23 de Febrero
No me di cuenta de su presencia hasta que me topé con ella. ¿Un ángel? ¿Un demonio? Tampoco supe. Lo único que conocí esa tarde fue su inquietante historia y comprendí cómo sutiles detalles pueden llegar a transformarse en crueles evocadores de recuerdos. ¿Moraleja?
23 de Febrero. Por Vinka .
No me di cuenta de su presencia hasta que me topé con ella. ¿Un ángel? ¿Un demonio? Tampoco supe. Su mano sin querer rozó la mía al abrir la puerta y su frío me traspasó la piel, como una punta de lanza perdida clavándose en mi sensibilidad.
Levanté la mirada para ver a la dueña de esa gélida extremidad.
Por primera vez en mi vida, "hermosa" me pareció una palabra insuficiente.
Sus ojos se conectaron con los míos durante un instante, demasiado fugaz, pero lo justo como para percibir en ellos una insultante belleza y una abismal oscuridad. Me inquietó, debo admitir, produciéndome un leve estremecimiento. Si, como dicen, la mirada es el espejo del alma, esta mujer debía sobrellevar un doloroso e insondable tormento.
Reparó en las flores que llevaba en mi mano y pareció inmutarse para inmediatamente continuar su camino tras la puerta.
Entré tras ella, o mejor dicho, tras la estela que había dejado su perfume.
Me acomodé en una mesa cercana a la barra. Era Lunes, temprano aún y no me apetecía llegar a casa todavía. Quería tomar unas bebidas, distraerme un poco y, si la suerte estaba de mi lado, tal vez disfrutar de alguna conversación agradable. Aprovecharía también a reservar una mesa para este Jueves, que, como cada último Jueves de mes, era día de de las "happy hours" y de la junta de costumbre con el grupito de siempre.
Hola preciosa, lindas flores. ¿Qué te traigo? - me preguntó Fernando, uno de los dueños del pub, que seguramente no tenía nada más que hacer a esta hora.
Hola guapísimo, qué gusto verte, tráeme una "coca" sin hielo, para empezar. ¡Ahh! y un cenicero. - respondí con una de mis habituales "sonrisas-por-favor", dejando el pequeño ramillete sobre la mesa, colgando mi cartera en el respaldo de la siila, sacándome la chaqueta y, de uno de sus bolsillos, mi cigarrera.
Recorrí visualmente el pub "escaneándolo" para ver quién estaba y quién no y la descubrí sentada en la mesa del rincón, ordenando al mesero su consumo, mientras sacaba de su bolso un celular y una libretita de apuntes. A esta hora el lugar estaba muy tranquilo y se podía escuchar la música ambiental prácticamente sin interferencias.
Aquí tienes, Paulita. - Fernando trajo lo solicitado interrumpiendo abruptamente mi contemplación. - Sé que no me lo has pedido, pero te daré un buen consejo - señaló, mirando inquisitivamente en la dirección que revelaba mi mirada - Ni lo intentes, preciosa, dicen que no tiene corazón.
¿Por qué será que cuando alguien te dice algo así, en vez de disuadirte, más curiosidad te provoca?
¿La conoces? - pregunté sin ocultar mi interés.
¿Tienes tiempo? - repondió sentándose en la silla junto a mí, con una sonrisa triunfante en el rostro.
Todo el tiempo del mundo cariño - contesté encendiendo el primer cigarrillo del día, anhelando una historia interesante.
Se llama Antonia, viene aquí todos los 23 de Febrero a celebrar su cumpleaños como un doloroso ritual solitario y amargo. Pide un trago, a veces algo de comer, revisa su celular esperando un mensaje que nunca llegará y pasa el tiempo escribiendo en la libreta que siempre trae. ¿Sabes? Ella escribe muy bien. La conozco hace años, desde el colegio. Te sorprendería saber que era una joven dulce, alegre, sensible, pura de sentimientos y de alma.
¡Wow!, Fer, realmente has logrado toda mi atención, continúa, por favor.- dije mientras tomaba un buen sorbo del contenido del vaso, marcando sus bordes con la típica huella "pink pearl" del labial.
