24 horas decisivas
Lola fuma un cigarro en la cama de su hermano, éste está dormido. Cruje la tarima del suelo. Los musculos de la cara de Lola se tensan, su padre se acerca...... Lola observa pensativa las volutas de humo blanco que asciende, aunque le aterra la decision, decide afrontarla. Relato de amor, intriga y pasión hasta la última línea.
Prologo
Son las dos de la madrugada, el silencio solo se ve interrumpido por el monótono tic-tac de un reloj de pared. Lola, mientras estudia unos apuntes de ordenación urbana, estira la mano para coger un cigarro, la cajetilla no esta. Pasea la mirada sobre su habitación y entonces recuerda. Lentamente abre la puerta y sale al pasillo, va descalza y como única vestimenta lleva una camiseta de baloncesto. Con sigilo se encamina hacia la habitación de su hermano y abre la puerta. Luis, al percibir un ruido entre sueños, se gira quedándose destapado, está desnudo.
A través de la penumbra, Lola se aproxima al borde la cama, se sienta y se recuesta sobre el cabecero. Se inclina sobre Luis y sutilmente le da un efímero beso sobre el borde de su oreja. Se oye un gruñido, Lola sonríe, alcanza un cigarro y lo enciende mientras observa a su amante dormido.
Al inhalar una calada, nota cierta rigidez en la comisura de sus labios y humedeciéndose los dedos con sus saliva se limpia los restos de semen adheridos.
Oye, el ruido producido por la cisterna del servicio, contiene el aliento. Cruje la tarima del suelo del pasillo. Los músculos de la cara de Lola se tensan, su padre se acerca. Agudiza el oído, solo el tic-tac se escucha. Breves segundos después, vuelve a oír como los pasos de su padre se alejan y una puerta se cierra. Lola se permite un suspiro audible.
Lola, observa pensativa las volutas de humo blanco que ascienden. Llevan así tres meses, casi todas las noches, el deseo y la pasión se apoderan de ellos y acaban extasiados. Aunque le aterra la decisión, decide afrontarla, aun incestuosa su amor es más puro que el de muchos, y no piensa ocultarlo.
Estira la sábana tapando a su hermano y se vuelve con el tabaco a seguir preparándose el examen.
2
Unos golpecillos de nudillos en la puerta, despiertan a Lola; -Lola, son las siete y media-, exclama su hermano. Los primeros rayos de sol entran por la ventana e ilumina la estancia, Lola se levanta con dificultad. Al observarse en el espejo de pared; comprueba como le han salido unas bolsas alrededor de sus negros ojos, su cara esta demacrada y se siente cansina. El embozo de la sabanas están apiñadas a un lado. Su breve sueño a sido todo menos reparador, y sabe que la causa no es precisamente por el examen.
Al salir de la ducha revitalizadora, Luis la esta esperando, -Hermana, que tengas suerte en el examen- , aproximándose a ella y dándole un beso en sus húmedos labios. Lola, acercandose a su oído le susurra, - me duelo los pezones por tu culpa, anoche casi me los arrancas-, - eso te pasa por intentar meterme un dedo por el culo, cochina-, responde con una sonrisa Luis.
Mientras toma el café tonificante, Lola oye la moto de Luis que sale del garaje con destino a su nuevo trabajo en el Liceo Francés. Poco a poco a cada sorbo se va animando, se siente amada y es profundamente feliz, pero no le ha dicho nada de lo que piensa hacer.
Unos golpes a la espalda la vuelve a la realidad. Al girar, su madre con gran zozobra le entrega un sobre de correo blanco,- sabes lo que vas hacer, Dolores-. Lola espirando lentamente,- creo que sí mama, es mi obligación-. Pues cumple con tu obligación-, sentencia su madre besándola en la frente.
Por la tarde terminado el examen, Lola se pone el chándal y sale a correr por la pista de atletismo próximo a la facultad de arquitectura. La suave temperatura otoñal ayuda a correr. Mientras que autónomamente sus largas y musculosas piernas se desplazan con ágil zancada, su mente rememora el principio de todo.
"Apenas había cumplido los catorce años, ya había tenido mis primeros escarceos entre sonrisas nerviosas, alguna caricia furtiva y algún que otro beso intencionado, pero me parecían toscos, burdos, infantiles y notaba que mi cuerpo necesitaba más.
Todas las tardes cuando corría en el campo de atletismo después de las clases, me sentía observaba y estaba hinchada de orgullo de lo que provocaba mi cuerpo. Por herencia materna, me estaba desarrollando más rápido que las demás; cuando corría mis senos aún en desarrollo, ya se movían a través de mi camiseta de tirantes, provocando miradas de lujuria en unos y de envidia en otras. Mi cintura empezaba a marcar mi silueta y bajo los rayos tórridos del sol, pequeñas gotas de sudor se deslizaban sobre mi plano vientre, y ya algún que otro profesor me había intentado secármelos con una toalla. Las piernas algo musculosas, se empezaban a esterilizarse, y marcarme un respingón culo. Tenía un cuerpo de mayor aun con inmadura mentalidad y eso lo sabían todos.
Harta de crios, una tarde mi vecina Claudia, me convenció para ir al cine, con su ligue y un amigo de éste el sábado por la tarde, -Veras como nos divertimos, no son niños así que estos no se mean como tus amigos-, y guiñándome un ojo -nos lo pasaremos de fábula-.
En la puerta del cine, me presentó a Marcos, me pareció mayor, tendría cerca de los treinta años, y sentía un corte tremendo; pero su sonrisa, con esos ojos de color caramelo y esa dulzura en sus ademanes, me relajé en seguida y me sentí gozosa de estar con un hombre.
