29.1 Vuelta a casa

Gonzalo sentía la punzada de los celos, yo creía que era así.

Las obligaciones de mi primer día de vacaciones me tienen desbordado, médicos, compras y no he terminado aún, tengo que ir al Palacio de Justicia para conseguir un certificado de nacimiento que me piden en U.K., para incluir en el dossier del plan de jubilaciones de la empresa.

Según mi oftalmólogo estoy exagerando el uso de las lentillas y me he dañado la córnea, tengo que estar aplicándome  unas gotas hasta el sábado para que se cure la herida antes de poder graduarme la vista.

A la tarde quedo con María que me coge el teléfono, van a preparar una pequeña fiesta para celebrar el reencuentro y no quiere adelantarme detalles, me pide únicamente que no lleve cosas para comer, con comicidad dice que conmigo tienen bastante.

A las siete de la tarde, ya de noche, me encamino hacia su casa, las hojas que no distingo en el suelo, porque todo es un manto uniforme dorado,  parece betún de Judea a la mortecina luz de las farolas, crujen bajo mis pies con mis pisadas, y a pesar de ello, escucho la levedad de su vuelo al caer de los inmensos tilos, escapando de ellos y dejándolos desnudos ante la crueldad fría del invierno.

A pesar de las luces que adornan las calles, han cambiado de luminarias este año, no hay mucha alegría, solamente las terrazas cubiertas están llenas de público. Camino hasta enfilar el gran paseo, me detienen los guardias que me identifican rápidamente. Águeda, María y Ana me esperan en las escaleras de la entrada principal, Ana quiere correr hacia mí y María la contiene sujetando su mano.

Águeda, que tanto  nos ha cuidado, no deja de abrazarme y Ana reclama su parte. A sus diez años está muy alta, alumbrando la belleza resplandeciente de su madre, Águeda enciende todas las luces del porche, acaricio la espalda de Ana, se parece o es muy semejante a su madre, distinta que María y no sabría decir cuál de las dos es más bella. María espera a que la mayor y la joven depongan su júbilo exaltado y luego me abraza.

-Se te ve magnífico. -después del abrazo y los besos aparta el pelo de mi frente.

-Tú estás brillante y más guapa que nunca, ten para que luego los repartas.

-Te dije que no trajeras cosas…,  -me mira haciendo un mohín.

-Son los regalos de mi madre para ti y Ana y palotes de Francia para todos, ¿cómo iba a dejar de traerlos?

Cuando entramos en la casa se escuchan las voces que llegan del piso inferior, parece que hay mucha gente hablando en voz  alta. Ana me coge de la mano y tira de mí para bajar las escaleras, no había mucha gente pero parecía que hubiera un ejército.

Carlos, Sergio y su novia, Raúl, ¡jolines! Amadeo y Pablo, me quedo parado, no se a quien abrazar primero y es Raúl el que se apresura a venir hacia mí y luego  todos los demás, Amadeo y Pablo que han quitado el título de  míster rubio a Raúl, Amadeo está muy parecido a como siempre ha sido, pero Pablo, ¡cómo ha crecido y madurado!, cada vez se parece más a su padre, impresiona verle, las chicas tienen que morir por él, continúa con su rubio pelo largo y de caracoles.

Interrogo a María con los ojos y me entiende.

-Vienen hacia aquí, han salido hace un momento de su casa. –todos quieres saber cosas sobre mí y yo pregunto acerca de ellos, sobre todo a Amadeo y Pablo que son a los que veo menos.

Un rato después los de seguridad hablan con Águeda y ésta con María, salen rápidas de la sala y después de un corto momento hacen su entrada Al y Gonzalo todos se revuelven y llegan los largos abrazos, hay mucha algarabía hasta que aparece Lucía, aún no la había saludado, avisa para que pasemos a la casa de los tíos de Al, tiene preparada la mesa con la merienda, creo que Lucía ha cogido la carga de las dos casas y la pobre Águeda es la coordinadora general del personal de servicio.

Después de la merienda Al me hace una seña para que le siga fuera de la sala, me dirige al ascensor para subir a la planta alta, donde sigue teniendo sus habitaciones. De verdad que le veo maravilloso, había conseguido preocuparme con sus molestias estomacales, pero ahora parece haber resucitado y le miro como a un ángel

-Venga, cuéntame, ¿qué te sucede?  -pasa su brazo por mis hombros, no puedo ocultarle nada. Hace mucho calor y salimos a la terraza, me sujeta del brazo y damos vueltas al edificio, paseando entre las grandes jardineras y le voy contando todo…, y lo que pretendo hacerle a Nico.

