26.1 Rayhan me seduce

Sus manos suben de mis caderas a la cintura, noto su calor y su caricia a través de la fina y gastada tela

Hoy la despedida resulta más triste que otras veces, aparco el coche y acompaño a Nico dentro de la estación,  y espero hasta que entra en la zona reservada a los viajeros del Eurostar después de unos largos besos.

El abrazo y los besos son muy tiernos, se va a pasar otro mes sin que podamos estar juntos y se nos va a hacer muy largo, como soy llorón no puedo evitar las lágrimas que ruedan por mis mejillas hasta llegar a mis labios.

-Te quiero Daniel, quiero que lo sepas y lo recuerdes siempre y si te apetece ir a París puedes hacerlo, a los muchachos les alegrará si vas alguna vez.

-Si no estás tú, ¿para qué?, me lo pasaré bien aquí, recuerda que aún me quedará Evans.  –y me abrazo abrazo a su cintura hasta que tiene que partir.

Agradezco llegar a la divina rutina del trabajo, a mi labor que comienzo a conocer y me gusta, aunque me agradaría más verme en un solo cometido y no en tantos donde no me puedo centrar como quisiera.

Cuando volvemos de la planta en pruebas, de obtener los resultados para la primera reunión del día, llegamos helados pero alegres, el viento sopla gélido y los árboles se van quedando desnudos, depositando el dorado manto de sus hojas en el suelo para quedar expuestos a la fría niebla que llega del río y envuelve sus esqueletos. Comienza a verse la entrada de la fábrica a través de las ramas de los árboles casi desprovistas de hojas.

Al principio no he podido hablar con mi jefe de cosas personales y ahora, antes de entrar en la reunión, en el laboratorio y con una taza de caliente té en mis manos, podemos hablar de cosas intranscendentes que no tienen que ver con el trabajo.

-Fue muy bonito el pasar el sábado con tu familia, Nico me pidió que te volviera a agradecer la invitación.

-No te preocupes, todos lo pasamos muy bien, mis hijos se encontraron con vosotros, gente joven con la que hablar, puedes ir cuando lo desees, cualquier otro sábado.  –alabé su casa y a su familia y los elogios le hicieron sonreír y enseguida derivó la conversación hacia otros temas.

-Después de la reunión y antes de comer, me gustaría que te desplazaras hasta la depuradora y que veas cómo va aquello.  –y mientras entramos en la sala de reuniones la conversación es totalmente de trabajo y sobre cosas que tengo que hacer.

Entiendo que igual se siente aturdido y abrumado por las lisonjas y alabanzas que le he hecho y quiera cortarlas, pero son totalmente sinceras.

Tengo que abandonar la reunión antes de que finalice para tener tiempo y llegarme hasta la depuradora, camino debajo de las tuberías de colores, el cielo está gris y a veces caen algunas gotas, he escuchado las noticias de estos días y las grandes lluvias que han caído en algunas partes del país han causado inundaciones y alguna desgraciada muerte.

Durante la comida, en la mesa de mi jefe, se habla de la visita del Presidente del Gobierno de mi país al Palacio del Elíseo, ninguno tiene confianza en nuestros respectivos gobiernos y dejo mis comentarios sobre el trabajo para cuando volvamos a los despachos.

Cuando llego a casa Rayhan viene a mi encuentro, lleva un pantalón de trabajo con peto, puedo verlo ya que la cremallera del anorak la lleva bajada. Viene con una hermosa sonrisa en su boca y le espero con la puerta del coche abierta.

-¡Hola, Daniel!       -vaya…, con que desenvoltura se muestra ahora y sin vergüenzas.  –¿Necesitas que te ayude?      -no espera mi contestación y me quita la bolsa del ordenador de la mano, me acompaña hasta la puerta y sostiene mis cosas mientras abro.

