21 maneras de conjugar el verbo amar (2)

Toni está decidido a conquistar como sea a Yolanda, y cuenta para ello con la necesaria colaboración de Juanjo, que vive su propio tormento interior al asumir finalmente el profundo amor que siente por su mejor amigo.

¡Tengo que volver a verla como sea!- Toni estaba eufórico aquella tarde, dando vueltas en círculo alrededor del diminuto salón del apartamento.

  • ¿A quien? ¿a la zorra de anoche? – la cara de pasmo de Juanjo no admitía componendas. Estaba completamente alucinado. No sólo su amigo no parecía (o no quería) recordar nada de su particular interacción de la noche anterior, sino que además, por primera vez en mucho tiempo, mostraba interés en una mujer más allá del consabido polvo compartido entre ambos.

No digas eso, Juanjo. ¿Cómo puedes hablar así de una mujer tan maravillosa como ella? Yolanda, dijo que se llamaba. ¿Qué mas? No recuerdo nada, joder. Dímelo tú

¿Quién? ¿Yo?¿Tú crees de verdad que yo le iba a preguntar a esa golfa como se llamaba o donde vivía? Tú te pinchas mortadela, tronco.

Entonces estamos como al principio. Pero esa mujer es increíble. ¿Cómo es posible que la dejara marchar sin pedirla siquiera un teléfono de contacto?

Tal vez porque tenías una tajada de padre y muy señor mío, y no te tenías casi en pie. Al final fui yo quien tuvo que arroparte con una manta porque te habías quedado sobado sobre la cama mientras yo me duchaba.

Toni desvió la mirada avergonzado cuando Juanjo mencionó el episodio de la ducha, clara señal de que recordaba perfectamente lo ocurrido horas antes entre las sábanas de sus camas unidas en santa coyunda. Pero ese fugaz episodio homoerótico de su biografía no parecía afectar para nada su ánimo, que ahora estaba centrado en localizar como fuera el paradero de aquella mujer.

A ti lo que te pasa es que te jode no habértela podido tirar, y eso ha herido tu hombría. ¿Y que te hace pensar que ella esté interesada en volver a verte? Yo diría que es una putilla de tres al cuarto. Además es muy mayor para ti. Tú acabas de cumplir 21 años, y ella tiene por lo menos 30.

Ya lo sé, pero eso da igual. Es completamente diferente a las otras mujeres que he conocido hasta ahora – Toni entornó los ojos en actitud soñadora, algo totalmente impropio en su naturaleza. Hasta ahora, que se supiera.

Sí, sin duda. Es más vieja…y aún más puta que las anteriores. Yo diría que hasta viciosa. Si quieres te narro en detalle el maravilloso fin de fiesta que nos organizó la señorita Yolanda anoche en la habitación.

No, no es necesario – una risita nerviosa y disculpatoria le delató a sus ojos – ya me lo imagino…¿pero es que no lo entiendes, tronco? Ella no es una puta arrastrada como tú te piensas, es una mujer experta y sofisticada. Creo que anoche nos dio una buena lección a los dos, Juanjito.

Sí, sobre todo a mí – ironizó Juanjo – Y como comprenderás no estoy dispuesto a repetir el tratamiento…- se mintió a sí mismo. En realidad estaba dispuestísimo a repetir cuantas veces fueran necesarias el experimento aquel, pero, a ser posible, sin la molesta presencia de aquella ama dominante con ínfulas feministas, que parecía salida de algún burdel de tercera categoría.

No seas quejica, eso fue sólo un juego inocente. Lo importante es localizar a esa mujer cuanto antes. ¿Qué te parece si preguntamos en el bar del Monchi? Tal vez sea clienta habitual.

Sí, tiene toda la pinta de ser asidua a ese tipo de lugares – dejó caer Juanjo, dejando escapar un suspiro de fastidio ante el previsible marrón en el que pensaba embarcarle su amigo – A decir verdad, tiene pinta de muchas cosas, pero ninguna buena.

