2. Conexiones El Solitario. (1° Parte)
Andrew, el solitario pasa tiempo con su novio y alguien muy especial en el baño... para luego sufrir uno de los peores recuerdos de su vida.
NdA: FAVOR LEER LAS NOTAS DE AUTOR QUE SE PRESENTAN A CONTINUACIÓN.
Para leer esta serie de relatos y su mayor disfrute, es NECESARIO haber leído “ANÉCDOTAS” Y “ACTUALIDAD”, que se encuentran en mi página de perfil. Y seguir el orden, primero Anécdotas y luego Actualidad.
Se sugiere discreción con éste capítulo y el siguiente, si eres menor de edad o sensible. Léelo bajo tu propio riesgo.
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- ¿Cuéntame ahora?... ¿Qué ocurrió después?
- De acuerdo… no será bonito – dije pasándome la mano por los ojos.
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Año 2007…
Ya a principios de año, mi relación con los chicos era de regular a buena, me llevaba bastante bien con Carlo y Guille, realizaba los trabajos escolares con ellos, iba a sus casas a pasar el rato o ellos me acompañaban algunas tardes en mi casa cuando yo no podía ir por los dolores en mi pierna, ya había dejado de caminar con el bastón, así que ya no era el imán de miradas o el causante de muchas bromas.
Mi memoria comenzaba a mejorar poco a poco, aunque a veces cuando me volvían a dar esos ataques perdía algo de claridad, me quedaba en silencio pensando mucho las cosas aparentando que no sucedía nada, pero estaba un poco nervioso tratando de recordar a las personas a mi alrededor o que hacían ellos en ese momento. Mis nuevos amigos aprendieron a cómo hacerme sentir mejor y recordarme lo que había olvidado, usando la misma técnica que les había enseñado Arturo.
- ... Andrew, soy Guillermo, un tonto, digo estupideces a diario, estamos en tu casa haciendo una tarea que ni entiendo – dijo Guille con una sonrisa.
- Es cierto, es un tonto, ni yo lo puedo controlar lo que dice o hace. Por cierto... soy Carlo.
Yo suspiraba con tranquilidad cuando mi memoria regresaba y volvía a ser el mismo de antes.
- … Sí, Guille, eres un tonto – dije soltando una sonrisa.
Era la forma perfecta para que yo pudiese hacer la conexión y volver a la realidad. Me alegraba bastante que ellos me tuvieran paciencia cuando me ocurrían esos ataques. Y les agradecía demasiado por hacerme sentir en calma para que yo pudiese mejorar poco a poco.
Con respecto a Jhonny y Sebastián, me di cuenta que buscaban más que todo interés por mi relación con Arturo, no dejaban de hablar de él cuando estaban a mi lado y en ocasiones simplemente me ignoraban para luego buscarme cuando yo estaba con él hasta el día que los enfrenté.
- ... En serio, son unos pendejos, él es una persona normal, no un Dios – les dije harto – ¿Podrían dejar de ser unos hipócritas conmigo?
Ellos lo negaron, pero ya sus intenciones estaban más que claras, así que se distanciaron de mí. Con Gabriel, fue el mismo caso, ya formaba parte del clan, así que ya no me necesitaba para hacer amigos realmente, se la pasaba con Jhonny y Sebastián haciendo desastres por en cualquier sitio con claras consecuencias de que lo expulsaran del colegio.
Las cosas habían cambiado bastante después de esa reunión en su casa, no volvieron a ocurrir ya que según él, los vecinos se habían dado cuenta que habían fumado marihuana y sus padres habían enfurecido.
- Nos jodimos, ya no podemos hacer esa clase de locuras que hicieron... – dijo mirándome en el salón de clases.
Algunos reclamaron de que era una estupidez, pero otros fueron más avispados preguntaron exactamente a qué se refería con “ esa clase de locuras ”, lo que dejo a Gabriel un tanto molesto sin contestar a la pregunta, dando por terminado el asunto.
Con respecto a Marcello… en realidad, fue un tema de qué pensar, sus miradas seguían siendo penetrantes y era mucho más callado conmigo. Hubo pocas palabras entre nosotros, ya sea de temas de colegio o algún tema cotidiano o personal. En cambio, con el clan si podía verlo comentar cosas o reírse de algo estúpido que haya dicho Guille, un día tuve que enfrentarlo, pero de una forma tranquila por miedo a su reacción.
- Escucha, solo... no me mires así – le dije cohibido.
Simplemente deseaba que dejara de hacer eso, ya que me ponía incomodo, él simplemente había asentido con la cabeza y volviendo a su estado pensativo. Aproveché también de explicarle que Arturo se sentía igual, lo que provocó una mirada endemoniada de su parte y abriera su boca señalándome.
- ¡Él es un tremendo cretino al decir eso! – dijo por lo bajo.
Y me ignoró por prácticamente una semana entera después de decírmelo. Luego, fui yo el que di el paso para disculparme, lo que generó más problemas ya que una tarde en el colegio tras una larga conversación, él mismo Marcello había revelado que sentía celos de mí, ya que yo podía estar al lado de Arturo todo el tiempo, estar en la misma casa, cama y poder besarlo como la noche que nos había visto.
- ... Eso siento. Celos, pero lo superaré.
Aclaró que entendía que lo de Arturo y él jamás pasaría, aunque me tuviera ese resentimiento, podíamos seguir siendo amigos, yo no supe cómo tomar eso exactamente y tampoco Arturo, al que le dio un mal sabor de boca saber las ganas que Marcello, tenía por él.
- Hay más personas por allí con las que puedo hacer lo mismo – expresó Marcello calmado.
Yo estaba nervioso por esa tranquilidad en la que explicaba todo y le pregunté qué haría al saber que Arturo y yo teníamos una relación, esa información era muy valiosa. Pero el solamente sonrió de una manera sombría tocándome la pierna y dándome un apretón.
- Todos tienen secretos, yo más que nadie… por eso soy tan callado. Descuida, no diré nada, porque nadie tiene que saberlo.
- Mmm... Gracias, Marcello – expresé torciendo la boca un poco.
Marcello era demasiado enigmático para mí y si tenía tantos secretos, era mejor dejarlo tranquilo en su estado pensativo, ya que nadie sabría en lo que realmente se metía al estar con una persona como él.
Yo aún me sentía bastante mal estando “solo”, a pesar de tener la compañía de mis hermanos, mis mejores amigos, Richard y el clan, junto a algunos muchachos de 5to año, no era lo mismo. Aún existía el colegio, las actividades extracurriculares, fútbol, entre otros, que yo no podía realizar por mi estado.
Principalmente, Arturo y Richard ya no podían ir a mi casa ya que cada uno estaba ocupado haciendo el último trabajo del colegio dónde tienen que hacer experimentos y una gran presentación. Así que yo buscaba otros escapes.
Para ése entonces el internet era un gran comienzo, desde conseguir información para tareas, páginas de entretenimiento y música ilegal, hasta conseguir contacto con otras personas.
Fue así como me adentré al mundo de los chats en línea, principalmente el de CANTV, dónde podía ser quién yo quisiera, ocultando mi realidad y mi pasado para ser un yo nuevo. Podía tener 20 o 30 años, aparentar ser heterosexual, conociendo a chicas que buscaban amor o sexo, o ser simplemente yo, un chico de 16 años, presuntamente gay, que quería conocer similares para amistad o algo más…
Fue allí que conocí a Rubén, un hombre algo mayor de 35 años, un hombre que supo cómo jugar bien sus cartas y desde el primer momento me engaño sin yo saberlo.
