19 de Marzo y viaje a Madrid
En España el 19 de marzo es festivo en algunos sitios, se festeja día del padre, santo de los José y en Valencia se celebran las fallas si no fuera por lo del COVID-19.
Desde el último encuentro con Olga y Genoveva, no había tenido nada más con ninguna mujer. Quise dejar pasar unos días o mejor dicho que pasara el día 19 de marzo, que como he contado en la introducción, aquí en España en algunos lugares es festivo, como en Valencia, también se celebra el día del padre y la onomástica de los que se llaman José, María José o Josefa y si no estuviéramos con el COVID-19 aquí se celebrarían las Fallas, para quien es de aquí unas fechas muy importantes. Pues para este día, que para mí es especial por otras circunstancias. Decidí hace días que no quería comer en casa y como ya se podía comer fuera, había reservado mesa en un sitio que ya me conocen porque suelo ir bastante. Mi intención era comer solo, pero por si acaso avise que lo mismo iría acompañado, no me pusieron ningún problema. Lo que hace comer con frecuencia en un sitio.
El día 18 no me las prometía mucho, porque no paró de llover y aunque la terraza donde comería al día siguiente estaba cubierta, no sabía. El día 19 amaneció fresquito pero parecía que permitiría tener una comida tranquila, tan tranquila que comería solo, porque la única llamada que tuve ese día fue la de mi gran amiga Victoria. Que se lamentaba no poder estar ese día conmigo, ella y su mujer, pero lo del cierre perimetral se lo impedía. Estuvimos hablando un buen rato. Después estuve revisando mis correos, conteste varios mails y a las diez y media ya había acabado todo lo que tenía que hacer. Cogí dos libros que estaba leyendo, los últimos que me habían regalado, El juego del Alma de Javier Castillo y El zorro de Frederick Forsyth, uno sobre una chica que aparece crucificada en New York y el otro sobre un chico con unas mente prodigiosa, que es capaz de sortear cualquier sistema de seguridad… están tan entretenidos que el tiempo se me pasó volando, tanto que cuando mire la hora, di un salto porque llegaría tarde, aunque no había quedado con nadie había hecho la reserva para las 14:15 o 14:30 y la falta de puntualidad me revienta.
No me quedaba otra que ir en moto, porque llegaría antes y porque no tendría problema de aparcamiento. Llegué a mi hora, hablé un rato con el encargado, que me hablaba de todo y como ese día me habló de la suerte que tenía el Real Madrid que le había tocado en un sorteo de no sé qué campeonato al más facilón. Le seguí la corriente como si supiera de qué me hablaba y cuando se desahogó, me dijo que me había dejado la mesa del final, para que no me molestaran los niños, que en casi todas las mesas había niños, que le dije que no me molestaban, es mas me agrada ver corretear a los niños, eso es vida. También había gente que había llegado a última hora para ver si podían comer, la respuesta era un encogimiento de hombros y les decían que no sabían si alguna quedaría libre pronto o si alguna reserva fallaría.
Apareció una mujer de unos 45 a 48 años, rubia y pelo corto, ojos azul claro. Vestía de lo más normal, unos vaqueros ajustados, que le marcaban un buen culito. Cazadora y zapatos bajos. El encargado la conocía porque cuando la vio le dijo… “Buenas tardes doña Rosalía, ¿Trabajando hoy?” y ella con resignación le contestaba que sí y luego le preguntaba si no tendría un hueco para poder comer. Él le contestó en voz baja que esperase diez minutos, lo más probable que una mesa fallara. Se encendió un cigarro y se puso a pasear por la acera mientras hablaba por el móvil. La estuve observando y en un momento dado se quitó las gafas, tenía unos ojos de un color claro intenso, muy bonitos igual que la boca, tenía gestos de estar de mal humor, pero reflejaba cierta gracia. Mediría 1,65 como máximo y ahora pude ver mejor su culo, era un buen culo, de los que en principio me gustan. Se la veía agitada. Se me acercó el encargado y algo dubitativo me dijo… “Don Carlos, quería pedirle un favor (Sabía que debía de ser algo importante porque le tenía dicho que me llamara Carlos y me tuteara ) es que hay una clienta habitual como usted y creía que la podría acomodar en una mesa, pero me es imposible y como la suya es de las grandes, me preguntaba si no sería mucha molestia que ella se sentara con usted, aunque lo mismo viene su marido también… ¿Podría ser? Pero sin ninguna obligación”.**
Le “regañe” por tratarme de usted e imaginando que era la mujer que había estado observando le dije que sin problema. Se fue hacia donde ella y le hablo, ella miró hacia donde yo estaba, la vi nerviosa y al final se acercó con el encargado. Ella me daba las gracias pero declinaba sentarse conmigo porque lo consideraba un abuso y porque también esperaba a su marido. Fui claro… “Mira, es una mesa que caben cuatro holgadamente, por mí no hay ningún problema, si os queréis sentar, por mí no hay problema, que si no queréis tampoco lo hay, tu misma” , el encargado le decía que éramos los dos de sus mejores clientes y nos soltó un rollo, al final acepto y me dijo que se llamaba Rosalía algo que ya sabía, le dije mi nombre. Tuvimos una ligera conversación para romper el hielo. Trabaja justo a unos cien metros de donde trabajo yo. Su trabajo era una empresa propia, relacionada digamos que con las mercancías. Por cortesía les dije que no me trajeran mi comida todavía.
Mientras tomábamos un aperitivo, no dejaba de manipular el móvil, no había visto a nadie con semejante velocidad moviendo los dedos y de vez en cuando lanzaba una protesta contenida para ella misma. Me resultaba graciosa. No se había quitado la cazadora, estaba sentada abstraída mirando lo que le decían por el móvil y apenas hablaba con monosílabos, lo único que no controlaba era los gestos de sus cara, mostraba, enfado, alivio, displicencia… Cuando menos me lo esperaba apareció un hombre de unos 50 tal vez alguno más, de 1,80 enjuto, pero no de aspecto enfermizo. Ya me había dado cuenta al hablar con ella, pero después de presentarme a su marido, me hice una idea de ellos, son lo que diría la gente, personas de buen nivel y buena educación, con una conversación entretenida. Por algo que hablaron entre ellos, tenían algún hijo y estaba estudiando fuera. Él se llama Alberto. Cuando se enteró donde trabajaba, me hizo una confesión… “Pues cuando se instalaron Rosalía me comentó a que se dedicaban y quise ver las posibilidades de introducirme como proveedor, pero hable con una tía, que resultó no borde, pero muy seria e intransigente, puso sus condiciones y no hubo manera de que se apeara en nada” me contó más y por lo que decía no había duda de que hablaba de Victoria. Acabo preguntándome si conocía a alguien dentro más accesible, me encogí de hombros diciéndole que no sabía, que según para lo que lo necesitara y me explico a qué se dedicaba.
