16 dias cambiaron mi vida 9 y 10- Jue 18 a lun 22

Me llamo José, tengo treinta y nueve años y voy a acabar con mi vida. Miércoles, 24 de abril de 2013. Estoy pasando por los peores días de mi existencia.Ni en la más atroz de mis pesadillas, podría haber soñado lo que la realidad me ha deparado.

9.-Jueves 18 de abril de 2013

Me preparo para la función. Hoy puede ser un día crucial. He tomado una decisión y la llevare a cabo hasta las últimas consecuencias. Me voy directamente a la oficina. Hablo con mi socio y le propongo que me compre mi parte en el negocio porque lo voy a dejar. Tengo una larga charla con él para convencerlo. Fede no entiende nada. Me llega a preguntar si han raptado a alguien de mi familia y me piden rescate, que eso lo podríamos arreglar de otra forma.

No sé si él también ha estado jodiendo con Mila. Todo puede ser. Me estoy volviendo paranoico. Veo cuernos por todas partes. Me sudan las manos.

Al fin acepta mis condiciones y vamos a un notario conocido para cerrar el trato. Luego al banco para resolver la cuestión del dinero. Teníamos reservas. Es solo una parte y el resto acordamos que lo saldaría pidiendo un préstamo. Me llevo efectivo. Me despido de él, que me abraza emocionado. Me aprecia mucho y veo que lo está pasando realmente mal. Pero no puedo descubrirme, debo seguir mi plan hasta el final. Llevo el dinero a mi cubil. Todo sigue tranquilo.

Es medio día y regreso a casa. Mila está en la cama. Entro al dormitorio.

— ¿Mila? ¿Qué te pasa cariño, te encuentras mal? — Le digo, sintiéndome un hipócrita.

Me acerco y la beso, como siempre, un piquito en los labios. La semioscuridad del dormitorio es su cómplice. De cerca veo sus ojeras, no tiene marcas en la cara y si las tiene se las ha maquillado, por eso se habrá quedado en casa. Porque no tiene marcas visibles. Cojo sus manos mirándola a los ojos. Ella se incorpora sentándose en la cama.

— Mila, te quiero. No sabes cuánto — Le digo ahogado por la pena.

— ¿Y eso, a que viene? — Responde Mila extrañada

— ¿No puedo decirle a mi mujer que la quiero?

— No sueles decirlo, por eso me extraña. ¿Qué te pasa?… ¿Por qué a ti te pasa algo no? ¿No tendrás un lio con otra? — Responde agresiva.

— Pues sí, me pasa, y no, no tengo un lio con otra. He dejado mi trabajo. Estoy harto y quiero cambiar de vida. La semana pasada le pedí a Eduardo que me dejara un apartamento que tiene y me recluí tres días para meditar y planear un cambio en mi vida, nuestra vida.

Mila no me miraba a la cara, tenía su vista fija en un punto indefinido, en los pies de la cama.

— Mira José… Yo también te quiero, pero esto que has hecho, sin hablarlo antes con nosotras, sin consultarnos, no me parece bien. Tú sabrás lo que vas a hacer. Solo te pido que seas sincero con nosotras y nos digas porqué has tomado esa decisión y que piensas hacer a partir de ahora.

¡Qué cinismo! ¡Me pide sinceridad! ¡Cuando ella lleva engañándome toda nuestra vida en común!

Estoy sentado en un lado de la cama de espaldas a la puerta, pero percibo un roce, me giro y veo a Ana en el quicio. Me levanto y ella se echa en mis brazos. La estrecho con fuerza.

Diosss, como las quiero. ¿Tendré fuerzas para seguir adelante?

— Papa, he escuchado lo que le decías a mama. ¿Qué te está pasando? Cuéntanoslo y así podremos ayudarte, te quiero mucho papa. ¿Nos vas a dejar?

— Dejadme unos días, tengo que resolver algunos asuntos y cuando tenga claro qué vamos a hacer os lo diré. Entonces podremos decidir entre todos. Mientras seguiremos haciendo lo de siempre — Respondo con evasivas. Beso su frente y ella se arrebuja contra mí.

— Ahora tengo hambre. Vamos a comer — Les digo.

No volvemos a hablar del tema y nos comportamos normalmente, excepto por las miradas de extrañeza de Mila y Ana. Tengo que volver al observatorio. Después del café.

— Voy a salir un rato, he quedado citado con alguien — Les digo

— ¿Puedo saber con quién y para qué? — Pregunta Mila.

— Por favor Mila, no me preguntes nada. No lo conoces y ya te diré para qué cuando pueda hacerlo.

