22 centímetros de placer adolescente (1 de 2)

¿Qué mejor manera de probar nuevas experiencias que con tu mejor amigo? Y con sus 22 centímetros...

Leo & Sergio

Capitulo 1: El placer por el placer

Leo estaba sentado frente a la pantalla del ordenador. El domingo se presentaba como otro cualquiera, es decir, tedioso, demasiado tranquilo para su gusto. Sus padres llevaban todo el fin de semana fuera, tenía la casa para él solo y no sabía qué hacer. Había invitado a su novia a pasar la tarde con él, pero ésta y sus dichosos escrúpulos declinaron la invitación. Con las ganas que tenía Leo...

Resulta que el poco apetito sexual de su novia lo había convertido en un pajillero compulsivo. Disfrutaba sobandosela todo el día, y es que no le quedaba de otra, era sobarsela o quedarse con las ganas. Y Leo no es de esos que se reprimen. A sus 19 años ya contaba con una larga lista de conquistas y era un amante experimentado.

Leo decidió que era un buen momento para darse placer. Siguió los mismos pasos de siempre: Primero cerró la puerta de su habitación con seguro, sus padres no estaban en casa pero la costumbre es lo que tiene. Luego volvió a sentarse frente al ordenador, tecleó unas palabras y seleccionó entre las múltiples ofertas que Internet le proponía. Cómo siempre eligió un vídeo de lesbianas, según él, el problema de los vídeos porno es que el chico siempre sobra en la escena y le impide centrarse en la chica. Por eso prefería los vídeos de lesbianas. Aunque no quería reconocer que algunas veces no eran las tetas de la chica lo que le entusiasmaba, sino el falo erecto del actor de turno.

Dos chicas, una rubia y otra pelirroja, ambas tetonas, empezaron a frotarse una contra la otra en la ducha. Más que con ver sus cuerpos en movimiento, Leo se excitaba con la risa despreocupada que ambas producían. Era el morbo de la situación lo que lo excitaba. Leo se bajó los pantalones, se quitó el slip negro que llevaba puesto y agarró su polla erecta por el tronco. Su polla era, sin duda, la parte favorita de su cuerpo. Había jugado con ella desde que tuvo edad para hacerlo, incluso un poco antes, y la conocía perfectamente.

Se puso cómodo, agarró su polla con la fuerza suficiente para que esta supiese quién tiene el control y la zarandeo bruscamente. En pocos segundos su erección estuvo completa y pudo empezar a menearsela. Recorrió sus 17 centímetros con las yemas de los dedos, sintiendo las casi inexistentes venas que lo cubrían, hasta llegar al frenillo, un elegante capuchón que recubría un fresón rosa que parecía brillar por las gotas de lubricación que producía su pene. Era una polla tan bonita que incluso a él le apetecía comérsela.

Empezó suavemente desde arriba hacia abajo, disfrutando ampliamente de su miembro. Lo masajeaba despreocupadamente mientras las lesbianas no paraban de chillar. Se humedeció los dedos y luego los pasó por toda su verga para hacer más fácil el sube y baja. Con una mano se trabajaba la polla y con la otra los pezones, una orgasmica combinación.

De repente algo lo detuvo. Era la puerta. Leo se apresuró a subirse los pantalones, sin el slip, detuvo el vídeo y corrió a abrir. Su polla saltaba de un lado al otro dentro su pantalón. Descolgó el telefonillo y preguntó:

  • ¿Quiéeeen? -alargando la bocal la silaba final para mostrar enmascarar el malestar con la duda.

  • ¡Eh! -dijo una voz familiar e inesperada- Soy Sergio, tengo algo que enseñarte.

Sergio, uno de sus mejores amigos, lo sorprendía con su inoportuna visita. Aunque ya estaba en la puerta y traía noticias, no podía dejarlo fuera. Lo invitó a pasar.

  • ¿Qué es eso que me traes? -preguntó Leo en el umbral de la puerta.

  • ¡Tachán! -dijo Sergio enseñándole la portada de un videojuego- ¡Por fin lo tengo! Y además quería probarlo contigo.

  • ¿"Probarlo conmigo"? ¿No tendrá nada que ver con que tu madre te haya quitado la Play?

Sergio puso cara de ofendido.

  • Para nada -minitó con una sonrisa.

  • Anda, pasa.

Sergio entró encantado. Fueron hasta la habitación de Leo y probaron el juego. Sergio empezó a conectar los cables mientras Leo iba a por unas bebidas. Tenía que arreglar la conexión de internet así que se dirigió al conector que estaba detrás del ordenador. Se percató de que el ordenador estaba encendido por lo que decidió apagarlo. Pero la curiosidad pudo con él y antes de apagarlo decidió encender la pantalla. Las tetas de la pelirroja parecían estar a punto de salir del monitor y golpearle en la cara.

