16 dias cambiaron mi vida 8.- Mier 17 de abril

Me llamo José, tengo treinta y nueve años y voy a acabar con mi vida. Miércoles, 24 de abril de 2013. Estoy pasando por los peores días de mi existencia.Ni en la más atroz de mis pesadillas, podría haber soñado lo que la realidad me ha deparado.

8.-Miércoles, 17 de abril de 2013

He dormido poco y mal, me despierto con un fuerte dolor de cabeza, ¿serán los cuernos? Me rio de mi desgracia. Ya no me quedan otros motivos para reír.

En mi casa la jornada se inicia casi como cada día. Los niños revoloteando, armando ruido, se preparan para ir al colegio. Ana lleva a su madre el desayuno a la cama. Mila se mueve dificultad para incorporarse y Ana le ayuda. Le hace tomar una capsula, seguramente para el dolor y se lleva a los niños.

No sé qué plan tendrán hoy, pero a la vista de los acontecimientos, no creo que se espere mucha actividad. Voy a salir a desayunar y comprar algún analgésico en la farmacia.

Ahora viéndola tan maltrecha no puedo evitar sentir pena por ella, me duele su dolor y no me importa el origen del daño. A mi vuelta sigue Mila en cama, está con la bata de casa puesta y hecha un ovillo. Parece que llora. Vaya, al parecer tiene sentimientos, aunque sean debidos al dolor.

Tras pensarlo me siento mal. ¿Soy cruel al juzgarla así?

Llega Ana que entra a ver como esta. Le acaricia la cabeza y mesa sus cabellos con una ternura y un amor que hace que mis ojos se llenen de lágrimas. ¡Aun las quiero coño! Joder, es su madre, sufre, la quiere y se lo demuestra.

Como cuando la otra noche, Mila acariciaba a Ana hasta hacerla llegar a un avasallador orgasmo. También era una demostración de amor. ¿Inmoral? ¿Por qué? ¿Qué puede tener de anormal que una madre y una hija se amen y se den placer? ¿No será que el error está en la norma?

Y ¿Cuál es el origen de esa norma? ¿Por qué se prohíbe el placer carnal entre los integrantes de una familia?

Hay una autoridad superior, divina. Dirán algunos. Un dogma, de donde emanan estas leyes. De aquí parte el ritual.

Hay leyes que prohíben el consumo de carne de cerdo.

Y quizás en una época, en que las enfermedades endémicas del cerdo podían causar la muerte de muchas personas, era necesaria. Sin embargo, en la actualidad se hace totalmente absurda. De hecho nosotros la comemos.

¿La prohibición del incesto? En un tiempo remoto, cuando la endogamia afectaba y podría poner en peligro la supervivencia de la especie, era lógica la prohibición, que podía degradar los genes. Pero actualmente. ¿Qué razón de ser tiene?

La homosexualidad, otra prohibición absurda, que también en tiempos pasados atentaba a la procreación y por tanto a la población.

Las prácticas sexuales han sido entorpecidas por intereses de unos u otros.

Hoy en día la mayoría de esas normas son caducas y están obsoletas. La superpoblación a que estamos abocados nos obliga a replanteárnoslas. Deberíamos revisarlas todas. Incluida la del matrimonio y la familia. La situación en que me encuentro tiene su origen precisamente en esas normas.

Mila, y también Ana, por lo que he podido comprobar, son personas con unas necesidades en el ámbito sexual muy elevadas. Prueba de ello es lo que he observado en los últimos días. Yo no preciso de tanta actividad sexual para estar bien. Y la sociedad obliga a Mila a mantener unas apariencias que no cuadran con sus necesidades.

¿Y qué puede hacer? Pues seguramente lo que ha hecho, transgredir la norma. Engañar a la sociedad y a mí. ¿Y eso es malo? ¿La estoy justificando?… Pues en base a la norma social aceptada y asimilada por mí.¡¡A mí me ha jodido!!

Pero espera. Las oigo hablar.

— Mamá sígueme contando tu vida de putilla, anda. — Le pedía su hija.

— Si amor, así no pienso en otras cosas.

Veras, cuando pasó lo que te conté con Marga en el bar, nos quedamos sorprendidas. Yo le dije: No pensaras llamar, ¿No?

Ella sonriendo, con esa cara de golfilla que tenía, se acercó a mí y me dijo. ¿Y porque no?

Me quede pensando y me dije: Qué puñetas ¿Por qué no? Y me eche a reír.

Unos días después, en el insti, Marga me vio por el pasillo, me cogió de la mano y tiró de mí hasta los lavabos. Entramos en una cabina y me dijo, muy nerviosa.

