2 son compañía, 3 una excelente orgía

Una pareja descubre que los terceros no siempre están en discordia.

Estela desnuda, sentada en el sillón, observaba con una mezcla de odio y lujuria la escena. Con la idea de mejorar el sexo en su matrimonio, había accedido a incorporar a otra persona a su lecho nupcial. Los celos y la bronca le provocaban un estremecimiento en el vientre y un gusto amargo en la garganta, pero la mirada descontrolada de su marido la regocijaba al punto límite de la excitación.

Esa putita joven, de cuerpo esbelto, piernas torneadas y pechos evidentemente operados que ahora le daba placer a su marido, era el pago de aquella noche en que ella, había sido penetrada por aquel muchacho y su marido, y la habían inundado de semen por todos sus orificios en el mismo sillón en el que ahora, ella lo observaba disfrutando con locura como esa jovencita le devoraba el miembro a su amado esposo. Una mujercita hermosa de cuerpo joven y piel tersa, curvas pronunciadas y rostro hermoso, pero ella no tenía nada que envidiarle, aunque ya madura seguía siendo hermosa y su cuerpo se mantenía con asombrosa firmeza gracias a los ejercicios.

Su mente voló hasta esa noche, en que su marido después de un tiempo proponiéndole integrar a alguien, logró convencerla. Él había llegado entusiasmado como un niño con su juguete nuevo, le traía de regalo un muchacho poco más joven que ellos, de cuerpo trabajado de gimnasio, pectorales firmes y brazos anchos, abdominales cuadrados y cara de desconcierto. La escultural figura regocijaba los ojos de Estela y la timidez en los ojos del muchacho revelaba que también sería esta su primera vez.

Miguel, su marido, había preparado el ambiente, mientras Estela entablaba conversación con el muchacho para conocerse un poco, algo que todos sabían totalmente innecesario pero lo hacían de todos modos para no perder la formalidad que disfrazaba la situación. Estela sentía deseos de devorar al joven, sabía que Miguel esperaba eso, pero su orgullo por tanto tiempo de negativa ante las insistentes propuestas de su marido la obligaron a guardar la falaz compostura con que se comportaba.

Lentamente Miguel fue animando al muchacho a acercarse más a su mujer, a tocarla a besarla. La animaba a ella a soltarse, aunque sabían que su cordura era totalmente fingida. Ella sentía como la delgada tela de tanguita que se había puesto para la ocasión, estaba ya empapada de sus fluidos, pero su orgullo la obligaba a resistirse ante las caricias del joven que momentos antes se presentara tímidamente como Ernesto y que ahora la incitaba, entre besos y caricias a cumplir sus más ocultas fantasías.

Miguel, por su parte estaba totalmente al tanto de lo que sucedía con su mujer, se conocían lo suficiente como para que él se diera cuenta de que si ella no se soltaba, era de puro orgullosa, pero que en realidad la puta enfermiza que tenía dentro pedía a gritos que la dejaran salir. Decidió interceder sin dejar al descubierto la falsa compostura de su mujer, facilitando así el placer de todos.

Con su seriedad característica, Miguel sofrenó de golpe al muchacho que usando todas sus artimañas estaba a punto de hacer explotar a Estela y dejar en descubierto su mentira. "Van a hacer los dos, lo que yo diga" dijo él. Estela se sintió aliviada, ahora sabría que podía liberarse y no cargar con la responsabilidad. Contuvo su sonrisa y el gesto de agradecimiento que quiso darle a su marido. Miguel, como un maestro de orquesta fue dirigiendo paso a paso los movimientos de Ernesto y Estela, ellos se dejaban llevar por sus palabras como si los moviera con sus propias manos.

Miguel ordenó al joven que se arrodillara en el piso frente a su mujer y a ella le ordenó relajarse, cerrar los ojos y dejarse llevar. Todo se sucedió bajo el comando de Miguel: como Ernesto desabrochaba lentamente la blusa de Estela, sin dejar besar su cuello, sus hombros, el nacimiento de sus pechos y entre ellos, desabrochar su corpiño para dejar al descubierto sus pechos firmes y maduros, grandes como pelotas, hundirse en ellos, besándolos, mordiendo suavemente sus pezones y acariciándolos con su lengua, sorbiendo de ellos, alternando su besos y caricias de uno en uno, sintiendo como se endurecían con los estímulos que le propinaba.

