21 maneras de conjugar el verbo amar (3)

Han pasado doce años y Juanjo visita a su antiguo amigo Toni, lo que provoca efectos devastadores en su familia, reabriendo viejas heridas y originando situaciones incómodas sin proponérselo.

MADRID, ENERO DE 2009

La lluvia empezó a caer copiosamente sobre Madrid en el mismo momento en que el féretro de Vicente Tejedor Farinas era introducido en la sepultura familiar del Cementerio de la Almudena. Al mismo tiempo que los enterradores descargaban sus paladas de tierra y ocultaban a la vista la bandera del Atlético de Madrid que cubría el féretro en sus tres cuartas partes, su viuda, Josefina, era consolada por sus hijos, Juan José y Clara. Tras recibir los sentidos pésames de los familiares y amigos más cercanos, Juanjo agarró del brazo a su madre, que lloraba desconsolada la repentina pérdida del hombre con el que había compartido casi cuarenta años de su vida, y que había muerto, demasiado joven aún, debido al exceso de trabajo que le producía su intrincada red de zapaterías dispersas por todo el territorio nacional.

Juan José llevaba 12 años regentando la zapatería Tejedor sita en el centro histórico de Las Palmas de Gran Canaria. Sabía que se había perdido muchas cosas con tan impulsiva decisión, y que había ganado otras muchas a cambio. Independencia, libertad de movimientos, sexo fácil sin explicaciones ni malos rollos, anonimato total. A cambio, había dejado un trozo de su corazón hecho jirones en un apartamento madrileño, y los viejos colores rojiblancos todavía hacían resonar sus clarines de la nostalgia desde la lejanía oceánica de las islas afortunadas.

Iba Juanjo pensando en todo esto, camino del Ford Mondeo de su cuñado Julián, cuando creyó divisar la figura de un fantasma a lo lejos. Pero no, era él, no cabía duda. Hacía 12 años, 2 meses y 6 días que no veía a aquel hombretón rubicundo y simpático, a quien todas las mujeres de alrededor olfateaban como perras en celo, incluso en un lugar tan poco apropiado como este para frivolidades de ese tipo. Había ensanchado un poco, pero se mantenía en buena forma física; tampoco es que fuesen dos ancianos, pero a sus 33 años, vestido sobriamente con traje de color oscuro, parecía a años luz del muchacho ligón y fiestero que Juanjo había conocido en su alocada juventud. Le indicó a su hermana que se marcharía por su cuenta, y se dirigió al encuentro de aquel íntimo desconocido, envolviéndose ambos de inmediato en un cálido abrazo que derritió por completo el gélido ambiente invernal.

¡Que sorpresa! – Juanjo fingió una alegría que en aquellos momentos no sentía en absoluto – No pensé que te pasarías por aquí, ni siquiera pensé en realidad que estuvieras al tanto de lo ocurrido. Ha sido todo tan repentino e inesperado...

Bueno, aunque ya no vivo en el barrio, mantengo cierta amistad con tu hermana y tu cuñado, a los que he dado el pésame en el tanatorio, antes de que tú llegaras. Ellos me avisaron de lo ocurrido, ten en cuenta que tu cuñado trabaja en mi asesoría.

Sí, estoy al tanto, claro.

Una pérdida irreparable la de tu padre. Tan joven aún y con tantos proyectos por delante. Era un verdadero emprendedor, un gran padre de familia, y además un gran atlético de corazón.

Todo eso y mucho más. De verdad que no lo resisto… – Juanjo trató de tragar saliva y obviar las lágrimas que pugnaban por abrirse camino y desbordar su fingida compostura de circunstancias - ¡Es que me parece tan injusto que un hombre como él muera a los 65 años, cuando podíamos haber disfrutado de su presencia durante muchos años más!.