— ¡He llamado!

Yo, que no me acordaba me quede igual. Entonces ella insistió.

— Al teléfono de la tarjeta tonta. Al que le enseñé la almejita.

— ¡Ahhh! Ahora caigo, ¿Y qué? ¿Qué te ha dicho?

— He quedado en ir esta tarde al salir del cole y cuento contigo ¿No? Porque sola no me atrevo a ir.

— Bueno. Vale. Por ir a ver ¿Qué puede pasar? Y las dos juntas, nos podemos hartar de reír — Le dije y nos reímos las dos.

Por la tarde, al terminar las clases, cogimos el metro y fuimos a la dirección de la tarjeta. Era un piso cerca del Retiro, entramos al edificio y nos cortó el paso un portero, no electrónico, de verdad. Un hombre muy amable que nos preguntó dónde íbamos, se lo dijimos y nos mostró el ascensor, indicándonos que era la tercera planta. Solo había dos puertas, después supimos que eran del mismo piso, Llamamos en una de ellas y nos abrió una señora mayor, alta y muy guapa, a pesar de la edad, cubierta con una especie de bata de casa muy fina, como de seda, con un pavo real de colores preciosos estampado. Nos miró y sonrió.

Nos habló con una voz suave, melosa.

— Hola, buenas tardes ¿Quién es Marga? — Preguntó la mujer.

Marga levantó la mano.

— Soy yo. Hoola.

—Y yo soy Mila — Me presenté sin pedírmelo nadie.

— Vaya, sois muy guapas, yo soy Vanesa. Para vosotras Vane — Dijo la señora con voz melosa.

Se acercó a mí y me dio dos besos, igual con Marga. Al tocar su bata me di cuenta de que era de seda.

— Pero entrad, vamos, no os de vergüenza — Nos dijo y señaló el pasillo.

El piso era enorme, nos pasó a un salón con un gran ventanal desde donde se veía el parque del Retiro. Nos indicó que nos sentáramos en unos sillones y ella se sentó enfrente.

— Bueno, vamos a ver, os estaréis preguntando para qué os hemos hecho venir. Os lo voy a explicar. No os preocupéis, no es nada malo — Nos explicaba la señora — Veréis, Roberto, al que ya conocéis y que ahora vendrá, es dueño de una fábrica textil, de ropa. Tiene un departamento dedicado a la lencería, prendas íntimas para la mujer y necesita modelos de vuestra edad para una nueva línea de moda. No quiere utilizar modelos profesionales y si estáis de acuerdo vuestro trabajo consistirá en pasar modelos de ropa interior ante los comerciantes y distribuidores que vengan a conocer los productos. ¿Qué os parece? — Nos explicó la mujer.

Marga y yo nos miramos y nos quedamos como tontas, con la boca abierta.

Oímos abrir la puerta de entrada.

— Ya ha llegado Alberto, voy a hablar con él, mientras vosotras os lo pensáis — Se levantó y salió por el pasillo.

Marga abriendo los ojos y con gestos de euforia evidentes me decía:

— ¡Es guay tía! ¡Qué guay! Seguimos ¿No?

— ¡La ostia, que chollo! ¡Pero nos pagaran! ¿No?— Le dije porque yo no las tenía todas conmigo.

— Pues claro, el tal Alberto me dijo que podríamos ganar mucho dinero — Respondió Marga.

Entran Vane y Alberto, besa a Marga.

— Vaya ¿quién es tu amiga? Ah… Tú también estabas el otro día en la cafetería ¿No?— Dijo Alberto señalándome.

— Es Mila. Y no tenemos secretos entre las dos — Respondió Marga.

— Muy bien, pues vamos al grano. Vane ya me ha comentado que os ha puesto en antecedentes de mi proyecto, ¿no es así?

— Sí, nos ha hablado del pase de modelos, pero no ha dicho nada de cuanto vamos a ganar — Dije atropelladamente.

— Jajaja. Ya veo que sois espabiladas y vais al meollo del asunto… Vamos a ver... La semana que viene, el martes por la tarde, a esta hora más o menos, podre preparar el primer pase. Veremos cómo sale. Vanesa os ira preparando durante los días que faltan, todas las tardes vendréis a que os enseñe; como moveros, como os debéis comportar. Ella ha sido modelo profesional, de pasarela y os puede enseñar mucho. Os pagare por este primer pase veinte mil pesetas, después en función de cómo salga ya veremos. ¿Os parece bien?

Marga me miró.

— De acuerdo, ¿verdad Mila? Son diez mil pesetas para cada una.

— No, Marga, te equivocas. He dicho veinte mil… Para cada una— Precisó Alberto.