Fui un momento al aseo y llamé a Victoria, la segunda vez que iba a hablar con ella ese día. Le pregunté por el sujeto y si lo recordaba… “Si un hombre muy delgado y persistente. Lo recibí porque Antón me pidió el favor, pero no podía llegar a ningún acuerdo con él, porque lo que ofrecía ya lo tenemos acordado con… y no dejaba ni precio, ni condiciones mejores. Pero si ves mi agenda de proveedores, veras que lo tengo señalado, porque en caso de necesidad tienen buenos precios” , eso quería decir que Victoria lo había mirado por todos los sitios y sabía todo de él, bueno de la empresa. No sé por qué, cuando regrese y me pregunto qué a qué me dedicaba dentro de la empresa, le dije que asesoraba.
En ese momento Alberto le dijo a su mujer si no pensaba quitarse la cazadora y dejar el móvil. Lo de la cazadora lo hizo rápido, lo de despegarse del móvil fue otro cantar. Hasta que su marido le dijo que era de mala educación. Ella se excusó porque había un problema y la iban informando al segundo. Le quite importancia y le dije que lo entendía. Suelo ser muy observador, aunque últimamente fallo más de lo acostumbrado. Lo que no me fallaba era la vista, me di cuenta de que tenía poco pecho y el jersey ajustado que llevaba un escote normal en forma de pico, pero eso no fue lo que me llamó la atención, lo que me llamó la atención fue una cadena fina que llevaba al cuello y sobre todo lo que colgaba de ella. Lo curioso de esos colgantes era el significado, en otras ocasiones los había visto y si sabían el significado, pero quería estar seguro. Llevaba un trébol, una dama de picas pero nada de bisutería, muy bien hecho el adorno y no se veía de primeras, había que fijarse y uno de sumisión que las personas confunden con un amuleto de la suerte y llevaba dos más que eran por el estilo, pero como digo muy pequeños, nada llamativos. En el momento adecuado haría alguna referencia a ellos, pero había que esperar.
La comida fue muy amena, me caían bien y ella se había olvidado del móvil, no del todo, pero casi. Su marido fue al aseo y después de regresar, pedí la cuenta, diciéndome que ya estaba pagado, ni me queje ni monte el número, les dije que ahora me tocaba invitar a una copa en otro sitio, antes de que dieran el toque de queda y fuimos a un sitio que no estaba muy alejado de donde estábamos. Estábamos sentados más cercanos unos de otros y nos reíamos, cuando digo… “Son muy bonitos los colgantes que llevas, son de los que más me gustan” , Alberto puso cara maliciosa y ella de susto, contrariedad y un punto de nerviosismo. Lo que me indicaba que sabían el significado. Aunque eran algo contradictorios algunos de los colgantes.Rosalía los tocaba con una de sus manos, nerviosa como queriéndolos ocultar y Alberto me pregunto si sabía el significado.
“La dama de picas se dice que representa a una mujer soltera, divorciada o viuda, una mujer que no tiene compromiso, indica que quien lo lleva es una mujer que es mentirosa y traicionera, que no es buena amiga y le gusta hacer daño” , la cara de los dos cambió de golpe no esperaban ese significado y después de darles ese “disgusto” que se veía en sus caras continúe… “Pero… también hay otro significado… que es el de que es la mujer de un cornudo, que busca un macho que se la folle y si a eso se le suma el símbolo de la sumisión, junto con los otros…” , Rosalía estaba blanca como una hoja de papel. O no lo sabía, o sospechaba algo pero no de ese calibre. Tan mal se puso que dijo que no se encontraba muy bien, que mejor irse a casa. Alberto decía que no había prisa y no era una sugerencia que le hiciera a su mujer. Y entonces llegó la pregunta por parte de Alberto, que me miraba como un cordero a punto de ir al matadero… “¿Y tú qué opinas de cuál es su significado correcto?”, no lo dude… “Pues que sois un matrimonio majo, que tú eres cornudo y te gusta ver como se follan a una mujer tan guapa como la tuya”
Se quedó callado, mirando y con una sonrisa que se le marcaban en sus labios, esperaba su confirmación o que dijera algo. Todo lo que le había dicho, lo dije en voz baja, para que lo oyéramos nada más que los tres y Rosalía se echó hacia adelante y con voz más baja, pero contundente me dijo… “Has acertado en casi todo, pero has fallado en los más importante. El sumiso lo es él, cornudo todavía no, pero no porque no quiera. Porque yo no quiero, ya tengo bastante con tener que humillarle, azotarle en casa, como para ahora tener que hacer más cosas. Que lo vas a pagar caro ( Se dirigía a él ) por estos putos colgantes” , porque ella no sabía su significado y me lo confirmo, estaba rabiando. Lo que sí me di cuenta, que ella tenía cierto toque de sumisión. Me había puesto cachondos con ellos y no pensaba quedarme así, me la iba a follar. Su cara había cambiado, Rosalía ahora solo para que lo oyéramos los tres, ya no trataba a su marido de la misma manera, le mostraba cierto “desprecio” como un juego entre ellos y “amenazas” veladas de lo que le iba a pasar cuando llegaran a casa.
Era mi momento, o hacia algo o me iría en blanco, total no los conocía de nada, por eso en tono dominante le dije a Alberto… “Haz una cosa, vete al aseo, a fumar un cigarro… lo que quieras, que quiero quedarme unos minutos a solas con la zorrita de tu mujer, que tengo algo que decirle” , es de esos momentos, que te mandan a la mierda, sobre todo el marido y te monta un dos de mayo, salvo que tuviera razón, porque entonces pasó lo que tenía que pasar, aparte de las protestas de su mujer, Alberto se levantó y se fue hacia el interior a los aseos. Ella cuando me oyó decirle eso a su marido, protestaba y enfadada me dijo… “¿Qué te has creído?”…
- Me preguntabas algo, ¿Me puedes repetir la pregunta?
- Era una pregunta retórica, porque no sé qué te has creído o que has pensado… pero te equivocas muy mucho… (Soliviantada )**
- No sé qué no entiendes, porque el “manso” de tu marido si lo ha entendido.
- Mi marido entiende lo que quiere entender, pero no tengo porque entender yo lo mismo.
- Mira, no sé si es vuestra primera vez, aunque me lo parece, por eso ponte las pilas y ahora cuando venga el manso, nos vamos a vuestra casa o a la mía, me da igual.
- ¿Pero TÚ qué es lo que pretendes?
- No pretendo nada, le vamos a dar a tu marido lo que quiere y a ti lo que mereces, pero te aviso que contigo no voy a ser indulgente.