Por primera vez en su vida era Toni quien consolaba ahora a su buen amigo de juventud, y le acariciaba el cabello y la nuca con maternal empeño. A sugerencia de Toni, le acercó al hotel donde se hospedaría durante su estancia en la capital, no sin sentirse obligado, o tal vez le salía realmente del corazón, a invitarle a conocer su casa y a "su pequeña familia", que consistía en su mujer, su hijastro y su perro labrador. Le explicó que ahora vivía en un amplio chalet con jardín y piscina en la localidad de Somosaguas, a tiro de piedra, decía, de la Casa de Campo madrileña, y de su querido estadio Calderón, al que seguía acudiendo religiosamente cada 15 días, pero ahora, explicaba, le acompañaba su hijo Kevin, en lugar de él, su entrañable amigo Juanjo, como en los viejos tiempos.

No sé si será buena idea ir a comer a tu casa el domingo, como me propones. Las cosas no acabaron muy bien entre ella y yo, como sabes.

Tonterías…agua pasada no mueve molino – argumentó Toni, que lucía sin complejos un espectacular Rolex de oro en la muñeca, como bien pudo percibir Juanjo cuando el asesor financiero se subió las mangas de su camisa de seda italiana, debido al sofocante calor que hacía en el interior del Audi A4 – Además ella se alegrará de verte. Y Kevin estará encantado de que le cuentes cualquier historia relacionada con el Atleti de aquellos años. Le he dicho que eres una especie de enciclopedia rojiblanca.

Bueno, no es para tanto. Siempre me ha interesado la historia del club, pero es porque llevo los colores muy dentro de mí. Ten en cuenta que ya mis abuelos eran colchoneros, y acudían a presenciar los partidos al Estadio Metropolitano de Reina Victoria.

Entonces no hay más que hablar – le espetó en tono paternal y algo autoritario Toni mientras se bajaba del coche, en un lateral del Paseo de la Castellana – te esperamos este domingo en mi casa sobre las dos. Aquí te dejo el teléfono y la dirección – y le extendió una elegante tarjeta personal, con letras ribeteadas en pan de oro, en la que podía leerse el nombre de la imperial pareja:

Antonio Román Sotomayor

Yolanda Guzmán Martínez

De modo que él había conseguido su sueño. Perfecto, nada que objetar. El problema es que había sido a costa de los sueños rotos de otras personas, cada una de ellas flotando en su propia burbuja emocional sin comunicarse con el resto. Y a sus 33 años, Juanjo se sentía viejo y cansado, y derrotado por la vida, mientras que Toni parecía la viva imagen de la felicidad y el éxito social. Había triunfado en los negocios y se había casado con la mujer de su vida, pese a la férrea oposición familiar, que nunca le había perdonado que se casara con lo que ellos consideraban una vulgar choni de extrarradio. Que además no les había dado nietos propios ("¿y cómo iba a hacerlo?" cuchicheaban sus cuñadas a sus espaldas "si es tan vieja al lado del pobre Toni, y tan ordinaria a su lado…"). Para colmo Toni consideraba como un verdadero hijo a Kevin, al que adoraba sin matices, y a quien pensaba legar su fortuna personal. Ese generoso rasgo de humanidad era algo que sus hermanos y sus padres no podían soportar. Juanjo tenía conocimiento de todo ello a través de su hermana Clara, que trataba a todo el clan Román, intentando hacer encaje de bolillos para evitar salpicaduras indeseadas de uno y otro bando de aquella guerra medieval.

Aquel domingo hacía un frío polar en las calles madrileñas, y Juanjo salió del hotel protegido por un abrigo de paño tres cuartos azul marino, guantes de cuero negro, y zapatos italianos lustrados para la ocasión. El detalle colorista de la bufanda rojiblanca le pareció encantador, y muy evocador de aquellos años de desmadre juvenil, cuando acudía regularmente al estadio en compañía de Toni y otros jóvenes de barrios distantes (ellos eran los únicos que conociera que venían desde el señorial Distrito de Salamanca).