- ... Me encanta hablar contigo, eres especial.
Cada día que pasaba en el colegio ansiaba que fuesen las 3:00 pm o 4:00 pm de la tarde para conectarme al chat, encontrarlo y charlar hasta las 7:00 pm u 8:00 pm de la noche. Hablábamos de todo un poco, el sexo sin duda me llamaba la atención al conocer sus relatos de él con otras personas, cómo eran sus experiencias y el mismo hombre se deleitaba al escuchar mis propios relatos con mi amigo.
- ... Me excita demasiado saber lo que haces con tu amiguito.
- ¿En serio?
- Sí, yo hago lo mismo con mis compañeros de trabajo, pero recuerda, yo soy más… dominante.
Cuando llegó el momento de conocernos mejor, es decir, dar un rostro a esas conversaciones, fue cuando me propuso que habláramos por Messenger y así no perdiésemos el contacto. Acepté como cualquier otro chico lo hubiese hecho, el morbo me tenía cegado, más cuando vi su foto y pudo enviarme otras de él. Por un momento me pareció haberlo reconocido, pero mi memoria me fallaba y el mismo no me dio señales de que me conocía personalmente.
Rubén me gustaba bastante, se veía un hombre alto, de 1.90 con rasgos fuertes en su rostro, moreno, ojos oscuros, pelo negro liso y barba en forma de candado que acompañaba el conjunto. Cuando pidió mis fotos, hice el intento de enviarle alguna foto de alguien más, pero ya me tenía engañado con su juego de confianza, así que le envié algunas fotos que tenía del colegio o en el parque y la playa. Me preguntó por las muletas y le dije que eran de un pie enyesado por un partido de futbol que salió mal.
- Wow… Igual, eres hermoso, no pensé que existieran chamos tan bellos como tú aquí en Venezuela.
- Gracias, pero en serio, soy un chamo normal.
- Para mí no... ¡Eres increíble!
Las conversaciones con él iban bastante bien, de diversos temas, pero siempre terminábamos hablando de sexo. Hubo un par de veces que hicimos un chat de sexo virtual, en los cuales su imaginación me sobre llevaba y fue cuando a él mismo se le ocurrió una segunda idea... Darle una voz a nuestras conversaciones.
- Será chévere escucharte, oírte gemir me da demasiado morbo.
- Jajaja… De acuerdo, también quiero escucharte.
Con el intercambio de nuestros números de teléfono celular, fue cuando las cosas se complicaron, las dos primeras llamadas nocturnas fueron increíbles y más cuando lo pude escuchar gemir mi nombre por el teléfono... Luego, las llamadas se hicieron más intensas, en la casa mientras cenaba, en el colegio en medio de una clase o en la madrugada con el pretexto de darme los buenos días.
- ... Buenos días, mi amor, ¿Cómo se encuentra mi chamo?
- Ehhh... Rubén, bien, bien, estoy durmiendo aún.
- Que dormilón eres...
Una vez me pidió buscarme en mi colegio después de clases, le explique que no podía ya que siempre me iban y venían a buscar. Eso lo molestó bastante, insultándome y diciendo que no tenía confianza en él, cosa que para ese entonces me hacía sentir bastante mal.
- Maldito, eres un estúpido.
- Por favor, Rubén, no me digas esas cosas – le pedí triste.
- Ve a ver si creces, carajito – me había dicho antes de colgar.
Como era una relación con un hombre que jamás había visto, era un secreto, ni Arturo, ni mis padres o hermanos sabían que hablaba con él, era por eso que se me hizo difícil dar una excusa para poder encontrarme con un desconocido y sin la compañía de nadie.
Las llamadas se detuvieron después de esa negativa por mi parte para vernos, fue más o menos un par de semanas que no supe nada de él, ni por el Messenger. Fue cuando me llegó un correo de Rubén, dónde explicaba que él sabía exactamente quién era yo, el correo contenía una lista con todos mis datos, dónde vivía, dónde estudiaba, dónde jugaba al fútbol anteriormente, quiénes eran mis padres, hermanos y amigos. Todo estaba tan detallado que tuve miedo.
Y claro que existió la clara amenaza de no decirle nada a nadie, ya que si no llegábamos a encontrarnos el día y hora pautada o si no llamaba al número que venía en el correo justo después de leerlo, habría consecuencias.
El correo también decía que él conocía a mi padre en persona y le diría todo. Que su hijo era tremendo marica, se pajeaba con otros chamos, chupaba vergas y tenía sexo con hombres. Yo tenía pánico completamente, sentía como mi cuerpo se helaba al leer cada palabra y al finalizar de leerlo dudé en si llamar o no a ése número.
“Llámame ahora... O te lo juro Andrew, habrá consecuencias. No me hagas arrechar.”
Me negué a hacerlo, pero le hice caso en no decir nada y dejarlo pasar. Recuerdo que no dormí esa noche y no pude cerrar mis ojos las siguientes noches… Cada vez que sonaba mi teléfono con algún número desconocido lo apagaba y luego lo lanzaba lejos.
Mis amigos se percataron de mi comportamiento en el colegio, dormitaba en clases o de repente estaba más nervioso de lo normal, ellos llamaron a Arturo el cuál, no pudo sacarme mucho.
- Andy, dime ¿Qué te pasa?... Por favor, soy yo, puedes decirme lo que sea – me dijo acariciando mi mejilla.
- No me pasa nada, Artie...
- ¿No confías en mí?
- Sí lo hago... en serio, no me ocurre nada – le contesté para tranquilizarlo.
Me negué a contarle algo parecido, el correo mencionaba a Arturo, alto, buen físico, rubio de ojos azules que estaba en el último año de mi colegio. Si llegaba a abrir la boca, él también sufriría y yo no deseaba eso.
En realidad, con el único que quise hablar en esos días fue con Mathew, pero se había ido de viaje hacía 3 semanas al interior del país en lo que regularmente se llaman pasantías. Según había comentado antes de irse, es que no tendría buena señal donde estaría, así que no tenía contacto con él.
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Unos días después de que me llegara ése maldito correo, ya era media tarde y estaba esperando a que mi hermano Tony saliera de sus clases especiales, él ya estaba en 7mo grado y aunque le iban bien las materias de teóricas como castellano e historia, no estaba rindiendo en matemática. Por eso se había quedado con algunos compañeros para practicar ejercicios con el profesor porque se acercaban los exámenes finales.
Estaba sentado en una banca, la tarde estaba calurosa, el sol estaba pegándome directo en la cara mientras veía a los chicos jugar al futbol. Yo lo que más quería en ese momento era quitarme el uniforme, ponerme el short, mis zapatos deportivos y poder jugar con ellos, pero el doctor me había exigido que no hiciera movimientos bruscos ahora que ya estaba sanado y finalmente dejando el bastón.
- ¡Andrew!... – escuché a alguien llamándome desde el campo – ¡Ven!
Al fijar mi mirada, me di cuenta que el entrenador William, me estaba llamando así que lentamente fui caminando hacia él.
- ¿Qué pasa, William?
- Te veías muy solo, allá sentado. Ven y habla conmigo.
- Es que estoy esperando a mi hermanito.
- Ya… ya… ¿Qué tal chico?... ¿Cómo va la pierna? – me preguntó muy alegre.
- Sanando, William.
- Por lo menos ya no estás usando el bastón.
- Sí, gracias a Dios.