No quiere entrar, tiene mucho que estudiar y marcha para realizar su trabajo. Le miro alejarse por la rendija de la puerta que no he cerrado del todo, con sus manos en los bolsillos del anorak y varoniles andares, se coloca la capucha y así evitar las gotas de agua que salpican en los charcos del suelo, haciendo pompas de aire que luego explotan.

Preparo mi ropa de piscina para mañana y trabajo estudiando un par de horas.

A la noche Nicolás me comunica que sale el martes para España, va vía Santander para hablar con Carlos, no visitará a mis padres ya que a la tarde, después de su reunión, volará para Madrid a reunirse con su familia.


Hoy se pasan las horas de trabajo sin incidencias reseñables y a la vuelta me detengo en la gasolinera, lleno de gasoil el depósito del coche antes de parar en el  Carrefour que se encuentra cercano, compro mi fruta, leche y yogures, algunas cosas para la oficina, poco a poco me voy cargando de artículos.

La piscina está concurrida pero encuentro un hueco en una calle y hago mis ejercicios hasta sentirme agotado, los usuarios de esta hora, la mayoría chavales jóvenes, van cogiendo confianza y me hablan o preguntan alguna cosa, sobre todo porque les extraña lo bien que nado, o eso dicen ellos.

Rayhan, ya es habitual y parece esperar mi llegada, me ayuda a llevar la compra y colocarla en sus lugares.

-Daniel tengo un tema que no entiendo muy bien, ya sé que no dispones de mucho tiempo y hoy has llegado más tarde, pero si pudieras orientarme un poco.  –me hace gracia como mueve sus cejas para solicitar la ayuda, frunce su frente y las cejas quedan inclinadas en los extremos hacia abajo, dos arrugas verticales ocupan la parte alta de su nariz adornando su entrecejo.

-No hay problema, si es que puedo ayudarte lo haré, ahora vamos para allí.

-No, no hace falta voy a por el libro y así no te desplazas tú.  –dicho y hecho, sale por la puerta y mientras vuelve me cambio de ropa, llega con el libro abierto y lo coloca en la mesa alta, voy leyendo el enunciado de su problema, se coloca a mi lado y nuestros costados se rozan, me llega su poderoso y agradable olor a sudor y jabón de lavadora.

Le explico lo que creo yo que le piden y va asintiendo cuando le miro girando mi cabeza, estamos con las cabezas muy juntas y su aliento abrasador llega a mi oreja, pasa un brazo por mis hombros para señalar con su otra mano un diagrama de flujo, me entra un estremecimiento y debe haberlo notado porque retira su brazo de mi hombro y se separa un poco. Mis explicaciones le convencen y dice creer recordar que algo así fue lo que les dijo el profesor.

Me tiemblan las manos y a él también, cuando recoge el libro se le caen unos papeles que llevaba sueltos entre las hojas, se agacha para recogerlos, su cabeza queda a la altura de mi vientre, brilla su pelo algo alborotado con caracolillos largos y al levantarse se despide nervioso.

Me recrimino a mi mismo mi comportamiento, parezco de menos edad que él y no sé lo que pasa a mi cuerpo cuando le tengo tan cerca y puedo olerle y sentir el calor que me llega de él.

Llamo a Natalia y quedamos para tomar algo mañana y dar una vuelta, después trabajo y estudio un poco antes de llamar a Nico, está ya en el aeropuerto de Loiu esperando su vuelo, debería decirle lo que me sucede con Rayhan pero no me atrevo.

Ha comido con Carlos y le acompañaba Amadeo, se lo presenta como amigo, Nico sabe quién es aunque aún no le conocía en persona, me ha oído hablar de él muchas veces y sabe la relación que tiene con Carlos, está en España y se quedará hasta después de fin de año, me alegra un montón, podré verle y abrazarle, va a resultar muy grato, hace mucho tiempo que no estamos juntos ni nos vemos.


Retrospectivo: Diez años antes.