No habían pasado muchos fotogramas de la película cuando sentí su mano y su brazo sobre mis hombros. Se ladeo y me susurró algo al oído, me sentía como la mantequilla cuando se derrite al calor. Entre susurros sugestivos, alguna caricia sobre mis brazos desnudos, y un húmedo beso sobre mi mejilla, me iba poco a poco calentando. Me estrujaba contra él y al ir a protestar, sentí como sus labios atrapaban los míos. Una descarga eléctrica intensa, profunda sacudió todo mi cuerpo. Los besos se sucedieron, cada vez más profundos, su lengua penetraba en mi cavidad vocal, y me gustaba y me sentía atrapada, querida. Su mano se deslizó sobre mi camisa y empezó a acariciar mis senos, lo impedí con una mano, pero él cogiéndomela se la llevo a su falo erecto.
Me quedé ensimismada, notaba entre mis dedos algo suave, duro, nervuda, con esa cabeza sonrosada, lustrosa. El apretaba su mano sobre la mía y la deslizaba a lo largo de su hinchado pepino, le oí como su respiración se hacía más sonora, y me sentí húmeda de dar un felicidad a un hombre. Me sonrió y me beso profundamente y mi lengua se encontró con la suya, y empecé a excitarme; mi mano estaba soldada a su pene y no quería soltar ese hermosura de palpitante humanidad. Deslizó su mano a través de mis muslos, que tímidamente lo impedí cerrado las piernas, pero su mano penetro hasta mi húmeda almeja y sus dedos empezaron a acariciar mi clítoris y poco a poco empecé a gemir a disfrutar intensamente y tuve mi primer orgasmo, me corrí pero quería más, necesitaba mas, quería ser follada.
En su casa, sentí por primera vez como el miembro viril me penetraba, me embestía; fue dolorosa note el desgarro interno y un alarido se me escapo, quise zafarme, pero no me dejo, poco a poco el dolor remitía y un profundo placer inundaba todo mi cuerpo. Se corrió sobre mis tetas y al notar como su esperma saltaba sobre ellas y sentir su calor, un estremecimiento sacudió todo mi cuerpo, con una mano limpie su leche y la lamí ávidamente.
Me volvía a correr y mis líquidos salían a borbotones cuando su lengua se deslizaba sobre mi clítoris y metía dos dedos sobre mi vulva, fue una experiencia inolvidable y estaba gozosa, hambrienta y dispuesta a satisfacerle, a quererle, a amarle.
Me enseño a mamársela, pero en mi inexperta boca, le arañe con mis dientes, un -así no tonta- retumbo en mis oídos que no me gustó, pero lo disculpe se lo merecía todo. Mi boca iba torpemente tragando su berga, me empezaban a dar arcadas pero trataba de impedirlo, era dulce el paladear ese miembro dentro de toda mi cavidad bucal, pero ya no podía tragar más. Mientras el suspiraba y me exigía más y más, me cogió con ambas manos mi cabeza y en cada penetración impulsaba mi cabeza para que tragara más, lo sentía en la garganta y el placer se transformo en angustia. Carlos no me soltaba y traté de oponerme, pero estaba embrutecido, exaltado; le mire suplicándoselo, pero sus ojos ya no eran dulces, eran brillantes con una locuaz intensidad.
Al fin me soltó, me cogió y me levanto por las piernas y dándome un beso me empujo contra la pared. Sentí como esa carne dura me penetraba salvajemente, una y otra vez; cada vez más profundo. Me golpeaba contra la pared, y el placer se había convertido en miedo, me dejaba llevar hasta que sentí dentro de mi como su lefa me salpicaba y me inundaba.
No me sentía violada, pero si usada, me daba asco y me puse a llorar. Carlos con una sonrisa burlona, musito, -¿qué te pasa, putita?, ya veras como vas a disfrutar-.Y empezó a acarciarme.
Estaba asustada, le grite,- Tengo catorce años, si me tocas un pelo más, voy a la policía.
Llegue a casa con una sensación agridulce y preocupada de que mi cara reflejara la tarde vivida. Solo estaba mi hermano Luis. Me observó en silencio, -¿algún problema?-. Nada que no pueda solucionarse-, le conteste. No quería mirarle a los ojos, estaba nerviosa. Me cogió por el regazo y me sentó entre sus piernas. Me acarició el pelo, suavemente me los mesaba. Me miraba con sus ojos grises, dulces y hermosos. La luz de los focos de la habitación iluminaban mi cara y los restos del semen seco brillaba en la comisura de mis labios; mis muslos, tenía restos de mis jugos mezclados con hebras de sangre. Me vio, comprendió y se apiadó de mi, simplemente me dio un beso sentido, cálido; y susurro, - dúchate y vete a la cama, jovencita-.
No podía comprender la malicia de algunos hombres, mi hermano con solo diecisiete años, era mas hombre que muchos. Cuando jugaba al baloncesto se partía el cobre contra los mastodontes del equipo contrario, a veces en la defensa zonal los golpes se sucedían y le había visto sangrar por la nariz o sufrir un esguince pero nunca se quejaba.
Tenia un torso musculoso, de las pesas y los entrenamientos. Mis amigas estaban enamoradas de él. Si, era algo rudo y duro pero noble y jamás se le ocurriría forzar como me acababan de hacer a mí.
No me arrepentía de nada, según me duchaba el agua limpiaba y arrastraba los dolorosos momentos y me quedaba con ese placer que sentí.
Salí de la ducha empapada del agua tonificante. No encontraba ninguna toalla grande, así que cogí una camisa de Luis del canasto de ropa y me la puse encima. Sentí el suave hedor de sus sudor mezclado con el aroma de su colonia Víctor y me sentí feliz, protegida, querida y en ese momento note como un pequeño agujero se abría en mi corazón y pensé que hermoso hubiera sido que mi hermano me hubiera desvirgado, me hubiera entregado a él con locura.
Poco sabía que en ese momento me estaba enamorando de mi hermano".
