que mi familia quedara mal con ellos.

Era el primer día de clase teórica y pasé por casa de los gemelos para hacer juntos el camino.

-Pasa están en su habitación – me dijo la chica de servicio al abrir la puerta. Siempre me ha gustado esa chica pero al ser mayor que yo me daba un no se qué mirarla a los ojos color miel. Tendría unos veinticinco años, el pelo negro liso y recogido en una cola alta. Cuando andaba delante de mí me hipnotizaba con el movimiento de sus sensuales caderas. Entré y desde el pasillo pude oír los gemidos de Martina. Desde el umbral de la habitación vi como Martín le estaba haciendo un cunilingus a su hermana. Ella me vio y con la mano me indicó que me acercara.

-Junta tu lengua con la de mi hermano que quiero sentir las dos en mi coño - dijo lanzándome un beso.

Estuvimos lamiéndole y entrando dentro de ella con nuestras lenguas mucho rato. Cada vez que nos salpicaba, su perfume impregnaba mi nariz y se lo chupaba con más fuerza hasta que se volvía a correr. Martín me comía la lengua para no desperdiciar ni una gota del sabor de su hermana. Ella nos agarraba las cabezas y las movía para que llegáramos donde más placer le daba.

Sería por los gemidos y chillidos que lanzábamos los tres que la chica de servicio apareció plantada en la puerta. Ella debía saber todo lo que sucedía en aquella casa pero estando yo en ella nunca había acudido al oír gemidos.

-¿Va todo bien? - Preguntó con timidez.

Quedé atónito al oír a Martina decir – Irá mejor si te sientas a mi lado.

La chica, muy servicial, obedeció y se sentó junto a la gemela que se desabrochó la blusa y cogiendo una mano de la sirvienta la posó sobre uno de los pechos.

-Aprieta hasta que grite – le dijo, y así lo hizo. No tardó en cambiar el gemido por un chillido. Ahora le puso la otra mano sobre el otro pecho y sin que se lo ordenara le estrujó los dos pechos. La corrida nos ahogó a Martín y a mí. Sus líquidos sabían a gloria y su olor a mujer nos volvió locos. Le introduje cuatro dedos y comencé a moverlos dentro de ella hasta formar una nata con sus flujos. Los compartí con Martín metiendo las dos lenguas a la vez en nuestro agujero predilecto y relamiéndonos el uno al otro. De reojo vi la expresión de vicio que tenia en su rostro Maica, que así se llama la chica de servicio.

Martina le puso una mano en la nuca y la atrajo hacia ella buscándole los labios. Se lamieron la boca y seguía amasándole los pechos. Aproveché para sacarme la polla y metérsela de un solo empujón mientras que Martín ponía la suya entre las bocas de las chicas que la recibieron con ansia lamiéndola a la vez con sus labios y sus lenguas.

Saqué la polla de dentro del coño y estaba absolutamente llena de nata y viscosidades, miré a Martín y la hice cambiar de sitio. Les puse mi pene lleno de todo entre sus bocas y me lo limpiaron hasta que brilló de nuevo. Mientras Martina la lamía recogiendo en la punta de su lengua los espesos fluidos Maica los absorbía como si fuera la espuma de una cerveza.

Martín se corrió dentro de su hermana y siguió follándola hasta que le quedó tan pequeña que salió sola. Martina le dijo a Maica que le limpiara todo lo que había llenado su hermano. Me gustó ver a Maica jugar con los hilos de leche y flujo de los gemelos. Le metía la lengua hasta el fondo y la sacaba llena de pegajosas sustancias. No pude más y le comí la boca a Maica. Me tragué todo lo que tenía en la lengua y luego le limpiamos entre los dos.

Los gemelos fueron a ducharse y me quedé a solas con Maica.

-Mira como me has puesto la polla, está a reventar. ¿Te la puedo meter?

-Nadie me había pedido permiso para nada en esta casa – decía mientras se quitaba las bragas , se subía la falda y se tumbaba en la cama con las pierna muy separadas.

Antes de metérsela chaporteé los dedos en encharcado coño y se lo comí haciendo que tuviera el primer orgasmo. Después del segundo me pidió que se la metiera. Me gustó estar dentro de ella. Era más estrecho que el de Martina y con lo lubricada que estaba al ir hacia atrás me salía de dentro y se oía un ¡Plush! La volvía meter y no la sacaba del todo. Mientras follábamos nos besábamos. Fue muy mágico. Creo que era mutuo.

