18 años de vicio

Tenía sólo 18 años, pero el cuerpo de una mujer.

Le devolvió a la realidad el ruido de cristales rotos y el brusco movimiento de su cuerpo. Parpadeando como recién despertado, se dió cuenta de lo que había ocurrido, mientras veía como el conductor del coche de delante se bajaba del auto con cara de pocos amigos.

  • Pero, hombre, ¿es que no ha visto que he frenado?. ¿Qué estaba mirando?. -

Se reprimió las ganas de contestarle la verdad. ¿Qué que estaba mirando?... estaba mirando directamente al cielo. El cielo debía tener unos 18 años. Era alta, morena y con carita de ángel. Sus nalgas, embutidas en un ajustado pantalón vaquero, se adivinaban perfectas bajo la tela, suaves, tersas, sin defectos como sólo los culos adolescentes pueden ser. Un top ajustado dejaba ver un vientre plano, un ombligo que atrapaba la mirada igual que un agujero negro lo atrapa todo. Por el borde del vaquero asomaba la goma de un tanga negro. Los pechos bailaban acompasados con los movimientos de sus estrechas caderas, libres de toda sujección, marcando pezones en el top, del tamaño de dos jugosas peritas, llamando para ser comidas. Tenía un cuerpo perfecto, joven, virginal, pero de mujer de los pies a la cabeza.

Pero no era sólo su cuerpo lo que había atrapado su mirada y su mente. Era la increíble combinación de esa carita de ángel, de niña inocente y ese cuerpo de curvas mareantes. Era como si aún luchara por hacerse mujer y se revelara contra el destino manteniendo su apariencia de niña en el rostro, mientras que su cuerpo delataba que lo tenía ya todo para ser mujer. Simplemente, era perfecta, preciosa. Y ella lo sabía, por sus miradas, sus movimientos y su ropa.

Arregló el seguro pidiendo disculpas al otro conductor. Ella seguía allí, con sus amigas, observándo divertidas el incidente. Le miraban curiosas y pícaras. Tuvo que ponerse de espaldas a ellas para controlarse. Él tenía ya años como para saber que era un fruto prohibido, un sueño que ya no podría cumplirse. Llegó a casa cansado, malhumorado, triste. Cenó en silencio, sin hablar con su mujer hasta que se acostó. Entonces pudo conectarse a internet y buscar páginas dedicadas a "teens" o adolescentes, mujeres con aspecto de niñas, de pechos pequeños, culitos sin estrías y vientres planos, que se mostraban tentadoras pidiendo aprender de un hombre todos los secretos del sexo. Se masturbó dos veces y se fue a la cama.

El día transcurrió como siempre. Aburrido, largo, rutinario. No fué hasta la vuelta a casa hasta que no recobró el sentido. Caminando por la acera iba ella con sus amigas, sin duda saliendo del instituto. Hoy llevaba una minifalda que dejaba al descubierto unos muslos perfectos, unas piernas lisas y brillantes. Tuvo que recordar el episodio del día anterior y concentrarse en la conducción.

Transcurrieron varios días sin coincidir, aunque se esmeró en salir a la misma hora. Había comenzado a masturbarse mucho. Cada vez que podía miraba imágenes de jovencitas desnudas, tratando de buscar morenas parecidas a ellas y, cuando encontraba alguna con cualquier parecido, se masturbaba hasta tener un orgasmo que lo dejaba mareado, sin aliento.