El taxi le dejó a las mismas puertas de la bonita mansión de estilo vanguardista que podía entreverse a través de los espesos setos de boj que cubrían la verja de entrada. Un miembro de aspecto latinoamericano del servicio le acompañó hasta el porche, donde ya le esperaba Toni, vestido informalmente para la ocasión con un Cardigan gris marengo y unos pantalones de vestir oscuros. Fumaba en pipa, lo cual llamó poderosamente la atención de Juanjo, que había abandonado el vicio del tabaco hacía algún tiempo. Al fondo, repantigado en una chaise-longe estilo Le Corbusier, con los audífonos del MP3 en los oídos y acariciando con una mano al relajado perro familiar, que ni se movió del sitio al percibir una presencia extraña, mientras con la otra sujetaba lo que le pareció a Juanjo un fanzine musical. ("este perro está amariconado" pensó Juanjo de inmediato observando detenidamente la escena, "influencia de Yoli, sin duda. Esa mujer feminiza y amaricona todo lo que toca. A mi me convirtió en gay de la noche a la mañana, qué no habrá hecho con este indefenso cuadrúpedo entonces").

Justo a tiempo, mi buen amigo – le saludó Toni con un efusivo abrazo – siempre tuviste el don de la puntualidad.

Y el de la oportunidad… - concluyó Juanjo, sacando del interior del bolsillo de su abrigo un misterioso paquete – Esto es para Kevin.

¡Joooder, que detalle, tío! – Toni palpó el paquete intentando descifrar su contenido. Pesaba poco. – Parece un CD…¿no?

Sólo hay una forma de descubrirlo – dejó caer su invitado, señalando con la mirada al perezoso joven que les miraba con los ojos entreabiertos pero no daba señales de pensar levantarse a saludar al viejo amigo de su padrastro – y es que lo abra el propio Kevin.

Toni se giró bruscamente y, en un tono admonitorio, le increpó a su hijastro la falta de educación propia de la juventud de hoy en día. Aunque en realidad sólo se llevaban trece años, y la supuesta figura paterna quedaba desdibujada en un simple remedo de hermano mayor paternalista.

Ya voy, ya voy, Toni. Hay que ver como eres tú también, tío– se quitó los cascos de los oídos y se incorporó lentamente, estirándose por completo como un felino recién levantado y mostrando a continuación una desarmante sonrisa – Bueno, supongo que tú debes ser el famoso Juanjo.

Y tú el no menos famoso Kevin.

Juanjo le extendió la mano a modo de saludo, pero aquel joven ignoró todo protocolo y prefirió entrelazar los pulgares, un saludo impropio de la situación, pero que a Kevin le pareció del todo natural. Toni y Juanjo se miraron de soslayo, el "padre" de la criatura se encogió de hombros, y su amigo sonrió divertido ante la falta de protocolo de aquel informal joven, que, para rematar la jugada, sustrajo impaciente el inesperado regalo de manos de su padrastro, que ya no tenía fuerzas ni ganas de amonestarle. Total, no iba a hacerle ningún caso

¿Es un CD? - quiso saber de inmediato el impulsivo joven, que procedió a romper el envoltorio, dejando caer los restos al suelo sin el menor reparo.

Creo que está bien claro…¿no? – intervino Toni.

Sí, lo presiento, pero ¿quiénes son? – cualquiera diría que debajo de aquel montón de papel de envolver se encontraba el botón nuclear de la Casa Blanca en estado de alerta máxima, a juzgar por la urgencia con que el chaval desenvolvía el presente.

Bueno, si te digo "Fracciones de un segundo", - propuso Juanjo a modo de adivinanza - ¿tú que me respondes?

¡SECOND! – el chaval empezó a dar saltos en el aire con el compacto entre las manos, como si fuera un icono ruso, y él un barbado pope de la religión ortodoxa admirando su reliquia – ¡Son ellos, papuchi! (al parecer sólo le llamaba así a Toni cuando estaba de muy buen humor, y en plan coña total) ¿pero como lo has conseguido, tío? Si no sale a la venta hasta el martes

Tú quieres saber demasiado – le amonestó cortésmente Juanjo – Digamos que uno tiene sus contactos.