Los focos de la pista hacía un rato que se habían encendido. Lola se paro, al mirar al reloj observo con estupor que llevaba más de dos horas corriendo alrededor de la pista, su camiseta estaba completamente mojada, las piernas le brillaban del rocío de su sudor. Levanto la cabeza y vio a su padre que la esperaba en el coche, en la calle adyacente a la alambrada de la pista. Le saludo a lo lejos y se fue a los vestuarios.
3
Manolo Mendoza, el padre de Lola y Luis, era el socio principal del bufete familiar, creado por su suegro. Conservador y adinerado, como se suele decir había dado un braguetazo cuando se casó con su mujer. Cuando recibió la llamada de su hija en el móvil, estaba discutiendo ciertas cláusulas de un contrato con unos clientes. Le extraño lo inusual de la llamada pero no le dio importancia. Papa, si no estas ocupado por la tarde, me gustaría que me vinieras a buscarme-, y cambiando el tono de voz, venme a buscarme después del entrenamiento, quiero hablarte de algo-.
Apoyado sobre el capó de su mercedes, Manolo observaba a su hija como corría ensimismada. No le gustaba la expresión que tenía y negaba con la cabeza en señal de preocupación. Se sacudió unas hojas secas que se habían caído sobre la manga de su chaqueta, y con mirada reflexiva se preguntaba que significaba ese "algo" del que quería hablarle.
Aunque Luis era su ojito derecho, se veía reflejado en él. No dejaba de reconocer que Lola era algo especial, no era ese físico impresionante, con esos ojos profundos y directos; ni siquiera su personalidad; era algo que la permitía cambiar el mundo a su antojo y le sorprendía que no supiera el porque.
Cuando Lola salió del vestuario, Manolo la vio, confirmó sus sospechas de la preocupación aunque ella tratara de disimularlo.
- Dame la bolsa cariño, la pondré en el maletero- arrebatándosela cuidadosamente.
Lola le dio un beso a su padre, su sonrisa no ocultaba su tensión, que tal si vamos a tu club, hace muchos años que no lo piso.
Manolo, desconcertado por la petición contestó,- si claro, es una buena idea-, y tratando de relajar el momento,- no me dirás que necesitas dinero para algo inconfensable-. No, no es nada de eso-, concluyo Lola metiéndose en el coche.
Empezó a lloviznar y el limpiaparabrisas emitía su característico zumbido. Sobre la acera algunas parejas cogidos de la mano corrían entre sonrisas en busca de un refugio. Lola los observaba, dio un suspiro y mirando al frente volvió a recordar.
"Tres años después, el incidente de mis desfloración había desaparecido de mi mente, el único recuerdo que se mantenía era la costumbre de ponerme las camisetas de mi hermano. A mi madre no le gustaba, pero me daba igual. Algunos inconscientemente mueven una pierna mientras hacen una actividad intelectual, otros se tocan el pelo, yo acariciaba la camiseta y la estrujaba contra mi ser. Incluso me gustaba dormirme con ellas con ese hedor que penetraba por todos mis poros.
Empecé la universidad, y ya había entendido algo de los hombres, sabía que mi cuerpo a algunos los ponía viciosos perdidos. Allí conocí a Marga, era pícara como el pimentón, más juguetona que los monitos y lista como las raposas hambrientas. Estudiaba con beca y no era de la ciudad pero enseguida congeniamos. Algunas tardes en el bareto de la facultada armábamos un jolgorios de impresión. Admiradores no nos faltaban..., y admiradoras.
Con Marga se despertó mi ramalazo bisexual. Marga me enseño que todas las mujeres somos ligeramente bisexuales y aquel viernes por la tarde supe que tenía razón.
Subía la vieja escalera de madera de su casa alquilada. Era el último piso, una estancia abuhardillada; húmeda y fría en invierno, calurosa y sofocante en verano. Pon los andares y el crujir de las pisadas sobre los escalones del tramo final, Marga sabía quién venía, por lo que solía abría la puerta sin necesidad de mirar.
Aquélla tarde, Marga estaba solo cubierta con una bata de tela. Al trasluz de la ventana se percibía todo su cuerpo. Ligeramente maquillada, me miro y sonrió. Se sentó a horcajadas sobre el banco sin respaldo de la mesa, que estaba desplazado al centro de la habitación. Un gran cojín descansaba en el extremo del banco. Me invito a sentarme con unos golpecitos sobre el banco al lado de ella. Me senté enfrente de ella y mi faldita tubular deja a descubierto mi tanga. Cuando Marga se terminó de pintar sus carnosos labios con un rojo pasión. Se deslizo hacia mi, y abrazándome, dijo, - te voy a dar dos buenas noticias, una que hemos aprobado el examen-, y empujándome hacia atrás caí sobre el banco con la cabeza sobre el cojín, cuando quise reaccionar, mis tobillos estaban encadenados sobre el banco. No podía incorporarme. - La segunda es que te voy a follar-.
- Déjate de coña, y suél....-, mis labios quedaron apresados por los suyo, note un clic sobre mi muñeca derecha. ¡estaba a su merced!
-Lo primero es rasurarte-, con una navaja de barbero, me fue rasgando la ropa hasta desnudarme, con el borde posterior de la navaja, me la pasaba sobre el cuerpo y sobre los pezones, estos al contacto del frió metal se erizaron y se endurecieron, Yo la miraba extasiada, la contemplaba en silencio, me relajaba y me empezaba a gustar.
Tenia preparado una brocha con jabón y me lo restregó sobre todo mi bello pélvico, con el filo de la hoja me empezó a rasurarme. -No mires, siente-, me dijo. El terror que me producía que me pudiera cortar, incomprensiblemente me excitaba. Terminó de rasurarme, con los dedos de su mano izquierda me abrió mis labios vaginales y con la brocha embadurno todos mis pliegues íntimos, con suavidad con mano experta, mi cuerpo empezaba a sentir sensaciones fuertes. Con sus manos me abrió completamente mi almeja y descendiendo sobre ella me lo empezó a lamer. El contacto de su lengua sobre mi clítoris me dio una sacudida que me condujo a un inmenso placer.