Regresaron a la habitación y se sentaron el la cama para ver como nos follábamos. Martina se dio cuenta de que aquello no era follar por follar.

-Será mejor que les demos intimidad, hermano. Estos dos se han enamorado.

Llegamos a la autoescuela cuando el resto de alumnos habían salido del edificio y estaban en la calle fumando y comentando la jugada. Al entrar, el señor Antolin me miró por encima de las gafa preguntando - ¿Sabe tu padre que llegáis una hora tarde?

Por cortesía nos hizo pasar al aula indicándonos donde debíamos sentarnos mientras no quitaba ojo al vestido de licra color azul celeste, apretado y demasiado corto para mi gusto que menguaba al caminar dejando ver las fuertes piernas hasta que asomaban la parte baja de sus nalgas. Sentados en la primera fila y él sobre un estrado nos soltó un discurso en modo automático que le sirvió para profundizar en las piernas de Martina que al tomar asiento lo hizo ya con las piernas bastante abiertas y separándolas con movimientos de dentro a fuera con un ritmo lento y provocador hacía que la tela fuera desapareciendo.

Antolin pareció perder el hilo cuando en uno de los abrir y cerrar las piernas le salió el labio izquierdo de dentro del mini tanga negro. Nervioso, bajó de un salto y se sentó a mi lado resoplando.

En una pizarra había el esquema de una intersección y varios vehículos de juguete imantados para moverlos por los carriles de las calles.

  • Martina – dijo Antolin aún carraspeando – ve a la pizarra y muéstranos en que orden deben cruzar los vehículos.

La chica se levantó del asiento removiendo el culo mientras tiraba del vestido para bajar unos milímetros el largo que al alzar la pierna para subir al estrado volvió a encoger mostrándonos las nalgas casi a la mitad. De espaldas a nosotros ladeó la cabeza y esgrimió una sonrisa de satisfacción. Estaba donde le gustaba estar.

El profesor le preguntó en que orden debían circular los vehículos en el cruce, para ver el nivel que tenía la chica. Movió todos los juguetes sin tener ni idea de lo que hacía. El señor Antolin le daba instrucciones a las nalgas que se movían sin parar. Martina levantaba los brazos para desplazar los coches y enseñar más aun sus duras posaderas. De vez en cuando tiraba la tela hacia abajo para hacernos sufrir aún más.

La puerta del aula se abrió y entró Antonio, el hijo del señor Antolin, de unos cuarenta años y barriga de casado. No era feo pero algo descuidado.

Antonio quedó atónito al ver aquel culo en el estrado. Sin mediar palabra tomó asiento junto a su padre. Martina, que lo vio entrar, se animó al tener a otro desconocido mirándole el culo y dejó caer un cochecito al suelo. Orientó su espalda a los García, separó las piernas y se arqueó hacia delante sin doblar las rodillas. Mantuvo la postura varios segundos. Los suficientes como para que se deleitaras del labio izquierdo visto desde detrás.

La visión de aquel culo ahora sin tela que lo cubriera y el labio izquierdo aún saludando nos provocó a todos una erección. Cuando Martina se incorporó, Antonio se presentó sin levantarse del asiento y nos confirmó que él sería el profesor de practicas de Martina. Su esposa Olga lo sería de Martín y el señor Antolin, por la amistad con mi familia, sería el mio.

-Eso si, cuando llevéis bien la teórica – aclaró el señor Antolin.

Antonio se tendría que hacer muchas pajas antes de sentarse junto a Martina en el coche de la autoescuela.

Dieron por terminada la clase y nos fuimos a tomar algo los tres. No conocíamos la zona y nos metimos en el primer bar que encontramos.

La señora de detrás de la barra era muy voluminosa y el crio que secaba los vasos tenía su misma cara pero en delgado. Nos sentamos en una mesa y pedimos unos refrescos y la señora nos miró con sorna diciendo -A palo seco ...o con unas gotitas.

Con la mirada le asentimos y se portó más que bien.

Al traernos las consumiciones se delató.

-Alumnos nuevos de la autoescuela al parecer.

Estaba ganándose a tres nuevos clientes.

El crio, de unos catorce años pero bien parecido y con pelusa sobre el labio no dejaba de mirar a Martina. Ella le daba la espalda y se lo hice saber.

