22 Centímetros de Placer Adolescente (2)
Tras haber experimentado con su amigo Sergio y sus 22 centímetros, Leo vivirá una nueva experiencia con unos desconocidos en "El club de las pajas"
Una tarde de videojuegos se tornó en una sesión de sexo para Leo y su amigo Sergio. Leo descubrió el imponente manunbrio de su amigo, nada más y nada menos que 22 centimetros de polla. Desde entonces Leo se debate entre su fragil heterosexualidad y las ganas locas que tiene por repetir la experiencia.
Parte 1: https://www.todorelatos.com/relato/103029/
Capitulo 2: El club de las pajas
El humo de sus cigarrillos empañaba su visión mientras las gotas de lluvia se deslizaban perezosas sobre sus capuchas. Les temblaban las manos por el frío. La noche estaba a punto de terminar y a su alrededor marchaban otros adolescentes camino a casa. La calle estaba cubierta de botellas y restos de la fiesta.
- No fue para tanto -dijo Sergio mientras una nube de vapor escapaba de su boca.
- Quizás no para ti, yo nunca lo había hecho con otro tío -Leo dudó un segundo- ¿Tú sí?
Sergio se limitó a sonreír.
- ¡Hijo de puta! Tú ya lo habías hecho antes.
- Sí, lo reconozco -Sergio dejó caer el cigarrillo- Me mola comer rabos y creo que a ti también.
Ambos estaban borrachos. Leo tomó a su amigo por la chaqueta y lo chocó contra la pared.
- No soy un maricón, ¿me oyes?
Sergio volvió a reír, cosa que no hizo más que enfadar a Leo.
- No dije que lo fueras -contestó- Yo tampoco lo soy. Pero me flipa la lefa, me flipan unos buenos cojones y también que me coma la polla un maricón. Lo hacen mucho mejor que las mujeres.
De repente, Leo ya no tenía frío. Volvió a sentir el mismo fuego que lo quemó por dentro el día en que le comió la polla a su amigo. Aún podía sentir el placer tras cada una de aquellas arcadas, su poderoso glande oprimiendo su lengua y el sabor incomparable de su lefa. Leo había disfrutado cada uno de los 22 centímetros de su amigo.
- Mira -dijo Sergio mientras encendía otro cigarrillo- Tampoco es que se te de genial comer pollas, pero me moló como lo haces. Quiero repetir, pero antes me gustaría que probaras algo. Si te gusta, perfecto, si no, nunca volveremos a hablar de esto y punto.
Sergio sacó su móvil y escribió algo. Pocos segundos después el teléfono de Leo vibró. Al abrirlo vio lo que Sergio había escrito: Avenida de los Héroes, número 17, 3A. Era una dirección.
- Viernes, 16:30. Ya me contarás que te parece.
Sergio le dio unas palmadas y se alejó, adentrándose en la noche.
Los días pasaron y el viernes amaneció nublado, tan nublado como la cabeza de Leo que se debatía entre dudas. Aún así, esa tarde a las 16:20 ya se encontraba delante del edificio 17 esperando para llamar al timbre. Nadie le contestó, la puerta chirrió y él la abrió. No había ascensor así que subió a toda prisa. Al llegar al rellano del tercer piso se dirigió a la puerta, esta se abrió sin que la tocase y un chico rubio de pelo corto apareció frente a él.
- Pasa -dijo con una sonrisa.
Leo entró sin decir nada.
- ¿Te guardo el abrigo? -preguntó el chico amablemente. Su sonrisa era cálida y sus profundos ojos azules lo hacían parecer más guapo de lo que en realidad era.
Leo asintió.
- No me suena tu cara, ¿es tu primera vez?
- Sí, mi amigo Sergio me dijo que…
- Aquí no usamos nuestros nombres -lo interrumpió- y siempre es cosa de los amigos. Pasa al salón, ¿una cerveza?
Leo asintió nuevamente. En el pequeño y polvoriento salón tan solo había un sofá de cuero desgastado donde dos tipos estaban sentados. Uno era alto, calvo, musculado y de nariz puntiaguda. El otro también era alto, delgado y de piel negra. Tras él apareció el rubio de ojos azules.
- Te presento a Max y a Black. A mí puedes llamarme Tragón.
Todos estaban sentados en silencio cuando el timbre sonó. El rubio, llamado Tragón, se levantó y fue a abrir la puerta. Volvió con un chico de unos 20 años, pelo negro y cuerpo bastante promedio.