No me dejo correrme y llegar al orgasmo, me dejo necesitada, insatisfecha y ansiosa de ella. Me soltó y desnudas las dos, mirándome satisfecha, dijo, -bésame si quieres que follemos-.
Tres horas después, mi cuerpo y mi boca sabían a ella. Al observarla sobre mi regazo dormida, pensé sobre mi situación. No podía quejarme de mi vida sexual, me gustaba sentir y disfrutar, me corría como una loca cuando una boca lujuriosa me lamía mi sensibles protuberancias. Conocía amigos, disfrutaba de sus falos y dejaba que disfrutaran de mis encantos, pero en cuando entrábamos en el campo afectivo; incomprensiblemente mi inconsciente los rechazaba.
Siempre encontraba algún defectos para rechazarlos, sus gestos, sus físico, su inteligencia, daba igual. Era como si existiera un patrón ideal con la que todos los comparara y ninguno superase el listón; como si el pequeño orificio de mi corazón siguiera absorbiendo los sentimientos de mis amigos y nunca se llenara con ellos. Algún día encontraré el hombre de mi vida, me decía.
Fue casi al final del primer curso, una tarde, tomando una copa con Marga en el bareto de la facultad, y cuando me contaba la batallita de la noche anterior con burlona sonrisa, se presentó mi hermano Luis. Estudiaba filología francesa y su facultad estaba cerca de la mía por lo que de vez en cuanto me venía a buscar. Hacía tres meses que los había presentado por lo que no me causo sorpresa cuando Marga beso a Luis, pero éste se lo devolvió en los labios. Me quede estupefacta, pero mi pasmo subió de tono cuando Luis sonriéndome me dijo, - tonta, no sabes que salimos-.
La cara de Marga era una pura suplica, la miraba con incertidumbre, no podía articular palabra alguna, solo ante las expectativas de ambos pude decir, -¿tu y ella, qué sorpresa?-.
Pero mis pensamientos se revolucionaban y se agolpaban con interés de materializarse en palabras sonoras. Pensaba, "Marga liada con mi hermano, pero ¡¡ si ambos follamos con la misma persona!!", y con un recocido resentimiento, "¿sabrá este gilipollas, que Marga es una puta?", y más serena, "¿por qué me sobresalto tanto, no es mayorcito mi hermano?".
Solamente en casa, en la oscuridad de mi habitación sobre mi cama y al ponerme una camiseta de mi hermano, comprendí la causa de mi zozobra. Estaba celosa, mi hermano era mi patrón ideal que mi subconsciente utilizaba. Nunca quise dar crédito a mis sentimientos por él, pero ahora lo comprendía. Estaba enamorado de Luis y aun incestuoso, amoral o indecente para algunos, lucharía por él y su amor."
Al frenar el coche y divisar la puerta del club, Lola volvió a la realidad. Un portero amablemente abrió la puerta y la ayudo a salir. Había escampado y en el suelo abundaban los tonos ocres, amarillos y rojizos de las hojas marchitas. Una suave racha de húmedo viento, la provoco un repelus. Su corazón latía con fuerza cuando entraron en el club.
4
Luis se extraño que ni Lola, ni su padre estuvieran en casa. Entró en la cocina y el olor de unas patatas recién fritas, le atrajo como el imán atrae al hierro. Con un par de sabrosas papas en la boca le pregunto a su madre si sabia donde estaba Lola. Si, esta con tu padre, iban a hablar de algo-. Las patatas se le atragantaron y con una arcada las escupió al suelo.
-Te pasa algo hijo-, dijo su madre mirándole desconsoladamente. -No, mama es que me estoy quemando-. Cuando Luis se fue de la cocina, su madre mostró una sonrisa condescendiente.
Luis, conociendo a su hermana, se imaginaba lo peor, fue a su cuarto y al dejar las cartera en el cajón dela mesilla, vio el papel, "Luis no puedo más, he decidido contarle lo nuestro a papa, y mejor que sea yo sola, espero controlar la situación. No te enfades mi amor".
-Lola, Lola, siempre imprevisible y decidida-, pensaba Luis al dejándose caer sobre la cama. Dio una carcajada al releer la nota, - ¡¡me protege como si fuera un niño!!, cada día la necesito más, aunque me joda la vida-. Recostado sobre la cama, volvió a pensar en el incidente del salón que tantas veces él y Lola lo habían hablado.
"Estaba anocheciendo cuando Luis llegó, las luces del salón estaban todas encendidas. Al entrar un penetrante olor le causo náuseas, olía a porros. Sobre el recibidor dejo el manojo de llaves y una bolsa con libros franceses recién comprados. Oyó un gemido seguido de un suave quejido. Se quedó quieto, expectante. Escuchaba voces de mujeres, ahora eran alaridos que provenían del salón. Luis se paró enfrente de la puerta del salón, agudizando el oído. Un sobresalto le invadió cuando reconoció la voz de Gema. Abrió la puerta y al contemplar la escena se quedo atónico, incrédulo, confuso. Gema y su hermana desnudas y tumbadas sobre la alfombra del salón estaban haciendo un 69.
Lola fue la primera en percatarse de su presencia, se levanto tapándose con sus manos sus senos y su zona vaginal. Gema en su éxtasis tardó algo más, tumbada hecho la cabeza para atrás y le vio. Apresuradamente Marga se giro y se quedo arrodillada mirándole con verdadero estupor.
Las dos observaban a Luis y este a ambas en un silencio sepulcral. La cara de Luis estaba desencajada, sus ojos vagaban de dolor. Lola miraba a Luis serena y expectante, pero al detectar el dolor de él, sus ojos empezaron a enrojecerse. Danos la ropa, suplico Lola. Con mirada aturdida, Luis vio las ropas que estaban sobre un butacón y se los arrojo. Antes de salir miró a su hermana con rabia, en su cara se dibujaba una muesca de despreció y al mismo tiempo de incomprensión. Un fuerte portazo se oyó, y Lola y Gema se pusieron a llorar.
