(2) ¡soy enfermera, no puta!
Mi paciente me insinúa que lo masturbe... yo soy enfermera no... eso.
(2) ¡SOY ENFERMERA, NO PUTA!
A la mañana siguiente tuve que cambiar las sábanas de mi cama porque tenían unas gotitas de sangre, mi esposo me había destrozado el ano, se despidió de mí muy amoroso, realmente lo había hecho feliz a costa de mi dolor, al hacer mis necesidades sentía un tremendo escozor atrás, me bañé y organicé mi maleta, metí como siempre otro uniforme de repuesto, mi biquini y por si las dudas, otra tanga.
Al llegar a mi trabajo Doña Laura estaba desayunando y me pidió que me sentara con ella y me ofreció un café, me preguntó cómo nos había ido el día anterior y le narré todo, exceptuando, por supuesto, las partes eróticas. Le conté que su esposo quería meterse al yacusi pero que se resbalaba y podía ahogarse, me dijo que lo hiciera yo con él, que para eso era su enfermera, que para eso me pagaba, e hizo una pausa perdiendo su mirada en el horizonte, luego me miró y me dijo que mañana me iba a contar cómo fue el accidente de su esposo.
Cuando entré a la habitación ya estaba despierto, estaba muy molesto, me contó que le había pedido a la otra enfermera que lo bañara antes de dormir y que ella se había negado al ver su erección y que había renunciado, yo lo tranquilicé y le dije que yo lo bañaría todas las noches antes de irme, como seguía molesto le dije que su esposa ya me había autorizado bañarlo en el yacusi, eso lo puso muy contento y empezó mi rutina.
La terapia, de la cama a la silla de ruedas, al baño, desnudarlo, a la silla plástica y bañarlo, como cosa rara no tubo erección, pude ver como orinaba sobre la silla, como un reflejo tomé su pene entre mis manos, se lo sacudí y saqué su cabeza para limpiarlo, se veía absorto, como perdido en sus propios pensamientos, luego secarlo, a la silla y por último sus medicamentos; me pidió que lo afeitara y sacara del closet un traje café a rayas y lo vestí, hasta corbata me pidió que le pusiera, lo peiné, le froté loción por toda la cara, se veía muy guapo, me fui a cambiar el uniforme y me pidió su baño de sol.
Me senté a la par de él en una banquita de esas de metal que hay en los parques y a los minutos me contó que era Ingeniero informático, que llevaban 20 años de casados con doña Laura, que el único hijo que tenían estudiaba en Alemania y de pronto hizo silencio, yo le pregunté si le pasaba algo y me pidió disculpas por todos los acontecimientos sexuales de ayer, pero mayormente porque lo habían encontrado en el piso después de haberse masturbado, me contó que desde el accidente no lo había hecho pero que le dio pena que yo lo haya sorprendido, le dije que era normal y que cuando quisiera hacerlo me lo dijera, así le daba la privacidad necesaria para que se masturbara y que luego yo lo limpiaría con mucho gusto.
Como que la plática lo emocionó porque pude ver su enorme bulto por debajo del pantalón, me preguntó sobre mi vida, le conté que era casada, me dijo que con ninguna otra se había sentido tan bien que cómo conmigo y así se fue la mañana, realmente sentí que éramos más amigos que paciente y enfermera.
Llegó la hora del almuerzo, me pidió que lo desnudara porque no quería manchar su traje, lo desnudé de la parte de arriba, luego le quité los zapatos y calcetines, desabroche si cinturón y le bajé el pantalón con mucho esfuerzo, lo dejé en bóxer y fui por la bandeja, al volver me pidió que también le quitara el bóxer, le dije que eso no estaba bien, me grito que ayer no había tenido problemas en verlo desnudo, traté de explicarle que estaba muy nerviosa y que no me atreví a decirle nada porque lo estaba conociendo, como loco enajenado me tiró la bandeja de las manos, limpié todo y me hinqué en medio de sus piernas para evitar problemas, le bajé el bóxer y saltó esa víbora que me enloquecía, mi boca produjo abundante saliva.
Otra vez tan cerca pero tan lejos… con cada cucharada de sopa tomaba muy poco y el resto caía sobre su cuerpo, ya prevenida tenías una toallita para limpiar su pecho y sus genitales, que hermosa y grande se le sentía la verga, al terminar el almuerzo le lavé los diente y era hora del medicamento que lo hacía tener una siesta larga, era mi momento preferido, lo acosté de lado y se durmió.
Por más que mi conciencia me aconsejaba que me alejara, mi cuerpo me exigía que me quedara, después de una lucha extrema le hice caso a mi cuerpo, me metí bajo las sábanas, ahí estaba ese cuerpo velludo y totalmente desnudo para recrear mis más atormentadas fantasías, esa tremenda erección me humedecía, me quite la tanga y me acaricié mi encharcada vagina, tenía esa verga a milímetros de mi boca, sacaba la lengua, babeaba por sentirla, aunque fuera solo lamerle la puntita, le acaricié los testículos, él se movió un poco y me quedé quieta, expectante, luego tomé con mi mano ese mástil y le pasé la lengua por toda la cabeza que ya tenía la humedad que lo excitaba, quería metérmela toda pero era peligroso, así que me metí dos dedos a mi vagina, me froté el clítoris y sentí como mi mano se mojó con mis jugos.
