21 maneras de conjugar el verbo amar (4 - Fin)

Tras su abrumadora experiencia en casa de Toni, Juanjo debe decidir si desea seguir viviendo una vida solitaria y apartada de todos, o arriesgarse a amar y ser amado, y obtener así tal vez la felicidad que merece.

El resto de la velada en la mansión de la peculiar familia Román estuvo dedicada, como no podía ser de otra manera, al recuerdo más o menos almibarado de los viejos tiempos perdidos, a sus años de instituto y primera juventud, hasta que, durante una pausa para tomar café en la terraza cubierta que daba acceso al jardín posterior, Toni recibió una llamada urgente de negocios por el móvil y tuvo que ausentarse durante unos minutos, dejando a solas a Juanjo y Yoli, puesto que Kevin había salido escopetado hacia su cuarto apenas retiraron los postres de la mesa. Aquel era el momento, supo Juanjo en su interior, que Yolanda había estado esperando durante doce largos años.

Tienes suerte en tener un marido como Toni, guapo, rico y que te adora – señaló Juanjo llevándose la humeante taza de café a los labios. Deseaba centrar la conversación en ellos más que en sí mismo, para no dar lugar a innecesarios reproches que podrían tensar la amigable conversación más de lo deseado – Claro,que él también ha tenido mucha suerte al encontrar una mujer tan maravillosa como tú en su camino.

¿Suerte dices? – Yolanda dejó reposar la taza de café y su platillo sobre la mesa de enea, que hacía juego con los sillones en que estaban sentados – yo no diría eso. Más bien juraría que TU urdiste toda esa trama para que Toni y yo terminásemos juntos. Es algo que he tardado mucho tiempo en comprender, pero al final lo he hecho.

¿Qué yo hice qué? – Juanjo negaba con la boca, pero en su interior asentía cada silaba que pronunciaba Yoli. Se dio cuenta de que esa mujer era más inteligente aún de lo que había calculado en un principio.

No disimules, por favor – le recriminó ella en tono amistoso – ambos sabemos que si yo acepté hacer esos tríos con Toni y dejarme penetrar por él fue porque tú me lo pediste; te daba morbo, decías, querías ver a tu mejor amigo acostarse con tu novia. Así había comenzado todo, decías…y así es como terminó. Nunca fuimos dos en esa relación, siempre estuvo presente Toni de algún modo. Toni por aquí, Toni por allá, siempre tenías a tu amigo en los labios. Tú decías en aquel entonces que me querías. Mentías, como siempre, porque nosotros no éramos novios, sino amantes, y la única que amaba de verdad en esa relación era yo. Sí, lo reconozco, perdí la cabeza por ti, no es algo de lo que esté orgullosa, pero en aquel momento de mi vida necesitaba entregarme a un hombre dulce y comprensivo como tú.

Un hombre a quien pudieras dominar

Y que terminó dominándome a mí.

No creo que sea momento ni lugar para hablar de estos temas, Yolanda. Agua pasada no mueve molino.

Claro, para ti es muy fácil. Te marchas un buen día de repente, sin despedirte y sin una explicación, y me dejas aquí sola, tratando de salir adelante, hecha un mar de dudas. Pero me dejaste a Toni, y ese es el único legado que ha quedado de aquel amor que yo sentí una vez por ti.

Tú no puedes entender los motivos que me obligaron a marcharme a Canarias. Sería demasiado largo de explicar, y ahora no hay tiempo – Juanjo empezó a mirar hacia el interior de la vivienda, temiendo el momento en que apareciese a lo lejos la silueta inconfundible de su anfitrión – Tal vez en otra ocasión.

¿En otra ocasión, dices? ¿Sabes cuantas veces has pisado Madrid desde que te marchaste a Las Palmas? – el tono de la conversación iba subiendo en intensidad por momentos.

Sí, lo sé, pero

Yo te lo diré, ninguna. Tu hermana me lo confirmó; ni siquiera acudiste a su boda, ni al bautizo de tu sobrino. Parece que tratabas de evitarnos a todos.

Sólo intentaba encontrarme a mí mismo – protestó él – Además, sabía que en esos saraos os encontraría a vosotros dos. Mi hermana me confirmó que estábais saliendo.

No finjas ahora que me querías y que me echabas de menos – le soltó a la cara ella – Tú nunca has querido a nadie...

Juanjo sintió que se le encogía el corazón al escuchar aquello. En aquel momento quiso responder con una frase lapidaria del estilo de: "tal vez a ti no te quisiera nunca, pero a tu marido sí, ¡y de que manera!". Pero lo único que salió de sus labios fue un murmullo adormecido.

Eso no es cierto, Yoli.

Pero ella no estaba ahora para adivinanzas imposibles. Había sacado la lengua a pasear y no estaba dispuesta a dar por concluida la conversación hasta que hubiera dicho todo lo que tenía que decir…o hasta que su marido regresara de hablar por el móvil.

¿Tú sabes lo que yo sufrí al ver que el hombre que amaba me trataba como una vulgar ramera y me incitaba a acostarme con su mejor amigo? Sí, ya sé que era una mujer liberada sexualmente, pero también necesitaba amor.

Tal vez no debiste confiar en un chaval de 21 años. Yo era demasiado joven para ti entonces.

21 años, siempre lo mismo. Sin embargo, los mismos 21 años de Toni le sirvieron para enfrentar como un hombre a toda su conservadora familia, y decidir que yo sería su mujer aunque tuviera que remover cielo y tierra para conseguirlo. Y el resultado es el que estás viendo. No me pongas la excusa de la edad. Yo también he tenido 21 años, y sé lo que es cometer errores.