Llegó el fin de semana y la ineludible compra semanal. El supermercado, como siempre, repleto de gente. Al menos podía mirar los culos de las mujeres mientras compraba. Iba solo, pues en el reparto de tareas del hogar la compra le tocaba a él. Se encontraba comprando los artículos de higiene personal cuando divisó, entre dos estantes de gel de baño, un culazo de impresión. Estaba embutido en unas mallas color carne, lo cual hacía volar, si cabe, aún más la imaginación. Un tanga se marcaba en el centro para completar el regalo a la vista. Era un trasero impresionante, de jovencita, respingón. Levantó la vista para comprobar como estaba el resto y se quedó pasmado al ver que era ella, la niña del accidente. Preciosa, con su carita de angelito, de niña buena... pero con esa mirada de saber ya muchas cosas. Se quedó embelesado, mirandóla alternativamente a la cara y a la entrepierna, tan marcada en las ajustadas mallas que parecían verse los labios de su coñito. Levantó la mirada una vez más al rostro de la joven para ver esa carita. Pero esta vez ella no estaba distraída en las compras, había captado su mirada y sus ojos apuntaban directamente a él. Durante un segundo aguantó la mirada de ella. Ella sonrió y él, rojo como un tomate, bajó la mirada muerto de vergüenza.- Ya está, ahora estará pensando "mira el tío este que podría ser mi padre mirándome como un salido" .- Pensó avergonzado. Para remate una voz en su conciencia le susurraba "estás casado, eres mayor que ella... ¿qué pretendes, idiota?".

Ella continúo comprando y él hizo lo mismo, dirigiendo una furtiva mirada a ese cuerpo antes de separarse por el centro comercial definitivamente. Se cruzaron un par de veces. Juraría que ella le miró, pero se imaginó que sería intentando recordar de qué le sonaba su cara.

Cuando el carro de la compra estuvo completo, se fué hasta una caja, la que parecía menos llena de gente, aguardando a que el inútil de turno vaciara su carro. Mientras esperaba le llegó un aroma a champú y crema, a jabón y rosas. Tenía una mujer detrás, sólo ellas podían oler asi de bien. Actuando con coquetería se subió el pantalón, para que le quedará ceñido al culo, porque sabía (alguna mujer se lo había dicho), que tenía un buen culo. Disimulando con el móvil se giró lo suficiente para comprobar si había tenido suerte y detrás había alguna mujer que estuviera buena.

Y allí estaba ella. ¡Dios!, de cerca era todavía más guapa, con esos ojazos oscuros, esa sonrisa de ángel, ese cuerpo de morirse.

  • Hola.- ¡Ella le había saludado!. ¡Ella!. ¡A él!. Conteniendo su vergüenza y excitación, con el corazón bombeando a 300 pulsaciones por minuto devolvió el saludo con una sonrisa, incapaz de hablar sin tartamudear.

  • ¿Qué tal el coche?.- Vaya, asi que eso era. Le recordaba por el accidente. Se relajó lo suficiente para poder hablar. Dios, qué guapa era.

  • Bien, bien... no tenía nada, un faro roto. Iba muy despacio y estaba distraído.

  • Ya, me imagino. A mi novio casi le pasa lo mismo el otro día por mirar la radio.- La frase le llegó como una bofetada en pleno rostro. Su novio. "Pues claro, idiota, qué esperabas. ¿Tú crees que una tía que esté asi de buena no va a tener novio?", pensó. Los pensamientos circulaban por su cabeza a toda velocidad, casi dando vértigo "No parezcas un salido, mira a la cara. Seguro que el novio se la folla. Es una niña, ¿pero qué hace?. Joder que tetitas más ricas tiene. ¡Mirála a la cara!. Te recuerdo que estás casado".

Le salvó de volverse loco en un instante el hecho de que la cola avanzara y le tocara vaciar su carro en la caja.

  • Me toca pagar.- Pudo decir a modo de adiós. Comenzó a vaciar el carro en la caja. Ella, que sólo llevaba una cesta con un par de cosas, le ayudó con algunos de los productos, y él respondió con un escuetos "gracias", acompañado de una sonrisa, a cada una de las veces que ayudó.

Empezó a estar realmente nervioso. Ya sólo quería pagar y largarse de allí. Era extraño pero la jovencita le daba miedo. Tuvo mala suerte, pues mientras el terminal de la tarjeta de crédito escupía el recibo para ser firmado, la cajera, para ganar tiempo, cobró a la joven los pocos productos que llevaba. Una vez firmado, empujó el carro hacia la puerta.

  • Oye, perdona. - ¡Otra vez ella!. Pero.. ¿qué quería?. "Por favor déjame, no me calientes más".