-Creo que voy a cometer una monstruosidad y una canallada con él.  –no ha dejado de abrazar mi cintura, estamos en el lateral del edificio, desde donde se ven los jardines de la casa de Pablo, las luces proyectadas sobre el agua de la piscina rielan con el ligero movimiento de la acuosa lámina.

-Necesitas un poco de libertad y divertirte, no te flageles tu mismo, quizá necesitas hacerte el loco, lo que nunca has hecho, Nico lo va a entender.  –me dice prácticamente las mismas palabras que mi madre, como si hubieran hablado entre ellos.

-Pero quiero que continuemos siendo amigos, le quiero Al, tengo tanto miedo de causarle daño.  –aprieto su cintura buscando que sea él quien me solucione mis problemas, algunas lágrimas ruedan por mis mejillas y él las limpia con su mano.

-Lo seguiréis siendo, te estás preocupando demasiado sin saber cuál será su reacción... En algunas cosas somos tan iguales que entiendo perfectamente lo que sientes, pero no puedes adelantar acontecimientos, espera a que llegue y hables con él. ¿Quieres que se lo comente a Gonzalo? Sabes que vas a tener nuestra ayuda y apoyo, a Nico le queremos pero nuestro amigo eres tú, pásalo bien estos días, seguro que tienes cantidad de compromisos y no te pueden ver triste.

Permanecemos un momento callados, parados mirando las luces y sombras del jardín de Pablo y que Al mira ensoñador, seguramente recordando correrías de adolescente entre sus árboles. Nos saca del ensueño la voz de Gonzalo.

-Estaba buscando a mis chicos y los encuentro en el rincón más apartado.

Se coloca a nuestro lado y nos aparta para pasar sus brazos por nuestros hombros y estrecharnos, su olor me inunda cuando se inclina para besar mi cabello.

-Creo que si habéis terminado de hablar y contaros vuestras confidencias debemos entrar, os estáis quedando fríos y no quiero tener que cuidaros, vamos con los demás.  –tira de nosotros empujando con sus brazos sobre nuestros hombros, siento su preocupación por la salud de Al, al que yo encuentro mejor.

-Ve tú, en un momento bajamos nosotros.  –deja caer sus manos por nuestras espaldas y atiende la petición de Al abandonando la terraza.

-Se preocupa por ti, ahora que te has mejorado necesita verte así.  –su sonrisa no me dice nada, puede ser de aceptación o esperanza.

-Iré contándoselo poco a poco a Gonzalo, sabes que puedes contar con nosotros para todo, te queremos mucho Daniel. -el cariño y dulzura que me transmite su abrazo me consuela de momento.  Como Gonzalo tiene razón vamos dentro de la casa, podemos coger un resfriado o algo peor.

Cuando me despido salgo al paseo con Amadeo y Carlos, éste se queda a dormir en la casa de la abuela de Amadeo, quieren aprovechar el poco tiempo que están juntos. Nos despedimos en el semáforo y cruzan la carretera. Después de andar los doscientos metros para llegar a la esquina de la calle que me lleva al centro, me detengo para mirar hacia atrás antes de coger el asfalto y dejar el manto dorado de las hojas muertas, está desierto y voy pensando en lo magnífico que es disponer de amigos como ellos aunque a veces suframos.

Ya en casa, contesto unos mensajes que he tenido de Nico y Rafael, tenía que llamar a Nico, pero según se va acercando el momento de tener que hablar con él resulta más doloroso el escucharle y lo voy retrasando.


Había quedado en que mi madre se desplazaría al Palacio de Justicia para recoger mi partida de nacimiento, mientras yo haría otras cosas y a su vuelta saldríamos de compras, aunque ayer ya adquirí unas botas, calcetines y camisas, pero aún quedaba que hacer mucho uso de la tarjeta de crédito de mi padre.

De regalo de Navidad me van a comprar un teléfono, lo necesito de verdad pero me da pereza el comenzar a buscar lo que quiero.