Quiso seguir hablando, pero ya no le hice caso ni le contesté a más preguntas. Hasta que se quedó en silencio, con el gesto de su cara tenso. Ya se había olvidado de su móvil. Ahora era yo el que miraba mi móvil, pero sin perderme sus gestos mirando de reojo. Alberto llego y pregunto algo, quien le contestó fue su mujer de malas maneras… “Tú a guardar silencio, que no tienes derecho a hablar” . Llame al camarero y le di el dinero para que se cobrara. Una vez que ya estaba todo pregunte… “¿Y ahora qué?” ninguno de los dos decía nada, así que pregunte… “¿Dónde vamos a mi casa o a la vuestra?” , Alberto miró a su mujer y esta con voz baja dijo que mejor a la de ellos. Ellos fueron en su coche y yo en mi moto. Los veía todo el tiempo, iban serios y no se hablaban. Me hubiera gustado saber qué pensaban. Me hicieron una seña y pare mi moto, ella se bajó y abrió el portal mientras el metía el coche en el garaje. Esperamos a que aparcara y subimos en el ascensor, donde acaricie sin ningún problema el culito de ella.
Estábamos en la casa, por el tamaño del salón, que era doble, se intuía que la casa era grande. Estaba decorada con mucho gusto, por lo menos lo que había visto, ya me gustaría tener el mismo gusto refinado para decorar la mía. Estaban los dos muy tímidos, nerviosos y después de un pequeño carraspeo Rosalía miró a su marido y le dijo… “¿Y…?” no obtuvo ninguna respuesta por parte de su marido y ella le dijo que le fuera poniendo un whisky, recalcando que sin hielo. Lo acompañé aunque no quería a la cocina y sacó hielo para él, me tomé un refresco, él lo mismo que ella pero con hielo. Por lo que tardaba supuse que se estaba cambiando de ropa, que se pondría algo más sensual.
Se había ido una mujer tímida, nerviosa y apareció una mujer totalmente distinta. Llevaba puesta un salto de cama semi trasparente, de color rosa palo. Le llegaba un poco más debajo de su culito. Llevaba unos tirantes muy finos, la parte del pecho era más transparente, del pecho para abajo menos transparente pero se veía perfectamente unas diminutas braguitas. Unas medias con dibujos del mismo color y unas sandalias con mucho tacón. Evidentemente iba más sensual de lo que me esperaba. Hablaba más contundentemente y le pidió a su marido su bebida y al ver su vaso, le llegó la primera bronca… “Mira que eres tonto… no sabes ni poner una bebida, PONME MAS” y el rápido cogió la botella y le echó más. Quien lo oyera solo, no lo entendería o se escandalizaría por el trato, pero había que ver la cara de Alberto, serio pero con un brillo de felicidad en sus ojos.
Entre en acción, desde donde estaba sentado dije… “TÚ (A Alberto) vete desnudando y siéntate ahí y TÚ (A Rosalía) ven aquí, que es hora de que una zorra como tú me de placer” , Alberto no se sorprendió y ella se quedó cortada, sin saber qué hacer. Estaba claro de que ella tenía pensado que fuera de otra manera, como ella quería y ponerme yo así, la dejó descolocada y como no reaccionaba me levante la lleve junto a su marido que ya estaba sentado e hice que se inclinara y se apoyara en los hombros de Alberto. Luego ni corto ni perezoso, inicie un “castigo” sobre ella, empecé a azotar su culito. Hubo nada más que un quejido, después los contuvo y recibió mis azotes estoicamente, tanto que quería oírla y por eso se los empecé a dar más fuerte. Rosalía dijo de pronto… “Ni se te ocurra tocarte que te capo… te jodes y de momento solo miraras” , ahora ante el vigor de mis azotes, ella hacía pequeños ruidos con los labios bien apretados.
Deje de azotarla y acariciaba sus nalgas que estaban con un potente color rojo. Me puse más a un costado y pude ver su cara de placer. Me llamó la atención que la polla de Alberto está semi erecta y la verdad, que era más bien pequeña. Le quite las braguitas y estaba super mojada, acariciaba sus muslos por dentro, su coñito y sobre todo su hinchado clítoris. Tuve que dejarlo porque se iba a correr, metí mis dedos dentro de su coñito y eso produjo otro cambio en ella, con la voz excitada, temblorosa le decía a Alberto… “Querías que te pusiera los cuernos… pues los vas a tener y le voy a dejar que me haga todo lo que no te dejo a ti, le voy a dejar acabar en mi boca, que se corra donde quiera y este me va a follar el culo como un hombre de verdad, no con tus juguetes de mierda” , me fijaba en la cara de Alberto y era de estar eufórico, de estar haciendo realidad sus fantasías. Pare de nuevo, quería que no se corriera hasta que no pudiera más, hasta que lo “suplicara” y le ordene que me desnudara. Empezó por la parte de arriba y cuando ya estaba con el torso desnudo, se puso a lamerme los pezones, los mordisqueaba.
Alberto miraba a su mujer con atención y no se tocaba para nada, era obediente. Llamé a Alberto y le dije que ayudara a la zorra de su mujer, se acercó y me llamó la atención lo obediente que era y su rapidez. Entre los dos me quitaron el cinturón y desabrocharon el pantalón. Alberto que estaba más acelerado me bajo todo de una vez y mi polla saltó quedando mirando para arriba. Los dos la miraron y se miraron, su mujer le dijo… “Siempre he dicho que tenías rabito, pero en comparación a esto (agarrando mi polla) lo tuyo es un castigo, una ridiculez” , ni se esperó, empezó a lamerla, lo hacía con glotonería, estiró una mano y alcanzó la polla de su marido, que a pesar de esos tocamientos no se le llegaba a poner dura del todo y eso llevó otro reproche… “Vas a ver lo que me hacen con este rabón, me va a hacer cosas que tu jamás podrás hacer y vas a ser un cornudo mirón porque ya veo que solo serás eso” . Nos fuimos a la habitación, no había ningún asiento y le mandé por una silla. La trajo rápido y no sabía qué hacer con ella, hice que la colocara en un lado, luego le pedí a su mujer unos pañuelos o vendas, algo con que taparle bien los ojos.
Los dos volvían a estar desconcertados, porque se salía de sus juegos de fantasías, pero estaban tan excitados que se dejaban. Rosalía sacó de un armario una caja grande de plástico con ruedas. Con un contenido muy peculiar, porque había todo tipo de utensilios para el placer sexual. Entre ellos un antifaz que comprobé que no se veía nada. Como era grande tapaba perfectamente los ojos de Alberto, se lo coloque personalmente, no le deje sentarse. Encontré varios plug metálicos, que en la parte de atrás era un cristal azul en forma de corazón. Escogí el más grande de los tres que había iguales. Se lo di a ella y le dije que era para su marido, me decía que nunca lo había probado, pero con una sonrisa de diablesa. No lo dudo y fue a ponerle lubricante, le indique que de eso nada. Ella se acercó a su marido, se metió primero el plug que salió brillante, hizo a su marido que se apoyase en la cama, Alberto protesto y ella le dio unos azotes insignificantes, por lo que le di una fusta que había en la caja y le dio una buena, luego le penetro el año. Tampoco se quejó mucho y le provocó un aumento en su erección, le hice sentarse y con unas correas, ate bien sus manos y el cuerpo a la silla, imposible soltarse ni levantarse.
