16 dias cambiaron mi vida 6.- Lunes 15 de abril
Me llamo José, tengo treinta y nueve años y voy a acabar con mi vida. Miércoles, 24 de abril de 2013. Estoy pasando por los peores días de mi existencia.Ni en la más atroz de mis pesadillas, podría haber soñado lo que la realidad me ha deparado.
6.-Lunes, 15 de abril de 2013
Como cada lunes suena el despertador a las seis. Me levanto, me aseo, doy un beso a mis supuestos hijos, cojo mi equipaje y me marcho. Vuelvo a dejar el vehículo en el garaje donde he contratado una plaza por un mes cuando fui a recogerlo el jueves.
Desayuno en el mismo bar para comprobar que Mila y Ana salen y el piso estará vacío. Así es, subo e instalo, en la cocina y los dormitorios de los niños otras tres cámaras. Salgo rápidamente a la calle a buscar un taxi con el que me desplazo a la dirección donde fue Ana el pasado martes. Me dispongo a observar buscando una localización donde no resulte sospechoso. Encuentro un parquecillo cercano, me siento en un banco desde donde diviso la puerta del piso donde entró Ana. Finjo leer un periódico que he comprado en un kiosco… Y espero… Mi intuición me dice que Ana ya está aquí.
Veo llegar un vehículo que no encaja con el barrio; negro, cristales ahumados, chofer. Parece un vehículo oficial. Baja un sujeto de uno de los asientos traseros, unos cincuenta años, pelo corto, canoso, con traje caro; mira a ambos lados de la calle, cruza y entra en el portal del edificio. Anoto la matrícula del coche que ha aparcado unos metros más allá, el conductor esta recostado en el asiento, dormitando.
Algo más de una hora después me acerco simulando leer el periódico, veo salir al tipo del traje y le tomo una foto con la cámara que llevo disimulada. Atraviesa la calle. Se sube al coche en el asiento de atrás. El vehículo arranca y desaparece al doblar la esquina de la calle. No quiero pensar en nada. No quiero imaginar. Por dios, que mi hija no esté ahí. Pasan unos minutos interminables… ¡Veo salir a mi pequeña Ana del bloque!
Como la vez anterior, deprisa, con el pelo revuelto y guardando algo en su bolsito de mano. Siento como si un puño de hierro atenazara mi corazón. Como la otra vez va andando a la parada del autobús que en ese momento llega, se sube en él y dejo de verla.
Busco un taxi que me lleve a una agencia de alquiler de vehículos. Cuando me lo entregan me desplazo hasta mi observatorio. Me siento ante la pantalla, veo a Mila sentada en el sofá, junto a un desconocido. Charlan amigablemente, él se toma algunas libertades con ella, colocando su mano sobre el muslo; acariciándolo. Ella con una minifalda, que yo no conozco, se deja magrear sonriendo y gastando bromas. Al parecer están hablando de dinero.
— Son doscientos, ya lo sabes y no me gusta el regateo. Lo tomas o lo dejas — Requería Mila.
— De acuerdo, pero me lo das todo, ya sabes. Tu culito, que me pone a cien.
Vale, pero sin marcas, que luego tardan en quitarse —. Aclara Mila,
Acercan sus rostros y se besan. Sus lenguas se entrelazan, oigo el chapoteo de su saliva y siento asco. Las manos del tipo suben por los muslos, desplazando la faldita hasta la cintura. Ella se levanta para facilitar la operación. Lleva un minúsculo tanga que es un pequeño triangulito por delante y un hilito entre las nalgas, que las deja totalmente al descubierto.
Mila se dobla hacia adelante, colocando su culo ante la cara del otro, que se apresura a enterrar el rostro entre las redondeces traseras, apartando el hilo y lamiendo el rosado orificio del culo de mi mujer. En medio de la operación veo, con la cámara nueva instalada en la entrada, que se abre la puerta y entra Ana.
¡¡ Joder, lo va a ver todo!! ¡Va a ver a su madre con ese tipo en el salón!
Mila no se inmuta, sigue ofreciendo su culo al tipo y se quita el tanga para que no estorbe.
Ana los ve desde la puerta. No se extraña. Al parecer esto es normal para ella.
— Ana, cariño, vete a tu habitación hasta que termine con este señor.
— Si mama, voy a terminar el trabajo de sociales. Pero antes voy a ducharme.
— De acuerdo cariño. Pero date prisa.
Ana se marcha a su cuarto, de su armario coge algunas prendas y vuelve a salir al pasillo, se acerca a la puerta del salón desde donde puede ver lo que su madre hace con el “cliente”. Tras unos minutos, deja de husmear y entra en el baño del pasillo donde se ducha, restregando con fuerza sus partes con la esponja y mucho gel.