No tardó en levantarse para dar un paseo por el local admirando las fotos de calendario enmarcadas que llenaban las paredes y crio a su vez le miraba las nalgas que asomaban por debajo del vestido de licra azul celeste. Ella lo sabía y se contorneaba sexy al caminar.

La señora salió del local con una escoba en la mano y Martina se acercó al crio para preguntarle por el servicio.

-El de los clientes está por aquella puerta pero el de señoras no cierra bien- advirtió de buena fe el hijo de la dueña.

-Pues haremos una cosa – propuso Martina con un brillo en los ojos y los pezones erectos – Te vienes conmigo y vigilas que no entre nadie.

El crio salió de la barra y Martina le siguió hasta perderse detrás de la puerta.

Un pequeño corredor terminaba en un distribuidor donde se encontraban las puertas de los servicios de caballeros y de señoras. El crio entró en el de señoras para encender la luz y cuando se dio la vuelta para salir Martina le cortó el paso diciendo...

-No,no. No salgas, vigila desde aquí. Estaré más segura si te quedas conmigo - dijo con el vestido ya arremangado hasta más arriba de la cintura. El crio la miró como quien ve una aparición.

-Martina sin sentarse en la taza, simplemente doblando algo las rodillas y separándose el tanga soltó algo de pis. El crio le miraba el chorrillo sin dar crédito a la situación. Se agachó para ver mejor de donde salía aquel líquido. Martina le pidió un trozo de papel y cuando el crio se lo entregaba ella le dijo que la limpiara él. No lo dudó y pasó el papel por el sexo de Martina cogió la mano del crio y se la restregó por el coño. Le quitó el papel y le agarró un par de dedos para meterlos dentro de su vagina y los removió para que el crio notara su humedad.

-¿Te gustaría chuparlo?

No hizo falta repetirlo. El crio hincó las rodillas al suelo y Martina puso un pie sobre la taza para que la lengua del crio se moviera con más libertad.

Al poco se oyó la voz de la dueña a lo lejos llamando al crio – Fermin ¿Donde te has metido?

El crio salió despavorido y Martina se quedó haciéndose un dedo mientras esperaba quién de nosotros dos iba en su ayuda.

Martina cada día vestía más provocativa a clase. Cuando no llevaba minifalda de escándalo se ponía blusas transparentes o camisetas súper escotadas de sisas desproporcionadas. Tenía a todos los alumnos en la palma de la mano y a algunos les tenía la polla en la mano y en la boca cuando en el descanso se formaba cola en el servicio.

El señor Antolin volvía a tener erecciones sin necesidad de pastillitas azules.

En el bar del crio ya no pagábamos los cubalibres porque cada tarde ala salir de la autoescuela le llevábamos a media clase para que Martina los pusiera más cachondos y se lo hiciera con alguno en el lavabo de señoras.

La dueña del bar conocía lo que ocurría tras la puerta del servicio que siempre estaba estropeada y le permitía echar una miradita de vez en cuando. Cuando eso sucedía Martina le ofrecía el mejor plano de la mamada o de la paja para que la mujer se pusiera a gusto.

Un mes más tarde consideraron que estábamos preparados para las clases de prácticas y de buena mañana nos metíamos en los vehículos para maltratarlos una cuantas veces hasta pillar el punto. Ya había conducido el coche de mi padre que es automático pero el tema del embrague y el cambio de marchas me traía loco.

El primer día de prácticas Martina se nos presentó vestida con una minifalda escandalosamente corta y un mini top de tela fina y casi transparente tipo gasa. A Antonio, el profesor, le salieron los ojos de las órbitas y a su mujer, que era la profesora de Martín, se le achinaron de ira al ver la expresión de su marido e imaginarse hasta donde le subiría la mini mini falda al sentarse en el asiento del Golf de color rojo con los distintivos de la autoescuela.

Supuse que la formación en caravana de los tres coches fue idea de la profesora para no perder de vista el vehículo de su esposo.

Lo que no veía Olga es lo que le enseñaba Martina a su esposo. La muy zorra, al entrar en el Golf, se corrió el tanga para que al sentarse y reducir el largo de la mini mini falda le pudiera ver la línea bien recortada y el inicio del tesoro que de seguro fue protagonista de pajas salvajes.

Antes de poner el vehículo en marcha Antonio le mostró los instrumentos y su funcionamiento a Martina quien en lugar de atender a la demostración se deleitaba mirando a los ojos de Antonio que le devoraba y ella se removía en el asiento sin dejar de abrir y cerrar las piernas. Parecía que la tela del top le diera alergia pues todo el rato se tocaba los pechos.