¿Te refieres al padre de tu hijo? Nunca has hablado de él, al menos conmigo.

Ni con nadie, salvo con Kevin cuando cumplió 18 años. Quería que supiera donde estaba su origen, sus raíces. ¿Y sabes lo que me respondió? "Ese hijo de puta por mí puede irse a tomar por culo. No necesito un padre. Ya tengo una madre y tengo a Toni, no necesito más".

Es un episodio que debió marcarte mucho.

Yo también tenía 21 años cuando me quedé embarazada de ese farsante. Era un hombre rico, poderoso, que se encaprichó de mí, por supuesto casado, aunque su esposa y él no se soportaban. Te sorprendería conocer su apellido tan ilustre. Pero da igual, la realidad es que se negó a reconocer al niño y me hizo entrega de un cheque que cubriera los gastos del aborto que deseaba me practicara. No volví a dirigirle la palabra desde ese día.

No tenía ni idea de todo esto, aunque imaginaba algo así.

Lo cierto es que nunca he salido con hombres de mi edad. Cuando era jovencita salí con varios hombres maduros, hasta que nació Kevin, a quien, por cierto, le puse ese nombre en homenaje a otro hombre también más mayor que yo, el actor Kevin Costner, que me dejó fascinada cuando se estrenó "Los intocables de Elliott Ness", estando yo embarazada de mi hijo – ambos rieron de la ocurrencia. Juanjo se había preguntado siempre de donde habría sacado ella un nombre tan hortera para su hijo - Pero a partir de los 30, después de muchos años de sexo sin amor, caí en los brazos de un joven de 21 años…que me enseñó la otra cara de la moneda. La del amor verdadero, al menos para mí. No sé para él.

Yo nunca hice promesas. Y nuestra relación estaba basada en el sexo

Sí, lo sé, pero yo encontré en ti a un hombre distinto, más maleable que el resto. Eras diferente, y eso me intrigaba al principio. Tu ternura y entrega iban mucho más lejos de lo que yo podía haber previsto de antemano. Parecía haber en ti una necesidad inmensa de ser amado por alguien, aunque eres bien parecido y supongo que habrás estado con muchas mujeres. Me pregunto que será lo que encontré en ti que le falta a todos los demás, incluido Toni, que es sin embargo un gran amante, como sabes bien, ja, ja.

Bueno, no muchos hombres se dejarían sodomizar por su mujer de forma habitual. Tal vez fuera eso lo que marcara la diferencia respecto a los otros hombres de tu vida.

Ese comentario hizo sonreír de nuevo a Yolanda; ambos se miraron a los ojos de forma instintiva, y, espontáneamente, unieron sus manos por un instante, con una temblorosa dulzura compartida. Una lágrima furtiva surcó el rostro de Yoli, que se vio invadida por un sentimiento desconocido que mezclaba la nostalgia, el desamparo y el amor a secas. Sí, ella seguía amando a pesar de todo a aquel misterioso sujeto, y seguiría haciéndolo por el resto de su vida. De eso estaba completamente segura. Aunque sabía que se trataba de una apuesta perdida. Cualquier mujer a su alrededor envidiaría su suerte, y la mayoría deseaban acostarse con su apuesto marido, que sólo tenía ojos para ella. Pero ella seguía enganchada al recuerdo de aquel jovencito, convertido ahora en un hombre en la plenitud de la vida, al lado de quien encontró el significado último del sexo y del amor, y descubrió para su sorpresa que ambos debían ir unidos para tener sentido.

Los ágiles pasos de Toni acercándose desde el interior de la casa puso fin a sus ensoñaciones románticas. Ambos se soltaron la mano de manera simultánea y, por un resorte automático, tomaron al tiempo sus respectivas tazas de café y las acercaron a sus labios, haciendo como que sorbían del más que templado líquido. Toni se sentó entre ellos, esbozando una disculpa de compromiso, ya sabían como era eso de los negocios, y bla, bla, bla, lo cierto es que aquel hombre volvía a estar en medio de ellos dos, separando sus destinos, algo que Yolanda deploraba y Juanjo agradecía, pues todo su amor seguía puesto en su amigo de juventud. Le parecía que estaba aún más guapo que entonces, y los kilos que había cogido en estos años no habían hecho sino resaltar su atractivo natural. Ahora era un hombre de verdad, y Juanjo tenía que hacer esfuerzos ímprobos mientras tomaban café en aquel ridículo invernadero sin plantas para ordenar a sus manos que siguieran sujetando la taza y el plato en lugar de lanzarse como posesas al cuerpo de su recuperado amigo, para palpar su pecho, su vientre, sus piernas, su sexo. Sentía una puntada de celos insoportable cuando Toni pellizcaba cariñosamente en la mejilla a su mujer, o cuando le confesaba lo orgulloso que estaba de ella, y lo agradecido que estaba a la vida por habérsela concedido, mientras ella sonreía atenta, dividiendo su atención entre los dos hombres de su vida, sus dos aventajados alumnos en el arte del amor y el sexo.