Era una de las chicas más populares del curso, bellísima, inteligente, simpática y buena amiga. Muchos compañeros la revoloteaban constantemente con la esperanza de que se fijara en ellos, me incluyo también, por supuesto. - dijo esto último tras encender un cigarrillo que sacó de mi cigarrera luego de mi consentimiento implícito. - Nos hicimos amigos, bueno éramos un grupo bastante unido. Nos queríamos mucho y nos cuidábamos mutuamente. Siempre era la más solicitada al momento de elegir compañera de trabajo y, también, el alma de las fiestas. Nunca quiso involucrarse con ninguno de nosotros, sabiamente diría yo, y mantuvo una excelente amistad con todos. Le perdí la pista un tiempo cuando entramos a la universidad. Ella se fue a estudiar ingeniería comercial a la capital y nos escribíamos algún mail, además de encontrarnos en el msg de vez en cuando. Luego de unos años volvió como profesional exitosa, a cargo de una nueva empresa que se instalaba en la zona y casada con un muy buen partido.
Una historia perfecta, casi como para cuento de hadas. Chica ideal, matrimonio correcto y trabajo exitoso ¿qué pasó? - insistí, mientras tenía que pedirle uno de mis cigarrillos a mi interlocutor que se había apoderado ya de mi cajetilla y mi mirada se fijaba involuntariamente en la mesita del rincón donde ella escribía, como buscando la manera de armonizar la imagen del iceberg que tenía frente a mí con la de la protagonista del relato que escuchaba de labios de mi amigo.
A los pocos meses, la empresa contrató a una mujer para asumir la dirección del departamento de adquisiciones. Javiera, la recién llegada, era una chica muy sensual, soltera, más o menos de la edad de Antonia y tan hermosa como ella. Inmediatamente comenzaron a trabajar y formaron un gran equipo. Juntas eran dinamita pura, como se dice. Con el tiempo, esta perfecta relación laboral traspasó las barreras formales y se convirtió en una gran amistad. Después del trabajo solían pasar por acá. Llamaba mucho la atención ver a dos mujeres tan hermosas conversando larga y amenamente, como si nunca se les agotara el tema.
Ok, amigo, de acuerdo, hasta aquí una linda historia, pero, ¿qué tiene de extraordinaria? - repliqué impacientándome un poco, sospechaba que pronto escucharía lo que realmente quería escuchar.
Ante la creciente confianza y el cariño instalado entre ambas, Javiera sintió un día la necesidad de contarle a su amiga lo único que tal vez pondría en riesgo su amistad. Sin saber exactamente cómo reaccionaría, terminó confesándole a Antonia que mantenía hace ya un par de meses una relación muy sexual con Camila, una excitante y arrebatadora mujer que trabajaba de secretaria en la misma empresa y que se le había metido por los ojos hasta lograr conquistarla.
Uff, aquella revelación debe haber sido una verdadera bomba - agregué ahora mucho más interesada, dándome cuenta, por mi vaso desocupado, que necesitaba ordenar otra bebida.
Sí, realmente fue una bomba, pero de efectos paradojales, diría yo, puesto que no hizo más que sembrar dudas y curiosidad en Antonia, quien comenzó a necesitar cada vez más la cercanía de Javiera, sintiendo que algo extraño le ocurría con ella. Se inquietaba mucho si un día no la veía o no se hablaban. Cuando se dio cuenta de que lo que sentía, cada vez que veía a Javiera con Camila, eran celos, reconoció que se estaba enamorando.
No puede ser - miraba impresionada hacia el rincón, apenas imaginando a esa diosa como mortal enamorada de otra mujer.
