1945: El joven espía que me folló en Berlín
Si os digo que estaba desde que olí ese perfume, deseando que ese espía de 18 años me empotrase ¿Os lo creeríais?
1 Mayo del 1945
Eran ya las 23:00 y el maldito contacto no parecía por ningún sitio, mis nervios estaban a flor de piel a pesar de estar entrenado para estas situaciones de estrés.
Decidí encenderme un pitillo.
A mis 24 años estaba allí, en el centro Berlin, totalmente rodeado de asquerosos Nazis y jugándome el pellejo por mi amado país. “Dios bendiga América” No pude evitar enfadarme conmigo mismo por llegar a esta situación.
Depender de un puto espía comunista para hacer caer Berlín. Que puta locura.
Cuando me quise dar cuenta el cigarro se acababa de consumir.
Noté que algo no iba bien cuando noté ese olor a perfume inundar la habitación. Desenvainé mi cuchillo en dirección al rastro del perfume. Estaba seguro que había alguien más en ese sitio pero estaba jodido si creía que me iba a pillar por sorpresa.
Paré en seco cuando sentí el frío cañón de un arma posarse sobre mi frente a la vez que apoyaba el filo de mi cuchillo sobre la garganta de ese pobre infeliz.
No os voy a negar que se me pusieron los huevos de corbata cuando vi ese anagrama de las SS en el sobrero de esa persona que era un poco más alta que yo.
—¿Que estas haciendo aquí? — dijo con un tono intimidante pero completamente relajado en lo que intentaba ser un acento Alemán.
—Buscar la guarida del Lobo. — contesté al momento.
Nos quedamos unos cinco segundos en esa posición antes de que le quitase mi cuchillo de su cuello.
— No se como sigues vivo con ese acento, bolchevique de los cojones. — no pudo evitar soltar una carcajada ante mi comentario. —Y deja de apuntarme con eso. — dije mientras le apartaba el arma de un manotazo y me sentaba en una de las sillas.
—Tranquilo camarada. — dijo esta vez en perfecto acento Berlinés. — Ese olor a Chesterfield daba el cante desde abajo.
Ese golpe bajo no me lo esperaba. Mea culpa.
El hombre se giró y se sentó en la silla que estaba justo delante de la mía colocando la pistola encima de la mesa.
Cuando pude apreciar su rostro la verdad que me quedé impactado. Ese chaval no podía tener mas de 18 años. Tenía una piel tersa como la de un adolescente. Sus ojos azules querían dar a ver una mirada aniñada, pura. Su cara perfilada acabada en unos labios rosados un poco dañados por el frío. Y cuando dejó ese sombrero de las SS apoyado sobre la mesa dejando caer parte de su pelo lacio, rubio y sedoso sobre su joven frente solo pude pensar en como acabaría este chaval aquí.
Aunque yo no era el mas indicado para hablar.
—Supongo que no he de fiarme de las apariencias. — dije mientras tiraba mi paquete de tabaco sobre la mesa que se interponía entre los dos.
El chico cogió un cigarro y se lo posó en los labios. Clavando su mirada en la mía. Le ofrecí fuego iluminando su tez que se mostraba totalmente lampiña.
—Me llamo Sasha. — dijo extendiendo su mano sin quitarme la mirada de encima.
—Jonathan, pero puedes llamarme John. — apreté su fría mano compartiendo parte de mi calor con él.
Lo siguiente que hablamos fue sobre la forma de actuar el día de mañana durante casi una hora, coincidiendo y quedando de acuerdo en la mayoría de los pasos a seguir.
Tras la larga conversación el chico empezó a quitarse ese pesado abrigo de cuero negro que llevaba, dejando ver como esa camisa blanca se ceñía a su escultural cuerpo. Sin quitarle ojo me dirigí al armario que estaba debajo de esa radio que hacia meses que no emitía ningún sonido.
Saqué la botella de Coñac que previamente había saqueado en la casa de un asqueroso Nazi, al que por su culpa tuve que cargarme a casi toda su familia para que soltase algo por esa bocaza aria que tenía.
Puse dos vasos encima de la mesa junto con la botella. De los cuales el chaval pasó olímpicamente bebiendo directamente de la botella. Tras acabar me la ofreció.
Pasaban las horas y tuve que dejar de beber. JODER como tragaba el puto crío no daba ni un puto síntoma de ir ebrio.
—Los americanos no tenéis aguante. — dijo mientras se acababa la botella de un solo trago.