Desayuno con mi padre que  tiene la mesa preparada para el desayuno, no olvida el zumo de naranja que tantas veces me ha llevado a la cama. Las flores que ha encargado traer brillan esplendorosas a la luz de la mañana, permanecemos en silencio, aprieta mi pierna para infundirme ánimos sin hablar una palabra. Me mira serio, sé que quiere preguntar aunque no se atreve y cuando vuelve mi madre cogemos el coche para ir a realizar las compras. A la vuelta, antes de llegar a casa, llamamos a mi padre para que vaya hacia el restaurante que hemos encargado para comer y a la tarde vamos a la ciudad, las compras no han finalizado.

He quedado con el grupo de la universidad, todos mis compañeros de estudio que se encuentran en sus casas, hay algunos que no se han podido desplazar desde los países donde están y otras provincias de España donde se encuentran trabajando.

Pasamos las últimas horas de la tarde de bares, charlando entre nosotros, recordando a los que no pueden estar, de algunos que ya se han casado. María y Raúl están en uno de los bares y se integran en el grupo.

Contesto los mensajes que todo el día me ha estado enviado Rafael y uno que me ha dejado Nico, y continúo sin llamarle y hablar con él, ¿qué pensará?, se le nota alarmado aunque a él tampoco le sobra el tiempo con sus continuas fiestas y deportes de nieve.

Me hago un propósito concreto, mañana tengo que hablar con él aunque sean las palabras más nimias y tontas.


Retrospectivo: Ocho años antes.

Lo cierto es que al estar algo alejados comencé a perder el contacto y desconocer cosas de las vidas de los amigos del colegio, ya nos veíamos más de tarde en tarde, los fines de semana cuando se podía, fiestas y cumpleaños, a pesar de lo que pudiera parecer, las relaciones de Al y Gonzalo no se afianzaban ni se rompían tampoco.

Al es más abierto y no le preocupa abrirme su corazón, a veces lo hace para liberarse, Gonzalo por el contrario, es a veces un erizo que puede dañarte si intentas, cuando se cierra, acariciarle o acercarte a él.

Ahora vivía la mayor parte del tiempo con sus abuelos salvo un par de días a la semana que iba a la casa de los tíos de Al, para ver a la tía y  a Ana sobre todo.

Estábamos en vacaciones de Navidad, habíamos quedado para a acudir al mercado de Santo Tomás, al Arenal de Bilbao, estaba alegre y contento, había aprobado mi examen práctico para que me dieran el carnet de conducir, ya podía conducir un vehículo, íbamos a comer allí, Al no acudió a la cita poniendo una disculpa muy tonta, -que no se encontraba bien-.

Comimos y a la vuelta nos dirigimos a la parada del metro más cercana, Gonzalo estaba descorazonado, durante la marcha nos fuimos alejando de los demás que estaban alegres y despreocupados, en Abando se despidieron los que volvían a casa y nos quedamos solos. Paseamos hasta la plaza de Arriquibar y nos sentamos en un banco. Estuvimos minutos en silencio, a veces yo sostenía su mano, como él lo había hecho tantas veces conmigo, como si volvieran los viejos tiempos a nosotros.

-¿Es que no tiene un amigo con el que no haya estado en la cama?  –se arranca de pronto a hablar.

-Eres el único que se salva.  –le atraigo hacia mí y le abrazo, si él supiera y hubiera estado despierto aquella noche en Sevilla.

-Él te ama Gonzalo, todo lo que pueda haber pasado es eso, pasado y además Al es así, un corazón abierto al amor de sus amigos.

Gonzalo sentía la punzada de los celos, yo creía que era así.

De Al,  en sus relaciones con sus amigos, no se pueden sentir celos, hay que aceptarle como es y todos lo sabemos.

Paseamos hasta que se hizo de noche y disfrutamos de la iluminación de la Gran Vía, luego llamó a sus abuelos y éstos le enviaron al chofer para que nos fuera a recoger, quedamos en que nos encontraría en la Plaza Circular y hasta allí bajamos paseando disfrutando de las luces y la gente por la calle.

Cuando llegábamos a la entrada de mi casa me pidió que le acompañara a la suya, se lo comuniqué a mis padres y me dieron permiso, después de cenar con sus abuelos fuimos a sus habitaciones en el ala de la planta baja donde él vive, no hubo necesidad de que me lo pidiera, entramos en su habitación y me dejó uno de sus pantalones de dormir. Ya en el reconfortante calor de la cama,  se posicionó mirando al techo y yo de costado observándole. ¡Dios mío!, ¡cómo le amaba!

Le estreché entre mis brazos hasta que el sueño le rindió, teníamos dieciocho años y era como si hubiéramos vuelto seis años atrás. No podía ser mío pero mi amor no disminuía, continuaba amándole con locura.

