18 primaveras
Laura es la hija de unos buenos amigos. Me llamó para hacer un trabajo en mi ordenador y aclarar algunas dudas que no quiso explicarme por teléfono.
18 primaveras
Laura es la hija de unos buenos amigos. Me llamó para hacer un trabajo en mi ordenador y aclarar algunas dudas que no quiso explicarme por teléfono. Me preguntó si estaba solo en casa y pareció alegrarse al saber que sí. Mientras la esperaba, pensé extrañado el porque de tal sorprendente visita.
No tardó demasiado, su casa estaba cerca de la nuestra. Abrí la puerta y no pude evitar un gesto de asombro al verla: vestía una camiseta muy ajustada y una falda cortisima que demostraba un bonito cuerpo, aquellos 18 añitos estaban bien puestos, muy bien puestos. Mientras la invité a entrar no pude evitar admirar su figura de arriba a abajo, estaba realmente muy buena. Mi repentino interés le encantó y me dio dos besos en las mejillas satisfecha por mi sorpresa.
Nos servimos dos refrescos y nos sentamos frente al ordenador, uno junto al otro. El espacio era reducido y apenas si cabían dos sillas en la mesa. Me explicó que su ordenador no funcionaba del todo bien y necesitaba escribir ese trabajo para el día siguiente. Sus preguntas eran constantes... ¿como va esto?, ¿que tecleo?, ¿porque no va eso?... pero yo apenas pude contestar pues perdí todo el interés por su trabajo y empecé a imaginar calientes y perversas historias con aquella jovencita. Mientras ella estaba centrada en el monitor, yo no perdía ocasión de admirar aquel espectacular cuerpecito: su pelo negro con media melena, su cuello esbelto, unos pechos redondos y respingones, de cintura estrecha y una ridícula faldita que dejaba ver unas piernas de piel tersa y morena, todo realmente apetecible.
La vergüenza me embargó por sentir tal deseo por aquella niña con cuerpo de mujer pero su proximidad me alteraba, sus gestos eran sensuales y provocativos, parecía encantada de despertar tal atención e intentaba exagerar sus movimientos para lucirse ante mi. Mi excitación iba en aumento y mis miradas se hacían cada vez mas descaradas. Me pareció que ella actuaba con falsa inocencia y era evidente que disfrutaba de mi nerviosismo.
Con la excusa de acceder mejor al teclado preguntó si podríamos sentarnos en la misma silla, sentada sobre mi. No dio tiempo a mi respuesta, antes de poder negarme la encontré sobre mis rodillas y siguió tecleando como si tal cosa. Aquello acabó por volverme loco. Bajo mi pantalón emergía ya un enorme bulto que vibraba excitado y ella, al notar mis molestias, fue acomodando su culito hasta dejar aquel inquieto paquete entre sus piernas. Me invitó a teclear partes de su trabajo y al rodearla nuestros cuerpos se rozaban inevitablemente. El disimulo dejó paso al descaro y empecé a manosearla cuanto pude. Ella acepto encantada mis atenciones y su cuerpo se relajó dispuesta a gozar.
Le aparte los cabellos a un lado y empecé
a besarle el cuello con dulzura y deseo. Intenté sacarle la blusa y ella alzó los brazos para ayudarme, invitándome a disfrutar de su desnudez. Que espectáculo!!!.. Reflejados en el monitor pude admirar dos hermosos pechos redondos, calientes, saltones... mis manos los acariciaron lentamente mientras fundimos nuestros labios en un acalorado y jugoso morreo. Mis caricias la hacían temblar y suspirar de placer, su piel era suave y muy caliente. Mientras nuestras lenguas jugueteaban alocadas mis dedos seguían el contorno de sus pechos, acariciaban sus pezones, rodeaban y apretujaban aquellas firmes y excitadas tetas. La acaricie más y más, recorriendo todo su cuerpo. Lentamente me metí bajo la falda y descubrí asombrado que no llevaba bragas y su entrepierna estaba chorreando de placer. Deje caer la falda al suelo, quedo toda desnuda para mí, dispuesta a gozar de mis perversas atenciones. Mis expertos dedos empezaron a juguetear en su coñito, empezó a gritar y jadear sin control. Me agarró un dedo de la mano y se lo metió en la boca, mirándome lujuriosamente. Mi mano siguió tocándole entre los labios de aquel húmedo conejito, acariciando con dulces círculos su exaltado clítoris. Unos instantes de locura, jadeos, gritos, una brutal sacudida la estremeció por completo en una corrida descomunal. Me besó profundamente, el brillo de sus ojos me agradecía aquel intenso momento de pasión. En un susurro me confirmó que nadie la había echo sentirse de aquel modo jamás, ¡¡¡me has vuelto loca!!!