La noche cayó sobre Somosaguas sin previo aviso, y Juanjo aprovechó, a requerimiento de Toni, especialmente, para quedarse a ver el partido del Atlético de Madrid frente al Almería en casa de sus anfitriones. Kevin no les acompañaría, pues a eso de las seis apareció de pronto en el quicio de la puerta del salón, dirigiendo a los presentes desde lejos una suerte de aspaviento a modo de improvisada despedida, pues decía dirigirse a casa de unos colegas que vivían en Pozuelo; una vez terminado el encuentro con empate a uno y gol de Simana por parte del Atleti, era demasiado tarde para regresar en taxi a su hotel, y Yolanda dispuso que se le habilitara de inmediato el cuarto de invitados, que solía utilizar la madre de Yoli en sus frecuentes visitas al chalet. La cena fue bastante frugal, y consistió en una bandeja de sándwiches diversos frente al televisor mientras contemplaban el encuentro. Yolanda sólo les acompañó en la última media hora, para permitirles mayor intimidad después de tantos años sin oportunidad de encontrarse. Y cuando Simana marcó el gol del empate, y la bufanda rojiblanca de Juanjo saltó por los aires en expresión de júbilo, ambos amigos se abrazaron emocionados, y un eufórico Toni le sorprendió besándole de manera notoria en la frente. No era el beso apasionado en los labios que Juanjo hubiera deseado en ese (o en cualquier otro) momento, pero reflejaba a las claras el enorme cariño que seguía sintiendo por su persona a pesar de la distancia, y de que Juanjo nunca hubiera respondido a sus llamadas, ni a su invitación de boda con Yolanda siete años atrás. Pero ahora todo eso daba igual. Por fin estaban juntos, y había que celebrarlo a lo grande. Porque Toni conocía a su amigo, y sabía por experiencia que en cualquier momento regresaría a su dorada tierra canaria, y tal vez pasaran otros doce años sin volver a cruzárselo en persona.

La habitación de huéspedes se encontraba en la planta superior de la casa, contaba con su propio baño interior, y quedaba algo aislada de las otras habitaciones de la casa. Por eso a Juanjo le extrañó despertarse súbitamente en mitad de la noche y sentir el inconfundible ruido de pasos humanos ascendiendo la escalera principal. Allí arriba no había nada que buscar a esas horas, las tres menos cuarto, creyó adivinar leer en su reloj de pulsera, y tampoco era un momento muy apropiado para subir a rebuscar trastos viejos en el desván. A no ser que…pero no era posible que ella hiciera algo así en presencia de su marido y de su hijo. ¿O tal vez sí? Ella siempre había sido de naturaleza volcánica, su especialidad eran los juegos eróticos de alto voltaje y las perversiones más refinadas, y nada hacía pensar que con la edad hubiera disminuido su legendaria libido. Cuando los pasos se detuvieron ante la puerta de su dormitorio, y una mano misteriosa hizo girar el pomo de la puerta, Juanjo lo tuvo claro por fin. Aquella mujer seguía enamorada de él, y tendría que contarle toda la verdad para que entrara en razón. Que él no la amaba, en efecto, nunca la había amado, en realidad, y que todo su empeño había sido conseguir al precio que fuera que fijara su vista en Toni, para que su verdadero gran amor pudiera ser feliz a su lado. Sí, él amaba a Toni con todas sus fuerzas y más allá de la razón, y no le importaba sacrificarse de por vida con tal de ver que él era feliz con la persona que amaba: precisamente ella. Sí, había sido un cabrón, lo sabía, pero había sido por una buena causa, y él había sido el primero en sentir el precio de su pecado: la soledad y el abandono. Pero ya era tarde para echarse atrás.

Juanjo levantó la vista para enfrentarse por fin a la mujer que él sabía seguía deseándole como doce años atrás; no hacía falta que lo dijera, se notaba en sus gestos, en su mirada, y hasta en la punta de sus traviesos pies, que le habían masajeado los tobillos y hecho cosquillas con su sensual roce horas antes. Pero lo que se encontró delante de sus asombrados ojos no fue una mujer desnuda y húmeda ofreciendo su cuerpo y su alma al genuino hombre de su vida, sino a un guapo muchacho completamente vestido, mirándole desde la penumbra de la puerta con ojos enfebrecidos, y llevándose el dedo índice a la boca en petición de silencio.

¡Kevin! – fue lo único que pudo susurrar Juanjo sentándose en la cama – pero… ¿Qué haces tú aquí? ¿sabes que hora es?

¡Chiisss! ¡Baja la voz! Mi padrastro tiene el sueño muy ligero, y podría oírnos. He estado haciendo tiempo por ahí hasta tener la seguridad de que mis padres estarían acostados. Estaba seguro de que Toni te obligaría a pasar la noche con nosotros. Siempre hace igual con todos los invitados. Tiene alma de posadero – el chaval se fue despojando al mismo tiempo de todas sus ropas, y las iba desparramando con sumo cuidado por los muebles, primero las pesadas botas Doc Martins, después los desgastados vaqueros de talle bajo, y más tarde el resto de la ropa, ante la mirada pasmada de Juanjo.

Pero esto es una locura…¿Qué te hace pensar que yo…? – inició Juanjo, pero un apasionado beso en la boca del impulsivo chaval le obligó a guardar silencio.

No digas nada – le recomendó Kevin apartándose el imposible flequillo de la cara – simplemente lo sé, no me preguntes cómo. Esas cosas siempre se saben entre nosotros.

¿Entre nosotros? – Juanjo le miró a la cara, horrorizado de estar siendo seducido por el hijo de su antigua amante. El podía haber sido ahora su padrastro. Pero no lo era, y ese hecho constituía una disculpa permisible.