¡Gracias! ¡Gracias!¡Gracias! ¡Tronco, eres lo más! – y sin mediar palabra le plantó sendos besos en las mejillas, antes de salir escopetado en dirección a su cuarto, seguido al trote por su fiel labrador, que, ahora sí, parecía haber despertado de repente de su narcoléptico estado anterior.

Juanjo y Toni se miraron desconcertados, antes de encogerse a la vez de hombros, (seguían teniendo las mismas reacciones al mismo tiempo, observó complacido Juanjo) y echarse a reír a carcajadas del descaro juvenil de Kevin.

Este chico me supera, no sé que voy a hacer con él – reconoció Toni, recalcando con sus gestos y ademanes su impotencia paterna frente al carácter rebelde y desinhibido del joven – la verdad es que es buen estudiante, porque su madre y yo estamos muy encima suyo, y un gran deportista, pero por lo demás, ya ves, es un torbellino

Toni le invitó a pasar al salón, no sin antes hacer que un miembro del servicio doméstico le ayudara a despojarse de su abrigo, guantes y bufanda.

Por cierto…¿Cómo has sabido que ese era el grupo favorito de mi hijo? El se habrá pensado que es cosa mía, pero lo cierto es que, como sabes, yo no he tenido nada que ver en esto.

¡Uf! No sabía que regalarle hasta que mi hermana Clara me puso en antecedentes. La verdad es que no me dio muchas pistas, sólo me dijo que últimamente estaba enloquecido con un grupo murciano que había ganado un prestigioso concurso internacional de bandas noveles en Londres, y que iban a sacar un álbum próximamente…¡pero ya sabes que en Internet no hay secretos que valgan!.

La conversación se detuvo en seco cuando una fantasmal aparición femenina hizo su entrada en el recargado salón. Juanjo tuvo que contener la respiración por un instante cuando contempló la radiante belleza de aquella refinada dama vestida de blanco. Sin duda era ella, pero no del todo. ¿Qué había sido de su abundante melena rojiza? Ahora llevaba el cabello mucho más corto, se había aclarado el tono de forma considerable, y el aspecto de su rostro se había dulcificado por arte de magia. Su figura, además, se había estilizado considerablemente en este tiempo. Más que una Belén Esteban aburguesada, parecía la mismísima baronesa Thyssen en persona. A Juanjo le pareció que había seguido el mismo proceso de estilización de la grandiosa Sofía Loren, que pasó un buen día de pescadera napolitana a dama de alta alcurnia, sin escalas intermedias. Llevaba un elegante traje de chaqueta blanco, muy parecido al que lucía la princesa de Asturias el día de su petición de mano, con una blusa negra debajo. Desde luego la ropa era de marca, de eso estaba seguro Juanjo. ¿Purificación García? ¿Angel Schlesser? No estaba seguro, pero algo sí tenía muy claro: aquella renovada Yolanda no compraba sus trapos en la sección de oportunidades del Corte Inglés, ni tampoco en una sucursal de Zara precisamente.

Buenas tardes, Juanjo. Es un placer tenerte entre nosotros de nuevo. Y gracias por las flores – señaló un vistoso ramo de orquídeas y camelias que había ordenado colocar en un jarrón de estilo rococó encima del piano de cola - Te presento mis condolencias por el fallecimiento de tu padre. Hubiera acudido con Toni al entierro, de no haber enfermado mi madre ese mismo día.

Muchas gracias. Veo que estás preciosa. Yo diría que estás más joven ahora que entonces – ambos cruzaron una significativa mirada al decir esto, lo que encendió el piloto automático de "peligro a la vista" en Toni, un hombre que parecía tan enamorado de su mujer como el primer día – Y tenéis una casa preciosa. Veo que te van bien los negocios, Toni.

Bueno, no me quejo, aunque la crisis nos está afectando, como a todos. Quien te puede hablar de eso es tu cuñado, que es el responsable del departamento de grandes cuentas. De todos modos, le prometí a Yolanda que no hablaríamos de dinero durante todo el día, y pienso cumplir la palabra dada.