Mientras, Mila, se desprende de la falda y se planta, frente al sujeto, abriéndose los labios de su coño con las dos manos. Él lo lame, Mila le acaricia la cabeza y empuja su cuerpo contra el tipo. Este se levanta y coge con la mano todo su coño, veo como desaparecen en el interior dos dedos, mientras con la otra mano le palmotea el culo y le mete los dedos por el ano. Mi mujer le coge la verga y tirando de ella se encaminan a la habitación. Al pasar por el pasillo se cruzan con Ana que les sonríe y sigue hasta su dormitorio.
—Oye Mila. ¿La niña podría participar? — El comentario del tipejo me deja helado.
—¡No! Me tienes a mí y seguro que saldrás satisfecho —. Replica Mila.
¡¡¡INCREIBLE!!! ¡¡Mi mujer una puta y prostituyendo a mi hija!! ¡¡Son motivos de sobra para encerrarla en la cárcel y tirar la llave!!
Yo temblaba, un sudor frio invadía todo mi cuerpo, las sienes me latían, se me nublaba la vista. Un extraño temblor movía mis piernas de forma involuntaria.
Sentado como estaba caí hacia adelante, de rodillas, llorando como un niño pequeño.
Los sollozos no me dejaban respirar; si no moría de un infarto en esa ocasión es porque tenía un corazón a prueba de bombas. ¿Qué más podría pasar en mi casa? La corrupción de mi familia era total. ¡¡Y yo no sabía nada!! ¿Cómo no me había dado cuenta antes? ¿Podría haberlo evitado?
Mientras estos pensamientos golpeaban como martillazos mi cabeza, veía a Mila en la posición de perra, lo que ella era, ofreciendo su ano al tipo que la golpeaba fuerte las nalgas con una extraña palmeta desconocida para mí, enrojeciendo sus caderas y su culo.
A veces le golpeaba en el centro sobre el ano y Mila gemía de dolor. Arrodillándose detrás metiendo la lengua, lamiendo el orificio mientras con una mano se masturbaba con fuerza. Se levanta, coloca el glande en la entrada, penetrándola de un fuerte empujón con su polla, no muy gruesa pero si larga, arrancando de Mila un ronco rugido de dolor, que sale del fondo de su garganta. Una vez dentro se queda quieto, como una estatua, arrodillado, detrás de mi querida esposa, ensartando con su miembro el culo, sujetando sus caderas, se dobla hacia atrás y exhala un rugido como salido de ultratumba.
Se había corrido. Aguantó la primera estocada y llegó al clímax.
La sacó de golpe, como la había metido y se tumbó al lado de Mila que también se dejó caer boca arriba. Cuando el tipo se repuso, se levantó, se vistió, saco la billetera de un bolsillo apartó cinco billetes de cincuenta euros y los dejó en la mesita de noche. Mila se incorpora para darle un beso, le dice algo al oído que lo hace reír y se levanta. Desnuda como está lo acompaña a la salida y con un beso de despedida cierra la puerta.
Mila entra en el baño de nuestro dormitorio, se sienta en el bidet y se lava. Desnuda, se dirige a la habitación de Ana que está escribiendo en su portátil. Tengo que revisarlo. Se vuelve hacia la madre que, sonriendo de pie a su lado, acaricia su cabeza y le muestra los doscientos cincuenta euros. Se ríen las dos.
— Bueno. ¿Cómo te ha ido? — Pregunta la madre.
— Bien, esta vez no ha sido tan bestia. Y estaba preparada. Hice lo que me dijiste.
Saca de su bolsito un fajo de billetes y se lo entrega a la madre. Ella los cuenta, con cara de asombro. Se abrazan las dos.
— ¡¡Quinientos euros!! Qué bien nena, si sigues así vas a ganar más que yo. Esta tarde lo ingreso todo en la cuenta.
¡¡¡¿QUE?!!! ¿Ese dinero es el fruto de la prostitución de mi hija? ¿Mi pequeña?
Y además ¡¿Disponen de una cuenta privada, en la que ingresan lo que ganan prostituyéndose?! Mila es maquiavélica. Tengo que averiguar los movimientos de esa cuenta para saber desde cuándo la utilizan y cuánto dinero mueven.
Para eso puedo utilizar los contactos de Andrés en la policía, donde tienen acceso a esas informaciones. Pero eso implicaría una posible investigación por parte de las autoridades. Tendría que pedirle que sea muy discreto porque esto puede llevar a una denuncia. Es poco fiable. Buscaré otra solución.
Las dos se dirigen hacia el salón.
— Vamos a comer algo que este tío me ha dejado con hambre. Jajaja — Va diciendo la madre a su hija.
— Yo también, que estoy con la cena de anoche.
En la cocina se preparan las viandas y se sientan a comer hablando amigablemente.