No seas así, chiquitín – a Juanjo le encantaba que Toni le llamara por ese apelativo, aunque en realidad sólo le sacaba 6 meses de edad, y 5 centímetros de altura en total – Para una piba que me gusta de verdad en mucho tiempo, no vengas tú ahora con monsergas de que si es demasiado mayor o un poco puta. ¿Y para qué quiero yo salir con una virgen? Mejor con una mujer hecha y derecha, que sepa lo que hay que saber de la vida y que me enseñe cosas, no que la tenga que enseñar yo a ella como se le chupa una polla a un tío.

Bueno, supongo que, mirado de ese modo, la cosa cambia… - reconoció Juanjo, que sabía de sobra que cuando algo se le metía en la cabeza a su amigo no había nada ni nadie que le convenciera de lo contrario.

Entonces, directos al Monchi’s bar, colega. A ver si hay suerte.

Dios nos ampare. La que nos espera…- ambos sonrieron a la vez con la ocurrencia, pero la sonrisa de Toni era optimista e ilusionada, y la de Juanjo, en cambio, dejaba transmitir un poso de melancolía y decepción inocultables.

Localizar a aquella misteriosa ave nocturna no resultó tan fácil como les pareció en principio. No sólo nadie parecía conocerla de nada en aquel bareto, sino que el dueño les confirmó que era la primera vez que recordaba haberla visto por allí, que no era de la clase de mujeres que solían frecuentar su antro de perversión (no lo dijo así, pero lo dio a entender claramente), y que lo único que podía ofrecerles como pista es que venía con dos amigas (eso ya lo sabían ellos) y que a eso de la medianoche llamó desde el teléfono del local. El pasó cerca de donde ella se encontraba mientras descargaba cajas de botellines de Mahou, y pudo escuchar someramente una conversación en la que quedaba claro que ella era madre de un hijo de corta edad, y que preguntaba a la persona que atendía el otro lado del teléfono (¿su marido?¿los abuelos del crío?) si el niño había cenado bien, y si estaba ya acostado como ella había dispuesto. La respuesta debió satisfacerla, porque enseguida la pudo ver de nuevo sentada junto a la barra y en animada conversación con sus acompañantes.

¿Y a sus amigas tampoco las conoces? – le interrogó un alterado Toni.

Me temo que no…pero una de ellas creo que estuvo tonteando con el "Bultaco", aunque no sé si se marcharon juntos o no. Es posible que él tenga su teléfono.

¿Quién, el "Paquetón? – Toni y Juanjo se miraron, siempre les sucedía lo mismo, pensaban justo lo mismo al mismo tiempo, y bastaba una mirada cómplice para transmitirse el pensamiento: "estamos hechos el uno para el otro – caviló Juanjo en ese momento – no entiendo como él no es capaz de verlo así".

Sí, también le llaman así sus admiradoras, ja, ja – río un relajado Monchi, que había hecho la noche de su vida con un llenazo total, y debido a ello hoy pensaba cerrar más pronto, y había concedido un día de descanso al camarero habitual.

Muchas gracias, Monchi. Cóbranos, anda, que tenemos prisa.

Deja, estáis invitados. Pero cuando encontréis a la gachí tenéis que volver los tres a celebrarlo a mi local. ¿De acuerdo?

Por supuesto. Gracias, eres el puto amo, tío – sentenció Toni, abrazándole con demasiadas muestras de entusiasmo para la parca información que habían conseguido sonsacarle.

Sí, el rey de Lavapiés – añadió Juanjo, en tono sarcástico.

Y de parte de La Latina – añadió orgulloso el interesado, que no había captado ni por asomo el componente irónico del comentario de Juanjo.

Cuando, tras innumerables pesquisas, consiguieron dar días después con el paradero de Yolanda Guzmán, Toni la telefoneó hasta tres veces al teléfono de su domicilio, para obtener siempre la misma respuesta. No estaba interesada en mantener ninguna relación con él, sólo quería que la dejara en paz y continuar con su vida normal. La tercera vez que llamó, ella ya no se lo tomó tan bien, y le amenazó con denunciarle a la policía si continuaba acosándola de esa manera. De nada le servía su reconocida belleza y su excepcional apostura; él podría tener a cualquier mujer en 100 km a la redonda, y muchas féminas se pegarían por obtener una noche de placer a su lado, pero aquella mujer estaba hecha de otra pasta, y no transigía con niñatos como ellos. Lo que más le dolió fue el cruel comentario que le disparó a bocajarro antes de colgar por tercera y última vez aquella tigresa de acento cañí y giros castizos.