William llevaba una franela blanca muy ajustada, bastante sudada, ya que él no era de los típicos entrenadores que solo ordenaba y se sentaba a ver su celular. Él si podía, jugaba formando parte de algún equipo y guiándolos para hacer las mejores jugadas. En ese momento, estaban practicando para un partido que sería el fin de semana, Arturo jugaría por petición de William, a pesar de que él tenía que estudiar y terminar su trabajo, aceptó la propuesta con la excusa de que necesitaba distraerse.
Es por eso que como jugador provisional, jugaba como toda una estrella pasando la pelota, armando las jugadas y finalmente marcando un gol para su equipo.
- Arturo es un Dios jugando al futbol – alabó con una sonrisa.
- ¿Tú crees?
- Sí, míralo… es veloz, ágil y e inteligente… un estratega jugando.
- Tranquilo, Will… se te cae la baba – le dije causando que me diera un golpe en el hombro.
- Shhh… Que no se entere que dije eso, luego su ego también crecerá.
- Jajaja… De acuerdo.
Nos quedamos observando el partido un rato, viendo como los muchachos se pasaban la pelota, marcando goles para ambos equipos y causándome unas ganas increíbles de acompañarlos.
- Los muchachos este año están bastante bien, se están esforzando.
- Lo hacen por ti, Will… eres un buen entrenador.
- Sí, pero también lo hacen para ganar la final.
- Es una pena que no ganáramos esa vez – le dije recordando.
- Pero, el siguiente año sí ganamos… Recuerdo que Arturo, Luis, Richard y tú eran increíbles como equipo.
- ¿Luis? – le pregunté confundido.
- Sí, Luis… – me respondió mirándome de la misma forma – ¿No lo recuerdas? Moreno, alto, buen físico… Ustedes eran buenos amigos.
- Ahhh… Sí, sí, sí... éramos amigos – le dije recordándolo con melancolía.
- ¿Qué será de él?... El director me comentó que se fue a México con su familia.
- Sí, así fue.
- Pero, como te digo – continuó –… Ustedes cuatro ese año lo hicieron muy bien, creando buenas jugadas y marcando los penaltis. Unos genios para engañar al otro equipo.
- ¿Aún hacen nuestras jugadas?
- Pues sí… Arturo les enseño unas a éste equipo. Tú sabes, “ la elástica, el túnel, la culebrilla, el ladrón”… y la que ustedes crearon.
- “Los Reyes y el plebeyo” – le completé.
- Exacto. Esa jugada de los cuatro me emocionaba mucho.
- A mí igual… aunque era una manera para que Arturo se luciera – le dije con gracia.
- Bueno, él era el Rey , aunque en realidad… sigue siéndolo.
- Hasta que alguien lo destrone.
- No creo que suceda – dijo mirándolo hacer otra de sus jugadas –. Te repito, ustedes han sido mi mejor equipo.
- ¿Y Arturo tu mejor jugador?
- Uno de los 5 mejores… – respondió.
- ¿Yo formo parte de ese top?
Después de que hice esa pregunta, los muchachos comenzaron a discutir sobre una jugada e insultándose diciendo que el gol era válido y el equipo contrario lo negaba completamente. Así que William tuvo que interferir para evitar una desgracia sonando su silbato, llegando hasta ellos para solucionarlo y regresar a mí con una sonrisa.
- Jajajajaja… Creo que no. Tal vez eres el 6° o 7°.
- Ahhh… Ya – le dije medio decepcionado.
- ¡Que es broma, vale!... – dijo pasándome su brazo por los hombros – Eres el 3° mejor, después de Arturo y de Richard.
- Bien, bien… menos mal, ya me iba a deprimir.
- No lo hagas… Oye, ¿Por qué no juegas con ellos un rato?
- No, el doctor me lo prohibió… si quiero dejar de usar el bastón definitivamente, es mejor que no haga nada.
- Claro, entiendo. En realidad, si fue un duro golpe saber lo que te pasó. Le dije a tu padre que yo podía ayudarte en la recuperación, pero se negó diciendo que ya habían algunos doctores trabajando contigo.
- No sabía que habías hablado con mi padre.
- Pues sí… la verdad que sigue siendo un personaje – me dijo cruzándose de brazos.
- Bastante.
- Pero, te recuperas. Y eso es lo mejor… dentro de poco volverás a jugar.
- En realidad… aunque desee hacerlo algunas veces, creo que prefiero retirarme, solo me gusta verlos jugar y ya.
- ¡Vaya!... Ahora soy yo el que está deprimiéndose.
- Tal vez juegue para practicar, pero no para entrar en torneos.
- Está bien… Entiendo tu decisión y puedes venir cuando quieras a jugar el próximo año, cuando te recuperes.
- Lo haré, Will.
Luego de nuestra charla, terminó la práctica, los muchachos llegaron a donde estábamos recogiendo sus cosas, unos prácticamente se fueron con el uniforme y otros se fueron a las duchas haciendo un gran desorden. En ese momento llegó Arturo hacia nosotros, se veía muy bien, a pesar de estar cubierto de sudor y manchas de tierra en su uniforme, me picó un ojo y me dio un leve abrazo.
- Arturo, estas muy sudado.
- Tú igual… y ni siquiera estuviste jugando – dijo dándome otro abrazo.
- ¡Para, ya!
- Jajaja… Está bien, no sabía que vendrías a verme.
- No lo hice, estoy esperando a que Tony salga de sus clases especiales.
- Ahhh… Ya – me respondió algo decepcionado – ¿Pero, me viste jugar?
- Claro, idiota. Juegas muy bien.
- Obviamente… Me gusta ayudar a Will, soy como su asistente.
- … Es que eso eres, Arturo, mi asistente – dijo William llegando después de guardar las pelotas en el depósito.
- Podrías recordárselo a tu capitán, que no me soporta por cierto.
- Ya hablaré con él – le dijo quitándole importancia.
Seguimos hablando un rato, Arturo estaba realmente cansado y William estaba igual por el ejercicio que habían hecho. Los chicos que se estaban aseando en el baño terminaron saliendo poco a poco y fue cuando William decidió ir a ducharse.
- Bueno, me voy a bañar, muchachos... ya apesto.
- Yo igual – dijo Arturo.
- ¿Vamos? – le preguntó William.
- Claro.
- ¿A dónde van? – les pregunté curioso –... ¿No van a ducharse aquí?
- No. Vamos al gimnasio, estos baños no tienen seguro desde adentro y el vigilante los cierra – explicó Will.
- Ahhh... Ya.
- Acompáñanos, Andrew... estás igual de sudado que nosotros – señaló Arturo.
- No, yo estoy bien.
- Anda, vale – insistió –… refréscate un poco. Tengo una chemise extra.
Luego de pensarlo por unos segundos y darme cuenta que si estaba sudando bastante por el calor del sol, decidí ir con ellos.
- Dale... pero, vamos rápido. Que Tony puede terminar con sus clases antes.
- Muévete entonces... nos estás retrasando, Andrew – me dijo William con su bolso en el hombro.
Al llegar a los baños, los tres entramos y William cerró la puerta con seguro.
- No te preocupes, Andrew... lo hago por nosotros.
- Ehhh... No entiendo.
- Es que el vigilante se le ocurre entrar en los baños a esta hora. Y casualmente justo cuando me estoy bañando.
- ¿En serio? – le pregunté.
- Pues sí... La vez pasada también entró ese tipo, mientras estábamos bañándonos y lo peor. Se quedó a hacernos conversación y no se fue hasta que salimos... – intervino Arturo.
- Fue perturbador, es mejor evitar problemas – respondió William, haciendo que yo asintiera.
