2ninfo-hermanos capítulo 1

-Usted me disculpará pero a mi novia le gusta que se lo coman así- Y le di una breve pero intensa clase de comecoños. Martina gritaba de placer y sus flujos me salpicaron dos veces.

por Ramón Fons

Nos abrió la puerta del chalet una empleada ataviada con uniforme clásico de señora de servicio. Vestido negro con delantal blanco de rizados flecos en las costuras, cofia y guantes blancos. Nos miró con reprimida extrañeza cuando le entregue la tarjeta del caballero de la bola y sin palabras nos indicó que la siguiéramos.

La decoración me pareció muy rancia. Muebles y cuadros oscuros abarrotaban las estancias que atravesábamos. Había un montón de gente por toda la casa, la mayoría de edad madura. Seguimos a la señora de servicio hasta la salida al jardín donde se encontraba el caballero en compañía de varias personas.

Nos vio entrar y acudió a nuestro encuentro. Se interesó por nosotros y preguntó nuestros nombres. Notó el nerviosismo y desconcierto que quiso paliar con palabras de alago mientras nos acercaba al grupo donde estaba anteriormente.

-Martina, Martín (los gemelos de los que os hablé) y David que parecen estar nerviosos.

Una señora con vestido de noche en color verde botella tomó del brazo a Martina y nos dijo que la acompañáramos. En una sala contigua se disponía un servicio de bar y nos ofreció unas bebidas tipo ponche. Entraba bien con el sofoco y los nervios las bebimos de un tirón. La señora indicó al barman que nos sirviera otra ronda.

-¿Y si les ponemos unas gotas de ginebra? Preguntó al que nos servía al tiempo que ya servía tres dedos de Bombay en cada vaso. Las gotas que nos puso fueron de naranjada con no se qué.

La señora nos llevó a una habitación del mismo estilo que el resto de la casa.

-Poneros cómodos que ahora vendrá mi hermano.

-¿Es usted la hermana del caballero de l.....

-De José Andrés. Si, soy su hermana mayor.

Mientras venía José Andrés nos contó su hermana que celebraban el cumpleaños de él y cada año reunían a gente de dinero para recaudar fondo para la fundación que ella y su hermano heredaron de su madre.

-Hacemos una subasta y los beneficios revierten en obras sociales- dijo quien luego supimos que se llamaba Carmen.

Los combinados comenzaron a hacer el efecto deseado. Me sentía eufórico y con ganas de beber otro vaso de aquel líquido fresco y con sabor a naranjas recién exprimidas. Carmen se ausentó unos minutos que aprovechamos para compartir nuestras dudas sobre qué hacíamos en aquel lugar.

-En este momento ni lo se ni me importa – dijo Martina – Llevo un globo que sería capaz de todo, hasta de follarme a la vieja.

-No sé que han puesto en la bebida pero me tiene la polla tiesa como un palo – dijo Martín sacándosela de dentro del pantalón y era cierto. Yo también tenía una erección de caballo. Martina que estaba bastante desbocada se enganchó a mi boca y me metió la lengua hasta la campanilla.

No tardó en aparecer Carmen acompañada por su hermano y un camarero que empujaba un carro que en lo alto descansaba un gran bol del preciado refresco, una cubitera repleta de cubitos de hielo y tres vasos llenos a rebosar. En el piso inferior del carro estaban dispuestas varias botellas de alcoholes y media docena de vasos y copas. Descargó el contenido del carro sobre una enorme mesa con acabados de fina ebanistería, que recordaba la del comedor de mis abuelos, y que estaba arrimada a un gigantesco espejo mural que ocupaba de techo a suelo y casi toda la pared de la estancia.

José Andrés nos hizo sentar en un sofá y ellos en una butaca cada uno.

-Hace tiempo que estaba buscando jóvenes atractivos como vosotros con mentalidad perversa y abierta a todo tipo de relaciones sexuales- decía el caballero de la bola pero yo no me enteraba del ciego que llevaba. Miré a los gemelos y ponían la misma cara de bobo que yo.

-Cómo ya sabéis celebramos mi cumpleaños y hacemos una subasta. Es decir, os subastamos a vosotros.

Aquí nos despejamos los tres al unísono.