Tras un breve descanso se levantó y empujó la silla bruscamente para hacerse espacio. Se arrodilló en el suelo frente a mi y lentamente me desabrocho el cinturón, la cremallera, los calzoncillos,...todo parecía molestarle. No pudo evitar una exclamación de asombro al ver su nuevo juguete: mi pene se alzaba ante ella totalmente erecto, enorme, brutal, tenso, deseoso de participar en la fiesta. Sorprendida y admirada, me miró muy satisfecha felicitándose de poder disfrutar de tan descomunal porra. Sin duda, aquella niñata jamás había visto nada parecido, acostumbrada a los pequeños rabos de los chicos de su edad. Tras un eterno lapso de contemplación, sus pequeñas manos se acercaron temblorosas a mi verga y empezó un juego de caricias que me enloqueció por completo. Con sorprendente habilidad me acarició la polla, los huevos, apenas si pudo rodear todo el tallo de mi chipote para agitarlo con firmeza. Yo gozaba alocadamente, mi pene temblaba excitado por tal abuso, aquella niñata me estaba masturbando con increíble destreza. Muy satisfecha por mi evidente disfrute, acerco su lengua y empezó a chuparme el cuerpo con maldad. Me besó las piernas, la cintura, los testículos... todo sin dejar de menearme el rabo como una zambomba. Mi capullo parecía reventar, sonrosado y brillante como una enorme seta rojiza y no tardó en tragárselo entero con deseo. Chupaba y chupaba con fricción, satisfecha como una niña con su helado preferido. Yo estaba viendo las estrellas, apunto de explotar, pero a ella no parecía importarle, seguía enjugándome todo el capullo mientras me agitaba el pene acompasadamente. Sus ojos me miraban con aire triunfal, segura de tenerme totalmente dominado. Le rogué que parara pero no me hizo caso, no pude aguantar más. Ahhhhhh!!!... brincando sobre la silla me corrí en brutales sacudidas, llenando su boca y su cara de semen. Ella estaba feliz, satisfecha de su trabajo, encantada de darme de placer. Siguió chupando y chupando, hasta devorar la última gota de esperma. Su mirada me confirmó que no estaba dispuesta a darme ningún tipo de tregua.
Sus caricias no cesaban, no me dio de descanso alguno, y mi pene agradecido se le mostraba totalmente erecto y dispuesto a seguir dando guerra. Sin mediar palabra, se levantó sin soltar mi verga y se la acomodó entre las piernas, sentada de rodillas sobre a mi. Su coñito estaba chorreando de nuevo, ardiente y dispuesto a gozar. Mi sorpresa iba en aumento, aquella jovencita empezó a pasearse el capullo entre los húmedos labios del coñito con una destreza que me convenció de que tenía mucho más de gatita que de virgen. Nos fundimos en un acalorado morreo mientras mi polla empezó a entrar en sus entrañas. Se estremeció de placer al sentir aquella enorme vara en su interior, que entraba y salía lentamente para abrirse camino. Aquello acabó por volverla loca del todo y susurró levemente... ¡¡¡¡es enorme, me estas rompiendo, follame, follame toda!!!... ¿quien se iba a negar?, yo desde luego no. La abrace agarrándole el culo con ambas manos y la obligue a cabalgarme. Mi polla entraba y salía disfrutando del calor de sus labios vaginales, a cada golpe de mi capullo en sus entrañas ella gritaba loca de placer, sintiendo lleno su interior. Su piel quemaba y al tacto de mis caricias se estremecía agitada, no paraba de gritar escandalosamente. Mis envestidas fueron ganando ritmo, mis manos la manoseaban con locura, nuestras lenguas jugueteaban con desenfreno. Todo su cuerpo empezó a temblar sin control y empecé a joderla frenéticamente. La corrida fue mutua y brutal, mi polla le explotó por dentro y ella, al sentirla tan dura y voraz, gritó con todas sus fuerzas y se corrió también junto a mi, encharcándome el rabo, los muslos, la silla, aquella niña tenía un manantial entre las piernas.
Nuestros cuerpos temblaban de placer. Reposamos exhaustos durante un tiempo, besándonos con levedad, podía sentir el frenético bombeo de su corazón. Sus ojos reflejaban un agradecimiento infinito, aquella niña se había sentido mujer "de verdad" por primera vez en su vida y me prometió otras muchas tardes de pasión y lujuria que yo acepté encantado. Era ya tarde, mi mujer debía estar a punto de llegar, y me ofrecí para acompañarla a su casa. Mientras ella se vestía me quede reposando en la silla, disfrutando del espectáculo: su cuerpo era escultural, sus curvas eran perfectas, aquella juvenil silueta lo tenía todo muy bien formado. Mentiría si dijese que a mi pene no le hubiese gustado librar una última batalla.
Jamás olvidaré aquella primera experiencia pero hoy esta absurda relación todavía continúa. Sus padres son unos buenos amigos y solemos quedar muy a menudo en reuniones, cenas, salidas, etc. Ella y yo seguimos disfrutando de nuestros cuerpos en secreto, aprovechando cualquier rincón para joder como locos. Esta niña me ha dado más placer que el resto de mujeres con las que he tenido sexo, y no son pocas. Debe ser el morbo de lo prohibido, no lo sé, pero siempre nos excita jugar con el riesgo de esta relación imposible. Lo más difícil es tenerla junto a mi en una reunión, evitar desearla, hablar con ella como si de una jovencita y no una amante se tratará, es realmente complicado aunque... ya hemos hecho mil locuras de difícil explicación: manosearnos en el asiento de atrás del coche de su padre, follarnos en la piscina de mi casa con toda la familia presente, cabalgar sobre la taza del water de su casa mientras los demás dormían, masturbarla con los pies bajo la mesa en una cena de familia e incluso correrme en su boca en mi propia cama mientras mi mujer dormía a mi lado. Hoy incluso tiene novio pero dice textualmente que "no se puede comparar", el juguetito del niñato ni la llena ni se mueve como su polla preferida. Es sexo, es vicio, es una historia que sin duda acabará mal.