Las fiestas que organizaron ese año tuvieron sus momentos buenos y malos, Al no pudo negarse a acudir ya que sus tíos cenarían en la residencia de los abuelos de Gonzalo.

Se solucionaron los problemas y volvieron a surgir otra vez, su vida parecía una novela llena de altibajos. El curso iba para adelante y me sentía contento, Carlos y David me ayudaban y yo lo hacía con ellos en lo que podíamos. Era el primer año y resultaba duro de llevar, sobre todo el primer trimestre y parte del segundo.

Llegaron los exámenes, no les tenía miedo salvo a una asignatura, Química Orgánica, el ogro de la carrera, decidí, a pesar del consejo de mi padre, dejarla para Septiembre y centrarme en el resto.

Saqué unas notas estupendas pero me quedó pendiente esa asignatura, ese año otra vez me enviaron a Canadá, la estancia resultó más corta, tenía que estudiar para recuperar Q.O. y a últimos de Julio estaba de vuelta.

Ese Agosto me encerré en mi casa del pueblo, desde la mañana estudiaba línea a línea el programa y cada día la tenía más miedo, solamente a la tarde salía un rato con los amigos a hablar y tomar algo en una terraza, tenía que cerrar las ventanas para no escuchar las risas de los niños nadando en la piscina o corriendo en el jardín, apagar el plácido murmullo del verano.

Sentado en la enorme mesa del comedor, con todos los apuntes distribuidos por ella, orientada la ventana hacia el Oeste, pude ver las más maravillosas puestas de sol a las que jamás había prestado atención.

Cuando la calma se extendía en el jardín, porque habían pasado las horas de baño y los peques se retiraban, cogía mi toalla para hacer mis largos de piscina yo solo, me vestía y salía a despejarme, a escuchar las conversaciones que me encantaban, intrascendentes y de nuestras tonterías de jóvenes.

Ese año pude celebrar mi diecinueve cumpleaños con mis padres, los vecinos y los amigos de los veranos en su justa fecha, y alguna noche de las fiestas del pueblo llegar tarde a casa.

A pesar de mis temores, cuando llegó el día del examen, antes de comenzar el mismo, el profesor se situó ante mi mesa y me preguntó el motivo del por qué no me había presentado a la asignatura en Junio, le expliqué mis temores, me miró sonriente, en todo el curso no le había visto sonreír y me dijo que no debía haberla dejado, obtuve un ocho y medio de nota, a pesar de todo había merecido la pena para mejorar la media que había bajado con el dibujo técnico.

Comenzaríamos el segundo año unos días más tarde y en esos días pude descansar y olvidarme de lo que era estudiar y ver un libro o apuntes de texto.


Antes de comenzar a realizar mis labores programadas para el día, llamo a Nicolás antes de que salga a la calle y se encuentre con sus amigos, es temprano y le sorprendo en la cama, sé que me reconoce al instante aunque se haga el distraído y creo que salta de la cama.

-Daniel, tengo ganas de que pase la Navidad para encontrarnos.  –se despereza y abre la boca ruidoso, le imagino con su pelo alborotado, las ligeras manchas en sus labios de la saliva que le ha resbalado en su sueño, ya seca y que a veces le lamo con mi lengua antes de entregarle un beso para que despierte.

-También yo quiero que nos veamos, debemos hablar y espero que sea pronto, te oigo la voz tomada, ¿qué hiciste anoche?  -adivino que ha estado hasta altas horas en la calle con sus amigos.

-¡Ay!, con Jaime es imposible resistirse y sus amigos tan jóvenes y con tantas ganas de fiesta, son incansables… -sigue haciendo ruidos de abrir la boca y estirarse, creo que le he malogrado el sueño.

-Igual no te querías levantar aún y te he arruinado el descanso, ya puedes perdonarme.

-Que no, que has hecho muy bien y ha sido un favor por tu parte, no te preocupes, te amo Daniel, tengo necesidad de ti, quiero verte y besarte, tenerte desnudo ante mí y hacerte el amor, me están pareciendo unas vacaciones muy largas, te voy a querer como nunca, llevo una carga inaguantable.  –él ríe provocador arrancando mi sonrisa por lo que acaba de decir con segundas intenciones, son palabras que solo dice cuando está muy, pero que muy deseoso.