Sí, no creas que no lo he notado, desde que has puesto el pie en esta casa. ¡Estás tan bueno, tío! Si no hubiera sido por Toni te hubiera comido la boca en el mismo porche. Además, reconoce que te ha dado morbo el jueguecito con los pies de la comida. Se notaba que estabas superexcitado y por eso te has ido al baño a hacerte una paja. He estado a punto de seguirte, pero se hubiera notado descarado. No nos conviene llamar la atención

¿Entonces eras tú? ¡Dios mío! – Juanjo estaba fuera de juego y no sabía como reaccionar ni que decir. Se había quedado allí sentado en la cama, como un pasmarote, mientras Kevin le besaba los labios y le pasaba la lengua por los lóbulos de la oreja y por el cuello, de forma tan lasciva como hacía su madre una década atrás.

Pues claro que era yo, ¡¿no pensarías que iba a ser Toni?! Ese tío es hetero, y además está muy encoñado con mi madre.

Yo…no sé que decir, Kevin…me parece que esto no está bien

Ah ¿no? Pues espera a ver esto entonces, a ver si cambias de idea.

Kevin retiró las gruesas sábanas que ocultaban a la vista el sexo de Juanjo, le bajó los pantalones del pijama de Toni que llevaba puesto, (y le quedaba algo grande, por cierto) y se llevó a la boca su adormecida polla, bajando la piel que recubría el prepucio hasta encontrarse con su sonrosado capullo. Estuvo lamiendo pacientemente aquel sabroso glande mientras un desconocido Juanjo se tumbaba boca arriba, con la parte superior del pijama desabrochada mostrando un contundente tórax de gimnasio, y se tapaba la cara con la almohada para no evidenciar el inmenso placer que le estaba haciendo sentir de manera vergonzante aquel chiquillo. Y, de paso, porque no quería proferir el más mínimo grito que despertara a sus anfitriones, y con el excelente trabajo oral de su retoño lo tenía francamente difícil.

La felación que estaba efectuando Kevin cumplió los objetivos propuestos, y el rabo de Juanjo creció exponencialmente hasta alcanzar su límite natural, sin dejar de ser adorado en ningún momento por la juguetona lengua de su nuevo amiguito. Cuando parecía que ya había llegado al límite de sus fuerzas, y que iba a derramarse de un momento a otro en la boca del muchacho, aquel demoníaco efebo, digno hijo de su madre, interrumpía el tratamiento por unos instantes, y aprovechaba para lamerle los huevos, pellizcarle los pezones y restregar su vivaracha lengua contra la dura piel de su abdomen. Particularmente excitaba a Juanjo el roce del flequillo en punta de Kevin contra su desnuda piel, y le recordaba en cierto modo al de la famosa medalla de Toni en aquella mítica follada del 96. Que el joven estudiante de diseño gráfico era un experto lamedor de vergas no le cabía a estas alturas a Juanjo ninguna duda, y que la forma en que le comía luego la boca era espléndida lo demostraba la habilidad de su lengua en vencer la inicial resistencia de su mandíbula e introducirse en el interior de su cavidad bucal, como un ratón asustado en su madriguera.

Cuando consideró que ya estaba bastante excitado, el indómito joven le obligó a darse la vuelta, y le obsequió con la mejor comida de culo de su vida, explayándose en su cometido. Juanjo, nuevamente oculta la cabeza bajo la almohada como una avestruz, sintió esta vez que ya no era dueño de sus actos, y consideró mejor entregar el control de su vida y de su sexo a aquel mercenario del amor que había tomado su habitación al asalto y le había convertido en rehén de su voluntad sin proponérselo. El esfínter de Juanjo se fue dilatando sin necesidad de lubricante por una eficaz mezcla de lametones, perforaciones de varios dedos de la experta mano de Kevin y el morbo natural que le producía la situación.

En un momento dado, Kevin sacó un condón que tenía preparado para la ocasión y se lo colocó en el miembro, después de pajearse y de hacer que su capullo chocara unas cuantas veces con la raja del culo de Juanjo, lo que consiguió empalmarle por completo en un tiempo record. A pesar de que todo el proceso se desarrollaba en silencio debido a las especiales circunstancias de nocturnidad y alevosía, Kevin supo de un modo extraño transmitir a Juanjo la irrefrenable urgencia de su deseo juvenil, y éste no puso obstáculos a lo que fue una penetración limpia e indolora, sin falsos quejidos ni gritos de excitación por ambas partes. En sepulcral silencio, sólo perturbado por el ligero temblor de los muelles del colchón crujiendo al compás de las embestidas de Kevin, Juanjo fue poseído con y contra su voluntad, de espaldas y de frente, y se sorprendió a sí mismo besando con verdadera pasión los jóvenes labios de su amante, apartándole el flequillo de la cara para distinguir mejor sus hermosos rasgos, y apoyando de forma voluntaria sus robustas piernas de futbolista en los anchos hombros de nadador de su ardiente compañero de fatigas.

Tras descargar ambos sobre el abdomen de Juanjo, éste se encerró en el baño para asearse, abriendo muy despacio el grifo del agua caliente de la bañera, para evitar ruidos innecesarios a horas tan avanzadas de la noche. Mientras se duchaba fue repasando mentalmente la cadena de acontecimientos que habían degenerado en esta situación, y no dio crédito a lo que había sucedido, y a las futuras consecuencias que aquel acto irreflexivo por parte del caliente muchacho y de su no menos complacido partenaire podían originar en la recién recuperada amistad con Toni. Aquello había estado mal, él lo sabía, y este hecho aislado no debía volver a repetirse. Sí, decidió mientras se secaba con una toalla que habían dispuesto en realidad para la ducha del día siguiente: en cuanto saliera del baño hablaría muy seriamente con el muchacho y se lo explicaría telegráficamente para que no le quedara la más mínima duda de la rotundidad de sus argumentos.

