2018.12.17 Señor Lobo
- ¿Oiga señor lobo, puede salir a jugar? - Caperucita saludó así al Lobo como hacía casi todos los días desde que se encontraron por primera vez en el bosque.
-
¿
Oiga señor lobo, puede salir a jugar?
-
Caperucita
saludó así al Lobo
c
omo hacía casi todos los días desde que se encontraron por primera vez en el bosque. En ese primer encuentro le explicó, muy seriamente, que los lobos debían devorar a las niñas de carne pálida (aunque ella era más bien tostada) y cabellos rubios. El Lobo se sentía mucho más cascarrabias que feroz
.
L
a nieve que se insinuaba entre su magra cabellera se le antojaba símbolo indiscutible de que su tiempo había pasado. Quizás porque nunca había oído la fabula, y no sabia que había pastorcillas mentirosas que podían herir profundamente a los lobos.
Como quiera que fuera
Caperucita
quería que el lobo jugara con ella. Y en una ocasión incluso cruzó todo el enorme bosque para poder sentir las fauces de Lobo . Aunque normalmente se conformaban con los mensajes que pájaros y otros artificios mágicos les permitían intercambiar. Fuera como fuera
Caperucita
contagiaba su vitalidad al viejo Lobo y este gruñía por las noches al oído de la jovencita para que durmiese más tranquila.
Hoy ella quería jugar, de hecho ya llevaba unos días siendo traviesa, olvidando sus tareas y sonriendo desafiante ante las advertencias de su predador.
-
Es ya el tercer día que no compartes tus fantasías con la
manada
. - Recordó el paciente mentor a su traviesa pupila.
-
¿Qu
é
voy a hacer contigo?
- Repitió casi como un mantra.
-
Nada. Si soy buena papi.
- Respondió la manipuladora rubita mientras ante el Lobo se conjuraba una imagen de ella con disculpas escritas sobre su hermoso cuerpo.
-
C
ó
mo aprendes lo
que
quieres. Ens
é
ñame las fantasías que vas a mostrar.
-
Todavía no las
h
e elegido.
Lobo mostró su desaprobación con un gruñido. Y sin mas dificultad rápidamente aparecieron tres interesantes escenas.
En la primera una gacela con tacones de vértigo y piernas casi tan esbeltas como las de
Caperucita
se agachaba luciendo medias, trasero y jugoso sexo.
La segunda mostraba una gatita tomando leche en un cuenco mientras un macho poseía su trasero.
En la tercera una perrita adoraba el calzado de su dueño. Lamiendo con entrega las botas en sus pies.
-
Papi
…
– Al fin y al cabo
C
aperucita
seguía siendo también una niña. -
Sigo con ganas de “jugar”…
-
Pues te has tomado con calma empezar tus tareas. Pero necesito tiempo para pensar en tu castigo… Puedes jugar un ratito contigo,
aunque
como te corras me voy a enfadar mucho. Cuando se vac
íe
un canasto grande me avisas y me dices cuantas veces has estado a punto de alcanzar el clímax.
Lobo
aprovech
ó
ese tiempo para cazar algo. Las tripas le rugían y ten
í
a bastante claro lo que le iba a pedir a
su nena
.
-
De momento me debes cuarenta y cuatro azotes por el retraso. ¿Qu
é
tal el juego
Caperucita
?
-
Necesito correrme Señor Lobo, ya
he
estado a punto veintiuna veces. ¿Puedo correrme ya porfi?
-
Buena chica.
- Respondió el sorprendido
Lobo
. -
C
ó
rrete. Ya solo me debes veintitrés azotes. Ahora vas a crear una
versión
de tus
fantasías
protagonizada por ti.
-
¡
Pero si
están
mis compañeras!
- Se
ruborizó
Caperucita
,
que vivía con otras tres jovencitas en la misma cabaña. -
¿Y
como hago las otras dos? La primera s
í
,
p
ero
...
-
Vas a ser una niña buena y hacer lo que te
h
e dicho.
-
Pero…
-
Zapatos tienes de sobra y bien bonitos adem
á
s. Leche y cuencos también.
O si lo prefieres puedo ordenarte que le pidas ayuda a tus compañeras.
-Sentencio socarrón
Lobo
. -
Por cada versión que me envíes descontar
á
s cinco azotes.
La primera animación no tardó en aparecer. Las piernas de
Caperucita
lucían, como Lobo ya sabía, mucho más esbeltas. Y su sexo apetitosamente húmedo además.
-
Qu
é
vergüenza, jo. Estoy superexcitada.
- Confesó su compañera de juegos mientras le mostraba como recorría la casa semidesnuda en busca del tazón de leche para la gatita .
La siguiente imagen no evocaba a la glotona felina. La niña mil veces más entregada que la perra en la que se inspiraba, pasaba la lengua por los tacones que sabía excitaban a su elegido predador. Sus jugosos senos eran infinitamente apetecibles coronados con aureolas de melocotón dulce.
El éter conjuró rápidamente la tercera escena. El plano era totalmente distinto pero la gata era más que reconocible. La leche había sido juguetonamente elevada en lugar de reposar directamente en el suelo, y ningún macho poseía a
Caperucita
. Como recreación dejaba bastante que desear pero nadie, y aún menos Lobo , podría negar el erotismo y excitación que provocaba. Aunque la joven no se conformó con eso, y casi de la nada sacó su varita mágica (también era un poco bruja) y la aplicó en su sexo. Sonriendo de placer mientras una gota de leche recorría la comisura de su boca.
-
Buena chica,
y
a solo me debes siete azotes. Puedes
dártelos
en casa pero
n
o en tu habitación.
- Ordenó el lobo malvado.
-
Pero…
- Empezó a responder la niña retomando el juego de manera que quizás en otra ocasión os relate. Porque debéis saber que a
Caperucita
le encanta que las historias no acaben. Y todavía sigue preguntando al Lobo si va a salir a jugar.