1956, día de la primera...
Un joven va con amigos a un parque para celebrar el Día de la Primavera y un compañerito le da brinda sorpresota que él, ni lerdo ni perezoso, sabe aprovechar al máximo...
UN 21 DE SEPTIEMBRE Por Eduardo
"Día de la Primavera" en el hemisferio austral... Con unos cuantos compañeros del Colegio había ido a festejar la fecha, que es también "El Día del Estudiante" a un parque distante a unos 12 kilómetros de la ciudad en que vivo: La Plata, provincia de Buenos Aires, República Argentina... Éramos todos varones porque en ese entonces las escuelas mixtas no existían...
A poco de llegar al parque, la mayor parte del grupo se dedicó a jugar al fútbol, mientas que los más pataduras preferimos otros entretenimientos: pasear en bicicleta, andar a caballo, remar...
Nuestras edades rondaban los quince años: plena edad del pavo, en aquel tiempo... De manera que de chicas: ni pío... Se las miraba, se hablaba mucho; pero siempre: mucho ruido y pocas nueces...
En mi caso personal, la cuestión era aún mas complicada, porque no me sentía muy atraído por las mujeres... Un tiempo antes, un primo siete años mayor que yo, uno de esos que nunca faltan para apretar el gatillo, me había iniciado en ciertos jueguitos que para mí eran por demás excitantes... Me mostraba su pija y hacía que jugara con ella, en el mas riguroso de los secretos... Con el correr de los meses, de unos simples toqueteos habíamos llegado a poderosas mamadas, que lo ponían en orbita... A mi me extasiaba ver su colosal poronga, enhiesta como el solemne mástil que soporta la bandera...
Y aquí vale una aclaración... Lo de "colosal poronga" debe leerse en términos relativo... Para mi era colosal, porque la comparaba con mi sexo, que a la sazón se aproximaría a los 10 u 11 centímetros de longitud y un grosor no muy significativo... La de mi primo, en cambio, medía sus buenos 16 centímetros, era bastante gruesa y la cabeza armonizaba perfectamente con el resto...
Como es de imaginar, con este currículum vitae, mi conducta en el parque no podía ser igual a la del resto de los jóvenes... Mis vivencias eran otras y, por todos los medios a mi alcance, debía controlar que nadie se apercibiera de lo que sucedía en mi interior... Nadie debía enterarse que yo no era tan varoncito como se "debía" ser en esa época...
Y bien, después de retozar hasta pasado el mediodía, nos concentramos en el punto que habíamos fijado como lugar de reunión y nos aprestamos a satisfacer los requerimientos de nuestros estómagos, que a esa hora nos estaban pediendo a gritos comida... El almuerzo campestre fue ocasión para que nos divirtiéramos como sólo pueden divertirse los jóvenes... Explosivamente... Luego del almuerzo y tras descansar algunos minutos, recomenzó la actividad recreativa...
Dos de los muchachos, los mas caraduras, en un acto de arrojo, encararon hacía donde se encontraban reunidas unas cuantas chicas... Por lo que se apreciaba a la distancia, tuvieron una recepción espectacular... A poco de estar allí, llamaron a otros de los nuestros, quienes con la presteza de un bombero acudieron al llamado... El resto quedó allí, bajo los árboles... Y en el resto estaba yo...
Rápidamente entre quienes no habían tenido la suerte de ser invitados al paraíso de las niñas, surgió la idea de continuar jugando al fútbol y en pocos segundos la número 5 volvió a ejercer su fatal atracción... Algunos, empero, quedamos al margen de todo...