Sin embargo, cuando salió al fin del cuarto de baño, y contempló el cuerpo desnudo y dormido de tan adiestrado pupilo sintió un inconfesable ramalazo de ternura, y se dedicó por espacio de varios minutos a admirar su juvenil figura. Se sentó luego a su lado y apoyó la cabeza del joven en su regazo, acariciándole la cabeza a traición, ahora que no podía defenderse, y sintiendo que el destino le había regalado una esperanza en forma de varón joven y sexualmente insaciable. Recordó sus propios 21 años, y la forma en que se alteraba su respiración al contacto de su cuerpo con el del ser amado; sólo una vez consiguió hacer realidad su fantasía innombrable de hacer el amor con Toni, y sólo una vez haría el amor con el hijo de la mujer que hizo su sueño posible. Una mujer a quien había regalado una felicidad que a su lado nunca habría encontrado. Juanjo se quedó traspuesto minutos después, y cuando despertó a la mañana siguiente, Kevin ya no estaba allí. Se había evaporado con las primeras luces del alba, pero había dejado su aroma estampado en su piel y su huella de macho joven y ardiente en las mismas entrañas de su cuerpo.

Tras desayunar muy temprano en compañía de Toni y Yolanda, Juanjo subió a su habitación a recoger sus cosas. Al ir a buscar su cartera en el interior de la mesilla de noche, encontró un diminuto post-it escrito a rotulador pegado sobre la misma, que simplemente decía: Kdt en Madrid. T ncsito aki. Y una dirección que debía pertenecer a la escuela de diseño gráfico donde prestaba sus servicios, pues no sólo estudiaba allí sino que también participaba en algún grado en los proyectos de la empresa. Debajo venía su número de móvil, con una aclaración: Llama kwando kieras (p-ro llama). A Juanjo le hizo gracia el descaro del mensaje y su desenfadada manera de ver la vida, por no hablar de la curiosa ortografía del mensaje, tan en boga en estos días en los mensajes por móvil. Dobló el papel cuidadosamente y lo guardó en el interior de la cartera, si bien estuvo tentado de tirarlo directamente a la papelera del baño. Sabía que nunca más volvería a repetirse esa situación, y mucho menos llamaría o iría a visitar al pipiolo en su cubil de estudiante. Todo eso quedaba demasiado lejano en su memoria para él. Ahora era un hombre adulto, con otras preocupaciones en mente. Se despidió con un beso en la mejilla de Yolanda, que salió a despedirles hasta la verja exterior. Toni le acercaría hasta su hotel, ya que le pillaba de camino a la oficina. Antes de abandonar la casa, Yolanda se acercó por propia iniciativa hasta el asiento del conductor y estampó un cariñoso beso en los labios a su marido, que le devolvió el detalle acariciándole la barbilla y dedicándole un sentido piropo, que no parecía forzado ni de circunstancias. Juanjo sintió una sana envidia al observar la forma en que ambos intercambiaban miradas cargadas de complicidad sin necesidad de palabras, y decidió que había acertado al sacrificar su prometedora relación con ella y su entrañable amistad con él para que ambos pudieran ser felices juntos. El, por el contrario, era un caso perdido. Su destino era la soledad, pues sabía bien que nunca encontraría un sustituto en su corazón para el eterno joven de 21 años en que se había convertido en su memoria Toni Román.

Kevin, sin embargo, no estaba para tantas alegrías aquella mañana. Desde la ventana de su habitación, pesaroso y casi en trance, observaba la ceremonia de los adioses con el corazón en un puño, y la certeza casi inequívoca de que no volvería a ver a Juanjo. Regresaba a Canarias en un par de días, le había advertido su madre; tal vez viajara más a menudo a Madrid por motivos laborales, ahora que debía llevar el mando de los negocios familiares, pero había dejado clara su intención de continuar residiendo en Las Palmas, un lugar próximo y alejado de todo a la vez, donde se sentía a gusto y donde el clima acompañaba todo el año, al contrario que Madrid, que despertaba atenazado cada mañana por una ola de frío polar desde hacía semanas.

Aquella mañana Kevin no fue a clase, ni la siguiente tampoco. Encerrado en su habitación, puso la excusa de una inesperada gripe para guardar cama, y entregarse a la escucha obsesiva de la música del último álbum de Second. En todas las canciones creía encontrar una referencia a su actual momento sentimental, y a menudo las lágrimas rodaban por su rostro cuando escuchaba la profunda voz de Jose Angel Frutos desgranando las estrofas más evocadoras de todas.

Desde aquella habitación,

Desde aquel rincón tan exquisito,

Lanzamos un mensaje para todo el universo.

Al cabo de horas de escucha repetida, no obstante, eligió su canción favorita del cd, una auténtica joya en forma de balada titulada "Más suerte", y se dedicó a interiorizar la letra como si estuviera escrita exclusivamente pensando en él, y en la imposibilidad de volver a encontrar en esta vida al hombre que amaba, y del que todo un océano y un abismo mental le separaba. Cuando la desesperación le envolvía y ya no podía seguir la letra con los labios, lo hacía con el corazón, repitiendo sin cesar el estribillo en su aturdida cabeza:

Quizás tenga más suerte

Y me regalen otra vida

En la que pueda conocerte

Con más detenimiento

Y pueda susurrarte

Limando los detalles

Buscando los sabores

Quizás tenga más suerte.