Toni se acercó a su esposa y la rodeó cariñosamente por el hombro. Ella sonrió de forma modosa, algo impensable en ella doce años atrás, y se dejó besar en la mejilla por su orgulloso marido. Juanjo se fijó entonces en que su cutis de porcelana parecía haber rejuvenecido veinte años. La calculó unos 42 años en aquel momento, pero no se la notaba la más mínima arruga, ni en el cuello ni en las manos, y tampoco habían hecho su aparición en su inmaculado rostro las temidas patas de gallo. Todo era muy extraño, pero lógico. Yoli sacaba casi diez años a su esposo, y, siendo ambos personas con una intensa vida social, debía mantenerse en buena forma física y mental o acabaría pareciendo en pocos años la madre de Toni. Nada de eso estaba ocurriendo de momento, más bien lo contrario. Parecía haber hecho una alianza con el bótox y el bisturí del cirujano plástico para resguardarse del inevitable paso del tiempo. Sin embargo, sus rasgos no habían perdido expresividad, pero su rostro había ganado en luminosidad y sabiduría.

Voy a la cocina un momento – Yolanda se liberó del abrazo de Toni de forma sutil – la cocinera rusa apenas habla español y la nueva criada filipina la responde en tagalo, y esto es un pequeño caos. Ahora vuelvo. Voy a ver como va todo.

Ambos amigos se quedaron mirando a la extraordinaria mujer que abandonaba la estancia. Sus voluptuosas formas de antaño se habían evaporado casi por completo, a excepción de su precioso culo, que seguía en su sitio, más pequeño que entonces, pero igual de bamboleante y respingón. Yolanda era una mujer de la cabeza a los pies. Juanjo se fijó en la manera en que Toni seguía embobado con la mirada a su esposa, y deseó que eso mismo le hubiera sucedido con él, que le hubiera hecho perder el sentido y babear cada vez que abandonara la habitación de su apartamento de solteros. Un sueño inútil, como tantos otros.

Una mujer deliciosa, única – comentó Toni extasiado tras la marcha de su mujer.

Sin duda. Creo que la juzgué mal en un primer momento. De todos modos ha cambiado mucho en estos años. Yo diría que incluso a mejor.

Ella ha sido una diosa siempre. Yo lo supe ver desde el principio. Y la suerte me acompañó en mi camino.

Sí, claro. Eres un hombre afortunado – Juanjo sabía que la suerte no había tenido nada que ver en eso, pero le siguió la corriente. A estas alturas de la película daba igual lo que pensara el hombre que más le hizo sufrir en su vida.

Vamos a avisar a Kevin de que la comida está lista – decidió de improviso Toni agarrando del brazo a Juanjo, y conduciéndolo en dirección a la habitación de su hijo – seguro que estará escuchando tu cd, como si lo viera.

La habitación de Kevin era incluso más grande que el apartamento de Juanjo en la playa de las Canteras de Las Palmas, y hasta disponía de vestíbulo y vestidor propios. Pese a que contaba con una cama, un sofá y un canapé de diseño en la amplia cámara, Kevin prefirió tumbarse de costado sobre una impresionante alfombra bicolor de modernas líneas, con la música saliendo en estridente cascada de la ultramoderna cadena de música de diseño galáctico marca Bang & Olufsen. La letra de la pegadiza canción, que escuchaba el joven en estado semihipnótico, resonó como un eco adormilado en el fondo del corazón de Juanjo:

Volveremos a intentarlo,

Volveremos a probarlo,

Volveremos a entendernos,

Volveremos a empezar de cero.