Al colocarse el cinturón se corrió la tela del top para que no le molestara dejando casi a la vista el pezón derecho.

Cuando consiguió mover el coche ya habíamos agotado el tiempo de la primera práctica.

-Lo he vuelto loco – comenzó narrando la experiencia mientras tomábamos los cubatas bien cargados a las diez de la mañana en el bar del crio que estaba a rebosar de clientes de todo tipo. Hombres con traje y corbata y obreros con su indumentaria de trabajo y alguna señora y algunos alumnos del turno de mañana de la autoescuela.

-Me separé el tanga para que me viera el coño y se le puso un bulto en el pantalón que creí que reventaba los botones. Al finalizar la clase me pidió que no vistiera de esa manera en las clases. Dijo que le ponía nervioso.

-Querrás decir que te pongo caliente, por el bulto de tu polla.

Se tapó con las dos manos y le dije – Si quieres hago que desaparezca la inflamación. Sólo es cuestión de que te haga una buena mamada.

-¿Sabéis que contestó? Mi mujer está en el coche de detrás.

Martín le dijo que con esta respuesta no descartaba la mamada.

-Tienes que insistir para llegar a vernos fuera de las clases. Piensa en algo David- dijo pasándome la pelota.

-De entrada sigue vistiendo de putón, que es tu mejor estilo, y ponle la polla tan dura que le duela el resto del día. Algo se me ocurrirá.

¿Y a ti cómo te fue con su mujer? - Le pregunté a Martín.

-Estaba más pendiente del coche de Martina que de la clase.

Vi la jugada muy clara. Martín tenía que seducir a Olga y organizar un encuentro para montárselo los cuatro. Bueno, y un servidor.

Un par de clases más y cada coche tomaba rutas diferentes de modo que a Antonio no le controlaban y Martina se descontrolaba dentro del vehículo. Hoy se había puesto una mini mini falda de cuadros escoceses en rojo y negro de las de películas porno de su madre y como top un pañuelo casi transparente anudado entre los pechos, sobre el canalillo, que al ponerse el cinturón de seguridad aflojó el nudo del top dejando que los dos pechos asomaran casi en tu totalidad. Las areolas le asomaban a la mitad.

Antonio miró aquellas maravillas de la naturaleza y le indicó la ruta hasta un polígono despoblado y al llegar le dijo -Si sigues por ese camino me obligarás a hacer una locura.

Martina le miró a los ojos y separando más la tela le descubrió los dos pechos al completo.

-Estoy deseando esa locura desde el primer día, profe.

Antonio se abalanzó sobre los pechos de Martina y los apretó con las dos manos y la lengua que se deslizaba por ambos alternativamente y mordisqueaba los pezones rosados y a reventar. La chica levantó la pierna izquierda hasta apoyarla entre el volante y la ventanilla para tocarse el sexo mientras le comía las tetas y que él supiera cual era el segundo paso.

La mano de Martina guió la del profesor por los recovecos de su sexo y le instruyó en lo que tenía que hacer él sólo.

Sin dejar de comerle los pechos le arrancó dos orgasmos y ella le liberó la hinchada polla de dentro de los pantalones para acariciarla y apretarla con diferentes presiones hasta que le quemaba entre la mano.

Martina le propuso salir del coche y usar el capó para que él se recostara mientras ella le haría disfrutar con su boca.

Duró poco la erección del profesor. La habilidad y experiencia de Martina en las artes del francés le hicieron que se corriera en un minuto exacto. La práctica en los lavabos del instituto donde el tiempo esa vital para poder chupársela a cinco y seis alumnos a diez euros la mamada y después desayunar todo en tan sólo quince minutos la hacía una “máquina chupa pollas”. Así le llamaban en el insti.

La profesora de Martín, Olga, estaba muy buena. Igual le sobraban cuatro o cinco kilos pero me gustaba. Alta, rubia con el pelo corto, los ojos marrones y unos buenos melones. Cadera ancha y un culo perfecto para mis fantasías.

Nos contó Martín que cuando se decidió a provocarla usó la táctica de “el alago y la pena”.

Aquella mañana se puso unos pantalones blancos de lino tipo chinos sin calzoncillos y una camiseta. Mientras conducía le iba diciendo a Olga lo hermosa que estaba aquella mañana.