-Perdona pero se me ha escapado sin querer, no sabes cómo tengo a mi hermanito ahora, voy a darme una ducha de agua helada, no quiero masturbarme y lo necesito, me haces falta.  –sus palabras está logrando que me excite yo también, le imagino tan deseable en su cama, con su pene rígido y manchando su pijama de precum que no lo puedo aguantar y llevo mi mano a la entrepierna para acariciar mi pene.

-Si no dejas de decir tonterías vas a conseguir que me excite yo también.  –río nervioso y él me acompaña en la risa.

-¿Y si nos masturbamos los dos? ¿Tú como la tienes?  -es un niño travieso y engañador.

-Ya he pasado por la ducha y voy a salir para realizar las últimas compras, o eso es lo que quiero para quedarme tranquilo sin tener que hacer cosas aunque sean tan agradables como gastar el dinero de mis padres.

-¿De qué es de lo que tenemos que hablar?, estoy intrigado…  -no respondo a su pregunta.

-Voy a cortar la conversación, no quiero que te erotices y luego me culpes a mí, quiero verte pronto aquí.  –emite ruidos como los que realiza cuando está en mi interior y me penetra, pretendiendo provocándome, es un bobo adorable y yo voy a causarle daño.

Compro y compro compulsivo, como loco, si no voy a poder llevar todo lo que voy adquiriendo, pasamos la mañana fuera de casa realizando compras y luego vamos a comer, muy, muy ligero que luego llegará la cena.

Una de mis tías se ha quedado impedida, se ha caído y se ha roto algún ligamento del tobillo, el día de hoy y durante muchos  años era norma el comer con ellos el día anterior a Navidad, y esté no puede ser así.

Pasamos la ría para ir a verla, tiene tres hijos todos casados, su casa es una locura con los niños, sus nietos, moviéndose por toda la casa, les he comprado algún regalo y mis primas los esconden hasta que llegue la noche, el momento en que el Olentzero les entrega sus regalos. Me despido, he quedado con amigos del colegio y la universidad al otro lado de la ría, mis padres regresan conmigo y quedan en volver a verla para cuando pase la Navidad.

En el bar donde hemos quedado está  lleno de público, a tope, no cabe un alma más, han juntado varias mesas y cuando me ven agitan sus manos para llamar mi atención, Dany se levanta para venir hasta mí, aparta sin consideración a los que le impiden el paso y nada se le resiste con el cuerpazo que tiene. Cuando llega hasta mí me da un abrazo de oso, me toca el culo y me dice que estoy buenazo, para molestarle le doy un beso en los labios entre las risas de nuestros amigos que nos miran, se ensañan con el pobre Dany, llamándole de todo.

Dany es el hetero en estado puro, el macho por excelencia y que se ha llevado a la cama a algunas de mis compañeras, una de ellas me lo ha confesado y de otras lo supongo, creo que sin equivocarme. Además de eso es un vago “vive la vida”, pero que a todos cae bien.

Piden para mí una cerveza sin consultarme y tengo que dejar los abrazos para después, cuando nos vayamos levantando. El griterío de voces no permite llevar una conversación en grupo y me limito a los que están cerca de mí.  Jesús habla de  que le han invitado a una boda de alguien del colegio, muchos van creando sus familias y llega Idoia acompañada de su hermano, ¡buff!, vaya chico guapo y delicado, me sorprende que vaya con él, nunca les he visto juntos en la calle, y realmente le conozco de cuando iba a hacer algunos trabajos de la carrera con su hermana en su casa, nos encerrábamos en su habitación y luego me despedía sin más.

Dany  está susurrando en mi oído y no puedo entenderle.

-Dime Dany ¿qué quieres? –soy áspero con él, me interrumpe la conversación que llevo con Jesús, se retrae un momento pero todos le conocemos y vuelve a insistir.

-Cuando reúna dinero para comprarle un pedrusco a mi novia me declaro y le pido que nos casemos.  –ya ha bebido más de la cuenta y empieza con sus confidencias.

-¿Qué pasa Dany?, ¿otro amor?

-Ahora es en serio, estoy enamorado de verdad y me trae loco, te juro que esta vez no es un capricho y además su padre tiene dinero.  –mi carcajada hace que todos me miren y queden callados unos segundos.  ¡Dany!, siempre igual, su padre también tiene dinero y así vive él y ahora le ha montado un negocio para que se entretenga. Mi padre decía que por cada curso que aprobaba, el padre de Dany habría donado dinero para algún nuevo local o servicio en el colegio o la Universidad.

