2+3

Conmigo no van a poder, y contra nosotras no se juega.

"Te veo muy bien con Eva."

"Gústame moito estar con ela, está moi pendente de min e quéroa moito."

"Ayer la noté enfadada cuando hablamos por teléfono, ¿sabía que estaba M por aquí?"

"Si, díxenllo eu nada mais descolgou o teléfono, tamén lle dixen que falara con ela e con P sobre a situación esta. Estalle a afectar moito, e a min tamén."

"Si llego a estar en esa situación, no aguantaría y te mandaría a la mierda. Y si estuviera en la tuya sería capaz de cortarlo. No se porque…."

"¿E que queres que faga? Falei con elas ben veces, ¿pensas que para min non e difícil nin jodido? Dúas tías as que quixen moito no seu momento, que me tiveron aí durante meses e que pasaron de min, e no caso de M, que me deixou… e agora, cando estou ben, cando estou comezando algo bonito, acórdanse de me chamar e de me mandar mensaxes."

"Ya, pero entiendo a Eva, tiene que estar quemada."

"Si que a entendo. Estou facendo o que podo con este tema. Resulta moi doloroso ve-la como o outro día. E non quero que volva a pasar, pero hai cousas que non están na miña man."

"Cuando estáis juntas se os ve muy bien. Tu la mimas y ella a ti. Estáis muy pendientes la una de la otra y eso mola."

"Si, síntome moi a gusto con ela. E moi fácil querela."

"Y, ahora cambiando de tema Pi, ¿se puede saber de que os reíais el sábado por la noche a tan altas horas de la madrugada? Para despertarme así…"

"Jajajajaja, eso non cho podo contar pequena. Digamos que foi unha noite algo movida, e ese foi un momento moi divertido.

"Sois unas cerdas. Y mientras yo aguantando los ronquidos de Jose en tu sofá."

"Estar preto dela sen tocala e pecado Patri. O noso non e sexo, nin face-lo amor, e mais como se todo o resto fora un ensaio, ¿sabes a que me refiro? E algo mais."

"No se de que me hablas, pero mejor nos vamos a trabajar que tu eres capaz de coger ahora el coche e ir a visitarla para… bueno, eso tan espiritual, jejeje."

"¡Ti o que tes e envexa!"

Allí dejamos la conversación de los quince minutos que tenemos de café, cada una en su trabajo. Me sentó bien por un lado, pero por el otro no. Me gustó recordar el porqué reíamos pero no lo que pasó unas horas después.

Mientras subía nuevamente al coche empecé a recordar esa noche. Había sido muy bonita. Habíamos llegado pronto a casa. Ella tenía el fin de semana libre y yo terminé pronto de trabajar. Habíamos planeado una cena con Patri y con Jose, verduras a la plancha. De beber, vino Ribera del Duero. Entró directa a la cocina para comenzar con los preparativos, pero aún quedaban un par de horas para que ellos llegaran, así que la agarré por la cintura y me puse mimosa para que me hiciera caso mientras la arrastraba hacia la sala.

Puse música, para no variar, y nos tumbamos en el sofá hablando de mil cosas. Me encanta hablar con ella, me gusta escuchar su voz y mirarla, es preciosa, y no solo por fuera. Es increíble pensar en lo importante que se puede llegar a hacer una persona en tan poco tiempo. También se lo difícil que puede resultar estar con una persona como yo, con toda esa cantidad de "cositas" que hay a mi alrededor. Pero ella me importa más que el resto de moscones.

Allí tumbadas, una al lado de la otra, no dejaba de darme caricias en la cara y de darme besitos por toda la cara. Yo me refugiaba en su pecho de vez en cuando en un intento por buscar más protección de la que ya tenía. Pero mis manos tampoco podían separarse de su cuerpo. De vez en cuando me preguntaba por ese cúmulo de mujeres que rondan en mi vida.

Me pedía explicaciones que yo no podía darle. Si ni yo misma lo entiendo, ¿cómo puedo explicárselo a alguien? Se sentía agobiada por todo ese tema. Y es normal, yo también lo estaba. No es fácil de entender para mi mente simple el hecho de que dos personas muy importantes para mi me estuviesen "utilizando" egoístamente y que, una vez que empiezo a estar bien, al lado de una persona increíblemente indescriptible (en el buen sentido), se acuerden de intentar no perderme. Y lo doloroso del asunto es la falta de respeto que supone que me llamen o me manden mensajes cuando estoy con mi pareja, o que directamente le falten a ella.