Mientras me bañaba, porque el olor a sexo era inescondible, pensaba que masturbarme no era una solución, mientras más lo hacía más caliente me ponía, Don Rolo estaba a mi disposición, yo sabía que si lo seducía iba a caer en mis brazos inmediatamente, pero por otro lado desde que me casé, nunca estuve con otro hombre, mi esposo no se merecía que lo engañara, me enjaboné las nalgas y el contacto me hizo recordar el dolor que sentía en el ano ¿Cómo se sentiría el pene de don Rolo por ahí? ¡Eso ya era el colmo!, abandoné esos pensamientos, me vestí y tuve que esperar otros minutos para que despertara.
Me pidió ir al yacusi, a mí hasta ya se me había olvidado, solo dejó que le pusiera su bata sobre los hombros, me fui al baño a ponerme mi biquini y nos encaminamos al área del yacusi, me incliné para encenderlo y sabía que su mirada estaba concentrada en la tirita del biquini que se perdía entre mis nalgas, no sé por qué lo hice, pero me tardé más de la cuenta dejando que sabroseara mi trasero, lo movía de un lado para otro, me gustaba incitarlo, solo esperaba que fuera capaz de manejar las consecuencias.
Primero lo metí al yacusi y luego lo hice yo del otro lado para sostenerlo con mis piernas, él miraba mis pechos y yo hacía como que no me daba cuenta, podía admirar su gran verga entre el agua burbujeante, era tan pesado que se me cansaron las piernas, entonces me pidió que me sentara atrás de él abrazándolo, lo tome de la cintura pero era imposible que con tanto movimiento su verga no golpeara mi antebrazo, desde la posición que tenía podía ver sin reparos su deliciosa erección, se me hacía agua la boca.
Como me volví a cansar me pidió sentarme delante de él y así con mis piernas apoyadas al otro lado del yacusi podía sostenerlo, pero fue deliciosamente atormentante, sentir su gran erección entre mis nalgas me hizo delirar, movía mis caderas como para acomodarme mejor, pero la verdadera intención era sentir como se frotaban mis nalgas en ese pene que hubiera querido que me atravesara por completo, cerré los ojos para sentir mejor el vibrar de su tranca en medio de la raya que separa mis nalgas, no sé cómo llegué a esa posición, pero la estaba disfrutando al máximo y lo mejor era que solo estaba ayudando a mi paciente.
DON ROLO: ¿Te puedo decir algo, pero no te enojas?
YO: Depende.
DON ROLO: Entonces mejor no te lo digo.
YO: No sea malo, no me deje con la curiosidad.
DON ROLO: Que conste… es que ayer que te agachaste para recoger no sé qué cosa por debajo de la mesa…
YO: ¡¿Qué?!... ya parece canción de Luis mi Rey.
DON ROLO: … pues te vi tu vagina depiladita, se te veía deliciosa…
YO: ¡Don Rolo, por favor!
Afortunadamente comenzaron a caer pequeñas gotas de lluvia y salimos presurosos, lo llevé a su habitación, lo sequé por todo ese cuerpo de macho alfa, seguramente antes del accidente debió ser muy perseguido por las mujeres, que privilegio poder tocar a placer (con la excusa profesional), esos músculos todavía tonificados, me relamí de gusto secando esos testículos llenos de semen y por supuesto su rica verga.
Lo senté recostado sobre la cabecera de su cama y me sequé yo también, me di cuenta del charco que había en su habitación, así que trapeé, lo dejé todo en orden y le pregunté si necesitaba algo, me contestó que solo un poco de privacidad, no pude evitar verla la verga, le dije que iba al baño a cambiarme y que cuando lo creyera oportuno me llamara, entre con todo y mi maleta, me desnudé y en eso sonó mi teléfono.
Era mi marido, invitándome a cenar fuera de casa porque tenía que darme una gran noticia, que tenía motivos para celebrar, le dije que me contara pero me dijo que a la hora de la cena me iba a sorprender, yo me miraba en el espejo totalmente denuda, me preguntó qué estaba haciendo y le dije estaba esperando a que Don Rolo despertara porque los medicamentos lo mantenían sedado ¿Por qué mentía? ¿Qué tenía de malo decirle la verdad? Pero mi sucia conciencia no me lo permitió.
Cuando estaba a punto de despedirse me dijo algo que yo pensé: ¡Trágame tierra! Quería reventarme el ano otra vez, le dije que me había dolido mucho, que mejor por adelante, pero él insistía que duele solo al principio, que después el orificio se va acostumbrando al tamaño de su pene y que luego hasta yo misma le iba pedir que me diera por el ano, tenía tan negra la conciencia que no tuve más que aceptar. Colgué.