¿Qué pasa? ¿Es que nunca has estado con una mujer que tenga la lengua para algo más que comerte la polla, y el coño abierto sin que sea una puta barata? Pues ya va siendo hora de que espabiles, niño de papá de mierda. Búscate a otra imbécil, que conmigo has pinchado en hueso. Y no acepto regalos de desconocidos, si estás pensando en comprarme. Y ahora, adiós, tengo que dar de cenar a mi hijo. ¡Que te vaya bien, mocoso!.

Toni nunca se había sentido más insultado y vejado en toda su vida. Acostumbrado a ser el niño bonito de todas las reuniones, y a que las mujeres se pegaran por sus encantos, le costaba asumir que una mujer le hubiera rechazado sin darle opción a explicar sus motivos, que sin duda eran nobles y honorables. El hubiera estado dispuesto a mantener una relación estable con aquella hembra de espesa cabellera rubia con reflejos rojizos, y a sacrificar su preciada libertad para encontrar el amor verdadero en sus brazos, e incluso, quien sabe, convertirse en un remedo de figura paterna para el hijo de ella. En un primer momento decidió no deprimirse ni desmoralizarse con lo ocurrido, y proseguir junto a Juanjo su envidiable vida de crápula. Estuvieron acudiendo durante unas semanas a los garitos habituales, donde sabían encontrarían mujeres jóvenes y disponibles en abundancia, y siguieron compartiendo chicas como antes de Yoli, pero ahora ya no se tocaban nunca entre ellos, aunque Juanjo se consumía en la negación de un deseo inconfesable que ya no podía ocultarse a sí mismo por más tiempo. Podría engañar a los demás durante el resto de su vida, pero en su interior sabía que su amigo era la única persona que amaría de verdad en su corazón, por mucho que lo negara y por mucho que intentara disfrazar de amistad entrañable lo que a todas luces era un amor inmenso que no le cabía en el pecho. Quizá por eso, no había transcurrido un mes de desparrame en común cuando ambos decidieron de mutuo acuerdo poner fin a sus escarceos conjuntos. Toni le confesó que las recientes noches de alcohol y sexo fácil no habían supuesto un gran avance en su lucha interior por negar la realidad de su deseo hacia Yolanda, y Juanjo suspiró aliviado, porque compartir la ducha y las ortodoxas noches de sexo heterosexual con su colega se había convertido ahora en una verdadera tortura interna, y no disfrutaba nada de la experiencia, de la chica, y menos aún de paz interior. No podía besar ni tocar a quien deseaba teniéndole tan cerca, y, en cambio, debía disponer a su antojo de un cuerpo cualquiera, siempre de sexo femenino, por el que ya no sentía nada más que simple necesidad biológica de descargar en su interior y luego ignorarla y marcharse, tan vacío por dentro como había llegado, y aún más frustrado en su vano intento de conquistar la atención de Toni.

Juanjo empezó a alarmarse semanas después, ya entrado el verano del 96, cuando descubrió que Toni había comenzado a espiar a Yoli, pues había descubierto en la guía telefónica que vivía en la calle Camarena, en el madrileño barrio de Aluche, un lugar muy alejado del relativo glamour de la calle General Díaz Porlier, en pleno barrio de Salamanca, donde vivía él desde niño. Toni se lo confesó desconsolado y entre lágrimas un domingo por la mañana, tras haber salido la noche anterior a varios garitos céntricos y haberse retirado temprano, sin una mujer agarrada a su brazo, por primera vez en mucho tiempo.