  • Joder -gritó.

Leo acudió corriendo.

  • Menudo salido -dijo Sergio.

  • Apaga eso -gritó Leo.

  • ¿Te la estabas cascando aquí solo, cabrón?

  • Apágalo -insistió.

  • No, quiero ver que pasa.

  • Para de una puta vez.

  • Joder, déjame ver si al final se queda con la chica.

  • No

  • Venga, solo un poco...

Leo finalmente asintió.

  • Pero sólo un poco -dijo.

Tomó una silla y se sentó mirando al monitor, Sergio se sentó en la cama. Las lesbianas empezaron a hacer de las suyas de nuevo. Los gemidos eran cada vez más excitantes para los jovenzuelos. Leo no tardó en sentir como su polla se despertaba y se marcaba por encima del pantalón, no llevaba gayumbos así que la erección era evidente.

Leo se giró y contempló a su amigo tirado en al cama sobándose la polla por encima del pantalón. Tenía un bulto increíble y cara de estar muy cachondo, incluso pudo ver como Sergio se mordía los labios. Ver a su amigo en su habitación, tumbado en su cama y al borde del orgasmo lo excitó tanto que se asustó. Sí, se asustó. Algo dentro de él se encendió, algo que nunca había sentido, era como la risa de las lesbianas del vídeo: Era un sentimiento despreocupado, era el placer por el placer. Morbo en estado puro.

Leo, aún asustado, se levantó de golpe de la silla gritando:

  • ¿Qué coño haces?

  • Sobarmela -Susurró Sergio, bueno, más bien gimió aquellas palabras- ¿No ves?

  • ¡Claro que sí! ¿Pero por qué coño lo haces en mi cama?

  • A ver -Sergio soltó su manubrio y se sentó en el borde de la cama- ¿Me pones una peli porno de dos tías buenísimas y esperas que no me ponga cachondo?

Leo se acercó más a su amigo.

  • Anda que tú... -dijo Sergio a la vez que le pegaba un manotazo en la polla a Leo con la suficiente fuerza para hacerlo botar de arriba a bajo y dejarla en su lugar.

  • No toques -se quejó Leo.

  • ¡Joder! -exclamó Sergio sorprendido por la erección de su amiguete- ¡Menuda pollaca! -dijo a la vez que apretaba el bulto que se marcaba en el short de Leo.

  • ¡Para! -Leo le quito la mano de un golpe- Te dejo que te la casques en mi habitación, pero sin mariconadas.

  • No es una mariconada, es una polla, y bien grande... -Sergio volvió a tocarle la polla a Leo, esta vez su amigo no le quitó la mano.

Leo se sentó junto a su amigo y empezó a sobarse los cojones despreocupadamente. Tenía unas ganas locas de masturbarse, pero no frente a Sergio y menos con lo que estaba sintiendo en esos momentos. Y es que no sólo tenía ganas de masturbarse, también quería masturbar a Sergio. Intentaba ignorar el bulto prominente de su amigo, pero no podía. Era una atracción incontrolable. Sobarse la polla por encima del short no era suficiente, necesitaba acabar lo que había empezado antes.

  • Yo así no puedo -dijo.

A continuación se levantó y se quitó el short dejando su polla al descubierto.

  • ¡Vamos! -exclamó Sergio a la vez que hacía lo mismo que su amigo.

Leo contempló a Sergio mientras este se desabrochaba el cinturón, luego dejó caer el pantalón al suelo y se bajó un bóxer de estampado colorido hasta los tobillos. La polla que salió de aquel vistoso calzoncillo era un muchi más grande que la suya, unos 5 centímetros más, intuyó Leo. Al parecer Sergio no compartía su gusto por la depilación y mostraba con orgullo una mata de pelo que recubría sus cojones con una belleza no pretendida. Sergio dejó caer sus nalgas, ahora desnudas, sobre la cama de su amigo. Leo hizo lo mismo.

Estaban sentados uno junto al otro con los ojos puestos en la pantalla viendo como las lesbianas se daban placer la una a la otra. Leo se moría de envidia. Ambos empezaron a pajearse sin prestar mucha atención a lo que hacía el otro. Leo sostenía su trabuco con firmeza, deslizaba la piel que lo recubría de arriba a abajo sin prisas, intentando disfrutar del momento. Sergio por su parte era un poco más bestia, su mano se deslizaba de arriba a abajo en un vaivén frenético que producía un sonido que resultaba excitante para Leo.

De repente Sergio se detuvo y se tumbó sobre la cama boca arriba. Leo se giró y vio la polla empinada de su amigo. Después se unió a él tumbándose sobre la cama.