- Ya entiendo.
- ¡Bueno, vamos a bañarnos...!
- ¡A desnudarse, señoritas! – ordenó nuestro profesor.
- Jajaja… Señorita serás tú, Will – le dijo Arturo osado.
Que dos hombres estuvieran en el baño desnudándose ante mí era… interesante. Ya había visto a Arturo completamente desnudo y a William… pero verlos desnudarse con tanta tranquilidad frente a mí hacía que mis defensas se activaran y rogando por no tener una erección frente a ellos. Principalmente por nuestro profesor que ahora nos mostraba su culo bastante tranquilo mientras buscaba un jabón y sostenía su toalla.
Arturo estaba más relajado aún mostrando todo su cuerpo, flexionándolo y dándome pequeñas sonrisas. Él fue el primero en irse a un cubículo de la ducha y luego lo siguió William colocándose en otra y abriendo el grifo.
- ¿Andrew?... – me llamó mi amigo.
- ¿Qué pasa?
- ¿Te vas a quedar allí parado con el bóxer puesto?
- Ehhh… No, no… Ya voy a entrar – dije nervioso.
Me terminé de quitar la última prenda que tenía, lancé los bóxers a un lado para acercarme a los cubículos de las duchas y podía escuchar a esos hombres soltar pequeños suspiros mientras el agua recorría sus cuerpos. Yo traté de no mirar mucho, pero las cortinas de ambos cubículos estaban corridas y di una rápida mirada al perfecto cuerpo de William. Con su gran espalda, brazos y piernas tonificadas, un culo de muerte, al darse la vuelta pude ver un abdomen plano y marcado junto a una línea de vello que descendía a una verga que estaba en estado de reposo. Mi mirada volvió a su rostro y nuestro profesor me miraba con tranquilidad y dándome una sonrisa.
- Entra a bañarte vale… ¿O te gusta lo que ves?
- No vale.
- Es la segunda vez que me ves de esta manera.
Yo lo miré confundido y un recuerdo vino a mí, con su cuerpo húmedo a medio ver diciéndome algo sobre “la próxima vez”…
- Cierto… se me había olvidado – le dije apenado.
- No te emociones, William… porque a Andrew le gusta lo que hay en ésta ducha – dijo Arturo.
- Ahhh… ¿De pana?... Está bien, pues.
- Metete a bañar conmigo, Andy.
- Deja tus juegos, Artie… – le dije molesto.
- ¿Qué juego, vale? – me preguntó con una sonrisa.
- Aquí no – le respondí en voz baja.
- ¿Qué tanto hablan? – nos preguntó mientras cubría con espuma su cuerpo.
- Nada, Will… Arturo. Cállate.
- Jajajajaja… Está bien. No quiero molestarte.
- Ahhh pues… Esos cuentos aquí, no me cuadran.
- Nada, Will… en serio. Vamos a bañarnos y ya – les dije dándole la espalda.
Una risa de ambos se escuchó en todo el baño haciendo que yo me sonrojara, abrí el grifo calibrando para que saliera el agua tibia y luego de unos segundos el agua ya estaba recorriendo todo mi cuerpo refrescándome bastante. Le pedí jabón a Arturo y él me dio un poco de shampoo, así que pasé un poco por mi cabeza haciendo espuma y la otra parte por mi pecho tratando de limpiar la suciedad que había acumulado en el día. Buscando en mis pensamientos estaba recordando a mi profesor antes del accidente, seguía siendo igual de atento conmigo, preocupándose por mi bienestar demostrando que no era como los otros, que solo indagaban un poco o me ignoraban. Mi curiosidad me había ganado nuevamente, di una leve mirada hacia los otros cubículos y William de nuevo me miraba.
- ¿En serio recuerdas lo que ocurrió la vez pasada aquí en el baño? – me preguntó mirándome de arriba hacia abajo.
- Pues sí… pero no pasó nada en realidad.
- Claro… pero casi pasa.
- ¿Ahora de qué hablan ustedes? – preguntó Arturo.
Yo estaba muerto de la pena desde que William me había hecho esa pregunta, en el momento que Arturo volvió a preguntarme yo me volví a quedar en silencio, la curiosidad lo mataba así que mi novio preguntó de nuevo, pero específicamente a William y él respondió tranquilamente.
- ... Tu amiguito me vio haciéndome la paja.
- ¿Es en serio, Andrew? – me preguntó mirándome directamente.
- Bueno… sí – acepté.
- No me jodas... ¿Cuándo fue eso?
- Hace años, Arturo... y como dijo Andrew, no pasó nada – explicó William.
- Ahhh... Ya.
- Jajajajaja... ¡Míralo, está completamente rojo!
Para ese momento mi cuerpo entero estaba completamente rojo, muerto de la pena por recordar ese momento y luego que Arturo me mirase era peor.
- Tranquilízate, Andrew – me reconfortó –… Está bien, no me molesta.
- Ya... fue hace mucho.
- Es normal... ya te dije, no me molesta.
- Gracias, Artie.
- Coño, pero ustedes con sus secretos – protestó Will mirándonos.
- Jajaja... William, todos tienen secretos.
- Pero nosotros no, ahorita no. Los hombres no se tratan así, vale – continuó protestando, pero ahora lo hacía en otro tono, algo más sensual.
- Ya déjalo... nosotros nos entendemos.
William estaba bañándose sin darse la vuelta, con la mirada posada en mí yo le hice el comentario de que dejara de mirarme de esa manera, pero me ignoró completamente causando risa en Arturo. Mi verga me estaba traicionando, mirando a mi novio acariciar su cuerpo y obviamente por estar dándole leves miradas a William que hacía lo mismo enfrascándose en acariciar su verga de vez en cuando. Al darme cuenta, yo estaba completamente excitado y tuve que acariciarme un poco dándome un par de sacudidas y gimiendo un poco.
- ¿Ya se te paró la verga tan rápido? – preguntó William.
- Es normal... yo la tengo dura desde hace rato – dijo Arturo defendiéndome.
- Yo... ¿En serio?
- Claro, Andy... es normal, somos hombres.
- Ahhh... Entonces falto yo por tenerla dura.
- ¿Hacemos competencia, Will? – le preguntó Arturo.
- Dale, pues...
- Coño... Arturo – le llamé nervioso por lo que pasaba.
- Andy... es normal que los hombres se hagan la paja en el baño.
- Pero en privado... ¿No?
- Jajaja... Claro.
- En compañía es mejor, muchachos... Yo ya estoy listo – dijo William saliendo de la ducha.
Nuestro profesor solo sonrió con suficiencia mostrando su verga erecta, como recordaba era de un tamaño descomunal y bastante cabezona. Él la tomó entre sus manos, se pajeo un poco mirándonos y yo tuve que abrir la boca por la sorpresa. En eso, Arturo también salió de la ducha mostrándonos su verga que tanto conocía, él la blandía con suficiencia mientras las gotas de agua recorrían su cuerpo hasta llegar al piso. Me llamó haciéndome señas y yo cerré el grifo para salir a mostrar mi verga en lo alto. No podía mirarlos a la cara directamente, solo pasaba la mirada por sus cuerpos quedándome en sus vergas un rato y ver la mía que estaba pidiendo atención, así que comencé a tocarme logrando una sonrisa en mi novio.
- Yo gano, Arturo.
- Solo, por una cabeza.
- Mi cabeza... Jajajajaja – dijo con burla.
- La tienes cabezona, Will... ¿Cómo se la metes a las chicas?
- Con lentitud, pero al final la meto entera.