- Os presento a Entrenador. Creo que ya podemos empezar, el nuevo todavía no tiene nombre.
Todos, menos Leo, empezaron a desvestirse.
- Mierda -dijo Tragón- lo olvidaba.
Tragón sacó unas pajitas de su bolsillo y dijo: “el que saque la más cortas”. Todos tomaron una y la más corta acabó en manos de Entrenador, este pareció alegrarse. Cuando estuvieron desnudos, Entrenador se puso de rodillas. Black fue el primero en acercarse. Tenía buen cuerpo, un miembro, grueso, alargado y firme. Lo metió con delicadeza en la boca hambrienta de Entrenador y este lo recibió con un gemido.
- ¿Puedo? -preguntó Tragón señalando su polla erecta. Leo asintió.
Tragón se puso de rodillas y recibió la polla de Leo en su boca. La lamió con pasión, succionando su glande y llevándola hasta su garganta. Leo dejó escapar un potente gemido y se tambaleó, pensó que caería, pero Max le sostuvo la espalda. Max lo miró a los ojos y sonrió, después acercó los labios y lo besó. Sus lenguas se juntaron y ambos gimieron, Max también empezó a sentir los lametazos de Tragón que ahora se turnaba para comerse ambas pollas.
Leo decidió ponerse de rodillas y se comió las pollas de Tragón y Max a la vez. La de max era su favorita, venosa, larga, circuncidada. La devoraba con ahínco, mientras la habitación se llenaba de gemidos. Entonces pensó en su novia y recordó que él era hetero. Este pensamiento se desvaneció cuando sintió la polla de Max estallar en su boca, la lefa caliente le corrió por la garganta y por los labios. La tragó con gusto y se dio cuenta de que sabía mucho mejor que la de su amigo Sergio.
- ¡Eh! -se quejó Entrenador- yo saqué la pajita más corta, esa lefa es mía.
Todos rieron.
- Aunque por ser tu primer día te lo perdono. Ven aquí.
Leo se arrastró por el suelo hasta la polla de Black y la compartió con Entrenador, mientras se besaban. Entrenador se puso de pie y su polla, la más pequeña de todas, también acabó en la boca de Leo. La polla de Black era la más grande y jugosa, además le daba morbo chuparle la polla a un negro. No le cabía en la boca, pero si sus potentes y depilados cojones, los devoraba sin piedad mientras la saliva y la lefa de Max chorreaban por la polla del negro.
- ¿Quieres comerme la polla? -preguntó Leo al musculado negro.
- Yo no chupo -respondió Black con acento africano, esto excitó mucho más a Leo.
Entrenador gimió y su polla estalló sobre la cara de Leo. Grandes chorros de una lefa acuosa se derramaron sobre Leo mientras todavía tenia la polla de Black en la boca. Volvió a pensar en su novia cuando Black estalló dentro de su boca. Se tragó su lefa sin siquiera probarla. Tragón y Max se acercaron para ayudarlos a terminar, Max terminó por segunda vez sobre Leo y Tragón derramó su leche sobre la cara de Entrenador.
Todos estaba exhaustos, jadeantes y sonrientes. Black se sacudió el sudor de la frente con los dedos y Leo sintió la tentación de chuparlos. Entonces recordó que todos menos él se habían corrido, pero ya era tarde, todos empezaban a limpiarse y vestirse. Leo se levantó cubierto de lefa, Tragón se acercó y le lamió el rostro para limpiarlo. Black se puso el pantalón sin calzoncillos y se los lanzó a Leo para que se limpiase el rostro.
- Quédatelos -dijo Black mientras salía al pasillo sin camiseta.
Leo le dio las gracias y se limpió la cara. Tragón le rodeó los hombros.
- No está mal para ser tu primera vez. Por cierto, ¿cómo quieres que te llamemos?
Leo dudó un segundo. Miró el calzoncillo blanco cubierto de lefa que Black le había reglado. Lo olió un segundo y disfrutó del aroma. Sonrió antes de contestar.
- Podéis llamarme Hetero.
Hola. Esta es la segunda parte de un relato que escribí hace algunos años y que ahora retomaré para serializarlo. Si este capitulo les ha gustado, les animo a que lo valoren de manera positiva y me comenten sus impresiones. Sus comentarios son bien recibidos. Gracias por leer.