Le he comprado chuches, y le he regalado cromos del Atleti. Se llama Kevin Jesús. Kevin Guzmán, se ve que su padre biológico no quiso reconocerle, tiene 8 años y ha terminado 2º de E.G.B. en el instituto del barrio. Tendrías que verle, Juanjo, es un niño precioso, con la misma cara de gato de su madre, y muy forofo del Atleti. Dice que sus jugadores favoritos son Caminero, Kiko y Simeone, pero que a su madre le gusta más Toni. ¿Te das cuenta, Juanjo? ¡Toni! ¡Como yo! Y es que además su madre es también atlética, como nosotros.

La madre no es atlética ni nada parecido, lo que pasa es que le pone Toni Muñoz porque es muy guapo, joder, y ya está…pero vamos a ver, tío, ¿tú te has vuelto loco? ¿No te das cuenta de que si alguien te ve acompañando a un niño de corta edad, que no es pariente ni conocido tuyo te puedes meter en un lío? ¿Y si te ve la madre, qué? ¿Crees que no tiene los ovarios suficientes como para denunciarte a la policía? Pues yo te digo que sí, tronco. Que esa tía tiene muy mala leche, ya lo has visto por teléfono, y al natural tiene que ser aún más verdulera y descarada, si cabe.

Bueno, digamos que he calculado los riesgos. Pero verás. Ella nunca acompaña al niño al parque, porque sale a trabajar a las seis y media de su casa, y se dirige a la sucursal de Caja Madrid de su barrio, donde trabaja en la ventanilla. ¡Quien fuera cliente de esa sucursal para ser atendido por ella…!

Da igual, tú eres capaz de entrar y pedirle como si tal cosa que te abra una libreta o un plan de pensiones.

Con tal de que me hiciera caso, desde luego, no creas que no lo he pensado. Pero es demasiado arriesgado, ella podría montar en cólera allí mismo, es una mujer muy temperamental.

  • Bien…entonces, ¿que otra locura piensas hacer? – quiso saber de inmediato Juanjo, para tomar las medidas oportunas que evitaran un más que probable desastre.

  • Bueno, había pensado en ganarme la confianza del niño, y que fuera él quien me terminara conduciendo a la madre de forma natural.

  • Déjalo, tío, anda, que te estás cubriendo de gloria. Déjame a mí. He estado informándome por mi cuenta mientras tú perseguías infantes por los parvularios.

  • ¿Ah, si? ¿Y que has averiguado?

  • Bueno, he estado hablando con el "Bultaco", y me ha dicho que el próximo sábado va a quedar con Teresa, la amiga de Yoli, en el bar de Monchi, y es posible que le acompañen sus amigas. Ahí tienes una posibilidad clara. Y es la última de momento, porque luego parece ser que se van de vacaciones las tres juntas durante una semana a la costa del Sol…¡sin novios, maridos ni hijos! Y después me imagino que se irá por ahí con su hijo, digo yo.

La cara de Toni en esos momentos reflejaba un indefinible cruce de sentimientos que iban desde el entusiasmo hasta la desesperación, pasando por la incertidumbre. Durante varios días estuvo dando vueltas a la ropa que debía ponerse, y no digamos ya a su forma de peinarse, estudiando con detenimiento una foto de gran tamaño que salía en el As de su tocayo Toni Muñoz para copiar su estilo de peinado, aunque se parecían como un huevo a una castaña, pues el jugador cordobés y futuro capitán y director deportivo de la entidad rojiblanca es moreno y de estatura media, y Toni Román alto, de cabello color castaño claro y almendrados ojos verdes.

Por fin llegó la ansiada noche del sábado, y Toni y Juanjo se encaminaron, vestidos con sus mejores galas, a tomar unas copas en los alrededores del Monchi’s, hasta que a eso de la una y media se decidieron por fin a entrar, encontrándose el local abarrotado, en parte por peña conocida de ellos, pero ni rastro del "Bultaco" y las "chicas de oro", como las llamaba Juanjo en homenaje a una popular serie televisiva de la época protagonizada por tres mujeres de mediana edad, "como estas viejas putas maquilladas", añadía Juanjo a propósito de Yoli, Tere y Rebeca, para enfado de Toni, que las calificaba de "maduritas interesantes". Justo es decir que Yoli era la más joven y guapa de las tres, y que a decir verdad ninguna debía superar los 35.