Marga, con sus arranques, se levantó de un salto del sillón y fue a abrazar a Alberto, que, sorprendido, sonreía con cara de bonachón.

— Pues no hablemos más, a trabajar. Hoy empezáis, Vane os dirá que hacer — Dijo Alberto y llamó a Vanesa — Querida, ya hemos hablado y están de acuerdo, podéis empezar hoy mismo con el curso de modelo.

— Pasad por aquí muchachas — Dijo Vane.

Nos guía a través de pasillos a una salita donde ella se sienta en una silla y nos indica que sigamos de pie. Nos pide que giremos dando la vuelta y nos va corrigiendo los movimientos. Cabeza alta, mirada al frente, espalda recta, cuerpo erguido…

Nos dice que la ropa que llevamos, el uniforme del colegio, falda a cuadros de colores rojo y verde, camisa blanca y rebeca gris, no es la más indicada para este trabajo.

Nos pide que nos desnudemos, quedándonos en ropa interior, sostén bragas y calcetines.

Estábamos cortadas, sigue con las indicaciones y diciéndonos que la vergüenza, el pudor era un lastre del que había que desprenderse.

Vane sonríe y sigue con su explicación.

El cuerpo humano era bello y si en un principio se cubrió con pieles era para protegerse del frio. Después, el vestido, pasó a ser un artículo que demostraba poder y más tarde, la religión, lo estropeó todo.

Mientras hablaba nosotras nos movíamos por la salita, había una pared que era todo un espejo, como las academias de baile.

Nos reflejábamos en él y nos veíamos bonitas. Vane se levantaba, corregía nuestras posturas y así pasó el tiempo sin darnos cuenta.

— Bien señoritas, la clase terminó por hoy, mañana las espero a la misma hora. Vístanse por favor. Mañana deberán ir a esta dirección para realizarse unos análisis. La higiene es fundamental en esto. Van a llevar conjuntos muy caros y no podemos arriesgarnos a que tengan alguna enfermedad de transmisión sexual — Y nos entregó una tarjeta a cada una.

Sorprendidas, nos vestimos, nos acompañó a la puerta, nos despidió con un hasta mañana y nos fuimos.

Al salir a la calle estábamos locas de alegría por el chollo que nos había salido, saltábamos y bailábamos agarradas por las manos por las aceras. Ya más calmadas entramos en una cafetería cercana y nos pusimos a hablar.

— Tengo que montarme algo para justificar llegar tarde a casa todos los días. ¿Tú qué vas a hacer?— Preguntó Marga.

—Lo he estado pensando mientras estábamos arriba. Como andamos mal en inglés, nos buscamos una academia para clases de refuerzo los días y las horas que nos interese. Nos matriculamos en el curso. En casa podemos decir que lo sacamos de nuestra paga semanal. ¿Qué te parece?— Le respondí.

— ¡Que cabeza tienes tía! Tienes una mente maquiavélica. Jajaja — Se reía Marga

— Bueno. Se va aprendiendo.

— Mami, para un poco, voy a preparar algo para comer — Interrumpió Ana la narración.

En la cocina la veo preparando filetes, huevos fritos y patatas. Cuando está todo listo le pregunta a su madre si prefiere levantarse para ir a la cocina o se lo lleva a la cama.

Mila se levanta y renqueando se sienta en una silla en la cocina. Comen las dos en silencio.

Cuando terminan Ana recoge la mesa y le pregunta si quiere café, Mila asiente y Ana llena la cafetera y la pone en la vitro. Friega los cacharros y se sienta con su madre.

— Sigue contando mamita.

— ¿Por dónde iba? — Responde Mila, como saliendo de un sueño…

— El segundo día del curso de modelo — Indicó Ana.

Y Mila prosiguió con su relato.

— A la mañana siguiente nos saltamos un par de clases y fuimos a hacernos los análisis. Durante una semana estuvimos practicando con Vane. Aprendimos mucho.

Ya no nos asustábamos por desnudarnos delante de ella. Incluso nos quitábamos todo y desfilábamos desnudas sin vergüenza ante ella. Algunos días coincidíamos con otras chicas de edad similar a la nuestra, a las que también preparaba nuestra maestra. Eran cuatro más, con nosotras, nos dijeron, seriamos seis modelos.

El ultimo día, antes del pase real, Vane nos dijo que debíamos pasar una última prueba. Desfilar desnuda ante ella y Alberto para saber si, efectivamente, estábamos preparadas para el trabajo. En esta sesión también estaban las otras chicas.