Decidí tumbarme, sin quitarle un ojo de encima, en el enorme sofá que adornaba ese salón iluminado por la luz que entraba por la ventana.
—En Rusia tenemos un dicho... Cuando vamos a hacer este tipo de misiones. — el rubio se levantó y se acercó hacia mi posición tirando de su cinturón y lanzándolo contra el suelo de la manera mas sexy que había visto en mi puta vida. — Artelnyi gorshok gusche kipit.
Que para que os hagáis una idea, viene siendo algo como. “Trabajar en equipo produce mejores resultados”.
Si os digo que estaba, desde que olí ese perfume, deseando que ese chaval de 18 años que consiguió leer todos mis pensamientos me enseñase como se las gastan en la madre Rusia. ¿Os lo creeríais? Tampoco yo me lo hubiese creído hace una semana, pero esta noche nada importaba.
Decidí que iba a romper mi coraza solamente por esa noche, y al ver justo al lado mía mientras se quitaba la camisa, mirándome, intentando intimidarme con esa mirada jovial que se había tornado lujuriosa. Supe que tendría que ser yo el que me rebajase para poder tener una noche plena.
Al quitarse esa camisa dejo expuesto su cuerpo totalmente lampiño, Con unos pectorales bien definidos, y unos abdominales marcados que se veían espectaculares a la luz de la luna. No pude evitar soltar un gemido cuando apoyó su rodilla encima de mi paquete. Sentía la presión de su pierna contra mi polla deseando liberarme de toda la ropa que me impedía sentir su piel.
Joder, aun acababa de empezar y ya me tenía cachondo como una perra.
Puto niñato bolchevique.
Empecé a desabrocharme la camisa pero me apartó las manos rápidamente.
—Tu quietecito. — me dijo mientras empezaba a desvestirme con esa sonrisa que me ponía a mil.
Puse mis manos detrás de la nuca y me relajé para disfrutar de ese pedazo espécimen que tenía delante.
Me tenía temblando el hijo de puta mientras iba dejando mi torso al descubierto.
Cuando ya no se interponía nada entre nuestra piel acercó su boca degustando durante un buen rato mi cuello antes de que yo empezase a palpar su duro vientre. Deslizando mis dedos por su blanquecina piel, notando las hendiduras que se apreciaban entre la separación de cada uno de sus abdominales. Su pelo me provocaba cosquillas al rozar contra mi pecho, era tan sedoso como me lo imaginaba.
Me agarró con algo de fuerza de la barbilla. Joder. Podía notar como los bíceps de su brazo se tensaban mientras me obligaba a ladear un poco mi cara exponiendo totalmente mi cuello, empezó a darme pequeños besos por la mejilla, pero con cada contacto sentía que me tenía completamente a su merced, pero me da igual la verdad.
Ahhh. — pegué un sonoro grito cuando Sasha clavó sus dientes en mi cuello con brusquedad, repasando la zona posteriormente con su lengua, dibujando pequeños círculos que aliviaban el dolor que el mismo me había provocado.
Entre tanto, su pierna ya se estaba restregando con mi polla por encima del pantalón. Que puta tortura.
Me deleitó atrapando mi labio inferior con un delicado mordisco y separándose, para volver a repetir lo mismo durante tres o cuatro veces. Mi lengua buscaba su boca, pidiendo a gritos que me besase de una puta vez. Sin éxito.
Pero no me di por vencido. Alcé mi cabeza todo lo que pude atrapando uno de sus labios con mi boca. Mientras que con la mano empujé su cabeza contra la mía. Pudiendo devorar por fin esos labios.
Nuestras lenguas acabaron de lleno en una encarnizada batalla por profanar la boca del contrario. Ese beso… Significaba algo más. Puse todo mi empeño en empujar la lengua del contrario dentro de su propia boca. Cuando lo conseguí obtuve mi trofeo. Saboreé cada rincón de esta sin ya oposición ninguna.
Nuestra saliva se entremezclaba. Sus jadeos ahogados en mi boca me indicaban que era mi turno. Así que con la otra mano empecé a desabrochar su pantalón, dejando el hueco suficiente para poder pasar mi mano y agarrar su polla con fuerza. Rodeándola por encima del boxer. Provocando su gritó dentro de mi boca. Sus labios se abrieron de golpe y torne mi beso en uno mas lujurioso aprovechándome de la ventaja que acababa de obtener.
Cuando le permití separarse de mi. Vi su cara frente a la mía. Con su mechones rubios algo empapados por el sudor. Su boca se abría y se cerraba buscando ese aire que le faltaba.