Soñando ser correspondida, empezó a comunicarse utilizando todos los medios posibles además del trabajo, el teléfono, el msg, el mail. En este último Antonia vaciaba, a modo de catarsis, toda su inspiración y solía escribirle bellísimas historias cada vez más románticas. Ambas se estaban seduciendo irremediablemente, comenzando el más peligroso de los juegos de la vida y, bueno, sucedió lo que tenía que suceder. Antonia supo que por primera vez estaba enamorada de verdad, cuestionándose todo lo que alguna vez sintió por su esposo. Jamás anheló tanto estar con alguien, jamás se había estremecido de deseo con una simple palabra, un mensaje, una llamada, un roce casual o una caricia como le sucedía con Javiera. Jamás había vivido todo el día pendiente de otra persona, en un estado vertiginoso, sin poder apartar de su cabeza el pensamiento de ella.
Ya - no pude decir más, me había quedado sin palabras, la historia tomaba un rumbo cada vez más interesante y cada vez me cuadraba menos. El mesero que nos atendía cambió nuestro cenicero por otro limpio. De pronto recordé. - ¿y su matrimonio? ¿No me dijiste que Antonia estaba casada?
El marido de Antonia regresó a la capital tras solicitarle el divorcio al darse cuenta que la había perdido irremediablemente, pese a todos los intentos que hizo por recuperarla. Su esposa había cambiado, se había vuelto lejana, siempre buscando excusas para no estar con él. - Pero es un personaje secundario, no importa realmente.
Debe haber sido un gran escándalo. Igual creo que fue muy valiente, imagínate, dejar todo lo seguro y "adecuado" por algo tan apasionado y tan fulminante - yo misma me sorprendí de esta última frase, siempre había anhelado encontrar esa pasión en mi vida. Sí yo también lo dejaría todo.
Contrariamente a lo que todos se imaginaban, ignorantes de lo que sucedía en realidad, Antonia se halló, de cierta forma, liberada con el divorcio. No se sentía triste, se sentía ilusionada. Su matrimonio fracasado ante la sociedad, para ella era un error corregido a tiempo. - Hizo un pausa mientras solicitaba al mesero algunos bocadillos para acompañar la bebida y la conversación.
Es increíble como la vida puede dar vuelcos tan radicales, pero sólo cuando cierras una puerta te percatas de las otras que existen alrededor y que jamás pensaste en abrir. Imagino que la relación entre ellas se consolidó después de esto. - Más que una afirmación, mi frase era un deseo.
Sí. En esa época venían mucho a este local, se les veía felices y enamoradas. Pienso que ambas estaban hechas la una para la otra, eran almas gemelas en todo sentido. Cuando estaban juntas no existía nada más que su amor. Incluso para el simple observador era perceptible una especie de conexión mágica entre ambas, algo intangible que las unía. Si hubieras visto, Paulita, cómo se miraban, cómo los ojos de una se iluminaban con el resplandor de los de la otra, lo creerías. El romance era intenso, redundaban pasión hasta por los poros. Javiera venía en muchas ocasiones con un ramo de lilas que regalaba a Antonia. Decía que las lilas eran flores creadas especialmente para su amada ya que simbolizaban el primer amor y la fidelidad.
No pude evitar pasar contemplativamente uno de mis dedos por el ramillete que tenía en mi mesa, eran lilas. Comprendí cómo estos sutiles detalles pueden llegar a transformarse en crueles evocadores de recuerdos, explicando con ello la turbación de Antonia al reconocerlas en mis manos. Tomé las lilas y las acerqué a mi nariz en ese gesto inconsciente que hacemos las mujeres cada vez que tenemos flores. Su perfume era agradable, el olfato al estar directamente relacionado con nuestro centro de memoria, hace que recordemos situaciones con más lucidez e intensidad que con cualquier otro de nuestros sentidos.
Desbordadas como estaban no se dieron cuenta que, con igual ímpetu con que se amaban, también se necesitaban y se pertenecían. No lo supieron manejar. La pertenencia, el apego a veces se transforma en una egoísta necesidad. Cuando alguien quiere algo exclusivo para sí y lo consigue, aparece el miedo a perderlo y, con ello, los celos y las inseguridades, es como el cuento del círculo del 99 que comentábamos el otro día.
Hey, y tú cómo sabes todo esto ¿estuviste de almohada acaso? repliqué en tono de broma, tratando de espantar esa sensación de angustia que comenzaba a instalarse en mi pecho.