—Mama, me imagino que papa no sabe nada, ¿Verdad?… Lo conozco y sé que no lo toleraría.
—Mira Ana, papa es un buen hombre, pero muy rígido. Tienes razón, no lo permitiría, por eso he tenido que ocultárselo durante todo este tiempo. Y también a ti. Eras muy pequeña y tampoco lo hubieras entendido.
—¿Desde cuándo mama? ¿Cuándo empezó todo? ¿Cómo empezaste a ejercer como puta? — Preguntó Ana a su madre.
—Yo era muy joven. Algo mayor que tú ahora, además te me pareces mucho. Como te decía, cursábamos el último curso de bachillerato en un colegio de monjas, allí conocí a Marga, Carmen, Claudia y otras a quien tú no conoces. A la salida del colegio nos reuníamos tres o cuatro amigas para fumar, hablar de los muchachos y de nuestras cosas. Lo normal.
Un día, en una cafetería donde nos juntábamos, estábamos sentadas Claudia, Marga y yo; sacamos tabaco pero no teníamos fuego.
Marga, la más atrevida, se acercó a un señor que estaba sentado en una mesa cercana, que no nos quitaba ojo de encima, y le pidió fuego. Le encendió el pitillo y acercándose a su oído le dijo algo que le hizo dar un respingo. Se puso muy nerviosa, le dio las gracias y se vino con nosotras que le preguntamos enseguida que le había dicho. Marga tosió, no sé si por el humo o por el susto, pero nos dijo que aquel señor le había propuesto darle mil pesetas si se sentaba con nosotras frente a él, se subía la falda y se abría de piernas para ver sus bragas.
—¿Y qué vas a hacer?— Le pregunté yo. Y Marga, envalentonada dijo:
—Pues por mil pesetas le enseño hasta el chichi.
Se sentó a mi lado, frente al hombre, se subió la falda del uniforme del colegio y se abrió de piernas. Pero hizo más, se apartó la entrepierna de las bragas enseñándole el chocho y paseando un dedo a lo largo de la húmeda raja.
Después se bajó la falda, se levantó y se acercó al señor, que mirando hacia atrás para ver si alguien observaba saco dinero de su cartera y se lo mostro. Pero al ir a dárselo le cogió las los manos, se las acercó, las olió, se las llevó a la boca y chupo el dedo que había paseado por su coño, las beso y le dijo algo bajito en el oído.
Cuando volvió a su asiento tenía la cara roja como un tomate, vimos que aquel señor se levantó, pagó en la barra y se fue.
Le preguntamos qué había pasado y nos enseñó lo que le había dado, dos mil pesetas y una tarjeta, en la que se leía un nombre, una dirección y un teléfono. Nos dijo que el hombre le había dicho que si quería ganar mucho dinero, fácilmente, llamara a cualquier hora a ese teléfono para recibir instrucciones y que podía llevar a sus amigas.
Por dios. Que tarde es. Tengo que recoger a los niños — Dijo Mila, interrumpiendo el relato.
En la habitación se vistió y a la carrera fue a por los niños. Pongo en grabación las cámaras y salgo corriendo para vigilar a Mila. Llego a tiempo de verla salir con su Peugeot 205 Blanco. La sigo en mi coche alquilado hasta el colegio, es tarde y los niños están en la portería.
En el recorrido de vuelta se detiene ante un cajero del Banco xxxxx, realiza las operaciones para ingresar por el cajero, recoge el recibo y sigue su camino hasta casa.
Tengo otro dato. La cuenta esta en el banco xxxxx. Quizás no tenga ni que pedirle el favor a nadie, ya que creo que puedo acceder a este banco; nuestra empresa les instaló el sistema de seguridad y tengo acceso a su intranet. Vuelvo a mi guarida y me pongo a ver las grabaciones realizadas en mi ausencia.
En ellas Ana recoge la mesa y se retira a su cuarto, abre el portátil y se dedica a hacer sus deberes. El ángulo de la cámara no me permitía ver la pantalla, pero si a mi niña, la que yo creía inocente y que, aleccionada por su madre, había iniciado su vida como prostituta. Necesitaba algo fuerte, normalmente no suelo beber, me sienta mal, pero había comprado una botella de brandy y me tome un buen trago.
Vestida con una camiseta ligera y las braguitas yo miraba a mi hija, sentada tecleando en su ordenador, veo que la mano izquierda estaba metida en sus bragas, movía los dedos bajo la prenda mientras sostenía el ratón con la derecha. No sé qué veía pero estaba excitada, de pronto exhaló un profundo suspiro, echó la cabeza hacia atrás, con los ojos cerrados, la boca entreabierta, jadeando y se quedó muy quieta, apretando los muslos con fuerza. Poco después reanudaba la tarea que estaba realizando hasta que llego Mila y los niños.