Salgo, pero, sospechando que Ana puede seguirme doy un rodeo, entro en una cafetería que conozco con puerta trasera por la que salgo y me dirijo a mi escondrijo.

Efectivamente, como sospeché Ana acaba de llegar de la calle Mila está en la cocina.

— ¿Dónde ha ido? — Pregunta Mila a su hija,

— Pues no lo sé. Ha entrado en un bar, he esperado un ratito no lo veía y ya no estaba — Responde Ana.

— Te ha despistado. No quiere que sepamos que trama — Afirma Mila.

Suena el teléfono. Responde Mila.

— ¿Sí, quién es? -……- hola Edu, ¿sabes algo más? -……-. Sí, ya me lo ha dicho él, que ha roto con Fede y se ha ido -……-. Bueno, me ha dicho que te pidió prestado el apartamento, pero que era para reflexionar -……- no, no… me ha dicho que no tiene otra. Que no es ese el motivo. Pero sí, algo gordo le pasa -……-. Vale ya te contare, oye y si tú te enteras de algo más, me llamas -……-. Sí, un beso, adiós.

Mila cuelga el teléfono. Se queda pensativa…

— ¿Qué pasa ahora mama?

— Edu me acaba de confirmar lo que me ha dicho tu padre. Ha vendido su parte en la empresa a Fede y lo ha dejado todo.

— Papa lo sabe. No sé qué, pero sabe algo de lo nuestro — Dice Ana moviendo la cabeza, negando.

— Pues vamos a tener que prepararnos, porque no sabemos por dónde puede salir. Voy a llamar a Fede y preguntarle que le ha dicho — Dice Mila.

Llama por teléfono.

— ¿Fede? Hola, soy Mila, ¿Cómo estás? -……-. Si ya me lo imagino, yo también estoy desconcertada y tampoco sé qué le pasa a José -……-. No creo que sea por otra mujer, tiene que ser otra cosa. ¿A ti que te ha dicho? -……-. Pues seguimos sin saber nada -……-. De acuerdo cuando sepa algo te lo digo. Dale un beso a Elena. Adiós. — Mila cuelga el teléfono y mira a su hija fijamente.

— ¿Sabe algo? — Pregunta Ana.

— No, tampoco sabe nada, le ha pillado por sorpresa como a nosotras. La semana pasada le llamo para anular las citas de su viaje, porqué debía resolver asuntos personales y esta mañana se presentó en la oficina para dejar el trabajo. ¿Qué estará pasando por esa cabeza? No quiero pensar que haya averiguado algo de nuestro negocio y lo vaya a mandar todo a la mierda.

— Yo estaba mejor pensando que él lo sabía todo y te lo permitía.

— Pero no era así. Y ya no tiene remedio. De todos modos si él lo hubiera sabido antes, antes se hubiera jodido todo. Vamos a esperar acontecimientos.

— Mama… ¿Por qué no hablas con él y lo aclaráis? Esta situación era ya insostenible. Era cuestión de tiempo que se enterara de que su mujer y su hija eran putas.

— Eres muy cruda Ana. Y tienes razón, pero vamos a esperar porque no sabemos qué está pasando en realidad.

Abandono mi escondrijo y vuelvo a casa.

Cenamos y nos sentamos en el sofá, yo en el centro, Mila a mi derecha y Ana a mi izquierda con su cabecita reclinada sobre mi hombro. Miraba la pantalla de la tele sin ver, me obsesionaban las imágenes que había visto, a mi mujer, a mi hija y las tenía junto a mí abrazadas como si nada hubiera ocurrido.

El fin de semana pasó sin pena ni gloria. No salimos de casa, el tiempo no acompañaba. Hubo algunas llamadas telefónicas, descolgué en una de ellas y al escucharme, una voz de hombre pedía perdón por haberse equivocado. Ya no contesté más, deje que lo hicieran ellas.

Recordé lo frecuentes que eran las llamadas en el pasado, incluso a horas intempestivas, pero siempre eran de amigos o equivocaciones. Ahora comprendía lo tonto que había sido. Y lo listas que habían sido ellas.

10.-Lunes 22 de abril de 2013

Me levanté temprano, antes de que despertaran, no quería dar explicaciones. Los dejé a todos durmiendo y fui a buscar a Andrés. Ayer le llamé a su casa y me dijo que ya tenía los resultados de los análisis de ADN. El corazón golpeaba muy fuerte en mi pecho. Cuando nos encontramos, en el mismo bar del encuentro anterior, estaba muy serio. Nos sentamos en una mesa apartada. No había muchos clientes.

— ¿Y bien? ¿Cuál es el veredicto? — Le dije con una falsa tranquilidad.