-¿Cómo que nos subasta a nosotros? - preguntó Martín tartamudeando

-Sí. Los invitados pujarán por vuestra compañía. Quien más ofrezca pasará la noche con vosotros tres y con quien o quienes quiera compartiros.

Me negué rotundamente a rebajarme de tal modo.

Los gemelos tampoco se prestaban pero no lo manifestaron con la vehemencia con que yo lo hice. Me miraron esperando ver si me levantaba para marcharnos. Cuando hice la intención de incorporarme del asiento Juan Andrés dijo

-Evidentemente a cambio de una importante cantidad de dinero.

Me arrellané en el sofá y puse cara de financiero al preguntar de cuanto estábamos hablando.

-Seis mil euros por los favores de los tres durante doce horas de dando y recibiendo placer de unos viejos decrépitos – Dijo mirándome fijamente y añadió – Ya te hago yo las divisiones, quinientos euros la hora para la sociedad MM&D.

Carmen nos acercó la bandeja para coger los vasos y levantarlos al aceptar el trato.

Teníamos que inventar algo para pasar la noche fuera de casa. No teníamos la cabeza para pensar demasiado. Sólo pensábamos en follar.

La droga que nos pusieron en las bebidas les estaba funcionado. El pensamiento de llamar a casa cambió por el deseo de follarnos los tres. Carmen y su hermano nos dejaron en la habitación diciendo que esperáramos hasta que terminara la cena para comenzar la subasta. -Podéis beber todo lo que os apetezca – dijo Carmen esgrimiendo una maliciosa sonrisa.

Al cerrarse la puerta Martina se abalanzó sobre su hermano y mientras le besaba le bajó los pantalones dejando al aire la enorme polla. De un empujón lo tumbó sobre la mesa, junto al espejo. No tardé en agarrarla para manosearla y metérmela en la boca. Estábamos poseídos por el deseo.

Martina salió de la boca de su hermano y se arrodilló a mi lado para compartir aquel inmenso trozo de carne. Martín mientras miraba como se la comíamos dijo- Siempre le he dicho a mamá que mi padre es Roco.

Martina mientras disfrutábamos del enorme falo de su hermano se iba desnudando.

Ya sin ropa pegada al espejo, aplastando sus pechos en el frio cristal pedía a Martín que la penetrara desde detrás. Lo hizo mientras yo me desnudaba también.

Me situé al lado de la chica y nos besamos con las lenguas al aire. Martín las buscó hasta encontrarlas. Nos gustan los besos a tres. Martina subió a la mesa y montó a su hermano viéndose reflejada en el espejo. Me gustó verla subir y bajar y ver cómo se escondía toda la enorme polla de su hermanos dentro de ella. Luego salia lentamente hasta asomar por completo el rosado glande. En ocasiones yo lo esperaba ansioso para lubricarlo aún más con mi saliva.

José Andrés y su hermana Carmen junto a sus invitados estaban disfrutando de un espectáculo muy caro de ver y que en otras circunstancias lo podían contemplar completamente gratis pero esa noche nos pagaban seis mil euros.

El espejo donde nos mirábamos mientras practicábamos posturas y evoluciones sin ningún miramiento era un cristal trasparente por el lado del otro salón. Los invitados enloquecidos pujaban sin control. Muchos de ellos al verse incapaces de superar las pujas se conformaban manoseándose entre ellos y comenzando una orgía de perdedores.

-...Y la persona que dona a nuestra fundación la cantidad de treinta mil euros y tendrá la fortuna de disfrutar de la compañía de esas tres criaturas que emocionan a todos los asistentes con coitos, felaciones y demás incalificables formas de dar y obtener placeres – anunciaba José Andrés – Es.... el Señor...... y Señora.

El Señor era ni más ni menos que un famoso empresario y presidente eterno del club de fútbol más poderoso de la ciudad que cuando apareció en la sala del espejo con el ministro de no recuerdo que cartera como invitado nos quedamos helados.

Los demás asistentes ahora pujaban por quedarse en el salón y ver el show que les ofreceríamos a través del cristal. Serían diez los afortunados, Carmen y José Andrés por descontado.