Me quedé preguntándome por esa fascinación que tienen los hombres por meter su cosa por atrás, es sucio, ese canal se hizo para otras cosas, pero en fin, ya me había quitado mi virginidad anal y era posible que con la práctica hasta me llegara a gustar, me di un ducha de agua caliente, me sequé, me puse mi brasier y mi tanga de repuesto porque la otra estaba empapada de mis fluidos, entonces escuché un enorme golpe.
Salí disparada del baño y vi a don Rolo tirado en el piso, desnudo y su pelvis embadurnada de semen, con mucho esfuerzo lo coloqué en su cama, levanté su pene y limpié sus bolas llenas de leche, luego le exprimí el pene para que salieran las últimas gotitas de semen, se la pelé e hice una limpieza profunda y con mucho cuidado, me pidió que lo lavara con agua caliente porque se sentía pegajoso, lo hice aprovechando tocarlo por mis partes favoritas, luego limpié sus manos y apretó levemente la mía, lo vi a los ojos extrañada, me dio las gracias, yo no entendía por qué, por fin caí que estaba en ropa interior y entre angustiada al baño a vestirme.
Cuando salí tenía dibujada una pícara sonrisa en su boca deforme, me disculpé, le dije que no me había dado cuenta que estaba en ropa interior y que al oír el golpe no me percaté y salí en su auxilio, le prometí que no volvería a pasar, yo hablaba casi sin respirar, me disculpaba de mil maneras diferentes, pero él volvió a apretar levemente mi mano y dijo que no me preocupara que igual ya me había visto en biquini, eso me tranquilizó un poco, pero siguió diciendo que la tanguita rosa que traía se me veía espectacular, primero por esos encajitos tan bonitos que rodeaban mi vulva y luego esa semitransparencia que adivinaban mis labios.
Salí corriendo al jardín para estabilizar mi respiración agitada, para pensar que decirle, esa insinuación ya era demasiado, si debía renunciar ese era el momento, tenía la excusa perfecta para irme y no cometer más locuras, entré a su habitación decidida a dar el paso y lo encontré llorando, lo abracé y le pregunté que le pasaba, me dijo que desde el accidente lloraba por todo y que creía que su atrevimiento haría que yo renunciara, que era la única que lo entendía, me pidió por favor que no me fuera, le dije que si me respetaba no tenía ningún problema en seguir siendo su enfermera.
Me di cuenta que su cara estaba entre mis pechos, así que con mucho cuidado lo devolví a su posición anterior, le sequé las lágrimas y volvió a agradecerme, le recalqué el motivo del por qué había salido en ropa interior, que si él creía que lo había hecho intencionalmente estaba muy equivocado, que me asusté mucho al verlo en el suelo y que no tenía que agradecerme ese gesto porque era mi trabajo.
Don Rolo suspiró y me dijo que no era ese el motivo por el cual me había dado las gracias, curiosa como soy le pregunté cuál era ese otro motivo, me dijo que si me lo decía me iba a enojar más, lo amenacé con renunciar si no me lo decía, me puso como condición que le prometiera que no renunciaría, acepté y me senté en su cama para oír lo que tenía que decirme.
Me dijo que cuando entré al baño no cerré bien la puerta y que me vio desnuda hablando por teléfono, él se masturbó con una motivación que nunca hubiera imaginado que pasaría, ¡yo me quería morir de la vergüenza! No sabía qué decir, no sabía qué hacer, volví a salir al jardín como niña asustada, mis pensamientos se agolpaban en mi cabeza, respiré profundo y me dije: esto te va a llevar a la perdición, no podía renunciar porque se lo había prometido, pero sí podía dejarle las cosas claras.
Le expliqué, mucho más calmada, que todo había sido un descuido involuntario, que lo que menos pensaba era en excitarlo, que estaba ahí para cuidarlo, para atenderlo, que si pensaba que lo había hecho con intención: me ofendía y que a pesar de mi promesa estaba dispuesta a irme, me dijo que sabía que era un descuido pero que a pesar de eso lo había hecho pasar un momento delicioso, que por eso me daba las gracias, yo no quise remover más el asunto y di por concluida esa conversación tan penosa.
Después de un silencio embarazoso, frunció el ceño y yo de idiota le pregunte qué le pasaba, estaba preocupado porque cada vez que se masturbaba se lastimaba. ¡¿Qué me estaba insinuando?! ¡¡¿Qué lo masturbara yo?!!
DON ROLO: ¿Te depilas la vagina todos los días? Te la volví a ver sin un pelito encima.
Justo en ese momento tocaron a la puerta y llegó la nueva enfermera del turno de la noche, le pedí que lo bañara y ella sin ningún problema se lo llevó a la ducha.
Iba camino a casa, ya sabía lo que me esperaba, cena y luego me iba a volver a dar por atrás, no estaba bien lo que estaba viviendo, en el día me calentaba con mi paciente y por la noche mi marido se descargaba en mí.
Mi segunda tanga estaba mojada ¿Cómo podía ser que me excitara la vergüenza?
¿Sigo?