Lo cierto es que este año lo pasé bastante bien en Toronto, era mi tercer verano en Canadá y fue el primero en el que, cuando se acercaba la fecha de partir me lo tomé con mucha tranquilidad. Lloré el día de mi cumpleaños y ese día me sentía terriblemente solo, luego la exigencia de las clases me ayudó a aliviar mi dolor y soledad.

A veces me volvía la ilusión, ese año se produciría un cambio importante en mi vida, por la elección del nuevo colegio y podría estar con Gonzalo de nuevo después de dos años. Aparte de las ganas de ver y abrazar a mis padres era el único motivo que tenía para desear volver.

Si por mí fuera no me hubiera importado seguir en Canadá, en el viaje de vuelta empecé a pensar en cómo sería el año próximo con todas las novedades que me esperaban y que me inspiraban algo de miedo.

En el aeropuerto de Frankfurt tuve que esperar varias horas a mi enlace con España, bebiendo una botella de agua y comiendo algo que me quedaba de lo que la señora de la casa me había entregado antes de partir.

Mi añoranza por Canadá quedó olvidada cuando vi a mis padres esperándome, los abrazos y los besos fueron pocos, mis padres son así, no les gusta exteriorizar sus sentimientos y cuando entré en mi habitación me tiré redondo y cuan largo soy en la cama, la paz del hogar me llenó, me inundé otra vez de sus olores, la música que llegaba del salón, el cuchicheo cuando mi padre le decía a mamá que no causara ruido, que igual llegaba cansado y querría dormir un poco. Es cierto que estaba cansado, me levanté y fui al salón donde mamá se afanaba en sacar mis cosas de la maleta, todo ello para lavar.

Les había llevado como regalo un adhesivo imantado de una panorámica de Toronto, mamá dijo que lo llevaríamos a la casa del pueblo y colocarla con las demás, en la viga que soportaba la escalera que iba del salón a la primera planta, donde ya estaba uno de Montreal.

También había comprado más de veinte llaveros para regalar a los amigos, a mis padres les encantaron y les pareció un detalle muy bonito de mi parte, eran todos iguales, realmente compré todos los que había en la tienda.

Llamé a Gonzalo, estaba en la casa de sus abuelos y quedamos para vernos el sábado que bajaría a la casa de su tutor para quedarse los días de colegio ya que el curso comenzaba.

Eran dos días los que tenía que esperar y ahora que estaba tan cerca me iban a parecer eternos. Pasaron los dos días y me desplacé hasta la casa de su tutor que está bastante cerca de la mía y es la misma donde viven  Al y María. Habíamos quedado a la tarde para luego ir al cine.

Cuando llegué tuve que esperar, el personal de seguridad que había no me permitía pasar, al fin me identificaron y me pidieron que fuera por la puerta de atrás.

En una sala estaban reunidos todos sus amigos o los de Al, había algunos que conocía más como a Carlos, Raúl y Sergio, los que dentro de unos días serían mis compañeros y también estaban dos chicos rubios que había visto menos, Amadeo y Pablo, este era más joven, con el pelo como una escarola que le hacía que la cara afilada que tenía, se le viera redonda.

Gonzalo les había comunicado ya que iba a comenzar mis estudios en su colegio, me dieron la bienvenida entre bromas hablándome de lo malos que eran los hermanos religiosos y de que tendría que ir a misa una vez a la semana. Al me hacía señas abriendo la boca, poniendo los ojos en blanco y apuntando con su dedo índice en la sien, como que estaban locos y que nos les hiciera caso.

Les había llevado un montón de llaveros de los que había comprado en Toronto, les hizo mucha ilusión que llevaran la bandera de Canadá, me sobraron algunos. Cuando apareció María le entregué un regalo que me había dado mi madre para ella.

Hacía bastante calor en la sala, quizá faltaba ventilación al tener las ventanas colocadas tan altas y pensaron que estaríamos mejor en la calle o en la playa, Pablo fue a su casa para pedir permiso y cuando salíamos el volvía con la cabeza baja y enfadado, su madre no se lo había concedido, se quedaría y jugaría con María.