Al cabo de los días, decidió salir de su encierro voluntario y retornar al mundo de los vivos. Lo hacía como un zombie, pero decidido a plantar cara a la adversidad y no perder el ritmo de sus estudios, pues el diseño gráfico era su verdadera vocación en la vida y su único consuelo en estas horas de desasosiego. Para él aquello había sido mucho más que un polvo, aunque no lo hubiera manifestado abiertamente. Le gustaba mucho Juanjo, claro, pero es que además sentía una conexión espiritual con él que no podía explicar con palabras y que no sabía bien a que se podía deber, habida cuenta de sus diferentes edades y experiencias vitales.

Una mañana de finales de enero, mientras contemplaba desde su atril del estudio de la calle Alcalá el Parque del Retiro completamente nevado, a través de los amplios ventanales de la oficina, creyó escuchar el pitido característico del buzón de mensajes en su móvil. No le dio importancia porque pensó que se trataría de algún mensaje relacionado con la fiesta de cumpleaños de su amigo David, a quien sus colegas y él pensaban organizar una fiesta sorpresa el finde siguiente, pero, por si acaso se tratase de la pesada de su madre, que a menudo le pedía que se pasara a echar un vistazo a sus abuelos al salir de clase, decidió comprobarlo para quedarse más tranquilo. Lo primero que le chocó es que el número que se lo enviaba era totalmente desconocido para él. Pero es que además el mensaje en sí era un pequeño galimatías que no parecía tener pies ni cabeza. Tan sólo decía, en un lenguaje indescifrable para él:

Tenías razón, hay 21 razones maravillosas para quedarse en Madrid, una por cada año de vida de la persona amada. Si quieres saber de mi, pregúntale al ángel caído. El conoce la respuesta.

Presa de una excitación insoportable, Kevin se dirigió a los baños a llamar, pues estaba prohibido hablar en clase. Pero por más que sonaba, desde el otro lado nadie contestaba al teléfono. "Cógelo, por favor, vamos, Juanjo, ¿A qué estás jugando? Sé que eres tú, no se lo he contado a nadie aún, ni creo que lo haga nunca".

A la tercera llamada infructuosa, Kevin optó por buscar el anorak, y los guantes e inventarse una excusa creíble (y recurrente en su caso), es decir, que su abuela había enfermado repentinamente y debía acudir a su lado, y bajó los escalones del inmueble de tres en tres hasta llegar a la calle. Miró a ambos lados, pero allí no había rastro del canario adoptivo. El suelo estaba resbaladizo a causa de la nieve, y tuvo que pisar con tino con sus botas militares para no resbalar debido a la capa de hielo formada en el asfalto. Tras estudiar la situación durante unos segundos, un relámpago de intuición atravesó su cerebro y le aconsejó cruzar la calle y adentrarse en el blanqueado Parque del Retiro, que parecía hoy una idílica postal navideña, recibida, eso sí, con un mes de retraso, por culpa de algún cartero despistado. Dejó atrás las centenarias verjas de hierro y se adentró en su interior, pero por más vueltas que dio por la helada Cascada y por los alrededores del estanque y del Palacio de Cristal, no pudo alcanzar su esquivo objetivo. Escudriñaba con afán detectivesco a cada hombre que encontraba con la cabeza tapada por algún práctico gorro de lana, por si adivinaba en ellos los familiares rasgos de Juanjo, pero sin éxito. Ninguna de esas anónimas caras semiocultas podían compararse, a su parecer, a la nobleza del semblante de su efímero amante. Se encontraba un poco decepcionado de su búsqueda, y temeroso de haber sido engañado por algún desaprensivo, cuando recibió un segundo mensaje, que se apresuró a leer de inmediato. Nueva decepción. Allí sólo podía leerse: ¡Frío, frío!, y en un primer momento el agobiado Kevin creyó que era un simple parte meteorológico, antes de llegar a la lógica conclusión de que aquel retorcido especimen se refería a su fracasada búsqueda. Se encontraba en ese momento junto al embarcadero del estanque principal, cuando de pronto un fogonazo de súbita lucidez le desbordó por completo.

  • ¡Pues claro, joder, como he podido ser tan imbécil!…el mensaka lo dice bien claro. Pregúntale al Angel Caido. Yo pensé que era una especie de licencia poética, que decía el profe en clase de literatura, y resulta que no estaba de coña, es a él a quien tengo que buscar para obtener la respuesta. Menudo cabrón está hecho el Juanjito.