— Hola José, aquí tienes los resultados. Son fiables en un porcentaje muy alto.

Existe relación entre tres de las muestras, la 2, 3 y 4, son hermanos, pero solo de uno de los progenitores. La muestra 2 está relacionada con la 1, o sea, son padre e hija. Pero las 3 y 4 no tienen nada en común con la muestra 1.Y ahora, ¿me puedes decir que ocurre? — Me miró fijamente a los ojos, interrogante.

Me derrumbé, lo sospechaba. Pero la confirmación de que mis pequeños, Pepito y Mili, no eran míos me hundió. Cubrí la cara con mis manos y no pude evitar un sollozo. La angustia me ahogaba. Andrés, alarmado, intenta calmarme. Miraba alrededor, pero había poca clientela a esa hora y estábamos en un rincón apartado.

—Andrés, te conozco desde hace más de veinte años, hemos ido a la universidad juntos y te voy a pedir que me contestes, con la verdad, a la pregunta que te voy a hacer.

— Ten la completa seguridad de que te diré la verdad.

— ¿Has follado con mi mujer? — Le solté de sopetón.

Miré sus ojos, vi sorpresa en ellos, se acercó a mí agarrándome por la solapa y zarandeándome.

— ¿Estás loco? ¡¡Jamás te traicionaría!! ¡Y me duele que dudes de mí! Eres mi amigo y tú lo sabes. Me conoces muy bien y sabes que no soy capaz de esa felonía. Jamás he tenido relación con tu mujer, ni con otra que no fuera mi mujer. ¿Estás loco? — Gritaba exaltado. Los pocos parroquianos que había en el bar nos miraban.

— Perdóname… Perdón, te creo, pero cuando te cuente lo que vas a oír, entenderás el porqué de mi pregunta.

Le conté, con pelos y señales, lo que había descubierto en las dos semanas anteriores. Se llevó las manos a la cabeza, la movía de un lado para otro, no lo podía creer.

— ¿Estás seguro de lo que estás diciéndome? Te conozco y no lo creo probable, pero quizás estés sufriendo un brote, psicótico paranoide, que te hace alucinar. ¿Lo has pensado?

— No, amigo mío, no. Tengo pruebas y puedo mostrártelas ahora mismo. Parte me las acabas de entregar, la muestra 1 es mía, la 2 es de Ana y las otras de Pepito y Mili. Solo Ana es mi hija. Los otros, ni siquiera Mila sabe quién es el padre. Ven, acompáñame y podrás ver con tus ojos lo que te acabo de decir.

En silencio nos desplazamos andando a mi refugio.

En el piso franco le muestro los videos grabados. Sentado, con los puños apretados, miraba las imágenes y le subían los colores, pasaban del pálido al rojo intenso. De cuando en cuando resoplaba.

— ¡¡BUUFFF!! ¡¡INAUDITO!! ¿Y has soportado todo esto durante dos semanas sin reventar? Es imposible, alucinante… Inmoral, obsceno, sucio e inmundo. Te compadezco José, ahora comprendo por lo que estás pasando… Y solo puedo ofrecerte mi ayuda en todo lo que necesites de mí. Sabes que puedes contar conmigo y te ayudaré en lo que sea… Siempre y cuando no se te ocurra una barbaridad. ¿Qué piensas hacer?

— Gracias, la verdad es que necesitaba contárselo a alguien. Pero ya ves, se vendía hasta a mis amigos. No podía confiar en nadie. Edu, el muy hijo de puta, se la beneficiaba a mis espaldas y se reía de mí.

— Pues ahora que lo dices, yo no prestaba mucha atención a sus comentarios, pero algunas veces, cuando nos reuníamos hacía referencia a algunas murmuraciones que circulaban entre las mujeres criticándose unas a otras, le oí decir en una ocasión que comentaban “hay putas, entre nosotras, que no lo parecen”

Andrés no pudo soportarlo más, al despedirse dijo mirándome fijamente.

— José, por lo que más quieras, no vayas a cometer una locura. Ni contra ellas, ni contra ti, tú me entiendes.

Lo tranquilice y se marchó. Mientras estaba pasando las grabaciones en una pantalla, en las otras se veía a Mila sola, teléfono en mano, llamando a mucha gente. Debía haber pinchado el teléfono. Pero no importaba mucho, por lo que le oía decir, estaba cerrando puertas, para que no saliera el olor a podrido de su entorno. Cancelaba compromisos, anulaba citas. Preste atención al escuchar el nombre de María.

