2da. parte.Fernando despertó a la mujer dentro mío
Ya en los brazos de Fernando.
En el mismo momento en el que Fernando me descubrió, algo le sucedió a mi feminidad. En primer lugar, el placer que sentía al imaginarme (y estar vestida, en verdad) como mujer, pretendiendo ocultárle a Fernando mi secreto, era inmenso. Pero inesperadamente ese placer se acabó cuando mi fantasía se convirtió en realidad. Ya no tenía nada que ocultarle a Fernando y lo mejor de todo era que él me deseaba a mí y no a mi hermana. Todos mis sueños se habían puesto a mi alcance. Estaba vestida de mujer y me veía tan preciosa que el hombre que deseaba me tenía cogida por la cintura. La realidad era demasiado bonita y eso seguro me daba mucho miedo.
Pero el miedo se terminó cuando Fernando acercó sus labios a los míos.
--Te los has pintado, verdad? --me dijo.
--Sí, haría cualquier cosa por verme bonita para ti.
--Pues eres lo más bonito del mundo.
Entonces agaché la cabeza y todo cambió. Era por fin una mujer. Levanté la mirada y sus labios se lanzaron contra los míos y supe lo que es tener a la lengua de un macho delicioso metiéndose por mi boca y jugando a enloquecerme. Lo entendí todo cuando Fernando hizo a un lado mi calzón luego de levantarme el vestido. Eso me encantó porque tener el calzón puesto en ese momento me recordaba mi sexo femenino y el avance de su miembro hacia mi culito era ya la culminación de toda mi feminidad.
Cuando él puso la punta de su miembro sobre mi puertita trasera y empujó un poco casi ni lo sentí, cosa que me sorprendió ya que mi culito siempre fue estrecho y sufría hasta cuando me metía el dedo meñique. Pero inmediatamente supe la razón. Fue porque Fernando, seguramente porque ya me había metido una buena parte de su cabeza redonda y jugosa, segregó un juguito que se metió en mi conducto anal y sirvió de lubricante para el segundo empuje. Oh maravilla! Con casi toda su verga tomando por asalto mi culito, yo podía haber muerto de placer. Entraba y salía a veces lentamente, lo cual me permitía conocer cada centímetro de su pieza maravilosa y otras veces a una velocidad tal que me parecía que iba a estallar en mi pedazos. Me dolía mucho, mucho, y yo grité hasta que Fernando me llenó de su semen y aún le quedó suficiente para embadurnarme la cara y hacerme tragar una buena porción de su lechecita.
Sabía que tenía la cara hecha un desastre, pero él me besó así y me dijo que me veía hermosa con semen por mis ojos, mi nariz, mis labios, mis orejas y mi cabello.
--Ay si mi hermana supiera esto...
--Le voy a tener que decir.
--Estás loco! Ella no debe enterarse de esto.
Y en ese momento la puerta se abrió y Mecedes estaba delante mío y yo vestida, penetrada, enamorada y con la cara con los jugos deliciosos de Fernando...