Sin perder un momento Kevin echó a correr como si le fuera la vida en ello, aprovechando los escasos espacios libres de nieve, abiertos por los servicios de limpieza del parque para que la gente pudiera transitar sin peligro, pese a lo cual tropezó al menos un par de veces sin llegar a dar con sus huesos en el suelo, provocando las miradas de extrañeza de otros paseantes, generalmente jubilados y madres con niños que jugaban a tirarse unos a otros bolas de nieve o a fabricar muñecos de tamaño natural y gélida humanidad. A los pocos metros sentía ya el aire helado de la mañana congelado en sus fosas nasales, y el aliento que exhalaba formaba nubes de vapor que flotaban como ectoplasmas a su alrededor; pero los obstáculos físicos y climatológicos no importaban ahora que estaba tan cerca de su objetivo. Por fin lo tuvo a la vista a lo lejos: la famosa Glorieta del Angel Caido, en pleno corazón del parque. A su vera se citaban muchas parejas en días menos desapacibles que éste, y allí debía estar su plan para las próximas décadas, esperando pacientemente bajo la estatua. Prefirió acercarse más despacio para no darle la penosa impresión de que desfallecía por volver a verle…eso quedaría muy poco viril, y él presumía de machote con sus colegas ¿acaso no había sido él quien le había petado el culo la otra noche? Aquello le había encantado y quería repetirlo cuanto antes, pero dar una imagen de nenaza ante un hombre más mayor podría destrozar su imagen varonil y de malote integral para siempre. Por más que en su interior sentía un run-run constante que le pedía que se dejase de chorradas y corriese en pos del amor de su vida, su lado pragmático predominó esta vez, y sus andares cansinos de postadolescente complicado y huraño le condujeron despacio pero sin pausa en dirección a la famosa estatua. Faltaban veinte metros para llegar cuando recibió otro nuevo y fastidioso mensaje de móvil: "¡Caliente, caliente!". Aquel jueguecito absurdo estaba empezando a impacientarle, y él nunca se había destacado por su paciencia infinita precisamente. Estuvo a punto de apagar el móvil o de responderle con alguna incoherencia, pero sus pasos eran más rápidos aún que su mente, y así, antes de que se diera cuenta, estaba plantado ante el mismísimo ángel negro, que permanecía, sin embargo, ajeno a su presencia. Allí no quedaba nadie a quien preguntar a esas horas tan tempranas, y con ese frío inmenso que calaba hasta los huesos. Estiró un poco las piernas, y dio dos vueltas alrededor de la estatua, pero allí no se escondía nadie. Se le ocurrió por un momento que podía tratarse tal vez de un programa de cámara oculta, en cuyo caso pensaba cagarse en la puta madre del realizador y de todo el equipo técnico, o bien una inocentada tardía de su amigo David, pero todas esas opciones le parecieron inverosímiles, o directamente absurdas. Allí no había nadie, y en algún rincón del planeta, tal vez en una cálida playa canaria, algún desalmado estaría partiéndose el pecho a su costa. Había sido un ingenuo y un sentimental, un puto romántico en unos tiempos en los que este sentimiento está adulterado y prostituido. ¿Cómo podía ser tan ingenuo e infantil de pensar que un empresario de 33 años iba a abandonar en pleno invierno, y sin venir a cuento, el paraíso canario para citarse con un mindundi como él en un parque madrileño, con la que estaba cayendo en la ciudad aquella mañana de enero, por si fuera poco?.

Kevin esperó un par de minutos, y luego abandonó el lugar, abatido y cabizbajo, e incluso apagó el móvil para evitar recibir más mensajes de ese hijo de puta que le estaba vacilando en venganza por haberse dejado empanar el culo por un chaval joven y despierto como él. Las lágrimas corrían por su rostro y un sentimiento de ira justificada hizo que se dedicase a tirar bolas de nieve contra las farolas decimonónicas, hasta que la sensación de rabia dejó paso a la desesperación absoluta. Tenía una última bola de nieve de buen tamaño preparada en la mano, cuando desde detrás de él escuchó una voz que le resultaba familiar.

¡No busques más, chaval!. Aquí tienes un objetivo para lanzar tu bola.

¡Hijo de puta! ¡Te odio! – y no sólo le lanzó la bola, que impactó en su guardapolvos negro, sino que además se tiró a por él como un toro bravo embistiéndole con la cabeza, y cayendo ambos a continuación sobre la alfombra de nieve que cubría los parterres próximos a la entrada de la calle Alfonso XII.

La risa desmedida de Juanjo enfureció todavía más a Kevin, y ambos acabaron rodando ladera abajo hasta dar con sus huesos en el estrecho sendero que bordea el parque, junto a la valla principal. Al final, Kevin cayó encima del improvisado bromista y Juanjo aprovechó la confusión momentánea del involuntario revolcón para besarle delicadamente en los labios. Eso pareció calmar la sed de venganza del joven, que se limitó a secarse las lágrimas, y ponerse en pie, ya más tranquilo. Incluso le ofreció la mano a Juanjo para que hiciera lo mismo. Este le ofreció un kleenex para secarse las lágrimas, ambos se sacudieron la nieve acumulada sobre sus vestimentas y acto seguido emprendieron un agradable paseo en dirección a la entrada principal de la Plaza de la Independencia.

¿Porqué me has estado vacilando de ese modo? – quiso saber de inmediato un Kevin fingidamente airado.

Bueno, no te lo tomes a mal, pero necesitaba comprobar un par de cosas antes de dar este paso tan trascendental en mi vida.

Kevin le miró como si estuviera hablando en otro idioma. No entendía una palabra de lo que decía ahora.

No me mires así, Kevin, algún día lo comprenderás. Tú eres muy joven, y quería saber si realmente me quieres o tan sólo había sido un capricho. Pero veo que eres un pibe valiente y decidido. No esperaba menos de ti.

