1968 (1)

En plena dictadura franquista,un chico de quince años encuentra en un cine a su demonio particular.

En primer lugar, quiero dar las gracias a los que me habéis escrito dando vuestra opinión. Os lo agradezco de verdad. Y por supuesto, agradecer a la cantidad de lectores que se han interesado por mi primer relato “Padre e hijo”. No me podía imaginar el éxito que ha tenido. Gracias.

1968

Rafael, 24 años.

En el año 1968 España estaba gobernada por la dictadura de derechas del general Francisco Franco y la Iglesia católica tenía un poder infinito. Por supuesto, la homosexualidad estaba perseguida y castigada con la cárcel, pero,  en la capital -Madrid- junto a la sede de el Cuartel General de la Policía, en la Puerta del Sol, en donde se torturaba e incluso se mataba a gente indeseable para ese régimen ultraderechista y ultraconservador.

Paradójicamente, al rededor de ese antro de represión de la libertad y exaltación del poder más tenebroso,  había varios cines en los que se daban cita los maricas de la ciudad y de parte de España para obtener sexo rápido (hoy se diría “cruising”). Había por lo menos cuatro, pero el más concurrido y famoso era el Cine Carretas. A mi me gustaba más el Cine Sol, que estaba situado al lado de El Corte Inglés, porque era más pequeño y recogido.(ahora es el local de este gran almacén donde esta la sección de vídeo, audio y nuevas tecnologías).

Me llamo Rafael. Entonces tenía 24 años, vivía con mis padres en uno de los barrios antiguos de Madrid. Mi padre tenía un taller de reparación de automóviles, donde yo trabajaba desde los 14 años. La casa familiar estaba encima del local. Pero, anteriormente la vivienda estaba al fondo del taller. Con el tiempo mi padre compró el piso de encima donde  vivíamos, pero conservó la vivienda anexa. En el momento del relato la utilizaba yo como piso de soltero (como picadero más bien).

Desde pequeño me gustaron los hombres, cosa que no podía decir ni en broma, aunque mis padres lo intuyeron siempre, pero nunca se habló del tema directamente. No, no he tenido pluma nunca. Al revés, mi aspecto era más bien de chuleta madrileño de siempre. Moreno, delgado pero con la musculatura marcada, con vello oscuro en el pecho, brazos y piernas. En el culo también algo. Tenía el pelo negro y liso que siempre me caía hacia la frente. Era guapete. Atractivo. Por lo menos, siempre tuve éxito con hombres y con mujeres. Era el rey de la pista de baile. Pero ahí se quedaban mis relaciones con las mujeres. Para sexo, iba al Cine Sol y siempre salía desahogado. Mucho.

Los jueves por la mañana, mi padre me daba libre, no se porque. Pero desde siempre fue así. Esa mañana la dedicaba a la caza del macho en el Cine Sol.

Ese jueves fui para ver que pillaba. No había casi nadie. Terminó la primera sesión y salí a fumar un cigarrillo. Estaba apoyado en la pared fumando cuando lo vi. Ahí estaba. Era un chavalín de unos 14 o 15 años, menudo, delgadito, pelo castaño ondulado, ojos miel y unos labios carnosos que clamaban al cielo que se los besaran.

El niño me miraba fijamente como si le hubiera hipnotizado. Me hizo gracia y sonreí con esa sonrisa pícara de medio lado que siempre me ha caracterizado. En ese momento sonó el timbre avisando que comenzaba la segunda sesión y yo, guiñándole el ojo le hice un gesto para que me siguiera dentro de la sala. No creí que me siguiera, era sólo un niño...y entré

Dani, 15 años

Me había enterado que ponían “El coleccionista” en el Cine Sol, era una película para mayores de 18 años. Mis compañeros hablaban de que en las sesiones matinales era fácil colarse y decidí probar. Esa mañana no fui al colegio, me escapé y decidí probar suerte. La sesión comenzaba a las 10 de la mañana pero ponían antes un western que no me apetecía nada, pero qué iba a hacer en la calle tantas horas. Podría verme la policía, preguntarme y meterme en un lío. Entré en el cine fácilmente, aunque el portero me miró con sorna, pero me dejó entrar. Me dijo que me sentara en las filas de atrás para que no me viera el inspector si acaso venía. Así lo hice. Terminó la película y salí en en descanso a la espera de ver al maravilloso y érótico Terence Stamp (de joven era la bomba, aunque de mayor no está nada mal).