Entre estos últimos me contaba yo (el burro adelante para que no se espante) y, también, Carlos Alberto T., y otros muchachitos... Todos sentados en el suelo, formando pequeños grupos, disfrutando del dolce far niente, como dicen los italianos... Dulce hacer nada... Mi grupo lo componíamos: yo, Carlos Alberto T. Y, si mal no recuerdo, Osvaldo B., un compañero que no se destacaba precisamente por su rapidez... Carlos Alberto, en cambio era un chico lúcido y con una estampa deslumbrante... Practicaba natación y, a sus 16 años, ya conducía el automóvil del padre... Un Ford de los años 30 y tanto... Hay que tener presente que Argentina tuvo una industria automotriz realmente importante hacia fines de los 80 y la importación de autos estaba prohibida...
En un de repente y a propósito de no recuerdo que consideración previa, Carlos Alberto corrió un poco su pantalón corto y dejó a la vista de nuestros ojos buena parte de su pija, que en ese momento tenía un alto grado de erección... Osvaldo no experimentó ninguna reacción... Su actitud siguió siendo la misma, como si no hubiese ocurrido nada... En cambio, a mí, la visión de semejante poronga me produjo un estremecimiento terrible... Haciendo un serio esfuerzo, logre controlarme y no transparentar lo que sucedía en mi interior...
¡Qué hermosa verga!... ¡Qué grande!... ¡¿Cómo hacer para tener acceso a ella?!... Mi cerebro se puso a mil... Rápidamente deduje que el hecho de que nos mostrara la pija no se correspondía con algo sin trascendencia... Si lo había hecho era por algo y ese algo no podía ser otra cosa que ver si alguno de nosotros se prendía ante semejante "carnada"... No dejé de valorar que también era posible que yo estuviese equivocado... Decidí actuar lentamente para descubrir la verdad, cuidando cada paso, para no quedar al descubierto...
Afortunadamente, la cosa se simplificó porque Osvaldo se levantó y partió con rumbo desconocido... Quedamos Carlos Alberto, recostado contra el tronco de un árbol, y yo, a un costado suyo, dando la espalda al resto de los chicos que se habían trenzado en un apasionado juego de cartas...
Fue entonces cuando se me ocurrió decirle a Carlos Alberto que la tenía grande y preguntarle si alguna vez se la había medido... A raíz de esta pregunta se desgranó una conversación breve e interesante, cuyo epílogo fue que decidiéramos ir hacía uno de los muchos cañaverales dispersos en el parque, para que él pudiera mostrarme su aparato, sin la insidiosa mirada de persona alguna... Hice gala, entonces, mis conocimientos sobre la geografía de la zona y apunté a uno no frecuentado por la gente...
Ya en el interior del cañaveral, Carlos Alberto deslizó hacia sus pies el pantaloncito y el calzoncillo que lo cubrían y su imponente falo quedó al descubierto... El chico estaba por demás excitado... La erección había alcanzado su punto culminante... Como el tema o la excusa era estimar el tamaño del "aparato", adelante opinión diciendo que a mi ver medía mas de 20 centímetros... En cuanto al grosor, solo acerté a decir que era muy gruesa, sobre todo en la parte central del tronco...
Aunque controlados, mis nervios hacían que se me secara la boca... Carlos Alberto, también estaba nervioso... Se me hizo claro que para él era una situación que no sabía cómo resolver... No hacía mas que presionar su pija, curvada ligeramente y apuntando al cielo, para que se bajara y luego soltarla, probando o exhibiendo su tremenda potencia... Entonces, decidí jugarme una carta brava y me pedí permiso para agarrársela y ponderar su grosor... Mas tarde yo en hacerlo, que él en otorgarme su consentimiento...
El contacto de mi mano con esa pija casi me electrocuta... Era algo maravilloso... Parecía de fuego... Dura, durísima... Al lado de esta verga, la de mi primo era una ridiculez...
En un par de segundos, las distancias y los temores que había entre Carlos Alberto y yo se acortaron vertiginosamente... Sin pronunciar palabras quedó entendido que lo del tamaño había sido sólo un pretexto tanto para él, como para mi... Ese entendimiento se rubricó cuando, con una voz ardiente de deseo, me pidió que no se la soltara, que se la acariciara y yo, obediente, le prodigué todas las delicias de que eran capaces mis manos...