-Desde el primer día que te veo preciosa Olga. Esos ojos. Esa boca con los dientes perfectos. Los labios carnosos que si no estuvieras casada los besaría de buen grado. Me gustas mucho Olga. Mi hermana se ha dado cuenta y dice que cuando duermo hablo contigo.

La profesora se lo miró sorprendida - ¿Es que duermes con ella?

-Bueno, compartimos habitación y se entera de todo. Hasta sabe cuando me masturbo pensando en ti.

-¿Pero que estás diciendo? Si soy quince años mayor que tu.

-Eso no tiene nada que ver. Mira – y le señaló el bulto que marcaba su polla totalmente erecta en el pantalón – A esta no le importan las edades. A esta lo que le importa es lo hermosa que eres y las ganas de ser tuya.

La profesora se ruborizó sin dejar de mirar el enorme bulto y sin pensar le preguntó - ¿No te duele al estar aquí encerrada?

Justo le hizo la pregunta al parar en un semáforo en rojo y Martín sin mediar palabra la sacó de dentro del pantalón. Olga exclamo un – Joder!!!! Vaya polla!!!!

(Te hubiera gustado que Olga le indicara la ruta hasta el polígono y se encontraran los dos coches de la autoescuela? Pues no, no sucedió.

-Esconde eso que nos van a meter en la cárcel.

-Perdona, no se que me ha pasado. Te pido disculpas Olga. Últimamente no se que me pasa pero necesito cariño y hablar con alguien. Nadie me escucha en casa y mi hermana cada día está más loca.

Aquí comenzó la táctica de la pena y la profesora veía una enorme polla apenada y con falta de cariño.

Martín vio que era el momento y dando un volantazo aparcó el coche y comenzó a sollozar. Olga desabrochó los cinturones y acercó al muchacho para si llevándole a su pecho diciéndole – no te preocupes Martín. Desahogate, llora, sácalo todo que estás conmigo.

Le decía esto mientras le acariciaba el sedoso y rubio pelo. En realidad se imaginaba que estaba acariciando otra cosa.

Martín estaba mojando la blusa de rayas rojo y blanco con sus lágrimas de cocodrilo -Me duele el pene de estar apretado en el pant.....

-Mejor así, verdad – le dijo la profesora retóricamente cuando se lo había sacado y lo estaba acariciando al mismo ritmo que la otra mano lo hacia en el pelo.

Martín se envalentonó y ya con dos dedos desabrochó el resto de botones para entrar sus dedos debajo del sostén. Cuando consiguió llegar a un pezón Olga apartó al chico diciendo.

-Mejor será dejarlo así.

-Te has molestado, Olga. Lo siento Yo...

-No. No me he molestado Martín, pero no está bien. Te llevo quince años...

-Y si fuera al revés. Que yo tuviera treinta y tantos y tu dieciocho ¿estaría bien?

-No se.

-Pues imagínate a tu marido con mi hermana. ¿Quién te dice a ti que no se lo hacen?

Olga calló y abrió los ojos de par en par y exclamó - ¡Qué coño insinúas con eso?

-No insinúo nada. Sólo digo que sería una cosa más normal que un cuarentón se follara a una de dieciocho años si se le abre de piernas. Pues en nuestro caso yo me abro de piernas y te doy mi polla para que le hagas lo que te apetezca.

Olga le miró a los ojos viendo que era más un hombre que un chico, y el más guapo jamás había visto y bajó la mirada para encontrar la enorme verga con el capullo rosa en forma de seta y circuncidado que le estaba esperando. Se abalanzó despacio con la boca abierta para recibirla en su interior.

Mi hermana la chupaba mejor que ella pero no estaba mal. La calle en la que estaban aparcados no era demasiado transitada pero Martín vio que un abuelo tenía la cara pegada el cristal de la ventanilla y con dos dedos le hacía el signo de victoria.

Se corrió en tres minutos y Olga se tragó hasta la última gota.

-Tenemos que terminar lo que hemos empezado – dijo Martín.

-Si, pero hoy no.

Las clases seguían y nosotros aprendíamos más y más. Martina siguiendo mis instrucciones comenzó a mencionar a Olga mientras follaba con su marido.

¿Cómo lo hace? ¿Te lo harías con las dos? ¿Ella se lo haría conmigo? ¿Lo haríamos con tu mujer y mi hermano? ¿has pensado si ellos también follan en el coche como nosotros?

Las mismas preguntas le hacía Martín a Olga.