Gema mientras se vestía, se encaró con Lola, - tu sabias que venia, verdad-. Lola no respondió. Gema salió sin despedirse.
Lola estaba angustiada, no solo había perdido al ser que más quería de su vida, si no que podía haber perdido a su hermano, y eso no podía permitirlo. Piensa Lola, se repetía una y otra vez. La boquilla del cigarro quemaba de lo rápido que daba caladas. Estaba desesperada y solo cabía una solución, explicarle sus celos, su amor que le profesaba, que daría media vida por tenerlo a su lado.
Sonó la puerta de la casa y Luis ando por el pasillo. Aguantó impaciente a que las luces del pasillo se apagaran, y cuando entro en su habitación, Lola se armó de valor y fui a su habitación.
Al abrir la puerta, la extraño que el tirador tuviera sangre. Pasó dentro, tiritaba de miedo y ansiedad. Le miró y le vio magullado, sangrando por la boca, la camisa desgarrada. Se acercó a él, con ojos enturbiados. Se abrazo y llorando le pidió perdón. Suavemente pero decididamente Luis separo sus brazos de su cuello, y con voz cansina, le dijo, déjame-.
Lola salió de la habitación y fui corriendo a por el botiquín; le daba igual lo que le había dicho y lo que le dijera. Abrió el congelador y sacó una bolsa de cubitos de hielo. En el camino de vuelta entra en su habitación alcanzó una sabana vieja del ropero, y volvió a la de Luis.
Luis descamisado tenia una herida en la zona lumbar, se asustó por si hubiera sido un navajazo, pero al acercarme note que era un corte por rozarse con algo punzante.
- Túmbate boca arriba, Luis, por favor- le suplicó. Luis la observó calladamente, con dureza y rabia en sus ojos. Su dura mirada se fijo en el botiquín que Lola con manos temblorosas sujetaban. Se quitó los zapatos y se tumbó.
Lola, se recostó al borde de la cama y empezó a desinfectarle las heridas del cuerpo. Luis no miraba tenía los ojos cerrados. Al contacto con el alcohol, hacia un rictus de dolor, pero se contenía. Las lagrimas de Lola caían sobre su pecho, se maldecía por su alocado comportamiento. Con voz entrecortada preguntó, - ¿qué ha pasado Luis?-.
La cara de Luis se tensó y se endureció, se incorporo ligeramente y con furia contenida, respondió, que ¿qué ha pasado?, que me estas jodiendo la vida, Lola. Ya ha pasado cuatro años desde que aquel cabrón te forzó de esa forma; pero madura, demuéstrate que no solo eres una máquina de follar. ¿Después de la novia de tu hermano, quién te falta para completar tu colección, tu hermano, Lola?. Pues estas equivocada como tú las encuentro a pares. Enamórate, siente una caricia sincera y afectiva aunque sea torpe e inexperta-. Dio un profundo suspiro, sus músculos se relajaron y se volvió a tumbar cerrado los ojos.
- Solo te voy a responder a una cosa, en mi colección solo hay cabida para una persona y.....; Luis la interrumpió; - Déjalo, estoy alterado, me he dado una ostia con la moto y no se lo que digo, tienes el derecho de hacer lo que más te guste-, y atrayéndome hacia él, le dio un beso en la mejilla.
Se ahogaba, notaba que su corazón sangraba a borbotones y se perdía por ese agujero negro. Del botiquín saco una bolsita de plástico introdujo los cubitos de hielo y protegido con un trapo se lo aplico al ojo ensangrentado. Luis respingó pero se contuvo. Lola le contemplaba, le miraba y se daba cuenta que siempre le amaría aunque fuera en lo más profundo de su corazón.
Se aproximó más a él para limpiarle las heridas de la cara. Solamente llevaba su camiseta de baloncesto, y al limpiar la pequeña herida de su oreja sus senos se apoyaron en su pecho. Su boca estaba a escasos centímetros de la suya, sentía su aliento y sus pezones se erizaron. Luis no se movía sentía el cuerpo de su hermana encima, solamente su respiración se aceleró.
Abrió un ojo, y mientras le limpiaba y desinfectaba, Lola notó su miraba y se dejaba querer. No le veía, solamente sentía sus punzante mirada como recorría su rostro, sus labios, sus ojos. Al limpiarle el corte de su labio, dio un pequeño alarido. Le miró, suavemente se mordió el labio inferior, y con la mejor sonrisa que podía le dije, -quejica-. Y por fin, Luis sonrió.
Estaba relajado, Lola se tumbó paralela a su cuerpo, necesitaba sentir aunque fuera por unos instantes su cuerpo junto al suyo. La camisita al tumbarse se la había levantado y su pequeño tanga quedaba al descubierto. Luis, no tardo mucho en descubrirlo y con miradas furtivas lo observaba. Le deje un rato, le miré y estiró la camiseta para taparle su lujuriosa visión. Luis se ruborizó.
¿ Has hablado con Gema?-. Si, hemos roto-. Una inmensa alegría interior recorrió todo su cuerpo, y Luis se percato.
¿Eres lesbiana, Lola?. No contesto inmediatamente, dejó que la pregunta fluyera en el ambiente, notó su hinchazón en el pantalón, que la excito más aún, se sentía húmeda, e iba a decirle, "ámame y los sabrás", pero solo se atrevía a contestar, -¿por qué quieres saberlo, si ya me has juzgado?-.
No le contesto, el momento pasó, pero no la importó. Por dios que no le iba a perder.