Yo tenía novio en aquella época, un chico majo, cinco años mayor que yo, que desde el primer día me cogió las tetas, me dio con el dedo en clítoris y me hizo ver las estrellas. Con él perdí la virginidad. A partir de entonces follábamos cuando y donde podíamos, pero nunca había estado desnuda ante nadie y no sabía cómo reaccionaría. ¿Me daría vergüenza?

Nos desnudamos todas en la sala y tapándonos con las manos lo que podíamos, nos quedamos de pie esperando a Alberto.

Vane lo llamó y entró, no nos hizo caso, ni nos miró. Las dos nos quedamos sin saber qué hacer. Vane y Alberto hablaban de cosas del negocio, de las ventas, de la marcha de la fábrica y todas nosotras allí, de pie, desnudas y perplejas.

Vanesa se volvió hacia nosotras, y nos indicó, con un gesto de la mano, que nos moviéramos, Alberto seguía sin hacernos caso.

Con los nervios empezamos a andar, Marga me cogió una mano y empezamos a simular un baile, como un vals. Las otras chicas nos imitaron.

Cuando nos dimos cuenta estábamos bailando como locas, riendo y con los brazos en alto mostrando todos los rincones de nuestro cuerpo. Pensé en los bailes de las bacantes en las fiestas de la antigüedad.

Ya no prestábamos atención a los anfitriones, es como si estuviéramos solas en la sala. Cuando pasó la euforia dejamos de bailar, sofocadas, nos dimos cuenta que nos estaban observando. Pero ya no nos importaba, habíamos perdido la vergüenza.

Alberto, nos miró y comento algo con Vanesa, que dijo que ya lo tenía en cuenta. La mujer se acercó y nos dijo que la mata de pelo de la vagina había que eliminarla.

Nos llevó a un baño donde, primero con tijeras y después con espuma y maquinilla de afeitar nos dejó el chochete como el culito de un bebe.

Al regresar a la sala donde esperaba Alberto, las otras chicas ya no estaban, nos cogieron de la mano, Alberto a Marga y Vane a mí y desnudas como estábamos nos llevaron al salón. Nos invitaron a sentarnos y ellos hicieron lo mismo.

Vane se levantó para traer té, café y unas pastas. Le pregunté por las otras muchachas y dijo que ellas ya llevaban varias semanas asistiendo a las sesiones y se habían marchado ya. Charlando y tomando aquello pasó el resto de la tarde. Nos dijeron que lo que trataban era que nos desinhibiéramos. Vane nos dijo que ya era hora, nos acompañó a la sala, donde estaba nuestra ropa, nos vestimos y nos marchamos, no sin antes recordarnos, que el día siguiente, fuéramos un poco antes para prepararnos y que no nos preocupáramos de nada. Nos advirtió de que llamáramos por la otra puerta del rellano, después supe que era la puerta del servicio.

Y llego el día de nuestro debut como modelos. Estuve nerviosa todo el día en el cole. Acordamos las dos que llevaríamos ropa para cambiarnos en los servicios del insti, para no aparecer con el uniforme y así lo hicimos. Al terminar la penúltima clase, nos metimos en los lavabos y nos cambiamos las dos de ropa. Con el uniforme en la mochila de los libros, nos fuimos en busca de nuevas aventuras.

Nos recibió Vane, muy bien vestida con un traje de dos piezas color crema, falda hasta los tobillos con una abertura en la pierna izquierda hasta por encima de la rodilla y una blusa, cuello de barco. Estaba muy elegante. Nos llevó hasta la habitación del espejo, donde nos dijo que nos desnudáramos. Las otras cuatro chicas también estaban.

Nos invitó a ducharnos y mientras lo hacíamos, ella nos comentaba lo que debíamos hacer. Al salir de la ducha nos ayudó a peinarnos y nos entregó unos conjuntos de lencería preciosos, medias, braguitas, sostenes, en fin auténticas maravillas que nos encantaron, complementados con zapatos de tacón de distintas alturas, con los que ya habíamos practicado en las clases.

— Bueno chicas, ahora todo depende de vosotras, yo confío en que todo va a salir bien. Ya sabéis lo que tenéis que hacer, salir, pasear entre los invitados, sonreír y aceptar con amabilidad, cualquier cosa que os puedan decir o hacer. Si os ofrecen una copa, rechazadla con amabilidad. Son personas educadas y como comerciantes que son, pueden comprobar el material de las prendas, su calidad y en fin, que no os asustéis si os tocan. No pasa nada. Estaréis pendientes y a mi señal, volveréis aquí para cambiaros los conjuntos y salir otra vez. Así hasta que termine el pase. Cuando no queden conjuntos, os vestiréis con la ropa que os facilitaré y saldréis a charlar con los invitados y podréis tomar lo que os apetezca, siempre que guardéis las formas — Explicó Vane.