Ahora me dedicaría plenamente a Rosalía, Alberto sólo oiría y olería. Con todo el material que tenían, estaba claro que les iba el BDSM y en esa primera parte me dedique a ese tipo de práctica, cuando Rosalía con un poco de cara de susto me decía… “Ten cuidado, que no he usado nada de eso, son cosas que compró Alberto y las he usado con él, aunque no todas” , en nada sus nalgas estaban al rojo vivo y lo más interesante que lo estaba disfrutando. Lo admitía todo y sus gemidos, mezclado con algún “lamento” y quejidos pero de excitación, hacían que Alberto se pusiera más cachondo. Rosalía le decía a su marido… “Venga cornudo, mira cómo te pones con lo que están haciendo a tu esposa, te voy a hacer que le chupes el rabón, haré que se corra dentro de mí y luego me lo vas a comer, te va a saber la boca a macho, a lo que tú no eres” , Alberto se retorcía de placer y Rosalía igual, la había dejado ya cuatro o cinco veces al borde del orgasmo. Quería que la follara sin nada y lo decía para que su marido lo oyera, Alberto fue a decir algo, pero ella se lo impidió… “Tú a callar, mi coño es mío y si quiero que me lo llenen de leche me lo llenaran, tu aquí eres un invitado de piedra”.
A mí me daba igual lo que se dijesen, me la iba a follar con condón, aunque en el momento que le metí el rabo ella gritara… “Me ha entrado hasta dentro, sin nada, como siento su piel, como me arde, ya verás que corrida me va a echar…. AAAAAHHHHHHH… ME COOOOORRRROOOO… AAAHHHHHHH…” y se movía como una salvaje. La verdad que no tuve que hacer mucho para que se corriera. Se revolvió y furiosa me quito el condón y se puso a hacerme una mamada de esas que son bestiales, que tienes que tratar de que se tranquilice para que no te hagan daño. Me acabé corriendo en su boca y con ella llena, que no se lo había tragado todo, se fue para su marido y le beso dejándole todo en la boca, diciéndole… “Cornudo acostúmbrate ahora a esto, porque será así siempre, a partir de ahora” y nos dimos cuenta de que no es que se hubiera corrido, o si era una corrida había sido nada, porqué de su polla salía como una babilla blanca. Lo dejamos sin soltar y seguimos follando en el salón, pero ya no estaba tan efusiva como en la habitación y de pronto me dijo… “Me da vueltas la cabeza, no es por la bebida, es que no se si es correcto todo esto” , pude seguir forzando la situación, pero me vestí y me despedí.
A pesar de todo me lo pasé mejor que la última vez. Ahora ya pensaba en mi viaje a Madrid que por habernos abierto a otras opciones, me tocaba asistir al IFEMA, no era en principio gran cosa lo que habíamos hecho, algo casi experimental. Un conocido, que no es que fuéramos amigos, que habíamos trabajado en nuestros inicios juntos y para otros, exponía y era con quien nos habíamos implicado. Ahora se había convertido en nuestro primer cliente en esa nueva faceta. Llevábamos sin hablar tiempo y recuerdo la conversación que tuvimos para prestarle la ayuda tecnológica que necesitaba. No voy a hablar de la parte profesional, será la parte que interesa.
- Alfonso… venga cuando lo tenga rematado nos vemos, de todas maneras te iré informando.
- Sí me parece bien, pero haz un esfuerzo y nos vemos antes.
- No me hace mucha gracia viajar con el COVID-19 y oye a todo esto, ya has logrado domar a tu mujer, jajaja…
- Jajaja… Cada día más difícil, los años la han hecho más dura, es muy cabrona, me trae a mal traer, jajaja…
-Ya será menos.
Lo de su mujer venía, porque desde siempre, en cuanto tomaba una copa de mas, nos contaba cómo era su mujer, que si antes de viajar lo dejaba “seco” para que no tuviera ganas de hacer nada por ahí, hasta que dudaba que su mujer no fuera ninfómana y otras lindezas. El caso que nunca conocí a su mujer, a pesar de que me invitó varias veces a su casa. Pero por unas cosas o por otras nunca fui. Alfonso era mayor que yo, estaba muy cerquita de los 50 años, la última vez que le vi se conservaba muy bien y medía 1,80 más o menos. Un día me llama y me dice que ya tengo hotel reservado, quise cambiarlo, porque cuando voy a Madrid voy siempre al mismo hotel, que ya me conocen. Pero no hubo manera y tampoco quise ser descortés. Lo que me mato, me decía que me iba a reservar un billete en el AVE quería que le dijera cuándo iría por la mañana o por la tarde. En eso me negué porque prefería ir en mi coche, me gusta conducir y fue cuando se le escapó que no había hotel, que quería que me quedase en su casa y en ese momento vi el cielo abierto, porque me iría a mi hotel de siempre. Quedamos directamente en el IFEMA, el me esperaría fuera.
Fui en un taxi y cuando llegué, vi a Alfonso con varias personas más fumando. No había cambiado nada, solo que con menos pelo, se veía su buena forma física, la seguía manteniendo. Lo único que le perdía era su gran adicción al tabaco. Se colocó bien la mascarilla y vino a mi encuentro cuando le llamé. Me quiso saludar con el codo y es algo que respeto pero no aguanto, con un simple hola, me valía. Me presento a las personas con las que fumaba y les dijo quién era, se mostraron interesados por lo que había hecho para Alfonso. Creía que lo decían por cumplir, pero varios de ellos se interesaron por si se podía adaptar a sus necesidades y quedamos en hablar con más detalle. Alfonso tenía prisa porque entráramos y varios dijeron… “Cuidado con la dama de hierro, es mejor enfrentarse a un oso” se echaron a reír y Alfonso me explicó que lo decían por Luisa, su mujer. Que ahora rebajaba con él. Llevaba la parte económica de la empresa, para eso era economista.
Por fin la iba a conocer, era una mujer de 1,68 o 1,70. Morena, ojos color miel, físicamente estaba bien. Llevaba un traje de pantalón y chaqueta de color rojo intenso. La chaqueta la llevaba abierta y llevaba una blusa escotada de color negro, que dejaban ver una parte interesante de su busto. La hacia mas grande. Llevaba una mascarilla roja, todo muy bien conjuntado y unos zapatos con tacón de color negro. Sí me impactó su físico más me impactó su trato con las demás personas. Era una mujer dura, fuerte, contundente, con mucho carácter y no se dejaba comer el terreno ni un milímetro. Usaba bastantes tacos y expresiones tajantes. Me daba la risa porque Alfonso era muy comedido, no pegaban. Logré verla por la espalda y el pantalón que era ajustado, le marcaba un buen culo, con muy buena forma. No me di cuenta de un espejo y coinciden nuestras miradas por lo que se había dado cuenta de que le miraba el culo. Recordaba uno de los comentarios de Alfonso, que decía que su mujer follando era super escandalosa en todos los sentidos.