5
A través de una puerta de caoba envejecida de arco de medio punto, se accedía al coquetón hall de entrada del club. Lola lo recordaba igual a los tiempos en que le llevaba su abuelo materno. Las sillas y butacas de madera noble con asientos de cuero rojo Burdeos; en las paredes de tonalidades ocres colgaban cuadros de paisajes bucólicos ingleses. Seguramente copias de Turner y Constable, pensó Lola al volverlos a ver. Al pasar cerca de la barra, dos morenas, en perfecto estado de revisión, charlaban animosamente con un grupo de abogados. Lola las hecho una ojeada y desvió la cara con pícara mirada hacia su padre, pero no dijo nada. Manolo lo agradeció. Sobre la tarima de roble negro, una alfombra verde billar, les conducía a los reservados, en uno de ellos sobre dos butacones chester se sentaron uno enfrente al otro.
El camarero se acercó y Manolo pidió un johnnie walker con mucho hielo, ante su asombro su hija pedió lo mismo; necesitaba una sobredosis de valor.
Tras unos breves comentarios sobre lo poco que había cambiado el club, y dos largos tragos, Lola comenzó. Su padre le miraba expectante.
- Estoy enamorado de una persona muy cercana a nosotros-, Manolo se quedo mirándola perplejo, poco a poco iba analizando sus palabras, se notaba en sus ojos. Cuando sus pupilas se dilataron, Lola comprendió que ya había llegado a la conclusión, y con decisión dijo, -si, es tu hijo y mi hermano, y él me corresponde-.
Manolo se horrorizo, como un mazazo en la cabeza se quedó estupefacto, noqueado. Tras breves instantes, se abalanzó sobre ella con expresión crispada, con intención de abofetearla. En su impulso el vaso se escapó de entre sus manos, produciendo un estruendo al chocar en el suelo. Lola estaba angustiada, le miraba con terror. Los hielos saltaron por el aire, el whisky salpicó la cara de Manolo frenando su primitiva intención. Un camarero se acerco apresuradamente para limpiar el lugar. Lola tragó saliva, sus dedos estaban agarrotados. Solo la proximidad del camarero le salvo de ser ostiada.
Manolo, con rabia contenida y con una muesca de desprecio dibujada en su cara, dijo,- ¿desde cuando te follas a tu hermano?.
Lola tardó varios segundos en reaccionar, ni siquiera podía llorar. Su corazón bombeaba con pulsaciones desenfrenadas, se sentía morir. Sabia que su padre reaccionaría impetuosamente pero jamás con ese arrebato. Se había puesto en su lugar y entendía su estupor pero confiaba que su padre comprendiera.
Respiro hondamente se sobrepuso y mirando como se deshacían los cubitos de hielo, volvió a hablar.
Anoche te oí en el pasillo, y yo no estoy dispuesto a ocultarlo a vosotros; nos amamos, nos queremos y nuestro amor es tan noble como cualquiera otro. Por eso tengo que decírtelo.
Tu estas loca Lola, crees que es una de tus muchas aventuras; que cuando te cansas, lo dejas.
Me creas o no, llevo años queriéndolo en silencio, sufriéndolo en mi intimidad, le amo papá.
Qué sabrás tú, si solo tienes 20 años. ¿Qué quieres buscar? la ruina de la familia. Si tu madre se entera de esto la matas. Te enteras las matas y no voy a permitirlo.
Nos obligas a irnos de casa, es eso lo que quieres para salvar tu reputación. No te pido comprensión solo tolerancia, y queremos seguir en casa viviendo todos juntos.
Si, eres muy lista sin duda, pero perversa y diabólica; y a mi no me embaucas-, y tras una pausa,- No tienes moral, no respectas ni a los que te quieren-.
Un gemido de dolor se le escapo a Lola, sus ojos se nublaron, con la cabeza agachada, avergonzada se fue con premura al baño, iba a llorar amargamente y quería que nadie la viera.
Cuando Lola volvió del baño, se sentía derrotada. Al pasar por la barra pidió una botella de agua mineral. Al mirar de reojo a su padre, que la miraba desde su asiento con dura expresión, se percató que a las dos morenas que vio al entrar, se había añadido otra rubia con pinta todavía más sospechosa. Tuvo una corazonada y acercándose a ellas se puso a hablar; dos minutos de animada charla, le confirmo sus sospechas, eran "secretarias privadas" y una en concreto conocía a su padre.
Desde la lejanía veía a su padre como se removía en el sillón. Ya había oído suficiente, con una sonrisa se despidió de las chicas y enfilo hacia su padre. Mucho faltaba por hablar, se dijo.
Con una serenidad pasmosa fruto de su fuerza interior se encaro a su padre, dio un largo trago de la botella que llevaba en la mano. Ahora su padre estaba tenso
Lola dijo,- volvamos a empezar, podré ser lasciva, pero yo no estoy casada. Vamos a razonar serenamente, por lo bueno-, y enfatizando la palabra, -o por lo malo-, concluyendo,- y ya me conoces voy a luchar por el amor de Luis por encima de todo.
Una hora después, Manolo se marchaba a casa, Lola prefirió volver a casa andando. Le quedaba lo peor, lo que más la angustiaba, lo que menos controlaba.
6
Mientras Lola vagaba por las calles semidesiertas, repasaba todo lo que había hecho por el amor de Luis. Se había interesado por su mundo, había aprendido francés para leer sus libros que tanto estudiaba. Le invitaba a cenar con sus amigos, sabiendo que tales amigos no existían, para cenar solo con él y hablar. Cuando estaba deprimido con cualquier excusa le convencía para ir a un pub y pasear cogido de su brazo. Cuando estaba demasiado alegre, se ponía enferma o se hacia la enferma, para expulsar sutilmente a las competidoras. Desde que forzó la rotura con Gema y se dio cuenta de su amor hacia él, llevaba con paciencia tejiendo una tela de araña a su alrededor en espera que cayera en sus brazos; y eso ocurrió en una fiesta del Liceo francés.