Estaba en el hall cuando lo vi. Un hombre joven, mayor para mi, pero joven, que encendía un cigarrillo con ese gesto que a mi me enloquecía, cerilla en mano y cubriéndose con la otra como si hubiera viento, bajando la cabeza y dejando caer el flequillo lacio y moreno sobre la frente. Delgado, fibroso. Alzó la cabeza para soltar la primera bocanada de humo y me quedé fijo mirándole los ojos. Eran negros y rodeados de unas pestañas negras y largas. La barba le crecía oscura enmarcando una mandíbula delgada y definida.

Comencé a mirarle con curiosidad. Camisa blanca desabrochada hasta el pecho. Debajo llevaba una camiseta de tirantes blanca que enmarcaba un pecho cubierto de vello negro, las mangas remangadas descubrían unos antebrazos también cubiertos de vello oscuro. La chaqueta la llevaba echada al hombro. Era un chulazo que me dejó atontado. El se dio cuenta, me miró y me sonrió. Yo miré al suelo, pero no pude contenerme y le volví a mirar. En ese momento sonó el timbre que anunciaba el comienzo de la película y el chulo me guiñó el ojo y me hizo un gesto para que lo siguiera a la sala.

Me quedé unos instantes sin saber que hacer pero me animé y entré. Ya estaba a oscuras. Me quedé en la puerta para acostumbrarme a la penumbra. Miré entre las filas y al final le vi sentado en el centro de la última fila. Me dirigí hacia allí y me senté dos butacas mas lejos de el. Tenía la chaqueta sobre las piernas. Me miró y sonrió. Yo estaba muy cortado y no sabia que hacer... si, sabía lo que quería, pero no sabía cómo hacerlo. Era la primera vez que ligaba en un cine.

Aunque tenía 15 años, ya había tenido experiencias homosexuales, en concreto con mi compañero y amigo Felipe que era dos años mayor que yo y que me inició en el juego sexual a mis 13 (ya contaré esa historia). Osea que experiencia tenía, pero nunca de esta manera. No sabía que hacer.

R.

Me di cuenta de que el chico estaba cortado y no sabía que hacer. Sabía que quería venir pero no se decidía así que me levanté y me senté junto a él. -¿Te importa- le dije- si me siento aquí?. Me miró y me dijo que no con la cabeza. Me senté junto a el y comenzamos a ver la película.

Arrimé la pierna a la suya y el no la separó. Buena señal. Rozaba la pierna con suavidad y el seguía sin apartarla. Mejor. Luego puse mi mano en su muslo y el aguantó. Le acaricié suavemente y la fui acercando hacia la ingle, no puso reparo. Yo me estaba excitando mucho notando cómo el calor de su cuerpo llegaba hasta mi y cómo se mordía el labio inferior mientras cerraba los ojos. Mi polla bramaba y chorreaba. Menos mal que tenía tapada la entrepierna con la chaqueta. Entonces le cogí la mano con cuidado. El se dejó hacer y la puse bajo la chaqueta, sobre la tienda de campaña que había surgido en la bragueta. El apretó el mástil y lo volvió a apretar con precaución. Todavía estaba algo asustado, yo tenía que tener cuidado. Abrí la bragueta del pantalón, cogí la mano del niño y la introduje en el nido húmedo y caliente para que se fuera acostumbrando.

D.