Los jadeos que Estela intentaba disimular, a cada momento con menos eficacia, la voz segura de Miguel dirigiendo la acción y los pasos, la avidez de Ernesto por poseer esa hermosa mujer que el hombre que tenía al lado le había prestado para que esa noche haga con ella lo que quisiera, todo lo envolvía una nebulosa de placer y excitación que parecía mantenerlos drogados, apartados, ajenos al mundo real.

Estela ya no pudo disimular su calentura y sólo se dejó llevar cuando por orden de Miguel, Ernesto se terminó por sumergirse en su vagina chupando ávidamente los jugos que brotaban de su interior. Su falta de experiencia en el arte, hacía de Ernesto un torpe amante en esa cuestión, pero fue precisamente eso lo que enloqueció a Estela, el saberlo inexperto, sentir el temblor de sus labios presionados contra su clítoris, su lengua torpe hurgando cada sector de su vagina, tocando accidentalmente sus puntos más placenteros para luego alejarse y volver nuevamente dándole a ella pequeños instantes de enorme placer.

Miguel había dejado de dar las instrucciones, la escena y los jadeos incesantes de su ardiente mujer lo mantenían en un estado hipnótico. Ver a aquel joven perdido entre las piernas de su mujer con sus manos temblorosas aferradas a los muslos de ella y las manos de ella tomándolo de los pelos para hundirlo más y más. Ernesto descubría momento a momento los puntos más delicados de esa mujer, se concentraba en lugares específicos logrando sacarle todo tipo de tonos en sus gemidos, como si estuviera afinando un instrumento, se divertía aprendiendo a conocerla, y disfrutaba su primera vez de probar ese gusto de mujer.

No hubiera parado si no hubiera sido por la orden de Miguel, que ya se encontraba tan desnudo como ellos exhibiendo su poderosa erección. Miguel dio la orden de cambiar de posiciones, era la hora de que Ernesto disfrutara tanto como Estela. Ella se arrodilló frente al joven que esperaba sentado en el lugar que ocupara ella momentos antes, para darle la mejor sesión de sexo oral de su corta vida.

La erección de Ernesto se irguió firme y orgullosa mientras Estela lo despojaba del pantalón que interrumpía el camino que conectaba su miembro inmaduro con la boca de ella, ese mástil duro que se mostraba impetuoso ante la mirada devoradora de Estela. Ella contempló el cuerpo fornido del joven, su miembro aunque joven, era levemente más grande que el de su marido pero del mismo grosor -bastante considerable por cierto- , deleitaba sus ojos con la cara de desesperación del niño por sentir esos labios carnosos, delicadamente pintados de rosa rodeando su pene, acariciando su glande. A pesar de las órdenes de Miguel y la desesperación de Ernesto, ella jugó con sus tiempos, llevando al joven a un vértigo inalcanzable que lo hacía temblar de pies a cabeza en un estado de excitación que nunca se hubiera imaginado.

Finalmente ella complació a ambos machos, tomó entre sus manos el pene del inexperto muchacho, decidida a quedar impresa en su memoria por el resto de su vida. Usó toda la experiencia acumulada en las sesiones de sexo oral con su marido y algún que otro amante clandestino, y depositó en ese muchacho toda su energía, chupando suavemente su pene, acariciando todo su glande con la lengua, masturbándolo con una mano, masajeando sus huevos con la otra, introduciendo el grueso miembro hasta lo más profundo que su boca le permitía aguantando las arcadas, sintiéndose presionada por los fuertes brazos del muchacho y siendo obligada a alojar ese miembro profundamente en su garganta. Sentir su contorno con sus labios, las venas endurecidas y saltonas por la gran cantidad de flujo sanguíneo que la excitación provocaba en el miembro del joven. Los latidos del glande acompañando los del corazón, los notaba dentro de su boca. Los temblores del muchacho, sus gemidos, la presión de sus manos en su espalda y en su cabeza, la alentaban a seguir y poner más energía y más placer al chupar ese miembro que ella consideraba magnífico, y que había conseguido distraerla por completo de la mirada atenta, lasciva, lujuriosa de su marido.

