1.Jake y Dyane en la casa del balneario (Hermanos)

Jake se enderezó, desajustó la toalla y la abrió de par en par mostrándome su increíble erección. Jadeé sintiendo como se estremecía todo mi cuerpo. ¿Cómo podía estar tan excitada, cuando Jake y yo nos habíamos visto desnudos toda la infancia? Era mi hermano, joder.

Llegué a la cabaña antes de lo previsto. Anna y yo habíamos salido de compras al centro comercial luego de nuestra tarde en la playa, pero ella había tenido que marcharse antes pues su hermano pequeño se había roto una pierna jugando futbol. Mi hermano mayor sería el único en casa, seguro, pues mis padres habían ido a tener su tiempo de pareja en el lago hacia el este de la ciudad y no pensaban volver hasta bien entrada la noche, quizá incluso mañana.

Tiré mis cosas a un lado del sofá y caminé a la cocina. Saqué dos hielos de la nevera y los metí a una caña para llenarla de agua. Estaba sedienta, pues había olvidado comprar agua mineral en mi paseo.

—¡Dyane! —me llamó mi hermano desde el patio— ¿Puedes traerme una cerveza?

Jake tenía veinte años, o sea, dos más que yo. Ambos teníamos el pelo oscuro, la piel pálida y los ojos verdes. Parecíamos mellizos, pero a pesar de eso, seguían confundiéndonos por novio y novia cuando íbamos a fiestas juntos. Él era muy guapo y a veces se ponía un poco engreído, pero siempre era muy cariñoso conmigo. Nos llevábamos bien a pesar de todas nuestras discusiones tontas.

—¡Holgazán! —dije riendo.

Saqué un par de Coronas de la nevera y caminé hacia el patio en donde Jake tomaba sol en una silla de playa al lado de la piscina. ¡Oh, mi Dios! Solté una risita nerviosa cuando lo encontré completamente desnudo mientras se bronceaba. Extendí una mano ante mis ojos y cubrí su bajo vientre de mi vista para poder entregarle la cerveza.

—Estás loco —le dije— ¿Por qué no te cubriste si sabías que iba a venir?

—Que va, somos hermanos. No exageres, Dy.

Tomó la cerveza y abrió la pestaña mientras un pequeño chorro se derramaba por su pecho. Se apresuró a llevársela a la boca para no seguir derramando. Tomé la toalla del respaldo de otra silla y se la tendí para que se secara mientras me sacaba la polera y los short para tomar sol a su lado, pero yo en bikini.

—Aprovecha de cubrirte —murmuré mientras abría mi propia cerveza con más cuidado. No derramé ni una gota.

—Yo también te he sorprendido tomando sol desnuda —me miró con picardía.

Puse los ojos en blanco.

—Esa vez fue porque me quedé dormida y no te sentí llegar. Me cubrí inmediatamente. No sé cual es tú idea con seguir así.

—Planeaba broncearme uniformemente. Después no quiero que las chicas vean que mi culo está más blanco que el resto de mi cuerpo. Se reirán de mí.

—Oh, Jake, pero ahora no estás bronceando precisamente tu culo —reí sin mirar.

Él no dijo nada. Solo rió. Entonces yo comencé a cubrirme los hombros, los brazos, la panza y las piernas con protector solar. El pecho, la cara. Jake se puso de pie y se colocó la toalla que le había tendido, alrededor de la cintura. Me dijo que iría a ducharse para prepararse para la fiesta de esta noche.

—Uhm, aprovechando que estás de pie… —le detuve acostándome boca abajo sobre la silla de playa y extendiéndole el envase del protector solar— ¿Te importaría echarme en la espalda?

Jake gruñó, pero de todos modos se sentó al borde de mi silla de playa y tomó el envase. Con un Pop, se bañó la mano en crema y la extendió sobre mis hombros y mis omóplatos. Comenzó a bajar por mi columna y sin previo aviso, tomó la tira de mi bikini y deshizo el nudo, dejando mi espalda desnuda.

—Hey —me quejé.

—Déjame hacerlo a mi modo, niña —rió.

Y continuó esparciendo todo hacia abajo. Llegó a la parte baja de mi espalda y se puso de pie dando por terminado su trabajo.

—Gracias —murmuré media adormilada.

Era rico que te echaran protector solar, era como un masaje. Comencé a quedarme dormida y no sentí cuando Jake se marchó.

Tenía que prepararme para la fiesta. Nosotros no vivíamos en aquel balneario, pero íbamos a quedarnos en la cabaña de veraneo de mis padres todos los veranos, así que teníamos varios amigos ahí. Esa noche había una fiesta en la casa de un chico a apenas una cuadra de distancia de nuestra cabaña. No tenía idea qué ponerme, porque estaba corta en presupuesto ese año y no había comprado mucha ropa linda.