Decidí jugar mis cartas y con un rápido movimiento lo volteé hacía un lado. — Ahhhh. —gritó el rubio cuando provoqué que cayese al suelo quedando yo encima de él. Ese grito creo que fue mas bien cuando notó todo el peso de mi culo en su polla en el impacto contra la alfombra.
— Shhhh. — puse mis dedo sobre su boca. Pero él no pudo evitar pasar su lengua por el. Sabía como ponerme cachondo el cabronazo.
Aproveché para bajarme de su cintura dejando sus piernas libres. Retirando ese pantalón de un solo movimiento dejándole solo con sus boxers a mi entera disposición.
Le di un beso aprovechando para degustar otra vez el interior de su boca. Bajé por su cuello, repasé sus pezones, lamí cada rincón de su abdomen, era mi debilidad. Y acerqué mi boca atrapando la goma de su boxer tirando de ella para abajo. Liberando esa pedazo de polla que estaba a punto de llevarme a la boca.
Pasé mi lengua por todo su tronco, casi desde sus huevos, recorriéndola y saboreándola lentamente hasta que pasé mi lengua por la joya de la corona. Ese glande húmedo que pedía a gritos que lo devorase. Cuando me la metí por completo en la boca, agarré sus huevos con fuerza provocando un gemido que resonaba en mis oídos como cualquiera de las mejores operas de Vivaldi.
Seguí deleitándolo con esa soberana mamada que le estaba regalando. Me agarro del pelo y comenzó a marcar el ritmo. Casi provocándome arcadas del ímpetu que llevaba. Yo a ese ritmo estoy casi seguro que ya me habría corrido. Pero él seguía, follándome la boca como si no hubiese un mañana.
Hasta que me agarró del pelo con fuerza, provocando que le mirase a los ojos, impidiendo que diese el golpe de gracia con mi lengua. Ahora si, estaba a punto de correrse y me detuvo como pudo.
Me levanté y me quité los pantalones. El se encargó de bajarme los slips de un súbito movimiento. Dejando que mi polla pegase un respingo contra mi abdomen al quedar liberada.
Y esto él no lo sabía, pero en mi santa vida se me hubiese pasado por la cabeza que me reventasen el culo, y ahora, desinhibido de todos mis límites estaba dispuesto a ello.
Me senté en el sofá dejando el culo al borde de este. Sujetando mis piernas con mis brazos y poniendo delante de sus ojos mi trasero aun por estrenar.
Acercó su boca a él. Pasando su lengua por mi entrada. Provocándome un bestial gemido ante tal placer que estaba viviendo por primera vez en mis carnes. Su lengua se introducía en mi culo, jugando por la entrada, consiguiendo dilatarlo de una manera majestuosa.
Poco tardó en tenerme completamente preparado, jadeando y pidiendo mi dosis de rabo.
Podía ver como sus ojos emanaban ese aura de lujuria, apoyó la punta de su rabo sobre mi trasero, restregándolo, como si no estuviese ya suficientemente húmedo, se la estaba gozando en ese momento.
Metió la punta, y se acercó a mi boca para ahogar mi dolor. Y justo cuando nuestros labios empezaban a hacer contacto, se hundió completamente dentro de mi.
“El grito que pegué lo escucharían como mínimo en las afueras de Berlin” pensé mientras sentía que me acababan de partir en dos.
No pude moverme en varios minutos. Y aun a mi pesar mostrándole explícitamente esa cara de dolor de la que parecía disfrutar, mientras me dedicaba una sonrisa.
— De que te ríes. Comunista de los coj… — me acalló con un beso, esta vez mas pasional, ateniendo cada una de mis necesidades. Jugando con mi lengua, esta vez sin ningún tipo de lucha.
Cuando ya me sentí listo, puse una de mis manos en su cadera y le di carta libre para que empezase con las embestidas.
Al inicio fueron lentas pero me moría de placer ya en los primeros instantes. Puse una de mis manos en mi pelo mientras con otra la apoyaba en sus abdominales completamente tensos por el movimiento con en que me estaba empotrando, Cada vez más rápido, mas hondo, mas jodidamente perfecto.
Empezó a embestirme de manera más desenfrenada que os pudieseis imaginar. Pude ver como sus ojos me envolvían en su universo de lujuria.
Cogió mi mano y la puso esperando que rodease su cuello, hice lo mismo con la otra. Deslizó sus manos, con una me agarraba casi clavando sus uñas en mi nalga mientras con la otra apretaba mi cintura hacia su cuerpo.