Juanjo sabía que nunca volvería a intentarlo con Yolanda, ni a probarlo con su antiguo amigo Toni, nunca habría una segunda oportunidad para ninguno de ellos. Al menos Toni había encontrado y conseguido al amor de su vida. Pero…¿y Yolanda? ¿Daba ella la imagen de una mujer enamorada? Por lo poco que había visto aquel día, Juanjo lo ponía en duda. Yoli nunca había tragado a Toni, y le había costado meses de empeño conseguir que su amante se dejara penetrar por su mejor amigo. Lo hacía por él, le dijo, pero no pensaba repetir la experiencia. Que ilusa. Ignoraba que el destino tenía sus propios planes, y Juanjo estaba decidido además a dar un empujoncito a ese destino remolón. Todo por amor a Toni. Pero ¿y él? El se había quedado colgado en medio de la nada, incapaz de reaccionar, ajeno a la felicidad de quien había sido el amor de su vida. Su vida afectiva era nula, menos que cero. Sólo consistía en sexo, puro y duro. Triste, pero cierto.

¡Joder, Toni, mola mazo el disco de los Second!. Y eso que sólo he escuchado unas pocas canciones – Kevin se incorporó para saludarnos - ¿A ti no te gustan los Second, Juanjo?

Yo soy más de Depeche Mode, a decir verdad – confesó éste último, que quería evitar reconocer que desconocía al grupo murciano hasta hacía unos días.

Pues te informo que los Second fueron teloneros suyos en su gira española de hace unos años – intervino Kevin, presuroso y en tono resabiado. Le miró de modo desafiante, como si fuera a perdonarle la vida de un momento a otro – Los Depeche esos suenan bien, pero están viejos – Kevin pronunció está última palabra de forma despectiva, como si le molestara que un grupo formado por cuarenteañeros, que no cuarentones, siguiera en activo y en buena forma física, y hasta creativa en ocasiones.

¡Anda, chúpate esa!– exclamó Toni, escandalizado de que alguien pusiera en solfa en algún sentido a su grupo favorito, aquel con el que ambos amigos se identificaban de modo absoluto.

Bueno, esto suena bien, para ser un grupo español yo diría que parecen muy británicos, muy modernos – sostuvo Juanjo en plan conciliador.

¡Second son los mejores, son la caña! – decidió Kevin de modo inapelable.

Toni apagó la música, pese a las protestas del veinteañero, y le conminó a acompañarle a la mesa, lo que Kevin hizo de modo mecánico y a regañadientes. Los piercings de la ceja y labios, su corte de pelo desfilado y con zonas rapadas alrededor de las orejas y en la nuca le alejaban por completo de la imagen pulcra y aseada, mucho más clásica, de Toni y Juanjo.

Yolanda les esperaba en el salón principal, con el mantel repleto de viandas y un gran centro de flores recién cortadas presidiendo la mesa. Una vez sentados los cuatro, la conversación se desvió ahora a la vida que llevaba Juanjo en Canarias, y que, según explicó éste brevemente, giraba en torno a su negocio del ramo del calzado, el gimnasio, la playa en sus escasos ratos libres y viajes de negocios cada dos meses, de preferencia a Italia, pero también a la costa levantina y a Baleares, para surtirse de nuevos modelos de zapatos, antes incluso de que aparecieran oficialmente en el mercado.

Durante toda la conversación Kevin se mantuvo cabizbajo, como ajeno a la situación, comiendo con desgana, y deseando tal vez que terminase cuanto antes la aburrida conversación de aquellos tres pijos redomados. Su madre, en cambio, parecía mucho más interesada en lo que Juanjo tenía que contar sobre su vida actual. Desvió la mirada por un momento en dirección al jardín cuando su marido preguntó directamente a su colega de antaño por su situación sentimental, y él reconoció que de momento estaba libre y sin compromiso. Kevin levantó la cabeza por un momento del plato, puso cara de asombro, y continuó a lo suyo, canturreando por lo bajini una canción del repertorio del grupo de sus amores. Yolanda, por el contrario, no pudo evitar sentir una punzada de envidia al escuchar eso, y esbozó una ambigua sonrisa. Cuando Juanjo miró de pasada a Yoli al comentar esto, la voz de grillo de Kevin se escuchaba de fondo mientras canturreaba en voz muy baja: "Volveremos a intentarlo, volveremos a probarlo…".