No, pero hace poco Antonia perdió un trozo de una de las historias que escribe en su libretita. Adivina quién la encontró - respondiéndose él mismo y entregándome unos papeles, continuó - Este mismísimo servidor. Toma, Paulita, léela y verás, 100% pasión garantizada.
Me pareció un gesto morboso. Tomé el par de hojas gastadas, nerviosa, profanadora, como sabiéndome dueña de un gran secreto o de una gran intromisión, pero mi curiosidad prevaleció:
" Lleva horas en esa misma actitud odiosa, enojada después de la discusión.
Sí, esta ha sido la más fuerte de nuestras peleas, no ha querido besarme desde entonces, pese a mis súplicas.
Pero sé que si la seduzco lograré que perdone mis celos y las duras recriminaciones.
Es entonces cuando me paro frente a ella sin hablar, mirándola provocativa, tentadora.
Ella se ha quedado inmóvil.
Sé que el elemento sorpresa está a mi favor, no me puede rechazar esta vez.
Lentamente comienzo a desabrochar los botones de mi blusa, uno a uno.
La deslizo por mis hombros dejando al descubierto mi sostén, muy sexi, que elegí especialmente para la ocasión.
Ella no se mueve, sólo observa con detención. Sus ojos tienen un brillo extraño y un músculo de su cara se contrae casi imperceptible, convirtiéndose en la señal que esperaba para continuar.
Dejo que mi blusa siga su lenta trayectoria hacia el suelo. Mientras me balanceo cadenciosamente.
La conozco, sé lo que le gusta.
Respiro profundo, haciendo que mis pechos se eleven orgullosos apuntándola.
Desabrocho mi cinturón y el botón del jeans.
Bajo el cierre, despacio.
Sutilmente dejo ver el encaje de mi tanga negra.
Los puños apretados a los costados de su cuerpo se convierten en mi pequeña victoria.
Le doy la espalda mientras bajo mi pantalón sensualmente, agachándome hasta sacarlo por los pies. La miro de reojo y puedo percibir la lujuria instalada en su mirada.
Su aspecto parece el de un animal a punto de atacar.
Avanzo unos pasos hasta quedar a centímetros de ella. Me detengo desafiante. Ya sé que me desea.
La miro seductoramente a los ojos.
Puedo sentir su respiración agitada casi en el preciso instante en que, con un desesperado movimiento, me toma de las caderas y me empuja hacia ella.
Mis pechos chocan con los suyos, provocando una verdadera explosión de sensaciones.
Siento una mano apretar mis nalgas y la otra tomar mi cuello para atraerme a su boca al tiempo que mi corazón parece haber escapado de su lugar habitual.
No alcanzo a observar sus labios cuando los siento perdidos en los míos mordiéndome, succionándome, ahogándome, sofocándome
Un gemido se me escapa, cuando siento su lengua penetrarme deseosa.
He encendido la hoguera y me estoy quemando en ella.
Me aferro más a su cuerpo. Tiemblo. Sólo quiero ser suya.
Lo susurro entre sus labios incontables veces.
Sólo quiero que tome lo que le pertenece, lo que siempre le ha pertenecido "
¡Wow! Fer, Esto es muy intenso, realmente - siento mi boca seca y apresuro un sorbo de mi bebida, me incomoda sentir que logró humedecerme, más allá de lo "conveniente". - Ejem, ¿tienes la continuación?
No, preciosa, pero si quieres te la puedo inventar, es fácil. - sonríe, levantando las cejas divertido al ver mi sonrojo.
Ridículo - me río algo nerviosa - sigue contando, mejor será, aunque debo reconocer que ha sido un buen intento.
Los celos son cosa seria cuando no se pueden controlar. Antonia no soportaba la cercanía de Camila, representaba una amenaza, "el rival a vencer", que, por cierto, todavía rondaba a Javiera incapaz de aceptar el fin de su historia y sabiéndose muy provocadora. Comenzaron sin darse cuenta a discutir, a presionarse y a pelear cada vez con más frecuencia e intensidad. Javiera comenzó a sentirse insegura, confundida.