Así que por más de dos horas estuve dando vueltas por mi habitación, en ropa interior y luego con una nueva tenida, después de vuelta en ropa interior para probar otra cosa. Y así intermitentemente. Cuando Jake entró yo estaba en ropa interior y le miré furiosa. Se acostó en mi cama y cruzó los brazos detrás de su cabeza.

—¿Aun no estás lista? —bufó— La cosa es a las nueve y ya estamos pasados en diez minutos. Vamos a llegar más que tarde.

—Uno nunca llega temprano a las fiestas, Jake, es ley.

—Lo sé, sólo que estoy tremendamente aburrido y quiero irme ya.

Él iba vestido con una polera negra y unos jeans. Nada del otro mundo. El no tenía que preocuparse, porque era hombre y de todas formas, él siempre se veía bien en cualquier cosa.

—¿Qué me pongo? —lloriqueé tirando prenda tras prenda a mi cama.

Jake tomaba una que otra y las analizaba con pereza. Me miraba divertido. A él le divertía mi desesperación y no me iba a ayudar.

—Sólo apresúrate —cerró los ojos e hizo como si fuera a tomar una siesta.

Quizá lo hiciera.

Al cabo de media hora estuve lista. Me había puesto un top rojo y mis mejores vaqueros. Llevaba unos zapatos de plataforma alta que me hacían casi del porte de mi hermano. En cuanto Jake vio que ya estaba bien, me tomó de la mano y me arrastró fuera del espejo para que dejara de contemplarme. Estaba un poco cabreado, porque ya eran veinte para las diez de la noche.

Caminamos por la acera y disfruté el aroma marino. Me encantaba. Al llegar, saludamos a nuestros amigos, pero estaba lleno de personas que no conocía. Sólo habían como cinco personas con las que me había juntado antes en este Balneario, ni siquiera Ana había ido.

Bailamos un montón y conocí gente nueva y muy divertida. Apenas me topé con Jake porque la casa era grande y el gentío era inmenso. Al cabo de un rato, Jake me encontró y me dijo que se iba con un grupo a la playa a seguir con la fiesta. Dentro de la casa estaba haciendo demasiado calor.

—¿Vienes? —me preguntó.

Me encogí de hombros y dije que sí. Después de todo, la gente que conocía era muy poco y tampoco podía decir que fueran realmente mis amigos. Estaba bien si conocía gente nueva.

Seguimos al grupo. Llevaban cervezas y hacían escándalo. Algunas chicas corrieron hasta el mar y se zambulleron escandalosamente. Algunos hombres las siguieron y ya no quise seguir mirando. El resto bailaba y gritaba con la música que habían llevado. Debí sacarme mis tacos y dejarlos escondidos entre la camisa que Jake se había sacado. No sabía cual era su idea, porque no fue a bañarse al mar. Quizá sólo quería presumir sus abdominales a las chicas.

Entonces me puse a bailar con un muchacho guapo. Allí nadie me conocía y yo no conocía a nadie, así que me sentía algo incómoda, pero libre a la vez. El chico, cuyo nombre no recuerdo, comenzó a ser un poco fogoso. Me estrechó contra él mientras bailábamos y sus manos se adueñaron de mis nalgas. Podía sentir la dureza de su entrepierna presionando en mi bajo vientre.

Comencé a ponerme nerviosa. Él me besaba en el hombro, el cuello y yo quise escapar. Tenía el presentimiento de que él era otro de los escandalosos que quería sexo en la playa. A mi no me parecía buena idea. Incluso asqueroso, aunque el chico fuera guapo. Lo empujé débilmente reclamando mi espacio, pero no cedió. Le dije que me dejara y no obedeció. Me retorcí en sus brazos y se volvió una bestia furiosa intentando besarme y tocarme los pechos.

De pronto él me soltó. Pero no voluntariamente, ya que Jake lo tenía sujeto por el pescuezo. Lo miraba con una ira en sus ojos que había visto pocas veces.

—Déjala en paz —le gruñó a dos centímetros del rostro del chico.

Mi hermano parecía realmente intimidante. Así sin polera y tan alto como era. El brazo que sostenía al imbécil estaba tenso y mostraba una gran musculatura.

—Lo siento, hermano —le dijo el chico rodeando el brazo de Jake con sus manos intentando quitárselo de encima— Me propasé, es mi culpa. Lo siento —me miró— Lo siento chica. Soy un idiota.