"Le habían invitado a una fiesta en un hotel, el liceo Francés como uno de los licenciados de la última promoción de filología francesa. Me propuso ir juntos. No te preocupes si no entiendes lo que hablas, también saben Español- me dijo con aire de superioridad.
Puse una excusa y deliberadamente quedé con él dentro del hotel. Ese día por la mañana me rasuró todo su cuerpo, me di una crema tonificadora y me hice una limpieza de cutis, una profesional me maquillo. Me puse un vestido negro de seda natural, donde mis senos pobremente se ocultaban por dos tiras triangulares, que partiendo de la cintura se unían en mi cuello, la espalda iba desnuda. La falda larga, se plegaba de forma suelta y natural sobre mis piernas, marcándolas. Unos zapatos con tacón, realzaban mi figura. Estaba de vicio y me sentía lujuriosa y hermosa.
Al entrar en la sala, amablemente un empleado cogió mi capita de mutón que cubría mis hombros desnudos. El corazón me golpeaba con fuerza, pero me sentía segura. Un amable camarero se acerco y me ofreció una copa de champán, que gustosamente atrape y di un pequeño sorbo mientras oteaba el ambiente. Vi a mi hermano, que indiferente a mi presencia, hablaba ensimismado con una rubia juguetona. Joder, pensó, hasta aquí tengo competencia.
- Hola Luis -, le salude. En ese momento bebía un poco de champán, me observó, y se le atraganto el sorbo, asombrado, tosió y pidió disculpas a su compañera. Antes de que metiera la pata, me adelante y me presente a la rubia con mi francés fluido pero con acento español, - soy, Lola, una amiga de la infancia de Luis -. La rubia dejo de tocarse el pelo de una puta vez, y con falsa sonrisa me saludo en su nativo francés,- oh, soy Julie, me alegro de conocerte.
Julie pretendía marcar su terreno, me fusilaba con sus ojos, la cortesía se había acabado. Me hablaba rápido en francés, pero afortunadamente conseguía entenderla, y eso la exasperaba. Como aire de importancia me comento que era especialista de literatura del siglo XIX y colaboraba en diferentes publicaciones. Por un momento me acogoté, pero afortunadamente tengo buena retentiva y me puse a hablar sobre Paul Arène, François Coppée, y otros, todos autores bastante raros. Pero contraataqué cuando le comente que mi preferido era Barbey Daurevilly y su escandalosa obra de "Las diabólicas", con sus hembras morenas, diabólicas y hermosas. Quería insinuarla como yo.
La pobre se quedo de piedra, y con tacto me dijo, -ah, estudias como Luis, Filología francesa-.
Era mi momento, - Oh no querida, yo estoy en tercero de arquitectura, simplemente en mis ratos libres de vez en cuando leo literatura francesa-. Comprendió su derrota, y tras despedirse de ambos, se alejo.
Por una vez aprecié que Luis estaba orgulloso de mi, calladamente me sonreía, me apretujó suavemente contra él, me dio un beso y susurro, - "amiga" tienes que contarme muchas cosas- acariciándole con una mano su cogote le insinué, -descúbrelas-.
La velada prometía, algunos no me quitaban la vista encima ni cuando tragaban panchitos. Me desenvolvía lo suficientemente bien, que no paraba de hablar y reír con todos los que se me presentaron. Mi hermano no me quitaba ojo de encima, le notaba algo tenso, mosqueado más bien, estaría celoso pensaba con lujuriosa satisfacción.
A los compases de una suave balada, me cogió por la cintura y me llevo a la semioscura pista de baile, sus manos cálida como el sol del atardecer, se deslizaban sobre mi desnuda espalda, yo me abrace a su cuello, y apoye mi cara sobre su hombro. Le sentía tenso, le metí los dedos por su pelo y se lo acariciaba. Suavemente me dejaba llevar; no era buen bailarín, pero que importaba, estaba entre sus fuertes brazos, y me sentía desvanecer.
Cada giro, sus manos me oprimían contra él. Me cuchicheaba alguna que otra cosa al oído, notaba su colonia y su hedor, y mi boca se secaba. Me beso superficialmente en el cuello, y gemí como una gatita en celo. Sin hablarle, me apreté a el, mis pezones se marcaban sobre la tela y se comprimían contra su camisa. Notaba su pene erecto, y mis fluidos empezaron a humedecer la cavidad de mi almeja. Habíamos llegado, girando y girando a la zona oscura de la pista, dejo de balancearme, me aprisiono y le correspondí apretando mi ansioso conejito en un intento de abrazar su duro pepino. Me miro y le mire con la boca entreabierta, cerré los ojos cuando sentí como sus húmedos labios atrapaban a los míos y su lasciva lengua penetraba en mi boca. Su mano se deslizo hacia mi culo, y con un dedo apretó hasta puntear mi ano. Arqueé ligeramente mis piernas y apoye mis labios vaginales, sobre su glande que se marcaba sobre su pantalón. Di un profundo alarido de placer.
- Lola, te voy a joder toda mi vida, por todas las pajas que me he hecho pensando en ti-, en ese instante una estremecimiento recorrió todo su cuerpo y tuve un repentino orgasmo.
Le bese con pasión, - te he amado toda mi vida -, me miro a lo más profundo de mis ojos y exclamo, - y yo desde que supe que no podía vivir sin ti.
Cuando en la intimidad de mi habitación, los dos desnudos, sudorosos, ansiosos uno del otro, disfrutando como una posesa, le acariciaba su falo con mi lengua, abrazándolo con mis labios, restregándolo con mi paladar, y tragándomelo hasta mi garganta. En ese momento le mire, y vi unos ojos lujuriosos pero amorosos; excitados y brillantes pero tiernos y dulces; y sentí que ese agujero de mi corazón donde mis sentimientos se vertían, se cerraba y mi corazón se llenaba del amor del hombre que quise toda mi vida".
