1963, Con el cerrojo echado por dentro...

Por que la memoria te lleva de pronto a una determinada situación vivida mucho tiempo atrás, o por que el relato de un autor, te lleva a recordar algo que alguna vez leìste, aunque no guarden relación las ideas que se plantean en uno y otro, es algo que no puedo explicar, pero así sucede, entonces me da por escribir algo como esto...

1963, Escuela Anexa al Instituto Experimental de Formación Docente, aula de sexto grado de educación primaria.

Abrimos el texto de lectura y comenzamos a leer un fragmento de un autor, venezolano?, su nombre?, que el universo me condene, pero lo olvidé por completo y realmente no estoy de ánimo para buscarlo, pero si de algo puedo dar fe, es que la idea que voy a tratar de transmitir, no es mía, simplemente me impresionó al punto que jamás he podido olvidar la esencia del asunto.

Leyendo la última publicación del Maestro Trazada30, me vino a la memoria el texto al que hice referencia en la introducción; por que me lo recordó, es algo que tampoco puedo explicar

El hombre cerró el periódico y quedó estupefacto por lo que acababa de leer en los titulares: "Encontrado el cadáver de una mujer en extrañas circunstancias, apuñalada por la espalda en una habitación con el cerrojo pasado por dentro…"

Lo sabía, estaba seguro de saber quien había sido el autor del abominable crimen, tan seguro como que él mismo le había explicado como hacerlo.

Había estado madurando la idea durante más de quince años, sería el argumento que lo consagraría como escritor, algo jamás expuesto por lo imposible que resultaba la idea; sin embargo, él lo había planificado, había experimentado una y otra vez hasta que al fin, salvo el hecho de no haber asesinado a nadie, había logrado salir de una habitación sin ventanas y con el cerrojo echado desde adentro

Cansado de buscar un editor que quisiera tomarlo en cuenta, luego de tan innumerables fracasos con cada publicación anterior, salió de la última editorial y se metió en el primer bar que encontró en su camino, convencido que ya nadie quería arriesgar un centavo por uno de sus cuentos.

Bebió hasta casi perder la conciencia, allí se topó con aquel hombre de figura insignificante, pero lo suficientemente inteligente como para prestarle atención a la idea de su última creación; luego vino la oscuridad y el silencio, la inconciencia total, hasta que despertó en aquel callejón sin salida, al lado de los tarros de basura.

La amnesia temporal desapareció justo en el instante cuando sus ojos se posaron en el titular de prensa; entonces se hizo la luz, el asesino era, sin dudas, aquel hombrecito insignificante que tanta atención le prestó la noche de su borrachera.

Tenía que recordar, debía ordenar sus ideas para recrear la escena, el método a utilizar, la forma de salir de un recinto sin ventanas con el cerrojo echado por dentro.

Preparó el escenario, se apertrechó con víveres suficientes y suficientes lápices, así como una resmilla de papel.

La papelera no daba abasto para tanto papel arrugado, así que, alrededor de la misma, yacían esparcidos cientos de papeles hecho bolas, en algunos ni siquiera había escrito una letra, simplemente caían arrugados porque, "esa hoja", no era la apropiada para plasmar su idea.

Al fin, después de tres o cuatrocientas hojas arrugadas y tiradas al vuelo por encima de su hombro izquierdo, la idea comenzó a verse claramente, en blanco y negro, el misterio estaba resuelto, el rostro del hombrecillo aparecía una y otra vez sobre el papel, proyectado por su mente en un ejercicio de insuperable nemotécnica; no había detalle de aquel rostro que él un fuese capaz, ahora, de trasmitirle a la policía, incluso, aquel imperceptible tic nervioso que hacía tan desagradable la proximidad de aquel rostro, su ojo derecho, se iba torciendo hacia adentro muy lentamente, pero en determinado momento, si podías presenciar el milisegundo, el iris desaparecía totalmente y solo quedaba la blanca esfera del globo ocular; ese solo detalle bastaría para ubicar al asesino, además, sus singulares características físicas, hacían casi imposible no dar con e personaje en breve tiempo.

"Yo lo sabía, de no haberme metido en esta habitación sin ventanas, de no haber echado el cerrojo por dentro, jamás hubiese podido recordar tan claramente como lo hago ahora…"

Justo entonces, sintió el frío acero atravesando su espalda