Humm, los celos cierto, son capaces incluso de debilitar paulatinamente y perturbar la más perfecta de las relaciones. Cuando los celos predominan se presenta la frustración y la pérdida, lo que provoca odio y agresión, nos lleva a hacer estupideces, surge el reproche, el reclamo, la exigencia de incondicionalidad hacia el ser querido, llegando a cuestionar si realmente existe amor entre ambos.- esto último lo dije presintiendo lo que escucharía a continuación.
El día de su cumpleaños, Antonia llegó al local y se sentó en esa misma mesa. Estaba aún más hermosa que de costumbre. Tenían planes para esa fecha especial. Habían discutido el día anterior pero confiaba en que todo lo que sentían sería suficiente para reparar el daño. Esperó a su amada toda la noche, pero ella nunca llegó. Fue un 23 de Febrero, hace ya tres años. Javiera desapareció llevándose consigo su corazón destrozado, sus sueños, sus ilusiones, la vida que quería y el motivo por el cual había renunciado a todo lo que tenía.
¡Nooooooooo! ¿¿¿Qué pasó con Javiera??? bajé el tono de mi voz, temerosa de que mi súbita exclamación se haya escuchado más allá de nuestra mesa.
Antonia la buscó mucho tiempo, desesperada, febril, intentó contactarla por todos los medios disponibles. Se veía enferma, angustiada, incluso la hospitalizaron unas semanas. Nunca más supo de ella. Javiera renunció a su trabajo el mismo día 23, Camila, al día siguiente. Se dice que están juntas en alguna parte, retomando su antiguo idilio.- Mi amigo se había acercado para casi susurrarme esta última frase. - Desde entonces, Antonia se volvió fría y amargada, acusando doloroso recibo de la traición. Tiene la tristeza incrustada en el alma. A veces la veo con algunas chicas, conquistas ocasionales de las que rápidamente se aburre, bloqueada, incapaz de sentir algo profundo por nadie.
En ese momento no supe si Fernando había hecho alarde de su desbordante imaginación, inventando todo aquello para disuadirme de mis intenciones o era tan sólo el vocero de una historia real. Como sea, logró hacerme pasar una tarde ¿cómo calificarla? inusual. Se habían acabado mis cigarrillos y era hora de retirarme.
Permanecí unos minutos sumida en mis reflexiones, tratando de encontrar, como siempre, el lado positivo de todo el asunto. Al menos ella lo había tenido. Sí había experimentado el amor, intenso, desgarrado, pasional y sublime, aunque sea un momento de su vida. Un solo momento, entre miles de la vida de una persona, puede hacer la diferencia.
Recordé la escena de una película en la que el protagonista respondía resignado ante la muerte de su amada: "prefiero haber tenido un aliento de su cabello, un beso de sus labios, un roce de su mano que una eternidad sin ello.... sólo uno "
Pagué mi consumo y, en un impulso que no puedo explicar, me acerqué hacia donde ella estaba y deposité el ramo de flores sobre su mesa.
Levantó la vista sorprendida, una fracción de segundo, sólo una, la suficiente para calarme los huesos.
Ni una palabra salió de sus labios. Ni una palabra salió de los míos.
Apresuré mis pasos hacia la salida.
Volví la mirada antes de empujar la puerta sólo para ver cómo, al tiempo que olía el perfume de las lilas, una húmeda huella surcaba su mejilla y mi corazón, mientras el ambiente se saturaba con la Winehouse y las primeras notas de su "Back to Black".
Me alejé del pub pensativa, con el alma apretada, sintiendo un insólito frío en pleno verano.
"We only said goodbye with words
I died a hundred times
You go back to her
And I go back to
I go back to us.
We only said goodbye with words
I died a hundred times
You go back to her
And I go back to black "
¡Ups! Un estilo distinto, ya sé, pero sigue siendo romántico. Gracias a tod@s por regalarme un poco de su tiempo al leerme. Espero les haya generado algún sentimiento. Ahora me corresponde retribuir su gentileza leyéndol@s a Uds. en comentarios.
Un abrazo: Vinka.