Los tres se despojaron de las ropas con rapidez. La Señora que estaba entrada en carnes tenía unas tetas poderosas y firmes con unas areolas grandes y los pezones puntiagudos y duros. Los dos hombres se abalanzaron sobre Martina que en aquel momento estaba arrodillada sobre la mesa y reclinada con los brazos apoyados en el sobre para comerle la polla al primero que se la pusiera en la boca.

Quién tuvo el placer de que le chupara los huevos en primer lugar fue el ministro. Dos bolas colgando como el moco de un pavo que Martina golpeaba con la lengua haciendo que balancearan como campanas. Se los ponía enteros en la boca y los sacaba para tirar del pellejo y lo mordisquearla. -No se donde aprendió a hacer esas cosa pensé cuando lo vi – pensé. Luego recordé el oficio de su madre.

Mientras el ministro gozaba de la boca de Martina el presidente del club le mal comía el coño. No pude reprimir el deseo de corregir a tan ilustre y le aparté la boca de mi coño favorito.

-Usted me disculpará pero a mi novia le gusta que se lo coman así- Y le di una breve pero intensa clase de comecoños. Martina gritaba de placer y sus flujos me salpicaron dos veces. El presidente tenía prisa por probar y les dejé. A él también le colgaban los huevos y tenía el capullo muy grande y morado que todos podían contemplar a través del cristal.

Martín, en pie, miraba como la esposa del presidente le comía la polla. Me guiño el ojo e hizo una mueca de aprobación. Quise comprobar las artes de la Señora y compartió las dos vergas. Lo cierto es que lo hacía bien. Martín tuvo el atrevimiento de decirle – Se nota que se ha comido muchas.

Le dio un sopapo en los huevos que lo dejó doblado unos minutos que aprovechó la Señora para pedirme un sesenta y nueve. No te imaginas la gracia que me hacía comerle el bollo a una mujer que podía ser mi abuela.

Cerré los ojos y actué como si aquello fuera el de Martina. La verdad es que sabía y olía parecido. Éste quizás algo más fuerte pero se podía comer. Tenía los labios algo descolgados pero me divertí jugando con ellos. Le metí la lengua hasta el fondo de la vagina y la follé como con la polla. Ella gemía y su marido nos miraba de reojo porque había cambiado la posición con el ministro. Martina no se oía. El chapoteo de su sexo acompasaba las embestidas del presi.

Una vez repuesto Martín bebió de un trago dos de los vasos del refresco y viendo que la señora estaba sobre mí y yo le comía aquello se arrodilló dejando mi cabeza entre sus piernas y bajó hasta ponerme sus pelotas en la nariz. De un empujón le clavó toda la polla e la Señora que dio un respingo y un grito de susto y placer que en la vida olvidará. Martín se la follaba duro y yo lamía y chupaba todo lo que podía.

La Señora no dejó de follarme con la boca ni un instante. No pude aguantar más y me corrí como un caballo. Ella siguió sin sacársela de la boca y sin desaprovechar una gota de mi dulce leche.

Cuando pude salir de debajo de la Señora me acerqué a Martina para asegurarme que se encontraba bien. Ahora se la estaban follando los dos a la vez. La niña de quince años tenía la polla de un ministro del gobierno en vigencia dentro del culo y bombeaba como si no hubiera un mañana. Sudaba como el cerdo que era y la barriga golpeaba las nalgas sonando como un compás de palmas aplaudiendo la faena.

El presi, tumbado panza arriba como una cucaracha indefensa la tenía a medio meter ensartada porque con las embestidas del ministro se la sacaba de dentro de mi más preciado tesoro.

Me acerqué al oído del que la enculaba y le aconsejé aminorar la velocidad. Me hizo caso sin mirarme a la cara. Las gotas de sudor lubricaban el culo de Martina y resbalaban hasta los huevos del presi.

Era evidente que aquellos dos hombres estaban bajo los efectos del fármaco milagroso puesto que de natural dudo que tuvieran tales erecciones

Detrás del espejo los mirones estaban enfrascados en una brutal orgía. Todos contra todos y quien parecía gozar más que nadie era el señor obispo. Se la estaba metiendo por el culo a un militar de alta graduación y a la vez tenía a una marquesa frente a él que le ponía el peludo coño para que se lo comiera.

Dos señoras muy maduras gozaban de sus cuerpos junto a un montón de carne que se removía y jadeaba en un frenesí de sexo sin control. La bandeja de polvos blanco se reponía muy a menudo por el servicio de la casa.

