1939
La guerra civil española está a punto de terminar, pero en el dividido bando republicano todavia hay tiempo para las pasiones carnales.
La guerra civil española estaba en un momento clave, cualquier derrota o victoria para el dividido bando republicano era crucial. Día a día veía ante mis ojos gente joven morir.
Heridos, mutilados, infelices cobardes que desertaban en busca de una paz que solo conseguiríamos, paradojas de la vida, con las armas, eran la comidilla diaria de la enfermería del levante español donde yo trabajaba.
Una lluviosa tarde de octubre trajeron preso a un oficial alemán del 7º regimiento de aviación que colaboraba con Franco en su, por aquel entonces, mal visto alzamiento.
Jamás en mi vida olvidare aquella visión, el pobre hombre venia encadenado, con una herida que a simple vista parecía grave en su cabeza, ah esa rubia cabellera bavara tan exótica en los parajes destrozados por la guerra en la península.
Apresuradamente corrí a atenderle, no sin antes tener que aguantar las escrutadoras miradas de aquellos soldados anarquistas que anteponían a Bakunin sobre cualquier sentimiento humanitario.
Una vez estuvimos a solas el me contó que se llamaba Piter Hitler, hermano de un tal Adolfo que por aquel entonces era muy popular en Alemania, será un artista famoso pensé yo, con la inocencia de un pueblerino que nunca a salido de su comarca.
Piter, todo un caballero de la época, me contaba historias de su tierra natal, mientras yo le curaba las heridas, en ese momento me empecé a dar cuenta de lo mucho que me atraía ese alemán.
Al día siguiente escuchamos por la radio que mi hijo Francisco acababa de entrar victorioso en Madrid, con lo tonto que era de pequeño pensé yo.
Después de una ración de sexo germánico con Piter abandone para siempre la enfermería, con la falsa esperanza de no tener, por el simple hecho de ser de izquierdas, que exiliarme de mi amado país.
Realmente no me di cuenta de lo equivocado que estaba hasta que cruce el patio de la enfermería para salir a la calle.
Un bullicio de fascistas gritaba "no a la libertad" (que típico de los fachas) en la calle de enfrente, mientras el apuesto teniente J.J. Vareha les hacia frente al grito de "me rindo, me rindo".
Una vez apresado por el grupo de fascistas, el teniente dio un silbido y decenas de amantes de la libertad y la justicia arremetieron contra estos cavernícolas causando la muerte de todos ellos. ¡Valencia seguía siendo libre!
Después de seducir al teniente Vareha y al apuesto sargento de artillería Fresano, nos dimos cuenta, todavía en la cama, que nuestro utópico sueño se venia abajo, al ver indignados como una división perfectamente formada de soldados al servicio de Mussolini portaban la cabeza del alcalde valenciano Eutanasio Abreu, o como era conocido entre el populacho "escarabajo arizona". Era tan buen alcalde que se puso de moda el refrán: "mientras escarabajo arizona gobierne, los sábados festivos y los lunes viernes".
Al vernos superados por tanta desolación, el teniente Vareha, el sargento Fresano y yo, nos dimos a las más primitivas pasiones carnales momentos antes de que el coronel italiano Miguele Moreni nos apresara a todos.
Este relato fue escrito en la cárcel modelo de Madrid entre el año 1939 y el 1956, fue recuperado gracias al preso Fredo Morcillo que cumplía condena por asuntos de drogas.