Noté como todo su cuerpo se contraía cuando me levantó cargando con todo el peso de mi cuerpo. No me lo esperaba, para nada.
Ese niñato estaba levantando mis casi 80 kilos de peso como si nada. Y no solo eso aun le quedaban fuerzas suficientes para mover mis caderas. Vaya puta bestia.
Aproveché para grabar en mi mente cada segundo de esa escena. Separé mi mentón de su hombro en el que estaba apoyado. No pude evitar acariciar con una de mis manos el el brazo del chico. Me tenía suspendido en el aire en ese momento mientras apreté el bíceps del chico completamente hinchado por el esfuerzo. Que perro me estaba poniendo. El rozar de mi polla contra sus abdominales. Os juro que estaba a punto de correrme. Pero la curiosidad por ver cuanto aguantaba en esa posición me hizo controlarme un poco más de tiempo. Cada vez que notaba el contacto de su
polla con mi esfínter no conseguía evitar morderme los labios. Los tenía hinchados por la continua tortura a la que los estaba sometiendo.
Cuando noté que su brazo se apoyó en la pared y empezó a disminuir el ritmo de las embestidas me di cuenta que estaba llegando a su límite. Pero necesitaba forzarlo un poco más, así que acerqué mis labios a su oído pasando mi lengua por todo el contorno de esta y mordiendo su lóbulo.
—¿Acaso ya no puedes más? — le susurré con perfecto acento ruso.
Noté como conseguí herir ese ese orgullo rojo, que tanto le caracterizaba.
Con sus últimas energías, comenzó a follarme de manera salvaje. Puso su mano en mi cuello clavándome su polla todo lo profundo que podía, con rabia pero controlando lo suficiente para no hacerme daño.
Noté la caída que tanto esperaba cuando una de sus piernas por fin flaqueó, y me agarré sobre él encima del aterciopelado suelo en el que caímos aun con su polla clavada en mi interior.
Puse mis manos en su pecho, pudiendo admirar como casi no tenía fuerzas ni para colocar sus manos apretando mi culo. No pude evitar dedicarle una sonrisa cuando empecé a cabalgarlo salvajemente. Su boca se abría y cerraba al compás que las estocadas. Sus ojos luchaban por no cerrarse y dejarse llevar por el momento, tenia la necesidad de mirarme y eso me daba a ver que era lo mas deseado para él en este momento.
Su mano me agarró la polla mientras estaba perdido en sus ojos. Provocando que bajase mi cabeza jadeando, con las mejillas completamente rojas, viendo como cada una de mis gotas de sudor rompían al llegar a sus abdominales.
Posé una de mis manos en ellos, duros como una piedra, el cabrón lo estaba haciendo a posta para llevarme al clímax en el momento en que no pude evitar correrme, soltando varios trallazos de lefa que acabaron adornando parte de sus abdominales, su pecho y con el último dejándose caer sobre la comisura de sus labios. Mientras me contraía por el enorme orgasmo que acababa de experimentar.
Cerré mis ojos para relajarme.
Cuando los volví a abrir vi como su lengua recorría sus labios aprovechando cada gota de mi leche.
Mis ojos se abrieron como platos al verle hacer eso. Cosa que pareció gustarle ya que noté como me llenaba el interior con incontables cañonazos, quedándome con la mejor sensación que había sentido en mi puta vida.
No pudimos evitar sonreírnos como dos colegiales tras darnos cuenta del tremendo polvo que acabamos de compartir, dejándome caer sobre él y llenándome de una tranquilidad que hizo que no pensase en nada más que él.
2 de Mayo de 1945.
Lo último que vi antes de ver ese humo rojo que les indicaba a los aliados las últimas torres de radio en poder de los nazis, fue esa sonrisa aniñada que Sasha me dedicó en símbolo de victoria.
Los pasos de los pelotones de las SS que nos seguían los talones no dieron totalmente igual.
Nos sentamos en el borde la azotea de aquel edificio, fumando un cigarro, mientras observamos como la bandera de la U.R.S.S ondeaba en el tejado del Reitchstag.
—Al final os llevareis la gloria vosotros. — dijo mientras Sasha pasaba su brazo por mi espalda.
Nunca habría pensado en morir contemplando esa bonita estampa.
Cuando oí los pasos a mi espalda lo último que alcancé a escuchar fue ese estruendo que dejaba tras de si un olor a pólvora.