Por supuesto que lo soy. Pero estoy furioso porque no quería que me vieras llorar. Ahora pensarás que soy una nenaza y ya no querrás hacer el amor conmigo. Que puta mala suerte la mía

Juanjo se echó a reír ante tamaña incoherencia. Sintió un fuerte impulso de abrazarle, pero se conformó de momento con rodearle el hombro con el brazo. Kevin no se inmutó, y tampoco parecían importarle las escrutadoras miradas ajenas de los escasos viandantes que a esa hora circulaban por el parque. Aquello era otro punto a su favor, opinó Juanjo; tal vez el muchacho fuera más maduro de lo que pretendía mostrar al exterior.

No debes pensar eso. Precisamente porque has llorado me he dado cuenta de la intensidad de tus sentimientos y me has convencido de intentar mantener una relación contigo. La verdad es que me gustas mucho, Kevin, y sólo la edad y el hecho de que seas hijo de quien eres me impide tomar una decisión.

Si es por la edad no te preocupes – respondió Kevin en tono relajado – una vez leí a alguien que decía que la juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo.

Mira, en eso llevas toda la razón.

Y respecto a Toni y mi madre, yo no me preocuparía, porque mi madre sabe lo nuestro, y es posible que a estas alturas él también, aunque a mí no me van a decir nada, claro está.

Ahora era Juanjo el sorprendido y asustado. Se separó un momento de él para comprobar que no le estaba mintiendo por despecho, pero los límpidos ojos de Kevin eran incapaces de engañarle, y consideró que estaba diciendo la verdad.

¿Y eso como ha sido? – preguntó Juanjo en tono confidencial.

Muy fácil, un pequeño marrón por mi culpa. Resulta que cuando me fui de tu habitación, con el desfase que llevaba encima por la falta de sueño y el miedo que tenía a que se despertara mi madre y me descubriera, me olvidé un calcetín allí, que al parecer encontró mi madre entre las sábanas, cuando subió a hacer la cama al poco de irte tú con Toni.

¿Tu madre hace las camas habitualmente?

¡Que dices! ¡Nunca! Para eso tenemos a las chicas del servicio, ¿no?. Sin embargo aquel día subió a hacer la tuya, desconozco la razón, tal vez fuera de tipo sentimental, porque ella mira a menudo unos álbumes de fotos antiguos en los que salís los tres. Yo creo que te quiere mucho. El caso es que lo encontró y, como es tan lista, en seguida se dio cuenta de que era mío, y se imaginó lo que podía haber pasado, aunque yo nunca la había dicho que entiendo, pero ya sabes como son las madres de intuitivas. El caso es que cuando me desperté y ví que me faltaba un calceto me entró el pánico y subí raudo a buscarlo a la habitación de invitados, antes de que la chica filipina arreglara el cuarto. Rebusqué por todas partes, incluso debajo de la cama, y cuando me levanté del suelo, mi madre salió del cuarto de baño, y simplemente me preguntó, con voz cansina: "¿Buscas esto, Kevin?", y me mostró el puto calcetín de deporte. Joder, que marronazo, tronco. Yo no sabía donde esconderme. Mi cara era un poema de Bécquer en esos momentos. Creo que me puse de todos los colores, antes de reconocer que, en efecto, era mío, y que lo estaba buscando, porque a ella no se la puede engañar, entonces sí que entra en cólera.

Madre mía, que papelón. Cualquiera vuelve ahora a tu casa. ¿Y que te dijo exactamente? – indagó Juanjo cruzando los dedos.

Lo extraño es que no estaba enfadada conmigo. No hizo ningún comentario, aparte de aconsejarme que lo echara a la lavadora con su gemelo porque el condenado olía fatal.

¿Sólo eso? ¿no mencionó nada más?

Pues…ahora que lo dices, creo recordar que dijo que anduviera con más cuidado con mis cosas personales, o a lo mejor lo próximo que perdía era la cabeza…como ella, dijo textualmente. Y me deseó suerte en el intento. Después abandonó la habitación en silencio y me dejó más cortado que un vendedor de paraguas en casa de un beduino. ¿Tú entiendes lo que quiso decir?.

Juanjo se echó a reír complacido por la reacción moderna y racional de su antigua novia, y estrechó en sus brazos a Kevin, besándole en los labios con suma ternura después. Le encantaba jugar con su flequillo disparado, y contemplar las caras de fastidio que ponía su amigo cuando le alborotaba el pelo a propósito, él, que era tan cuidadoso con cada detalle de su imagen externa.

Creo que tu madre lo que quiso decir es que te lo pienses bien antes de liarte ,orque soy totalmente irresistible, ja, ja, y también que bendice nuestra relación, si es lo que te preocupa.

Me parece que tú sabes más cosas de mi madre de lo que aparentas – observó Kevin, estudiando su lenguaje corporal en busca de posibles pistas.

Bueno, ese tema en concreto daría para varios libros. ¿Qué tal si nos ponemos mejor a escribir el nuestro, chaval?

Kevin respondió al instante, comiéndole la boca con su pasión habitual. Ya no quedaba rastro del joven indómito y desagradable de semanas atrás. Juanjo sintió que esta vez sí había acertado en su elección, y que el regreso a Madrid para hacerse cargo de los negocios paternos estaba más que justificado en el amor que sentía por su nuevo novio. Por primera vez en muchos años descubría que él también merecía ser feliz, y no sólo contribuir pasivamente a construir la felicidad de los demás. Apretó con fuerza la mano de Kevin, y abandonaron juntos el parque, entre bromas y risas, en dirección al nuevo apartamento alquilado de Juanjo, que en un futuro no muy lejano deseaba compartir con su recién encontrado amor.

FIN