  • ¿Tú vives en Vistasierra, verdad? .- "Vistasierra" era la urbanización colindante a su casa. No vivía allí, pero si a unos escasos 50 metros, como le hizo saber a la jovencita.

  • ¿Me puedes llevar?, es que no quiero cargar con todo esto yo sola.- Vaya, asi que eso era. Típico de las niñatas que saben que están buenas. Utilizan sus encantos para aprovecharse de los tíos. Por eso tanto interés y tanta sonrisa. Bueno, total, le pillaba de paso y no le costaba nada. Además podría echar una miradita al cuerpo de la chica y animarse el viaje. Bajaron al garage casi sin hablar, lo justo para presentarse. Ella se llamaba Silvia. LLegaron al coche y cargaron la compra de él en el maletero, quedándose ella con la bolsa de la compra de la mano. Entraron en el coche y arrancaron camino a casa.

  • Menos mal que me llevas, porque no tengo abono transporte de este mes e ir cargada con las bolsas es un coñazo.- El camino transcurrió hablando de naderías. Ella dijo que le gustaba mucho su coche. El dijo que corría demasiado y que pensaba cambiarlo por uno más tranquilo. Ella se rió de esto, afirmando que si su novio oía eso no se lo creía, porque conducía como un loco. Le preguntó si tenía hijos.

  • ¿Y qué tal es eso de estar casado tan joven?. Yo es que no pienso casarme.- Se rió con gusto. Primero porque le había llamado joven. Y segundo por lo rotundo de su afirmación acerca de no casarse.

  • Bueno, eso de no casarse lo decimos todos, hasta que llega la hora y todos y todas pasamos por el aro.

  • No sé... yo creo que yo no me voy a casar. Es que, eso de estar por siempre con un mismo tío. Yo es que he engañado a todos mis novios. ¡Hay tantos tíos buenos que quedarme con uno sólo me da pena!.- Él volvió a reir la ocurrencia de ella.

  • Bueno, ya sabes el dicho "casado pero no capado", me imagino que también vale para las mujeres. - Mientras hablaba con ella apartaba la vista de la conducción tan a menudo com le era posible. No tanto por mantener la conversación como por admirar aquella carita de ángel y, de soslayo, su escote, bien marcado el canalillo entre sus redondas peritas, sus muslos contorneados, su cinturita... era una locura de cuerpo y cara.

El tráfico estaba como siempre, por lo que el viaje se alargaba. Siguieron hablando animádamente acerca de la vida,él del trabajo, ella del instituto, él de su próximo destino de vacaciones, ella de la próxima excursión, él de su jefe, ella de su tutor. Mientras hablaba, seguía mirando su cara y cuerpo y disfrutando del aroma que le llegaba. Llegaron al último semáforo antes de la casa de Silvia. Se quedaron en silencio. Él triste porque aquello significaba un adiós, seguramente definitivo, ella como pensativa. Rompió el silencio una frase de ella, brutal, que le llegó junto a una oleada de sangre a la cara y una patada de su corazón en el pecho.

  • Quiero que me folles.- Asi, lo dijo sin reparos, directamente, mirándole a los ojos. El coche daba vueltas alrededor suyo. No había nada más, sólo ellos dos y el coche. El mundo estaba detenido.

  • ¿Có-Cómo has dicho?.- Incrédulo, estupefacto, con los ojos abiertos. Era la viva imagen de la sorpresa. Tenía que haber oido mal. Una cosa tan bonita, tan elegante y fina como aquella niña no podía haber dicho eso.

  • Estoy sola, mis padres están en Cádiz de vacaciones. Sube y folláme.- No había sido una aluncinación. No era un sueño. Aquello era real. No le hizo falta pellizcarse por que ella alargó el brazo para agarrar su paquete. Cerró la mano en torno a su bulto, con la presión suficiente para hacerle el daño justo que provoca placer. Los minutos siguientes simplemente no transcurrieron. Como un zombie aparcó el coche, se dejó llevar de la mano por aquella zorra con piel de cordero. Ella disimuló al cruzarse con unos vecinos, saludando educadamente, como buena niña. Abrió la puerta de su casa y entrando primero le esperó a un lado, sujetando la puerta para cerrarla en cuanto entró.