Estaba a punto de morirme de excitación. Notaba el calor del hombre de mi lado, me llegaba como algo sobrenatural. Acojonado pero súper excitado. Cuando cogió mi mano y me la puso sobre la tranca creí morir. Se la agarré sobre el pantalón notando ese tronco majestuoso en mis manos. Mi polla chorreaba y yo suspiraba. Cuando se abrió la bragueta y me metió la mano allí dentro no podía casi respirar. Notaba el calor y la humedad de su pollón y sin poder contenerme metí la mano por la abertura de su calzoncillo de tela para disfrutar de ese regalo de los dioses. Estaba dura y caliente, estaba suave y húmeda, muy húmeda. Bajé la mano para tocarle los huevos. Necesitaba notar lo que había ahí abajo. Y me encontré con sus huevos calientes y cubiertos de vello. Los apreté con suavidad y el suspiró. Luego volví a su pene y bajé el prepucio con lentitud para dejar el capullo al aire. En ese momento, un chorro de líquido mojó mi mano. Entonces, el la cogió y se la llevó a la boca y me la lamió chupando su líquido y limpiándome con su lengua entre mis dedos. Casi pierdo el conocimiento de placer al notar su lengua entre mis dedos. Era la sensación más erótica que había tenido en tiempos. Gemí.

R.

Noté que el chico estaba a cien. La lamida de mi flujo en sus dedos le había ocasionado un placer desconocido. Me acerqué a su oído y le susurré -¿vamos al baño?- el me miró y me dijo que si con un gesto. Yo voy primero- le dije- luego ve tu. Fui al baño y me coloqué en un urinario. Me saqué la polla, que estaba a cien, y oriné con ganas. Cuando me la estaba sacudiendo oí la puerta, me giré y allí estaba mi chico. Me miró a la entrepierna y me sonrió. Le hice un gesto para que me siguiera a una cabina, él me siguió y entró conmigo. Cerré la puerta y sin poderme aguantar le besé esos labios carnosos y rosados y, ahora, muy calientes.

D.

Cuando entré en el baño y se giró, mis ojos fueron directamente a la entrepierna para ver ese maravilloso miembro de piel oscura que ocultaba un capullo rosado y brillante a causa del jugo preseminal. Ahora estaba más morcillona que erecta, pero igual de apetecible. Me lamí los labios dejándolos también húmedos. Me hizo un gesto para que lo siguiera – le habría seguido al fin del mundo- y entré con el en la cabina. Cerró y de repente, me besó en los labios. Me quedé paralizado un instante porque no me lo esperaba. Pero reaccioné a tiempo y le respondí con un beso húmedo. Nos lamimos labios, lenguas, dientes...Su barba incipiente me rascaba la cara, su bigote arañaba mis labios. Nos desatamos en lujuria. Le acariciaba su polla libre de ataduras con pasión y el me apretaba las nalgas y me arrimaba juntando su sexo contra el mío.

Me separó un poco, me desabrochó el pantalón y me lo bajó con slip incluido y el hizo lo mismo. Me dejó con la polla al aire y me atrajo hacia el juntando los sexos, abrazándose, mojándose como lo hacían nuestras bocas.

R.

Estaba a cien, no sabía si podría esperar mucho. Este chico me estaba excitando demasiado. Lo tenía agarrado por el culo apretando su miembro con el mío y estábamos chorreando. Nuestras bocas estaban enloquecidas, lo mismo que nuestras pollas.

Niño, no puedo más- le dije. Hazme una mamada.¿Quieres?.

Entonces el niño me habló. Creo que fue la primera vez que oí su voz. Cálida, algo rota. No se si por la excitación o porque la tenía así, pero me excitó esa voz tan seca en ese cuerpo tan tierno.

Claro que quiero. Quiero beberte todo- dijo.

Me dijo: “Todo, quiero beberte todo”.

Y, entonces  me separó un poco y poniéndose de rodillas bajó el poco prepucio que aún quedaba sobre el glande y sacó entero el capullo. Le dio una lametada para beberse mi salada miel. Le vi relamerse y luego metió mi capullo entre sus labios. Fue algo indescriptible ver como ese niño con esos labios rosas y jugosos se metían mi carne la rodeaban y lamían mi frenillo y mi valle. Gemí con pasión, y cuando me agarró de los huevos tirando de ellos hacia abajo, haciendo que mi tranca se pusiera de piedra y el glande se hinchara dentro de su boca que, insaciable, chupaba y mamaba dejando resbalar babas sobre la mano que sujetaba mis huevos.

Me corro, niño, me corro...

D.