Miguel por su lado, ya se sentía complacido al ver la total soltura de Estela chupando golosamente el miembro del joven, sintió envidia de saber que a él nunca le había chupado ni le iba a chupar así, pero esa envidia y el saberla totalmente abocada en su tarea rápidamente se transformó en calentura. Sabía que ella había alcanzado lo más alto de su excitación, era el momento de participar y de hacer lo imposible calentarla aún más.

Estela seguía devorando aquel miembro joven, recorriendo con sus manos el cuerpo del muchacho sintiendo sus músculos fibrosos, firmes bien definidos. Sintió un leve cosquilleo en su clítoris que rápidamente se transformó en caricias, para terminar en dos dedos introduciéndose en su vagina totalmente empapada.

Miguel se encontraba detrás de ella, acariciándola suavemente notando su excesiva humedad, sintió envidia por que él jamás había logrado que su mujer se mojara tanto, pero a la vez complacido, ya que ella se estaba entregando íntegramente a la circunstancia dejando de lado todos sus tabúes e inhibiciones.

Ernesto deliraba de placer con las habilidades de Estela y ella enloquecía sorbiendo ese miembro joven. Miguel por su parte disfrutaba acariciando la vagina de Estela, usando sus propios flujos para humedecer su ano y alternar caricias en ambos orificios. Ella comenzó a acompañar con sus caderas las manos de Miguel sin dejar de atender el pene de Ernesto. El éxtasis parecía mezclado con el aire y cada respiración aumentaba la excitación, el deseo, la lujuria de cada uno, todos compenetrados en prodigarse placer mutuo, agobiante, desenfrenado.

Los gritos del joven alertaron a Miguel, el orgasmo era inminente. Les ordenó detenerse, gritó a su mujer que dejara de chupar y al muchacho le prohibió acabar, pero estaban tan compenetrados que no hicieron caso de sus órdenes. Estela se guiaba sólo por las expresiones del joven aquel que estaba a punto de inundar su boca en semen. Alcanzó a sacarse el miembro de la boca en el preciso momento que un grueso y abundante chorro de esperma saltaba a una altura increíble para volver a caer en el mismo sitio del que había salido. Estela continuó masturbándolo hasta extraerle la última gota de semen a ese miembro que se había convertido en una fuente de fantasía salpicando en todas direcciones, y el último suspiro de placer a ese joven amante que su propio marido le había conseguido.

Miguel estaba furioso, los celos lo invadían, lo habían desobedecido y peor aún, su mujer que al principio fingía resistirse, le había preocupado más el pene del muchacho que las órdenes de él. Ella giró la cabeza sobre su hombro, y le dijo que no se preocupara que eso aún tenía para rato, al mismo tiempo que recogía de su barbilla con sus dedos unas gotas de semen y se las metía a la boca para tragárselas. La cara de ella estaba irreconocible, la dama fina que tenía por mujer se había convertido en una puta desenfrenada sedienta de sexo.

Miguel tuvo que tragarse su bronca, él la había incitado y ahora sufría las consecuencias, sin embargo ver a Estela sorbiendo el semen del joven que se encontraba tendido sobre el sillón y con una erección considerable, volvió a excitarlo de inmediato. Sabía que tenía que aprovechar al máximo esta oportunidad. Miguel le preguntó a Ernesto cómo estaba, y él respondió que aún estaba caliente, que quería seguir, sólo esperaba las nuevas órdenes.

Con Miguel de nuevo al mando Estela limpió con sus manos y su boca el semen que bañaba el miembro del joven, después de que éste se acostara (por orden de Miguel). Miguel se mantenía como observador, miraba a Ernesto acostado y con las piernas abiertas, con su grueso miembro en la boca de Estela; a ella apoyada sobre sus codos y sus rodillas lamiendo y recogiendo con sus manos y su boca cada rastro de semen que encontraba hasta tragárselo todo como una gatita tomando su leche.