Jaleo, carreras, juegos, gritos de los niños.
Meriendan-cenan y se retiran al cuarto de los pequeños. Les lleva un vaso de leche y Ana los acuesta, se comporta como una madre, los arropa, les da un beso, apaga la luz y se sienta con su madre en el salón.
¿Qué tienes esta noche mamá?
— Salgo con Marga a un club nuevo en Chueca.
— ¿Te espero o no me necesitas?
— No, no me esperes, llegaré tarde y tú estarás cansada, acuéstate. En todo caso, si te necesito, te despierto.
— Vale pero si son viejos no me despiertes. Jajajaja
— Lo tendré en cuenta. Tú quieres bomboncitos ¿No putilla?
— Pues claro, es lo que me gusta. Jajajaja.
Mila sale de casa. Dejo los equipos grabando y me dedico a seguirla. He comprado ropa nueva que ella no conoce y me he agenciado un bigote, barba y peluca para no ser reconocido si me ve.
También he alquilado un coche para poder moverme con más comodidad. Mi disfraz no es aparatoso y no se nota mucho. Además, participé en unos cursos de criminalística para detectives privados, relacionado con mi trabajo en seguridad electrónica y aprendí los rudimentos del “pasar desapercibido”.
Nunca imaginé que tendría que utilizar estos conocimientos y menos aún en una situación como esta.
El Peugeot de Mila sale del garaje y se dirige a una zona de marcha de la ciudad, consigue aparcar y yo hago lo mismo lo suficientemente cerca como para ver su coche, pero alejado para que no pueda verme. Mila entra en un bar de copas y la sigo, apartándome a un rincón en penumbra desde donde puedo verla, se encuentra con Marga y Claudia. Abrazos, besos, se sientan en una mesa.
Es temprano y hay pocos clientes. El local está casi vacío, a excepción de las chicas y un par de mesas más, una con dos parejas y otra con dos chicos solos. Se oye música chillout suave.
Se acerca un camarero y se pone a bromear con las chicas. Le piden las copas, Marga lo llama aparte y le dice algo al oído. El barman asiente y se marcha tras la barra. He pedido un ron cola y me siento a esperar.
Llevo una cámara con la que, disimuladamente, les hago fotos. Las tres se ríen alegremente hablando entre ellas. En la mesa cercana, los dos muchachos jóvenes las miran y se ríen. Uno de ellos se acerca a ellas y les habla, risas, bromas. No logro entender que dicen pero no importa.
Claudia es una mujer de bandera, casada, con dos hijas de ocho y catorce años, compañeras de colegio de Mili y de Ana; se levanta, le comenta algo al oído del chaval y se marcha en dirección a los servicios.
El muchacho vuelve a su mesa, se acerca al compañero y habla con él, lo empuja hacia la mesa de Mila y Marga, realiza las presentaciones y lo fuerza a sentarse.
Después el primer chico se dirige a los lavabos. Sospechando lo peor me levanto y me acerco también a los servicios. No hay nadie en el de caballeros, pero se oyen gemidos inconfundibles en el de señoras. Echo un vistazo y no hay nadie en los lavabos. Los ruidos vienen de una de las cabinas. Miro por debajo de la puerta y veo unas piernas de hombre con los pantalones bajados y unas piernas de mujer arrodillada en el suelo, delante de él.
De pronto oigo un lamento y el hombre se sienta en el wáter, la mujer se levanta, se baja las bragas, se las saca y las lanza con el pie hacia un rincón.
Las piernas del muchacho están juntas alineadas con la taza y las de ella se abren colocándose a los lados de las de él. Se mueven al unísono, se oyen lamentos y golpes chocando carne con carne.
— ¡¡Dios me corroo!! — Grita la voz masculina.
— ¡¡Sigue cabrón no me vayas a dejar así!! ¡¡ SIGUEEEE!! — Es Claudia quien grita.
— ¡¡ AHHHHHHGGG!! — El muchacho grita como un poseído.
— ¡¡ Hijo de puta, sigue, sigue!!… ¡¡Vete a la mierda, me has dejado a medias!! Esto me pasa por ir con culicagaos. ¡¡ Joder!! — Claudia parece muy enfadada.
He grabado el sonido de lo ocurrido, me retiro y al salir me cruzo en el pasillo con Marga, que casi tropieza conmigo, se detiene y me mira sin conocerme. Me llevo una sorpresa, pero compruebo que el disfraz funciona. Poco después, Marga y Claudia salen de los servicios y se dirigen a su mesa.