- Que rico...
- Me imagino que tú eres igual, ¿No?
- ¿Yo?... Pues... – trató de decir mirándome.
- ¿Qué pasa?
- Es que yo no la meto desde hace tiempo.
- Ahhh... ¿Y esa vaina? – preguntó extrañado, pero sin dejar de tocarse.
- Es que... bueno, la persona con la que ando no está preparada.
- Explícate. No entiendo – dijo con una sonrisa y mirándome.
- Sí entiendes, marico.
- Jajaja... De bolas que entiendo, ¿No, Andrew?
- ¿Yo?... pero... ¿Qué tengo que ver? – pregunté confundido dándome unos toques.
- Tranquilo, Andy... ya se dio cuenta.
- Coño, es que ustedes no pueden ocultar la mariconería. Aprendan de mí.
- ¿Tú eres gay? – le pregunté sorprendido.
- No, soy bisexual... me gustan ambos sexos.
- Era obvio – contestó Arturo.
- ¿Lo era? – les pregunté alucinado.
- Claro... Se la pasa mirándonos de vez en cuando en los entrenamientos y luego se va con su novia a coger pensando en nosotros – explicó mi novio.
- Jajajajaja… ¡Culpable!... Yo puedo mirarlos, pero no los voy a tocar. Soy un profesional.
- No puedo creerlo – les dije a ambos.
- Tranquilo, Andrew... Que lo que se diga aquí, no sale.
- Ya... – acepté.
- ¿Y ustedes son...?
- Novios – reveló Arturo.
- Jajajajaja... ¡Qué bonita pareja, vale! – celebró nuestro profesor.
- ¿En serio, lo crees?
- Claro, Andrew. Se ven bien, juntos.
- Gracias, Will.
- ¿Por qué no nos hacemos una paja para celebrar?... Ya que estamos tan excitados – propuso.
- Por mi está bien... – respondió Arturo – ¿Andy?
- Sí... creo que está bien.
Los tres nos colocamos en posición frente al otro, dejando un par de grifos abiertos para opacar los gemidos que alguno dejaba escapar de vez en cuando. William estaba contento, pero muy concentrado al mismo tiempo, no dejaba de mirarme mientras se hacía la paja moviendo su brazo suavemente.
Arturo estaba igual, mirándome completamente como poseído, con los labios entreabiertos y gimiendo entre cortado. Yo, por mi parte, no sabía a quién mirar, estaba boquiabierto viendo como ambos hombres se fijaban en mí y lo que hacía. Al masturbarme, ellos seguían el movimiento de mi mano, que tocaba mi pecho bajando por mi abdomen hasta acariciar mis bolas y cuando se me escapaba un pequeño gemido, ellos sonreían.
- … Entonces, noviecitos, ¿Ya han tenido relaciones? – nos preguntó deteniendo su paja unos segundos.
- Yo… bueno.
- Antes, sí pero… – respondió Arturo por ambos.
- ¿Pero…?
- No estoy listo, aún… para… bueno – terminé de responder nervioso.
- Vamos, lento – completó mi novio.
- Ahhh… Ya, bueno, por lo menos saben divertirse. El sexo no se trata solo de meter la verga en un culo o vagina.
- Eso ya lo sé.
- ¿Qué tanto sabes, Andrew? A ver… ¿Qué has hecho con tu novio?
- Yo… pues – traté de contestar esquivando su mirada.
- Will, lo pones nervioso – intervino Arturo.
- Estoy tratando de que termine de relajarse. Así como estamos tú y yo.
Yo volví a mirarlos, en efecto… ellos estaban bastante relajados haciéndose la paja, mientras yo era un manojo de nervios. Fue entonces que Arturo se movió, exactamente detrás de mí, dándome un abrazo, al sentir su verga descansar en mi culo di un brinco, pero mi novio supo tranquilizarme colocando su mentón en mi hombro y pasando sus brazos por mi abdomen brindándome su calor.
- Tranquilo, no voy a hacer nada… solo estar aquí. A tu lado.
- Gracias, Artie…
- Ahora sí se ven como una pareja. Me agrada.
- Es así como uno debe relajar a las personas, Will – le dijo Arturo y luego terminó por darme un beso en la mejilla.
- ¿Por qué no lo pajeas un rato, Arturo? – propuso nuestro profesor.
- ¿Puedo, Andy?
- Sí, cuando quieras…
Su mano fue muy diestra al tocarme, haciéndome la paja, Arturo se mantuvo firme para que yo me recostara en su cuerpo, mi novio también me tocaba el pecho y su mano juguetona pellizcaba mi pezón haciéndome gemir bastante fuerte. Sus besos en mi cuello hacían mi cuerpo vibrar, estaba cerca del final hasta que unos golpes en la puerta se escucharon y Arturo me tapo la boca de repente. William detuvo su paja mirando hacia la puerta y los golpes se repitieron.
- ¿Profesor?... ¿William? – se escuchó la voz del vigilante.
- ¿Qué quiere? – preguntó en un tono de voz molesto.
- Ahhh… Nada, quería saber si estaba bien.
- Lo estoy… ¡Váyase!
- … Disculpe entonces, me retiro.
Luego de unos momentos no se escuchó más y William volvió a respirar tranquilo.
- Se los dije. Ese tipo quería entrar de nuevo.
- Creo que mejor es apurarnos… puede que regrese y abra la puerta – les dije a ambos.
- Sí… vamos a acabar – me respondió Arturo.
- Pero, también vamos a disfrutar… ¿Qué más hacen entre ustedes?
- Pues… Nos besamos… nos pajeamos y… – le respondí.
- ¿Se la has mamado a Arturo? – me preguntó William.
- Sí…
- ¿Y te gusta?
- Claro…
- ¿Y tú, Arturo?... ¿Se la has chupado a tu noviecito?
- Claro… un par de veces, me encanta.
- Deberían besarse primero… y disfrutarse entre ustedes – volvió a proponer.
Ambos nos miramos en ése instante, mi novio fue el primero en dar el paso, algo temeroso, pero yo me separé un poco para estar frente a él y abrazarlo por el cuello dándole un gran beso en la boca. Arturo estaba sorprendido, pero me tomó por la cintura uniéndome más a él y logrando que nuestras vergas se encontraran. Gemíamos dentro del beso, era un mar de emociones al estar haciendo eso frente a nuestro profesor que no dejaba de mirarnos.
Al separarme de mi novio, él sonreía y hasta pude ver que estaba orgulloso de que yo diera ese pequeño paso. Saliendo de esos muros de defensa que había creado poco a poco… yo tuve que darle otro pequeño beso, seguido de unos leves aplausos de nuestro profesor.
- ¡Vaya!... ¡Vaya!... Andrew y Arturo besándose frente a mí.
- ¿Te gustó, Will?
- Mucho Andrew, pero… ¿Qué más puedes hacer?
Al ver que William se tocaba su cuerpo de una manera muy provocativa yo tomé la mano de Arturo y comencé a acercarme a él, nuestro profesor se sorprendió un poco por lo que hacía, pero volvió a actuar tranquilamente separando los brazos un poco, invitándonos a continuar. Yo miré a mi novio unos segundos y se encogió de hombros así que con esa simple invitación. Yo agarré la descomunal verga de William haciendo que soltara un leve suspiró y me miró.
- ¿Y tú, Arturo?… ¿Qué más sabes hacer? – le preguntó en voz muy baja.