"Es hora de coger en serio" dijo Miguel. Estela esperaba ansiosa el momento de ser penetrada, pero como Miguel estaba cada vez más influenciado por su papel de director, no lo había pedido, de todos modos ella sabía que ese momento iba a llegar y había llegado. Ni lerda ni perezosa, a la orden de Miguel se montó sobre el joven que la esperaba ansioso y con su mástil erguido, listo para clavarse en donde fuera. Ernesto la tomó con sus manos de la cintura mientras ella se apoyaba en uno de sus pectorales y con la otra mano dirigía su miembro a la entrada de su vagina rozando lascivamente su clítoris y sus labios internos con el glande del joven.

Ella sintió ese glande acariciar su clítoris separando sus labios y posarse sobre la entrada húmeda de su cuerpo, sintió un escalofrío que le recorrió la espalda, volvió a rozar hasta el clítoris y de nuevo hacia la entrada arrastrando en el camino su flujo abundante. Sintió en su mano que el miembro del muchacho se endurecía aún más, se engrosaba y latía al ritmo del exaltado corazón que sentía en su otra mano mientras ella no dejaba de frotarse el clítoris y los labios vaginales. Volvió a acomodar la gruesa punta en su entrada, y lentamente se fue dejando caer, sintiendo a cada paso como ese miembro joven y caliente entraba sin esfuerzo por la gran cantidad de flujo, sintió como sus labios internos cedían ante la robustez del pene que se colaba en ella, sintió como se tensaba la entrada de su vagina a medida que iba entrando, sintió las gotas de flujo chorrearse sobre su mano que aún sostenía el miembro, hasta que al final tuvo que sacar su mano para terminar de ensartarse por completo en ese mástil que casi no cabía en su vagina de tan grueso.

El placer la estremecía hasta los huesos, quería disfrutarlo hasta hastiarse, sentir ese miembro que estiraba sus labios vaginales hasta el límite, que la llenaba por completo, que latía en su interior y la hacía mojarse como nunca, se sentía en el cielo. Observaba con deleite a ese jovencito, su cuerpo musculoso y hermoso rostro de adolescente, el placer que estaba sintiendo y como se encontraba perdido en la lujuria, el dueño de esa deliciosa verga que ahora la estaba penetrando hasta el fondo, su regalo.

Estela se movía suavemente disfrutando cada sensación que sentía, desde el miembro dentro de ella ahorcado por su propia tensión vaginal, el roce de su clítoris con los suaves vellos del pubis de él, las manos fuertes que apretaban su cintura, sus pezones erizados que Ernesto besaba y mordía goloso, hasta el cabello suave y sedoso de él enredándose en sus dedos.

Miguel seguía como observador, le deleitaba ver a su mujer ensartada en la verga del jovencito, disfrutando sus lentos movimientos, tomando con calma cada momento de placer. Escucharla suspirar, aumentar sus gemidos morderse los labios para no gritar, convulsionarse al borde del desmayo y liberarse en un orgasmo que la dejó tendida sobre el cuerpo de él, con una sonrisa de amplia satisfacción.

Ernesto abrazó a Estela sobre él, ella respiraba agitada sin decir ni una palabra. Él aún se movía dentro de ella seguía excitado y tenía ganas de más. Estela se incorporó apoyando sus manos a los costados de la cabeza de Ernesto. "Nunca pensé que podía gozar tanto. Gracias" le dijo complacida a Miguel, el se sonrió. La besó en los labios y le contestó "y todavía no terminamos...". Su cara de marido comprensivo y complaciente se transformó en la de un degenerado. "Vos ya disfrutaste a tu gusto, ahora te vamos a hacer disfrutar al nuestro" le dijo guiñándole un ojo a Ernesto "seguile dando pibe que esto acá no se acaba".

Volvía a su papel de director. "te gustó chupársela al nene amor? porque ahora me la vas a chupar a mí" le dijo Miguel mientras acomodaba su pene cerca de la boca de ella. Ernesto por su parte, dirigía los movimientos de Estela tomándola de la cintura, penetrándola con fuerza, sacándole nuevos suspiros y gemidos de placer, ella se calentaba de vuelta. Estela se sorprendió del tamaño que había alcanzado la verga de Miguel, quizás por celos o por su honor de macho dominante, había alcanzado una erección impresionante. Al principio ella notó que el pene del muchacho era más grande que el de su amado esposo, pero ahora tenía serias dudas de que fuera así.