Yo me hago el remolón y vuelvo al wáter donde se ha realizado la acción, entro y veo el tanga negro de Claudia en un rincón en el suelo, donde vi que caía al quitárselo. Lo recojo y lo guardo. No sé para qué puede servirme. Huele a perfume caro y a hembra. Al salir observo que el chaval del wáter se acerca a su compañero en la mesa de las chicas, forcejean, lo coge por un brazo y se marchan los dos.
El barman llama a Marga, se acerca a la barra, le dice algo y se va hacia las otras chicas. Habla con ellas. Las mujeres llaman al de la barra, pagan la cuenta y se dirigen a la salida. Las sigo. En una calle próxima se detienen ante el coche de Marga, se suben y se van. Tengo mi coche a dos manzanas, cerca del Peugeot de Mila. Cojo mi coche y salgo en dirección a donde supongo que van las tres mujeres. Salgo a la avenida y aunque miro en todas direcciones no consigo localizarlas. Las he perdido.
De todos modos Mila tendrá que recoger su coche. La esperaré.
Vuelvo cerca del otro vehículo y estaciono de forma que pueda verla cuando regrese. Me arrellano en el asiento y me dispongo a esperar. Si deciden ir a mi casa, tendré toda la información grabada cuando vuelva y aquí podre averiguar algo más sobre Mila.
Pero… ¿Qué?… ¿Qué más necesito saber para llegar a la conclusión de que me tengo que divorciar? Que yo no puedo soportar esta situación sin desenmascararla y romper mi familia. Pero antes tengo que asegurarme de que los niños son míos, aunque ya lo dudo, las posibilidades son muy bajas. Y me quedaré solo, sin mujer, sin hijos, sin vida, porque ellos lo son todo para mí.
Denunciarla a ella por prostituir a Ana y no sé si también a los pequeños, solo serviría para que fueran a parar a una Institución. Si demuestro que no son hijos míos y Mila está en la cárcel. Abandonados, indefensos, solos...
Dios, qué situación. ¿Qué puedo hacer? No quiero hacerles daño, pero tampoco lo puedo evitar.
Pasa más de una hora y veo acercarse un vehículo. Pasa a mi lado, es el de Marga. Ha vuelto. Se detiene a la altura del de Mila y se apean ella y un hombre de mi edad, bien vestido. El coche de Marga se marcha. Se suben al utilitario, Mila y su acompañante se dirigen, supongo, a casa. Los sigo por si acaso pero acierto. Entran en el garaje, busco un hueco donde aparco y subo a mi observatorio. Cuando ilumino las pantallas está el tipo que vino con Mila en el salón sentado en el sofá, hay dos copas.
Ana está acostada en su habitación y con ella esta Mila. Hablan muy bajo y no logro oírlas. Mila acaricia en la cara a Ana, le da un beso y se dirige al salón, donde se sienta en el sofá junto al desconocido. Charlan de cosas intrascendentes. Mila lo llama Jesús.
Y tú Mila, estas casada ¿No? — El tipo parecía interesado.
— Si casada y con hijos. Por cierto están dormidos ahora, pero no se despertaran por mucho ruido que hagamos — Comenta Mila con el mayor de los cinismos.
— ¿Y los vecinos? — Sigue interesándose el tal Jesús.
— Jajaja. Me he asegurado de que el piso con el que linda esté vacío. Se lo he comprado a una inmobiliaria. Me lo han dejado a buen precio, claro que tuve que hacerle una mamada al comercial que lo gestionaba.
Como habrás visto solo hay dos pisos por planta, este lo compramos mi marido y yo hace diez años. Los dos pisos pertenecían a una señora muy mayor que falleció poco después de comprarle nosotros este. Al morir la dueña, sin descendencia, empezó una guerra de sobrinos para ver como se lo repartían. El pleito duro seis años.
Una mañana escuché ruidos en el rellano, era un agente de la inmobiliaria que venía a enseñar el piso que ya estaba a la venta. Cuando se fueron los clientes, me asome a la puerta para hablar con él, no lo había vendido. Le comente que me podría interesar.
Lo invité a pasar, le ofrecí un refresco y utilice mis artes de seducción para que me lo rebajara hasta, según él, el máximo, mientras mi mano acariciaba su muslo y llegaba a cogerle la polla sobre la ropa.
En medio de la excitación, mientras le bajaba la cremallera de la bragueta y metía mi mano para cogérsela, regateaba con él. Cuando se la saqué y empecé a mamársela se derrumbó, bajó de golpe más de diez mil euros. Era un buen precio.
Mamándosela le hice sacar el precontrato que traía preparado para la otra familia y lo firmamos sobre la marcha. Fue una buena inversión.
Y así no tengo quejas ni reclamaciones. Abajo está el garaje y arriba no vive nadie, son despachos, oficinas vacías. Lo tengo todo controlado.
— ¿Y tu marido?