— —……— . No María, se ha presentado una complicación, —……— no sé si será grave, pero por si acaso —……— sí, está relacionado con mi marido, vamos a dejarlo por un tiempo —……— no te apures, no voy a crearte problemas, cancela las citas de Ana y ya te llamaré cuando pase el peligro —……— — Muy enfadada — ¡Pues le dices que se ha ido a Nueva York, yo que sé! ¡Adiós! — Y colgó.

O sea las visitas de Ana se habían cancelado. ¿Por cuánto tiempo? ¿Y las de Mila?… Ahora le venía bien, no estaba para muchos trotes después de la paliza, pero ¿cuánto durara esto? Seguramente hasta que se calme todo. Después volverán a las andadas. Me siento en el sofá del saloncito, donde tengo instalado mi puesto de observación. Estoy viviendo los peores días de mi vida. Es horrible lo que me está pasando.

Mi juventud transcurre en un pueblo de la provincia de Jaén en el seno de una familia muy conservadora que explotaba tierras de olivar. Vivíamos desahogadamente. Estudié el bachillerato en un instituto religioso y mi formación fue bastante rígida en lo referente al sexo. Para mí era lo normal, tocarse es pecado, la fornicación conduce al infierno, etc. Me fue inculcada y yo acepte y asumí, la más estricta moral católica. Al finalizar mis estudios en el instituto, me traslade a Madrid e ingresé en la Politécnica en el 94. Me hospedaba en una residencia, gestionada por religiosos.

En el 97 conocí a Milagros, Mila, una muchachita preciosa, alegre, simpática y desenfadada y me enamoré de ella. Ella estudiaba psicología en la Complutense. Tras unos meses de relaciones, durante los cuales nos vimos muy poco, ya que los estudios no me lo permitían se quedó embarazada y nos casamos. Con la ayuda de nuestros padres, alquilamos un piso y nos fuimos a vivir juntos, seguimos estudiando, hasta que yo terminé la carrera.

Tuvimos una niña preciosa, Ana, en el 99.

Conseguí un trabajo, en una empresa importante de telecomunicación, donde ganaba lo suficiente para vivir bien.

Cuando en 2002 se quedó de nuevo embarazada, decidimos cambiar de vivienda, puesto que la que teníamos, era muy pequeña. No se aun como, Mila se enteró de que vendían un piso, en una zona céntrica de Madrid, con cuatro dormitorios, dos baños, en fin, un sueño y sin pensarlo mucho lo compramos. Yo no tenía muy claro cómo íbamos a pagarlo. Pero acepté. Ahora entiendo el motivo por el que nunca nos faltó dinero.

Más tarde tuvimos a Pepito, un crio maravilloso.

Y dos años después vino al mundo Milagritos, Mili.

Llevaba cinco años trabajando en la misma compañía, cuando decidimos, entre otro compañero y yo, asociarnos y crear una empresa para independizarnos. Nos fue bien hasta hoy…

Este es un relato resumido de la que fue mi vida hasta hace dos semanas

Hoy le he vendido mi parte a Fede, el socio y he abandonado el negocio, con tristeza.

Estoy sentado en el saloncito donde tengo instalado mi puesto de observación.

Ante mí, en una mesa, varias pantallas de ordenador me ofrecen una vista casi total de la que, hasta hace quince días, era mi casa y la de mi familia.

Estoy viviendo los peores días de mi existencia. Ni en la peor de mis pesadillas podría haber soñado lo que la realidad me ha deparado.

A lo largo de estos 15 días he recopilado en video y escrito en libretas de forma ordenada y cronológica, lo que he vivido, sentido, visto, oído y sufrido. No soy muy bueno redactando, soy de ciencias y las letras no me atraen, pero voy a intentar describir, con la mayor claridad posible, unos hechos que han acabado con mi vida, mi mundo, mis intereses y mis ilusiones.

Ahora mismo, la vida, mi vida, carece de sentido.

Debo tomar la decisión más importante de toda mi existencia y barajo distintas opciones, a cual peor.

Releo una y otra vez las notas que estoy reuniendo.

Haciendo un esfuerzo sobrehumano me obligo a volver a casa. Las piernas parecen de plomo. Entro en el piso. Llevo, en mis manos, los resultados de las pruebas de ADN. Mila está en el sofá del comedor. Estamos solos. Me siento en un sillón frente a ella.

— Vaya, el hombre misterioso ha llegado, ¿Se puede saber qué te traes entre manos?

La miro fijamente, sin odio, sin ira. Calmado. Le hablo con voz sosegada y grave.

— Mila, me llegaron ciertos rumores, a los que yo no quise prestar atención, pero, ante la insistencia, intenté averiguar algo sobre su veracidad — Mila se fue envarando, tensándose, estirando su espalda y retorciendo sus manos.