Y así fue.

Al salir al amplio salón, que se había acondicionado para el evento, observé a los invitados, personas mayores entre cuarenta y sesenta años, muy elegantes, charlando entre ellos. Habría unos diez o doce hombres y dos mujeres, además de Vane. La sesión fue de maravilla. Los señores fueron muy corteses, nos metían los dedos por el interior de las prendas, pero con mucha delicadeza y sin propasarse.

Yo necesitaba hacer pipí, se lo dije a Vane, que me dio permiso para salir de la sala. Cuando salía del servicio, observé a dos de los invitados, que salían de una de las habitaciones, dejando la puerta entreabierta. No pude evitar la curiosidad y me asomé.

Una de las paredes era una especie de ventanal, por el que se veía a las chicas que en aquel momento se cambiaban las prendas, desnudas. Comprendí que era el espejo que cubría la pared de la sala donde nos cambiábamos. La verdad es que no me importó. Me hizo mucha gracia imaginar a aquellos señores, tan formales, excitándose con nuestros cuerpos de niñas. Cuando me dirigía al salón, Vane me miró y se imaginó lo que había visto. Me sonrió y yo le devolví la sonrisa. Me incorporé al grupo y uno de los señores llamo a Vane para pedirle que le facilitara el sostén, que yo llevaba en ese momento, para comprobar algo y Vane, siempre con la sonrisa en los labios, me indicó que fuera a la salita, me pusiera el siguiente conjunto y le trajera el que llevaba puesto. Así lo hice y al salir, Vane, me cogió el conjunto que me había quitado y se lo entregó al señor, diciéndole que era un regalo de la casa.

Cuando terminamos con todos los conjuntos, Vane nos dijo que nos quedáramos con el que llevábamos puesto y nos entregó unos vestidos preciosos. Con ellos nos hizo salir al salón donde todos los presentes se deshacían en elogios por nuestro buen hacer, preguntándonos sobre nuestra experiencia en esos menesteres, la edad, pero sobre todo, si estaríamos dispuestas a asistir a las fiestas que ellos organizaban.

Cuando terminó la velada era bastante tarde, más de las doce y teníamos que estar en casa a las diez.

Alberto nos entregó lo acordado, veinte mil pesetas a cada una. Nos pusimos el uniforme del colegio y nos fuimos a casa.

Al llegar me estaba esperando mi padre y me bronqueó… Que si estaba a punto de llamar a la policía, que si a los hospitales. Total que no pasó nada más. Pero fue el principio de mi vida disoluta.

El día siguiente después de clase nos reunimos las dos para comentar lo sucedido. Marga me dijo que uno de los señores de la reunión le había hecho una propuesta, asistir a una fiesta que daba en un chalé en las afueras de Madrid la tarde-noche del jueves. Y había aceptado.

Pero como con Alberto y Vane, no se atrevía a asistir sola y me propuso acompañarla. Por una parte me daba reparo. Pero por otra me atraía. Era una aventura.

Le dije que sí… Tuvimos que montar una buena para poder estar fuera una noche entera. Ella dijo que se quedaba en mi casa y yo que en la suya.

Faltamos a clase la tarde del jueves, esperamos donde nos habían citado y nos recogieron dos hombres de unos cuarenta años en un coche. Enfilamos la carretera de Toledo y nos llevaron más allá de Illescas, allí se desviaron por una carretera secundaria, después un camino de tierra y al final una casa con una valla cubierta de arbustos que no dejaba ver nada del interior.

La cancela se abrió con un mando a distancia y accedimos por un camino de gravilla hasta la casa. Entramos y no había nadie, la atravesamos hasta salir al jardín de atrás.

Había mucha gente, una piscina y a su alrededor charlaban hombres y mujeres.

Los hombres me resultaban familiares, algunos eran los que habían asistido al pase de lencería, estaban las chicas que hicieron el pase y también estaban Alberto y Vanesa que, al vernos, se acercaron a nosotras, nos besaron y cogiéndonos a las dos de la mano, nos llevaron al centro de la reunión donde Alberto llamó la atención de los allí presentes.

— Señoras y señores, he aquí a las estrellas del momento, Marga y Mila. Mi nuevo descubrimiento. Son las modelos que me han facilitado la presentación de la nueva lencería de la próxima temporada. Como veréis son dos preciosidades, tratadlas bien, que tienen que seguir mostrándonos todo lo que esconden — Expuso Alberto.