- Ya verás…
Mientras yo pajeaba a nuestro profesor, Arturo comenzó a acariciar todo su cuerpo, admirándolo desde sus piernas pasando por su cadera y subiendo por su abdomen y pecho hasta acariciar sus hombros dándole un suave masaje. Yo disfrutaba ver a Arturo tocar a otro hombre, aunque sentía celos al mismo tiempo, él me miraba de vez en cuando y me impulsaba a seguir pajeando a William. Su verga, estaba extremadamente dura a mi toque… la recorría con mi mano en toda su extensión, sintiendo como sus venas palpitaban y como su enorme cabeza soltaba un poco de líquido preseminal. Sus gemidos también me incitaban a seguir pajeándolo y yo regresaba mi mirada a mi novio, que ahora se enfocaba en acariciar las nalgas de nuestro profesor mientras se pajeaba un poco.
- Arturo… – le llamé.
- ¿Sí, Andy?
- Ven… quiero pajearlos a los dos – le dije en un susurro.
- Que rico... – soltó Will en un gemido.
Cuando tuve ambas vergas en mis manos, me sentí poderoso… poderoso por ser la razón de causarle tanto placer a esos hombres y ellos gemían mi nombre diciéndome que siguiera con lo que estaba haciendo. Fue cuando al estar uno al lado del otro, dándose un abrazo fraternal entre ellos que decidí arrodillarme, para estar más cerca de esas vergas, Arturo me miraba profundamente, dándome órdenes sin decirlas realmente y yo me acerqué a su verga para darle un beso. Fue corto, pero al ver como su cuerpo se estremecía, le di un par de lamidas que terminaron por decidirme para metérmela en la boca.
- Andy… - gimió Arturo.
Mi novio estaba en éxtasis al sentir como su dura verga entraba y salía de mi caliente boca, su mano temerosa al principio, me indicó un ritmo a seguir, era lento, pero firme. Yo había soltado la verga de William, para centrarme completamente en mi novio, posando mis manos en su cadera tratando de tener un poco de control, pero me era imposible, Arturo estaba muy excitado con cada chupada que recibía.
- Que rico… se ve que disfrutas de una buena verga, Andrew – me dijo William llamando mi atención.
- Es que… me gusta tenerla en mi boca.
- No me digas – dijo con falsa sorpresa.
Nuestro profesor se aproximó también y acercó unos momentos su verga a mi boca. Verla tan cerca a la que tenía en mi boca me hizo desear internamente tener ambas dentro, pero mi mente racional me decía que no podría realizar esa proeza… por lo menos, no ese día.
Así que gracias a su provocación, me separé de la verga de mi novio para darle la misma atención a nuestro profesor. Comencé con un par de besos por su enorme cabeza para luego pasar mi lengua desde la base a la punta un par de veces disfrutando su sabor algo amargo. Al metérmela en la boca, solo pude llegar a la mitad, por culpa de su glande cabezón, me incomodaba, pero al hacer el típico mete y saca, sentía que Will lo disfrutaba. Mi profesor me dio unas leves caricias en la mejilla y yo tuve que mirarlo, William me respondía con una sonrisa, para luego separarme.
- Ahhh… Suficiente – me ordenó bastante serio.
- ¿Qué?… ¿Qué pasa? – le pregunté confundido.
- Que esa boquita que tienes… es para Arturo. No para mí.
- Es cierto Andy… ya me estaba poniendo celoso – justificó mi novio.
Yo le sonreí a mi novio de vuelta y agarré su verga para metérmela nuevamente en la boca. Arturo colocó sus manos en mi cabeza guiando el movimiento, penetraba mi boca lentamente suspirando hasta que William se colocó detrás de él, en la misma posición que estuvo Arturo conmigo, él estaba abrazándolo y seguramente apoyando su verga en el culo de mi novio.
William comenzó a susurrarle cosas a Arturo, morder su cuello y el lóbulo de su oreja, lo que hizo que él aumentara el ritmo penetrándome la boca y ahora sus suspiros eran claros gemidos de placer. Fue entonces que nuestro profesor lo tomó fuertemente por la cintura y Arturo prácticamente convulsionó de placer, su verga vibró y el primer chorro caliente fue directo a mi lengua.
- ¡Andy!... ¡AHHH! – gemía Arturo.
- Jajaja… ¡Qué lechada! – bromeaba William sin dejar de abrazar a mi novio.
Y era cierto, no había logrado apartarme tan rápido y ahora tenía enormes chorros de esperma en mi cabello, rostro y pecho, traté de quitarme un poco, pero William me ordenó que no lo hiciera…
- Perdona, Andy.
- Para nada, Arturo… ¡Eres una bestia!... – alabó nuestro profesor.
- Jajajajaja… Gracias, Will.
- Es la mejor imagen que tengo de ti, Andrew… Me excita demasiado.
- ¿Gracias? – le dije no muy seguro.
- Bueno… levántate, que nos toca acabar a nosotros.
Yo asentí con la cabeza, pero al primer momento de intentar levantarme, me dio un leve calambre en mi pierna derecha y ambos se preocuparon bastante. Ya tenía mucho tiempo haciendo el esfuerzo de estar arrodillado, así que entre los dos me levantaron lentamente y William me reviso la pierna, realizando leves movimientos para certificar que estaba bien.
- Ya no me duele… ya pasó el calambre.
- Bien… pero vamos a sentarnos en los bancos, Arturo, ayúdalo.
- Sí, ya voy… Ven, Andy.
- Pero… no he acabado – les recordé.
- Ni, yo, pero vamos… Que debes sentarte.
Con ayuda de mi novio, me senté en la banca de madera y él se sentó detrás de mí para que yo reposara, William prácticamente se había puesto de pié, a mi lado dándose una furiosa paja.
- Arturo, complace a tu novio… Hazlo acabar.
- Claro, Will.
Al tener el cuerpo de Arturo a mis espaldas, sentir como respiraba a en mi nuca, repartiéndome pequeños besos y un par de mordidas en mi hombro, su mano en mi verga y bolas dándome con fuerza no pude aguantar mucho más…
- ¡Arturo!... Me vengo… ¡Me vengo!... ¡ARTURO!
Mi leche terminó repartida entre mi abdomen y la mano de Arturo que me seguía dando unas leves caricias… Mi novio me dio un beso en la mejilla, que fue secundado por otro en la boca, la lengua de cada uno fue acariciado por la otra, hasta que unos gemidos brutales llegaron a nuestros oídos…
- ¡Me vengo, mariquitas…! – gimió William
Su semen terminó cayendo en mis piernas y William con un par de movimientos exprimiendo su verga terminó soltando un par de gotas que cayeron en el piso. Él se quedó mirándonos unos segundos, tomando un poco del semen de mis piernas con sus dedos dejando un poco en los labios de Arturo, después hizo exactamente lo mismo, pero ahora repartió su semen en mi boca y tuve que saborearlo. Tenía un sabor fuerte y amargo.
Arturo, no muy convencido, tomó un poco del semen que tenía en mi abdomen y llamó a William para ofrecérselo. Para sorpresa de ambos, él chupo los dedos de mi novio y con una sonrisa se separó saboreando mi leche.
- Ufff… Bien, señoritas. Esto fue un gran momento, pero ahora sí vamos a bañarnos.
- Claro – dijo Arturo.
- Ayúdalo a bañarse… míralo como está – terminó diciendo con algo de burla.
- Es culpa de ambos – les dije algo cansado.
- Andy, te ves precioso.
- Jajaja… ¿Cubierto de leche?
- Claro, vale… – aceptó William.