Lola al girar en una esquina miro hacia arriba, una luz amarillenta iluminaba un ventanuco. El cielo estaba estrellado. Palpo el bolsillo inferior de la chaqueta; el sobre blanco seguía ahí. Miraba la luz con profunda preocupación, hacía dos años que no pisaba la casa. Un gato negro la distrajo cuando cruzo la calle. Dos personas mayores entraban en un portal. Lola, los vio, cruzo la calle y antes de que se cerrara la puerta entró en el portal.
Subió el último tramo de la escalera y golpeó la puerta. Su corazón latía con fuerza. Unos segundos después oyó como un chaspete abría la puerta.
Se miraron en silencio, Gema dándola la espalda, se sentó a ahorcajada sobre el banco. Lola hizo lo mismo quedándose las dos enfrentadas. Seguían sin hablarse, Lola observaba a Gema, estaba delgada y envejecida. En su cara ajada los ojos hundidos estaban vidriosos. Su antaño brillante pelo estaba mustió y sucio. Entre ambas un espejo contenía restos de coca y abierta la navaja de barbero. Lola dio un sollozo y se tapo su cara con las manos.
no te gusta lo que ves, niña de papá. Te advierto que hoy no rasuro, rajo, niña bonita.
He venido a darte una explicación y ayudarte si me dejas.
Te remuerde la conciencia, puta codiciosa. Yo no era mucho para los Mendoza, verdad niña bonita-. Gema cogió la navaja y la blandió delante de la cara de Lola, -Te tengo ganas, Lola, no necesito tu puta ayuda. Olvídame.
No puedo-, contesto Lola y al extender su brazo un dolor intenso y punzante sintió en el antebrazo derecho. Gotas de roja sangre empezaron a deslizarse por la hoja empapando la manga de la chaqueta. Lola tenia una expresión crispada de dolor y miraba a Gema, no quito el brazo. Las gotas empezaron a caer sobre el espejo y por cada gota que caía el odio acumulado sobre ella se fue disolviendo, finalmente Gema retiro la hoja sin mirarla.
Márchate, Lola, no quiero hacerte más daño.
No te contesté aquélla tarde. Si, yo lo preví para alejarte de Luis, pero no fue por ese motivo. Cuando me dijisteis que salíais juntos, me di cuenta que estaba enamorado de él. Era mi patrón como te había dicho muchas veces, que se me revelaba, y sentí celos y lo quería para mi.
Lola haciendo un esfuerzo con el brazo izquierdo extrajo el sobre del bolsillo derecho, poniéndolo encima del cristal. Gema no movía ni un músculo de su cuerpo.
- Se que has dejado la carrera a mitad del curso y que a duras penas conseguistes que te volvieran a conceder tu beca el año pasado. Llámalo remordimiento o justicia; para mi, es agradecimiento y cariño por una vieja amiga. Te doy lo que he podido conseguir, podrás pagarte la matricula, pagarte el alquiler e incluso comer el curso que empieza y aquí tienes una recomendación de trabajo de fin de semana. Con lo uno y lo otro saldrás adelante y siempre me tendrás a tu lado.
Gema seguía sin mirarla,- márchate, odio todo lo que representas, no quiero tu mísero dinero y jamás vuelvas.
En el quicio de la puerta de la casa, Lola se fijo en el corte ensangrentado, se volvió y la dijo, - las lágrimas más amargas son las que se derraman sobre la tumba por las palabras nunca dichas y las obras inacabadas. Yo por esto no moriré pero tu por eso si, y no quiero derramar lagrimas sobre tu tumba, Gema.
Lola bajaba las escaleras, escocida no por el dolor del corte, sino por su incapacidad de haber recuperado a su amiga. Se sentía abatida y culpable. Bajaba las escaleras cuando se apagó la luz. Gema estaba ensimismada observando el sobre y la navaja. Lola empezó a palpar la pared en busca del interruptor, lo encontró y continuo bajando. Gema miraba con expresión extraña la navaja. Lola llego al portal y al intentar abrirlo no pudo, se volvió hacia atrás para dar al interruptor de la puerta. Abrió la puerta del portal y entonces un grito desgarrador de "Lola" se oyó por todo el hueco de la escalera, seguido de unos pasos que apresuradamente bajaban por ella.
Justo a las dos de la mañana llego Lola a su casa. Su padre y su hermano estaban encerrados en el salón. Su madre al verla salió fuera. -¿Que tal el día?- le pregunta angustiada,-todo bien, mama-, le contesto Lola, con una sonrisa cansina, -¿y, papa?-. Danos tiempo, Lola; no todos somos como tu-. claro mama, claro-.
A la misma hora un barrendero recogía una navaja de barbero y lo tiraba en el contenedor.
Epilogo
El ultimo año del curso fue difícil para Lola, pero lo completó y al defender el proyecto de fin de carrera se encontró con una sorpresa, tenía un ocho.
Gema se había recuperado de las drogas, con el apoyo de Lola terminaba tercero, y estaba segura que le volvían a conceder la beca. Además trabajaba en el bufete del padre de Lola.
Luis y Lola pasaron una quincena vacacional en París, Al llegar a casa, Lola, sentía que algo había cambiado, solo cuando abrió su habitación se percató, la habitación había sido sustituida por un estudio de arquitectura completo. Pero su sorpresa fue mayúscula cuando vio que la cama de Luis había sido sustituida por una de matrimonio.
Su Padre en el club dio una fiesta, por sus hijos, por los amantes, por sus seres queridos.
Por su cumpleaños recibió en encuadernación de lujo un regalo anónimo de "las diabólicas" con una dedicatoria. " Diabólica, dios mío qué mortal placer". Desde entonces dicen las malas lenguas que Lola ama locamente a Luis por las noches y a Gema en las tardes de hastío.
Fin
Por supuesto, cualquier crítica es de agradecer, sobre todo si esta es diabólica. Tanto por mail como en el apartado de comentarios. Gracias por llegar hasta estas líneas finales.