Carmen, medio tumbada en una butaca, no se perdía detalle de las evoluciones de detrás del cristal mientras un caballero de su misma edad le daba placer con los dedos y la lengua a la vez. De vez en cuando ella soltaba un gemido que animaba al hombre a seguir aplicándose en su labor.

José Andrés permanecía inalterado observando a Martina con casi devoción.

En la sala del espejo la señora reclamó la atención de Martina y los señores salieron de la la habitación. Martina obedeció a los deseos de la señora que tumbada panza arriba se abrió de piernas ofreciéndole el sexo para que se lo chupara, lamiera, mordisqueara y metiera en él su lengua y todos los dedos que quisiera. Mientras eso ocurría Martín y yo le llenamos la boca de pollas a la señora.

Martina se ejercitaba a gusto con el coño de la mujer que daba respingos y lanzaba sonidos parecidos a maullidos ahogados.

Los dos hombres regresaron con la polla igual de tiesa que cuando se ausentaron y el presi portaba una bandeja con muchas rayas preparadas que dejaron junto a las bebidas y se acercaron a nosotros. El presi escondió barriga, se puso detrás de Martina y le restregó el coño con su duro miembro. Al cabo de un rato se la metió no se por donde pero a Martina le gustó. La chica dejó de bucear en el sexo de la esposa del presi y se hizo a un lado sin que sacara el miembro del presi de dentro de su cuerpo cosa que aprovechó el ministro para insertar su también imponete falo en la esposa del presi. Se la folló con muchas ganas. Ella le agarraba por las nalgas y mandaba en los movimientos. Se notaba una gran coordinación. Creo que no era la primera vez que esos dos se follaban.

Se corrieron a la vez el presi dentro de Martina y el ministro en el interior de la esposa de su amigo. Fue emocionante ver cómo aceleraban las embestidas al sentir que se acercaban al orgasmo. Relinchaban como mulos los dos cerdos.

Al contemplar semejante espectáculo Martín y un servidor ahogamos de semen a la mujer del presi. Nos corrimos gruñendo y gimiendo del placer que nos daba aquella boca que no nos soltaba los glandes y con las manos nos meneaba las dos pollas.

Necesitábamos un descanso, un buen trago de la naranjada mágica y porqué no un par de rayas. Yo pedí una ducha que se me negó. Nos querían con aromas excitantes.

Al poco aparecieron José Andrés y Carmen que se acercaron a Martina y la comenzaron a besuquear y a acariciar todo el cuerpo. Ella parecía sentirse bien con los besos y el toqueteo.

La mujer del presi se acercó a Carmen y la comenzó a desnudar. José Andrés se deshizo de sus ropas sin la ayuda de nadie.

El dueño de la casa se tumbó sobre la mesa y Martina comenzó a juguetear con la bola de acero que colgaba del frenillo mientras que Carmen se colocaba entre las nalgas de la niña para deleitarse de los aromas que desprendían su culo y su coño encharcado del semen del presi. Los olisqueó mucho rato mientras su coño lubricaba y esperaba que alguno de los cuatro penes que descansaban mientras sus dueños se llenaban las narices y bebían casi desaforadamente. Martín se lanzó a comerle el coño desde detrás a Carmen. Luego se la clavó de un solo envite que la hizo gemir de placer. Me gustó lo que veía y me excité de nuevo. Salté sobre la mesa y me coloque entre Carmen y Martina para que flexionando las rodillas llegara a metérsela en el culo. La follé por detrás como a ella le gusta y se corrió como una loca en la boca de Carmen. Al correrme la saqué de dentro de Martina y Carmen me la devoró al vuelo terminando la corrida en su boca.

José Andrés le indicó a Martina que le cabalgara mirándole a los ojos. La chica lo hizo de buena gana puesto que ya conocía el placer que proporcionaba aquella bola adherida al frenillo. Lo cabalgó al paso, al galope y al trote hasta hacerla correr un montón de veces y deleitarnos con varios orgasmos. Cuando José Andrés se corrió dentro de Martina se fundieron en un beso que hizo que los celos me recorrieron las entrañas.

Ahora si se nos permitió ir a la ducha para que por tres mil euros más nos uniéramos a los de la sala de detrás del espejo.