Dentro de la casa no llegó ni a pasar del recibidor. Silvia se acercó. Él la recibió con los labios entreabiertos. Sus labios se juntaron y la lengua de ella entró en su boca. Su boca sabía fresca. Las manos de él bajaron por su estrecha cintura hasta sus firmes nalgas. Como había pensado, estaban firmes y duritas, bien redondas. Agarró como para levantarla a pulso, cogiendo bien fuerte su culo para apretarlo y estrujarlo. Al mismo tiempo, su boca bajó hasta el delicioso y blanco cuello de ella, lamiendo, absorviendo, chupando, mordiendo la suave piel. Ella lanzó un primer gemido y exclamó "No puedo más, tengo que chupártela".

Se arrodilló delante de él y con destreza le abrió la cremallera del pantalón. Con ansias de auténtica zorra le sacó la polla. Lanzó un sonoro "¡Joder, qué polla tienes!" cuando la tuvo frente a su cara. Miró hacia arriba y entonces el tuvo un espasmo. Al ver esa carita de niña con una polla en sus manos, tan cerca del angelical rostro, no pudo menos que mover la cadera para incitarla a que chupara. Agarrándo a Silvia de la cabeza con las dos manos, la acercó a su polla diciendo "Cométela, por favor, cométela". No tuvo que hacer mucha fuerza, pues ella, abriendo la boca exageradamente, se metió su polla en la boca hasta el fondo de la garganta. Se la metió entera, sin dejar de mirarle a los ojos con cara de estar gozando. Notó como la punta de su polla rozaba la garganta de ella. Temió que se atragantara e intentó retirar un poco la polla. Silvia le agarró el culo y no sólo se lo impidió, si no que hizo más fuerza aún para que los últimos milímetros libres de su polla entraran en su garganta. Él gimió de gusto cuando ella, ya sin aire, retiró la cabeza hasta la punta de su nabo, que quedó cubierto de saliva por la brutal chupada. Ya sin miramientos, agarrando fuertemente su pelo y ayudado por un embite de su vientre, volvió a meter la polla hasta el fondo de la garganta de la adolescente, que gimió de gusto al sentirse violada por la boca. Sacó la polla hasta el borde de nuevo y repitió la follada de boca. Ella emitía ruidos con la garganta, tragaba todo lo que podía y además notaba como su lengua se movía dentro de su boca intentando lamer. La saliva comenzó a escurrirla por la barbilla y a mojarla los bordes de los labios. Siguió con el bombeo en su boca, a veces la sacaba y la metía muy seguido y rápidamente, otras la metía tanto que la nariz de ella se aplastaba contra su vientre, haciendo fuerza con el culo y las manos para metérsela hasta el fondo de la garganta y allí la dejaba unos segunods. Y ella seguía mirandóle con esa carita de ángel, de niña buena, lanzando gemidos de placer. Intentó separarse de ella al notar el orgasmo próximo, pero de nuevo no le dejó. Silvia supo que él estaba cerca de acabar y en lugar de parar empezó a mover la cabeza por su cuenta, sin necesidad de que él la atrajera hacia si, gimiendo cada vez más fuerte, acompañando los gemidos de él, que ya casi eran gritos. Como un animal metía la polla en la boca, sin preocuparse de hacerla daño, porque sabía que ella estaba gozando igual que él y que le gustaba ser tratada asi. Con gritos de gusto comenzó a lanzar los chorros de semen en la garganta de ella. Miró hacia abajo para ver la escena y pudo ver a Silvia, con los ojos en blanco de gusto, con su polla metida hasta el fondo de la garganta, lanzando gemidos guturales de placer mientras veía en sus mejillas los movimientos y esfuerzos por tragarse toda su corrida. Continúo corriéndose, como nunca lo había hecho, en la boca de la adolescente que ahora también se retorcía en espasmos, con su propio orgasmo, mientras se afanaba en tragar toda la descarga. Ella siguió chupando cuando él ya había terminado de lanzar semen, esperando recibir alguna última gota. A veces era él el que tenía un último espasmo de placer, a veces era ella la que tenía un escalofrío y sin querer se metía la polla aún más en su garganta.