Es molesto. Yo estaba antes y se acuerdan ahora, cuando ya no las quiero. Es irónico que esas dos personas que nunca consiguieron llevarse bien por los sentimientos de ambas hacia mí, ahora se unan por separado para intentar conseguir lo mismo. Es para darles un premio.

Y mientras yo, intentando seguir mi vida al lado de esa persona que llegó sin avisar, irrumpiendo en mí como un huracán. Llegándome a conocer mas que nadie en menos tiempo. Y haciéndome sentir toda esa calma y paz que nadie había conseguido antes.

Siempre me costó sobremanera expresar mis sentimientos. La palabra oral no es lo mío. La escrita puede ser mejor o peor, pero mi única forma de decir lo que siento es demostrándolo. Y allí tumbada en el sofá, con esa mujer que me protegía con sus brazos, sentí la necesidad de demostrarle que, por mucho que lo intentaran, por muchos mensajes y llamadas que recibiera, con quien quería estar era con ella, y que, si en algún momento nos teníamos que separar, que fuera por nosotras mismas, no por otras personas.

La besé en los labios mientras iba cambiando de postura, siendo ella la protegida ahora. La miré a los ojos y le sonreí. Supongo que mi mirada le dijo algo, porque ella también me sonrío pícaramente. Me acerqué a su oreja y le dije: "Morro coa gana de facerche o amor, moi a modo, como ti o mereces miña nena." Y suspiró abrazándome con fuerza mientras me mordía en el cuello.

Me coloqué entre sus piernas para quitarle la ropa sin dejar en ningún momento de mirar esos preciosos ojos azules que tanto me gustan. Con cada prenda que dejaba de tocar su cuerpo, ese espacio era rápidamente ocupado por mis labios. Muy despacio, teníamos todo el tiempo del mundo en ese momento. Me encanta sentir su olor y tocar su piel con cualquier parte de la mía. Es suave y relajante.

Cuando la tuve desnuda totalmente, me saqué la camiseta y el sujetador para sentir mayor extensión de ella contra mí, sin nada en medio que pudiese impedírmelo. Cuando la siento así algo pasa en mi cuerpo, es como un sentimiento de increíble paz dentro de una también increíble excitación. Algo muy difícil de expresar, muy difícil de explicar. Solo quien lo ha sentido puede saber lo que es.

Me tumbé a su lado de nuevo, puse mi brazo derecho bajo su cuerpo en un medio abrazo y mi mano izquierda empezó a acariciar todo aquello que se le antojó. Mis ojos no podían ni querían alejarse ni por un momento de su cara. Necesitaba que supiera que estaba allí, a su lado, y que no me iba a ir a ninguna parte. Ella suspiraba y me abrazó para atraerme hacia su dulce boca para beber de la mía. Pero mis ojos no se cerraban y los suyos intentaban no hacerlo.

Sus pechos fueron los primeros mimados y sus pezones fueron despertando ante la insistencia de mis dedos que se aferraban a ellos para causar esas gratificantes sensaciones. Acerqué mi mano a su boca y humedecí a esos pequeños juguetones con su saliva para volver de nuevo a jugar con esos pequeños puntos neurálgicos. Suspiró fuertemente y me hizo sonreír mientras la miraba.

Dejé esas pequeñas montañas para seguir una ruta por su abdomen. Su mirada irradiaba fuego y pasión. Ternura en ocasiones y ganas, muchas ganas, y vida, mucha vida. Y otra cosa más. Algo que vi y que me empujó a besarla con ganas para decirle sin decir eso que todos queremos que nos digan.

Mi mano esquivó su pubis y recorrió sus piernas. Primero la izquierda y después la derecha. A medida que me acercaba al volcán, la temperatura aumentaba. La que allí había, la suya, la mía y la de la sala. La deslicé despacio mientras se iba abriendo a su ritmo mientras sentía unas uñas clavadas en mi espalda. Era muy difícil ir despacio en esa situación, pero tenía que hacerlo, quería hacerlo. Se merecía todo el tiempo del mundo y todo el placer que esta pequeña amante le pudiese causar.

Tocarla a ella en esa situación es lo mas parecido a tocar las nubes con los dedos. Es la humedad, la suavidad, el aroma. Es fresco, es cálido, es inquietantemente sensual. Sentirla a ella es sentir un cuerpo entregado a ti, un regalo de la madre tierra, un delito para la humanidad. Un vicio. Un privilegio. Sentir su clítoris hinchado es como alcanzar la cumbre del pico más alto después de escalarlo en tacones. Y sentir su interior mientras miras y notas todas y cada una de sus reacciones, suspiros, gemidos y caricias es como acercar un mechero a un bidón de gasolina. Explotas. Entonces no puedes dejar de entrar y salir, una y otra vez, buscando entregar todo lo que te están entregando. No puedes dejar de mover la mano intentando hacer lo que ese cuerpo te pide. No puedes dejar de acariciar aquellos puntos que sabes que pueden causar el mayor de los delirios. No quieres dejar que nadie ni nada en el mundo impida que eso que te fue entregado se quede sin recibir el pago que merece.