Con ella hable poco, pero si me fije en todo lo demás y en un momento que se apartó de nosotros le dije a Alfonso… “Me parece que sigues sin domarla” y él con una sonrisa socarrona me respondió… “Es una batalla que tengo perdida, no ves cómo trata a todo el mundo, si es que la tienen pánico y cuando es con los números… acojona a cualquiera” . Alfonso y yo no habíamos hablado de números, que no habíamos concretado nada, porque según lo que quisiera al final, podría variar todo mucho. Nos fuimos a comer los tres. Cuando se quitó la mascarilla, tenía una bonita cara y tenía unos labios bien gruesos, no me quedaban dudas de que se los había puesto, pero la hacían muy atractiva. Una vez sentados, me paso una documentación, que tenía todo al detalle del presupuesto que había hecho. Lo miraba al detalle porque era superior a lo que pensaba presupuestarles. Lo tenía todo en mi móvil. Lo que pensaba era si decirles que era menos o dejarlo así, incluso me podía hacer la “victima” y hacer que me convencían. Pero lo hablaríamos después de comer, no me gusta comer y trabajar, aunque algunas veces lo hago. Deje los papeles en la mesa y me dispuse a comer. Fue cuando ella se “indigno” por cómo se puso…
LUI.- ¿Y…? ¿Es que no vas a decir nada?
YO.- Sí claro, pero después de comer. No se mezcla trabajo con comida si se puede evitar.
ALF.- Jajaja… a uno que no asustas…
LUI.- Tu eres tonto… y tu no mezclas el comer con el trabajo, pero bien que no dejas de mirarme las tetas. (Alfonso se quedó expectante y ella malhumorada)
YO.- Es verdad las he mirado y pido disculpas a Alfonso. Pero si lo analizas bien pueden ser también comida.
LUI.- De pedir disculpas a alguien tendría que ser a mí y no a mi marido, porque las tetas son mías. Esto es acojonante y tu Alfonso… ¿Es que no vas a decirle nada?
YO.- Espera Alfonso ahora me dices lo que quieras. Si te has vestido así y no digo que sea para que te las miren o admiren, pero por lo menos es que no te importa. Por eso no te he pedido disculpas ni pienso hacerlo. Ahora Alfonso dime lo que quieras.
ALF.- (Hizo un gesto… unió su pulgar y su índice, luego se los paso de una comisura de sus labios a la otra, como diciendo que se quedaba callado)
LUI.- Siempre igual… si es que te faltan huevos.
YO.- Y a ti te hace falta que de una vez te metan en vereda, que tienes a todos acojonados.
LUI.- Uy qué miedo… ¿Qué has venido tú a meterme en vereda? Pues te faltan cojones.
Me sonreía, por ver cómo se ponía de enojada y contra más la hacía rabiar más se encorajinaba. Pase a ignorarla y empecé a recordar momentos pasados vividos con Alfonso. Ella se quedó en silencio y estaba que rabiaba. En el momento de pedir los postres, ella se fue al aseo y Alfonso respiro… “Tío te has pasado tres pueblos, sabes la que me espera luego, que tiene muy mal genio. Pero reconozco que me hizo gracia. No hay quien la haya hablado así ni en familia ni fuera de la familia” no me corte y le respondí… “Tienes una mujer que está de puta madre, pero con muy mala leche. La culpa es tuya” , Alfonso quiso saber porque era culpa suya, algo que de verdad se me escapó y trate de rehuir la respuesta, tan pesado se puso que le dije… “Mi teoría que no la follas bien y eso la tiene intranquila, sé que puede sonar machista, pero es que a mí me pasa, cuando llevo una temporada sin follar bien, me noto con más mal humor” , se quedó callado y pensé que se había enfadado, hasta que resoplando me hizo una confesión… “No te digo que no la verdad, porque tonto no soy y sé que no le doy todo lo que ella precisa, que nunca se ha quejado pero no soy tonto. Que no quiero decir con eso que me haya puesto los cuernos, porque sinceramente… ¿Con quién me los iba a poner? Si es que asusta”
A mí no me importaría, pero no hice ni una insinuación. Tardaba mucho en volver, hasta que la vimos fumando fuera y hablando por teléfono. Me hizo la gran pregunta difícil de contestar… “Ya sé que no estás en pareja… ¿Pero si estuvieras en mi lugar qué harías?” y le conteste que eso solo lo podría responder él y me dio sus respuesta, lo que había pensado… “Entre tu y yo, muchas veces he pensado que se acueste con otro, que no me importaría y en alguna ocasión he invitado a alguien a casa, pero es que es difícil de tratar, bueno ya lo has visto” , es cuestión de encontrar la tecla es lo que le dije, se echó a reír y me decía que él ya la había buscado durante muchos años, con risas pero en serio me pregunto… “¿Te animarías a buscarla conmigo?” , con el mismo tono le conteste… “Mira Alfonso, es como si llamaras al diablo, porque lo mismo no te gustaba lo que haría” nos reímos y dijo que me iba a invitar a cenar a casa, que dijera que sí y palabras textuales… “Que pase lo que tenga que pasar” santiguándose, algo que vio su mujer y preguntó qué porque se santiguaba.
Como le vi apurado hable yo… “Bueno ya hemos terminado de comer, ahora te puedo responder” y le estuve explicando el presupuesto que había hecho, se lo deje ver y le extraño que se lo enseñara, le expliqué que aparte de conocer a Alfonso, que también era una puerta de buena propaganda. De inmediato aceptaron mi presupuesto, al día siguiente cerraríamos lo que habíamos comenzado de forma experimental. Luisa había bajado dos peldaños en su escalera de dominación o imposición. Alfonso decía que para celebrarlo podíamos cenar juntos, esperé la reacción de Luisa que no sabía qué decir y dijo que donde seria, pensando que sería en un lugar público y por eso propuse ir a un sitio de Madrid que me gustaba mucho, los dos a la vez dijeron que era difícil que hubiera sitio, lo intente llamando y efectivamente, a pesar de que me conocían era imposible. Aquí fue cuando a Alfonso se le ocurrió la “idea” de hacerlo en su casa. Luisa apretó esos gruesos labios y lo acepto. Por la tarde al terminar nos fuimos hacia su casa, antes paramos y compraron comida preparada.