Serían cerca de las dos menos cuarto cuando entraban por el local el Paquetón y Teresa, seguidos a corta distancia por Rebeca y Yoli, que iban hablando de sus cosas, ajenas a la pareja de enamorados que les acompañaba, y que no cesaron de prodigarse todo tipo de arrumacos y mimos durante el resto de la noche. Toni se aferró a su San Francisco como si le fuera la vida en ello, y, tal vez producto del calor ambiental o del nerviosismo lógico ante la prueba de fuego que se avecinaba, empezó a sudar como un pollo, y a realizar frenéticas incursiones en el baño, que a Juanjo le parecieron excesivas si se trataba tan sólo de descargar la vejiga.

Los cuatro integrantes de la nueva hornada llegada al abarrotado local de copas se situaron en una mesa recién desocupada al fondo del local, fuera del alcance de la vista de los dos jóvenes colchoneros. Toni y Juanjo estuvieron un buen rato diseñando la estrategia a seguir para no hacer el ridículo, que debía seguir un plan maestro definido con anterioridad por la maquiavélica mente de Juanjo: consistía básicamente en pasarse a saludar a Rafa "el Bultaco" en plan colegas, y de paso hacerse los encontradizos con ellas y estamparlas un par de besos en la mejilla a cada una de ellas…y, como una cosa lleva a la otra, se sentarían junto a ellos, les invitarían a una ronda, Juanjo distraería al Bulta contándole los últimos chismes del barrio y los próximos fichajes rumoreados del Atleti, y Toni aprovecharía para meter cuña en las conversaciones femeninas, interesarse por el niño de Yoli, lo que la resultaría halagador y ciertamente un detalle encantador, y de ahí en adelante que Dios repartiera suerte, y a saber como acabaría la noche. Que para Toni sólo podía ser de una manera: en la cama con ella, o, al menos, ya que últimamente estaba muy sensiblero y perdonavidas, se conformaba con una firme promesa de volver a encontrarse en una futura cita…a solas.

Pero la realidad es bastante terca y no sabe de planes maestros ni estrategias geniales, y quiso la casualidad que pocos minutos después de entrar al local, Yolanda se levantara de su asiento para ir al servicio, y pasara a escasos centímetros de su esforzado pretendiente, a quien miró de soslayo con expresión de fastidio antes de fijarse en el expectante rostro de Juanjo, a quien sin embargo dedicó la mejor de sus sonrisas y lo que les pareció a ambos un leve guiño cómplice, antes de desaparecer camino de los servicios del local.

¿Lo ves? No me ha hecho ni puto caso. Si es que tenía que haber traído la camisa blanca de Armani. Pero tú te empeñaste en que fuéramos de sport y este es el resultado…- se quejó Toni, contrariado y con las lágrimas de sudor resbalándole por el rostro.

Bueno, no se puede decir que haya sido un fracaso absoluto. Ya has visto que a mi si me ha sonreído y guiñado el ojo. Y es que tú eres un puto pesado, y a las mujeres no les gustan los hombres tan insistentes. Como se nota que siempre te lo han dado todo hecho, no tienes ni puta idea de técnicas de ligue, tronco.

Joder, yo no tengo la culpa de ser tan guapo y que las mujeres me adoren…menos esta cabronaza.

¿Y tu abuela vive todavía, tron?

¿Qué dices de mi abuela ahora?

Nada, déjalo, anda, que estás empanao, tío. Mírala, ya vuelve, yo creo que ha ido sólo a retocarse. Si ha hecho eso es porque tiene pensado ligar con algún pibe esta noche, las conozco bien y ésta además es de tipo hiperfemenino y sensual, muy predecible en sus actos.

Joder, lo que sabes de mujeres, tío…yo creo que no hay quien las entienda, y que ni ellas mismas saben lo que quieren

En ese momento Yolanda volvió a pasar por delante de ambos, pero esta vez se detuvo frente a la mesa donde reposaban las bebidas, y, en un gesto extremadamente sexy, se llevó a los labios el vaso de ginebra de Juanjo, sorbiendo lentamente de la pajita, para pasmo de los dos veinteañeros, que, a pesar de tanto estudio técnico de la situación habian sido superados por la desbordante sensualidad de aquella gata callejera, enfundada en un vistoso minivestido negro, que dejaba al aire la mayor parte de sus bien torneadas piernas.