Y entonces abres los ojos y lo que ves es la imagen de la tensión de un momento crítico que envuelve una habitación, que si bien está ventilada, acumula un millón de millones de partículas de algo que acompaña al oxígeno y que nos hace llegar a un punto de no retorno tanto físico como mental, en el que el caos y el placer se confunden en un sin fin.

Una cara con todos los músculos, que se pueden tocar, que se pueden contar, desencajada, forzada, apretada, inquieta. Con los ojos apretados, con la boca abierta, con la respiración desacompasada por eso que acompaña al oxígeno de esa habitación, de ese cuarto con un sofá y dos personas. En ese, el momento, el completo, el lleno. No hay más sitio, no queda un solo lugar en el que pueda caber nada más. Un desenlace tan deseado como el agua en el desierto.

Fue algo increíble, ambas sudábamos y jadeábamos. El abrazo que nos estábamos dando casi nos dejaba sin respiración. Creo que esa fue una de las mejores cosas que hice en mi vida. Llegar a provocar eso en una persona es más gratificante que sentirlo.

Entonces separó un poco nuestros cuerpos y bajó su mano para empezar a tocarme. Aunque poco necesitaba yo ya para correrme. Sentir su mano acariciándome así mientras su lengua penetraba en mi boca estaba siendo demasiado para mi. Pero ella sabe muy bien como tratar a alguien y sabe muy bien como hacerme esperar. Y lo hizo, me hizo esperar. Me hizo gritar, suspirar, jadear, morder, arañar, desesperar e incluso rogar con la mirada. Hasta un punto en el que mi cuerpo iba por libre y mi mente dejó de ser mía y toda su racionalidad se volvió placer. Un hormigueo generalizado envolvió mi cuerpo. El aire no llegaba a mis pulmones. Y de súpeto un velo negro cayó sobre mis ojos y todos mis sentidos se dispararon. Fue tal el orgasmo que sentí que hasta la causante se preocupó por mi reacción física a tal acontecimiento. Temblaba como si estuviese muerta de frío, pero esto no era lo que sentía en ese momento.

Cuando conseguí ir retomando mi cuerpo, regularizando mi respiración y descruzar los ojos, comenzamos de nuevo a prodigarnos mimos y más mimos, hasta que nos dimos cuenta de que se nos había hecho muy tarde y teníamos una cena para cuatro que hacer. Pero resultaba muy difícil separarnos, parecíamos lapas.

Comenzó a cocinar, porque a mi no me dejaba hacer nada que no fuera tocarla, besarla… molestarla al fin y al cabo. Y menos mal que nuestra pareja invitada no se caracteriza por su puntualidad, y aun así no conseguimos terminar a tiempo. Pero cenamos y bebimos vino (unos más que otros). Nos reímos, disfrutamos y charlamos animadamente. Y felices todos por lo bonito de la velada y por las influencias de los alcoholes ingeridos, las parejas nos separamos: los invitados al sofá (quedándose dormidos casi en el acto) y las anfitrionas (después de arropar a los niños) al dormitorio, buscando de nuevo la intimidad que hacía unas horas se cortara.

No pudimos evitar sentir de nuevo las ganas de amarnos, de sentirnos, de tocarnos y de volver a darnos placer. La una a la otra. Las dos juntas. A la vez. Nos besamos, nos bebimos, nos tocamos, mordimos, arañamos, nos hicimos cosquillas, nos peleamos, nos adoramos, jadeamos, suspiramos, gritamos, escandalizamos, escuchamos, miramos, nos vimos, nos deseamos. Y juntas también llegamos al orgasmo quedando ella encima, vencida por la descarga, y yo debajo sin poder tan siquiera sujetarla para que no cayera.

Se puso a mi lado abrazándome delicadamente, igual que delicada fue mi carcajada cuando conseguí volver en mi. Es difícil llegar a correrte al tiempo que tu pareja. Es muy difícil llegar a correrte dos veces al tiempo que tu pareja. Pero lo que me pasa con esa mujer es la leche, porque conseguirlo tantas veces sin esperar la una por la otra y sin tener que decir nada ya es prácticamente imposible, pero es cierto. Y a mi me hace gracia. Y mas cuando tu cerebro esta bajo las influencias de esas sustancias que el segrega cuando sientes tanto placer. Y ambas empezamos a reír con ganas, con tantas ganas que despertamos a Patri por el jolgorio que estábamos montando.