Ya en su piso, ella le dijo a su marido que dejara las dos bolsas en la cocina, ella desapareció por el pasillo y nosotros nos fuimos a la cocina. Aunque no quería le ayude a preparar las cosas, tampoco era mucho lo que había que hacer. La cocina era bastante grande y sacó un mantel para ponernos en el salón, me pareció una tontería y le hice colocar todo en la mesa de la cocina. Cuando su mujer lo vio se enfadó, le dijo de todo y me eche las culpas, eso parece que hizo que se tranquilizase. La cena hizo que nos relajásemos, sobre todo ellos, tal vez más que la cena fue el vino. Algo que sí me gusta tomar. Al terminar de cenar Luisa hizo una proposición que fue más una orden… “Propongo que nos tomemos una copa en el salón, más cómodos” y nos fuimos al salón. Había cuatro sillones de dos plazas alrededor de una mesa baja. Cada uno nos sentamos en uno, la conversación de nuevo fue con recuerdos de nosotros dos, lo que al rato a Luisa le debió parecer aburrido y me hizo una pregunta, que si me pagaran por las veces que me la han hecho y las veces que las he contestado, sería millonario…
LUI.- Carlos… ¿Por qué no te has casado?
YO.- Hay dos posibilidades… o no he encontrado la mujer ideal o la encontré y no me hizo caso.
ALF.- Que va, Carlos siempre ha tenido mucho éxito, es el típico tío que hechiza tanto a mujeres como a hombres. Tiene un don… si contara cosas de su vida… jajaja…
LUI.- ¿Cómo de hombres y mujeres?
ALF.- Si es un pendón, que cuando trabajábamos juntos, se lio con muchas parejas, parece que tiene un imán.
LUI.- ¿QUEEEEEE…? Pues de eso nunca me habías hablado.
YO.- Tu marido exagera mucho.
ALF.- No me digas que exagero… ¿Te ha faltado alguna vez una mujer?
YO.- No tienes ni idea. Que hay muchas que me han dicho que no.
LUI.- Si es verdad lo que ha dicho Alfonso, me parece muy fuerte… que no te estoy juzgando, pero me parece que esas parejas no estaban bien…
YO.- Menos mal que no juzgas. En defensa de esas parejas, te diré que te equivocas. Son personas que después de llevar mucho juntas, de llegar la monotonía, se dieron cuenta de que la vida es para vivirla y si se disfruta del sexo en libertad, se produce una mayor complicidad y una revitalización de la pareja. Decidieron ir por ese camino y a pasarlo bien. Pero ves, a diferencia de lo que tú dices, entiendo que tú, que vosotros no lo entendáis.
LUI.- Me sigue pareciendo un inmenso disparate. No entiendo ni acepto compartir a mi marido con ninguna mujer.
YO.- ¿Y le has preguntado alguna vez a tu marido si él te compartiría?
LUI.- No me hace falta preguntarle, que le conozco.
YO.- Eso es algo que no entiendo de las parejas. Todas las parejas dicen que conocen a su cónyuge a la perfección y no es así. Puede ser que la conozcan bastante pero no del todo. Porque al final se dan por supuestas muchas cosas que no son la realidad y alguien de fuera ve más en ellos, que ellos mismos.
LUI.- Tú a mí no me conoces, no podrías decir nada y Alfonso… ¿Tu qué opinas de lo que ha dicho Carlos?
ALF.- Bueno… (intranquilo) pues que en algunas cosas tiene toda la razón.
LUI.- AH… ¿SIIIIII?... (Viendo su cara decidí interrumpir)
YO.- Es que lo que he dicho yo, no tiene nada que ver con que seáis una familia feliz, que lo sé, porque Alfonso está enamoradísimo de ti. Es más, lo veo más enamorado que cuando le conocí.
LUI.- Eso quiere decir que habéis hablado de mi… ¿Alfonso que le has contado?
ALF.- Algunas cosas, pero porque sé que nunca las iba a contar, Carlos es una tumba.
LUI.- Déjate de rollos, ¿Qué has contado?
ALF.- ya no me acuerdo bien, como Carlos es de mente prodigiosa y se acuerda de todo, que lo diga el… (Me dejo con el muerto)
Cambie la conversación y pareció que dio resultado. Toqué un tema de conversación que sabía que a ella le gustaría, como fue el inicio de su empresa. Efectivamente le gustaba hablar de eso, de sus inicios que fueron difíciles, de cómo fueron creciendo y del buen equipo que formaban. Su marido es un buen relaciones públicas y con mano derecha, cosa que ella no tenía, pero ella su mente perfecta para la organización y los números. Había visto a Alfonso vaciar por lo menos tres veces su vaso de aguardiente, en un ficus pumila, que tengo yo un par de ellos. Se lo iba a cargar. Ya creía todo encauzado cuando llegó su misil…
LUI.- Bien ahora que has enfriado el momento, que no soy tonta, vuelo a mi pregunta, pero la reformulo… ¿Qué opinas de nosotros, qué opinas de mí en concreto? ( Mire a Alfonso y se encogió de hombros, como si no le importara lo que contestara )
YO.- No tengo necesidad de que te enfades con tu marido y menos conmigo.
LUI.- ¿Tan grave es? Pues dispara, que estoy preparada para todo. ( Miró seria a su marido )
ALF.- Tú mismo, sé sincero y ya te diré si estoy de acuerdo. Que no siempre aciertas, pero que digas lo que digas no me enfadaré y seguro que Luisa tampoco.
YO.- Pues lo resumiré mucho… os veo una pareja como has dicho compenetrada en lo profesional. Pero algo me dice que el morbo, lo tenéis asentado en vuestra pareja y me da, no sé por qué, que poca pasión tenéis ya. Con los tabúes que he visto que tienes, no me cabe duda que en el sexo, actuáis mas de forma artificial, por costumbre que por deseo puro. Y sobre ti en concreto… que te ha tocado un hombre tranquilo, un buenazo, que no sabe cómo satisfacerte plenamente y eso le desespera. Porque a ti te hace falta alguien que te “dome” que te sepa llevar y si es necesario que te “castigue” de forma adecuada.
Alfonso vacío dos vasos más y se hacía el que estaba afectado por la bebida, hasta su mujer le retiró la botella diciéndole que no bebiera más. Pero se envalentono y se puso otro vaso. A la pregunta su mujer de qué opinaba de lo que yo había dicho, él se hacía el bebido y merecía un OSCAR… “Estoy de acuerdo en casi todo, por no decir en todo” y ella abrió los ojos enormemente y le replico… “Lo único que te faltaba era decir que me hiciera algo él, estas borracho” y Alfonso dando un trago a su vaso le respondió… “Pues seguro que te sentaba bien un puntazo de mi amigo, que es más joven y por lo que contaban de él, es una fiera” , tenían un reloj de pared y sonaron unas campanadas… “Coño amigo… te vas a tener que quedar a dormir, que ya está el toque ese… Luisa que se acueste en una de las camas de los niños” . Ella se levantó con cara compungida y Alfonso me guiñaba un ojo, pero no podíamos hablar, aunque le indicaba que me dijese algo. No me indico nada y me llamo Luisa, nada más entrar en la habitación me di cuenta del problema que había visto ella, o me cortaba parte de las piernas o esas camas no me valían para nada. Lo único que propuse es que me quedaba en el salón sin problemas.