Yo negué con la cabeza, Arturo terminó por ayudarme a levantarme y llegamos al cubículo para poder bañarnos. Yo estuve apoyado en mi novio todo el tiempo, mientras él me ayudaba a quitarme todos los trallazos de semen en mi cuerpo, esparciéndome después shampoo y para terminar de enjuagarme como si fuese un niño pequeño. William estaba bastante tranquilo terminando de bañarse y sin mirarnos a ambos, que ya estábamos besándonos nuevamente por todas esas caricias.
Al salir de la ducha, me di cuenta que había pasado una hora, seguramente mi hermanito estaba afuera esperándome, pero revisé mi teléfono y no había ninguna llamada o mensaje de él. Así que nos secamos y vestimos para terminar saliendo del baño del gimnasio.
- Entonces… – dije.
- ¿Entonces?... – continuó preguntando Arturo.
- Podríamos volver a repetirlo – nos contestó nuestro profesor.
- Sería genial, Will – expresó entusiasmado mi novio.
- Entonces, si ustedes quieren... mañana, misma hora, mismo lugar.
- Me parece bien – les dije –. Yo ya estoy algo cansado… deseo ir a casa y dormir hasta mañana.
- Jajaja… Yo debo ir a mi otro colegio a trabajar, ya voy tarde.
- Bueno, Ulises te puede llevar, Will.
- ¿Tú chofer?... Pues, gracias. Me parece excelente.
Antes de que Arturo se fuera y sin la vista de nadie que nos incomodara, me dio otro beso antes de despedirse, William se despidió también de mí dándome la mano, picándome el ojo y se fueron directo a la salida. Yo me dirigí a donde me encontraba antes de ser llamado por el profesor y me senté nuevamente, mi pierna me dolía un poco, pero nada que una noche tranquila no pudiera solucionar.
Solo estuve 5 minutos esperando sentado, cuando por fin veía salir del salón a mi hermanito y en ese mismo instante, un mensaje me dejó extrañado, era del señor Jonathan que ya estaba en la puerta esperándome. Me pareció raro, ya que Tony era el que siempre avisaba para que nos vinieran a buscar, siempre lo hacía luego de salir de clases para tener algo de tiempo y hablar con sus amigos. De todas maneras me alegré de que estuviese aquí tan temprano, justo a tiempo para poder llegar a casa, después de haber tenido esa sesión de paja con mi novio y mi profesor lo más que deseaba era ir a dormir, pero recordé que tenía algo de tarea que no quise adelantar mientras estuve en el colegio, contrario a lo que debí haber hecho desde un principio.
Analicé rápidamente mi plan y era sencillo. Llegar, quitarme la ropa, dormir un rato y comenzar con la tarea así fuese a las 9:00 pm de la noche y madrugar haciéndola.
- Hola, Andy.
- Hola, Tony… ¿Entendiste algo de la clase? – le pregunté a mi hermano.
- Sí, el profesor explica bien cuando no hay mucha gente hablando, mi salón es un desastre, los odio.
- Hey… no tienes que “odiarlos” – expresé haciendo el gesto de comillas con los dedos.
- Sería mejor estar solo yo y ya – me dijo algo molesto.
- Lo importante es que aprendieras, ¿No?
- Sí, tienes razón.
- Lamento no poder ayudarte, en verdad a mi también se me hace difícil, no recuerdo mucho de lo que estás viendo ahora – expresé culpable.
- No importa, yo entiendo – me dijo abrazándome.
- El señor Jonathan ya llegó.
- ¿En serio? – preguntó deteniéndose –… Yo no le he avisado nada.
- Seguro calculó el tiempo – dije restándole importancia.
Los demás muchachos que acompañaban a Tony se fueron a su casa caminando hacia el metro, mientras que nosotros nos dirigíamos a la camioneta negra dónde el señor Jonathan nos esperaba con la ventanilla medio baja, se veía mucho más serio de lo normal y no nos respondió el saludo al acercarnos a la camioneta. Fue cuando mi hermano se quedó en medio del estacionamiento viendo una moto con dos hombres vestidos de negro – uno montado en ella y otro parado junto a ella –, ellos nos miraban fijamente así que medio empuje a mi hermano para apurarlo y hacerlo subir antes de que ocurriese algo malo.
Pero, fue muy rápido lo que pasó después, yo abrí la puerta trasera y pude ver a un hombre vestido de traje negro que no reconocí, pero mi vista lo detallo muy rápido incluso lo que llevaba en su mano, era un arma que apuntaba a la nuca del señor Jonathan, retrocedí un par de pasos hasta que mi hermano me empujó con algo de fuerza y lo escuché diciendo mi nombre asustado.
- Andrew…
Mi vista fue hacia él y luego hacia uno de los hombres que estaban en la moto. El tipo se había acercado, ahora tenía apuntado a mi hermano en la espalda evitando que se moviera, mi corazón comenzó a palpitar demasiado rápido, mis manos a temblaron mientras el tipo hablaba, pero no escuchaba ni un poco hasta que con su mano pesada me dio una cachetada.
- ¿No escuchas, maricón? – repitió –… Hazte a un lado, que tu hermano suba y luego tú, no quiero locuras, o el niño muere.
Tenía los ojos abiertos viendo todo, mi dañada mente trataba de calcular alguna respuesta, algún movimiento el cual nos salvara a todos, pero me fue inútil, más cuando el tipo liberó el seguro del arma y Anthony cerró los ojos esperando el impacto. Tuve que reaccionar rápido, quitarme del camino levantando las manos logrando que el tipo sonriera, empujara a mi hermano dentro de la camioneta luego me obligase a mí a entrar dando un portazo y cerrando con seguro.
- Señor Jonathan, ¿Qué ocurre?... ¿Qué pasa?... ¿Quiénes son ustedes? – tuve que preguntar nervioso mientras abrazaba a mi hermano.
- Andrew… Andrew… Andrew… – dijo alguien con voz cantora y rasposa – Te dije que no me hicieras arrechar.
- Rubén…
Le reconocí la voz al instante, no era tan diferente que escucharla a través del teléfono, Rubén estaba en el asiento del copiloto vestido igual de negro que su otro compañero y también estaba sosteniendo una pistola apuntando a Jonathan en el abdomen.
- Lo lamento, Andrew – dijo Jonathan apretando el volante.
- ¡Cállate, mamagüevo!... Conduce a donde te dije.
La camioneta comenzó a moverse lentamente hacia la salida seguida por la moto con los dos hombres, la caseta de seguridad del colegio estaba cerrada y la barra estaba levantada permitiendo nuestra salida sin ningún problema. Yo estaba en shock, no podía creer que Rubén había llegado hasta mí, pero era obvio, conocía todo sobre mí y estas últimas semanas estaba seguro de que estaba algo loco, pero no tanto para secuestrarnos.
- Rubén, ¿Qué haces?... Por favor, no entiendo.
- Me hiciste arrechar, Andrew. No es culpa mía.
- Pero…
- ¡Calla!... Ya tuviste tu oportunidad – sentenció.
- Tú trabajabas con nuestro padre – dijo Anthony.
- ¿Qué? – pregunté sorprendido.
- Vaya, tú si lo notaste rápido – le dijo a mi hermano por el espejo retrovisor sonriéndole.
- Eras uno de sus asesores.
- Jajaja... Andrew, tu hermanito tiene una memoria impecable vale, no como tú.
- Mi padre te despidió, por ser un incompetente – le volvió a decir mi hermano serio.