¡Calla, Kevin! – le ordenó Toni – ¡los cánticos para el partido de esta noche!.

En ese mismo momento, Juanjo sintió como el pie de Yolanda, envuelto en una suave media de nylon, se introducía juguetón por el interior de sus pantalones y se restregaba de manera sensual por sus tobillos. El enrojeció de inmediato, y miró directamente a Yolanda, que le devolvió una estudiada sonrisa de circunstancias. ¿Cómo podía actuar de esa manera, delante de su marido y de su propio hijo? De modo que todo lo presenciado no era más que puro teatro. Ella no amaba a su marido, eso estaba claro, y seguía siendo la misma zorra de siempre. Lo que era aún peor: ella no le había olvidado, y seguía tan enamorada de él como entonces. Joder, que situación, pensó Juanjo descorazonado, mientras intentaba seguir con su descripción de la ciudad de Las Palmas. Pero su díscola mente prefirió vagar en el tiempo hasta el verano de 1996, y se vio de pronto atado al cabecero de una cama de hierro, siendo penetrado por un consolador de buen tamaño y follando a la vez con furia inusitada a Yolanda por el culo, en una de las espectaculares puestas en escena que aquella hermosa mujer solía organizar durante sus frecuentes encuentros sexuales en su piso de la calle Camarena, siempre en horas en que el pequeño Kevin estaba en el colegio, o los fines de semana que pasaba el chavalín en la casa de sus abuelos maternos.

Juanjo trató de cambiar la postura para indicar claramente su incomodidad con la situación, pero temía llamar la atención del resto de los comensales. Por Kevin no había que preocuparse, Juanjo le dirigió una rápida mirada y aquel pibe parecía estar en Babia, como de costumbre, y en cuanto al pobre Toni, estaba embarcado en una apasionante conversación sobre la extensa finca que había comprado recientemente en los Montes de Toledo, y donde al parecer quería retirarse cuando le llegara la hora de la jubilación. Alarmado por el cariz que estaba tomando la situación, y por la extraña cualidad de fijeza en las miradas que le dedicaba Yolanda cada vez con mayor frecuencia, se vio obligado a hacer algo que ningún invitado a comer debe hacer nunca: pedir permiso para acercarse al servicio y ganar tiempo con ello. Toni le acompañó hasta el umbral para indicarle que se dirigiera a la puerta del fondo del pasillo, mientras se oía como un eco lejano la voz trémula de Yoli regañando a Kevin por sus malos modales habituales y la irritante costumbre que había desarrollado de cantar en la mesa.

Parece que tengas quince años, en lugar de 21 – se escuchó como amargo reproche final materno. "Siempre 21, como entonces" suspiró Juanjo, sentado sobre la tapa cerrada del inodoro, haciendo tiempo hasta volver a la mesa. Evocaba en su memoria la inolvidable noche en que Toni y él conocieron a la mujer que cambiaría sus vidas para siempre.

Cuando regresó al comedor y se reincorporó a la comida tras excusarse nuevamente, el repentino furor vaginal de su antigua amante parecía haber cesado por completo, y la conversación viró hacia temas intrascendentes, para alivio de Juanjo, que temía una nueva sesión de acoso por parte de la despechada víctima de su egoísmo juvenil. Aunque él no lo veía así, desde luego. El no había querido ser cruel y calculador con ella, pero su amor por Toni, y su deseo de que fuera feliz, superaban con creces cualquier otro sentimiento que ella pudiera despertar en su agitado corazón. Muy pronto, sin embargo, averiguaría, para su sorpresa, que el pasado siempre vuelve, que los capítulos inconclusos dejan como resultado cicatrices permanentes, y que de buenas intenciones está también el infierno lleno. Y que el mundo gira muy deprisa, y la impasible rueda de la pasión siempre anda buscando un objetivo en el que posar sus lujuriosos ojos, para hacer presa en él y obligarle a rendirse a una fuerza superior y más primaria.

(Continuará)