La cara de Miguel le decía todo, se había puesto tan irreconocible como ella, la tomaba del pelo y la forzaba a introducirse su pene más y más adentro de su boca. Le decía groserías que jamás le había escuchado decir, la trataba como una puta loca y ella disfrutaba lo que oía, la calentaba cada vez más. Escuchó atenta cada una de las palabras que le decía, asentía con la cabeza y reconocía la verdad. Sentía a Ernesto chupándole las tetas, mordiendo sus pezones y a su marido decirle que era una puta que era una vergüenza que le gustara tanto la pija. Ella se sumía en su calentura tenía un pene en su vagina y otro la boca, ardía de placer, el cuerpo se le estremecía con los comentarios de Miguel, los escuchaba y se transformaban en bocanadas de lujuria que se le metían en el cuerpo y la calentaban más de lo que estaba.

Sentía el grueso pene en su vagina salir y entrar sin esfuerzo. El dedo de Ernesto metido en su ano, mojado en su propio flujo penetrándola al mismo ritmo que las vergas en su boca y su vagina. "ahora putita, vas a saber lo que es gozar" dijo Miguel cada vez me avenido a su nuevo papel. Se arrodilló detrás de ella y la empujó hacia delante exponiendo su ano que pedía a gritos la penetración. "querés dos pijas adentro amor" le preguntó él con malicia y en un tono que le dio a entender que de todos modos no tenía opción. "quiero, pero me va a doler" suplicó ella "están las dos muy gruesas y largas" agregó casi aterrorizada por lo que se venía, sintiendo que Miguel ya estaba apoyando su pene en la entrada de su ano, mientras Ernesto se hundía hasta el fondo de su vagina y separaba con sus fuertes manos los firmes glúteos de ella asegurando la doble penetración.

Estela estaba excitadísima la noche en ese punto ya era inolvidable, y ella se había desatado por completo dejando salir a su puta interna que tantas veces había reprimido por guardar las apariencias. Estaba a punto de ser doblemente penetrada con dos penes de gran tamaño y si bien esto la ponía nerviosa también la elevaba a un punto más de su lujuriosa calentura.

Ernesto separó los glúteos de Estela, sintió en su miembro como el pene Miguel presionaba en el ano de ella, la sintió contener la respiración esperando el momento de la penetración, sintió como las manos de Estela en sus hombros presionaban cada vez más a medida que sentía como entraba la verga de Miguel y le restaba espacio a la suya aprisionándola más de lo que estaba dentro de esa vagina. Las uñas de Estela se clavaban con mas fuerza en sus hombros y sus dientes rechinaban a medida que Miguel la penetraba lentamente más y más profundo hasta estar toda su verga dentro del apretado ano.

Estela veía las estrellas, el dolor era impresionante pero no quería ceder. Alentaba a Miguel a moverse, a ignorar sus quejidos, y poco a poco su culo se fue dilatando, los movimientos de Miguel fueron tomando ritmo y el dolor iba desapareciendo, dando nuevo lugar a la excitación. Las palabras obscenas que Miguel le susurraba al oído la fueron calmando, los dedos de Ernesto acariciando su clítoris traían de regreso a la puta desenfrenada que estaba momentos atrás y la sensación de esas vergas enormes llenando sus orificios se volvió reconfortable, delicioso, cada vez más placentero.

Ernesto acompañaba los movimientos de Miguel a medida que Estela se iba amoldando a la situación. Sus quejas se fueron transformando en gemidos sugestivos y su expresión de dolor en placer. Sintió que ella presionaba sus hombros acompañando el ritmo de las penetraciones.