Faltaba poco para ir al examen y teníamos que atacar deprisa. Martina averiguó que desde que nos tenían de alumnos él y Olga follaban casi cada noche que nos daban clase y la mayoría de veces era ella quien le buscaba. Martina soltó una carcajada y le preguntó si él sospechaba de que su mujer tuviera un amante. Puso cara de tonto y ella volvió a soltar una carcajada.

-¿Nunca te has planteado que lo mismo que haces tu conmigo lo puede estar haciendo ella con mi hermano? Y que por eso legáis a casa cachondos y con ganas de más?

-No. Nunca he pensado en una cosa así. Olga es incapaz de ponerme los cuernos.

-¿Y si fuera cierto?

-Tendría que verlo para creerlo.

Antonio le dio carta libre para demostrarle que su mujer estaba liada con Martín.

La semana siguiente nos presentamos a examen y los tres aprobamos sin ningún problema.

Martina, en nombre de su madre y de los tres, propuso a los profesores ir a su casa para celebrar que gracias a sus “esfuerzos y dedicación” obtuviéramos el carnet a la primera y les citó a media mañana del siguiente domingo, si estaban de acuerdo, aclarando que era una comida informal en el jardín y que llevaran traje de baño - si es que usáis, vaya – les dijo con mala intención.

Antolin declinó la invitación y vinieron Olga y Antonio.

Yo estaba en la casa desde el viernes cuando me presenté con unas pizzas para cenar. Aunque no necesitaba excusas para follar en aquella casa de vez en cuando me gustaba marcar un detalle. Terminé llamando por teléfono pidiendo más pizzas porque Alexis, la madre de los gemelos, se presentó con su mujer.

En esta ocasión la madre de mis amigos no me tocó ni un pelo. Me extrañó que no me hiciera una felación que era lo mínimo que me hacía cuando me veía en su casa y sobre todo si me veía practicando sexo con sus hijos.

La noche del sábado hicimos una tormenta de ideas sobre cómo demostrar a la pareja de profesores que los gemelos se lo hacían con su respectivo. No nos pusimos de acuerdo pero la idea que parecía más salvaje sería la que pondríamos en práctica.

A la hora convenida sonó el timbre y Maica, la chica del servicio, les abrió la puerta acompañándoles hasta el jardín donde estábamos tumbados tomando el sol. Martín y yo en bañador surfero y Martina sin sujetador y con un mini tanga de tres por cinco con tira de hilo dental sin dejar volar la imaginación.

Olga mostró su incomodidad en la expresión de su cara al ver a Martina acercarse a ellos. Antonio abrió los ojos más de lo habitual hasta que el codazo en el estómago le cambió el tamaño de todo.

-Disculpar, pero no oí la puerta y no he podido... - Decía falsamente Martina al tiempo que se cubría con una blusa de redecilla por la que le asomaban los pezones entre hilos.

-Maica, sírvenos unos refrescos, si eres tan amable – ordenó Martín.

Todos tomamos asiento en la mesa del jardín y pareció que el ambiente se relajaba. No tardaron los refrescos. Limonada y naranjada recién exprimidas y agua fresca, todo en jarras de cristal para que cada cual se sirviera de lo que más le apeteciera.

Mientras Olga y Antonio se llenaban los vasos de naranjada yo me levanté para ir a buscar unas botellas de algo de alcohol.

-Es domingo y tenemos todo el día por delante – dije alzando una botella de escocés del que le puse un chorretón a la naranjada. Menos Olga todos me imitaron.

Antonio observaba a su mujer y a Martín por si podía pillar algún indicio que le desvelara la condición de cornudo.

-Olga, acompáñame y te cambias en la habitación de incitados - Propuso Martina y luego subes tu, Antonio.

Vimos cómo desaparecían las chicas por el arco del jardín y Antonio no pudo aguantar más la incertidumbre.

-Martín, ¿es verdad que te entiendes con mi mujer?

-Y tu con mi hermana, y nadie se ha muerto. Relájate que sólo fue un revolcón y tengo entendido que desde entonces folláis mejor que nunca.

-No, si aún te lo tendré que agradecer.

Observé la reacción y la cara de Antonio que poco a poco iba manifestando el efecto del combinado, no del escocés con naranjada, no. El combinado de éxtasis con mescalina en proporción 3-1 que Maica sirvió en los vasos con hielo que puso frente a la pareja.