Por fin se separó de ella. La imagen parecía sacada de alguna web porno. Ella con la carita de niña y manchada la barbilla y los bordes de los labios de semen y saliva. Me miró con su carita inocente y poniendo ojos de viciosa se relamió hasta quedarse con la cara bien limpia.

  • Joder, ¡qué corrida!. Nunca me lo habían chupado asi...

  • Y yo nunca me había corrido chupándosela a un tío.- Se rieron con esta última frase y ella se levantó. Él la besó en la boca notando su propio sabor. A pesar de haber acabado hacía escasos segundos, volvió a sentir deseo cuando la abrazó y notó su cuerpo entre sus manos. Besándola apasionádamente, estrujo su pecho con la mano derecha, mientras la izquierda frotaba su coño por encima de las mallas, metiendo el dedo entre sus labios, y agarrándolo fuerte con tada mano.

  • No vayas a creer que he acabado contigo. Todavía me queda cuerda para rato.

  • Menos mal... .- Respondió ella con una sonrisa picarona. Le guió hasta su cuarto mientras él, atraído como un imán, no paraba de sobar su culo por el camino. Llegaron a la habitación de ella, decorada con posters de ídolos juveniles que le hicieron recordar que estaba con una adolescente. Sin separar sus labios él se fué quitando la ropa, ayudado por Silvia, que ansiosa quería verle desnudo. Intentó que ella se quitara ropa al mismo tiempo, pero no le dejó apartando sus manos de su mallas.

  • Espera, sientáte en la cama, quiero desnudarme para ti.- Obediente se sentó, ya desnudo del todo, en la cama, dispuesto a disfrutar del espectáculo. Ella se puso frente a él. Sus pechos marcaban bien los pezones. Por efecto del sobe que él había propinado a su coñito, tenía las mallas bien metidas en el coño, que se dibujaba en ellas. Le miró con una sonrisa tímida de niña pequeña avergonzada y comenzó a quitarse la parte superior de su ropa. Sus pechos aparecieron redondos, algo pequeños, como peras, con un pezón oscuro. Apuntaban hacia arriba y eran toda un invitación a metérselos enteros en la boca y chuparlos, estrujarlos con las manos, frotar la polla contra ellos... Consciente de que toda la atención de él se dirigía hacia su pechos, ella se los agarró, estrujándolos, dirigiéndolos a su boca y sacando la lengua para lamerse con la punta el pezón. Se giró y se puso de espaldas, dejándole admirar su espalda de piel rosada, su culo bajo las mallas, su cuerpo de proporciones perfectas. Girando la cabeza para mirarle comenzó a bajarse las mallas con una sonrisa pícara, de niña mala. Su culo, cubierto por la fina tira de tela de un tanga color carne, apareció ante él. Era, simplemente, perfecto. Las nalgas bien redondas, lisas, sin ningúna marca, enhiesto, firme, suave. El mejor culo que había visto en su vida. Cuando se agachó para quitarse las mallas por los pies, la redondez de su culo resaltó. Estaba para agarrarla por detrás y hacerla de todo. Además su chochito apareció entre sus nalgas, bien marcado bajo el tanga, como una deliciosa hamburguesa que pide ser comida, un trozo de carne abultado entre los dos panes de sus nalgas.