  • Hazme una paja -dijo Leo.

  • ¿Qué?

  • Una paja... Venga, no seas así.

  • ¿Te estás volviendo loco? -una sonrisa maliciosa se dibujó en cara de Sergio.

  • ¿Te acuerdas cuando eramos más pequeños y solíamos masturbarnos juntos?

  • Ya, pero eramos pequeños... Ahora sería un poco raro.

  • ¡Qué más da! Sería igual de gay hacerlo ahora que hace 5 años.

  • Es que...

  • Es que nada. Estás en mi habitación y necesito aliviarme, hazme ese favor.

  • ¿Y tú qué? ¿Me harás algo?

Leo sonrió.

  • Lo que tú quieras -Respondió.

  • Vale, pero tú hazme lo mismo.

Sergio agarró la polla de Leo y éste hizo lo mismo con la suya. Una vez tuvieron ambos miembros entre sus manos empezaron un suave meneo hacia arriba y hacia abajo que se hacía cada vez más y más intenso. Leo examinó con sus dedos la tranca de su amigo, hacía años que no la tenía entre sus manos, había crecido considerablemente. Era suave, cálida y fácil de manejar. Era un falo recto, potente y venoso. Medía unos 22 centímetros, por lo menos. El vello que recubría los cojones de Sergio le hacía cosquillas en la mano.

Sergio hizo lo propio con la polla de su amigo Leo. A diferencia de la suya esta tenía una pequeña curvatura y menos venas. Media un poco menos que la suya, pero era de un tamaño considerable.

Se miraban directamente a los ojos mientras se hacían la paja, ignorando que el vídeo de las lesbianas ya había acabado. Leo se puso de pie apuntando hacia Sergio con su polla, éste se sentó en el borde la cama y llevó sus manos hasta ella. Empezó por abajo, fue subiendo lentamente hasta toparse con el capullo de piel que recubría el puntiagudo glande de Leo. Retiró la piel con cuidado y contempló el enorme fresón de su amigo, unas gotas de un liquido viscoso salieron de él y se resbalaron por el glande, volvió a recubrir el glande con su delicado protector.

Sergio empezó descubrir y a recubrir la polla de su amigo a ritmo constante. Rodeó el glande con el pulgar una y otra vez mientras sentía los escalofríos que recorrían el cuerpo de Leo, clavó la uña con delicadeza en el frenillo de su amigo y lo rasgó un poco. Leo se estremecía de placer. Siguió explorando el fresón de Leo y con la otra mano se dirigió a sus cojones depilados, jugó con ellos un buen rato. Los apretó y los volvió a soltar. Repitió la misma acción y los estiró un poco. Eran dos cojones recios, redondeados y agradables al tacto. Los apretaba y se escurrían de sus manos como intentando huir, tenía ganas de llevárselos a la boca. Utilizó la palma de su mano para frotar el glande enrojecido de su amigo, el resultado fue muy bueno en vista de los gemidos que se escapaban tímidamente de los labios de Leo.

Sergio disfrutaba de la calidez de aquella verga altanera que lo miraba desafiante a la vez que lo retaba a cuanto tiempo aguantaría sin llevársela a la boca. Se moría de ganas por probarla, por sentirla deslizarse por su paladar, pero habían acordado sólo una paja... Por desgracia. Siguió masturbando a Leo con una mano y con la otra empezó a tocarse la polla. La tenía a reventar. Leo se percató de eso e intentó ayudarlo.

Leo se sentó en la cama y con la mirada le ordenó a Sergio que se levantara. Cambiaron de roles y volvieron a empezar, esta vez era quien tenía que ordeñar a su amigo. Empezó sacudiendo el gigantesco pollón de su amigo un par de veces, luego deslizó sus dedos por él hasta llegar a la base del pene, acarició nuevamente el tallo vigoroso de aquella suculenta verga. Vaya si era suculenta, se le hacía agua la boca y eso que aún no había descubierto el glande rojizo que se escondía debajo de un capuchón lubricado.

Leo seguía jugando con el manubrio de su amigo. Lo movía de un lado al otro sin decidirse a empezar la paja. Estaba hipnotizado por aquella torre carnosa, sólo pensaba en devorarla. Su cara se acercaba cuidadosamente a la verga de Sergio aunque intentando mantener las distancias. Sólo una paja, se repitió. Pero el deseo que sentía, ese sentimiento extraño que habitaba en el desde siempre, fue más fuerte que su subconsciente. Leo se propinó un latigazo con, valga la redundancia, el látigo de su amigo Sergio.

  • ¿Te gusta? -dijo Sergio.

  • Me encanta -respondió Leo a la vez que se pasaba la polla de su amigo por la mejilla.

  • Si quieres puedes probarla, quedará entre nosotros.