¡Hola, chicos!…Que casualidad encontrarnos por aqu텿Verdad? – Yoli pronunció ese "verdad" con una marcada doble intención, que no le pasó inadvertida a Juanjo.

Toni, sin embargo, estaba demasiado nervioso como para reaccionar o darse cuenta de nada en aquel momento. A duras penas, y gracias a un pellizco de su amigo en la pierna, consiguió Juanjo que Toni se levantara a saludarla. El beso de Yoli a Toni fue frío y formal, mientras que a Juanjo, por el contrario, le estampó dos sonoros besos en ambas mejillas. Un asombrado Juanjo creyó percibir que aquella zorra introducía sus expertos dedos a través de su bolsillo derecho del pantalón y, de hecho, notó un agradable cosquilleo en el miembro cuando las ágiles extremidades de Yolanda rozaron su entrepierna por un instante. Acto seguido, tras sacudirse la melena un par de veces, se despidió tras soltar un par de obviedades, con un sensual: "Nos vemos…" , dirigido expresamente a Juanjo. A Toni ni siquiera le miró al despedirse, simplemente se giró y se encaminó al rincón que ocupaba con sus amistades. Y no habían pasado ni cinco minutos cuando se despidió con un par de besos del Bultaco y su amiga Teresa, y se marchó con Rebeca del local, sin mediar miradas indiscretas o insinuantes en dirección a la mesa ocupada por ellos dos. Esta era la oportunidad esperada largo tiempo por Toni, la de ofrecerse a acercarlas a su domicilio. Pero Juanjo le detuvo agarrándole del brazo con fuerza y atrayéndole hacia él.

¿Estás loco? ¿No ves que no servirá de nada? Tal vez consigas ligar con la amiga, pero desde luego no con ella. Y tampoco se van a ir con un desconocido en su coche, sobre todo si Yolanda da malos informes de ti a su colega. – razonó Juanjo – Déjame pensar un poco, anda. Tal vez hayas perdido la batalla, pero no la guerra.

Gracias por la ayuda, pero déjalo, tío. Ya no sé que pensar – ahora Toni se cubría la cara con las manos, desfallecido – no estoy acostumbrado a que una mujer me rechace, no sé como actuar en estos casos, la verdad.

Bueno, alguna vez tenía que ser la primera, Casanova…¿a que duele? Pero no te preocupes, que mujeres en el mundo hay más que abonados madridistas en la dirección de Telemadrid.

Toni sonrió amargamente, copa en mano, con la supuesta broma de su amigo, que escondía una gran verdad entre líneas, y es el descarado apoyo que presta tradicionalmente la televisión pública madrileña, pagada con los impuestos de todos, al club merengue, en brutal contraste con la tibia atención que le merecen los avatares del equipo rojiblanco. Siempre perdedores, siempre sufridores. Ahora también en cuestión de amores, como no podía ser menos. "Los atléticos somos así de desgraciados" pensó un desolado Toni, al borde de las lágrimas.

Ya, pero yo la quiero a ella. La necesito como el aire para respirar – ahora se bebió de un trago el resto del cocktail para terminar de entonarse – Creo que no puedo vivir sin ella, Juanjo.

Sí puedes, tío, claro que puedes, de hecho lo llevas haciendo 21 años. Además, aunque se fijara en ti, para ella sería sólo un juego, ¿no te das cuenta de que nos mira como a dos críos, y que lo que ha hecho esta noche es burlarse de nosotros?.

No, esta vez no podré – las lágrimas corrían por las mejillas del rubicundo cutis de Toni y humedecían sus hermosos ojos claros – esta mujer ha dado la vuelta a mi mundo como un calcetín, y ya no sé donde está el norte y dónde está el sur.

Pues está bien claro – dijo Juanjo a modo de chanza, tratando de quitar hierro a la situación – al norte están los vikingos, nuestros enemigos, y al sur estamos nosotros, la noble tribu de los indios colchoneros, los cochises rojiblancos.