— Aquí tengo la prueba de que Pepito y Mili no son hijos míos. ¿Puedes explicarlo?

Silencio. Los segundos parecían horas…

Mila bajó los ojos hacia el suelo, puso las manos sobre sus muslos, levantó la cabeza mirándome fijamente, en actitud desafiante. Le temblaba la voz al responder.

— Mira José, hay algunas cosas sobre mí que tú no sabes y no puedo ni quiero darte explicaciones. Es posible que tengas razón, Pepito y Mili no son tus hijos y me sorprende que Ana lo sea… Si lo que quieres es el divorcio, estoy dispuesta. Llama a tu abogado y cuando este todo preparado, firmamos los documentos.

— No Mila, no es tan simple. Anoche, mientras dormías, te levante el camisón y vi los moratones en tus muslos y tu espalda. ¿Qué los ha causado? ¿Qué has estado haciendo a mis espaldas y desde cuándo?

— Pues es muy simple, asisto a reuniones donde me proporcionan lo que necesito y tú no me das. En ellas me divierto y lo paso bien, aunque algunas veces salgo un poco magullada… Pero no tiene mayor importancia.

— Mila, llevamos más de quince años juntos. ¿Todo este tiempo me has estado engañando? Pero lo más importante para mí. ¿Me has querido alguna vez?

Más relajada

— ¿La verdad José?... Sí, hubo un tiempo en que te quise. Y te quiero. Intenté muchas veces decirte lo que me satisfacía, mis gustos, lo que me hacía vibrar. Pero cada vez que lo intentaba, tropezaba con un muro de incomprensión, de normas y prohibiciones. Tus principios religiosos no encajaban con mi forma de vida. Para ti todo lo relacionado con el sexo era sucio, inmundo. Y yo decidí no insistir. Y sí... He llevado una doble vida, pero fue porque la comunicación, en este tema, era imposible contigo… Y ahora ¿Qué piensas hacer?

— No es fácil tomar una decisión, que afecta a personas que quiero o he querido. He barajado distintas opciones y sí, la que tú planteas es una de ellas. Nos divorciamos y… ¿Ya está?… La primera opción que contemplé fue la de acabar con tu vida y después la mía. Otra fue la de hacerme el sordo y seguir con nuestra vida como si no pasara nada. También la de mi suicidio. Acabar mi existencia para que vosotras siguierais con vuestra depravada vida.

Oigo un ligero roce y miro a mi derecha, hacia la puerta. Ana está allí, ha entrado en silencio y no sé cuánto ha podido oír. Angustiada se lanza a mis brazos.

— ¡¡Papa!! ¿Porque hablas de suicidio? ¿Qué pasa?

Intento tranquilizarla.

— Al parecer, lo que tenía que pasar antes o después y nos afecta a todos.

¿Dónde están los niños?

— Los he dejado en el parque, jugando.

— Bien, pues siéntate y escucha. Mila, ponte en mi lugar. ¿Por cuál de ellas optarías?

Más tranquila al ver mi actitud dialogante.

— No lo sé, José. Con mi forma de pensar, en tu lugar, optaría por cambiar y acompañarme en mi forma de vida, sin engaños, sin más mentiras. Pero te conozco y eso, para ti, creo que es imposible. ¿Me equivoco?

— No lo sé Mila, no lo sé. Yo tengo, o tenía, unos principios que se han derrumbado por ti. Por tu engaño. Has acabado con mi vida, con mi familia, con todas las ilusiones y los planes que habíamos hecho los dos. Todo se basaba en la falsedad. He vivido en una mentira durante quince años. Un edificio construido con esfuerzo, durante tanto tiempo, se ha derrumbado de golpe, hace dos semanas. Y ya no se puede reparar. Lo que queda es una ruina inútil. Soy un fracasado. Es imposible que siga viviendo contigo como hasta ahora. Que era la segunda opción. No temas Mila, la primera también la he descartado. No voy a hacerte daño, al menos físicamente. Aunque por lo que veo… Te gusta el sado… Quizá algún día lo practique… ¿Mi suicidio?… Lo he descartado también. He descubierto, en parte gracias a ti, que amo la vida. Ahora mi pregunta. ¿Qué estaríais dispuestas a hacer para solucionar esta situación?

Madre e hija se miran y se abrazan llorando.

— Lo siento, lo siento José. Nunca me paré a pensar el daño que te haría. Solo pensaba en mí.

— Ya lo sé Mila, tu egoísmo es desmedido. Ahora vamos a serenarnos, que los niños no se den cuenta de nada y mañana seguiremos hablando, cuando estén en el colegio.