No se cuánto tiempo estuve acariciándole la pija... Lo cierto es que, en un momento dado, sentí un arrebato indescriptible y, sin pensarlo, me dejé caer de rodillas frente a Carlos Alberto, y así como la tenía, bien agarrada con mi mano derecha, me metí su poronga en la boca y comencé a mamarla, como se la mamaba a mi primo... Claro está que ahora se me hacía mas difícil, porque lo que chupaba era algo enorme...
Carlos Alberto ascendió al séptimo cielo... Con sus fuertes manos, me sujetaba la cabeza, atrayéndola hacia su cuerpo, como queriendo que me la tragara toda entera... ¡Un despropósito!... No había Cristo (perdón) en la Tierra capaz de tragarse ese chipote... El sabor a hombre que tenía redoblaba mi calentura... Y chupaba, y chupaba, y chupaba, como un loco, como un enajenado...
Tantas veces entró salió el delicioso miembro de Carlos Alberto de mi boca, que al final sucedió lo que tenía que suceder: el chico acabó como un caballo y me inundó de leche... Era la primera que me sucedía o, mejor dicho, que no sucedía; ya que mi primo se cuidaba de acabarme en la boca y a Carlos Alberto era la primera vez que le chupaban la pija y que acababa en la boca de alguien...
Al tiempo que con mi mamada lo hacía acabar a Carlos Alberto, yo también acabé, sin siquiera rozarme el pito... De pura calentura, que le dicen...
Cuando volvimos a la normalidad, reflexionamos como dos personas inteligentes... Lo sucedido no había que contárselo a nadie, por el bien de los dos... Y, por el bien de los dos, debíamos repetirlo en cuanta oportunidad fuera posible...
Así fue como empecé a frecuentar la casa de Carlos Alberto y él comenzó a frecuentar la mía... Vuelta a vuelta me quedaba a dormir en su casa... Como su dormitorio estaba ubicado en la parte alta del garaje, contaba con un pequeño retrete y estaba separado del dormitorio de sus padres por unos cuantos ambientes, resultaba un lugar mas que ideal para nuestras travesuras, que se prolongaron casi hasta que concluimos el secundario...
Cuando ya llevábamos casi un año haciendo estas cosas, un 22 de agosto, día de su cumpleaños, para celebrar, me quedé a dormir y, como no podía ser de otro modo, nos mandamos una fiestita... Fue supercompleta, porque ese día me desvirgó... Antes lo habíamos intentando varias veces, pero la estrechez de mi ano y el tamaño de su pija eran barreras insalvables... Ese día, me puse vaselina y, lo que nunca, me senté a caballito de su verga... Me dolió un poquito, se me acomodó y, en una arremetida de Carlos Alberto, que con su cuerpo empujó su poronga hacia arriba, la pija me entró hasta los huevos... Sin que me la sacara, fuimos cambiando de posición y, al final, yo quedé boca abajo y él encima mío... Me reventó el orto a pijazos... ¡Gocé tanto!...
Ese fue el comienzo de mis experiencias anales... En los meses sucesivos, hizo mi culo a la medida de su poronga...
Y todo empezó así, un 21 de septiembre, "Día de la Primavera" en el hemisferio austral... No siempre coincidente con el "equinoccio de primavera", que por estos lares suele caer el 22 o el 23...
Quieren saber mi nombre... Me llamo Eduardo y si quieren escribirme, háganlo a decubitoventral@yahoo.com.ar
Ah, si quieren saber exactamente cuánto medía la poronga de Carlos Alberto, hágaseles agua la boca: 22,3 cm, con tres diámetros: proximal (a los huevos) 4,8 cm; central 6,1 cm y distal (comienzo del glande) 3,8 cm. Todo medido con calibre y cinta métrica.