Martina estaba entreteniendo a Olga para que también comenzara a sentir los efectos y para intentar paliar la impresión del subidón bebía más del baso que no soltó para subir al la habitación y como bien conocía la anfitriona si comenzaba el efecto con afecto ella daría afecto. Se pasó un buen rato alagando a la profesora y acariciándole el pelo. Sacó un montón de biquinis y los extendió sobre la cama para que se los probara.

-Este te queda muy sexy. Seguro que a los chicos los pones palotes – Jajaja

-Demasiado serio. Este me gusta. Este no. Diez minutos y Olga estaba más desinivida.

Martina también se probó varios y deambulaba por la habitación haciendo tonterías.

-Mira Olga. Un estriptis para ti.

Y lo hizo bailando sensualmente al ritmo de la música que hacía con la boca provocando la risa de Olga quien se sumó a la idea.

-Mira, mira. Ahora yo. ¡¡¡¡Tachana tachana!!!!! - Y también quedó desnuda dando vueltas por la habitación y mirándose las dos al espejo. Martina se acercó a ella hasta juntas los cuerpo y con la mirada le pidió un beso. Los labios de Olga se juntaron con los de Martina la empujó hasta caer sobre la cama. El éxtasis funcionaba de maravilla y la mescalina le abría los ojos como platos.

El beso se hizo corto pero fue eterno. Las manos de ambas buscaron sus pechos y sus caderas.

-Ves, Olga. ¿A que es mejor así? Sin celos, ni de mi ni de ti ni de nadie. En esta casa todos somos de todos y nadie es de nadie.

-Pero ¿te follas a mi marido?

-Y tu a mi hermano y te estás besando y acariciando conmigo. Y no pasa nada.

Le estaba subiendo más deprisa de lo que pensaban. Besaba a Martina con cierta violencia y le apretaba los pechos con demasiada fuerza. Martina se despegó y le dijo -¿A que no me coges?- y salieron escaleras a bajo desnudas como estaban hasta llegar al jardín pasando junto a los tres hombres para terminar lanzándose a la piscina.

Ellos enmudecieron al ver fugazmente a las dos mujeres correteando desnudas como dos amigas jugando al pilla pilla.

Olga algo menos violenta por el efecto del chapuzón se abrazó a Martina y en voz alta dijo.

-Mirar cabrones ¿quienes son los cornudos ahora? - Sonaron un montón de aplausos en la mesa de la terraza y en la puerta del jardín donde aplaudió también Maica y el jardinero que se subía la bragueta.

Cuando las chicas llegaron a la mesa para refrescarse la garganta ya estábamos todos desnudos. Antonio tenía menos subidón que su mujer. Al ser más corpulento no le hizo el mismo efecto.

Fui a la cocina para preparar otra dosis del combinado. Maica se la estaba chupando al jardinero. (No te he hablado de él. Dominicano oscuro, todo músculo y la envidia de las mortales del pueblo. Tiene una polla preciosa. Ancha y larga con un montón de venas y un capullo enorme que hace estragos en el culo se quien se la mete. Está circuncidado pero no es judío. Siempre va afeitado de arriba a bajo. En fin, un tío y una polla perfectos). Me vieron entrar pero no dejaron lo que hacían. Me lanzaron una mirada que tomé como una invitación.

Había capullo para dos bocas. Maica recorría las venas de la derecha y yo las de la izquierda llegando a la vez a los huevos, uno para cada uno. Bastante apretados pero disfrutabas con ellos. Mientras le comíamos el capullo nos comíamos también las lenguas.

Oímos una exclamación que venía de la puerta de la cocina. Miramos los tres a la vez y vimos a Olga inmóvil mirando la escena.

-No te quedes ahí quieta que da para tres – Me levanté y tomándola por la mano la ataje a ellos. Se arrodilló y peleó para meterse el enorme capullo en la boca.

Les dejé un par de minutos, lo que tardé en hacer la mezcla y me acerqué a ellos para ver como disfrutaba la profesora con la boca de la sirvienta y la polla del jardinero.

Le di a beber un buen trago de naranjada bautizada con éxtasis y mescalina apurando hasta la última gota y me coloqué detrás de Olga para acariciarle el sexo. No se movió. Ecsupí en la mano y lo mojé para moverme sobre el clítoris y apretar los cuatro labios que comenzaron a mojarse de ella misma.