Hicimos el recorrido por el paseo, a la sombra de los grandes tilos y al final pasamos por el subterráneo, debajo de la carretera para llegar al Paseo Marítimo, mucha gente volvía ya de la playa para sus casas y nosotros hacíamos el camino inverso. Al principio del paseo me indicaron la parada del autobús que les pertenecía coger a ellos y que yo debía tomar en una parada anterior.

Se gastaban bromas entre ellos y a veces peleaban, luchando por cualquier tontería, o corrían por el césped del paseo, a mi no me agradaba porque había muchos perros que hacían sus necesidades en la hierba.

La idea inicial era ir al cine, pero en su lugar bajamos a la arena, ya estaba casi vacía de bañistas y encontraron a unos chicos conocidos que necesitaban jugadores para completar un equipo, Gonzalo, Raúl, Amadeo y Sergio enseguida se apuntaron, se quitaron las camisas y nos las entregaron, pasamos un rato mirándoles como jugaban, bajamos hasta la arena mojada y Carlos propuso que diéramos un paseo hasta el final de la playa.

Iban hablando de sus cosas, de gente del colegio que yo no conocía, una fresca brisa hacía bailar mis cabellos y disfrutaba de la belleza del mar, me iba quedando rezagado y Al se volvió.

-No te quedes atrás, anda más deprisa.  –aceleré mi paso para llegar a su lado.

-Quitémonos el calzado.  –sin esperar respuesta se sentó sobre la arena y se quito las playeras de lona que llevaba, Carlos hizo lo mismo y no me quedó más remedio que hacer lo que indicaba. Nos sujetó de una mano y nos llevó a chapotear en el agua. Me sentí un transgresor de mi normal comportamiento, pero según el agua me iba mojando los pantalones cortos que llevaba y escuchaba las risas de ellos, me iba metiendo en el juego terminando por reír y disfrutar del momento.

Fue una las tardes deliciosas que pasaría con Gonzalo y su cuadrilla de amigos, nunca llegaría a tener las confianza que entre ellos se tenían pero fui haciéndome un hueco en su vida.

El lunes siguiente comenzaría el año de primero de bachiller, me desperté muy nervioso, el uniforme era diferente, quizá más elegante, con un escudo de cantos bordados en dorado, sobre el bolsillo superior de la chaqueta que nos daba cierto empaque. La parada no estaba lejos de mi casa pero llegue corriendo y sin poder respirar, pensando que quizá podría perder el autobús.

Ya había recogido a otros alumnos de anteriores paradas, los chicos me miraban curiosos al encontrarse con un desconocido hasta que llegamos a la parada donde cogían el autobús Gonzalo y Al, Amadeo y Pablo quedaron esperando su autobús ya que van a diferente colegio. Pasaron a mi lado y me saludaron, se fueron hasta el final, me levanté y les seguí, me pidieron que pusiera mi mochila sobre un asiento, había que guardar el lugar para los demás del grupo que recogeríamos en otras paradas, después de algunas recogimos a Sergio primero y después en la siguiente a Raúl y Carlos.


La mañana iba transcurriendo a las mil maravillas y tenía en mi cabeza que debía llamar a mi casa, me había comunicado mi madre que ayer martes operaron a un tío mío, iban a visitarle esta mañana y quería saber cómo estaba de ánimos, no quería llamarle directamente a él sin saber cómo se encontraba y si podría coger mi llamada.

A media mañana tengo la buena noticias de que todo ha ido muy bien, estaba incluso levantado, hablo con él, es un tío que me gasta bromas a veces y al que siempre le he gustado, salvo el que sea marica como a veces me dice cariñoso, su hijo menor es dos años más joven pero nunca hemos intimado más de lo habitual entre primos y ha estudiado en otro colegio y Universidad, casualmente vive cerca de Al y Gonzalo en el mismo paseo de los frondosos tilos.