  • Ven, no te quites las bragas. - Ella obedeció y se tumbó en la cama junto a él. Nuevamente tenía esa carita de ángel, con sus ojos oscuros, su boquita temblando. Pero más abajo su cuerpo no dejaba dudas. Aquello era una mujer. Sus pechos se mantenían apuntando hacia arriba, como rellenos de silicona. Los pezones le miraban retándolo. Se tumbó sobre ella, enroscando las piernas. Todo su cuerpo tocaba el de ella. Cada centímetro de su suave piel era cuebierto por él. Era puro terciopelo. La besó, metiendo la lengua. Bajó por su cuello, haciéndola retorcerse de gusto. Siguió jugando, con la lengua fuera de la boca, lamiendo hasta llegar a un pecho. Lamió el pezón, que se puso aún más duro al notar el contacto de su lengua. La escuchó gemir de nuevo cuando agarrando el pecho con su mano lo estrujó mientras lamía el pezón. Lo mordisqueó y se lo metió cuanto pudo en la boca, haciéndola estremecerse de placer. Repitió todo con el otro pecho, y los gemidos de Silvia subieron de tono. Bajó hasto su suave y plano vientre, lamiendo toda la fresca seda de su piel. Se entretuvo en el ombligo, haciéndola cosquillas. Bajó hasta sus muslo, bien firmes y suaves como todo su cuerpo. Los acarició y besó, mordió y lamió. Colocó una mano en cada pecho, estrujando, y empezó a lamer por el borde de su pubis, alrededor del tanga. Se moría por ver su coño, el color de su vello, su clitorís... pero quería que ella lo deseara. Y no tardó, porque con voz suplicante, ronca, retorciéndose le suplicó "Por favor, ya... comémelo ya...". Se incorporó, teniendo una visión completa de ella tendida en la cama, con su pelo moreno esparcido por la almohada. Agarrando el tanga con ambas manos lo deslizó por sus caderas. Tenía el pubis rasurado. Sólo un fino hilo de vello negro indicaba el camino al paraíso. lo siguió con la mirada mientras terminaba de bajar el tanga. Tenía un coñito precioso. Era como el de una niña. Los labios juntos, no sobresalían nada. A este efecto ayudaba el hecho de que apenas tenía vello de no ser por el hilillo central. Ella puso una de sus hermosas y largas piernas en el hombro de él. Nuevamente sacó la lengua y, agarrándola del pie, fue lamiendo pierna abajo, por sus suaves gemelos, sus muslos... hasta llegar a su coñito. Olía delicioso y no pudo esperar más. Abriéndolo con ambas manos pasó la lengua apenas rozándolo, lo suficiente para que ella se retorciera en la cama. Notó como ella se incorporaba para verle como se lo comía. Le pasó las manos por la nuca y le atrajo, ardiendo de deseo, hacia su entrepierna. Aquello fué la señal que él esperaba y, sin esperar un instante, se lanzó a comerle su delicioso y cerrado coñito como un bestia, como si comiera un trozo de carne, con la boca bien abierta para acapararlo todo, haciendo círculos con la lengua, frotando sus labios con los de su coño, metiéndo la lengua en su agujero, lamiendo para, al fin, dirigir la lengua hasta su clítoris, que mordió, estrujó, chupó... Ella gemía, atrayéndole con las manos hacia él, moviendo las caderas para dirigir la lengua de él al lugar preciso. Gritaba de gusto.

Siguió lamiendo su clítoris y, mientras una mano seguía estrujando uno de sus pechos, la otra se introdujo en su coñito. Estaba muy mojado, y no sólo de su saliva. Y muy apretado. Empezó a masturbarla con el dedo si dejar de lamer. Ella se agitaba y retorcía de gusto. continúo, acelerando los lametones y el movimiento de su dedo a medida que notaba que los gemidos de Silvia crecían. Pronto ella se encorvó, levantando su cabeza de la almohada. Sus manos estaban en la nuca de él y, haciendo fuerza, le atrajo a su coño aún más, para que su boca estuviera completamente pegada a su coño. Entendió que ella se corría y lamió como un poseso mientras metía dos y tres dedos en su coño. Ella empezó a gemir, gritar y quedarse como sin respiración, hasta que en silencio, emitiendo solo sonidos guturales, empezó a soltar chorros de un líquido viscoso por el coño, empapándole la cara. Mientras se corría metió cuatro dedos en el coño de Silvia y, subccionó el clitorís con toda la fuerza de sus pulmones mientras la lengua lo recorría.

Se quedó jadeante en la cama, con escalofríos de placer. Él se puso de pie, con una nueva erección casi dolorosa. La cotempló asi, completamente desnuda, con sus piernas separadas, con el coñito chorreando. La agarró de la cabeza y la dirigió hacia su polla, que ella empezó a chupar con ganas.