— Bueno eso es otra cosa. Él no sabe nada. Ni lo sospecha. Tengo buen cuidado de no dejar cabos sueltos, así llevo ya dieciséis años.
— ¿Y si algún día se entera?
— Entonces ya veré que hago. Seguramente nos divorciaremos. Tengo dinero ahorrado y no dependo de él económicamente. Me quedaría con mis hijos y en paz. Lo conozco muy bien y sé que es una buena persona. No nos haría daño.
— Mila, te conozco desde hace mucho tiempo. Te he apreciado siempre, desde que te conocí con quince años y no puedo creer que no sientas nada por él. ¿Lo quieres?
—Lo quiero mucho, a mi manera, claro. Me dolería separarme de él pero, si no puedo evitarlo…. Veras Jesús, cuando lo conocí en la universidad, me enamoré de él. Era un chico listo, guapo y pensé que con el tiempo podría convencerlo para que participara en mis correrías. Pero me equivoqué. Intenté cambiarlo pero es demasiado serio, recto, responsable, muy influido por la moral religiosa. Un buen padre para unos hijos que quizás no sean suyos, no lo sé. Y nunca he tenido la intención de saberlo, son míos y es lo que importa. José ha sido, y es, un sostén emocional para mí. ¿Qué más puedo pedir? Siempre he pensado que hay distintos tipos de hombres, no solo importa la apariencia física, sino su mentalidad, su carácter, su fuerza, no solo física si no la que te empuja hacia el hombre que te atrae, la que eres incapaz de rechazar. Con él me siento segura, protegida; a pesar de su forma arcaica de pensar. Estoy convencida de que se dejaría matar por mi o por los niños, pero no me satisface en la cama. Para esto necesito un golfo, un crápula que me folle como me gusta, que me domine y me haga desmayar de dolor y placer. Y él no sabe o no puede hacerlo. Podría haberle enseñado, pero tampoco he insistido mucho. He dejado pasar el tiempo, me he adaptado a sus cosas y él no sabe nada de las mías.
La confesión de Mila cae como jarro de agua fría sobre mí. ¿Qué más puede hacerme? ¿Es que no va a terminar nunca este suplicio? Además ha comprado un piso sin yo saberlo. Sigue hablando Mila:
— Bueno Jesús, después de tantos años sin vernos ha sido una casualidad que llamaras a la agencia para solicitar una acompañante y me eligieras a mí.
— Sí, pero no es casualidad. ¿Recuerdas a Aurelio?
— Síii. ¿Cómo está? Hace tiempo que no follo con él. Jajaja
— Está bien, pero su mujer le ha atado corto y ya han terminado sus golferías. Fue él quien me dio la dirección de internet donde están las fotos en tu blog. Por eso me extraña que estés tan tranquila. Tu marido podría acceder a la página y verte. Aunque no muestres la cara podría reconocerte… Se llevaría una sorpresa y no sabes cómo podría reaccionar.
— No creo, es poco probable porque es muy recto y estoy segura de que jamás ha buscado nada de sexo en internet. Por otra parte es muy sensato y no creo que pudiera hacerme daño… Hemos hablado de mí, pero ¿Cómo te ha ido a ti en todos estos años?
—Muy bien Mila. No me he casado, terminé arquitectura y tengo una empresa de construcción, que ha ido muy bien en los años de las vacas gordas y guardé para los de las vacas flacas. Ahora no tengo mucho trabajo, pero puedo permitirme vivir bien algunos años sin problemas.
— Me alegro. Ya he visto que en el club, sacabas un buen fajo de billetes al pagar la cuenta. Pero dejémonos de cháchara y vamos a la cama. A eso has venido ¿no?
En la pantalla de la habitación de Ana veo cómo se levanta y se acerca a la puerta abriéndola un poco.
Al salir al pasillo Mila ve la puerta de Ana abierta.
Ana, ¿qué haces despierta y levantada? — Ana abre totalmente la puerta.
— Es que os he oído y he salido por si me necesitabais.
— Vaya una preciosidad de mujercita, se parece mucho a ti, Mila,
— Pues más se parece en lo golfilla que es. ¿Sabes que ya ha debutado chupando polla?
— Vaya, toda una sorpresa. Claro que conociendo a su madre no es de extrañar. Ella era la reina de las reuniones en el instituto. Allí nos follo a todos. Luego se fue a la universidad y le perdí la pista hasta hoy, que la he reencontrado.
— Mira Ana, este es Jesús, un amigo muy querido desde que lo conocí hace ya más de veinte años. Hemos follado mucho y tiene una polla magnifica. Tienes que probarla, te gustará.
— Mucho gusto Jesús — Se acerca Ana a darle un beso, en la boca.
— El gusto va a ser mío, si tú y tu madre me lo dais.
