2ª Fantasía: Juan Pedro
El relato trata sobre Juan Pedro, un familiar, un poco viva la vida...
El relato trata sobre Juan Pedro, un familiar, un poco “viva la vida” que se fue a trabajar a Argentina cuando era joven, formó una familia y al cabo de 30 años, volvió a España, divorciado y sin dinero hasta que encontró a otra mujer que le mantuviese y formó otra familia.A mí me resulta muy pesado, porque no para de hablar y de preguntar cosas que no le interesan, pero le aguanto porque el cabrón no está nada mal. Tiene unos 50 años, alto, delgado pero fuerte, un buen culo que lo marca en los pantalones. Tiene el pelo canoso, incluso los que sobresalen por la camisa y acento argentino de todos los años que estuvo allí.
Estaba viendo la televisión, cuando llamaron al telefonillo. Era el pesado de Juan Pedro, que pasaba para hacer una visita. No tuve más remedio que abrir. Pasó y empezó, como siempre, a dar la coña. Que como me iba la vida, el trabajo y cómo no, me preguntó por las chicas. Cada vez que me veía, siempre me hacia la pregunta y yo le decía cualquier cosa para que me dejase, pero esta vez me tenia harto y le solté que era gay. El tío se quedó un poco flipado, pero no se lo creyó y me dijo que si era verdad, que se lo demostrase.
Dicho y hecho, me acerqué y Juan Pedro puso cara de incrédulo. Le empecé a desabrochar la camisa y comenzaron a salir los pelillos canosos de su pecho. No deje de mirarle a los ojos, pero no reaccionaba hasta que mi mano le agarró el paquete y ya sí que le cambio la cara. Le empecé a lamer las tetillas, mientras que le desabrochaba los pantalones. En un momento le dejé totalmente en pelotas.
Juan Pedro, continuaba sin reaccionar. Me agaché y le empecé a chupetear la polla y los cojones gordos. Yo me lo estaba currando, comiéndole el glande, pero él no llegaba a reaccionar, así que cansado, le di media vuelta y trabajé su culo. Con el dedo, empecé a masajear el ano y ensalivarlo. Juan Pedro se estaba comportando como un pasivo sumiso. Sin darse cuenta, yo me había bajado los pantalones y cuando había humedecido su ano, coloqué el glande y le penetré.
Ahí sí que reaccionó e intentó no quería que le sodomizara, pero yo pasé de él, le sujeté y seguí follándomelo. Mi verga se deslizaba por su culo virgen, nadie antes le había sodomizado. Se fue adaptando, parecía que le estaba gustando porque empezó a empujar más fuerte para que mi glande llegase a su interior.
Paré de sodomizarle, le di media vuelta para ver qué cara ponía. Comencé a follármelo otra vez. Juan Pedro ponía cara de goce cada vez que mi miembro le llegaba a lo más profundo de su recto. Yo me agache un poco para lamer su pecho canoso.
No pude retener más y me corrí dentro de él. Decía que mi lefa estaba muy caliente y que le había dejado el ano al rojo vivo. Yo saqué mi polla y comencé a relamer su cuerpo. Desde sus muslos, pasando por sus cojones, su barriguita y pecho.
Juan Pedro me dijo que quería participar. Estábamos en el suelo, él acostado y yo encima de él. Me cogió por las caderas y me colocó encima de su polla, no muy gruesa, pero si era larga y me la empecé a meter. Su glande se abrió paso por mi recto, pero yo puse la marcha de la sodomización. En un principio fui lento para que durase más. Juan Pedro estaba emocionado y me dijo que quería más fuerte. Yo aceleré y su glande se deslizó como una bala en mi recto. Cabalgué sobre su miembro, besándonos. Él me sobaba los muslos, la barriga hasta que comenzó a evacuar goterones de lefa, dejándome el culo encharcado.
Destrozado, me saqué su polla y coloqué el culo encima de su boca para que me lamiese la lefa que había en mi culo. Su larga lengua relamió todo mi recto. Cuando terminó me dirigí a su miembro para hacer un sesenta y nueve. Juan Pedro se metió mi polla en la boca y empezó a lamerla. Yo comencé con sus gordos cojones, cogiéndolos con la mano y chupeteándolos. Mis manos recorrían la raja que antes había penetrado, introduciéndose algún que otro dedo. Yo hacía fuerza con la pelvis para que mi glande llegase hasta su campanilla. Su lengua rodeaba el tronco del rabo. Juan Pedro empezó a eyacular y mi boca recogió todo su lefa. Cuando yo estaba apunto de correrme, me incorporé y lo eché todo en su boca.
Para terminar y por si le quedaban dudas de que yo era gay, decidí tirármelo por última vez, por lo menos ese día. Le puse a cuatro patas y le incrusté mi verga. Ya no le hacía daño, es más, yo creía que no me iba a dejar que parase de sodomizarle. Mi capullo rompió con ganas en sus posaderas y Juan Pedro no podía hacer más que gozar. Mientras tanto, yo le acariciaba el pecho y sus gordos testículos. De todas las veces que me había corrido en él, esta fue la vez que más expulsé. Nos tumbamos para descansar, pero Juan Pedro me obligó a que dejase la polla en su recto. Se había vuelto un adicto a la sodomización. fantasiaoculta@gmail