Esto fue lo divertido de esa noche. Pero no todo fue bonito. Siempre tiene que haber algo que estropee esos momentos. Ya estábamos durmiendo cuando mi maldito teléfono comenzó a sonar. Eran las seis de la madrugada. Los invitados se acababan de marchar después de la cabezadita. Corté la llamada, era C. A los pocos minutos recibí un mensaje preguntándome donde estaba.

Sabía que detrás de ese mensaje estaba la mano de P, que sabía que Eva estaba conmigo esa noche. Y mi dulce Eva se cabreó. Se levantó de la cama y se fue a la cocina. Me quedé en la cama pensando, media dormida. No sabía que había pasado. Apagué los teléfonos y me fui a buscarla. Estaba sentada, fumando. Cuando me vio aparecer por la puerta su mirada me dijo que me marchara de allí. Le pedí que volviera pronto a la cama. Pero no volvió y yo me quedé dormida sin entender muy bien que era lo que estaba pasando. Tuve pesadillas ese par de horas que dormí. Y al final me levanté sintiendo en mí un inquietante frío.

Estaba sentada en el sofá de la sala. Fumando y ante el ordenador. Escuchaba música y cantaba. Mis sentimientos en ese momento eran muy confusos. Sentía dolor, cabreo, malestar y miedo. La miré, negué con la cabeza y me metí en la ducha. Bajo el agua no dejé de llorar y cuando la vi entrar aun lloré más. Me dijo que se iba. Que no podía más.

Salí de la ducha, agarré la toalla y le dije que hiciera lo que quisiera. Me sentía muy triste y salió a la luz mi gran defecto: no soy capaz de hablar cuando pasa algo malo. Entré en mi cuarto. Sentía una gran presión en mi pecho y ella estaba recogiendo todas sus cosas. Me vestí y me fui a la cocina a preparar café, la fui a buscar, la cogí de la mano y le dije que tomara algo conmigo. Se sentó delante de mí y empezó a llorar.

"No soporto esta situación, cada vez que estamos juntas alguna de ellas tienen que llamar y tocar los cojones. Lo siento, pero no puedo aguantarlo. Te quiero y quiero estar contigo, pero me supera esto. No lo entiendo y no puedo ignorarlo. Y parece que tu no haces nada para remediarlo."

"No digas que yo no hago nada, no es así. Pero el que no quiere entender no lo va a entender por mucho que yo le diga y si ellas no me quieren entender no es mi culpa."

"Ni mía tampoco, pero no puedo, no quiero seguir con esta situación. Y menos ver que lo hacen solo por separarnos. Y me jode que lo vayan a conseguir. Esas niñatas. Son infantiles y egoístas, no se por qué está pasando esto pero no lo soporto más."

Ya no estaba enfadada, lo único que sentía era rabia, impotencia y mucho miedo de perderla. Le empecé a acariciar la cara, le agarraba las manos y ella no paraba de llorar. La abracé y con mi corazón en la mano le dije que no se preocupara, que si teníamos que separarnos hasta que ellas dejaran de tocar las narices que yo estaba dispuesta a hacerlo, y cuando todo estuviese bien de nuevo, volvería a intentar conquistarla.

"Eva, cariño, non chores mais. Mírame, no te das cuenta de que estoy contigo, quiero estar contigo y no soy tan débil como piensas. Si para eso tengo que arreglarlo lejos de ti, lo haré."

"Pero yo no me quiero separar de ti".

"Ni yo de ti cariño. Mírame, vamos, conmigo no pueden. Ni ellas ni otras tantas." -Y dije con palabras aquello que le había expresado con mi cuerpo la noche anterior- "Si nos tenemos que separar que no sea por ellas, si no por nosotras. No te preocupes, volveré a hablar con ellas de nuevo, les volveré a explicar lo que siento y lo que pienso. Xa sabes que te quero, aínda que me custe dicilo."

"Yo también te quiero."

Esa noche preparó de nuevo la cena, pero solo para las dos. Nos mimamos toda la noche y dijimos infinidad de veces un montón de cosas bonitas.

Espero que siga habiendo noches como esta muchas veces más, pero sin ese final, claro. Sigo teniendo muy claro que, pese a quien le pese, no van a poder conmigo.