  • Ponte de pie, ven aqui. - Ella obedeció al instante. La puso mirando a la ventana, con las manos sobre el escritorio. Entre sus dedos se veían hojas con apuntes de alguna asignatura del instituto. La ventana, con la persiana echada y las cortinas abiertas, reflejaba su cara y sus senos, que colgaban como un racimo de frutas exquisitas. Separó ligeramente sus piernas y dirigió su polla hacia el coño.

Sin esperar, sin avisar, en cuanto hubo enfilado el agujero del coño la metió hasta el fondo, haciéndo que gritara de gusto y de dolor-placer. Agarró fuertemente sus caderas y comenzó a follar a aquella putita. Sus embestidas eran fuertes, la tenía bien agarrada por sus caderas. Veía su polla aparecer entre la raja de sus nalgas y hundirse en ella hasta que su vientre soltaba una palmada al chocar contra su culo. Vió que ella ayudaba empujando las caderas hacia atrás, por lo que agarró un pecho con su mano. Siguió embistendo, notando su polla entrar en el prieto agujero, mientras ella gemía y murmuraba "Asiii, metémelaaaa, que polla tienesss, Dios qué gusto, qué polla tieneeesss". Ahora era él el que dominba la situación, como le demostró cuando su mano soltó su pecho y la agarró del pelo, tirándola lo junto para que ella sintiera placer y dolor. Miró otra vez hacia abajo y al ver la perfecto forma de su culo no pudo resistirse. Quitó la mano de su cadera y se la llevó a la boca, chupándose un dedo. Lo llevo hasta el culo de ella, acariciando sus nalgas y, aprovechando que ella echaba el culo hacia atrás para recibir su polla, se lo metió en el culo hasta el nudillo.

  • ¡Ayyyy!... ¿qué me haces...?.... por ahi...no...no...si.- Gimió ella, protestando pero sin mucha convicción, pues no detuvo ni un momento sus embestidas para seguir recibiendo polla y, ahora, también dedo, bajando el tono a medida que su ano, evidentemente virgen, recibía cada vez más dedo. El efecto del dedo en su ano la hizo aumentar los gemidos y el ritmo de su cuerpo. Estaba gozando por los dos agujeros a la vez por primera vez en su vida. Justo cuando empezó a sentir que no aguantaría mucho más, los movimientos de Silvia se hicieron más y más fuertes, moviendo el escritorio que golpeaba contra la pared. En el espejo se veía su cara, de absoluto placer, con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás. Aumentó el tono de sus gemidos.

  • Me, me corroooooo... otro dedo...méteme otro dedo. - Suplicó. Obediente metió no uno, sino dos dedos más, lubricados por los escupitajos que había ido lanzando al orificio mientras la follaba. Silvia recibió los dos dedos brutalmente metidos en su ano con un grito, que si bien indicaba dolor, también era sinónimo del placer que había sentido. Notó como ella se corría, apretando el orificio del ano entorno a sus dedos, su coño alrededor de su polla, echando su cuerpo hacia atras para recibir la polla hasta los huevos y los tres dedos hasta la mano. Siguió así, aunque se había corrido, un rato, para asegurarse que no la quedaba nada de placer por recibir. Se separó de ella, que se giró para besarle abrazándole. Nuevamente apareció la niña, de cuerpo de mujer y sonrisa pícara.

  • Me ha gustado mucho... sobre todo lo de los dedos.... siempre había querido probarlo..-

  • Pues ahora lo vas a probar del todo.- Contestó el sonriendo.- Silvia se estremeció y parecía auténticamente una niña pequeña cuando preguntó, con su más inocente carita "Entonces... ¿me vas a abrir el culo?". Sin mediar palabra la hizo ponerse a cuatro patas, con la cabeza en el suelo. En esta postura podía contemplar ese culazo, perfecto de formas, suave y firme. Ella apoyó la cabeza girada en el suelo. "Por favor...quiero que me duela, reviéntame el culo...". Mientras estrujaba sus nalgas con las manos le ordenó que se las abriera con las manos. Ella asi lo hizo, quedando apoyada en el suelo únicamente por la cara y las rodillas. Iba a darle lo que pedía, asi que dirigió su polla, gorda tras la follada sin correrse, hacia el pequeño agujero. Estaba dilatado por efecto de los tres dedos, pero no lo suficiente para esa polla, asi que escupiendo de nuevo en él, empujó con todas sus fuerzas, aplastando la cabeza de su polla contra él, haciendo que tomara la forma de un champiñón. Ella gritaba "Más fuerteee, asiiiii, ayyyyyy, rompémeloooo...más fuerte, metemélaaaa".