Se me estaba haciendo tarde y les abandoné, alguno quería que saliera después de cenar e ir a sus casas, no sabía aún cuál era el plan de mis padres, lo normal es que hubiéramos ido a cenar a la casa de mi tío que vive al lado de Al y luego reunirme con ellos.

Cenamos los tres solos, mi tío recibía a sus suegros y familiares de su mujer y a mi madre no le apetecía salir después de la visita a mi tía. Después de la cena viene a recogerme mi primo David y nos acercamos hasta la casa de Al, su casa así como la de su tío estaban llenas de gente y de todos sus amigos. No había tanto sitio como en la residencia de los abuelos de Gonzalo pero se estaba muy bien.

Pasamos varias horas jugando, viendo una película, enterándonos de nuestras andanzas. No quise que me acompañaran y cuando salgo está lloviendo, me dejaron un paraguas y disfrutando de la noche me encaminé  para mi casa.

Como siempre contesté algunos mensajes que seguramente nadie abriría hasta la mañana siguiente.


Me levanté muy tarde, Nico había respondido a mi mensaje,  también Rafael y Lorian y alguno más. Mi madre llamo a la puerta para que fuera a desayunar y antes tenía que abrir mis regalos, solo tenía dos: Un neceser de manicura para viaje y un paquete de joyería. Una plaquita de oro con su cadena y mi nombre grabado con pequeños brillantes.

Comencé a protestar y decir que me iban a arrancar el cuello intentando robármela, mi padre preguntó que quien iba hacer algo semejante sonriendo divertido.

-¡Vosotros no sabéis la cantidad de árabes que hay en Lille!  -lo dije sin pensar, y al segundo de haber salido de mi boca tal disparatada idea ya me había arrepentido. Me puse rojo, encendido de vergüenza.

Tenía a Rayhan en mi cabeza y me entraron ganas de llorar, ¿cómo podía ser tan inconsciente y cruel? Rayhan es árabe y su familia también y son incapaces de hacer algo malo a alguien, y cuida mi casa y le confío mi vida y recordé como me hace el amor y me adora, ¿qué prejuicios son los que ahora me surgen?, me salieron las lágrimas y fui rápido al baño. Sinceramente lloré encerrado.

Cuando salí de él mi madre estaba esperando, me abrazó y salimos al pasillo.

-Estás muy sensible Daniel y todo te altera, sabemos que fue una forma de hablar y que tú no piensas así, cuando hables con Nico todo se calmará.

Pasamos el resto de la mañana probándome las ropas que habíamos comprado y haciendo la pasarela para mi padre luciéndolas ya que él las había pagado, habíamos comprado un jersey para Nico y no resistí la tentación de abrir el paquete y probármelo, me estaba grandísimo pero es tan agradable al tacto que no dejaba de acariciarlo.

Recibí muchas llamadas de teléfono, los amigos del pueblo quieren que vaya uno de estos días a comer con ellos.

Después de la comida salí a los bares que frecuentamos, antes paseé un poco por el muelle, había lluvia intermitente y muy fina que la ligera brisa arrastraba y me refugié pronto en el interior de uno de los bares, encontré a muchos amigos y gente conocida, todos un poco desganados y pocos querían beber, María y Raúl estaban entre ellos, me senté un rato en su mesa pero no se podía hablar por el ruido y porque no dejaban de llegar amigos y conocidos dispuestos a saludar.

Rafael me llama y me hace reír con sus dichos andaluces y su gracejo que le permite ser atrevido sin faltar y ser desagradable.

-Cuando nos veamos no te voy a perdonar un beso.

-No he dicho que te lo vaya a dar.

-Te lo robaré, la fruta robada es más deliciosa y tu boca tiene que saber a fresa.

Una conversación muy tonta pero que me hace reír.

Más tierna es la llamada de Nico.

-Mañana nos veremos y estoy tan nervioso e impaciente como una novia al subir al altar. ¿Me irás a esperar?, ve solo y ponte el pantalón con el que me recogiste en el verano.

  • Nico, esos pantalones son de verano y tienen agujeros, me moriría de frío.

-Puedes quedarte en el coche con la calefacción puesta, me vas dirigiendo y yo solo llego hasta el coche.

-Te echo de menos y muero por que llegue el momento de tenerte entre mis brazos para poder besarte.

Y así continúa durante un rato, debe notar mi preocupación e intenta disiparla hablando sin parar.

Continuará…