Tras la presentación, se arremolinaron a nuestro alrededor varios asistentes, nos saludaban dándonos la mano, besándonos y ofreciéndonos comida y bebida que allí había en abundancia.

Nosotras no bebíamos alcohol. Vivimos una mala experiencia unos meses atrás. Salíamos con dos chicos con los que nos enrollábamos. Una tarde nos llevaron al piso de uno de ellos, sus padres estaban fuera, oíamos música, bailábamos y sacaron tequila, sal y limón. Nos emborrachamos y me dormí, cuando desperté tenía la ropa a medio quitar, las bragas en los tobillos y uno de los chicos me follaba, yo intentaba quitármelo de encima, cuando se corrió se levantó y llamó al otro, que estaba con Marga inconsciente, se colocó encima y me la metió de un golpe mientras me amasaba las tetas. Me follaba a lo bestia con fuertes empujones. Yo empecé a gritar y pegarle como podía, casi sin fuerzas, lo arañé, el cabrón me dio dos tortas que me retumbaron en los oídos y me desmaye. Cuando me desperté Marga estaba sentada en el suelo y mi cabeza recostada en su regazo, me acariciaba y les gritaba a los dos imbéciles que eran unos brutos y que aquello les iba a costar caro. No los vimos más

Volviendo a la casa de campo de los amigos de Alberto y Vane. Aceptamos comer algo y bebimos refrescos, nadie nos obligó a nada. Me ofrecieron ron con cola y me lo tomé, también había mojito, ron miel y en fin, cuando quisimos darnos cuenta estábamos mareadas. Pero no se propasaron con nosotras. Podían haberlo hecho, pero no lo hicieron. Cuando vieron nuestro estado, nos llevaron dentro de la casa a una habitación en la planta superior y nos acostaron juntas. Despertamos un par de horas después.

Ya era de noche, oíamos música y voces en la planta baja. Cogidas de la mano bajamos la escalera, había poca luz pero lo que vimos en el salón fue impactante. El suelo estaba cubierto por colchonetas.

Todo el mundo estaba desnudo. Hombres y mujeres, solo llevaban antifaces, y estaban en las más diversas posturas que puedas imaginar, follando.

Una muchacha estaba entre dos hombres, que la penetraban por delante y detrás. En un grupo había dos mujeres en un sesenta y nueve, una sobre otra, mientras un hombre la follaba por detrás a la de encima. Había hombres con hombres, mujeres con mujeres, grupos de tres, cuatro, cinco personas. Se cambiaban de grupo y seguían follando, chupando y en fin, haciendo de todo lo que puedas imaginarte y más.

Nos quedamos de pie, mudas, cogidas de la mano, sin saber qué hacer. Uno de los enmascarados se acercó a nosotras, al verlo, reculamos hacia atrás hasta llegar a la pared.

— Hola señoritas, no tengan miedo. No les va a pasar nada. Si no quieren participar en la fiesta, pueden subir a la habitación donde estaban y mañana, con el primer participante que salga, pueden volver a Madrid — Se dirige a nosotras con amabilidad — También pueden quedarse mirando. Nos gusta el público y si es tan bello como ustedes pues mejor. Pero también pueden participar, en ese caso deben seguir unas reglas, que aquí se llevan a rajatabla, sin excepciones.

1ª.- Nadie puede obligar a nadie a hacer nada que no quiera.

2ª.- El respeto y la seguridad están por encima de todo.

3ª.- Todos los participantes deben haber pasado por exámenes clínicos, para detectar posibles enfermedades de transmisión sexual. Los suyos los tenemos nosotros.

4.- Es obligatorio disfrutar y pasarlo bien.

Las máscaras son para dar más morbo, al no saber quien juega, porque esto solo es un juego. ¿Y ahora qué deciden? — Marga me miró, yo la miré y al unísono dijimos.

— ¡Participamos!

El enmascarado se colocó entre nosotras, cogió nuestras manos y nos acercó a las colchonetas.

Alzo nuestros brazos y gritó.

— ¡Participan!,

Todos se detuvieron, se levantaron y aplaudieron; nos rodearon, habría unas veinte personas entre hombres y mujeres.

Una muchacha casi de mi edad, se acercó y me dio un beso en la boca, Marga y yo habíamos practicado a besarnos, pero aquel beso tenía otro sabor, más dulce.

Abrí la boca y entrelace mi lengua con la suya. Sus manos recorrían mi cuerpo y yo acaricie el suyo. Me ayudó a desnudarme, me tendió en el suelo y se colocó sobre mí. Su cuerpo cálido, suave, como de terciopelo, acariciaba el mío. Mientras nos besábamos, sus dedos hacían cabriolas por mi cuerpo pero sin llegar a tocar mi sexo. Mesaban mis cabellos provocándome escalofríos que erizaban mi piel.