La polla entró de repente, casi hasta la mitad. Silvia gritó de dolor y él dió un nuevo empujón, para meterla hasta el final, en el apretadísimo agujerito, hasta que sus cojones rozaron con el vientre de ella, que desde el suelo gritaba "asiiiiiiii, me dueleeee, siiiii, sigueeeeeeeeeeee". Animado por ella sacó la polla hasta la mitad de su longitud y volvió a clavarla con fuerza. Y lo hizo de nuevo. Y otra vez más, aumentando el ritmo y la fuerza, destrozando áquel culo, agarrándola de las caderas hasta casi levantarla, apretando tan fuerte que veía su carita de niña frotando el suelo. "Me corroooo, Diooooos, me corrooooo", gritó ella recibiendo la polla de él cada vez más fuerte y rápido. Siguió al mismo ritmo mientras ella tenía los últimos estertóres de orgasmo. Notó que se venía y sacando la polla mientras decía "Me corrooooo" ella se dió la vuelta rápidamente. Esta vez no se metió su polla en la boca, si no que, sacando la lengua fuera, empezó a masturbarlo con fuerza, esperando los chorros de su semen, que no tardaron en llegar. La corrida de él fué bestial, espesos chorros brotaban de su verga, a pesar del reciente orgasmo. Algunos mancharon la cara de Silvia, su frente, sus ojos, su nariz, sus mejillas. Otros, los más espeso que brotaban con menos fuerza, fueron directamente a su lengua, donde quedaban colgando, escurriendo hasta caer sobre sus pechos. Siguió maturbándole hasta asegurarse que no le quedaba ni una gota de semen en su cuerpo. Su carita y su pechito de adolescente cubierto de semen.

Se ducharon despues de beber agua, jugando como dos chiquillos en la ducha. Se vistió y se sentó en el sofá donde ella esperaba vestida con una camiseta y unas braguitas.

  • Ha sido el mejor polvo de mi vida.- Dijo él, casi avergonzado de la confesión.- Nunca he conocido a una tía que folle como tú.

  • Yo tampoco había encontrado a un tío que supiera hacerme todo lo que quería... sabía que tú eras lo que buscaba, por eso tenía tantas ganas de follarte.

  • O sea que esto ya venía de antes...

  • Pues claro.. ¿no ves que sabía que vivías cerca?. Desde el primer día que te ví tenía ganas de follarte.

  • ¡Ja,ja,ja,ja!. Lo mismo me sucedió a mi contigo. Es que... ¡mira que estás buena!.- Dijo mientras no podía evitar pasar sus manos por las tetillas marcadas en la camiseta.

  • Yo te veía con tú mujer y me daban unas ganas locas de traeros a los dos a casa.

  • ¿A los dos?. - Dijo él sorprendido. Ella le miró abriendo los ojos, como el niño al que acaban de pillar en una mentira. Con la duda en los ojos, balbuceante, le dijo.

  • Si, bueno... tu mujer, está muy buena, con esas tetas y ese culo... es que algunas mujeres también me gustan... y la tuya... pues si.. y como tú también... pues, no sé, me masturbaba imaginandónos a los tres.

Se despidió un rato después. Cuando entró al coche éste olía como el supermercado, pues la compra llevaba horas en él. Por suerte su mujer no estaba en casa.

Recorriendo los pocos metros que había entre su casa y la de Silvia no podía evitar dar vueltas a la cabeza. No podía evitar pensar cómo demonios iba a hacer que su mujer, a la que no le gustaban las mujeres, quisiera hacer un trío después de enterarse que le había sido infiel.