Leo miró aquel imponente miembro con fingida desconfianza. Quería metersela en la boca pero quería hacerse el duro.

  • ¡Venga! -lo incitó Sergio- No muerde, aunque bueno, ten cuidado porque si la frotas mucho puede que dispara.

Ambos rieron de manera picara.

  • Pero... -dijo Leo aún zarandeando el cada vez más erecto manubrio de su compañero- Tú también me la chuparás, ¿verdad?

  • Por supuesto -añadió Sergio con una sonrisa- Por algo somos amigos.

  • Entonces vale... ¡Pero a la vez que si no no me fío!

  • Como tú quieras.

Leo se tumbó en la cama e hizo sitio para que Sergio también se tumbara. Se colocaron en posiciones diferentes con tal de que la polla de uno quedara en boca del otro. Lo que viene a ser un 69 de toda la vida. Un 69 torpe, experimental e improvisado, pero un 69 al fin y al cabo. Leo sostuvo nuevamente la tranca de su amigo y empezó a recorrer las venas que la adornaban. Dudó en metersela en la boca y sobre todo cómo debía hacerlo. Hizo una cuenta regresiva, en su mente, desde 5, pero algo lo interrumpió: Una lengua viscosa avanzaba con paso decidido por sus 17 centímetros. Sergio engulló la polla de su amigo en pocos segundos.

Leo no se quiso quedar atrás. Desenfundó el glande de su amigo y lo llevó hasta sus labios, los recorrió con aquel fresón suave y después pasó la lengua por él. Una vez dado el primer lametazo no pudo controlarse. Empezó a metersela en la boca, la hizo entrar en contra de su voluntad hasta sentirla en el fondo de su garganta. Volvió sacarla repitió la acción. Ahora recorría con la lengua todo el tallo de la polla de Sergio, humedeciéndola y saboreandola a la vez. Estaba deliciosa. Se expandía a su aire dentro de la boca y aceptaba agradecida los fluidos que Leo le ofrecía.

Por abajo todo iba bien. Sergio era muy bueno con la lengua, tanto que Leo temía correrse sin previo aviso. Sergio empezó a mover sus caderas para incrementar la velocidad. Entonces puso un pie a cada lado de la cabeza de Leo y se levantó un poco, quedó en una posición parecida a la que se adopta para hacer flexiones, pero que en este caso solo favorecía la mamada. Empezó a bajar y subir las caderas a la vez que hacía lo mismo con la cabeza. El resultado fue una follada bucal mutua que hizo que ambos disfrutaran mejor de sus miembros.

La polla de Sergio penetraba sin piedad la boca de su amigo, el vaivén de sus caderas era cada vez más rápido y excitante. Cansado de esa posición, Sergio se tumbó al lado de Leo y empezó a masturbarlo. Su compañero hizo lo mismo. Sus pollas estaban enrojecidas por el roze y a punto de estallar.

Leo empezó a sentir convulsiones por todo su cuerpo. Su polla empezó a palpitar y sin previo aviso una tallazo de lefa golpeó la cara de Sergio, le siguió y otros tantos más. Leo gemía y se retorcía sin soltar la polla de su amigo. Este no tardó en seguirlo y acabó corriéndose sobre su cara, cubriéndolo de una capa de leche calentita.

Volvieron a comerse las pollas, aunque ahora sabían diferente. El sabor amargo de la lefa del otro viajó a través de sus gargantas. Sergio se levantó y fue a la parte superior de la cama, contempló la cara de Leo bañada de su néctar. No pudo evitar pasarle la lengua por las mejillas y probar el sabor de su propia lea, Leo hizo lo mismo. De vez en cuando sus lenguas se juntaban e intercambiaban fluidos.

Siguieron morreándose un buen rato a la vez que exploraban sus cuerpos más a fondo.Al final acabaron derrumbándose sin fuerzas el uno junto al otro.

  • ¡Joder! -dijo Leo- Ha estado genial.

  • Ya te digo.

  • Gracias -dijo Leo dándole una palmada a su amigo- Me has alegrado el día.


¡Hola amigos! Muchas gracias por leer. Tenía muchas ganas de volver a escribir y esta historia se me ocurrió de repente. Yo también odio los domingos, una lastima no tener amigos como Sergio. Estoy preparando algunas cosas para publicar, pero por el momento solo se me ocurren historias pequeñas como esta. Auqnue no sé cuantas aprtes tendrá. Estar atentos...

Comparto al filosofía de Leo sobre el placer por el placer. No hay nada mejor que dejarte llevar por tus emociones, por más desbordantes que sean.

Puedes comentar este relato con tu opinión y tambien puntuarlo, siempre es muy gratificante para el autor :)

¡Espero leeros pronto!

--Lollipop16--