Yo estaba ya muy excitada. Necesitaba que algo entrara por mi cuevita, pero no llegaba nunca, a veces se acercaba, acariciaba mi rasurado monte de venus y subía de nuevo al ombligo, a mis tetitas. Lamia mis pezones, los mamaba como si de un bebe se tratara.

Con suavidad se deslizo colocándose a mi lado, dejándome descubierta y un hombre se puso sobre mí, me miró a los ojos y movió su cabeza en señal de asentimiento, yo lo imite, asentí con mi cabeza sin hablar, cogió su pene con una mano y lo fue moviendo arriba y abajo por mi rajita, que estaba muy mojada.

Yo no podía más.

— ¡Métela! ¡Por favor, métela ya! — Grité.

Y la metió, despacio, como temiendo hacerme daño. La chica me besaba la boca y acariciaba mis tetas, bajo el pecho de aquel hombre. La chica que nos acompañaba me besaba me lamía los pezones, acariciaba mi vientre y mi clítoris. El hombre que me penetraba se movía, al principio despacio, pero aumentando la velocidad hasta que ya no pude más y grité, grité muy fuerte.

— ¡¡ME CORROOOOO!! ¡¡AHHHHGGG!!

Mi cuerpo ya no me obedecía, las convulsiones que me provocaba el orgasmo, fueron tan violentas, que levante al hombre que tenía sobre mí, y lo desplace. Me estiraba y encogía como una loca.

Y me desmayé.

Al volver en mí, estaba tendida en el mismo sitio, pero rodeada por todos los demás de pie. Al verme abrir los ojos, comenzaron a aplaudir y gritar. ¡¡Bravo!!

Me ayudaron a levantarme y entre besos, caricias y abrazos de todos, me acompañaron a un rincón, donde había una especie de barra de bar. Me senté en un taburete, mientras me preguntaban cómo me sentía y me ofrecían una bebida tonificante.

Yo, un poco avergonzada por lo ocurrido, les decía que estaba bien. Adolfo y Vane se quitaron el antifaz, me abrazaron y besaron.

— Pequeña, tienes un don, tu facilidad para llegar al orgasmo te hace ser especial. Y la intensidad con que se manifiesta, más aún. Te lo digo yo, que también lo descubrí a muy corta edad y hoy lo sigo experimentando — Dijo Vane — Tú no sabes la enorme cantidad de mujeres, que son incapaces de sentir este placer. Pero cuidado, debes aprender a controlarlo para decidir cómo, cuándo y con quien.

Me beso en la boca y se marchó, para integrarse en un grupo, donde tenían a otra mujer en medio de dos hombres, uno debajo y Alberto arriba metiéndosela por los dos agujeros. Ella se acercó, se tendió y mamaba las vergas de los dos, cuando las sacaban.

Marga vino a mi encuentro, me abrazo. Estaba triste.

— Te quieres llevar todos los premios ¿No? Pues yo también juego y no me toca. Aquí, con tanta gente, me cortaba, se lo dije al chico que nos habló y me llevó a otra habitación, solos los dos, pero no ha habido nada que hacer. No puedo correrme. Así que le pedí perdón y lo deje — Me dijo… Me dio mucha lástima.

Le dije que a mí me habían hecho algo que recordaría el resto de mi vida. Me abrace a ella, con lágrimas de alegría en los ojos y la acaricié. Nos tumbamos en la colchoneta y enlazamos nuestras lenguas, mientras nuestras manos acariciaban todo el cuerpo de la otra, reconocí a la muchacha que me acarició al principio y con un gesto de la mano la llamé. Sabía lo que yo trataba de hacer y colaboró. Entre las dos acariciábamos hasta el rincón más oculto del cuerpo de Marga. A veces yo también acariciaba el clítoris de la muchacha, llenándome los dedos de líquidos, que me llevaba a la boca y saboreaba.

Ella, que había sido mi maestra, ahora chupaba y acariciaba, sabiamente, los pechos de mi amiga. Me arrodille entre las piernas de Marga y pasé mi lengua por los labios de su vulva, por su pequeño ano, deteniéndome y haciendo vibrar su botoncito del placer, hasta que estallo. ¡Sí! Fue un estallido, acompañado de un grito que hizo detenerse a todos los demás y volverse para mirar. Se encogió como un animalillo, adoptando la postura fetal. Entre las dos la abrazamos, acariciando sus cabellos y dándole tiernos besos.