Alfonso se puso de pie, fingió trastabillar y ella enojada le mandó a la cama, me pidió que la ayudara a convencerle y no costó nada llevarlo a la cama. Los dejé solos y me fui al salón. Al momento vino Luisa con una sábana, la puso sobre uno de los sillones y me dijo que si quería quitarme la ropa que lo hiciera, que ella no volvería al salón, por si estaba más cómodo. Me dio un cepillo de dientes nuevo y me lavé la boca. Ya estaba solo, habían dejado la calefacción encendida y me quedé en bóxer. Me coloque los auriculares y me puse a escuchar música, no tenía frío, pero me puse parte de la sabana tapándome por si surgía cualquier cosa y tenía que entrar Luisa. Ni una luz, ni un ruido, aunque tampoco lo hubiera oído. Escuchaba música, tenía las piernas sobre la mesita y como me suele pasar cuando oigo música relajadamente, se me agolpan en mi mente recuerdos de momentos vividos, de personas, de lugares… no era capaz de dormirme. El reloj no ayudaba, aun con los auriculares oía el marcar de los cuartos, las medias y las horas. Pero no era molesto, daba su aquel a esa oscuridad y a ese momento tan ridículo.
Mi vista ya se había acostumbrado a esa oscuridad, que no era total porque aunque era poca, por el ventanal entraba algo de luz. Sonó de nuevo el reloj y si mis cálculos no fallaban, marcaba las 02:30 y minutos después, se abría la puerta del salón y entraba Luisa, llevaba una bata de seda hasta un poco más bajo de las rodillas, anudada por una cinta ancha y bien cerrada, sin que se viese nada o se intuyese. Se quedó mirándome y vio que me quede mirándola, me quite los auriculares y le pregunte… “¿Pasa algo?” y con una voz menos “agresiva” me contestó con una pregunta… “¿De verdad doy la imagen de ser una mujer tan irritante y desagradable, pero sobre todo doy la imagen de mujer frígida? Que es lo último que me ha dicho mi marido” y no es que no supiera contestar, que lo sabía, estaba calibrando lo que se avecinaba o lo que yo creía que se avecinaba, por eso le dije… “No creo que te gustara lo que pienso, mejor no lo hago” , era una manera de darle una oportunidad a marcharse y dejar todo como estaba. A ella no le fue suficiente e insistió… “Tú lo has querido. Irritante si eres un poco, pero para desarrollar tu trabajo es una virtud y no un defecto. Desagradable no te veo y lo de frígida… lo dirán porque no te han querido ver bien” , Rosalía no entendió eso último y se lo aclare… “Me gusta usar un castellano clarito y seré breve… creo que eres una mujer de las más calientes que he conocido, que no has tenido una follada gloriosa o más claro, que no te han follado bien y que posiblemente ahora estés muy cachonda preguntándote si haces bien en estar aquí con tu marido al lado y que puede aparecer en cualquier momento” , en situaciones igual, o te dan la razón o te manda a la calle. La respuesta de ella fue un lacónico… “Alfonso con el pedo que se ha cogido está muerto”.
Al oír eso, me aparté la sábana, dejando mi bóxer blanco a su vista y con un buen bulto, aunque no estaba al máximo. Se levantó, no dijo nada más y se fue, me había cogido un calentón importante y me tocaba aguantarme. Un poco más de cinco minutos después, se abrió de nuevo la puerta y entró. Esta vez sin baya, con un camisón que no le llegaba ni a la mitad de los muslos. Al acercarse se veía el movimiento de sus tetas y como se marcaban los pezones, estaban algo caídas, pero estaban muy bien. Se colocó sobre mis piernas abriendo las suyas, intente besarla en la boca y muy sutilmente, con una mano apartó mi cara. Tampoco quería que le quitara el camisón, al final no cejé en mi empeño y se lo quite, no llevaba nada puesto. Como no me dejaba besarla lamí sus pezones, los mordisquee, los succione y sentí sobre mi cabeza, como me lanzaba su aliento, que cada vez era más fuerte, más profundo. Ella no me tocaba por eso lleve una de sus manos a mi polla que estaba dura al máximo y atrapada en los bóxer. Retiró su mano, parecía que tenía vergüenza, estire mi mano y le solté un azote apoteósico sobre una de sus nalgas, resonó en el silencio del salón, le dije… “Ahora eres mi puta y vas a hacer lo que yo quiera, no lo que tú quieras y si digo que me toques la polla… la tocas… ¿Me has entendido? ZORRA” y esta vez azote la otra nalga.
No me contestó, su mano agarró mi polla y esta vez lo hacía con ganas, porque se apresuró a sacar lo que pudo, levante mi culo, levantándola a ella y baje los bóxer, hasta que me los quite. Desde su posición soltó saliva atinando plenamente sobre mi polla y movía sus dos manos. Le dije que rozara su coñito y se la colocó con toda rapidez, la colocó perfecta, no le hacían falta las manos, estaba muy mojada y empapó mi polla en segundos. Como me dejaba llevar y se me oía, ella que se contenía, con la voz entrecortada y susurrando me dijo… “Mas bajo… ¿O es que te da igual despertar a Alfonso?” , mi respuesta fue contundente… “Si ha sido él quien te ha puesto en mis manos… que sabe lo puta que eres y lo necesitada que estabas” , ella no lo quería reconocer pero se puso chula y quiso arañar mi pecho, no la deje y de nuevo azote su culo. Su roce sobre mi polla era más rápido y se apretaba más, por lo que le dije que parara y que se retirara un poco, ella pasaba de lo que le decía y no obedecía, por lo que azote sin piedad sus dos nalgas. Al final aunque estaba descompuesta por la necesidad de correrse se paró y solo me dijo con voz mimosa que la dejara.