Cuando llego a casa veo a Rayhan esperando en el dintel de la puerta de su lugar de trabajo y se encamina hacia donde aparco habitualmente, hace mucho frío, el termómetro comienza a bajar en la escala y desciende ya de los 0 grados.

Charlo un momento con él, va colocando mis cosas y ayudándome mientras hablamos, me cuenta algo de sus hermanos, no le atiendo como debiera por motivo de mi trabajo, tengo que poner una lavadora antes de salir al encuentro con Natalia, me cambio de ropa y me meto en unos pantalones de lana gruesa, un poco ajustados. Rayhan me observa mirando mi figura de arriba abajo.

-¿Qué miras?   -le pregunto sonriendo.

-Te están muy bien esos pantalones.  –sonrío mientras él se pone nervioso y me doy una vuelta coqueto para que me vea, se aproxima y coloca una de sus manos en mi cadera, el pantalón es de tiro bajo y su mano cae encima de la camiseta, noto todo el calor que desprende y me estremezco ligeramente, él está de un rojo intenso o con la piel más oscura.

-Deberías subírtelo un poco más. -me he retirado para separar su mano de mi cuerpo, se queda con ella en el aire y me entra una terrible vergüenza y sofoco por mi sobreactuación.

-Sí, gracias, son así, mira como los tengo.  –y ahora soy yo el que hago lo que no debo, llevar mis manos al culo para señalar lo ajustados que me quedan, y como se me marca todo en un puro coqueteo, pero pienso que el tres cuartos que va a ir encima lo tapará todo.

Me despido de él y salgo a la intemperie de la tarde fría y ya oscura, me dice que espere y se va al departamento de herramientas donde estudia para recoger sus libros y luego vamos juntos hasta su parada de metro. Hemos hablando muy poco después de lo pasado en el estudio aunque creo que no podemos dejar de pensar en ello.

Natalia me espera en una terraza de la plaza, donde trabaja nuestro ya amigo, el camarero del que he hablado en otras ocasiones. Ha escogido una mesa y tomo asiento a su lado después de darnos un abrazo y un beso.

-¿Estarás contenta?, dentro de poco volverás a casa. –le hablo mientras me quito los guantes y la bufanda.

-Como loca, no te lo puedes imaginar bien, volver a salir por Málaga con los amigos de siempre.  –no sé lo que habrá pensado sobre lo que yo sienta.

–Perdona aquí también estoy bien entre mis amigos, sois todos gente muy buena.  –no entiendo bien el sentido de sus palabras y además me guiña un ojo.

-No pasa nada, yo también extraño lo que he dejado atrás, a todos nos sucede lo mismo.  –llega mi “amigo” y es imposible no sonreír con él, siempre tiene algo bonito o gracioso que decir.

A pesar del frío la gente pasea y da vueltas en la plaza, muchos bebiendo cerveza, hay mucha fiesta y la cantidad de luz anima el ambiente, salimos del refugio de la terraza cubierta y del abrigo de sus paredes de cristal para unirnos a los que vagan charlado en la plaza.

Nos despedimos, seguramente no volveremos a vernos más hasta nuestra vuelta de vacaciones, Natalia marchará la semana que viene aunque ella quiere que nos veamos el fin de semana.

Cuando llego a casa lo primero que hago es cenar y luego llamo a Nico, él está ya en Barcelona, espera a su familia para trasladarse el fin de semana a Baqueira, van a pasar allí unos días con amigos y familiares, como han hecho muchas veces.

Está con sus amigos de allí y me hace ver  que se divierte a pesar de echarme de menos y desear estar junto a mí.


Esta mañana los del departamento de Recursos Humanos han pedido que pasara el personal de la fábrica por un determinado lugar, para recoger un regalo de Navidad que se entregaba según es costumbre en la empresa, yo no lo tenía destinado, son algunos dulces que no tienen importancia alguna. Como había bajado con Elie les ha preguntado a los R.H. el por qué yo no tengo mi regalo, la disculpa está clara, yo no compongo la nómina del personal de Francia, Elie se ha molestado sin motivo ya que es comprensible. Ha sido una anécdota sin valor.