— Por mi encantada. ¿Tú qué dices mami?
— Pues que estamos perdiendo el tiempo. ¡Vamos a la cama!
Encienden las luces de la habitación. Mi habitación hasta la semana pasada. Se desnudan los tres. Jesús se tiende en la cama de espaldas y ellas se acercan cada una por un lado con movimientos felinos. Mila besa a Jesús en la boca mientras Ana, entre sus piernas, se dedica a coger con ambas manos la polla y besar su punta. Lamerla desde la base hasta el prepucio. Con una mano acaricia el escroto, con la otra inicia movimientos masturbatorios introduciéndosela en la boca. En pocos segundos alcanza un tamaño considerable. Sus delicadas manos jugaban con sus testículos y su culo, parecía una experta.
—¡¡Mama, tenías razón, que maravilla, es preciosa!! — Exclama mi hija.
— Ya te lo dije. Mama no te engaña. Piensa que una vez estuve enamorada de esa preciosidad de polla. Y quizás aún lo esté. Pensándolo bien. ¿Te gustaría perder tu virginidad con esta belleza?
— Mama, ¿Crees que estoy preparada?
Mila pasa un dedo por el sexo de Ana.
— Creo que sí. ¡Estás muy mojada putilla!
Sí mama, estoy muy caliente, pero me da algo de miedo.
—No te preocupes, solo será un instante de dolor y tanto Jesús como yo procuraremos hacerte el menor daño posible. Además alguna vez tendrá que ser y creo que hoy es el día indicado. Tiéndete aquí vida mía.
Jesús se levanta y Ana se tiende en el centro de la cama. Eleva las rodillas apoyando los pies en el lecho y las abre. Su pequeña vagina brilla con los flujos debidos a su excitación. Mila se arrodilla frente a ella, entre sus piernas y besa el sexo de su hija, lo lame, su lengua juega con los labios y el clítoris de la niña. Con los ojos cerrados y los brazos extendidos en cruz agarrándose a la ropa de la cama.
—¡¡Mama, que gusto!! ¡Aahhhg, que placer! ¡No sé si lo soportare! ¡Qué gusto joder! —. Grita mi pequeña.
Jesús besa sus labios, juega con su lengua en la boca de mi hija. Acaricia los pechitos de mi niña. Los lame con su lengua, chupa los pequeños pezones rosados.
Ella gime, extiende sus piernas a lo largo y las encoje, aprisionando la cabeza de su madre con ellas.
¡¡¡Estoy asistiendo a la desfloración de mi hija y no hago nada por evitarlo!!! ¿Qué puedo hacer? ¡¡ DIOOOOSSS!! Que suplicio.
La combinación de caricias de los dos degenerados produce el efecto esperado y mi pequeña hijita grita, retorciéndose como una posesa, en un orgasmo brutal. Llega al clímax con suma facilidad, como su madre.
En medio de los estertores de su hija, Mila se aparta, coge un preservativo de la mesita, lo abre, se lo coloca en sus labios; se acerca a Jesús, le coge la polla y se la acerca a la boca, la centra y en un santiamén se lo coloca.
Lo empuja y le indica que se coloque entre las piernas de Ana, para perpetrar el crimen. Acerca el pene a la vagina de la niña, que esta desmadejada sobre la cama, Mila abre y sujeta sus piernas.
Él con la verga en la mano lo pasa arriba y abajo, desde el empeine hasta el culo, engrasándolo con el líquido preseminal que segrega.
— Ahora Jesús, ahora y de una vez —. Le dice Mila.
Jesús coloca su miembro en el sexo de la niña, e impulsa sus caderas hacia delante de golpe. El grito de Ana es atronador.
— ¡¡AAAHHHH!! ¡¡ASI NO, ASI NO, ME DUELEEEE!! —. Grita mi niña.
Yo lloro de impotencia, soy un cobarde. Mi vida no vale una mierda. Debía haber entrado en la habitación para acabar con la vida de los dos miserables, crápulas, que acababan de mancillar a mi niña. Me cubro la cara con las manos. No soporto ver sufrir a mi niña. Pero no puedo evitar oír sus lamentos.
— ¡No más! Por favor, duele mucho…Duele…¡¡AAHHHYYYY!! —. Sigue quejándose mi hija.
Mila la acaricia, la besa dulcemente y con una mano indica a Jesús que se detenga, pero que no se salga, que espere.
— Quieto ahora Jesús, quieto… no te muevas ni la saques. Ana vida mía, lo peor ya ha pasado, relájate y veras como el dolor cede y empieza a convertirse en placer. Un placer mucho mayor del que sentiste nunca —. Dice Mila guiando la acción.
Pasan unos segundos interminables.
— Mamá, ya no duele tanto —. Murmura la niña.