Entonces lleve mis dedos a su clítoris, era bien hermosa y se notaba sin problemas, le vinieron gemidos, tras gemidos. “Hasta que no me beses en la boca, no tendrás lo que quieres” y ella “compungida” me decía… “Eso no, cualquier cosa menos eso” . Quite mis dedos de su coñito y se lanzó sobre mi boca, pasó de no querer besarme, a meterme la lengua hasta la campanilla y comerme la boca en su totalidad. Coloque mi polla donde estaba antes y ella se rozaba hasta que se levantó un poco, para cogerla con su mano y ponerla en la entrada de su coñito, la deje y se sentó, soltando un buen resoplido. Agarre fuerte sus caderas y desde mi posición, subía y bajaba más rápido que ella, embistiéndola a tope, no tardó en correrse y me gusto sentir como se corría, lo hacía conteniéndose, hasta que no pudo mas y me gritaba agarrada a mi cuello… “Es maravilloso, DIOS… NO PARES… MAS FUERTE… AAAHHHHHHH… SIGUE SIIIIGUE… QUE ME VINE OTRA VEZ…”
Ahora ella era la que se movía con más fuerza, nuestros cuerpos sonaban y en el silencio en el que estábamos, se oía el chocar de los cuerpos, si Alfonso escuchaba, que seguro que estaría escuchando, esos sonidos eran inconfundibles. Se “lamentaba” de que su posición ideal era boca arriba o boca abajo, al no estar en una cama y los sillones ser tan pequeños no se podía. Me aparte le di la vuelta y la puse apoyada en el respaldo del sillón. Me puse a follarla de nuevo en esa posición, ella solo decía… “SIIIIII…” y parecía asmática, porque respiraba cada vez más fuerte. Su culo me encantaba, empecé a jugar con él y no decía que no, cuando estaba más animado follando su culito con mis dedos, me dijo… “Por ahí no, no tenemos ninguna crema ni nada… me da miedo sin nada” y le azote el culo con “rabia” mientras la empotraba sin descanso. Se corrió de nuevo y seguí follándola sin parar, pero no conseguí que se corriera una cuarta vez, porque estaba a punto y no me quería correr dentro. Ella se dio la vuelta, se puso a mamármela y le avise, solo por ser la primera vez, que estaba a punto de correrme, me sonrió y me dijo que le encantaba que le llenaran la boca. Pues no se habló más y tardé poco en correrme en su boca con la corta y perfecta mamada que me dio. Sí que sabía hacer una buena mamada. Cuando se acabó, se echó a reír y le pregunté. Mientras se levantaba y cogía su camisón, que no se lo puso me dijo… “Solo tres cosas… eres un portento físico, eres un portento follando y eres un super portento con esa corrida que te has pegado, que casi me ahogo, jajaja…” y no dijo nada más, se fue sin mirar hacia atrás.
Ni pastillas para dormir, ni melatonina ni nada de nada, un buen polvo es lo mejor. Me quede dormido en minutos. Me desperté pronto, me fui al baño que me habían indicado antes de acostarnos, donde me lavé los dientes y me duché. Cuando salí del baño, Alfonso y Luisa salieron de su habitación, Alfonso vestido y Rosalía con una bata corta y una toalla a la cabeza. Me dieron los buenos días y Alfonso me dijo… “¿Que eres más de churros o de porras?” le dije que de churros y él decía que se iba a por ellos, que así se despejaba del dolor de cabeza de la resaca. Quise acompañarle, la verdad que hice un pequeño amago y él me dijo que no hacía falta. Mientras Luisa iba a preparar un chocolate. No sabía si estaría arrepentida, aunque su mirada al vernos esa mañana no era precisamente de arrepentimiento. Me fui al baño nada más irse Alfonso, había visto un frasco de crema líquida de manos, me la eché sobre una mano y me fui hacia la cocina, en el camino cayó un poco en el suelo, me dio igual. Estaba de espaldas, metí mi mano y no llevaba braguitas, cambie de mano y le pase la que llevaba la crema. Inunde su culito con mis dedos.
Luis se apoyó sobre la encimera, no hablaba, abrió las piernas. Me abrí el pantalón y coloque mi polla en la entrada de su culito. Me costó un poco, no mucho, meter el capullo, me pare y fui metiendo mi polla poco a poco, mientras tocaba el coñito empapado. Hasta que ella provocando me dijo con la respiración agitada… “¿Qué estás esperando? Es que ya has perdido las fuerzas…” y me ponen cachondo las provocaciones, le metí toda la polla de una estocada, muy certera y profunda, tan profunda que se le escapó un gran quejido. Como decía Ray cuando se encontraba con una mujer excepcional… era una buena potranca, recibía las embestidas con placer y cuando se corrió la primera vez, lo hizo más sonoramente que la noche anterior. Estaba a punto de nuevo y sonó un timbrazo del portero automático, algo que por lo que se ve hacia Alfonso siempre y ella me pedía, gritaba… “VENGA, POR FAVOR HAZME LLEGAR, SIIIIII, QUE LLEGO, QUE LLEGO… AAAHHHHHHH…” , tuve que irme corriendo al baño. Porque aunque sabía que Alfonso subía a pie las escaleras, una costumbre que tenía de siempre, no quería que me pillara con los pantalones bajados, no por mí, por su mujer.
Oí desde el baño como entraba Alfonso, como le preguntaba a su mujer él porqué estaba tan roja y ella con toda su jeta le decía que era que le había dado una de sus taquicardias. Pregunto por mí y su mujer le dijo que en el baño. En la cocina había una fuente con porras y churros, junto con tres tazas grandes de chocolate humeante. Me encantan los churros y las porras. Empecé con unos churros y como nadie comía porras, Alfonso dijo… “Luisa… ¿No vas a comer porras hoy?” y ella dijo que sí. Me dio la impresión de que se la comía con voluptuosidad. No me había corrido, me había quedado cachondo y encima hacerme eso. Una vez que se dio la vuelta Alfonso, le hice un gesto con una de mis manos, que la iba a azotar. Me miró con más descaro e hizo como si mamara la porra. Sin esperarlo ni tampoco Alfonso por su cara, su mujer dijo… “Alfonso, estaba pensando llevar a Carlos a la casa del café, ya que le gusta tanto, para que se comprara alguno. Lo llevo en mi coche y luego vamos contigo” , Alfonso solo hizo referencia a que habrían a las diez de la mañana y ella con la misma jeta de antes le dijo que por eso nos esperaríamos en casa. Reaccionó diciendo que le parecía bien, aunque no lo decía muy convencido y luego nos recordaba que a las once habíamos quedado.
Fue oírse cerrar la puerta y en la misma cocina se quitó su bata, vino hacia mí y me desnudo en un momento. Se agarró a mi cuello y se alzó, colocando sus piernas alrededor de mi cintura, en esa posición empecé a follarla y solo decía que nunca la había sentido tan profunda, me decía que la llevara de esa manera a su habitación, mientras me comía la boca. Follamos como a ella le gustaba, en la postura del misionero, era verdad se puso más cachonda y “rabiando” de placer. Quería sentir la corrida en su boca. Después de correrse de nuevo y vaciarse, porque se vacío gimiendo, chillando y clavándome las uñas en la espalda, como mordiéndome un labio y dejándome una marca profunda. Era verdad que era una mujer “agotadora” una vez en harina, no paraba, pocas mujeres como esa se ven. Nos vestimos y nos fuimos a la dichosa tienda del café. Quedé maravillado al entrar, pocas veces vi tanta variedad de cafés. Compré varios kilos de distintos tipos de café y el que los vendía me dio una tarjeta, en cuanto se enteró que estaba de paso, para que si quería se lo encargara por teléfono o internet y me lo enviaba sin ningún problema.
Alfonso nos esperaba y llegamos casi a la hora, más prisa no nos pudimos dar y lo primero que me pregunto, fue por lo que me había pasado en el labio. Le di una excusa peregrina y nuestras miradas se entendieron, sin necesidad de decirnos nada. Nos despedimos después de la reunión porque regresaba a Valencia y quedamos que cuando regresara, les avisara para tomar algo y así quedamos.