Se la metí hasta el fondo y arqueó la espalda sin dejar de chupar la polla del jardinero. Quería correrme dentro de ella y tenía prisa por hacerlo. Un par de minutos y la inundé de semen y de sus propios jugos. Me levanté y salí al jardín donde mientras me estaba follando a la profesora Martín le preguntó al profesor que parte de Martina prefería.

-Prefieres su boca o su coño, te dejo escoger.

-No te entiendo.

-Que si le quieres comer el coño o ponérsela en la boca. Lo que tu no quieras lo haré yo.

Antonio miró a los hermanos atónito. No daba crédito a las palabras de Martín que sin más preámbulos dijo:

-Estamos perdiendo el tiempo- y puso la boca entre los labios vaginales de su hermana y añadió -Luego si te apetece cambiamos.

Antonio se dejó agarrar la polla por las manos de Martina que comenzó una impresionante mamada.

Estaban en plena faena cuando le ofrecí al profesor un baso de naranjada con vodka y …. Lo aceptó de buena gana dándole un largo trago hasta casi vaciar el baso.

-Te traigo otro que veo que te entra bien.

-Ponle menos hielo, por favor David.

-Jeje- sonreí en mis adentros.

Regresé a la cocina para hacer unos cuantos combinados y ahora Olga cabalgaba al jardinero mientras le comía el clítoris a Marga que de pié frente a ella se abría para que la lengua y los dientes de la profesora trabajaran mejor.

Salí de nuevo al jardín para dejar el baso junto a Antonio. Tenía la mirada achinada y sus movimientos eran exagerados. Quizá me pasé en la fórmula. Preguntó por su mujer mientras Martina le seguía comiendo la polla y apretando los huevos. Martín ya se la estaba follando y me propuso un relevo. Acepté y mientras me instalaba le respondí a la pregunta que me hizo Antonio.

-Ah, preguntabas por Olga tu mujer. Está en la cocina follando con el jardinero y la sirvienta. Está en buenas manos no te preocupes pero yo de ti aprovecharía para ver el espectáculo.

Martín le cogió del brazo y lo llevó hasta la cocina donde ahora su mujer estaba a cuatro y el jardinero la enculaba mientras Maica le comía la boca. Martín viendo la escena se arrodilló frente las bocas de las dos mujeres y dejó que se la comieran.

Antonio se sentó en una silla y observó a su mujer como gozaba por el culo y en la boca compartía lengua y polla. Se empezó a hacer una paja mientras rechinabalos dientes y moviendo el mentón de un lado al otro y cuando Martín lo vio se levantó y dejó su lugar para que fuera su mujer quien se la hiciera con la boca mientras el jardinero se la seguía follando por el culo. Todos estábamos convencidos de que fue la mejor corrida de su vida.

No tardamos en encontrarnos todos en la piscina. Nos vino bien sentir el frescor del agua en nuestros sexos acalorados. (Si te preguntas si me corrí con Martina te diré que no. No era el momento de tener un orgasmo con mi novia).

En el agua Antonio besaba a su mujer como un poseído y ella le respondía de igual modo. Martín jugaba con su hermana y Maica nos metía mano al jardinero y a mí. Antonio, que estaba eufórico, propuso hacer una rueda de besos con su mujer. Nos gustó el efecto que producía la droga en el profesor cuarentón.

Olga se sentó en la escalera de la piscina y recibió a Martín en primer lugar. Morreo directo y tocamiento de pechos hasta bajar a introducir unos cuantos dedos dentro de ella. El beso duró unos tres minutos y todos abucheamos a la pareja reclamando su boca.

La siguiente fue Martina quien repitió la actuación de su hermano pero fue más breve. Seguí yo que me explayé metiendo los dedos en el culo y mordiendo los pezones entre morreo y morreo. El jardinero fue más listo porque mientras le comía la boca le clavó la polla follándola sin piedad.

Antonio para dar ambiente protestó diciendo que el juego era besar a su mujer y mientras decía esto el jardinero se venía dentro de ella que no paraba de gemir y moverse provocando olas en el agua.

Los chicos empalmados nos acercamos a la pareja con intención de participar pero Olga dio por terminado el juego.

Desde la entrada del jardín se oyó

-¡Sorpresaaaaaa!

Era Alexia, la madre de los gemelos, con su mujer y más colocadas que nosotros.

Mientras se acercaban iban desnudándose y al llegar a la piscina se lanzaron a por nosotros.

Martina dijo mirando al cielo

-Ahora si que empieza la fiesta.