Vi que Jake iba a golpearlo en cualquier momento. Puse una mano en su hombro y le miré suplicante.

—No te metas en problemas —dije nerviosa— Ya pasó.

Soltó al chico. Muchos pares de ojos estaban observando, pero la música seguía. El resto parecía inmerso en su propio mundo de locura, así que la fiesta no se había aguado.

Jake me tomó por los hombros. Suspiré. Ahí no éramos amigos de nadie, así que estaba segura de que si comenzaba una pelea, los idiotas estarían a favor del otro chico y Jake saldría lastimado. Entonces pasó algo impactante. Jake me besó.

Dejó caer su boca a la mía y me estrechó hasta fundirme en un abrazo. Sus labios rogaron en los míos y a pesar de mi shock inicial, me dejé llevar. No sabía que Jake besara tan bien. Abrí la boca y le di acceso a su lengua. Agradecía que nadie ahí supiera que éramos hermanos, porque habría sido atroz, pero por como me sentía en esos momentos, suponía que no habría acabado con el beso aun aunque estuvieran nuestros amigos en la fiesta, incluso aunque estuviera Ana.

Jadeé contra su boca. Rodeé su cuerpo con mis brazos mientras él sostenía mi cabeza entre sus grandotas manos. Casi me puse a temblar. Esto no era bueno. Era antinatural. Quise sentir asco, pero no pude. Comencé a excitarme y fue justo en ese momento, cuando algo hizo clic en mi cabeza y lo alejé.

Nos quedamos mirando fijamente. Sus ojos verdes envolvían los míos con un brillo que sólo había visto en mis parejas cuando teníamos relaciones sexuales. Un escalofrío me estremeció y no supe si era bueno o malo. Él no podía estar sintiendo atracción sexual por mí, ¿Verdad? Yo no podía estar sintiendo atracción sexual por mi propio hermano, tampoco.

—Para que crean que eres mi novia —susurró— Nadie más se atreverá a tocarte.

Tragué saliva.

—Podríamos habernos ido, simplemente.

Desenredó sus dedos de mi cabello y yo lo dejé ir. Miré a mi alrededor y el chico que me había acosado ya se había marchado a continuar con la fiesta. Todos bailaban, algunos miraban. Recién entonces sentí como la música se metía por mis oídos. Durante los segundos que había durado el beso, me había metido en una burbuja donde sólo había silencio y Jake y yo.

Unos chicos gritaron obscenidades en nuestra dirección y rieron. Ellos creían que simplemente éramos una pareja fogosa. ¿Quién iba a pensar que éramos hermanos?

Nos fuimos a sentar junto a un grupo que parecía más tranquilo. Ellos charlaban y contaban chistes mientras hacían pasar latas de cerveza para que bebiéramos en comunidad. Jake tomó mi mano y no me dejó escapar.

—No sabía que ustedes dos eran novios —dijo una muchacha que se sentaba al lado de Jake— No los he visto juntos en toda la noche. Me gusta su actitud. Odio cuando las parejas intentan estar acaramelados todo el tiempo y no se dejan respirar mutuamente. Yo necesito mi libertad, los chicos con los que he salido no entienden eso.

Jake le sonrió tenso y le dio un leve apretón a mi mano.

—Bueno, ya sabes —dije yo— Hay que hablar esas cosas.

Pero que estúpida. Debería haber salido corriendo en ese mismo instante. Irme lejos, encerrarme en mi habitación y olvidar que Jake había hecho esta estupidez de besarme. ¿Por qué me había gustado? Bueno, mi hermano era caliente, no podía negarlo.

Volvimos a casa tomados de la mano, sin hablar. Yo me fui directo a mi cuarto y él al suyo. Alrededor de las cinco de la mañana, escuché ruidos en la entrada. Mamá estaba gritando incoherencias y papá le respondía furibundo. Al parecer no habían tenido un buen rato como pareja. Cuando ellos se peleaban, eran explosivos.

—¡Al menos podrías bajar el tono! —decía mamá a gritos, lo cual lo hacía sonar irónico— ¡Los niños están durmiendo! ¡Además no tienes derecho a gritarme así!

Me cubrí la cabeza con la almohada y traté de dormirme. Los gritos continuaron por más de media hora, hasta que escuché un fuerte portazo. No supe descifrar si acaso era la puerta de alguna habitación la que habían azotado o acaso era la puerta de entrada y alguno de mis padres se había mandado a cambiar.

Suspiré y gruñí aburrida. Ellos eran buenos peleando cuando les entraban los monos. Y no me iba a levantar a ver que estaba pasando. Que ellos arreglaran sus problemas. Ya me habían dado suficientes dolores de cabeza con sus peleas cuando era niña y ahora no me iba a preocupar como entonces. Antes me ponía tan nerviosa que a veces me quedaba tardes enteras llorando. Ahora sólo intentaría dormir.