Poco a poco y casi sin darse cuenta, eran los tres un enredo de cuerpos y gemidos de placer. Estela ya no sentía dolor su ano estaba totalmente dilatado y húmedo y su vagina continuaba segregando los flujos que bañaban el pene de Ernesto, la verga de Miguel entraba y salía con facilidad, llenándola de placer. Sentía en su culo la verga de Miguel adaptándose a su interior, abriendo con facilidad la entrada que tanta resistencia había opuesto; en su concha la verga de Ernesto casi inmovilizada, apretarse contra sus paredes vaginales cada vez que Miguel entraba hasta el fondo en su ano.

Ernesto no podía casi moverse, el miembro de Miguel lo mantenía apretado dentro de esa estrecha vagina. Sentía la delgada piel que separaba un miembro del otro y el roce de ambos dentro de esa hembra sedienta de sexo le daba la estimulación suficiente que le quitaba la opresión.

Miguel se había compenetrado en su tarea, ya antes había practicado sexo anal con su mujer, pero la penetración conjunta le daba la sensación de que el ano de su mujer estaba más estrecho y por supuesto le daba más placer. Las groserías brotaban de su boca como un manantial, estela aturdida por el placer respondía y agregaba palabras a su nuevo vocabulario acompañándolo y adentrándose más en su papel de puta caliente.

Los tres se movían al mismo ritmo, ausentes de la realidad, sumidos en su placer. Ernesto fue el primero en mostrar los síntomas del orgasmo. Los roces internos de Miguel, la cara lasciva de los dos amantes que lo usaban de instrumento, el placer y la lujuria en los ojos de Estela y el desenfreno de palabras y obscenidades de ambos, completaron el trabajo. Sus gemidos se acrecentaron de golpe, la presión de sus manos en la cintura de Estela se volvió más fuerte. Estela sintió como esa verga en su vagina empezaba a contraerse y que Ernesto estaba al borde del orgasmo. El verlo tan ausente, entusiasmado, ahogándose de placer llamó también a su orgasmo que se le venía en oleadas, sus palabras brotaban entrecortadas, sus gemidos aumentaron, pedía más y más y acompañaba los movimientos de Miguel con más fuerza. Miguel por su parte se calentó más con sólo verlos y también empezó a sentir las consecuencias de tanta acción, el culo de Estela apretándose contra él, las contracciones anales ahorcando su miembro, los gritos de ella, el placer de Ernesto.

Ernesto apretó los dientes, cerró los ojos con fuerzo y se arqueó de espalda, pero aún así no pudo contener el grito de satisfacción y las convulsiones que indicaba un orgasmo extraordinario. Ese fue detonante suficiente para Estela, verlo liberarse de manera tan grotesca, sentir en su vagina ese pene contrayéndose a medida que los chorros de semen caliente la inundaban por dentro, la dieron a ella el motivo suficiente para tener otro orgasmo monumental casi al unísono del de Miguel que sintiendo la más apretada contracción anal y los gemidos de Estela no pudo contener tanto placer y explotó dentro de ella llenándola con su leche, terminando los tres en un orgasmo conjunto, relajante, inolvidable.

Se quedaron los tres en esa posición hasta que recuperaron el aire y volvieron a la realidad. Los tres se sentían flotando de en una nebulosa de placer y satisfacción. Ernesto y Miguel se vistieron completamente. Estela reposaba en el sillón, fumando plácidamente. Ernesto se acercó a Estela para despedirse "fue un placer" le dijo "igualmente" respondió ella "te volveremos a ver pronto?" preguntó ella dirigiendo la pregunta más a Miguel que a Ernesto. "Seguramente" respondió Miguel, "supongo no?" le preguntó a Ernesto "cuando quieran" dijo él con una gran sonrisa...

Es noche había sido inolvidable para los tres, pero en especial para Estela, el joven muchacho había sido una excelente variación en su monótona relación pero el resultado más asombroso fue que el amor de la pareja renació de entre las cenizas, yambos se sintieron más seguros el uno del otro. Pero ahora era el momento de Miguel ella lo observaba disfrutando del sexo oral que le daba la jovencita arrodillada a sus pies.

Era hora de intervenir y devolverle a Miguel, todo el placer que le había dado con la ayuda de Ernesto. "Ahora Uds. dos van a hacer lo que yo les diga" dijo ella poniéndose de pie, al tiempo que Miguel se sonreía maliciosamente...

CONTINUARA...