— Jesús muévete poco a poco, con mucho cuidado, con cariño —. Dice Mila.
—¡¡DIOOOOSS!! No puedo aguantar más, ¡¡me corroo!! —. Grita Jesús.
Un aspaviento acompañado de un golpe de cadera, hace proferir otro grito a Ana e indica que Jesús se ha corrido llenando el condón en el coño de mi hija con su semen.
Es una locura. Saca el pene de la vagina de Ana, cae el preservativo habiendo perdido su rigidez, flojo y goteante.
Ana llora.
Mila se revuelve contra Jesús y lo golpea con los dos puños. La cara de Mila es la imagen de la furia. Su mirada es feroz. No la había visto nunca así.
—¡¡Maricón!! ¡Eres más rápido que mi marido corriéndote, vete, vete, no quiero verte nunca más! ¡¡VETEEEE!! — Increpa a su amigo.
Jesús sorprendido, asustado por la reacción de Mila, baja la cabeza y avergonzado, busca su ropa y se viste.
— ¡Ahhh! Pero no te irás sin pagar. Esta noche te va a costar dos mil euros. Te has llevado el himen de mi hija, sin complacerla y esto lo pagas — Exige Mila.
Jesús está muy nervioso, no sabe qué hacer, camina de un lado a otro de la habitación.
—Mila lo siento, no he podido evitarlo, hare lo que me pidas para compensarlo — Jesús intenta disculparse.
Mila, iracunda, lo amenaza con los puños cerrados y grita enfurecida…
— ¡Mira gilipollas, te iba a regalar la virginidad de mi hija a cambio de que te comportaras como un hombre con ella y has resultado peor que un adolescente. O sea, lo que yo quería evitar, que tuviera una mala experiencia en su primera vez!
Jesús, abochornado, saca de su cartera dinero y se lo deja sobre la cama. Intenta acercarse a Ana para darle un beso pero Mila lo empuja hacia la puerta con furia. Lo acompaña hasta la salida, dándole empujones por el pasillo y cerrando con un portazo la puerta del piso.
Regresa junto a su hija; se tiende a su lado mirándose de frente y, de pronto, estallan en risas abrazándose y revolcándose en la cama. Me sorprende su actitud, parecen locas las dos ¿Es un ataque de risa? pero ¿Por qué? Mas calmadas ya, comienzan a hablar.
— ¡Jajajaja! Como se lo ha tragado el muy tonto y que bien te ha salido hoy. Ha sido genial. Ahora, la corrida con mi lengua ha sido real. ¿Verdad? — Mila no dejaba de sorprenderme.
— Si mama, me has dado mucho gusto y me lo tienes que hacer más veces. Pero más me he divertido al ver la cara que ha puesto el panoli cuando se ha corrido y te has liado a golpes con él. Era todo un poema. Jajaja. Y mira el premio. ¡Jajajaja! ¡¡Dos mil euros!! — Indica la niña.
Ana coge el dinero y lo lanza hacia el techo, dejándolo caer como una lluvia de billetes sobre sus cuerpos y se revuelcan, abrazándose y besándose.
— Pero, dijiste que era un gran amigo del insti, ¿No era verdad? —. Pregunta Ana
— Veras, este gilipollas era el hazmerreír del grupo. En cuanto me bajaba las bragas y me veía los pelos del chichi se corría. ¿Dice que me follo a los quince años…? Y una mierda… Lo intentó y me dejó la corrida entre los muslos. No llego a meterla. Yo le hice creer que sí, pero no. Jajaja… La próxima vez explotaremos tu virginidad trasera —. Responde Mila.
— Sí, sí… Lo que tú digas, como no es tu culo. Luego me quedo dos o tres días sin poder sentarme — Se quejaba Ana sonriendo.
— Bueno, buscaremos uno que la tenga pequeña. Pero tienes que utilizar más el plug anal. Para acostumbrar tu culito. Después verás el gustito que da. Anda, vamos a dormir un poco —. Dice Mila con guasa.
Se tienden en la cama, apagan la luz y se duermen abrazadas. Desnudas.
¡¡ERA UNA FARSA!!
Me quedo helado. Estaban de acuerdo para timar al tonto, que se ha creído que ha desvirgado a mi hija y al parecer ya está harta de follar por todos sus agujeros. Dos mil euros en una noche y no sé los que podría traer Mila de antes, cuando se ha ido con las amigas. Está vendiendo a su hija, porque quizás no sea mía, pero sí es suya. Mi mujer y mi hija son unas guarras, putas, delincuentes, estafadoras. ¡¡ DIOSSS!! Mesándome los cabellos, tirándome hasta quedar con mechones del poco pelo de mi cabeza entre los dedos. Mi casa es un nido de víboras. La depravación de mi familia es inconcebible.