En la mañana desperté al sentir que mi cama se hundía. Tomé una respiración profunda y rápida por la sorpresa y me incorporé en la cama para pillar a Jake sentado en el borde mirándome con una mueca. Quise patearlo por el susto que me dio.

—Perdón por asustarte —murmuró— pero tenemos que hablar.

Oh, Dios. ¿Por qué me pasaba esto a mí? Cerré los ojos y cuando los volví a abrir, me percaté de que mi hermano estaba casi completamente desnudo. Sólo una toalla blanca alrededor de su cintura lo cubría. Su pelo mojado y goteando sobre su espalda, delataba la ducha reciente que se había dado.

—¿Por qué hiciste eso? —pregunté atragantándome.

—Estaba borracho y enfadado. Lo lamento. En serio.

Tragué saliva. ¿Qué tenía que decir al respecto? ¿Yo estaba lo suficientemente borracha como para excusarme de haber correspondido su beso? Me le quedé mirando sin saber que decir. Parecía nervioso y algo asustado, como si creyera que yo fuera a golpearlo en cualquier momento y tuviera que encogerse.

—Pero ese no es el único problema —dijo reacio a continuar. Suspiró— Hoy tuve que tomar una ducha fría…

Soltó una risita apenada. ¿Una ducha fría? Así que estaba caliente por mí. Casi me pongo a reír, pero la situación era seria. Aun así, la sonrisa que se me escapó no fue invisible para Jake. Parecía confundido al verme reaccionar de esa manera.

—¿Qué? —me miró ladeando la cabeza y con una chispa de diversión contenida que se reflejaba en sus ojos.

—¿Así que te pongo? Eres un cerdo, Jake —me burlé— Masturbándote mientras piensas en tu propia hermana.

Él sonrió abiertamente, pero enrojeciendo. Bueno, tal vez podíamos llevar esta conversación por una vía más burlona y así no tendríamos que sentirnos incómodos por lo que había pasado.

Apoyó sus dos manos en el colchón y se inclinó hacia atrás unos cuantos grados hasta que su pose lució más relajada. Se me quedó mirando con su sonrisa de gato que se comió al canario y una gota rodó desde su cabello mojado hasta su nariz. Me incliné y la quité con mi dedo índice.

—No me he masturbado contigo en mi cabeza —dijo con voz ronca— Tuve que tomar una ducha fría para no hacerlo, pero no resultó.

—¿No?

En todo este rato no había querido mirar la toalla blanca que lo cubría, pero me daba cuenta de que esta estaba cubriendo una forma un poco extraña. Mi mirada se desvió a su entrepierna y pude ver la carpa que formaba con la toalla. Se me fue el aliento. ¿Yo había causado eso?

—Todo es tu culpa —me acusó burlón— Tú, ayer mirándome desnudo mientras tomo sol. Tú pidiéndome que te eche protector solar. Tú paseándote en ropa interior frente a mí por más de media hora buscando ropa. Tú, con tu boquita atrevida y devolviéndome el beso.

—Tengo cosas que decir en mi defensa —me atraganté— Yo no te miré desnudo ayer. Incluso te lancé una toalla. Yo no te invité a mi cuarto a que me vieras escoger la ropa y ya me has visto en ropa interior antes. Lo mismo con el protector solar. También me has echado antes. Yo no te pedí que desabrocharas mi bikini…

Su sonrisa se ensanchó.

—Ya. Un argumento para tres de mis cuatro acusaciones. Entonces admites que me devolviste el beso. ¿Te gustó?

Quise abofetearlo, pero mi primera reacción fue relamerme inconscientemente los labios ante el recuerdo de su boca.

—Puede que seas buen besador.

Soltó un gruñido seductor y mi corazón se encogió. Mi entrepierna palpitaba escandalosamente y yo no sabía que hacer para detener esta locura.

—Esta conversación no está ayudando en nada —dijo con su voz profunda— ¿Quieres ver?

Antes de que pudiera responder, Jake se enderezó, desajustó la toalla y la abrió de par en par mostrándome su increíble erección. Jadeé sintiendo como se estremecía todo mi cuerpo. Sentía que la sustancia del deseo recorría mis venas en grandes cantidades en ese momento. Quería morderme la mano, y quitar esta mierda de mí. ¿Cómo podía estar tan excitada, cuando Jake y yo nos habíamos visto desnudos toda la infancia? Era mi hermano, joder.