- ¡CÁLLATE, HIJO DE PERRA! – gritó mientras se abalanzaba hacia mi hermano sosteniéndole la cara –… Ve a ver si vas respetando… o te mato aquí mismo.
- ¡No… no… no!... ¡Rubén!... Cálmate, no sabe lo que dice – le pedía mientras le tapaba la boca a mi hermano y lo protegía con mi cuerpo.
Para ese momento, la camioneta ya estaba por la autopista, el señor Jonathan no había parado en ningún momento, estaba tenso por toda la situación, él era un hombre de 30 años, con un cuerpo bien formado y que seguramente si no tuviese un arma apuntándole en la nuca, ya nos habría salvado.
Rubén me miraba a los ojos, luego de cambiar de una cara seria, me dio una sonrisa tranquila y me acarició la mejilla con su mano rasposa.
- … Yo estoy calmado Andrew, pero es que cuando alguien habla de más, merece morir... ¿No crees?
Yo seguía abrazando a mi hermano. Y moví mi cabeza asintiendo lento, dándole la razón a ése lunático, mientras él volvía a sentarse tranquilamente en el puesto de copiloto.
Avanzamos por la autopista hasta que los edificios se fueron perdiendo un poco, sabía que llegaríamos a un poblado dentro de poco, pero no sabía exactamente a dónde. Estuvimos en silencio por unos veinte minutos, solo se escuchaban nuestras respiraciones dando un ambiente bastante pesado y a la expectativa de lo que seguiría ahora.
- ¿Puedo preguntar algo? – dije en voz baja.
- ¡Bueno!… ¿Ahora si quieres preguntarme cosas, mi hermoso Andrew?… Está bien, pregunta, puedes hablarme.
- ¿Por qué haces esto?
- Ya te lo dije, es tu culpa.
- No lo creo – respondí rápidamente esperando que no se molestara –… No puede ser.
- Está bien, no lo es. Tu puto padre también tiene la culpa.
Me quedé analizando que tenía que ver nuestro padre realmente, pero esa palabra me llamó la atención.
- … ¿También?
- ¿Cómo se atreve a despedirme?... A rechazarme, a mí – lanzó ése último comentario a la nada.
Todo fue en base a ése rechazo, era obvio que mi negativa a conocerlo no hiciera que ese loco nos secuestrara, pero luego de lo que había dicho Tony, sobre el supuesto despido de Rubén por incompetente, si fuese el detonante para su venganza, nosotros dos seguramente éramos lo que él necesitaba y pediría un rescate o algo parecido. No creía que quisiera algo más de nosotros, menos matarnos, las armas que tenían él y sus cómplices seguramente eran replicas y nos dejarían ir cuando mis padres hubiesen pagado el rescate.
Ya con el futuro algo planificado con alguna esperanza de vida, pude ver que estábamos saliéndonos de la autopista hacia calles menos transitadas y con algunos ranchos en las vías. Decidí que debía seguir hablando, tratar de calmar a Rubén si era posible y evitar que hiciera otra locura.
- Rubén…
- ¿Sí, hermoso?
- ¿A dónde vamos ahora?
- No tienes que saberlo… es más, ya es hora de cambiar de rumbo.
- Usted no dijo nada sobre eso – intervino Jonathan mirándolo asustado.
- Cierra la boca, maldito. Para aquí.
Él lo hizo despacio, yo esperaba que nos dejara a los tres aquí y se llevaran la camioneta o algo similar, pero no fue así.
- ¿Aquí?... no hay n-ad… – y esas fueron sus últimas palabras…
Un disparo en la nuca le hizo pegar la cabeza directo en el volante, haciendo que un ruido sordo se escuchara seguido del claxon de la camioneta, mi hermano y yo estábamos petrificados. El cómplice de Rubén había asesinado al señor Jonathan, él que siempre había sido nuestro chofer, nos había tratado con respeto y cariño, yacía muerto en el asiento del copiloto manchando todo con su sangre que era expulsada por la herida de bala tiñendo todo de un color rojo oscuro, tenía los ojos abiertos, pero ya no miraba a nadie en realidad, su expresión era de desconcierto y seguramente deseando que nada de esto hubiese pasado.
En ese instante se abrió su puerta y el mismo hombre que nos había apuntado en el colegio le quitaba el cinturón y lo sacaba a la fuerza de la camioneta.
- Déjalo por allí – ordenó Rubén.
- Sí, señor.
Yo estaba en shock no podía creer que el señor Jonathan estuviese muerto, miraba el puesto de piloto ahora vacío y luego miraba a la nuca de Rubén, preguntándome de qué otra cosa podría ser capaz ese hombre para lograr su objetivo. El hombre que lo había asesinado ya no apuntaba a nadie en realidad, estaba mirando por la ventanilla viendo lo que hacían con el cadáver de nuestro chofer, luego miré a mi hermano que soltaba lágrimas sin emitir ningún sonido y luego lo noté, algo escurría por mis mejillas, yo también estaba llorando.
Inconscientemente mi mano fue lenta hacia la manija de la puerta, la accione sin hacer mucho ruido, pero nada pasó estaba bloqueada para evitar que escapáramos y cerré los ojos de frustración, sin pensar en lo que aún nos esperaba.
- Aggh… Señor, esto está asqueroso – expresó otro de los hombres subiendo al puesto de piloto.
- Es sangre, supéralo. Vamos, ya se hace tarde.
- Sí, señor.
La camioneta empezó a moverse siguiendo la vía, luego entrando por un camino de tierra cubierto de árboles, fueron pocos minutos los que pasaron hasta que nos detuvimos en una casa de dos pisos, pintada de blanco, pero terriblemente deteriorada, con vidrios rotos y sin puertas. Con una montaña alrededor entre escombros, alambres y demás, que evitaba que los intrusos entraran en ella.
- Llegamos – anunció Rubén.
Sin saber de dónde, uno de ellos sacó un par de esposas que fueron a las muñecas de Tony y a las mías, y fuimos guiados por Rubén caminando entre los escombros. Los secuestradores nos empujaban bruscamente por todo el camino, haciendo que el uniforme de Tony y el mío fuesen rasgados poco a poco por los alambres que había alrededor. La idea de escapar se había esfumado, al ver a mi hermano cabizbajo estaba seguro de que pensaba lo mismo que yo, no deseábamos recibir un disparo en la cabeza y terminar con nuestra vida.
Al entrar, un terrible olor a humedad llegó a mi nariz, todo estaba destrozado y habían esquinas quemadas con todo tipo de basura y tierra alrededor. Todos estábamos en lo que parecía haber sido en el hall de entrada, los dos hombres de la moto subieron con cuidado por unas escaleras a la derecha alegando que iban a descansar y Rubén junto con el otro sujeto que mató al señor Jonathan nos fueron guiando al sótano.
Pude notar que había un par de habitaciones con unos sillones, algo de ropa tirada por el piso, cajas de pizza y botellones de agua. Se notaba que llevaban días allí, pero no tenía mucho sentido, imaginaba a esos hombres de traje en sus casas, muy tranquilos, no viviendo en esa casa abandonada, pero cuando terminamos de bajar las escaleras para llegar al sótano, fuimos lanzados al piso quedando boca abajo sin podernos mover, el lugar solo estaba iluminado por un foco y me di cuenta del porqué ellos estaban viviendo allí.
- Mathew…
Nuestro hermano mayor también estaba atrapado en ese lugar.
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Conexiones forma parte de la saga de Anécdotas y sus derivados por Andrew Brown. Tiene Licencia Internacional bajoCreative Commons que abarca, Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional (CC BY-NC-ND 4.0) https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/