No podía, no quería dejar de mamar aquella maravilla que me habían regalado los dioses. El sabor de su néctar me había embriagado de tal manera que no podía parar de chupar y succionar. Recorrer su tronco venoso de hombre adulto de piel suave y negra, el olor de su vello pubital que me acariciaba la nariz cada vez que bajaba  la boca me tenía enloquecido.

Me corro- me dijo- Niño...me corro

Y eso es lo que yo quería y se lo había dicho: “Quiero beberte todo”.

Quería beber todo de aquel ser tan maravilloso, tan guapo, tan...no se...tan todo.

Pero antes de la corrida quería acariciarle el pecho bajo aquella camiseta blanca de canalé. Le metí las manos bajo ella y subí hasta encontrarme con su pecho velludo y varonil. Allí encontré las dos montañitas maravillosas duras y erectas  y se las pellizqué con fuerza...y entonces se corrió en mi boca. Gimió como un animal mientras su leche entraba en mi boca una y otra vez. Me agarraba  la cabeza contra su miembro mientras descargaba su maravilloso líquido que yo bebía y tragaba. Terminó de correrse. Me levantó y pude ver como las venas de su cuello y su frente estaban hinchadas como cordones. Le mordí el cuello con fuerza y el me agarró con fuerza para meterme su lengua otra vez en mi boca y saborearse y saborearme. Estaba exhausto sudado y todavía muy excitado.

Niño, eres un dios- me dijo

R.

Aquello había sido algo inexplicable. Nunca había disfrutado tanto. Aquel chaval era un dios y se lo dije. No se que me había pasado pero no me acordaba de haber disfrutado tanto en mucho tiempo. Si esto había sido por una mamada, ¿Qué sería por una cogida?.

-Niño, ¿Cómo estás?

D.

A tope- le dije- ahora me tienes que dar placer a mi.

Claro mi niño...claro.

Le atraje a mi y le besé. Le  metí las manos debajo de la camiseta mientras el me acariciaba la espalda y bajaba hacia mi culo  y lo apretaba con ansia. Mi polla estaba a cien y la suya empezaba a reaccionar otra vez.

Me subió el polo y me besó los pezones que se pusieron erectos en cuanto los lamió. Quería más, necesitaba un estímulo más fuerte. Muérdemelos- le dije- y me los mordió. No se que me pasaba pero necesitaba más, más daño.  Más fuerte- dije- y me los mordió tirando de ellos. Me miró desde abajo y gemí de pura lujuria  y gemí - Así...así...

Mientras me mordía los pezones me agarró la polla y me comenzó a masturbar. Estaba en el cielo pero quería más infierno, realmente no se lo que quería... y le ordené: Apriétame los huevos-  y entonces, mientras me mordía los pezones haciéndome daño y me pajeaba me tiraba con fuerza los huevos hacia abajo.

Me corro....me corro...mámame...mámame...

Me metió  la polla en la boca  y a la segunda metida no pude más y me corrí como un animal en su boca. Destilaba semen como un semental mientras me apretaba los huevos y me comía la polla. Aquello había sido bestial.

Me fui calmando mientras le acariciaba la cabeza.

El se levantó y me besó en los labios una y otra vez.

R.

-Niño, ¿de dónde has salido?.

  • Eso te pregunto yo. Si yo soy un dios tu eres un demonio. Nadie me había hecho sentir así nunca.

Estábamos abrazados, sucios y sudados. Las pollas se relajaban lentamente. ¿Como te llamas?- le pregunté -Dani- me respondió. Yo, Rafael. -Pues un nombre de arcángel para un diablo no es lo más indicado. Me reí.

Mi rey- le dije-¿quieres que nos veamos otra vez?

Claro que si. Cuando quieras. Bueno, cuando podamos.

¿El sábado a las seis de la tarde te viene bien?

Me viene bien.

Así tendremos más tiempo... te quiero llevar a un sitio...

¿A dónde?

Ya te lo diré el sábado...- le volví a besar- Me tengo que ir...Entonces, ¿Hasta el sábado?.

Hasta el sábado, mi demonio particular...

Dani, mi dios.

Espero vuestra opinión de este segundo relato. karl.koral@gmail.com