He hablado con mi jefe, he llegado a la conclusión de que es más práctico y funcional, para que mi trabajo se desarrolle mejor, que las personas conmigo relacionadas trabajáramos en un despacho compartido. Le ha parecido muy buena la idea y Elie y otras dos personas han sido trasladadas a mi despacho, la verdad es que para cuatro se ha quedado un poco pequeño el espacio, pero es más práctico y mejora la forma de trabajar al no tener que estarnos desplazando continuamente de un lugar a otro, resulta más entretenido y tengo la impresión de que no es tan frío el lugar.

Casi había olvidado mi llamada a la inmobiliaria reclamando un fontanero, habían pasado varias semanas y lo tenía presente en un papel arrugado sobre la mesa que pronto desaparecería envuelto en otros papeles.

Cuando llego a casa me cambio de ropa y me pongo un cómodo pantalón de chándal de cintura de goma un poco viejo, hacía muy buena temperatura y para no sudar, porque tenía que hacer trabajos, me coloco una camiseta blanca de Nico, que me sobraba por todas partes la tela y con un enorme escote.

Estaba en el cuarto de baño poniendo la lavadora cuando escuché que tocaban en la puerta de la calle, no era el timbre, alguien llamaba golpeando suavemente en ella, fui a abrir y en el dintel estaba Rayhan.

-¡Tachán! -me apuntó a la cara con una pistola de aplicar silicona, venía sonriente y haciéndose el gracioso, nuestras relaciones habían cambiado, y mucho, desde la semana pasada cuando disfrutamos colocando el adhesivo de las ventanas.

-Ha estado el fontanero, como no podía quedarse porque era su hora de finalizar el trabajo, me ha dejado la silicona para rejuntar la encimera de la cocina.  –le sujeto por el brazo y entre risas tiro de él para que entre, en la calle hace mucho frío y llevo una ropa muy ligera.

-Venga pasa y haz tu trabajo.  –se está volviendo un travieso y jugaba como los chicos pequeños, me aparta haciéndose el importante como si fuera un “Rambo” de las películas y algo ya se le parece, yo río viendo sus gestos, el esta serio en su papel hasta que finaliza soltando la carcajada,

Apoyo mis manos en la encimera del otro lado de la cocina, intentando impulsarme y saltar para sentarme en ella y poder observar cómo trabaja, no puedo y golpeo en el borde con mi coxis, me causa dolor y me quejo. Rayhan deja la pistola con la silicona a un lado y se aproxima a mí que estoy inclinado frotándome el culo,  me sujeta de las caderas y me levanta como si fuera una pluma, me sostiene en el aire como si mi cuerpo no pesara, luego me deposita con suavidad sobre la encimera, tarda unos segundos en retirar sus manos que al sostenerme parece que acarician. Le miro como limpia la zona donde tiene que aplicar la silicona.

-Lo voy a hacer bien, el técnico me ha dado instrucciones precisas. -reímos los dos de sus gracias de niño pequeño, los gestos exagerados que hace mientras limpia y prepara la zona de trabajo.

-Ya está limpio ahora lo dejaremos secar bien y aplicaremos la silicona el sábado que tendré tiempo, ¿te parece bien?  -sin que le responda continua.  –Tienes que procurar no mancharlo para que agarre bien el producto.

-No te preocupes, no tengo intención de cocinar estos días.

Finaliza su trabajo, limpia y recoge todo y me muestra encantado el resultado de su trabajo extendiendo sus manos.

-Tengo que reconocer que lo has dejado muy limpio y brillante, cuanto termines tu trabajo tendrás tu premio. -hago intención de levantar mi culo apoyándome con las manos en la encimera para saltar al suelo, me detiene colocando su mano sobre mi pecho, se ubica entre mis piernas y sujeta de nuevo mis caderas para elevarme y  ponerme en el suelo. El proceso inverso que antes había hecho, me eleva con sus manos todo lo que puede y luego me va bajando, resbalando mi cuerpo sobre el suyo, mis labios rozan su nariz en el descenso y tengo que retirar el cuerpo hacia atrás, en el movimiento mi pelvis se pega a la suya, noto una tremenda excitación en su entrepierna, su aliento que huele a rosas azota con violencia mi rostro.