— ¿Entiendes ahora por qué nos queremos Marga y yo, Ana? Hemos vivido muchas experiencias juntas. Somos bisexuales, pero ella tiene una mayor tendencia hacia el lesbianismo. Está enamorada de mí. Folla con hombres, pero no la satisfacen como yo — Explicó Mila.

Después seguimos asistiendo a las reuniones mucho tiempo, se celebraban en distintos lugares, nos citaban y nosotras íbamos cuando podíamos. Las fiestas con este grupo se repitieron hasta hace ocho años. En una de ellas, un esposo celoso, mató de una puñalada, al hombre que estaba follando con su mujer. Gracias a dios no estábamos nosotras. La última vez que asistimos fue poco antes de nacer Mili. Yo estaba preñada, de ocho meses y había algunos participantes que tenían verdadera debilidad por las embarazadas. Me follaron de todas las maneras imaginables, entre dos hombres y una mujer, lesbiana, que también me penetró el culo con un arnés, mientras los otros se turnaban en mi coño. No sé cuántos orgasmos llegue a disfrutar, pero fueron muchos. Fue una época extraña. Algo dentro de mí, me obligaba a hacer verdaderas barbaridades con mi cuerpo. Tras el parto y el cuidado de tu hermana me serené…

Mila suspiró con fuerza, con un gesto de dolor en su rostro.

— Bueno cariño, por hoy ya está bien de historia, vete a por los niños que estarán al salir — Le dijo a su hija.

Ana besa a su madre y se va. Mila se acuesta de nuevo. Está muy mal. Yo mañana tengo que volver a casa. ¿Cómo lo disimulará?

Suena el teléfono, lo toma de la mesita de noche y contesta.

— Si, ¿quién eres? -…….-. Ah, hola Eduardo ¿Cómo te va? -…….-. Sí, hace tiempo que no nos vemos -…….-. ¿Cómo? ¿Tú crees? ¿Qué me dices? ¿Qué José tiene un lio? No me lo puedo creer. Vamos a ver, ¿porque piensas eso? -…….-. O sea, ¿José te pidió las llaves de tu picadero donde nos vemos nosotros y estuvo los tres días del lunes ocho al diez? -…….-. Pues claro, yo creí que estaba de viaje, como cada semana. Entonces, ¿no se fue a Zamora? -…….-. Y en su oficina ¿Qué dijo? -…….-. Ya, que no saben nada -…….-. Pues vale muchas gracias -…….-. No te preocupes que te haré un precio especial la próxima vez que nos veamos. Un beso — Y colgó. Se quedó pensativa.

¡Joder! ¿También Eduardo se folla a mi mujer? ¿Cuantos de mis compañeros de trabajo y amigos se la han follado?

¡¡Que bochorno, Dios, qué vergüenza!! ¿Cómo he vivido tantos años sin sospechar nada?

¡¡Soy un imbécil!!

Llegó Ana con los niños. Y, como cada día, jugaban, reían, vieron la tele un rato, cenaron y se acostaron. Y yo lloraba como un niño. Avergonzado por todo aquello. ¿Cómo puedo volver a mi vida cotidiana después de lo que he visto y oído?

Mila se levantó y fue a la cocina, donde Ana preparaba la cena.

— ¿Cómo estás mami? — Preguntó Ana.

— Voy sintiéndome mejor. He recibido una llamada, que me ha dejado intrigada — Dijo Mila.

— ¿De quién? — Pregunta Ana.

— De Eduardo, el compañero de la oficina de papá… Me ha dicho que la semana pasada papá no se fue de viaje como siempre. Le dejó las llaves de su apartamento y estuvo los tres días allí. Él cree que papá tiene una amante — Dijo Mila.

— ¿Papá? ¿Con una amante? No me lo puedo creer. ¿A que resulta que es un golfo y nos tiene engañadas? Jajaja.

— No te rías, la cosa puede ser seria. A la vuelta lo encontré cambiado. No sé, raro. Tú también lo notaste ¿Verdad? — Dijo Mila inquisitiva.

— La verdad es que sí, me abrazo de forma distinta a como siempre y noté húmedos sus ojos. Y Mili me comentó que lo vio llorar.

— Puede ser que tenga algo por ahí y se esté planteando dejarnos. Pero también puede ser que sospeche algo de lo que hacemos y nos esté vigilando. Ya veremos qué pasa mañana. Como se comporta — Dijo Mila inquieta.

Terminaron en la cocina y se acostaron juntas.

Mila es una mujer muy inteligente. Ha estado engañándome durante quince años, sin yo saber nada. Y ahora sospecha que yo la vigilo. Pero no sabe lo que sé.