No pude quitar los ojos de su pene. Tenía venas marcándolo, pero era lindo, como un pene para revista. Grande y grueso y con una curvatura sensual. Sus testículos colgaban abajo, sin mostrar ningún rastro de vello púbico.

—No me jodas —dije con una voz que sonó casi tan ronca como la de Jake— ¿Te rasuras?

Jake asintió con una sonrisa de lasciva.

—Oye —me dijo. Su mano rodeó su miembro y comenzó a acariciarlo— Dame permiso. Por favor.

¿Qué mierda quería de mí? ¿Permiso para qué? Mis ojos estaban abiertos como platos. Se me había ido toda la lujuria y ahora tenía un poco de pánico. Jake no podía estarme pidiendo tener sexo. ¿Verdad? Por favor, no.

—Hey, no me refiero a eso —dijo Jake algo nervioso— Quiero decir, si me das permiso de pensar en ti mientras yo… —se miró el pene y su mano continuó subiendo y bajando.

—¿Masturbarte?

Bien, eso no era tan terrible. Uno podía tener fantasías estúpidas cuando hacía eso. Yo había fantaseado con un millón de idioteces asquerosas cuando me masturbaba, desde asaltantes sexys a extraterrestres superdotados. ¿Qué había de malo en pensar en tu sexy hermana? ¿Yo era sexy, cierto?

—Sí, pero además… aquí. Digo. Mientras tú miras.

Tragué saliva. Mis ojos no se iban de aquel lugar de su cuerpo. Yo iba a morir ahí mismo si no me tocaba a mi misma también, pero no podía hacer eso. No podía. Era malo. Estaba mal visto. Era una aberración. Yo ni siquiera debería estar mirando a mi hermano con esta cara. Él no debería estar desnudo ante mí y menos tocándose.

Oh, pero cuantas ganas tenía que esa mano fuera la mía.

—Ya lo estás haciendo —dije intentando forzar una sonrisa, pero ahora mismo sólo tenía que concentrarme en no dejar caer mis babas.

Jake me miró con una sonrisa nerviosa y continuó con su trabajo manual. Yo podía notar por la subida y bajada de su pecho, que estaba respirando agitadamente. A pesar de lo mucho que me resistí, terminé excitándome demasiado y terminé mojando mis bragas. Sentí como se derretía mi entrepierna ante tan caliente escena. Yo me iba a desmayar.

Dejó de mirarme y se concentró en su miembro. No nos hablamos en todo el rato en que duró aquella locura. Entonces Jake tomó el borde de su toalla blanca y cubrió la punta de su miembro. Soltó un pequeño jadeo de placer y supe que se estaba corriendo. Mantuve mis piernas bien apretadas tratando de calmar mi ansiedad. Voy a morir. Voy a morir. O tal vez me corra junto con él tan sólo con mirarlo.

—Oh, joder —gruñó convulsionando en la toalla— Que bueno fue eso…

Apreté fuertemente mi mandíbula. Sentía un gemido atrapado en la garganta y no quería que él lo fuera a escuchar.

Se quitó la toalla, limpió su semen y dejó descansando su pene sobre las piernas. Que bien dotado estaba mi hermano. ¿Por qué no lo había notado antes? Bueno, antes procuraba mantener apartada la mirada si estaba desnudo. Ahora habíamos cruzado los límites.

De pronto me asaltó la terrible idea de que nuestros padres podrían haber entrado en mi habitación en cualquier momento y nos habrían sorprendido en tan humillante situación. Me aterré.

—¿Dónde estás los papás?

—Durmiendo. Anoche fue una noche de pelea y reconciliación. Mamá se encerró en su cuarto por al menos una hora y luego llegó papá suplicando a que lo perdonara. Creo que luego de eso se divirtieron un rato —soltó una risita— No van a despertar hasta más tarde.

—¿Qué hora es? —tragué saliva.

—Las diez. Deben haber dormido unas dos o tres horas, como mucho.

Asentí. Y me quedé petrificada en la cama sin saber qué más hacer. Nos miramos por largo rato, hasta que al final, Jake se puso de pie. La vista se me desvió a su miembro colgante. Me estremecí.

—Gracias, Dy. Otra hermana me habría mandado al carajo —me guiñó un ojo.

Hice una mueca y luego mis labios se curvaron en una involuntaria sonrisa avergonzada.

—Vete antes de que me ponga a hiperventilar por lo que pasó. No debería haber pasado, maldición.

—Lo sé.

Se fue. Entonces cerré con seguro y me masturbé hasta quedar completamente saciada. Luego me fui a tomar una ducha fría, a ver si a mi sí me hacía efecto.

CONTINUARÁ...