Déjate de bromas ahora…¿no ves que estoy hundido? – Toni se dejó vencer por la opresión que sentía en su pecho y rompió a llorar desconsoladamente como un niño de pecho.

Juanjo actuó rápidamente en esta ocasión, y sacó a su amigo a rastras del local. Por suerte el Bultaco estaba entregado a una sesión de besos con su reciente conquista en la penumbra del fondo, y no llegó a apercibirse de su presencia. Una vez en la calle, apoyó a su amigo, que se había dejado caer como un pesado fardo sobre sus hombros, en la grafiteada pared de una tienda de comestibles, regentada por ciudadanos de origen chino. Pero Toni se dejó vencer por las lágrimas de nuevo, y buscó de forma inconsciente el abrazo de su buen amigo. Juanjo sintió ese abrazo excesivo y desesperado como si su cuerpo y su alma hubieran sido absorbidos por una especie de agujero negro y ahora ya no le perteneciesen, sino que estuviera ensamblado y formara parte integrante del cuerpo de su amigo Toni. Le amaba y le odiaba a partes iguales. Le amaba sin tregua y sin medida alguna, aunque eso era algo que su amigo nunca llegaría siquiera a sospechar, y le odiaba por haber caído en los brazos de la única mujer en los alrededores que no suspiraba por él ni podría hacerle realmente feliz.

Juanjo condujo esta vez el descapotable de su amigo de regreso a casa. Como Toni estaba demasiado bebido y cansado para ello, le tocó a él desnudarle y tumbarle en la cama. Sintió una pulsión infantil de lanzarse a mamar aquel rabo adormilado que parecía necesitar una boca amiga que le reanimase en tan tristes momentos, pero se contuvo por esta vez y, cerrando los ojos para no tentar la suerte, arropó con una leve sábana el cuerpo desnudo de su compañero. Mientras se desvestía para ir a dormir, Juanjo sacó del bolsillo del pantalón lo que parecía un mínimo trozo de papel de periódico doblado, en el que una mano presuntamente femenina había escrito con letra de molde:

"Llámame cuando quieras, guapetón,

pero no traigas a tu amigo…"

y un número de teléfono escrito debajo. "Así que estas tenemos" pensó Juanjo, maravillado de las eternas contradicciones del devenir humano. Se giró para mirar a Toni, que dormitaba serenamente, con una expresión de risueña placidez en el rostro, y pensó en lo injusta que era la vida a veces con los hombres. El daría la vida por su amigo, quien a su vez parecía haber enloquecido de amor por aquella experimentada mujer de barrio, y, por un caprichoso giro del destino, ella sólo estaba interesada en disfrutar de lo que prometía ser una tórrida relación sexual sin compromiso alguno, con el joven al que había sometido y desvirgado analmente. Aquello le pareció tan ridículo que tuvo que taparse la boca para no estallar en carcajadas, y despertar de ese modo al pobre Antoñito el Fantástico, el terror de las nenas, que había sido derrotado por una fémina de superior inteligencia y poderosos atributos corporales, la perdición de los hombres, decían de ella en las calles de su barriada.

Juanjo se introdujo desnudo en la cama, y apretó muy fuerte la mano de Toni, mientras con la que le quedaba libre se hacía la gayola más rápida y excitante de su vida, contemplando de reojo los marcados pectorales de Toni, y recordando el leve roce de aquella dorada medalla contra su cuello mientras se comían a besos y su amigo le taladraba sin piedad, delante de los ojos de gata encelada de aquella víbora con piel de cordero. Después se durmió rápidamente, y se imaginó un mundo donde los Tonis locales desfallecían de amor por muchachos como él, y las leonas selváticas como Yolanda enloquecían de celos y se desesperaban por no poder encender de deseos los cuerpos de los viriles pobladores de ese planeta gay, en el que ahora Juanjo se sentía como en casa, como si hubiera regresado a su verdadero hogar espiritual…que no era otro que los fuertes brazos de un tal Toni Román.

(Continuará)