Ya estoy en el suelo pero no termina de soltarme y separar nuestros cuerpos, noto su aliento que quema mi cuero cabelludo, el calor de su boca muy próxima, levanto la cabeza y nuestras miradas quedan prendidas, el negro de sus pupilas es más profundo y oscuro, tiene la boca cerrada y respira agitadamente por la nariz, sus oscuros labios están húmedos, turgentes, hinchados y..., deseables.

Sin darnos cuenta, en un movimiento impreciso y errático su cabeza desciende, sus labios se posan sobre los míos, es un beso suave, casi infantil, sencillo; debía haberme retirado, ese era el momento, pero me quedo respirando el aire que expele por sus fosas nasales, aturdido y asombrado a la vez, con mis brazos caídos a lo largo de mi cuerpo.

Sus manos suben de mis caderas a la cintura, noto su calor y su caricia a través de la fina y gastada tela, y me aprieta con fuerza contra él, el beso se hace un fundido de carnes, abre su boca y atrapa mis labios, instintivamente tiro mi cabeza hacia atrás pero él me sigue sin separar los labios.

Sus brazos me aplastan contra él haciéndome daño, tengo el mueble pegando contra mi culo y no puedo moverme, al fin giro mi cabeza liberando un poco mi boca, su aliento arde, está rojo como un demonio.

  • Rayhan, Rayhan, suéltame, ¡por favor! Rayhan, me haces daño, ¡por favor!  -lo digo sofocado y casi sin respiración, estrellando mi aliento en su abierta boca, su abrazo se hace más fuerte aún, pienso que va a romperme la columna vertebral, tiene una fuerza brutal que no controla, pero poco a poco va soltando el abrazo, muy lentamente, como si temiera que fuera a escapar y desapareciera, así hasta que retira sus manos y las coloca en el borde del mueble.

A pesar de todo estoy preso entre sus brazos y el armario aunque ahora puedo respirar, pongo mis manos sobre su pecho para empujarle y apartarle de mi, una gota de líquido cae sobre una de ellas, alzo la mirada y veo a Rayhan que está llorando, las lágrimas surcan sus mejillas hasta su barbilla y luego caen mansamente, como gotas de rocío al licuarse cuando el sol lo calienta.

-Perdóname, perdóname Daniel, no sé lo que hago.  –da media vuelta y a paso rápido se encamina hacia la puerta para marchar, para huir del lugar de su delito, asustado, y también herido.

-¡Espera Rayhan! -me abalanzo sobre él y hago que se dé la vuelta, me abrazo a su cintura.  –es tremendo ver un cuerpo tan grande, de hombre imponente estremecido por los sollozos.

-No ha sucedido nada Rayhan, tranquilízate antes de que te marches.  –forcejea un poco conmigo, sin ganas, continua llorando, eso me parte el corazón, es un niño pero ver un cuerpo tan formidable llorando produce daño, permanezco un momento abrazado y se va calmando.

Paso mis brazos por su cuello, hago fuerza para que baje la cabeza y me pongo de puntillas y le beso, uno mis labios a los suyos que están mojados de sus lágrimas, le beso una y otra vez con suavidad, con el corazón encogido de pena y cariño por él, hasta que su respiración se calma.

Sujeto su mano y le llevo hasta el sofá, le empujo para que  tome asiento y yo me pongo de rodillas a su lado para dejar a la misma altura nuestras caras. Ahora que podemos mirarnos a los ojos veo su negrura insondable y húmeda donde titilan las luces, paso mis brazos a su cuello y voy besando  toda su cara de niño con ternura inmensa.

Continuará…